Capítulo 26

Por la mañana, decido ir a dar una vuelta puesto que Carlos no está disponible para hacerme compañía y entre mis planes no está quedarme en casa.
Esto de estar sin él me hace plantearme muchas cosas, tales como que tal vez no sea tan necesaria aquí como creía. Sé que los estudios son importantes para él pero llegan a ocupar un lugar tan espacioso que apenas tengo tiempo de disfrutar de su compañía cuando vuelve. Por eso, creo que es hora de que busque un trabajo, así estaré entretenida y no le prestaré atención a la hora que marca el reloj. Así pues, salgo a la calle con el propósito de encontrar el empleo ideal.
Camino por las calles preguntando en cada negocio con el que me topo si necesitan un ayudante, pero todos ellos me dan la misma respuesta, un rotundo"no". A pesar de que las negativas son abundantes, mi estado anímico no decae. Tal vez se deba a mi característica cabezonería. Esa que me recuerda una y otra vez que debo conseguir sí o sí lo que me propongo y que debo creer fielmente en mi palabra.

Mi teléfono móvil comienza a sonar, así que me dispongo a sacarlo del bolso. Cuando enciendo la pantalla me encuentro con una llamada perdida de Álvaro.
Mi corazón da un vuelco al leer el nombre que muestra la notificación. Las ganas de devolverle el reclamo intentan dominarme por completo pero, aún así, me niego a ceder, a pesar de ser lo que deseo.
Si verdaderamente quiero dejarle atrás, debo poner distancia. Además, probablemente quiera convencerme de que vuelva a organizar su boda, pero lo que él no sabe es que eso sería como autodestruirme. Es mejor así. Al menos, me he convencido a mí misma de que debe ser de ese modo.

Al pasar junto a un escaparate de una tienda de ropa visualizo un papel pegado con fiso al cristal, en el cual se ofrece un puesto de dependienta. Me acerco a este y me entretengo leyendo las características que solicitan y al percatarme de que las cumplo, decido entrar en el interior para ofrecerme. La tienda es amplia y cuenta con muchos maniquís, los cuales portan vestidos elegantes. Una chica rubia está colocándole una falda ajustada a un maniquí que cuenta ya con una blusa blanca. En un extremo de la estancia hay un mostrador, tras el que hay una mujer rubia con un cuerpo tan bien modelado que me recuerda a la muñeca Barbie. Avanzo en dirección a esta última, haciendo alguna que otra pausa para examinar alguna prenda.

-Good morning. I want to apply for the position for the shop assistant.

-¿Española?

-Oh, gracias a Dios, alguien que habla mi idioma. Estoy interesada en el puesto vacante que ofrece como dependienta. ¿Sabes? Acabo de mudarme aquí hace poco y me gustaría hacer vida normal, ya sabe.

-Ni que lo jures...-dice en un tono de voz apenas audible.
La chica me observa de arriba a abajo. Frunce tanto el ceño cuando llega a mi sudadera blanca con fresas que temo que éstas se vayan unir. Tras examinarme, toma apuntes en una libreta, olvidándose por completo que estoy ahí.

-¿Y bien?

-Parece que reunes casi todos los requisitos.

-¿A qué se refiere con casi todos?

-Es bastante obvio, ¿no crees?

Su mirada viaja hacia algún lugar de mi cuerpo y yo, con tal de averiguar a qué se refiere, la sigo. Esta va a parar a mi extravagante sudadera, la cual parece causar cierto descontento en la chica del mostrador. Aunque, no entiendo qué tiene que ver mi estilo de vestir con mis habilidades para desempeñar el trabajo que solicito.

-No puedes vestir así. Si quieres este puesto vas a tener que cambiar tu forma de vestir por otra más sofisticada. Te vendría bien utilizar una blusa, una falda y unos tacones. O tal vez un vestido negro con unas plataformas doradas. Sí, quizá te venga bien. El caso es que aparentes formalidad y poderío. Así que, te recomiendo que si de verdad estás interesada, visites una boutique y emplees a fondo tu tarjeta de crédito.

