Capítulo 8
Deslizo mis dedos por la superficie de una hoja blanca, con dos rayas paralelas a cada extremo y una parte central repleta de escritos. Un título encabeza el texto que tengo delante, el cual tiene por nombre "Pasos a seguir para la organización de una boda de ensueño"-aunque dudo que ese adjetivo refleje la realidad, teniendo en cuenta que soy yo la que va a planificar la ceremonia-. Bajo el titular descansan una serie de medidas que se deben llevar a cabo para organizar el enlace matrimonial, las cuales comienzan con un número:
1) Conocimiento de los deseos y puntos de vistas de la pareja en cuestión.
2) Elección del lugar en el que se va a llevar a cabo la ceremonia y posible visualización del decorado. Cualquier decisión debe ser consultada por ambos integrantes de la pareja.
3) Utilizar el capital aportado por la pareja para la compra y posterior adquisición de los elementos materiales que vayan a formar parte del decorado.
4) Ofrecer apoyo moral a la pareja en todo momento. Una boda es un paso muy importante que debe ser tomado con calma e ilusión.
5) Colaborar en la elección del posible traje nupcial de la novia, del mismo modo, ofrecer exactamente la misma ayuda a su prometido con su correspondiente vestimenta.
6) Acudir a clases preparatorias de danza, con tal de mejorar la capacidad de autoestima en uno mismo y contribuir a que la pareja se desenvuelva en la pista de baile.
7) Cooperar en la selección del menú que mejor se adapte a las preferencias de los cónyuges y posterior degustación por parte del futuro matrimonio.
8) El prometido precisará de su ayuda para la elección del viaje que tendrá lugar justo después de la celebración.
9) Contactar con los invitados con tal de verificar su asistencia. Si por un casual, alguno de ellos no pudiese asistir a la ceremonia, deberá ser comunicado con diligencia a la pareja en cuestión, además de realizar los posibles cambios en el banquete.
10) Usted deberá acceder a toda petición que le sea sugerida por parte de los prometidos. Estará terminantemente prohibido negarse.
11) No podrá renunciar a la planificación de la ceremonia una vez firmado este contrato.
12) Contactar con el cura que procederá a unir a la pareja en el santo matrimonio.
13) Su asistencia será un aspecto de vital importancia, debido a que usted se encargará de comprobar si todo sale según lo acordado y deberá satisfacer los deseos de la pareja hasta el fin de la ceremonia.
14) Cualquier cambio que se produzca debe ser anotado en una libreta. Así evitará imprevistos que puedan imposibilitar la celebración de la ceremonia.
Páginas y páginas recogen una serie de medidas que deben tenerse en cuenta si quiero realizar una boda de ensueño. Lo cierto es que no creía que fuese a a ser tan difícil organizarla, pensaba que con un centenar de flores y algún que otro consejo bastaría para planificarla pero, esto, es demasiado. No sé si podré llevarlo a cabo tal y como ellos esperan.
-Clara, aquí hay cientos de aspectos que deben tenerse en cuenta. ¿Cómo se supone que voy a arreglármelas para cumplir cada uno de ellos?
Deposita su mano en mi hombro.
-Sé que parece una tarea difícil pero sé que podrás llevarla a cabo. Sólo tienes que asegurarte de que llevas siempre contigo esta libreta.
-Pero, Clara, ¿cómo se supone que voy a aconsejarles si ni siquiera sé que hacer con mi vida?-mi hermana suelta una carcajada-Espero que des por hecho que va a ser la peor boda que se ha celebrado en la historia.
-No digas tonterías. Estoy segura de que vas a hacerlo genial, confío en ti plenamente.
-Vale-cambio mi mirar hacia el reloj que descansa en una de las paredes de la cocina. Son las doce del mediodía-¿Quieres un consejo? No confíes en mí o te arrepentirás.
-Me apuesto lo que quieras a que vas a reemplazarme en el trabajo.
-Tal vez te sorprendas y lleguen a despedirte-contraataco. Clara permanece callada, con las cejas enarcadas y los labios apretados-Deberíamos irnos ya, no quiero que pierdas el avión.
