Capítulo 4
El despertador vuelve a sonar como todas las mañanas pero, por primera vez, no es él el culpable de mi precipitado despertar. Me incorporo para echarle un vistazo a la hora que marca el reloj, son las ocho de la mañana. Concretamente, llevo una hora y media dando vueltas en la cama intentando quedarme dormida. Nada. Conciliar el sueño parece la cosa más difícil del mundo, aunque teniendo en cuenta las consecuencias, no me extraña nada que haya sido así. Una de las razones por las que no he pegado ojo es debido al encuentro entre Álvaro y yo, y no es para menos, su llegada trae consigo una boda por todo lo alto. La otra razón es con total seguridad la más influyente, mi hermana y su novio, tuvieron la magnífica idea de mantener relaciones a las siete de la mañana. A ello hay que sumarle que nuestras habitaciones dan pared con pared, lo cual quiere decir que puedo oír los muelles de la cama, los gritos incesantes de Clara y la respiración sofocada de su acompañante nocturno. Aún no acabo de creerme que sean las ocho de la mañana y sigan dándole al tema, ¿a caso no se cansan? Espero que esto no se convierta en rutina, de lo contrario tendré que alojarme en un hotel.
Tomo asiento en el borde de la cama y permanezco inmóvil, con la mirada perdida en un punto fijo, con la esperanza de concienciarme del inicio de un nuevo día lleno de errores que esperan a ser cometidos por mi parte. Finalmente, decido ponerme rumbo al cuarto de baño. Una vez me encuentro dentro de él me esmero en empapar mi rostro con el agua fría del grifo. Sé que lo más lógico sería utilizar el agua caliente pero, soy partidaria de que el agua fria te espabila mucho más rápido y eso es precisamente lo que quiero. Tras enjugar las gotas con una toalla de color blanca, procedo a arreglar mi cabello con ayuda de mis dedos.
Cuando me dispongo a salir de la estancia, me topo con el pecho desnudo del novio de mi hermana, por lo cual me veo en la obligación de retroceder con tal de no manchar su torso con mi baba. Debería apartarme y dejarle pasar como es debido pero, sin saber muy bien por qué, permanezco inmóvil apreciando su trabajado cuerpo.
-Joder, qué susto me has dado-puedo notar como la sangre recurre a mis mejillas con rapidez, dotándolas de un característico tono rojo. Lo que me faltaba, ponerme roja como un tomate precisamente ahora, que estoy casi babeando por él-.¿Querías algo?
-Me gustaría usar el baño, gracias.
Realizo un rápido recorrido a la estancia en la que me encuentro; a mi derecha yace un espejo en el que se puede ver reflejada mi figura, bajo este hay un lavabo de cerámica de un blanco impoluto, en el fondo se localiza una bañera con una cortina de color rosa que impide ver el interior, a escasos metros de esta se encuentra un retrete con la tapa abierta.
-Claro, todo tuyo.
Me adentro de inmediato en el pasillo que conduce a la cocina, dejándole así vía libre para hacer lo que quiera en el servicio. Y espero que ese quiera no incluya un nuevo polvo con mi hermana en la ducha porque si es así, no pienso ducharme en un buen tiempo. Alcanzo la cocina unos segundos después, dónde localizo a Clara, quien está apoyada sobre una encimera de color azul, tomándose una taza de café.
-Buenos días-dice alegremente.
Enarco ambas cejas. No puede creerme que lo esté diciendo en serio, o sea, ¿a caso no es consciente de las ojeras que hay bajo mis ojos? ¡Hola! ¡No he pegado ojo por vuestra culpa! Y para colmo tengo que hacer hoy el doble de trabajo.
-Lo serán para ti, Clara.
Contrae el rostro. ¿En serio? ¿No lo pillas? ¿me vas a hacer decírtelo? Si al final el que paga las consecuencias es el que no hace nada.
-¿Intentas decirme que...-la interrumpo justo antes de que acabe de formularme la pregunta.
-¿Qué sí os he escuchado copular como conejos? No, para nada-mi hermana deja ver una expresión de confusión-. Clara, ¡despierta! Por supuesto que he sido partícipe de vuestro orgasmo compartido.
-No tenía ni idea, perdóname de verdad-guarda silencio-. No te haces una idea de lo avergonzada que estoy, o sea, ¿lo has escuchado todo, todo? ¿Incluidas las groserías y los juegos precoitales?
