El pecado de ganar
"Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño"
-Joaquín Sabina.
Ya encendimos la llama, el fuego arde frente a nosotros y no nos deja escapatoria. Caminamos hacia él en busca de calor, en busca de aquello que perdimos hace tiempo. Dejamos que las llamas nos consuman mientras nos acercamos uno frente al otro. Sonriendo nos tomamos de las manos mientras el fuego sigue ardiendo, sus manos empiezan a recorrer mi cuerpo y el pequeño fuego se vuelve un incendio. Había extraño tanto el calor de aquel fuego, la calidez en mi pecho cuando él me mira a los ojos, la paz que siento cuando él besa mis labios. Había extraño estar entre sus brazos. Lento, suave y amoroso es la forma en la que él recorre y besa cada centímetro de mi piel, trata de borrar todos los malos momentos, todos los malos recuerdos del ayer. Sé que no será fácil olvidar todo y empezar de nuevo pero lo vamos a intentar, vamos a luchar hasta el final. No hemos hablado de lo que viene después, vamos un paso a la vez y se siente bien. Le dije que él necesita tiempo para sanar de su ruptura con Amanda y que yo no iré a ninguna parte. ¿A dónde podría ir? Todos los caminos parecen llevarme de regreso a él y a James le sucede lo mismo. Es el destino, podrían decir algunos, es amor le respondo yo.
-Tómame o déjame-repito.
Él toma mi mano y besa mis nudillos.
-Dejarte ir no es una opción, Eva. ¿No te has dado cuenta? Yo siempre termino regresando a ti.
Sonrió ante aquel recuerdo en la bañera y de eso ya dos semanas. Aún seguimos tomando las cosas con calma. No somos nada pero estamos dispuestos a serlo todo, no nos hemos dicho nada con palabras, hemos dejado que el silencio y nuestras miradas nos guíen. No hay prisa, primero tenemos que sanar de las heridas que dejo nuestra pasada relación. Aprender de aquellos errores y tratar que ahora todo sea mejor. No me voy a rendir esta vez y él tampoco lo va hacer. Parece que al menos por ahora estamos bien.
Me levanto de la cama y me pongo la bata de seda azul.
-Me gusta esta alfombra-le digo mientras paso mis pies descalzos por la alfombra blanca.
Él me sonríe mientras también se levanta de la cama.
-Bueno, tú la elegiste. A mí también me gusta. Me gusta este lugar, me gusta como la luz de aquel ventanal ilumina tu rostro y cabello por la mañana. Como la luz de la luna baña tu cuerpo en la noche y te hace lucir casi irreal.
Hace cuatro días James decidió volver a su nueva casa. Me dijo que estaba listo para tener nuevos recuerdos, al día siguiente fuimos a comprar algunas cosas para su nuevo hogar. Aún hay cajas por desempacar y yo lo estoy ayudando a decorar. Realmente me gusta mucho este lugar y una de mis cosas favoritas es el jardín. Es enorme y muy hermoso, tiene un pequeño vivero y un columpio blanco. Hay una mesa de madera donde cenamos mientras veíamos las estrellas.
-Había olvidado lo romántico y cursi que eres.-le digo mientras le doy un ligero golpe en su pecho.- De seguro eso le dices a todas.
Él mueve un dedo frente a mi cara antes de tocar mi nariz con su dedo como solía hacer antes.
-Eres la única que a dormido aquí.
-Bien dicho, aquí.
Nos miramos fijamente.
-Después de nuestro rompimiento solo dormí con Amanda.
-Yo no te voy a decir con quien dormí.
-No te lo estoy preguntando.
-Si hacemos una lista de cuántas personas hemos tenido sexo, tú ganas James.
Él envuelve sus brazos alrededor de mi cuerpo y yo dejo que su calor me reconforte. Por tanto tiempo anhele tener sus brazos alrededor de mí, de poner mi mejilla en su pecho y escuchar sus latidos. Me relajo en sus brazos y de alguna manera siento como poco a poco las heridas empiezan a sanar. Esto es todo lo que necesito, él siempre fue todo lo que necesite y eso es embriagante, algo desconcertante. Es incluso extraño que aquella persona que te causo tantas lágrimas sea la misma que pueda hacerte sonreír como si él mañana no existiera.
-¿Quién es el mejor amante que has tenido?-me pregunta él en son de broma. Esa es la misma pregunta que me hizo Alexander el día de mi cumpleaños y no respondí.
