En la Habana se baila y se goza
"Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez"
-Juan XXIII
https://youtu.be/mclT-5BDBxk
Mi cuerpo se mueve despacio al ritmo de la música. Es imposible no dejarse llevar por aquella movida música o sentirse feliz y con ganas de bailar al sentir y escuchar el entusiasmo de la gente. Veo a un grupo tocando algunos instrumentos y veo como algunas mujeres bailan cerca de ellos. Varios hombres me sonríen mientras bailan y los escucho susurrar cosas en mi oído de forma seductora y aquellas palabras mezcladas con su acento lo hacen aún más sexy. Son hombres muy apuestos, con un cuerpo envidiable. Yo les sonrió y dejo que uno de ellos me guíe en aquel baile fresco con un toque sensual y sexual. Aquí todo parece ser muy sexy y es algo que me encanta.
-La habana tiene su cosa, es aquí donde se vacila y se goza- canta el hombre en mi oído mientras desliza su manos por mi cintura y la otra por mis espalda y me acerca a él.
Su torso es firme y agradezco mentalmente que no lleve camisa para poder pasar mi mano con gusto por su pecho. Quiero poder pasar mi lengua y saborear su piel del color del chocolate. Su cuerpo esta caliente por el sol y su calor calienta aún más mi piel y quiero poder sentirlo calentar cada centímetro de mi cuerpo.
-Deberíamos ir a otra parte-me dice al oído con ese dulce y sensual acento.
-¿Qué te hace pensar que te voy a seguir?
-Estoy seguro que sí.
Le doy una media sonrisa.
-Tienes un ego muy grande ¿Cómo entra en tu cuerpo? -le digo.
-No es lo único grande que tengo- me responde él.
Una hermosa melena roja llama mi atención en medio de todo este ambiente. De todas las personas que pensé encontrarme aquí, jamás pensé en verla a ella. Sin decir nada me alejo de aquel hombre y camino hasta la mujer con aquella melena roja como el fuego. Ella se gira y me mira, reconozco esa mirada. Se cruza de brazos y golpea el piso con su pie.
-Sophie Montgomery-le digo con una sonrisa.
Ella me sigue mirando con desdén.
-Eva Jones. Diría que es un gusto verte pero ambas sabemos que no es así.
No puedo evitar soltar una risa ante sus palabras.
-Felicidades, por tu boda-le digo.
Ella no tarda en enseñarme su hermoso anillo.
-Julián esta por allá y no intentes acostarte con él...
-Te lo he dicho mil veces, no me acosté con él.
-Pero lo besaste.
-En un juego y ustedes ni siquiera estaban juntos. Lo tenías en la zona del amigo.
Ella se quita el cabello del hombro y se sienta en una mesa afuera de un bar de colores fuertes. Sin esperar a que ella me diga algo, me siento frente a ella.
-No fuiste a mi boda.
-Supuse que no me querías ahí.
-Suponer las cosas es siempre tu gran error.
Una chica alta y morena con un hermoso cabello lleno de trenzas nos recomienda algunos tragos. Yo pido un mojito y Sophie un piña colada.
-No veo tu anillo de compromiso-me dice ella.
Miro mi mano izquierda.
-Es porque no estoy comprometida.
-Erick me dijo que te ibas a casar con James.
¿Cuantos días han pasado desde la última vez que escuché su nombre? Yo ya no lo digo en voz alta pero tampoco me afecta escucharlo.
-Así era pero terminamos.
-¿Porqué?
Siempre tan curiosa y directa.
-Es una historia larga.
-Tengo tiempo.
-¿Y Julián?
-Él entenderá.
La chica viene con nuestras bebidas y se va con la misma reluciente sonrisa con la que llego.
Mientras bebo mi mojito le doy a Sophie un resumen de lo que sucedió. No omito las partes tristes a los que ella hace una mueca de exasperación. La veo virar sus ojos, algo tan propio de ella, varias veces mientras hablo. No dice nada y me escucha con atención.
-Sabes, Eva, lo de mártir no te queda. En este momento me das pena ajena y debería levantarme y golpear tu cara. ¿Sabes a quién me recuerdas? A Emma, mi hermana.
Recuerdo a Emma, la conocí por casualidad hace tiempo, no hablamos ni nada, solo la vi. Siempre me lleve mejor con Sophie y Emma siempre me daba pesar con su actitud de mártir. Entiendo el punto de Sophie.
-¿Qué querías que haga?
-Tener dignidad no hubiera estado mal-me dice ella.-Ya sabes, eso que solías tener. La Eva que yo conocí hubiera peleado y ganado o se habría retirado con clase.
-No había nada por lo que pelear.
-¿Entonces porque te quedaste?