-Absolutamente todo.
Clara se echa a reír.
-Intentaré hacer menos ruido la próxima vez.
¿Qué? ¿tiene pensada una próxima vez en breve? ¡Pero, bueno! ¡No me va a hacer falta poner el despertador para levantarme por las mañanas! Tranquila, Ana, sólo ha sido un polvo fabuloso entre tu hermana y un tío bueno. Vale, admito que tal vez me cabreen tanto estas cosas porque sienta cierta envidia hacia Clara, ¡cómo para no sentirla!, tiene un pedazo de trabajo, tiene a su lado a un tío que parece sacado de una película y por si fuese poco puede tener sexo constantemente. Yo, en cambio, tengo un trabajo de mierda, no tengo pareja a mis veinticuatro años y por si fuese poco, soy virgen todavía. Sí. Nadie ha querido desvirgarme aún, así que mis esperanzas de encontrar una relación estable son escasas, lo más probable es que todo aquel chico que se interese por mí salga corriendo en cuanto mantenga relaciones sexuales conmigo. ¡Es bochornoso!
-Será mejor que vaya a vestirme, hoy tengo que abrir la floristería y encargarme de que cada cosa esté en su sitio.
-Creía que Andrés era tu socio.
-Lo es, pero quiero compensarle aquellas dos veces que me escaqueé del trabajo.
Asiente.
-¿Y tú? ¿has vuelto a quedar con-...hago una breve pausa- Álvaro y Claudia.
-He quedado dentro de una hora con ellos en el lugar de la celebración. Me gustaría planear el decorado cuanto antes.
-Luego me cuentas que tal te ha ido. Que tengas un buen día.
Emprendo una carrera en dirección a mi dormitorio, lugar en el que yace mi cama deshecha y mi ropa tirada por el suelo. Antes de empezar con mi vestimenta, me dedico a poner en orden el cuarto, empezando por hacer la cama, seguido de la recogida y posterior colocación de la ropa en sus respectivas perchas. Los cristales reflejan en forma de vapor de agua mi respiración, así que tomo prestado otros minutos para eliminarlo con una bayeta.
Entre una cosa y otra, termino de recoger la habitación y de vestirme unos veinte minutos después. Me ha llevado mucho tiempo ordenar el cuarto pero, debo admitir que ha valido la pena, ahora tiene un aspecto más favorecedor. Con respecto a mi ropa, he optado por unos vaqueros grisáceos y una sudadera negra.
Cierro la puerta de mi Volkswagen Beetle rosa y me limito a encender el motor del coche. Luego, me incorporo a la carretera con mi característico giro pero, esta vez, se produce un inesperado incidente a causa de mis malos cálculos con la distancia. La parte trasera de mi coche impacta fuertemente con el vehículo que hay justo detrás. Mierda. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿darme a la fuga o comprobar el estado del coche? Me deslizo hacia abajo en el asiento, tal vez no sirva de nada pero, supongo que esconderme es una buena forma de ocultar mi paradero si finalmente decido darme a la fuga. No, Ana, no puedes hacer eso, eres una chica madura de veinticuatro años, debes hacerle frente a los problemas. Sin saber muy bien por qué, me bajo del coche con decisión y me encamino hacia la parte trasera de mi Volkswagen. Descubro un mercedes de color negro brillante, con la parte delantera aboyada y los cristales de las luces agrietados. Joder, creía que había sido un pequeño rasguño.
Deslizo mis manos por el capó con el fin de comprobar el estado de este. De repente, comienza a sonar la alarma del coche y yo logro sobresaltarme. Menudo susto me ha dado la condenada. Ya no puede una ni intentar arreglar el desastre sin llamar la atención. Ahora que lo pienso, hay una parte buena en todo esto, el dueño parece estar lejos de allí, así que dudo que vaya a enterarse del incidente inmediatamente.
Marco el número de seguros Mapfre con tal de pedir una grúa para recoger el coche en cuestión. Tengo que esperar unos quince minutos para avistar un camión de color rojo, con la palabra Mapfre en blanco, y una grúa plateada en la parte trasera del vehículo.
-Es una pena que haya acabado tan mal este vehículo-añade el conductor del camión, quien se encarga de unir el gancho a la parte delantera.
Oh, no, no era la respuesta que esperaba escuchar.