Miro a James y en sus ojos esta aquel fuego que siempre me ha gustado. Su mirada me quema la piel, la forma en que sus labios se mueven me hace recordar a todas las veces que sus labios han estado sobre mi piel estos días y las cosas que ha hecho con su boca. ¡Bendita sea su boca!
- Nosotros siempre hacemos el amor. ¿Me equivoco?
-No, Eva, no te equivocas.
-Entonces la respuesta a esa pregunta es simple. Tú.
Él sonríe de esa maldita manera que tiene de sonreír mientras estamos en nuestros juegos previos al sexo. ¿Cuántas veces me sonrió así antes de hacer el amor? Creo que siempre.
-Deberíamos quedarnos en la cama todo el día-me dice él.
Muevo mi cabeza.
-Suena muy tentador pero tengo planes con mi hermana y la loca de tu hermana. Después iré a ver a Benjamín.
-Y en la noche cenaremos todos en el hospital. Una reunión de grupo nos hará bien. Dallas se pondrá muy feliz
-Le dije a Lexi que tiene que vigilar a Alexander para que no meta alcohol en el hospital.
Él me da un beso en la frente. Yo camino hasta mi bolso y saco mi ropa.
-¿Cómo debemos actuar?-le pregunto.
Esta es la primera vez desde que él termino con Amanda que vamos a estar los dos en un mismo lugar junto a los demás. Lo último que quiero es que ellos empiecen a sospechar.
-Normal.
-James, somos nosotros, somos todo menos normales.
Él se ríe de forma casual y despreocupada. Lo veo sentarse en el filo de la cama y contemplarme. Sé en lo que esta pensando ahora, en lo mismo que yo. En como todo puede cambiar en un momento, hace un mes dónde estábamos y con quién estábamos, ahora estamos aquí, juntos de nuevo, sin importar los caminos que tomamos para alejarnos, sin importar con quien estuvimos para intentar superarnos. Sin importar nada, estamos juntos de nuevo.
-Estoy asistiendo a terapia.-le digo de manera casual mientras camino hasta la ducha y me quito la bata.- Se siente bien, llevo solo un mes pero me gusta. Me esta ayudando mucho.
Dejo la puerta del baño abierta y él se recuesta en la pared cerca de la puerta mientras yo me empiezo a bañar.
-Mi terapeuta me ayudo a entender que no elegiste Amanda por ser mejor que yo.
-No se trataba de competir, Eva, no estaba tratando de encontrar alguien mejor que tú. Solo intentaba encontrar paz.
-Algo así me dijo ella, ahora lo entiendo.
Estamos sentados en una de las bancas en el puerto contemplando el horizonte.
-Me gusta verte así-me dice Benjamín- te conozco suficiente para saber la razón.
No me juzga o me reprocha algo. Él se alegra de verme feliz pero puedo ver que esta preocupado, teme que algo malo vuelva a pasar y yo regrese a ese hueco lleno de dolor.
-No hemos vuelto, oficialmente. No hemos puesto una etiqueta a lo que somos y vamos un día a la vez.
La sonrisa de Benjamín es genuina mientras me mira atento a lo que yo digo. De alguna manera siento que no estaría en este punto de mi vida sin Benjamín y obviamente sin Charlie. Pero Benjamín siempre ha estado ahí para mí en todo ese caos, alumbrado el camino para mí, dándome la mano y ayudándome a seguir.
-Sabes, nunca te he dado las gracias...
-Y no necesitas hacerlo-me interrumpe él.- Solo asegúrate que no te vuelvan aplastar el corazón y llámame si tienes un mal día.
-Esto suena a una despedida.
- Ya estas bien, ahora puedo seguir mi camino tranquilo sabiendo que estas feliz.
-Suena como si tu único propósito en esta vida sea el verme feliz.
-Lo es.
Y sé que habla en serio. ¿Qué hice para merecer un amigo así?
-¿A dónde vas esta vez?
Él me empieza hablar sobre un nuevo proyecto en Puerto Rico. Se va a ir allá por un año y después a Costa Rica. Le digo que tiene que llamarme, que no se tiene que olvidar de mí y que si él tiene un mal día debe llamarme y yo estaré junto a él así como él ha estado junto a mí. Él me hace prometer lo mismo, me pide que lo llame si tengo un mal día o simplemente si necesito hablar, sin importar la hora, sin importar nada.
Me encuentro con James en el estacionamiento del hospital.
-¿Me estabas esperando?-le pregunto mientras empezamos a caminar hacía el hospital.
Él mueve su cabeza en señal de afirmación y guarda las manos en los bolsillos de su abrigo. No hablamos mientras pasamos por el pasillo y nos detenemos en la sala de espera.
