Capítulo 2: Sterling.
«Mis expectativas son reales y el suelo es hacia donde voy. Te preocupas un poco, lo sé, pero ¿quién quiere vivir para siempre, cariño?»
El hematoma negro en mi brazo se veía tan discordante con mi piel y tan natural al mismo tiempo que a veces pensaba que tal vez me lo merecía.
—Guau, eso se ve mal —comentó Aleixandre.
—¿Te he preguntado?
—No, pero tengo ojos en la cara con los que puedo ver y una boca con la que puedo opinar —sonrió con inocencia.
—¿Te vas a sentar a mi lado en cada clase? —Fruncí los labios.
—Como no me vas a enseñar, tendré que aprender con el mejor método del mundo: el análisis.
—¿Me mirarás como un desquiciado todo el día?
—Auch, ¿desquiciado? Pensaba que disimulaba bien.
—Puedo sentir cómo me clavas la vista en la nuca.
—¿Y te incomoda...? —indagó.
—Sí.
—Perfecto, porque no voy a parar.
Parpadeé con lentitud. Era un chico tan extraño. Y demasiado sociable. Rozaba la línea de ser una molestia, así que lo ignoré. Ni siquiera tenía el tiempo o las ganas suficientes para invertir en él porque el dolor en mis brazos era demasiado punzante. No podía volver a permitirme una nota por debajo del diez.
—Buenos días, chicos —saludó la tutora de clase con demasiado ánimo para la hora que era—. Os veo muy activos...
—Señorita Bennet, pídale al profesor Foster que no nos machaque tanto —rogó Mason.
—¿Qué ha ocurrido?
—Se ha pasado una hora hablándonos de la literatura del siglo XX —se quejó otra chica.
—Qué terrible que haya cumplido con su trabajo, ¿no? —ironizó ella, acomodándose en su escritorio—. Para vuestra fortuna, hoy tengo una noticia que os encantará.
—Da miedo cada vez que dice eso, señorita Bennet —murmuró Aleixandre.
—¡Que no! Os encantará, os lo aseguro de corazón.
—No nos deje con la intriga. —Esta vez fue Solange quien habló.
—Como sabéis, este es vuestro último año escolar antes de la universidad. En jefatura de estudios hemos pensado que un pequeño viaje podría ser una forma divertida de aliviar el estrés.
La clase vitoreó de alegría. Era tan asfixiante que hicieran tanto ruido. Me hundí en mi asiento con un nudo en la garganta.
—¡Silencio o no digo más! —amenazó la señorita Bennet, viéndome con algo de pena—. Lo malo es que tenéis que esperar hasta diciembre o tal vez enero.
—¡Queda un montón! —protestó Mason a gritos, otra vez.
—Que te calles, Mason —bufó la profesora—. Como alguien más se ponga a gritar, lo echo de clase. Como iba diciendo: el viaje sucederá a finales de año o a principios del siguiente. Será un viaje de una semana a Eclipsia.
Alguien levantó la mano.
—¿Nos dejaréis explorar solos...?
—Puede ser.
Varios chocaron puños con sus amigos.
—Y de casualidad...
—No, Mason, nada de alcohol —lo interrumpió, siendo consciente de lo que iba a preguntar.
—Aburridos —farfulló él.
—Somos responsables de quienes asistan y vosotros sois menores de edad —explicó con un tono amable, como si fuésemos niños pequeños—. Os repartiré una carpeta en donde está toda la información: el precio, los lugares que visitaremos, lo que debéis llevar, las reglas... Tendréis que mostrarla a vuestros padres, y si están de acuerdo, deberán firmar la hoja final donde pone "Autorización".
Una vez pasó por todos los escritorios, se detuvo delante del mío y me tendió los folios grapados.
—No me dejarán —susurré.
—¿Cómo lo sabes, Lyren? Ni siquiera has preguntado —me sonrió con gentileza.
—Porque lo sé.
—Llévatelo por si acceden...
—¡Profesora Bennet, Lyren no tiene dinero! —exclamó con burla Dorothea—. Por algo es becado.
Permanecí en silencio.