Sus palabras me ofenden pero aún así no puedo llevarle la contraria, necesito este trabajo para prosperar en mi nueva vida. Así que, me limito a asentir, a pesar de no estar de acuerdo. Tras mantener una larga conversación con ella acerca de las condiciones del empleo, decido marcharme de allí con el único propósito de visitar la boutique más cercana para acabar con toda esta tontería. Al parecer, la más próxima se encuentra dos negocios más adelante, así que no me lleva mucho tiempo alcanzarla. Antes de entrar, me detengo justo enfrente del escaparate y observo un modelo de un vestido azul marino que porta un maniquí y me imagino a mí misma con este puesto. La imagen que se forma en mi cabeza no define exactamente la persona que soy pero no me queda otra que aceptar la realidad tal y como se presenta. Y finalmente, me adentro en ella. Una mujer de cabello canoso y cuerpo regordete me atiende de inmediato puesto que se halla junto a la puerta, colocando unos carteles de promociones.

-Good morning-me saluda sonriendo.

-Good morning.

La mujer se toma la libertad de tomarme de la mano y conducirme hacia unos maniquís que llevan vestidos sofisticados, de esos que a partir de ahora voy a tener que utilizar.

-What are you looking for?

-I have no idea.

Me dedica una sonrisa a cambio. La señora de cabello canoso se dirige hacia un estante, del que coge una percha que porta un vestido turquesa de mangas largas, cuya extensión concluye justo antes de alcanzar las rodillas. A continuación, me hace entrega de un abrigo blanco y unos tacones negros.

-Come with me.

Me conduce hacia una sala más pequeña que contiene en el centro una plataforma circular que desprende una tenue luz dorada. Las paredes son marrones y hacen juego con las luces y con los marcos de los cuadros. En un lateral hay un escritorio en cuya superficie hay unas tijeras, un par de dedales, hilo de coser, una caja con botones de todo tipo y una almohadilla en la que se distinguin las cabezas de los alfileres. Me indica que me cambie de ropa en el probador y que luego me suba a la plataforma con el fin de cogerme las medidas.

Le doy la espalda y emprendo una marcha en dirección a la puerta que me señala. Al situarme frente a esta surjen ciertas complicaciones para abrirla, ya que llevo ambas manos ocupadas. Por suerte, la mujer, al percatarse de ello se ofrece a echarme una mano.
Me adentro en él tras darle las gracias por su ofrecimiento y cierro la puerta tras mí. Lo primero que hago es valerme de los percheros para liberar mis extremidades, con tal de proceder a deshacerme del atuendo que llevo puesto.
A medida que voy colocándome las prendas me observo en el espejo con detenimiento como las áreas descubiertas de mi cuerpo son ocultadas. Una vez termino, me tomo la libertad de contemplar mi nuevo aspecto, el cual me regala el reflejo de una chica totalmente diferente a la esperada. Esta ha sustituído sus vaqueros azules y su sudadera blanca con diseño de fresas por un vestido turquesa y sus inseparables vans por unos tacones que mienten sobre su altura. El abrigo que porta contribuye a resaltar su poderío. Aunque, su rostro muestra a una persona confusa y disgustada por los cambios que se están produciendo en su vida.

-You are beautiful.

Me subo a la plataforma haciendo caso omiso a su halago sobre mi nuevo aspecto y me dejo coger las medidas sin oponer resistencia. La señora que me acompaña viaja de un extremo a otro de la estancia para obtener los materiales que precisa para llevar a cabo su objetivo. Yo, mientras, permanezco inmóvil, con la mirada perdida en el cristal que muestra la persona en la que me estoy convirtiendo, esa que estoy empezando a odiar.
Tengo la sensación de que esta no es la vida que quiero, es más, ni siquiera se le parece un poco. No estoy dispuesta a cambiar mi forma de ser, eso es la gota que colma el vaso. Me gusta ser Ana, la chica que usa prendas extravagantes, la que se despierta con una alarma y no con las bocinas de los coches, la que está orgullosa de trabajar en la floristería que tanto le ha costado poner en marcha, esa que adora contarle sus problemas a su mejor amigo y que a cambio recibe de su parte un abrazo, esa Ana que tiene que lidiar con las ocurrencias de su padre y con el drama de ser tía de forma repentina, a la que la fastidia una y otra vez cuando se encuentra en una situación incómoda, esa que presume de su Volkswagen Beetle rosa y se pasa a piola todas las señales de tráfico. Sí, esa soy yo.
No quiero convertirme en la chica que espera en su casa a que su chico vuelva de estudiar, ni la que viste ostentosos vestidos con tal de aparentar ser algo que no es, ni quiero trabajar como dependienta en esa estúpida tienda, ni siquiera deseo vivir en una ciudad en la que el sol apenas brilla y los sonidos de las bocinas son más corrientes de lo que parece. No quiero obligarme a aprender un idioma que detesto, sería como amargarme la vida y yo lo que quiero es vivir y ser feliz. Y está claro que en Nueva York no voy a serlo.