¿Porqué me quede? Tal vez porque soy masoquista quiero decirle pero esa no es la verdad. Me quede porque una parte estúpida de mí creía que él en cualquier momento se daría cuanta que me quería a mí pero eso no sucedió. Él todo el tiempo se quedo firmemente apostando por ella. Pero no puedo simplemente resumir toda nuestra historia en ese momento. Yo lo entiendo, ahora lo hago, él siempre lucho por mí y por nosotros, siempre estuvo ahí cuando lo necesite y yo no pude hacer lo mismo por él. Pero ya no me lamento por eso, estoy cansada de lamentarme.
-Me quede por estúpida.
-Al menos lo reconoces. Si, fuiste estúpida, muy estúpida diría yo.
-¿Porqué el amor es tan complicado?
-El amor es una mierda a veces, Eva, es duro reconocerlo y no debería serlo pero lo es. Sé supone que alguien tan inteligente como tú debería saber eso o al menos utilizar la lógica para entenderlo, no es tan difícil, trata de hacerlo. Dale funcionamiento a tu maravilloso cerebro.
Lo entiendo, a veces las relaciones terminan y no puedes quedarte ahí estancado esperando a que esa persona regrese. A veces no hay finales felices, solo finales.
-¿Sabes porqué lo dejé?
-Obviamente no lo sé.
Ella le da un largo sorbo a su bebida.
-Incluso en el amor eres egoísta ¿Cómo puedo amar a alguien así? Me dijo él mientras discutíamos, quería herirme, vi en sus ojos la intención de hacerlo y lo consiguió. Lo supe en ese momento, supe que no podía seguir con él. No por aquello que me dijo, no por la herida que sus palabras provocaron, porque él se estaba volviendo alguien extraño a mí lado...
-¿Crees que tú lo cambiaste? ¿Tan estúpida eres? Él no cambio por ti, tú estabas cambiando por él, tratando de ser algo que no eres para complacerlo. Fue tu primer error, porque empezaste a tener miedo, el miedo te hizo dudar de ti y el miedo te hizo cometer más errores.
Yo siempre trate de ver el mundo desde sus ojos, creí que era lo correcto ¿Él trato de hacer lo mismo conmigo? ¿Es difícil ver el mundo desde mis ojos? Ya no importa.
-No vuelvas a cometer los mismos errores.-me dice ella.
No, no lo haré. He pensado una y otra vez en eso, en todo lo que paso y lo que pude hacer diferente.
-Estoy bien ahora, ya no hay pesadillas, lágrimas o lamentos. Estoy bien y lista para regresar a Vancouver.
-¿Cuándo regresas?
-Mi vuelo sale mañana.
Un hombre se acerca hacia nosotros y Sophie levanta su copa de piña colada mientras lo observa con fastidio.
-Ni lo pienses, mantén tus manos lejos de nosotras y lo que quieras decirnos ve y díselo a otras. Yo estoy casada y ella tiene mejores cosas que hacer que estar contigo.
Le dice Sophie sin mirarlo. El hombre nos mira un momento antes de dar media vuelta e irse por donde llegó. Veo a Sophie terminar su piña colada y pedir otra.
-Adoro cuando eres una perra.-le digo con una sonrisa.
-Oh cariño, aún no has visto nada.
Ella pasa una mano por su cabello rojo.
-¿Dónde se supone que estás?-me pregunta ella.
-Tailandia, en un retiro.
Ella suelta una fuerte risa.
-¿Tú en un retiro? Este lugar esta lejos de ser un convento budista pero es mejor. Mira a tu alrededor ¿Cómo podrías estar triste en un lugar así?
El sol calienta mi piel y me hace sentir viva, me hace sentir bien. Me siento llena de energía como hace mucho tiempo no me sentía. Me siento feliz mientras escucho la música y veo a la gente bailar en la calle cerca de una fuente. Hay artistas en la calle tocando bongos y guitarras, cantando una música muy alegre que debe ser muy conocida aquí porque todos la cantan. Hay niños corriendo en las veredas, sonriendo y otros bailan en grupos pequeños. Los lugares alrededor son cada uno de colores diferentes y fuertes que le dan a este barrio un aire aún más alegre. La gente canta fuerte y baila con entusiasmo como si el mañana no existiera y solo importará el ahora y en parte así es así y me alegra estar aquí, no hay en este momento otro lugar en el que quiera estar.
-Si, te ves bien, solo te falta recuperar la dignidad ¿Crees que te costará mucho? Espero y cuando la tengas no la vuelvas a perder. También ten algo de orgullo y ego, los demás dicen que es algo malo pero es el ego y el orgullo los que nos ayudan a seguir de pie cuando todo sale mal. Y tú solías ser tan egocéntrica.
Si en este mundo existe alguien más egocéntrica que yo, esa persona es Sophie Montgomery.
-Gracias por tus sabías palabras Sophie.
-De nada.
Un grupo de hombres se acercan a nosotras con una rosa roja y nos dan una rosa a cada una.
-Del cielo cayó una rosa...
Sophie no lo deja terninar.
-Métela en tu boca y deja hablar-le dice mientras le lanza una de sus miradas asesinas.
