Capítulo 22

Ian

-Has tardado mucho.- A Harley le temblaba el labio inferior y sus ojos se llenaban de lágrimas.

-Pero ya estoy aquí pequeña.- Esbocé una cálida sonrisa y me agaché extendiendo ambos brazos indicándo que se aproximara a mí. La niña pensó durante varios segundos si debía perdonarme o no, poco después se lanzó con fuerza estrellándose contra mi pecho. Yo la envolví con mis brazos y acaricié con suavidad su melena rojiza.

-¿Dónde estabas?- Preguntó triste mientras se sorbía los mocos.- Me has dejado sola durante mucho tiempo. Me he aburrido un montón.- Al ver que no contestaba dió una patada en el suelo.

-Estaba en mi casa.-confesé.

-No lo entiendo, esta es tu casa, aquí, conmigo.-dijo confusa. Yo la miré a los ojos y esbocé una sonrisa.

-Sí, por mucho tiempo esta será mi casa. A partir de ahora te avisaré si me voy fuera de la ciudad.- Le guiñé el ojo y ella se enjugó las lágrimas. Los ojos claros de Harley se posaron sobre la sencilla pulsera de Ella, pasó sus finos y pequeños dedos sobre esta y la examinánó minuciosamente.

-¡Ala que chula! Yo quiero una igual en azul.- Harley tiró de la pulsera tratando de quitármela pero no pudo. Yo aparté la mano de la suya y observé la marca roja que me había provocado la niña en torno de la muñeca. 

-No hagas eso, puedes romperla.- Dije preocupado. Temía perder lo único que ella me había dado, la prueba de que nuestra historia era real y posible.

-Perdón...- Ella miró en dirección al suelo en señal de arrepentimiento. Yo me levanté del suelo y cogí su pequeña mochila que me cargué a la espalda. Le tendí la mano en señal de paz y ella la tomó con gusto. 

-Que bonito llevas el pelo hoy.- Declaré con una amplia sonrisa mientras nos alejábamos de su escuela. La mirada se le iluminó y sonrió alegremente.

-¿Te gusta?- Preguntó la pequeña niña peliroja.

-Sí, me encanta.

-A Dana no le gusta.- Dijo haciendo una mueca.

-¡A esa mujer no le gusta nada!- No pude evitar reír.

-Dice que si lo llevo suelto cogeré piojos y me castigará.- Yo fruncí el ceño. 

-Harley, vamos a ir a un sitio especial. Para ello tenemos que coger el bus. ¿De acuerdo?- Dije cambiando de tema.

-¿A dónde vamos?- Preguntó apretando mi mano tratando de que le hiciera caso.

-Esta cerca de mi casa.

-Vale.- Ella se sentó en el banco mientras esperábamos al autobús y yo pensé en mis asuntos.- Mis amigas preguntan que si soy tu hermana.- Dijo cambiado de tema con una tímida sonrisa.

-¿Y que les has dicho?-Pregunté esperando que su respuesta me sorprendiera. Harley se rascó la cabeza y me miró como si hubiese hecho algo mal.

-Pues... les he dicho que si.- Ella esperó que le regañara por decir mentiras pero en cambio yo no pude evitar carcajearme. Harley me miraba confusa, sin saber el porqué de mi reacción.

-Esta bien. No pasa nada.- Dije.

-¿Entonces ahora eres mi hermano mayor?- Preguntó levándose de su asiento.

-Si quieres considerarme así yo lo aceptaré.-Dije sonriendo, ella me abrazó la pierna y me miró contenta.

-Venga suéltame que ya ha llegado el autobús.-La pequeña hizo lo que le pedía e inmediatamente subió al autobús y se sentó en un asiento guardándome a mí otro a su lado. 

Harley miraba por la ventanilla con ambas manos y nariz pegadas al cristal. Mi móvil comenzó a sonar, observé la pantalla encendida y las palabras que decían: "Número Privado" Rechacé la llamada cansado y apagué el móvil. Sabía quién era la persona que se escondía tras todas aquellas llamadas y yo no quería saber nada de ella. Charlotte seguía obsesionada con la idea de que todo podría volver a ser como antes, pero yo jamás podría mirarle de nuevo con los mismos ojos. Era una completa extraña para mí, ignorarla era lo mejor que podía hacer, antes o después acabaría cansándose de intentarlo. 

-¡Mira, ahí hay un cine! Podríamos ver algún día una peli.- Dijo señalando con el dedo mientras pasábamos las calles.- ¡Y mira! ¡Ahí hay una tienda de juguetes!- Yo sonreí y le alboroté el pelo. 

