Capítulo 19

Ian

Acaricié la simple pulsera que Ella me había regalado días atrás. Dí dos pasos al frente y observé como Josh y mamá pintaban juntos la valla,ella lucía radiante y él ilusionado, sonreí y me apoyé en el marco de la ventana.

-Algún día... te encontraré y conseguiremos ser igual de felices que ellos.- Dije en voz alta mientras jugueteaba con la pulsera de Ella.

Mi madre me saludó desde el jardín indicándome que bajara. Me tensé y me lamenté por haberme dejado descubrir tan facilmente.

-¡Ian! ¡Ven a saludar a Josh!- Exclamó desde el jardín dibujando una amplia sonrisa. Josh continuaba pintando la valla contento, sus cabellos estaban alborotados y llevaba la ropa manchada por pintura blanca, ambos parecían estar despreocupados y felices.

Decidí que no tenía más remedio e hice lo que mi madre pidió, bajé las escaleras con no demasiado entusiasmo y me puse una chaqueta. No me gustaba conocer gente nueva, pero debía hacer un esfuerzo por ella. 

-Este es mi hijo, del que tanto te he hablado. Ha venido a pasar unos días, esta estudiando en Chicago.- Explicó a su acompañante orgullosa. Él extendió el brazo para que le estrechara la mano y eso hice. 

-Es un placer conocerte por fín. Rosalie te echaba mucho de menos.- Le lanzó una mirada traviesa y ella chasqueó la lengua divertida.-Bienvenido.

-Si... supongo que eso es lo que hacen las madres.- No pretendía sonar borde pero las expresiones de sus caras me indicaban lo contrario.- ¿Necesitais algo?- Pregunté deshaciéndome de aquel incomodo silencio, Josh negó con la cabeza.

-No...

-Si, desde luego que sí.- Interrumpió mi madre. Miró a Josh disculpándose por mi conducta y luego volvió a clavar la mirada en mí indicando que no aprobaba mi comportamiento.- Tenía que entregarle unos libros a la señora Donovan.- Suspiró.- Se me olvidó hacerlo. ¿Podrías hacerlo por mí?- Yo quería irme, y ella quería que lo hiciera. No me sentía a gusto con aquel desconocido y los dos lo habían notado, era mejor dejarlos solos. Asentí y ella sonrió complacida.- Están en la entrada, los encontrarás en una cesta.

-Ha sido un placer conocerte a ti también, Josh.-Dije antes de darme la vuelta y entrar en casa.
La cesta contenía unos diez libros viejos en mal estado, no valía la pena preguntar para qué quería la madre de Ann unos libros tan deteriorados. Cargué con la cesta hasta la casa enfrente de la nuestra y toqué el timbre. 

Una joven de cabellos rojos como el fuego me abrió sorprendida. Desde luego Ann no me esperaba allí. Ella sujetaba con ambas manos un niño de unos pocos meses envuelto por una manta. 

-Ian, has vuelto...- Dijo mostrando descontento. Apreté la mandíbula. Fijó la vista en mi cesta.- Mi madre no está vuelve en otro momento.-Se limitó a decir.

-No me devolviste las llamadas.-Ella apartó la mirada y meció al niño que llevaba en sus brazos. 

-Estaba ocupada...- Dijo señalando al niño. Yo lo miré detenidamente, y la miré a ella sin creerme lo que estaba pensando. "Imposible."

-Por favor, Ann... Dime que no es mío.- Puse una mano en mi frente y la miré deseando que aquella criatura no fuera mía. Ella inspiró y expiró profundamente, acarició la pequeña cabecita del niño y lo miró con ternura.

-No lo sé, Ian.-Confesó con la voz quebrada.- Alex piensa que es suyo y puede que sea así pero... también cabe la posibilidad de que sea tuyo.- Sentenció.

-Escúchame, iremos a hacer una prueba de paternidad.- Ella parecía  asustada.- No, no se enterará nadie si no quieres, pero he de saberlo.- Deposité la cesta en el suelo y me fijé en como las pequeñas manitas de su hijo se cerraban en torno a su blusa.

-De veras... no es necesario. Alex es ahora mi prometido y este es su hijo. ¿Entendido?- Su tono se volvió serio y solemne. Parecía haber envejecido diez años de golpe, unas ojeras azules se le habían formado bajo los ojos. Se le veía terriblemente cansada, supongo que no es fácil hacerse cargo de un niño siendo aún tan joven, me dije.- No es la vida que siempre he deseado, pero al menos es estable.

-Yo nunca te...

-Si no te he devuelto las llamadas es porque quiero alejarme de ti.- Ella se aferró al bebé como si pensara que en cualquier momento iban a arrebatárselo.