Tiro del mango de la maleta de color rosa que yace junto a mi hermana y me dirijo hacia la salida del edificio. Clara me alcanza unos segundos después, aunque parece como si no fuese consciente de que está caminando.
Abro el maletero de mi Volkswagen Beetle rosa e introduzco el equipaje como puedo. Al parecer, la parte trasera de mi coche no es lo suficientemente grande para meter la maleta que lleva Clara. Aun así, logro encajarla a presión en el poco espacio del que dependo. El problema se presenta a la hora de cerrar el maletero, puesto que la maleta impide su cierre. Genial. ¿Habrá algo que salga bien en mi desastrosa vida? Dudo que exista alguien que tenga más mala suerte que yo. Con ayuda de los puñetazos que le doy al equipaje y de las patadas que este recibe, logro que el maletero cierre un poco más que antes.
-Joder-ejerzo presión en la superficie del maletero con tal de contribuir a que se produzca ese cierre que tanto ansío-¿Por qué narices se empeña el karma en fastidiarme todos los días?
-Ana, déjalo, pediré un taxis.
-Vamos a ir en mi coche como que me llamo Ana.
De una patada logro cerrar el maletero.
-Ala, problema resuelto.
Al mismo tiempo que ocupo el lugar del conductor, mi hermana toma asiento en el sitio del acompañante. Me pongo el cinturón de seguridad justo después de oír el clic proveniente de mi derecha. Enciendo el motor del coche y tras realizar el cambio de marcha, descarto de mi cabeza la idea de dar un giro de 180º, de manera que me limito a salir del aparcamiento a base de golpes contra la parte trasera del coche que está aparcado delante y contra la zona delantera del que está justo detrás. Luego, me incorporo a la carretera con agilidad y aprieto el acelerador todo lo que puedo con tal de disminuir el tiempo que tenemos para llegar al aeropuerto.
-Nunca me has dicho que tenías esa forma tan peculiar de conducir.
Ladeo la cabeza en dirección a Clara, quien tiene ambas manos aferradas a la manilla de mano que descansa justo encima de la ventana.
-Pero, ¡quieres mirar hacia adelante que nos vamos a matar!
-Clara, tienes que entender dos cosas; la primera de ellas es que si decido conducir con precaución vas a perder tu vuelo, así que por descarte queda la segunda alternativa, recibir cientos de multas con tal de hacerte llegar a tiempo al aeropuerto.
-¡No sé cuál de las dos es la peor!
-Agárrate porque voy a girar a la izquierda en breve.
-¿Cuándo?-pregunta a voz de grito.
Giro el volante en torno a la izquierda, provocando que el coche se sostenga únicamente sobre dos ruedas, amenazando con volcar. Una vez vuelvo a tomar el control del vehículo, acelero con precaución, lo último que quiero es llevarme a alguien por delante. No me haría mucho gracia tener que hacerle frente a cientos de multas y además tener que ir derechita a prisión.
-Estoy considerando seriamente si nos dirigimos al aeropuerto o al tanatorio.
-Mira que eres exagerada, Clara.
-Lo dice la que va a 200 km/h.
Cambio el rumbo de mi mirada hacia el velocímetro. Qué más dará la velocidad cuando lo que está verdaderamente en juego es llegar al aeropuerto a tiempo.
Finalmente, tras seguir todo recto una calle, logramos dar con nuestro ansiado destino. Me adentro en el aparcamiento y dejo el coche en doble fila. Luego, bajo de mi Volkswagen Beetle rosa de inmediato, dejando las llaves dentro. Clara también se baja inmediatamente del coche y acude a mi encuentro. Al quitarle el seguro al maletero, este se abre con tal rapidez que llega a golpearme en la nariz, de la cual brota alguna que otra gota de sangre.
-¿Estás bien, Ana?
Toma mi rostro e intenta apartar mis manos con tal de examinar mis orificios nasales con cuidado con tal causarme el menor daño. Yo, por el contrario, me niego a apartar las mas manos de mi nariz. Tengo la creencia de que así evitaré sobresaltarme al ver el estado en el que se encuentra mi tabique nasal. De todos modos, dudo que esté roto, puesto que únicamente ha sido un pequeño golpe.
Las lágrimas comienzan a escaparse de mis ojos.