-I do not want this.

-What?

-I do not want to change the person I am to fit here.

-Darling, follow your dreams.

Me bajo de un salto de la plataforma y le doy un abrazo a esa señora. Luego, emprendo una carrera en dirección al probador, lugar en el que me despojo de la ropa lo más rápido que puedo y vuelvo a ponerme mi querido atuendo.

Al llegar a casa lo primero que hago es colocar la maleta sobre la cama y abrir el armario de par en par. Empiezo a guardar la ropa en el interior del equipaje lo más rápido que soy capaz.
A medida que voy doblando camisetas me acuerdo de las veces que Andrés ha hecho esto por mí y de lo triste que estaba la última vez que lo hizo. Cuando me vea de nuevo allí se va a llevar una alegría muy grande, de eso no me cabe la menor duda. Yo también estoy deseando volver a casa y hacerle frente a la situación siendo yo misma.
Una vez termino de hacer el equipaje, lo bajo de la cama y lo arrastro en dirección a la cocina, lugar en el que dejo sobre la encimera una nota escrita a las apuradas. Sé que no es mejor forma de despedirse pero Carlos va a volver tarde y no puedo perder tanto tiempo.

Querido Carlos

Espero que algún día puedas perdonarme lo que voy a hacer. Créeme para mí esto no es fácil.
Me he dado cuenta de que ésta no es la vida que quería, no eres el culpable de ello, tú eres el chico con el que fantaseamos todas las mujeres. El problema soy yo, que estoy anclada a Sevilla y a las personas de allí. Por ello, he optado por volver a casa, ya que ayer, hoy y siempre he pertenecido a ese sitio.
Tal vez no comprendas mi decisión y probablemente estés confuso y pongas en duda nuestra relación, así que por ello quiero aclarar que te quiero muchísimo. Pero, a veces, el amor y el deseo van juntos y, en otras ocasiones, van cada uno por su lado.

Te deseo de todo corazón que seas muy feliz y que consigas todas las metas que te has propuesto en la vida. Espero que algún día encuentres a esa persona que esté hecha a tu medida y que no tenga dudas de cómo vivir. Mereces a alguien que te ame a cada segundo sin importar lo que pueda suceder mañana. Cuando le conozcas sabrás que es la indicada y no vas a tener que preocuparte por si siente lo mismo que tú porque ten por seguro que así será.
Eres increíble, no dejes que nadie lo ponga en duda jamás.

Te quiere, Ana.

Me marcho de la que es mi nueva casa, dejando atrás los escasos recuerdos compartidos con Carlos. Cuando cierro la puerta detrás de mí siento como un sentimiento de malestar me invade pero no le doy mucha importancia, puesto que sé que estoy haciendo lo correcto y sé que aunque él lo vaya a pasar mal una temporada, va a superarlo y estoy segura de que va a conocer a alguien mucho mejor.
Una etapa de mi vida llega a su fin pero, ¿quién dice que es la última? Estoy a punto de empezar a ser la mejor versión de mí y no pongo en duda que van a presentarse muchas situaciones cómicas de ahora en adelante.

Le indico al taxi que me lleve al aeropuerto lo antes posible. Me muero de ganas de retomar mi vida anterior y voy a hacerlo empezando por una disculpa hacia una persona en concreto. Clara tenía razón, no estaba siendo racional. Ahora comprendo qué es lo que quería darme a entender y por ello, sé como hacer las cosas. Quizá deba verle el lado bueno a las situaciones que se plantean, tal vez la organización de esa boda sea el primer paso hacia un futuro mucho mejor. Sea como sea, estoy deseando aprovechar esta vida, que a fin de cuentas, es la única que tenemos.

