Capítulo 24: Deseo
Había considerado muchas de las decisiones que he tomado a lo largo de mi existencia, entre ellas, el de oír cuando no estoy dispuesta, internamente, a hacerlo. Puede ser que tenga que ver con la parte de mí que sigue siendo rebelde a las imposiciones indirectas. Belinda sabe mucho de ellas; y odia no haber podido encauzarme en su pequeña porción de mundo que redujo para sí, para su comodidad.
Su casa es lo que siempre ha sido: un lugar donde dormir y comer la cena. Bien decorado, pero ausente de cariño de hogar. De un hogar que me habría gustado tener, al menos, que nos esforzáramos en conseguir. Nunca quise saber la razón por la que no volvió a casarse. La excusa de no tener un hombre a su altura no es veraz; su padre le ha presentado a muchos hombres que cubrirían fácilmente ese aspecto indispensable de su adquisición, así que ser mas un alma que va libre, es a lo que he concluido.
Ser mi madre es lo que la excusa. Le da el privilegio de que le cuente que Miguel está presente en este, mi presente, y los motivos perfectamente congruentes de porqué no hallo lugar al rencor.
—Me dirás que lo has olvidado todo —dice ella, reprochándomelo. Y no le he dicho lo que en verdad hice—. Porque es fácil hacer borrón y cuenta nueva para ti —prosigue, no obviando el cinismo.
—No es fácil —rebatí—. Pero debo pensar en lo que me da paz a mí, y es lo que me la da.
—Te comportas como una santa que perdona hasta la ofensa mas grande. Él debería...
—¿Hincarse por no poder moverse para llegar a la boda? Mamá —sacudí mi cabeza, honestamente sorprendida por sus conclusiones—. De todas los apelativos que te tengo, el de inconsciente no es uno de ellos. Aclara tu mente, por favor.
Su cabello tintado de rubio cuando naturalmente es negro contrasta tanto con su piel bronceada que al momento en que se sonroja de la furia, parece una caricatura mal hecha, o destinada a la burla. Aprieta las manos en la servilleta colocada en sus piernas y la tira a un lado, cayendo al suelo.
—Te recuerdo que yo soy tu madre.
Por poco, muy poco, eventanaba la taza de té. Me deshice de ella, uniéndola a los adornos en la mesa.
—Sé agraradecida —pido como una exigencia—, no me casé con él.
—Gracias al cielo que te guardó. A mí nunca me habrías hecho caso.
En esa porción diminuta de tiempo en que pude abrirme a la opción de dejarla hablando sola, una de mis pesadas cargas desapareció. Es mi madre y la amo, con sus aciertos y desaciertos, pero no soportaría que opine si ella fue una de las tantas personas que me impulsó a tener a Miguel como novio y futuro esposo. Que tome el papel de quien olvida, me consuela en que mi decisión de perdonar, no es errada.
Le aseguré visitarla en otra ocasión en que no esté de mal humor y fui a recibir más presión de la que traía consigo.
Van a demandarme o algo peor por no tener cómo pagar mis deudas.
Me echaron de mi apartamento. No con violencia, pero cambiaron la cerradura y enviaron a una persona que añadí como número de emergencia (Presley o mi madre) a recoger mis pertenencias, o al menos las pertinentes hasta cancelar. Estaba estipulado medidas si no saldaba el pago, pero lo olvidé. ¡Olvidé muchas cosas!
Presley decidió vender la mitad de su ropa, con dolor, pero con etiquetas que harán la venta mucho mas remunerada. Estuvimos en ello, guardando y promocionando en línea para cumplir con un tiempo de ventas que traiga beneficio a su vez, mientras las negociaciones con los interesados en nuestra colección reciben pero, ¿cómo recibes lo que no está terminado en los números de prendas que aseguraste en un contrato? Así que el aumento de material, manos y demás, es masivo.
Tenemos que ponerle solución. Una mas efectiva. Sin embargo no existe ninguna que no sea acumular mas deudas o deshacernos de lo que nos pertenece.
Ni siquiera puedo pagar un cuarto de hotel y estar con Presley cuando se estresa es no recomendable si también estás estresado. Aun me queda una tarjeta para utilizarla, esta noche, es tener donde dormir y preocuparme del mañana, mañana.
Sí. Es lo que haré.
—Buenas noches. Si... ¿Hay habitaciones disponibles...?
Desapareció el móvil de mi mano y giré para ver y oír a Leitan declinar mi pregunta con un gracias, no nos interesa.
—A mí me interesa.
—Presley dice que eres un alma en pena sin hogar y decidí darte uno hasta que regreses a este —Ve a la puerta bien cerrada de mi apartamento y al asentarse en mí, señala el corredor—. Te aconsejo que me sigas por las buenas.
Comenzaba a tener jaqueca desde temprano pero con esto, está empeorando.
—Esto es un chiste, ¿cierto? —le digo al cielo, o techo—. Es porque fui muy impulsiva de joven, lo sé. ¡Es que quería experimentar! Pero no hay que exagerar, no volveré a comer insectos.
—Monilley —repone Leitan, cerrando los ojos en un caso de pausa para recuperar fuerzas —. No es un chiste. Vámonos.
—No, no —me pego a la pared, cerrando mis brazos—. Tengo todo resuelto.
Su semblante de no estar para mis respuestas -cualquiera sean estas- me provocaba a burla. Y ser seria así es imposible.
—No voy contigo a ninguna parte. —Ni siquiera supe que era necesario aclararlo—. Iré a un hotel y debes dejar de hablar tanto con Presley, es mi mejor amiga, no la tuya.