-Pero, tiene fácil solución, ¿no? Una reparación podría arreglarlo y dejarlo como nuevo, ¿no es así?-muestro una expresión esperanzadora como si fuese suficiente para dejar el coche como nuevo-Dígame que si, por favor.
-Mire, no la voy a engañar, estamos hablando de un vehículo muy caro, además de que la reparación le va a costar un ojo de la cara, no va a quedar exactamente igual que antes.
-¿Qué se supone que debo hacer yo ahora?
-Yo, en tu lugar, empezaría por apuntar tus datos en un papel para que te denuncie el dueño en cuanto se dé cuenta del desastre.
Abro los ojos como platos tras oírle decir la palabra denuncia.
-No tengo dinero ni para comprarme un teléfono, ¿de verdad crees que voy a tener para hacerle frente a una indemnización?
-Yo no soy el que se ha cargado el coche.
-¿Qué culpa tengo yo de que ese estúpido mercedes se haya cruzado en mi camino?
-No quiero parecer grosero pero, usted ha tenido toda la culpa, además, tengo que añadir otra cosa, no sé quién le ha dado el permiso de conducir porque entre ese mercedes y su coche hay varios metros.
-Disculpe pero, la cuestión es solucionar este inesperado incidente no cuestionar mi permiso de conducir, ¿no le parece?
-Señorita, ya se lo he dicho, debe llevarlo a un taller para repararlo pero ya le aviso de que no va a quedar exactamente igual que antes.
Aquel señor vuelve a ocupar el lugar del conductor y se encarga de subir el coche a la parte posterior del camión.
-Espero que le cunda la conversación con el dueño.
Será imbécil. ¿Qué se ha creído? Que yo sepa, tan sólo es un empleado de una agencia de seguros, no tiene ningún derecho a hablarme así, a ver, un error lo tiene cualquiera, sólo que esta vez ese error ha sido un poco más grave de lo habitual. Joder... no quiero ni imaginar la reprimenda que me voy a llevar por parte del dueño y encima de tener que soportar el cabreo del conductor del mercedes, voy a tener que pagarle.
Me subo a mi Volkswagen Beetle rosa y permanezco inmóvil, con las manos aferradas con fuerza al volante y la mirada perdida en el horizonte que se alza a lo lejos. De acuerdo, iré a ese taller y esperaré la llegada del dueño. Y eso es precisamente lo que hago, de modo que me encuentro ahora en el garaje de un taller rellenando una hoja con mis datos personales. El dueño aún no ha aparecido pero uno de los los empleados me ha informado de que está al caer.
Puedo oír el cascabel de la puerta principal sonar, dándome a entender así que el posible dueño acaba de adentrarse en el taller. Un voz masculina grave logra hacer desaparecer el silencio que invade la estancia contigua. Lo único que puedo captar de la conversación que mantiene con uno de los empleados son las siguientes palabras"¿Podrías decirme en qué parte está el coche?. A su voz le sigue unas pisadas firmes y apresuradas dirigiéndose hacia la estancia en la que me encuentro. Estoy preparada para enfrentarme cara a cara con ese tío y si hace falta que mienta, lo haré encantada si eso me ayuda a deshacerme de la denuncia. Los pasos se detienen en seco justo a escasos metros de mi persona y por si fuese poco, siento la extraña sensación de ser observada con detenimiento.
Vale, Ana, sé valiente, gírate y asume tu error como una chica de veinticuatro años y, no está permitido esconderse bajo ningún mostrador ni darse a la fuga.
Me doy media vuelta y, para mi sorpresa o la suya, me encuentro con un chico de veinticinco años, cuerpo perfectamente modelado y trabajado, con una camisa de color celeste y unos pantalones grisáceos. En una de sus manos lleva un teléfono móvil y en la otra una chaqueta exactamente del mismo tono que sus pantalones. A medida que voy examinando su figura, descubro su cuello, esbelto y grueso, con más de una vena marcada. Luego, unos labios carnosos y carmesís me dan la bienvenida a su rostro, desde los cuales se pueden apreciar sus dientes impolutos. Una nariz aguileña se muestra imponente, aunque a juzgar por sus ojos verdes brillantes, esta carece de toda importancia. El recorrido termina en su pelo, moreno y abundante e incluso podría decir algo alborotado.
-¿Álvaro?
¡No! ¡No! ¡No! ¡Me he cargado el coche de mi amor platónico! ¿En qué narices estaba pensando cuando lo hice? ¡Dios! ¡Va a pensar que soy extremadamente ridícula y torpe! Si es que a mi lo que no me pase...