-Estoy bien.
No, no estoy para nada bien. ¿A caso puedo estar bien después de tener que hacerme cargo de la planificación de una boda, de permanecer a la espera de recibir cientos de multas y encima, haberme dado un porrazo que casi me deja sin nariz?
Con ayuda de un pañuelo me enjugo las gotas de sangre que brotan de mi nariz. Mientras llevo a cabo esta acción, Clara se encarga de sacar su equipaje del maletero y de cerrarlo como es debido. Luego, emprendemos una carrera hacia el interior del aeropuerto, lugar que está lleno de personas que desean viajar por numerosos motivos. A veces, me paro a pensar en las razones por los que las personas deciden dejarlo todo atrás y comenzar una nueva vida. Tal vez, algunas huyan por no ser correspondidas en el amor, mientras que otras desean ir tras él. Algunos viajan para dejar atrás algo que les marcó y esperan empezar de cero en otro lugar. No estoy segura de cuáles son los motivos por los que se decide abandonar un sitio pero sé que hay aviones que una vez parten, jamás vuelven.
-¡Allí están las niñas!
Junto a la puerta de embarque están mis padres, quienes nos saludan con la mano desde lejos. A la derecha de mi progenitora, está Marcos, quien también lleva un equipaje, sólo que este es de un tono azulado. Y por último visualizo a Andrés, quien porta una pancarta en la que se puede leer "Buen viaje, preciosa".
Al situarnos a la vera de mis familiares, Clara se limita a recibir abrazos por parte de mis padres. Estos son tales que incluso noto que se queda sin respiración en determinados instantes. Lo sé porque sus mejillas se sonrojan y la vena de su frente se hace notar. Mientras mis queridos padres se encargan de adorar a su hija mayor, yo me limito a hablar con Andrés y Marcos.
-¿Llevas los medicamentos necesarios?
Marcos me dedica una sonrisa.
-Sí, no te preocupes, está todo.
-¿Tienes mi teléfono? Podría pasar algo allí y sólo tendrías que llamarme y cogería el primer vuelo.
-Sí, lo tengo.
-¿Y...-Andrés me interrumpe justo antes de que pueda acabar de hacer la pregunta.
-Joder, Ana, pareces su madre. Estate tranquila, no creo que a Clara le pase nada teniendo a un tío como Marcos a su lado, ¿verdad?
Marcos se limita a asentir.
-Por cierto, ¿lleváis preservativos? Ya sabéis, el valor del dinero varía de un país a otro.
-Nos abastecemos de momento. De todas formas, no te preocupes por eso, la libra tiene menor valor que el euro.
-Eso quiere decir que vais a hartaros de fornicar en Londres. Pues te voy a dar un consejo, no despistes mucho a Clara que tiene que trabajar.
-El trabajo es lo primero.
Clara tira de mi hacia un extremo, dejando a mis padres junto a mi socio y el novio de mi hermana. Cuando nos encontramos a una distancia considerable de ellos, me envuelve con sus brazos y me susurra en el oído las siguientes palabras:
-Ya no nos volveremos a ver hasta dentro de un mes.
Ejerzo mayor presión en su espalda.
-Van a ser como unas vacaciones para mí-bromeo.
-Tampoco hago tan mala compañía. ¿En qué te beneficiará no tenerme por allí?
-Por fin podré dormir ocho horas seguidas sin ser despertada por algún tipo de gemido.
Clara me propicia un codazo entre las costillas.
-Te voy a echar de menos-admite al borde del llanto.
-Y yo a ti. Muchísimo.
Recojo un mechón tras su oreja con tal de mejorar su aspecto. Clara se limita a sonreír.
-Por cierto, te he dejado el número de teléfono de Álvaro en la superficie del frigorífico. Lo necesitarás cuando vayas a organizar su boda.
Clara se aleja de mi posición y se coloca junto a Marcos, con quien camina en dirección a la puerta de embarque. Mientras sus figuras se distorsionan en la lejanía, me paro a pensar en cómo será mi vida de ahora en adelante, de qué manera me afectará la planificación de esta boda. Aún no tengo ni la menor idea de qué hacer a continuación pero estoy segura de que nada podrá salir mal si llevo la libreta conmigo.
