Capítulo 27: Presente

Presley y su relación intermitente con José Ángel no me daba buenas señales. En la espina de Pres, que te rechacen es como si la retaras a probar lo contrario y ella, gustosa, te obligaría a tragarte tus palabras. Y justamente, José Ángel queriendo o no, la retó.

Por mucho que crea en la racionalidad que tenga para tomar decisiones en el ámbito amoroso, he de admitir que ahora, en que no me convida a conocer sus intimidades, estoy en un hipotético jaque. La ayuda que le brinde es mas lejana y a tientas de lo que debiera. Si fuese al revés ella abriría las puertas de par en par de mis intimidades para meterse y no permitiría que me cierre mas, pero si lo llevamos a su caso...

Nosotras tenemos gustos e inclinaciones similares; en cuanto a un llamado de auxilio, una siempre es orgullosa.

—¿Ya sabes lo que siente José Ángel por ti? —pregunto ya habiendo finalizado el emotivo rato de aprecio al regalo de Leitan.

Presley, con un bocadillo a medio camino, lo pone en la bandeja y me fulmina, asequible por haberla interrumpido mientras come. Melina, que respondía un texto a su esposo, me ve impactada por mi actitud.

—No sé... —aclara su garganta mi socia castaña clara—, no sé porqué me haces esa pregunta, Monilley.

Estuve a punto de soltar una pregunta como la que hizo Leitan <<¿Es que ya no soy Fresita?>>. No, no lo soy.

—Porque quiero saber lo que hay antes de que me lo cuente otro. —Mas esclarecida, imposible—. Y si quieres saber lo mismo, te lo estoy reprochando, Presley. Te reprocho que me apartes y decidas que yo sí puedo compartirlo todo contigo pero tu, porque no estás cómoda, no lo haces. ¿A eso llamas amistad de una vida?

—Monilley —severa, su cabeza niega—, no quiero hablarlo.

—¡Pues adivina qué, Presley! —articulo iniciando mi enfado, desde el estómago en una inquietud a mis manos subiendo la temperatura—. No me importa. ¿De cuándo a acá te interesas tanto por un hombre que no te da ni la hora? Está bien, te puso en tu sitio y lo mereciste, pero que ruegues atención me parece el colmo de los insultos. Es más, los dos han saldado sus deudas con el otro, ¿no te parece? Tu como la que lo agravió, él como el que te ignoró, tu como la que lo intentó, y él el que te desplazó. ¿Cuánto mas vas a continuar, cuando veas que está con otra señorita? Porque sabes bien que ese tipo de hombres, solos, no están.

El sillón, por fortuna, está pegado al suelo o Presley lo habría tirado con su arranque al ponerse de pies. Le seguí mirando; no tengo arrepentimientos, pero ella debe tenerlos. Solamente alguien con demasiados arrepentimientos o condenas consigo puede callar por meses un amor no correspondido, sobretodo, si se trata de alguien como Presley Aguilar.

—Has dado en el clavo, nena —dice ácida. No llorona. No, qué va. Si llora es porque murió un ser amado, si está hasta el techo de cosas malas y aun así, ríe. Pero llorar por un acontecimiento que no le ha visto en nuestra vida juntas, eso no—. Me rechazó, tres veces y jamás me sentí tan patética de casi suplicarle a un hombre que me quiera. Pero no se preocupen, se terminó.

—Es lo que dices, y sin embargo...

—Aun quiero verlo, no voy a mentir, pero mi masoquismo entra en diferentes propósitos. ¿Mi palabra no te es suficiente, Fresita?

Mis ojos la miran entrecerrados, dispuesta a rebatir esa pregunta contra las cuerdas.

—Y respondiendo a tu primera pregunta —siguió hablando, categórica—, en un comienzo sintió curiosidad como yo por él. Luego la curiosidad pasó a ser nada, como la relación que tenemos: inexistente. ¿A dónde miran...? —se voltea, buscando lo que vemos que ha llamado nuestra atención.

Melina me contagia su risa, cruzando sus bellas y bronceadas piernas que cubren una falda ajustada verde esmeralda con una blusa azul coral. Que estén precisamente tres caballeros alrededor de las tres también me daría risa si no fuese porque los chismes corren, tal vez no como un avión pero si un tranvía que llegue a su destino así se tarde días.

—¿Te gustaría bailar? —ofrece uno directamente a Presley.

Ella lo repasa fugazmente y accede. Al fin y al cabo, ¿qué puede perder además de su tiempo y una pedicura intacta?

Los restantes ven de Melina y a mí, que estamos desinteresadas. Resuelvo en ser le honesta antes de que nos pregunten si queremos acompañarlos en una pieza.

—Ella está casada y yo prometida. Lo siento.

La carcajada de Melina y la bulla del lugar quitaron todo reciduo de remordimiento por la resignación de los hombres. Es mejor estar resignado ahora que en unos minutos, u horas de un placer que sí que traerá remordimientos gravísimos.

Miguel siempre me dijo que, de no haberse acercado a mí se habría arrepentido por semanas, sino meses por no ser un poco osado. Ciertamente, el arrepentimiento por no seguir a mis imposibles sueños los cargara a cuestas. No puedo asegurar que me sentiría arrepentida de no aceptar a Leitan; en ese entonces, no lo conocía. Pero sé lo suficiente de arrepentimientos como para que me alcance y darme el tiempo de considerar, de no ser todo lo impulsiva que fui de chica, lo arriesgada que me torné en mis decisiones laborales, y lo miedosa al alejarme sin considerar a nadie.

—¿Y Melina? —me volqué a su lado—. ¿Cuál es tu historia?

*

—Tu orgullo va a llevarnos a todos bajo tierra, Fantasía.

—Owen.