-Esta vez no me iré y podremos hacer todo lo que tu quieras.- Ella me mostró una sonrisa con todos los dientes y volvió a pegar la cara en el cristal esta vez concentrándose en el vaho que se formaba cuando ella exhalaba. 

-Mira que chulo.- Harley dibujó una estrella que poco a poco fue desapareciendo. Mirarla a ella implicaba recordar a mi posible hijo con Ann, era tan pequeño, tan frágil. Tanto Ann como yo desconocíamos el padre de aquel niño pero cabía la posibilidad de que aquel bebé fuera mío. Ann se negaba a hacer una prueba de paternidad, temía que destrozara su nueva família y por eso quería que me mantuviera al margen, quería que desapareciera, al igual que hizo ella meses atrás. Era muy injusto que me negara ver a  mi hijo, impedirme que lo viera crecer y dar sus primeros pasos, pero la verdad es que estaba demasiado cansado como para luchar por nadie y en cierto modo me aliviaba el hecho de no tener que encargarme de él. 

-Sí, verdaderamente parece mágico.- El autobús frenó y yo la bajé de su asiento, cogí su mochila y me la volví a cargar a la espalda. 

-¿Ya hemos llegado?- Quiso saber Harley, sus enormes y curiosos ojos relampagueaban de la emoción. Asentí y ella bajó de un salto. 

La llevé detrás de la residencia de estudiantes en la que vivía, junto a las basuras había una pequeña caja con cojines, que había puesto yo, y un pequeño gato con la pata rota acostado sobre ellos. Harley lo miró triste y se acercó a él casi llorando, sufría por él.

-¡Pobrecito! Hay que curarlo.- Yo apreté su mano evitando que fuera a socorrerlo, podía hacerle más daño si lo tocaba o jugaba a los médicos con él. Harley me miró suplicante pero yo permanecí impasible.

-Lo ayudaremos, te lo prometo, este gato necesita que un veterinario lo vea.- Ella comprendió y asintió.

-¿Como se llama?- Preguntó.

-No lo sé, creo que no tiene nombre.

-¿Y por qué no?- Dijo extrañada.

-Supongo que los gatos no necesitan nombres para distinguirse  unos a otros.- Cogí la caja y el gato permaneció quieto y tranquilo.

-Pero yo necesito saber su nombre.- Dijo inconforme poniendo lo brazos en jarras.

-Puedes bautizarlo si quieres.- Dije con una sonrisa. Ella pensó mientras caminábamos en dirección a la clínica veterinaria más cercana. 

Entramos en silencio y yo pedí número para que nos atendieran. Ella se sentó y permaneció varios segundos callada yo miré el móvil y borré todos y cada uno de mis mensajes. Harley me dio pequeños toquecitos en el hombro despertándome de mi ensoñación mostrando una sonrisa de oreja a oreja.

-Se llamará Sombra.- Dijo satisfecha rompiendo el horrible silencio de la sala.

-¿Y por qué Sombra?- Pregunté.

-Pues porqué nadie se dio cuenta de que estaba allí, solo tú.- Dijo contenta elevando la voz más de la cuenta, las demás personas pidieron silencio y ella calló avergonzada. La miré asombrado haciendo caso omiso a las quejas, no me esperaba esa respuesta. A pesar de Harley tan solo era una niña de ocho años a veces me desarmaba con sus comentarios, me recordaba a mí cuando era pequeño. Lo miré preocupado, a veces pensar tanto puede convertirte en un espectador de la vida, una alma en pena que jamás haya la felicidad.- Además es de color negro.- Continúo tirándome de la manga haciendo que mi atención volviera a ella. Yo sacudí la cabeza y sonreí.

-Supongo que sí. Sombra es un buen nombre.- Zanjé con una cálida sonrisa. Ella, satisfecha, acarició la cabeza del gatito suavemente y este cerró los ojos.

-Es tan mono... ¿Me lo podré quedar?-Preguntó esperando una respuesta afirmativa.

-¿Te dejará tu tía?- Inquirí. A ella se le ensombrecieron los ojos y negó tristemente.

-No... Jo, Dana odia los gatos...- Dijo finalmente derrotada, bajó los hombros y atisbé que en sus ojos se agolpaban las lágrimas.

-¿Quieres que hagamos una cosa?-Dije tratando de animarla.

-¿Qué cosa?

-Yo me lo quedó y tú puedes verlo siempre que quieras.- Ella sonrió y me abrazó con fuerza.

-¡Ian eres el mejor!- Exclamó abrazándome, yo miré al gato que se había asustado por el brusco movimiento de la niña y no tardé en regañarle.

