Capítulo 5

Ella

Es demasiado tiempo.

Demasiado tiempo sin un mensaje de buenas noches...

Demasiado tiempo sin sentir una caricia...

Demasiado tiempo sin ser amada...

A veces regresa a mi mente esa tarde en la que me di cuenta de que la gente no es para siempre, que las promesas son tan inestables como la estructura de un castillo de naipes, en cuanto una pieza se cansa de mantenerse en su lugar se desmorona y cae. Y puedes levantarla ¡Tan solo es un castillo de naipes! Pero habría que empezar de cero colocando cada una de las cartas con cuidado. Un suspiro, un movimiento o incluso un beso puede hacer que se caiga de nuevo. Es tan difícil fingir estar bien...

La gente me admira, piensa que soy fuerte, en realidad, es eso lo que pretendí que pensaran de mí...

 No tiene nada de admirable ser una chica que se siente dolida por un simple chico. Tal vez no quise a Dean, pero era él con quien compartía mi yo más profundo, ese que no dejaba que nadie viera, y me traicionó. No le importó un comino lo que yo sintiera. 

Mentiras y más mentiras.

Pensaba que eramos un equipo, nosotros contra el mundo y el mundo contra nosotros.

Y aunque trataba de pasar página cada día me costaba más seguir adelante. Es muy duro levantarse tras tantas caídas y siento tanto frío...

Pensaba en un futuro con él, en muchas ocasiones me había planteado en como serían nuestras vidas unidas, en como serian nuestros hijos o en si le parecería hermosa cuando mis manos ya no fueran suaves y mis cabellos se tiñeran de blanco.

Jamás lo sabría. 

Me cegó, y yo pensé que tal vez eso era mi final feliz, pero he aprendido que los finales felices solo existen en los cuentos de hadas.

Aquella mañana el sol resplandecía en el punto más alto del cielo completamente despejado. Aunque todo se veía vivo y luminoso yo me sentía lo opuesto: triste y sin vida. 

Me había recogido el pelo en una alta coleta desenfadada, llevaba una camisa a cuadros verdes y negros debajo del enorme abrigo color verde militar que tanto me gustaba y solía llevar casi todos los días, para acabar el look, me puse unas botines negros con tacón que al menos debían de hacerme diez centímetros más alta.

En realidad a mi no me gustaba la moda por querer estar guapa o por querer atraer la atención de nadie, a mi me gustaba el hecho de poder decir sin palabras, a través de mi ropa, como soy. Era mi sello de identidad, porque aunque hayan mil chicas que se pongan los mismos vaqueros ceñidos o la misma camisa a cuadros, todos hacemos que las cosas sean nuestras de una manera especial y eso me hacía sentir única y original.
Porque al fin y al cabo la ropa en la mano tan sólo son trozos de tela, pero cuando te la pones ya forma parte de tu esencia.

Y ahí estaba yo, con mi maleta caminando hacia lo que iba a ser mi nueva vida en la universidad.

Ahí Ella Connors no era nadie. Allí ya no tenía a mis superficiales amigas, cosa que en parte me aliviaba pero a la vez me asustaba, no tenía que soportar su constante presión pero debía empezar de cero, estaba sola e indefensa. ¿Con quien me reiría en clase si no era con Claudine? ¿Con quien vería mis maratones de películas si no estaba ahí Gabrielle para decirme lo bueno que estaba el protagonista que aparecía cada dos por tres sin camiseta? ¿Cómo me van aquí gustar la fiestas universitarias si Steph organizaba las mejores?
Aunque nos peleábamos a menudo, eramos un grupo y estábamos completamente unidas, las echaría muchísimo de menos.

Tras pensar mucho, al final me decanté por estudiar la carrera de periodismo en una universidad de Chicago. 

Tendría que compartir cuarto con una persona que aun no conocía allí, ya que era mucho más económico que alquilar un piso ¿como sería mi nueva compañera de cuarto?

Definitivamente necesitaba un coche, esa ciudad era inmensa y consumiría mucho tiempo y dinero transportarme de una parte a otra en bicicleta o taxi.

Por fin llegué a lo que seria mi nuevo hogar y, como no, el ascensor no funcionaba así que me tocó subir el equipaje tres pisos por las escaleras. 

Abrí la puerta de mi habitación con dificultad pues estaba cansada y solo quería tumbarme a descansar.

Encontré una habitación aburrida: las paredes eran de color gris al igual que las sábanas que cubrían las dos camas individuales colocadas una al lado de la otra, también había un escritorio enfrente de la única ventana de la minúscula habitación. Supongo que para dormir y estudiar no se necesita más.

Dejé la maleta y la bolsa al lado de lo que parecía que sería mi cama durante mi estancia, sabía que esa de la derecha era mi cama porque la de la izquierda estaba completamente deshecha, y me tumbé. Estaba muy cansada del viaje y poco a poco el sueño se fue apoderando de mi y los párpados solo pudieron hacerme el favor de cerrarse poco a poco.

Un ruido me despertó, me retiré la manta que no recordaba haberme puesto encima y miré de donde venía el sonido. Una chica menuda se encontraba escarbando unas bolsas que... Un momento. ¡Esas eran mis bolsas! ¿Que hacía esa chica cotilleando mis cosas?

-¡Ey! ¿¡Que haces!?- Le grité. La extraña se giró sorprendida y luego dibujó una sonrisa cálida.

-¡Anda! La bella durmiente por fin ha despertado. Pensé que jamás abrirías los ojos. Eres tan mona durmiendo...- Era una chica con el pelo negro y muy corto. Tenía los ojos verdes enormes que me miraban alegremente, sus mejillas ligeramente sonrosadas estaban salpicadas por pequeñas pecas que seguramente la hacían parecer cuatro años más joven de lo que era. Tenía la piel igual de blanca que la nieve y vestía con una camisa de tirantes negra básica y una falda plisada de cuadros blancos y negros. Parecía una muñequita de porcelana, frágil y bonita. Pero... ¡Esa inofensiva muñequita de porcelana estaba metiendo mano en mi bolsa!

-Em... ¿Se puede saber que estas haciendo con mis cosas?-Me relajé y traté de no ser grosera el primer día con mi compañera de cuarto, al parecer, tendríamos que convivir un curso entero juntas.

-¡Ah! ¿Esto? No te preocupes no soy ninguna cotilla, y tampoco soy una ladrona. Es que necesitaba un tampon y estaba más cerca tu maleta que la habitación de Alexa. No iba a pasearme por el campus así.- Me contestó con aire despreocupado. ¡Como si no fuera nada lo que acababa de hacer! Ella vio mi descontento e intentó arreglarlo.- Sé que no esta nada bien abrir tu bolsa sin permiso pero es que estabas tan a gusto durmiendo... No quería despertarte y decidí buscarla por mi cuenta. Pero al parecer no soy muy buena no haciendo ruido.- Ella esbozó de nuevo una sonrisa y me fue imposible enfadarme con ella.

—Bueno, vale—me levanté de la cama y me dispuse a deshacer la maleta.

—Esto... ¿Quieres que te ayude colocando la ropa en el armario?— estaba demasiado cansada aun para pensar así que acepté la oferta de mi compañera.—Por cierto, me llamo Abbie. Estoy segura de que nos llevaremos estupendamente.—dije abrazándome con fuerza. A pesar de ser tan pequeña era el doble de fuerte que yo.

—Yo también lo creo. 

Y estoy segura de que lo dije enserio.


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