No tenía que ver con eso. Mi familia se lo podría permitir, pero una cosa era eso y otra era que quisieran gastarlo en algo tan nimio como un viaje por mi bien.
—Esas cosas no se dicen, Dorothea —la regañó—. Salte de la clase.
Aunque le hizo caso, no desaprovechó la oportunidad para sacarme la lengua cuando la señorita Bennet no estaba mirando.
—¿Cuántas veces os he dicho que esa actitud de niño pequeño no la permito en clase? —cuestionó ella, enfadada—. Tenéis casi dieciocho años y os gusta que os traten de adultos, pero ni siquiera sabéis comportaros como tal. No me hagáis castigaros a todos los que también os habéis reído.
Agaché la vista, anticipando la ola de odio que se desataría contra mí, como si yo fuera el responsable de todo. La profesora sacudió la cabeza y continuó informándonos sobre el viaje, pero yo solo observé el folio en silencio, consciente de que algo tan lujoso estaba fuera de mi alcance. Al terminar la clase, me pidió que me quedara unos minutos con ella.
—Dígame, señorita Bennet.
—Lyren... —pronunció, afligida—. ¿Es verdad lo de antes?
—Sí —respondí sin rodeos.
—Vale, si el problema es el dinero, podemos hablarlo.
—No pasa nada. Tampoco tenía tantas ganas de ir. Estaría solo durante todo el viaje.
—Oh, Lyren. Te la podrías pasar bien —aseguró—. Puedo pagarte el viaje y ya me lo devolverás luego, sin problema.
—No, gracias.
—Insisto, creo que te vendría bien unos cuantos días desconectado de tanto estudiar.
—Me gusta aprender.
—Ya sé que te gusta, Lyren, pero también puede ser bueno sacar esa naricita tuya de los libros por unos cuántos días.
Apreté los labios.
—Me lo pensaré, señorita Bennet.
—Me alegra. —Posó su mano en mi hombro, aunque cuando vio mi reacción, la apartó—. También quería hablarte de algo más.
—Dígame.
—He escuchado que Aleix necesita ayuda en clase...
—Sí, ya he hablado con él.
—¿Sí? ¿Y habéis acordado algo?
—Encontrará a otro tutor.
—Oh, vaya.
—¿Ocurre algo? —pregunté.
—Solo pensé que os habríais hecho buenos amigos.
—Somos incompatibles, señorita Bennet.
—Los polos más opuestos se atraen —rió.
—No puede aplicar la Física en las relaciones sociales.
—Solo es una frase hecha, Lyren. En fin, si lo habéis hablado no puedo hacer nada más.
—Si eso es todo, me despido, señorita Bennet.
—En realidad, Lyren, quería preguntarte algo más. —Se relamió los labios—. ¿Ha pasado algo con tus compañeros?
—Nada importante —mentí—. ¿Por qué?
—Te veo muy solitario últimamente, solo era eso. ¿Has discutido con Dorothea de nuevo o...?
—Está enfadada conmigo. —Sujeté con fuerza la correa de mi mochila.
—Oh, espero que lo solucionéis pronto. Cualquier cosa, me puedes hablar, ¿sí?
—Sí, señorita.
—No te retendré más. Disfruta tu descanso.
—Gracias —murmuré, saliendo por la puerta y dirigiéndome a las gradas del patio para tomar mi almuerzo.
Sin embargo, tuve la mala suerte de encontrarme con Aleixandre apoyado en las taquillas, cruzado de brazos. Fijó sus ojos sobre mí y me mostró una sonrisa de boca cerrada. Solté un suspiro y pasé lo más alejado de él para evitarlo.
—Lyren —silbó—. Lyren, Lyren, Lyren...
—No soy un perro como para que me llames así —declaré, deteniéndome.
Me estaba siguiendo, por lo que chocó contra mi espalda, al no esperar que me parara de la nada.
—Una disculpa. Necesito hablar contigo.
—Tus necesidades no son mi problema.
—Oh, vamos, ¿acaso te caigo mal?
—No.
—Entonces, ¿por qué eres así? —Hizo un puchero.
—Así nací, para tu información.
—Sí, ya, supongo... —tosió—. Tengo un trato que ofrecerte.