—¡No! —me silencia—. ¿Por qué no nos pediste ayuda? No tiene porque ser difícil, y mas si están marchando las cosas tan bien como dices.

—Estoy viviendo de nuevo con Presley. Deja ya de sermonear, por Dios bendito.

—Te hacen falta unos buenos regaños —dice autoritario—. Pero ese no es el motivo de mi llamada. Los gemelos serán transferidos a tu ciudad.

Giré a los lados, pero no tenía con quién compartir la buena noticia.

—¿Es en serio? —susurro.

—¡Lo es! —contesta alegre—. No será en este momento, en unas cuantas semanas. Quisieron tener a papá cubierto, ya sabes.

—Claro —incluso decirlo me provoca angustia—. Después que operara a aquel hombre, nos preocupamos de que vinieran a por él sus enemigos. Me da ganas de vomitar que papá tenga que dar cuentas por cumplir su trabajo.

—Fue hace mucho —quitó importancia—, se aseguraron de que esté a salvo. Tu no te ocupes mas que de comer y dormir bien, Fantasía.

—Tu también, hermanito. Cuidate y cuida de papá por mí.

Procuro quedarme con las buenas nuevas que de saber a mi papá en peligro. Él aceptó operar de gravedad a un hombre, sin conocer quién era o a lo que se dedicaba, como un paciente cualquiera que está en estado crítico. Lo salvó y a los pocos meses hubo un intento de secuestro hacia él que Patrick tuvo la coincidencia de impedir. Si no fuese con la seguridad del hospital, no contaría con que estuviese vivo, ni siquiera papá. Operó a un hombre peligroso, de aquellos a los que se les conoce por su nombre y no por su rostro.

No volvieron a intentar acercársele, pero ni Owen ni yo confiamos en quien olvida. Papá consigue no mencionarlo y trabajar con normalidad, ¿pero ellos, o él?

—Seguro te cambio la cara.

Deja una bandeja con mermeladas en envases y galletas saladas cuadriculares. Sonrío por el detalle.

—Gracias. Y sí estoy alegre.

—No me digas —finge interés. Le paso una de las galletas y la atrapa antes de que se estampe en su mesa, comiéndola de una mordida—. ¿Qué será? El guapo viene en tres días...

—Vienen los gemelos.

A quien le cambió la cara, fue a otra. Tal vez debí haberlo visto acercarse. Yo mas que cualquiera, sé que no le caen bien. Lo que no sé es porqué. He supuesto que son celos o un capricho, pero lleva tantos años que descarté la mayoría de mis suposiciones.

—Aqui vamos —dije para mí.

—¿Por qué? Si mal no recuerdo —empieza como una periodista. Me alimento de galletas, para no hablar—, ellos tienen una agencia de seguridad. ¿A quién van a proteger?

—Un político, un cantante, un actor.

—¡Hay muchos políticos, cantantes y actores del otro lado del charco! —dice sonriendo, farsante como esta conversación—. Avísame con tiempo para no estar allí.

—No los conoces —la repruebo por ser lo que odia: prejuiciosa—. ¿cómo puede caerte mal quien no conoces?

—Hay química mala y química buena. Ya sabrás la que nos repele.

—Son dos —puntualizo, a ver si festejo comprender a qué se debe su repulsión por ambos—. ¿Te caen mal los dos? Ser gemelos no los convierte en uno solo.

Señala sus manos vacías, como decir que no tiene nada para mí que satisfaga. Más le valía no estarme ocultando una "cosilla" de nada que dentro de un tiempo se convertirá en todo cuanto respire. Porque va a recordar mis días de mal humor.

*

—Paula... Aun la idea de casarme me produce malestar.

—Es natural. ¿Leitan te ha presionado de alguna manera?

—No, no —niego, atrayendo una sonrisa—. Él nunca habla de ello. Me da mi espacio y es tan raro; sé que odia el espacio.

—No ha de querer espantarte —dice convencida—. Me has hablado que ha tenido episodios de miedo por una posible partida.

Episodio tras episodio. No sé qué debo hacer o decir para que se afiance en el hecho claro de que nunca voy a irme. Lo único que pudo separarnos era papá, y el mas bien me aconsejó ser sincera con Leitan por nuestro bien futuro. ¿Quién mas que él querría mi completa felicidad? No me pediría volver a estas alturas; a veces temo que, ni siquiera porque esté enfermo, lo haría.

—Monilley —dice Paula gracias a mi falta de respuesta—. ¿Has contemplado el panorama que supone que Miguel esté presente?

La pregunta volcó todo cuanto era sereno dentro de mí. Mi primer instinto me incitaba a negarlo todo; no quería que Miguel se presentara en mis sesiones, pero qué inútil que eso no suceda.

—Miguel está, pero no en mí presente.

—Está en el presente de todos —corrige ella, inclinando su cabeza—. No activamente, pero existe. Existir, en tu presente, resulta una perturbación.

—No quiero perturbarme.

—Bien, no quieres. Lo hace, igualmente. ¿Lo quieres cerca?

—No —hablo, como si me acaban de lanzar un insulto a mi trabajo.

—¿Y quieres que esté bien?

—Bueno... Sí —afirmo sin firmeza alguna. No es un asunto que he pensado concienzudamente—, ¿por qué no lo querría? Sufrió.

—Pero de eso no tuviste que ver. Fue desafortunado y él lidió con su parte como tu con la tuya.

No nos podemos comparar, pero sí que entiendo lo que es sentirte imposibilitado y convertirte en alguien mas. No físicamente tal vez, pero si de dentro hacia afuera.

—¿Entiendes lo que son los retos personales, cierto?

—Estar frente a ti es uno —digo, medio en broma.

—Estar frente a lo que te asusta es un reto personal, que no muchos logran enfrentar. No permitas que un reto ajeno, se convierta en propio.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top