-Ana, hija, ¿qué tal estás?
-Estoy bien, papá.
-¿Te apetecería cenar en casa esta noche?
Dudo durante un par de segundos.
-No creo que pueda, tengo que ponerme manos a la obra con la planificación de la boda. Ya sabes, tengo ponerme al día.
-No pasa nada. Ya quedaremos otro día que estés menos ocupada.
Manuel deposita un beso en mi mejilla.
-Tu madre y yo vamos a ir a visitar a tu tío David.
-¿Ha pasado algo?
-Su hijo, Daniel, está pasando la varicela.
-Parece bastante jodido. Bueno, yo me tengo que ir a hacer unos mandados, nos vemos otro día. Ah y dile a Dani de mi parte que se recupere.
Deposito un beso en la mejilla de mi madre y luego salgo del aeropuerto, con Andrés pisándome los talones.
-¿Adónde vas?
-Tengo que hacer la compra. Clara ni siquiera se ha molestado en hacerla antes de irse, estaría deseando verme morir de hambre.
-¿Qué harás ahora que no tienes a tu hermana en casa? Que yo sepa, no tienes ni la menor idea de como se fríe un huevo.
-Pues me hartaré de comer latas de conserva.
Suelta una carcajada ante mi comentario.
-¿Puedo hacerte compañía esta noche?
-Depende, ¿tienes pensado traer a David para fornicar en mi sofá?
-Pero mira que eres tonta.
Me envuelve con sus enormes y fuertes brazos y yo me esfuerzo por liberarme de sus amenazantes garras pero, por más que lo intento, más lejos estoy de conseguirlo. Así que no tengo otra alternativa que dejarme mimar por él.
-Nos vemos luego. Ah, y no te preocupes por la cena, voy a comprarla en un restaurante que hay junto a mi casa.
-No tenía en mente cocinar, más bien iba a comprar un par de pizzas.
-Pues ya no tienes que gastarte el dinero.
Andrés agita la mano en señal de despedida y se pierde entre la filas de coches, probablemente con el objetivo de encontrar el suyo entre ellos.
Vuelvo al lugar en el que dejé aparcado mi Volkswagen Beetle rosa, el cual sigue estando allí a pesar de estar aparcado en doble fila. Abro la puerta del coche y me adentro en el interior, abrocho mi cinturón y ajusto el retrovisor. Al tener las llaves puestas, no tengo qué hacer otra cosa que encender el motor y realizar el cambio de marcha. Una vez he conseguido salir del aparcamiento, decido incorporarme a la carretera, sin efectuar ningún giro y sin meter el turbo. Me toca conducir con precaución hasta el supermercado si no quiero que me retiren de por vida el carnet de conducir. Lo que me sorprende es que no me lo hayan quitado ya...
A medida que avanzo por la carretera me sumo en mis propios pensamientos, los cuales por primera vez no están relacionados con Álvaro ni con el viaje de mi hermana. Esta vez y sólo por ahora se centran en aquel chico que conocí en la discoteca. Recuerdo cada palabra que brotaron de sus labios y cada respuesta que le di a cada una de ellas. Ese chico debe estar muy mal de la azotea para pensar que él y yo podríamos llegar a funcionar como pareja. Ni siquiera sé como llegué a acostarme con él. Dios. ¿Qué me está pasando? No es propio en mí que me acueste con el primer tío que conozco. Y yo que creía que había alcanzado una gran madurez... qué equivocada estaba.
Aparco el coche en uno de los aparcamientos libres que hay frente a la entrada al supermercado. Antes de adentrarme por la puerta, me aseguro de haber cerrado mi Volkswagen, lo último que quiero es que alguien huya con él.
Una brisa cálida me invade en el momento en el que cruzo la entrada. Varias de filas de estantes componen pasillos extensos y solitarios repletos de alimentos de todo tipo. Cojo una cesta de color roja y me adentro por uno de los corredores, casualmente en el que se exponen las latas de conserva. ¿Quién lo diría? Parece que el destino quiere que me alimente a base de ellas y yo no soy nadie para prohibírselo. Así que sin más dilación añado a la cesta varias latas de conserva de ensalada y de carne con tomate. También me hago con sopa en lata.