-Tengo derecho a saber si es mio.- Dije elevando el tono. Estaba comenzando a enfadarme.

-Si realmente me aprecias te marcharás y dejarás que viva mi vida.- Contestó con un tono suave. Se me encogió el corazón cuando me di cuenta de que se estaba despidiendo, me estaba echando de su vida. Apreté los puños y cerré los ojos para tratar de calmarme. Ella intentó cerrar la puerta pero yo la detuve.- Por favor...-Suplicó.

-¿Ann, quién es este tipo?- Preguntó una voz a mis espaldas. Me giré y vi a un hombre de unos treinta años que me miraba con cara de pocos amigos.

-Alex... este es Ian, un vendedor de enciclopedias viejas.- Dijo señalando la cesta que había traído.- Ya sabes como le gustan a mi madre esta clase de antiguallas.- La miré confundido. ¿Por qué mentía tan descaradamente?

-En realidad soy...

-Ya se iba ¿Verdad?- Irrumpió alarmada. Su respiración se agitó y el bebé comenzó a llorar, Ann trató de acallarle pero este solo hacía más que llorar. Me quedé paralizado y miré a Ann exigiendo una explicación .

-¿Es que no la has oído?- Preguntó el hombre con tono hostil.- Largo.- Miré a Ann y ella besó a su futuro marido, me dirigió una última mirada y entró de nuevo en la casa. 

-No vuelva por aquí.- Dijo Alex a modo de advertencia. La puerta se cerró y yo lancé frustrado la cesta con fuerza al suelo. Los frágiles libros que contenía acabaron completamente destrozados, desparramados sobre el frío asfalto.

Ella

-Jaque mate, otra vez.- Dijo Zack cruzando las manos. Lo miré completamente asombrada, no podía creerlo. ¿Tan mala era?

-¿En algún momento he tenido alguna  oportunidad de ganarte?- Pregunté echando la cabeza hacia atrás.

-No.- Rió apoyando la espalda en el respaldo de la silla. Suspiré y recoloqué las piezas en el tablero, estaba convencida de que podía vencer aunque fuera una sola partida.

-¿Es qué no te cansas de perder?- Puse los ojos en blanco e hice mi primer movimiento.

-¿Por qué odias tanto a Cassie?.- Pregunté cambiando de tema. Él me miró sin expresión alguna. Crucé las manos y apoyé los codos en la mesa, esperé pacientemente a su próximo movimiento.

-Simple. Ha arruinado gran parte de mi vida.- Movió un peón y me observó analizando detenidamente mis expresiones.

-¿Y qué gana ella con eso?- Moví la pieza y sonreí. Esta vez iba a ganar, tan solo un movimiento más y...- ¿Está obsesionada contigo o algo?

-Algo así.- Dijo moviendo una de sus piezas.- Jaque mate.- Anunció victorioso.- Bufé y lo miré fingiendo enfado.

-Al menos podrías dejar ganarme alguna vez...

-Entonces no sería divertido.- Sus pupilas bailaban, se burlaban de mí. Guardé las piezas en la caja. Estaba cansada de perder.

-Me rindo.- Suspiré derrotada.

-Algo peor a que Cassie te odie es que te ame.- Confesó Zack mirándome fijamente a los ojos. En los últimos días Zack me había demostrado que no estaba tan mal cuándo lo conocías un poco, era un poco frío y desconsiderado, pero al menos había abandonado sus intentos de amargarme la vida y por tanto la convivencia con él no fue tan mala como en un principio me había imaginado.
Y, a pesar de que me ignoraba en clase, cuando estábamos a solas podíamos hablar tranquilamente sin matarnos de cualquier tema, a veces, me daba la sensación de que pronto podría llamarle amigo. "No eres tan malo como aparentas." Pensé.

-Nunca imaginé que una persona como Cassie fuera capaz de amar a otra persona que no fuera ella misma.- Reí irónicamente y él mostró una media sonrisa. "Te sienta bien, deberías hacerlo con más frecuencia." Pensé.

-Tiene una manera muy peculiar de amar.- Dijo finalmente.

-¿Por qué siempre dejas las frases sin acabar? Es como si quisieras que te preguntara el resto.- Cuestioné.- Eso no te hace más interesante, Zack.- Dije cruzando los brazos tratando de picarle.

-Vaya... ¡Y yo que pensaba que era mi gran atractivo!- Dijo con tono neutro. A veces era difícil diferenciar cuando estaba bromeando de cuando no lo hacía, aquella vez era una de ellas. Decidí tomármelo como una broma y sonreí. 