—No tienes nada que yo quiera. —Llegué a las gradas y me senté, sacando un pequeño táper con mi comida.
—Ni siquiera has escuchado mi oferta. —Frunció el ceño al ver dónde nos encontrábamos—. ¿Almuerzas aquí?
—¿Algún problema?
—No, solo que... Se ve solitario —indicó.
—Bienvenido a la vida real.
Arrugó la nariz.
—Entre lo de la amistad y esto, siento que eres algo negativo, Lyren.
—Soy realista —lo corregí.
—Ya... Mira, necesito las tutorías, Lyren. Eres el mejor alumno de toda la escuela.
—No puedo permitirme perder tiempo enseñándole a otros.
—No estarías perdiendo tiempo —aclara—. Te puedo pagar.
—¿Para qué querría el dinero?
—El viaje.
—No quiero ir.
—¿Por qué?
—Los viajes en solitario son aburridos. —Me encogí de hombros.
—¿No habías dicho tú algo como que la amistad no servía de nada...?
—Sí.
—Entonces...
—Realmente tu poder de convencimiento empeora cada día que pasa, Aleixandre.
—Es Aleix.
—¿Acaso en tu documento de identidad pone específicamente "Aleix"? —Levanté una ceja.
—No, pero es más fácil acortarlo...
—No me importa.
—Olvídalo. —Soltó un resoplido—. Si no lo quieres usar para el viaje, puedes quedártelo para uso personal, no sé. Por favor, te lo ruego, Lyren. Estoy desesperado y tú eres muy inteligente.
Tragué saliva.
Nunca había sentido la necesidad de tener dinero, ya que mis padres no me permitían comprar nada sin su aprobación. Tampoco tenía amigos a quienes hacer regalos, cumpleaños a los que asistir, ni salidas en las que gastar.
—¿Cuánto?
—¿Eh?
—El sueldo.
—Veinte la hora.
—Ya... Creo que paso.
—¿Es en serio? ¿Qué tal treinta?
—A menos que quieras que te enseñe a sumar o restar.
—¿Cuarenta? —Juntó las cejas.
—No.
—Oh, vamos. ¡Cincuenta es mi última oferta! —Se cruzó de brazos.
—Bien por ti, quiero sesenta.
—¿¡Sesenta la hora!? ¿Te crees que soy rico o qué, Lyren? —Se sujetó el pecho, mostrándose adolorido.
—Eres multimillonario, Aleixandre Sterling. Y dudo que solo necesites que te ayude con una asignatura, viendo que tu media no puede ni llegar al siete.
—Primero, auch: Eso ha sido un golpe directo en el ego. Segundo, ni que en una hora pudieras enseñarme siete asignaturas que no he entendido en lo que llevamos del año. —Abultó su labio inferior.
—Puedo hacerlo, pero si no quieres atenerte a mi presupuesto, puedes buscar a más personas.
Aleixandre chasqueó la lengua y pareció replantearse la oferta, la cual en realidad sí que era desorbitada. No quería tener que enseñarle nada.
—Bien, acepto. Pero si no eres capaz, se queda en cincuenta. —Estiró su brazo en mi dirección.
No era mi intención que aceptase. ¿Qué debía hacer ahora?
—Si no eres capaz de aprender, no es mi culpa. Yo quiero mi sueldo. —Le acabé dando la mano, entre un mar de dudas.
Unos segundos después, sacó su teléfono y me obligó a entregarle mi número para establecer el horario y el lugar.
—¡Un millón de gracias, Lyren! Nos vemos —se despidió, saltando de alegría y volviendo al edificio de nuevo.
En definitiva, era un chico muy extraño.
***
Hola kahsdlasjdla, estoy pateando las sábanas porque siento que voy a amar a estos dos bebos tanto como lo hice con Airy y Ren.
En el capítulo anterior no puse notita porque quise empezar la historia sin decir nada, pero en este quería saludar al menos y comentar que va a ser tan linda porque Aleix askjdlas. Y sí, es la conexión que lo une a todas mis otras historias JAJA.
No creeréis que no conectaré mis universos, ¿verdad?
Muchos besitos y sabéis que os agradezco de corazón que le deis una oportunidad a cada una de mis historias <3
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