-Ian Jenkins.- Llamó una voz femenina desde el otro lado de la sala. Yo alcé la vista y vi a la veterinaria que nos indicaba que era nuestro turno.

-Si, soy yo.- Contesté levantándome.

-Pase por favor. Harley se levantó y cargó con su mochila, cogí suavemente al gato examinando superficialmente que no se hubiese lastimado más de lo que ya lo estaba y seguí a la joven de cabellos castaños.

-¿Qué le ha sucedido a su mascota?- Dijo examinando al gatito.

-No tenemos ni idea, nos lo encontramos abandonado en un caja.- Ella miró al gatito tristemente y me miró fijamente.

-Es realmente triste que sus dueños abandonen así a sus mascotas.- Declaró ella por fin.

-¿Verdad?- Exclamó Harley completamente indignada, ambos nos giramos y observamos como la pequeña niña apretaba los puños con fuerza.- ¿A que es un gatito precioso? Se llama Sombra.-Dijo Harley suavizando el tono. La veterinaria no pudo evitar sonreír y yo puse los ojos en blanco, supongo que Harley causa ese efecto en las personas.

-Pero si tenemos aquí a una pequeña damita.- La joven se agachó y le tendió la mano que Harley tomó con gusto, la zarandeó de un lado a otro sin saber exactamente que es lo que tenía que hacer. 

-Harley ya es suficiente.- Obligué a que le soltara la mano.- Lo siento mucho, tan solo tiene ocho años.- Dije disculpándome ante la doctora.

-¡Casi nueve!- Exclamó Harley cansada de repetirlo a todo el mundo día tras día.

-No se preocupe, es una niñita realmente encantadora.- Harley me sacó la lengua y yo chasqueé la lengua.- Sombra se pondrá bien en un par de meses. Lo único que necesita es reposo y mucho amor.- Ella miró a Sombra con ternura y yo asentí.

-Gracias. ¿Cuanto le debo?- Pregunté sacando la cartera de mi bolsillo. La doctora esbozó una sonrisa y me miró con sus profundos ojos negros.

-Una cena conmigo.- Yo me quedé paralizado y saqué unos cuanto billetes de la cartera. Le miré sin expresión alguna y ella aguardó mi respuesta.

-¿Cincuenta dólares serán suficiente?- Dije tendiéndole el dinero en la mano. Ella lo miró confundida hasta que finalmente los aceptó, la doctora se quedó mirándome fijamente sin entender por qué había rechazado su propuesta.- Vamos Harley.- La niña me tomó la mano sin decir nada y yo sostuve a Sombra con la otra mano.- Espérame fuera con Sombra.- Aquella mujer era muy atractiva y amable pero mi corazón ya pertenecía a otra persona. Me giré hacia la doctora y ella me miró esperanzada.

-¿Ha cambiado de opinión?-Preguntó.

-No, pero quería decirle que usted es una mujer maravillosa y cualquier hombre caería rendido a sus pies.- Ella sonrió tristemente aceptando la derrota.- Algún día encontrará a un hombre que la haga feliz, pero ese hombre no seré yo.- Ella asintió y yo me marché.

-La verdad es que no entiendo como no le has dicho que si.- Dijo Harley enfadada mientras acariciaba a Sombra.- Era guapa, amable y parecía una princesa.- Yo me agaché y le dirigí una sonrisa.

-No puedo hacer ilusiones a una persona que sé que jamás voy a querer.- Ella me miró fijamente sin comprender.

-No lo entiendo ¿Como tendría que ser para que la quisieras?- Preguntó, yo retiré el pelo que le tapaba la cara y sonreí al pensar en el pelo rubio y brillante de Ella, en su dulce voz que hablaba pausadamente creando una hermosa melodía, y en la manera que sus ojos azules me miraban inquietos con atención.

-Simplemente tendría que ser otra persona.-Confesé.

Ella

Estreché a Abbie en mis brazos y acaricié su espalda en un intento de reconfortarla, su cuerpo se sacudía levemente a causa de los sollozos que amenazaban por salir de su boca.

-Ya todo está bien, todo va ir a mejor...- Dije. Mi mejor amiga se separó de mí y me miró a los ojos fijamente formando una fina línea con sus labios.