Sigo avanzando por el corredor y cuando llego al final, giro hacia la izquierda, lugar en el que me encuentro las estanterías de los refrescos, entre las cuales destaca la coca cola y la fanta de limón y naranja. Aunque, ninguna de las dos me llama mucho la atención, así que me permito el lujo de comprar botellines de cerveza con alcohol.
Luego, al pasar por la parte de los congelados, me apresuro a coger una bolsa de croquetas, otra de patatas fritas y una de empanas de atún. Aprovechando un 3x2 en pizzas congeladas, opto por llevarme una de barbacoa, otra de carbonara y una última de kebab. Tengo pizza para rato.
Tras comprar un par de paquetes de patatas, frutos secos y galletas, me detengo a comprar cereales de la marca Special K.
Y por fin doy con mi pasillo preferido, el de las bebidas alcohólicos. Camino lentamente por él, observando cada botella que descansa en los estantes y examinando los precios que tienen. Me detengo junto a la parte de las botellas de Vodka negro y cojo un par de ellas, las coloca en la cesta y continúo mirando. Entre una cosa y otra termina por caer una de negrita y otra de lario. Estoy sosteniendo esta última entre ambas manos cuando comienza a sonar la canción Because you loved me y, sin saber muy bien por qué, empiezo a cantar el estribillo, simulando que la botella de lario es un micrófono y que yo me encuentro dando un concierto por todo lo alto.
Una vez de nuevo en el aparcamiento me dedico a guardar las bolsas en el maletero del coche. Es sorprendente cómo las bolsas le vienen como el anillo al dedo al maletero de mi Volkswagen. Y pensar que con anterioridad intentaba meter a la fuerza un equipaje en un lugar donde no cabía. Hay que ver, qué cabeza tengo para algunas cosas.
Me sorprendo a mí misma sonriendo a causa de mis propias ocurrencias.
-Comenzaba a extrañar esa sonrisa.
Me incorporo de inmediato y al hacerlo, me golpeo en la cabeza con la puerta del maletero. Con tal de disimular mi torpeza, me limito a comprobar si cada bolsa está en su correspondiente lugar. Tras enmascarar la realidad durante unos segundos, cierro el maletero y me enfrento a la persona que se ha convertido en mi nueva sombra. No me lo puedo creer, ¿qué hace Carlos aquí? Creí haberle dejado muy claro en la nota que le dejé que no quería que me buscase ni que se cruzase conmigo bajo ningún concepto. ¿Qué demonios hace aquí?
-¿Te acuerdas de mí?
Una sonrisa se apodera de sus labios.
-No-miento.
Le doy la espalda y me propongo huir hacia la parte delantera del coche cuando una mano se aferra a mi antebrazo y me impide marcharme de allí.
-¿Estás segura de que no fuiste tú la que dejó esa nota en mi casa?
Me vuelvo hacia él y me encuentro con sus penetrantes ojos.
-Creí haber sido lo suficiente directa con esa nota.
-Lo fuiste pero no me pareció la forma más adecuada de huir.
Pongo los ojos en blanco, luego aparto la mirada.
-Mira, no tengo tiempo para tus juegos-añado con frialdad.
Me libero de su brazo y vuelvo a retomar mi acción anterior.
-¿Qué pasa si no quiero que todo acabe con un simple polvo?
Para cuando detengo mi marcha le tengo justo delante de mí, sujetando la puerta abierta de mi coche.
-Deja de perder el tiempo conmigo, no vas a conseguir nada.
Me subo al coche y cierro la puerta, me abrocho el cinturón y enciendo el motor pero,entonces, un espeso humo negro escapa del capó. No, joder, no puede ser, no puede haberse averiado mi preciado coche justo ahora. Unos nudillos golpean con delicadeza el cristal de la ventana, alertándome de que el chico sigue allí. ¿Se puede saber qué quiere ahora?, ¿es que no piensa dejarme en paz?
-¿Qué es lo que quieres?
-Creo que tienes problemas con el coche, ¿aceptas que te lleve a casa? Es como un favor. Me ha quedado muy claro que no quieres nada conmigo.