-Sabes-le digo mientras esperamos que el sacerdote que esta hablando con Dallas salga de su habitación- Nunca he tenido sexo en un hospital.
Lo digo muy bajito pero estoy segura que la señora regordeta con un enorme rosario en el cuello me escuchó por la cara de horror que ha puesto mientras me mira de reojo.
-Yo tampoco.
Nos miramos a los ojos y sin decir nada nos ponemos de pie.
-James, sin juegos previos-le digo mientras lo jalo de la solapa de su abrigo por el pasillo-necesito sexo duro contra la puerta del baño.
Me detengo cuando veo la cara roja y llena de sorpresa del sacerdote que vino hablar con Dallas mientras sale de su habitación.
Mierda.
-¡Ave María Purísima!
-Sin pecado concebida-me responde el sacerdote mientras sostiene la Biblia contra su pecho con fuerza. Estoy segura que hace eso para reprimir el impulso de pegarme con ella por pecadora.
-No crea que lo que escucho es verdad. Estamos ensayando para una obra.
Miro a James en busca de ayuda.
-Si, la obra cosas que no debes hacer antes del sagrado matrimonio.
-Amén. Vamos James, seguro Dallas nos quiere ver para empezar con el rosario.
Entramos de prisa en la habitación de Dallas y ella nos mira con una enorme incógnita en su cara.
-¿Vinieron juntos?-nos pregunta ella.
Ambos decimos que no.
-Nos encontramos en la sala de espera.
La forma en que Dallas nos mira nos da a entender que no se cree ni por un momento nuestra mentira. Pero por suerte Alexander y Theo entran en ese momento en la habitación y ella deja pasar el tema. Alexander empieza a bromear sobre la nueva novia de Theo y lo molesto que esta con Lexi por no dejarlo traer alcohol. Tessa llega con galletas hechas por ella y todos saltamos sobre ella para agarrar una galleta. Amamos las galletas de Tessa. Apolo entra después de estar hablando con los doctores y se para junto a Dallas. Lexi entra en la habitación con una enorme sonrisa. Empezamos hablar y bromear, la conversación fluye con naturalidad y por un momento nos olvidamos de todo lo malo que esta pasando y nos permitimos disfrutar de este pequeño momento de alegría.
Busco a James con la mirada casi por instinto. Sonrió al darme cuenta que él ya me esta mirando y un sentimiento de nostalgia me invade al saber todos estos pequeños momentos que hemos desperdiciado. Todas las sonrisas que se volvieron lágrimas, todas las palabras que nos hirieron profundamente. Parpadeo varias veces para alejar aquellos sentimientos y sonrió a los demás. Mi teléfono suena y no puedo evitar sonreír al ver que es Charlie. Él siempre me hace sonreír. Me levanto y camino hasta una de las esquinas y contesto.
-Hola viejo amigo ¿Me extrañas?
Puedo escuchar su risa e imagino como se achican sus ojos por su sonrisa.
-Siempre, ¿Aún sigues sin creer en el destino?
-Creo un poco mas que ayer y menos que mañana.
-Es bueno saber eso.
Me recuesto en la pared.
-Te extrañado, en este momento me serviría una de tus charlas tan profundas.
Él vuelve a reír. Hablar con él me tranquiliza, incluso estando a millas de distancia logra tranquilizarme.
-¿Está todo bien?
-Hablemos sobre eso en otro momento.
-¿Estás con alguien?
-Mis amigos y hermana, estamos visitando a Dallas en el hospital.
-Bien, te llamaré después. Cuídate, Eva.
-Hasta pronto, Charlie.
Guardo el teléfono en el bolsillo de mi pantalón y me vuelvo a sentar donde estaba hace un momento. Siento la mirada de James fija en mí y giro mi cabeza para encontrarme con sus ojos azules. Fuego contra fuego. Dejamos que nuestras miradas hablen mientras estamos sentados en lados opuestos de la habitación. Movemos los dados con una mano mientras sostenemos las cartas con la otra. Miramos sobre la mesa lo que tenemos en juego y decidimos elevar la apuesta, nunca es suficiente siempre queremos más. Amarlo se siente como un juego perdido pero a mí no me gusta perder y no lo voy hacer esta vez. Voy apostar todo porque en eso consiste el pecado de ganar, nunca conformarse y siempre querer más. No hay duda que somos adictos a este juego, al placer que nos provoca el fuego. Somos adictos a nosotros, al amor que nos tenemos. Fuego contra fuego ¿Qué podría salir mal?
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