-Ana-¿por qué será que mi nombre suena increíblemente bien cuando sale de sus labios?-.¿Qué te trae por aquí?
Intercambio una mirada con el empleado que tiene justo al lado.
-Estaba de visita.
Una sonrisa se apodera de sus labios. Dudo que exista algo más hermoso que verle sonreír, es tan adorable y achuchable que podría pasarme días enteros abrazándole y besándole.
-¿Vienes de visita a un taller?
-Sí-Álvaro cambia el rumbo de su mirada hacia el vehículo rosa que se encuentra junto a su dañado mercedes negro y deja escapar una carcajada-Bueno, no. Álvaro, no sé como decírtelo... no es lo que parece... o sea, sí, pero...creo que tu coche ha sufrido un pequeño rasguño.
De repente se cae parte de la montura delantera del mercedes en dirección al suelo. El chico que tengo justo enfrente mira absorto aquel objeto que acaba de caerse y luego intercambia una mirada conmigo.
-Tal vez no sea tan pequeño, ¿no?-fuerzo una sonrisa con tal de quitarle hierro al asunto- Mira, aquí tienes mis datos personales para que me denuncies.
Le tiendo un papel perfectamente doblado pero él, que parece seguir flipando con todo aquello, se niega a coger el documento que le estoy tendiendo, es más, incluso rechaza mi propuesta.
-No te preocupes. No pasa absolutamente nada, en serio.
-¿De qué estás hablando, Álvaro? Acabo de cargarme un jodido mercedes, ¿sabes a caso cuánto cuesta hacerte con unos de ellos?
-Sí, lo sé. Yo mismo fui quién lo compró.
Guardo silencio tras oírle decir eso y, a continuación me muerdo con fuerza la lengua. Oh, vamos, deja de decir gilipolleces, Ana. ¿Por qué no pienso las cosas antes de decirlas? Me siento como si fuese una niña pequeña.
-Te exijo que me denuncies.
Se echa a reír.
-¿Sí? ¿quieres que te denuncies?-Álvaro abandona su posición para aproximarse más a la mía. Cuando se encuentra a escasos centímetros de mí, se limita a escrutarme con su mirada.
-Sí, no quiero irme de rositas.
-¿Puedo proponerte un plan mejor?
Me encojo de hombros, no sé muy bien qué decir.
-¿Te gustaría ir a desayunar, conmigo?
¿Álvaro Márquez me está invitando a desayunar con él? ¿qué me estoy perdiendo? Es totalmente imposible que me lo esté pidiendo, o sea, soy Ana, la chica invisible de la secundaria. Es una idea totalmente inviable, descabellada. No quiero hacerme ilusiones en vano, será mejor que le rechace y continué con mi desastrosa y aburrida vida.
-No creo que pueda-muerdo ligeramente mi labio inferior- tengo que ir a trabajar a la floristería.
-En ese caso, sólo tendrás que indemnizarme con un total de cinco mil euros.
¿Acaba de decir cinco mil euros? ¡joder! No puedo creerme que arreglar ese maldito trasto vaya a costar un ojo de la cara. Por si fuese poco, no tengo esa cantidad de dinero para hacerle frente a la indemnización...es una tremenda locura pedir tanto por un mercedes, al fin y al cabo es un coche normal, ¿no? Bueno, tal vez con mejores características pero en definitiva es un coche corriente. Piensa, Ana, ¿de dónde vas a sacar cinco mil euros? Está claro que de la floristería no va a ser posible. Piensa, piensa. Un momento, con un riñón se puede vivir perfectamente, ¿no?. Además sólo tendría que ofrecer uno de mis órganos en el mercado negro por una razonable cantidad de dinero. No. Creo que el riesgo a sufrir una lesión es demasiado elevado y no estoy dispuesta a formar parte de un nuevo concepto de lo abstracto. De acuerdo, aún tengo otra idea más aunque es algo arriesgada y si soy pillada infraganti me ganaré unos añitos en la cárcel. Robar un banco, esa es mi maravillosa y atolondrada idea. Sería un plan viable si formase parte de la CIA y tuviese las armas necesarias junto con los conocimientos previos del funcionamiento del banco. Otra idea más descartada. Joder, quería que mi último recurso fuese ir a desayunar con Álvaro pero, visto los visto, ese va a ser mi plan A.