No puedo evitar reírme ante aquel comentario y la veo a ella moverse algo incomoda en la silla mientras aquel grupo de hombres se van.
-¿Qué sucede?-le pregunto.
-Tengo unas bolas chinas en mi vagina.
-¿Porqué?-le pregunto y le hago un gesto para que lo olvide cuando escucho lo estúpida que es esa pregunta, ya sé la razón, pero ella decide contestar de todas formas.
-Porqué voy a tener sexo con mi esposo después de esta conversación y estas bolas mágicas me harán tener un fantástico orgasmo.
Pongo mi maleta en el piso cerca de la puerta de mi habitación de hotel. Reviso alrededor para ver si ya empaque todo, mi vuelo sale muy temprano y quiero dormir bien o tendré un terrible dolor de cabeza. Ya hablé con mi papá, solo él y mi mamá saben que regreso mañana. Él me estará esperando en el aeropuerto para llevarme a mi nueva casa. Mi nueva casa estaba un poco lejos de mi presupuesto pero mi papá me dio el dinero que faltaba y la compró por mí. Es perfecta para mí, me gusta mucho. También hable con Caroline y le dije que regreso mañana, le di mi dirección para que me mande los proyectos de las campañas que están manejando ahora y las que hicieron mientras yo no estaba. Ella quedo en mandarme todo y me dijo que oficialmente volvía al trabajo el lunes. Eso me da una semana libre para arreglar todo y poner todas mis cosas en orden. Volver me llena de mucha emoción.
Unos suaves golpes en mi puerta me hacen levantar de mi cama y sin ganas camino a la puerta.
-Te vi en la calle y no pude evitar seguirte hasta aquí. Eres la mujer más hermosa que he visto.
Me recuesto en la puerta.
-Dime algo que no sepa.
- El soberano Iván IV de Rusia fue también un escritor notable. Su obra más destacada es Epístolas al príncipe Andréi Kurbski.
Reprimo una sonrisa mientras muevo mi cabeza.
-Eso ya lo sabía. Dime algo que no sepa.
-Te puedo decir algo que no tiene respuesta.-su sonrisa llena de arrogancia me intriga y le hago una seña para que hable- La paradoja de Fermi.
Me hago a un lado y lo dejo pasar.
-Pensé que dirías la teoría de cuerdas.
Cierro la puerta y camino hasta mi cama. Él esta parado junto a la ventana.
-¿Lista para regresar mañana a la realidad?-me pregunta.
Lo observo mirar la calle con el seño fruncido y sé que su mente esta muy lejos de aquí ¿En que esta pensando ahora? Estoy segura que si hago esa pregunta en voz alta él solo la va a esquivar, así que me muerdo la lengua y no pregunto nada.
-Gracias-le digo.
Benjamín se gira y me mira con desconcierto sin saber la razón de mi agradecimiento.
-Sabes la razón, Benjamín, gracias por estar aquí para mí. Por ayudarme.
Me mira de aquella forma que aún me desconcierta. Siempre me ha mirado así, desde que era mi tutor de tesis en la Universidad y arriesgue mi carrera por una aventura con él. Después de eso nos volvimos colegas, amantes ocasionales y buenos amigos. Su forma de mirarme a veces me intriga.
-Siempre, Eva, siempre.
Y sé que es verdad.
-Aún no respondes a mi pregunta-me dice él y vuelve a mirar la calle como si en aquellas calles estuviera las respuestas a todas sus interrogantes o tal vez, al igual que yo siente algo de nostalgia al dejar este lugar. Pero Benjamín nunca ha sido un hombre nostálgico o sentimental.
-Si, ya te dije que estoy bien.
-La gente suele decir muchas cosas que no sienten-me dice él- decir muchas veces algo no lo vuelve una realidad.
-No estoy mintiendo, estoy bien.
-Eso solo tú puedes saberlo.
A veces olvido que él me conoce bien.
-Solo te pido que me digas si estás teniendo un mal día-me pide sin mirarme.
-Lo haré.
No tengo miedo de volver, estoy bien, tal vez no seguí el plan y me quede en aquel retiro pero logré sanar a mi manera. Estoy bien y eso creo yo, es todo lo que importa.
-¿Él sabe que regresas mañana?
-Nadie lo sabe.
-¿Crees que te quiere ver?
Me encojo de hombros aunque Benjamín no me puede ver.
-Lo dudo, la última vez que nos vimos las cosas no salieron muy bien. ¿Sabes que? No es algo que me importe.
Él se gira y trato de leer algo en su rostro pero él es muy bueno ocultando sus emociones.
-Después de repetir sesenta veces algo las personas lo empiezan a tomar como verdad o creer en eso aunque en el fondo saben que no es cierto. ¿Cuántas veces tú te has repetido eso? No me respondas, solo dime si estás teniendo un mal día, sea cual sea la hora, solo llámame.
-¿Y tú vendrás?
-Siempre.
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