Le echo un último vistazo al humo que emana del capó. Está claro que no puedo utilizar mi Volkswagen para volver a casa y me he gastado todo el dinero que llevaba en alimentos así que no tengo ni un duro para pagar un taxi. Pensándolo bien, si Carlos me lleva a casa, no tendré que devolverle nada a cambio, es más, gastará gasolina. Aunque, también hay otra parte mala y es que sabrá donde vivo y tendrá vía libre para visitarme siempre que quiera. Pero, no tengo una alternativa mejor, así que...
-Está bien.
Me subo a su todo terreno azul marino, ocupando el lugar del acompañante. Carlos se sitúa a mi vera unos segundos después.
-No te va tan mal.
Simulo estar examinando el interior del vehículo para evitar cruzar las miradas, pero parece que a Carlos no se le escapa una. Probablemente se haya dado cuenta hace mucho de que intento mantener las distancias.
-Cuando uno vive sólo se puede conceder ciertos caprichos.
El resto del trayecto permanecemos callados, salvo por alguna ocasión en la que hacemos referencia a nuestra independencia. Hablar con Carlos resulta ser muy productivo ya que aprendo de él cosas que no sabía hasta entonces. Parece ser un buen chico pero ello no resta que tenga dos años menos que yo y que sea una idea descabellada que seamos pareja.
Aparca el coche junto a la entrada del edifico en el que vivo.
Carlos me acompaña hasta el rellano, lugar en el que descansa el ascensor y las escaleras. No entiendo por qué se toma la molestia de asegurarse de que llegue a casa si sabe perfectamente que no va a conseguir tener nada conmigo.
Me adentro en el ascensor y para mi sorpresa, él también lo hace. Las puertas se cierran, dejándonos a solas dentro. El mecanismo del ascensor se pone en funcionamiento y este comienza a ascender tras haber pulsado el botón indicado.
-Oye, no quiero que te lleves una mala impresión de mí.
Me encojo de hombros.
-No quiero que confundas mis intenciones.
Apoyo la espalda en la pared del ascensor, Marcos se enfrenta a mí, colocando ambas manos a cada extremo de mis hombros, dejándome sin salida.
-¿Cuáles son tus intenciones conmigo?
Carlos aproxima su rostro al mío y me besa. En un principio, me atrevo a continuar su apasionado achuchón pero más tarde separo mis labios de los suyos y le doy una bofetada.
-Te equivocas conmigo.
Las puertas del ascensor se abren de nuevo y yo me apresuro a huir lo más rápido que puedo con tal de evitar ser alcanzada por Carlos. Una vez me sitúo junto a la puerta, me concentro en meter la llave en la cerradura. Tarea difícil teniendo en cuenta que unos poderosos nervios se han apoderado de mis manos. Cuando por fin logro meter la llave en la ranura, unas manos se depositan a cada extremo de la puerta que tengo justo delante.
-No sé si me voy a equivocar contigo pero estoy completamente seguro de que me atraes mucho física y personalmente.
Me doy media vuelta tras oírle decir aquello, me aferro a su cuello y le beso con la misma pasión que la de aquella noche en la que perdí mi virginidad. Carlos abre la puerta y a continuación me coloca a la altura de su cintura. Nos adentramos en el interior del piso y comenzamos una marcha hacia mi habitación. Antes de llegar a ella, me deshago de la camiseta que llevo puesta y dejo al descubierto mi sujetador morado de encaje. Durante el trayecto de la puerta hasta mi habitación, nos hemos encontrado con varios objetos que han dificultado nuestro avance por el pasillo pero aún así no hemos dejado de besarnos.
Carlos me deja caer sobre la cama una vez me ha quitado los pantalones. Mientras él se deshace de la ropa, yo me estremezco sobre el colchón, preparándome para nuestra relación sexual. Una vez termina de desnudarse, saca de uno de los bolsillos de sus vaqueros un preservativo de la marca Durex. Abre el envoltorio con los dientes y rápidamente se lo pone. Logra encajarse entre mis piernas y sin pensárselo un mínimo de dos veces, entra dentro de mí con rudeza, llevándome cada vez más cerca del clímax. Y, una vez que lo alcanzo, me dejo ir diciendo su nombre en un gemido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top