-No, nada está bien.- Espetó.- Eso es lo que dice la gente para tratar de hacer las cosas más fáciles.- Yo bajé la cabeza, tenía razón. La chica que se plantaba delante mía describiendo la pura realidad era muy distinta a la Abbie alegre y risueña que conocía, una faceta oscura y quebrada de la que había sido anteriormente había resurgido de su interior y estaba delante mía cayéndose a pedazos, Abbie había sacado a la luz sus pecados y pasado más oscuro. Ambas sabíamos que los secretos eran un arma de doble filo.- Yo la maté, yo tengo las manos manchadas de sangre.- Dijo mostrando un profundo asco hacía sí misma.- Puse una mano en su hombro haciéndole ver que la comprendía. Ella se cargaba sobre sus hombros toda la culpa sin considerar otros factores, día tras día aquella soga que ella misma se había colocado en torno a su cuello se apretaba ahogándola, matándola... y es que ir en contra de tus pensamientos es tan difícil...

-Hace mucho tiempo que pasó aquello, deberías olvidarte de ello.- Apoyé una mano en su hombro y ella apretó la mandíbula. 

-Cada día me miró al espejo y me digo que soy buena persona, que vale la pena pensar que él mundo es un lugar maravilloso y que cada mañana es un oportunidad para hacer las cosas bien y empezar de cero pero... a veces es inevitable que el pasado te acaricie la espalda y dejes que te abrace, a veces es inevitable la caída... y te sientes tan sola...

-Puedes sobrellevarlo cuando tienes a tu lado a gente que te quiere. Has sido fuerte durante demasiado tiempo, deja que los demás se preocupen por ti.- Dije con una sonrisa.- Kyle, Maia, Robert, yo... Todos te queremos y estamos a tu lado.- A ella le tembló el labio y se lanzó contra mí para abrazarme, me pilló tan desprevenida que hizo que me desestabilizara y aterrizara en la cama.-

-Felix fue mi gran amor, jamás he vuelto a sentir algo semejante por alguien.- Sonrió tristemente y se sentó en la cama con las piernas cruzadas. Entendí que necesitaba desahogarse y que la escucharan, por tanto le presté completa atención.- Luego llegó Kyle a mi vida y me sacó de aquel pozo negro en el que me encontraba. Siento un cosquilleo en mi estómago cuando estoy con él.- Los ojos le relampágueaban al hablar de él, sonreí y le apreté suavemente la mano.- Era como si todo lo malo se esfumara con su presencia, sentía que ser feliz estaba mal, que debía sufrir durante el resto de mis días por lo que había hecho. Yo... Simplemente cuando estoy con él deseo ser buena persona, hacer lo correcto.- Ella suspiró y cerró los ojos.

-Eso es lo que sucede cuando te enamoras.- Ella apretó el cojín con fuerza y me miró asustada.

-Tengo miedo al amor.- Declaró. Yo negué con la cabeza y apoyé los codos sobre mis piernas.

-Tienes miedo a sufrir.- Dije finalmente. Ella recogió las piernas con los brazos y se encogió.

-Le quiero y tengo miedo de perderle, como a él.- Dijo asustada.- Jamás acaba bien.

-Abbie, tienes derecho a ser feliz, a ilusionarte ¡Joder! ¡A vivir!- Elevé el tono y mi amiga me miró indecisa hasta que finalmente asintió.- No tienes que preocuparte por el pasado o por el futuro, el presente esta pasando delante de tus ojos ahora mismo.- Suspiré y miré hacia ninguna parte.- Sé lo que es sentir que la vida pasa a cámara lenta sin tener metas por las que luchar, se lo que es sentir que tan solo eres un espectador en la vida de los demás, que no pintas nada. Pero hay que seguir adelante a pesar de todo, por qué de lo contrario la desesperación acabará por superarte.- Abbie asintió tímidamente y me observó agradecida. Me limpié las lágrimas que había sido incapaz de contener y reí cuando me dí cuenta de que aquella confesión me había ayudado a mi también.

-Tienes razón.- Me devolvió la sonrisa y, imitándome, se enjuagó las lágrimas.

-Tan solo hay que encontrar el modo de que Cassie cierre el pico, ese es el único problema serio que tenemos...- Dije suspirando.- Esa perra siempre encuentra el modo de hacer la vida imposible a los demás...

-No quiero pensar en eso.- Ella apretó mi mano con fuerza.- ¡Ya esta bien de llorar que menuda semana hemos tenido! A partir de ahora, como tu dices, todo irá a mejor y Cassie no será capaz de separarnos.- Yo me quejé y ella observó mi mano apretujada.- Ups, lo siento. La emoción...- Murmuró en voz baja.

-Recuerda que nos odiamos a muerte. No nos puede ver juntas hasta que encontremos la forma de chantajearla. ¿De acuerdo?- Le recordé, Abbie sonrió.

-¡Es que de verdad, no te aguanto!- Bromeó dándome un suave empujoncito, ambas comenzamos a reír y yo me levanté de la cama. Me acerqué a la puerta y la abrí.

-Iré a por mis cosas.




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