-Continúa por favor.- Le insté a seguir, el cruzó las piernas y se aclaró la voz.- Imbécil...- Murmuré en voz baja, pero no lo suficientemente como para que no lo oyera.

-¿Perdona?- Abrió mucho los ojos y puso una mano en su pecho fingiendo ofenderse. Yo sonreí ampliamente y el puso los ojos en blanco.- Como decía... Cassie se mudó a mi casa y ahí fue cuando realmente empezaron los problemas:

《Mi padre se había casado en junio con su madre, una mujer elegante y hermosa. A diferencia de mi hermanastra, la esposa de mi padre era siempre agradable y buena con todo el mundo, no tardé en aceptarlas a ambas en mi familia. Al cabo de poco tiempo, Cassie se encaprichó de mí y desde entonces con frecuencia ideaba nuevos planes para seducirme, aunque supiera que ni siquiera me gustaban las chicas y no tuviera ninguna posibilidad, ella seguía intentándolo. Supongo que el hecho de ser inaccesible me hacía más atractivo, era una especie de reto que se había propuesto cumplir.

Lo que había empezado como un simple juego para ella, no mucho tiempo después acabó por convertirse en una obsesión insana. Observaba cada una de las personas con las que salía y me relacionaba, cuándo consideraba que era el momento oportuno para actuar destrozaba mi relación con el chico que se interponía en su camino. Si no podía tenerme ella no me tendría nadie.
Traté de mantener en secreto lo que hacía o dejaba de hacer pero, de algún modo, Cassie siempre acababa por enterarse.
No podía hacer nada para frenarla pues ella me había amenazado con contarle a mi padre que yo era gay, por tanto si me volvía en contra suya acabaría por contárselo y decidí aguantarla con la esperanza de que algún día se aburriera de mi.
No quiero que me malinterpretes, mi padre es comprensivo y bueno, pero realmente tenía miedo de que me viera con otros ojos, no sabía como reaccionaría ante aquello.

Un día conocí a Robert y en ese instante supe que le quería, no iba a permitir que ella destrozara también mi relación con él, así que le confesé a mi padre que era homosexual y que estaba enamorado de él. Se lo tomó bien y poco después lo invité a casa a petición suya. Aquel día me sentí muy feliz, parecía que por fín la vida me sonreía. No creas que Cassie no intentó sabotear mi felicidad, al contrario, me hizo la vida imposible y provocó muchas discusiones que por poco acaban por romper aquella relación. Me cansé y le planté cara: "Nunca te voy a querer. Eres envidiosa, vanidosa y egoísta. Antes me tiraría de un puente que estar con una persona tan despreciable como tú." Le dije. Ella agarró un bate de béisbol  y se golpeó con fuerza repetidas veces en la cara, la nariz le comezó a sangrar y me asusté, iba a hacerse daño de verdad. Gritaba y gritaba, pidiendo auxilio mientras su malvada sonrisa se curvaba burlándose de mi. Cuando me dí cuenta de lo que pretendía, traté de arrebatarle el bate para evitar que se hiciera más daño y la sostuve con fuerza. Mi padre y su esposa irrumpieron alarmados en la estancia por los gritos de ella que se retorcía en mis brazos.

El bate estaba en el suelo manchado de sangre y Cassie trataba de escapar de mis brazos desesperada, la solté y ella corrió a los brazos de su madre que lloraba por su hija. Mi padre me empujó apartándome de ella y caí al suelo, me gritó como jamás lo había hecho decepcionado y enfadado.

Creyeron su historia, yo era el agresor y ella la víctima, no més culpo, probablemente si yo hubiese estado en su lugar también la hubiese creído...

Abandoné mi casa y ella convenció a papá de que no me mandara fuera del país, disfrutaría viendome sufrir cada segundo.

Después de aquello dejó de hacer que cada día fuera un infierno pero mi padre desde entonces jamás volvió a dirigirme la palabra.》-Zack juntó ambas manos y se quedó en silencio respirando lentamente como si se hubiera quitado un peso de encima contarme todo aquello. Inspiré y lo miré compadeciéndome de él, ahora lo entendía todo.

El joven frío y distante que solía distanciarse de los demás, había abierto su corazón y comprendí lo difícil que le había resultado contarme aquella triste historia.
Puse una mano encima de su hombro y le dediqué una sonrisa triste.
Zack intentaba no encariñarse de nadie por temor a que le arrebataran lo que más quería, por temor a volver a quedarse solo e indefenso.

-¿Por qué me has contado todo esto?-Pregunté tímidamente.

-Por qué me he cansado de huir.








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