—Acaban de echarte —señala lo obvio. Muy astuto—, y aun así te das el tiempo de contradecirme. Es que... —sonríe, tocando con sus dedos su entrecejo—, es que eres o increíblemente orgullosa o caprichosa. ¿Vas a añadir a tu lista de logros ser echada por no pagar la renta? No añadas ser cargada por tu novio hastiado.
*
—¡¿Por qué eres tan necia?!
—¡Porque se ma ha pegado la gana! ¡¿Algún problema Sr. Perfection?!
Suelta un gruñido gutural, lanzado el saco encima de un sofá de cuero color del vino tinto. Va a lo que parece la cocina -porque obviamente no lo sé porque esta no es mi casa- y abre la nevera sacando una botella de un litro de agua mineral, tomando directamente de ella.
Uno de los bolsillos traseros de mis jeans vibra. Le doy una vista de reojo y suspiro de estrés. ¡Leitan me causa estrés!
—¿Dónde estás? Vine a buscarte y desapareciste. Tengo tu ropa. ¿Cómo desapareces en dos horas?
—Tu lo sabes bien.
Presley se queda pensativa y responde con una carcajada.
—Sí, sí, hace tanta gracia que me traigan como un saco de papas, ¡y ni siquiera fritas! —Si ella me viera, me entendería—. Necesito dinero.
—Somos dos. Con Melina coincidimos en que estamos haciendo todo bien, pero va a llevar tiempo recibir lo que pusimos. Tendremos que buscar trabajos, Fresita. Como los comunes y corrientes.
—Lo sé, pero díselo al hombre que me obligó a acompañarlo —dije lo bastante fuerte para hacerme oír—. No entiende la palabra "tengo todo resuelto". ¡Iba a ir a un hotel!
—No te burles de su inteligencia, Monilley —me alecciona canturrona—. Y apóyate un poco en sus bellos brazos.
—Bien sabemos que no hago esas cosas.
—Ni yo. ¡Por algo eres mi mejor amiga! —se ríe, contenta con el hecho—. Duerme bien. Te quiero.
Solté el celular encima de un sofá poco atractivo y decidí sentarme en uno de los escalones que separa la sala de la cocina, y hundirme en los pensamientos de mi consciencia.
Tengo tanta jaqueca que volver a explicar lo que quiero es agotador.
Leitan se sienta conmigo, los codos en las rodillas, flexionando las piernas y mirando a ningún punto.
—Sofie, no encuentro manera de ponerme en tu sitio. ¿En verdad te gusta vivir así? ¿Constantemente abatida por el mañana y su nuevo problema?
Cubro mi cara y la restriego en un gesto de pura exasperación.
—El que no lo entiendas es extraño, tu mismo hiciste, con tus manos todo lo que tienes. ¿Fue fácil?
—Claro que no, pero verte... —resopla—. Verte me agobia, me preocupa y estar siempre preocupado por ti va a volverme loco.
Sonrío algo bufona y masajeo mis sienes.
—Ya he vivido esto, Leitan. —Volví a restragar mi cara y mis ojos—. Sé cómo es y aunque esa vez no caí tan bajo, sí tuve que recurrir a dos empleos mas para sustentarme mientras salía a flote.
—Y no te alcanzaba, seguramente.
—No, pero algo era mejor que nada. Cuando vi el resultado de mis esfuerzos, mis desvelos y mis frustraciones, los dejé ir y fui feliz. —Le di una mirada que pretendía mostrar que no quería discutir—. Yo entiendo que me trajiste porque te preocupas, pero Leitan, no fue tu mejor acto. ¿Cargarme? ¿en serio?
—No puedes culparme —refuta, nada arrepentido—. Eres testaruda cuando quieres ganar.
—¡No era una competición! —abrí mis ojos y simplemente regresé a tapar mi cara de tener que verlo y decir cosas que no van a gustarle y, a la larga, a mi tampoco—. ¿Quieres plena honestidad? Tus actitudes estoy en todo, no son de mi agrado.
—A mi tampoco me gusta que se metan en mis cosas y mírame, casi rogándote que lo compartas todo conmigo y que no lleves las cargas sola, ¿y has entendido por qué? —Me forza a regresarle la vista y quedarse con mis manos—. Las cargas en algún momento se hacen demasiado pesadas. Necesitarás y querrás con quien compartirlas. ¿Es tan horrible dármelas?
Mi frente se frunció y me arrimé mas junto a él, poniendo mis manos en sus hombros.
—No es horrible, no lo es —dije de pronto queriendo que mis palabras sean un borrador de la idea de no tenerlo—. Y... y si te digo que... que he perdido la práctica, ¿me ayudarías? No recuerdo lo que es... Siento y pienso en dudas, en si estamos bien, en si vas a estar siempre conmigo...
—Voy a estar contigo lo que me alcance de vida —responde ahuecando mis mejillas, como si yo no estuviese ahí con él—. No quiero que dudes ni temas, nunca. Porque te amo, Sofía. No estés por compasión, no vivas esperando una reacción en cadena llena de sentimientos fuertes, es ahora donde te exijo que si la Monilley que creo que eres va a permanecer, lo haga.
Mordí mis labios y lo acerqué para abrazarlo. Quería ser todo lo que soy con él y por mí, quería dar sin esperar a recibir, quería infinidad de posibilidades y convertirlas en realidades; quizá, para conseguirlas, tomar una buena y justa decisión, es lo indicado.
—Discúlpame, mi amor —dije tan arrepentida de hacernos pasar malos tragos—. Hagamos una lista de qué compartir, pongamos alarmas, yo haré lo que esté en mis manos porque funcionemos. Es lo que deseo hacer.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top