-Pensándolo mejor, creo que va a ser una muy buena idea ir a desayunar-con ayuda de los dedos índices de ambas manos señalo mi estómago-me está entrando hambre.
Una sonrisa se apodera de sus labios.
-En ese caso, será mejor que comas algo.
Salimos del taller en el que nos encontramos y nos limitamos a pasear por una de las calles de la ciudad. Álvaro, quien lleva su chaqueta en la mano, se encuentra ensimismado mirando todo cuanto le rodea, es como si estuviese viendo todo por primera vez, aunque, tal vez sí sea la primera puesto que si no recuerdo mal, Álvaro se mudó hace unos años a Inglaterra con su familia.
Mientras sus ojos se pierden en la inmensidad del cielo celeste que se abre paso sobre nuestras cabezas, los míos deciden perderse en sus labios entreabiertos a consecuencia de la inclinación de su cuello y de la satisfacción que debe sentir al observar el manto azulado. Sin previo aviso, deja de mirar el cielo despejado y su atención recae en mi persona. Su mirada resulta ser tan intimidante y penetrante que siento el impulso de mirar hacia otra dirección. ¡No puedes volver a enamorarte de él! ¡Está a punto de casarse con una tremenda Barbie!
-Es justo aquí-Álvaro, quien va un par de pasos por delante mía, abre la puerta de cristal que tiene justo delante y permanece a la espera de que me adentre por ella-. Espero que sea de tu agrado.
Un amplia sala se abre paso ante mis ojos, con mesas colocadas cerca de los ventanales, de forma que puedes contemplar el paisaje mientras tu cuerpo entra en calor con una taza de café. La luz que penetra a través de los cristales logra iluminar parte del suelo blanco impoluto, además, nuestras sombras se proyectan en él. Las paredes son de color crema y las cortinas de las ventanas de un tono rosado, estas últimas permanecen sujetas a una pequeña pieza de metal que yace en cada extremo de la pared. A juzgar por la cantidad de personas que hay en su interior, averiguo que se trata de un sitio de alta gama, además, todas ellas van vestidas de forma refinada y tienen la apariencia de ser personas cultas.
Álvaro elige una de las mesas que permanecen junto a uno de los ventanales.
No puedo creerme que me haya traído a un sitio así, es demasiado para mí. No está bien permitirle que me trate de estar forma después de haberme cargado su coche. ¿Qué clase de persona sería si se lo permitiese? Cuando llegue la hora de pagar, le daré la mitad del total, no quiero tener la sensación de ser una aprovechada.
-Buenos días-dice alegremente una camarera-¿Saben que quieren tomar?
Álvaro cambia el rumbo de su mirar hacia aquella chica y permanece dubitativo durante unos segundos. Oh, vamos, ¿cómo puede dudar? Lo más probable es que haya venido a desayunar aquí con su prometida más de una vez. Es absurdo.
-Tomaré un café.
Esta vez, la atención de él recae en mi persona.
-Un batido de fresa-respondo sin saber muy bien cuál es la pregunta.
¿Un batido de fresa? ¿en qué narices estaba pensando cuando lo pedí? Está claro que en mi misma seguramente que no y mucho menos en la pregunta de la chica. No me extraña nada que me comporte de esta manera, estoy bajo la intimidante mirada de el chico que tengo justo delante. No tengo ni la menor idea de cómo voy a evitar cruzar mi mirada con la suya.
-Añade una ración de churros.
La camarera asiente y tras guardar la libreta en uno de los bolsillos de su delantal nos da la espalda y emprende una marcha hacia la barra de color caoba que yace en un extremo de la estancia.
Deposito mis manos entrelazadas sobre la mesa y me entretengo en observar el jarrón de cristal que hay en el centro, el cual contiene una rosa en su interior.
-Espero que te gusten los churros.
-Oh, sí, es mi comida favorita.
Cállate, Ana, va a pensar que intentas agradarle de todas las formas posibles.
-Me alegro-sus ojos verdes contemplan detenidamente las facciones de mi rostro como si intentaran encontrar en ellas alguna imperfección-. Espero que no le suponga un problema a tu socio que hayas venido a desayunar conmigo.
Me encojo de hombros.
-Me va a matar en cuanto me vea-frunce el ceño y mantiene los labios apretados como si quisiese averiguar el por qué de mi respuesta. Finalmente me aclaro la garganta en voz alta-. Debería estar trabajando como una posesa.
-En ese caso, siento haberte arrebatado tu tiempo.
-No lo sientas-muerdo ligeramente mi labio inferior-. Estaría subiéndome por las paredes si no me hubieses sugerido ir a desayunar.
Una vez más aparece esa maravillosa sonrisa en sus labios. Cualquiera en su sano juicio se hubiese vuelto loca por él, basta con mirarle para darte cuenta de que es un buen partido. Es una lástima que no todas estén hechas a su medida...
-Creía que vivías en Inglaterra con tu familia.
-Viví allí durante unos años, después decidí ampliar mi negocio y volver a mi ciudad natal.
Asiento.
-¿A qué te dedicas?
-Trabajo en la empresa Ayesa Advanced Technologies, básicamente me dedico a contribuir a la evolución de las tecnologías.
-Tiene pinta de ser un buen trabajo.
-Me fascina mi trabajo pero he de admitir que hay cosas más importantes en la vida.
Su mirada se entrelaza con la mía y yo, al verme incapaz de dejar de mirar el verde de sus ojos, permanezco inmóvil observándolos. Para mi sorpresa, él tampoco desvía su mirada sino que aumenta la intensidad de esta.
-Como una boda.
-Sí-hace una breve pausa-. Nada mejor que empezar por un enlace matrimonial, ¿no crees?
Asiento.
-El primer paso debería ser, más bien, estar enamorado.
En ese momento, la camarera deposita nuestras bebidas y una bandeja plateada repleta de churros sobre la mesa. Álvaro no ha dejado de mirarme desde que añadí ese comentario, debo de admitir que su mirada resulta ser más penetrante de lo habitual, tanto es así que mis manos empiezan a temblar sin ningún motivo.
-Y tú, ¿estás enamorada?
Cambio mi mirar hacia el enorme ventanal de mi derecha.
-Lo estuve.
-Perdóname, no era mi intención ofenderte-dice.
Me hubiese gustado que supieras que eras tú el chico del que estuve enamorada como una idiota y que a día de hoy no consigo quitarme de la cabeza. Me gustaría decirte tantas cosas, aún así no lo haré porque sé que es mejor no decir absolutamente nada.
-Me has propuesto ir a desayunar y aún no hemos hablado de tu coche.
Esboza una sonrisa.
-No va a ser necesario que me indemnices.
-¿Por qué?-pregunto algo confusa por su comentario.
-Tengo pensado comprarme otro vehículo.
-¿Eso quiere decir que voy a quedar libre de los cinco mil euros?
-No podría haberlo dicho mejor.
Guardo silencio durante unos segundos.
-No tiene ningún sentido, me he cargado un puñetero mercedes y lo mejor que se te ocurre es librarme de todos los cargos. Apuesto a que estás esperando un agradecimiento por mi parte.
-No quiero que me des las gracias.
-Entonces, ¿qué se supone que tengo que hacer?
-Absolutamente nada. Has cumplido con tu parte al acceder a desayunar conmigo, era todo cuanto pedía a cambio.
Durante el desayuno, Álvaro continúa formulándome preguntas relacionadas con mi vida, a las cuales respondo lo mejor que sé, lo último que quiero es que piense que mi existencia es un completo desastre. Hablar con él me hace sentir bien, podría pasarme horas y horas hablándole de todas y cada una de mis tonterías sin cansarme.
Tras terminar de desayunar, pasemos por el puente de Triana, lugar desde el cual observamos las aguas del río enloquecer con las miradas de sus espectadores. Los rayos del sol inciden en la corriente de agua y la dota de un inusual centelleo y belleza. Álvaro tiene los brazos apoyados en el muro que le permite mantenerse a salvo de una posible caída, mientras que sus manos permanecen suspendidas en el vacío. A su lado me encuentro yo, mirando exactamente en la misma dirección en la que él lo hace.
Antes de marcharnos del puente de Triana, observamos los escasos candados que quedan sujetos a sus vallas. Muchos de ellos han sido retirados porque algunas personas aseguraban que el estado del puente se vería afectado. Aún así, hay quienes siguen prometiendo un "para siempre" mediante un candado. Aunque, el hecho de que la llave se pierda en el fondo de aquel río no garantiza que el amor perdure.
Y es que nos pasamos la vida esperando a que algo pase y lo que pasa es la vida.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top