Mi avión aterriza entrada la tarde, regalándome las ventanas del avión unas preciosas vistas de un cielo celeste y despejado, cuyo sol brilla con intensidad.
Cierro los ojos en un intento de disfrutar de ese momento y archivarlo para poder rememorarlo en otro instante. La luz solar se proyecta en mi rostro, dotando a mi piel de una calidez agradable.
Cuando vuelvo a abrirlos me encuentro con las cristaleras del aeropuerto que brillan como consecuencia del impacto de los rayos de sol.
Camino por el corredor arrastrando la maleta debido a su elevado peso. Los pasajeros me observan desconcertados, quizá sea por el hecho de tratar así mi equipaje o tal vez por la enorme sonrisa que muestro. A medida que dejo atrás la puerta de embarque siento que falta cada vez menos para alcanzar mi destino y ello me hace inmensamente feliz.

Me valgo de otro taxi para que me lleve a casa de Álvaro. El hecho de poder hablar mi idioma sin preocuparme de si me entenderán me facilita las cosas. Es increíble como algo tan simple como la forma en la que te expresas puede condicionar tanto tu vida. Me alegro de no tener que depender del maldito traductor de google que, cuando no se equivoca, es extraño. Además, no entiendo ni papa del inglés y encima pretendía hablarlo como si nada. Así soy yo, una chica que no piensa en las cosas antes de hacerlas pero eso ha cambiado, ahora sé que hay que pararse a reflexionar antes de tomar una decisión.

Una casa enorme se alza al otro lado del cristal de la ventana pero, a pesar de su tamaño, sé que no refleja a la persona que vive en ella, pues sé que a Álvaro no le interesa la fortuna ni el puesto que ocupe en la escala social. Lo importante para él es disfrutar de cada momento y hacer todo lo posible por hacer que estos sean inolvidables.

Para mi sorpresa, la puerta principal de su hogar acaba de abrirse de par en par y un chico está saliendo por ella. Me bajo del taxi dispuesta a alcanzarle antes de que se marche. Álvaro se da media vuelta y al visualizarme a lo lejos permanece inmóvil en su posición, con su mirada fija en mi persona. Mientras él se toma un tiempo para analizar la situación, yo camino hacia su persona con paso decidido. A medida que avanzo se presentan en mi cabeza los recuerdos vividos con él a modo de flashes, manifestándose más nítidos que nunca. Es como si estuviese asistiendo a una película sobre la que ha sido mi vida los últimos meses.
Lo que más me sorprende es que me gusta lo que veo en ella.

-Ana...-susurra en el momento en el que me enfrento a él-, ¿qué estás haciendo aquí?

-Álvaro, escucha, he reflexionado en todo este tiempo y me he dado cuenta de que no puedo haceros esto, así que, si aún estoy a tiempo, me gustaría continuar organizando vuestra boda. Entenderé si es tarde o si no queréis. Mi comportamiento no ha sido el más adecuado y no me extrañaría nada que me pusiéseis bonita ...

-Llegas justo a tiempo para salvar la situación.

-Eso es genial.

Ambos nos quedamos mirándonos como si hiciese una eternidad que no nos vemos. La forma que tiene de observarme me transporta al sueño que tuve con él, en el que me contemplaba como si fuese un cielo lleno de estrellas.

-¿Por dónde empiezo?

-Mañana a las doce te espero en la Hacienda Azahares, hay que ultimar la decoración. Alonso estará allí para echarte una mano.

-Allí estaré. Nos vemos mañana.

Asiente.

Empleo todas mis fuerzas en darme media vuelta puesto que sus ojos me invitan a seguir mirándolos. Cuando apenas he caminado unos pasos caigo en la cuenta de que Álvaro me llamó el otro día y aún no me ha dado una razón, así que me giro y me enfrento a su mirada.

-Álvaro.

-¿Sí?

-El otro día recibí una llamada tuya. Me preguntaba qué querías.

-Nada. Me equivoqué al marcar-responde. Mantiene la cabeza gacha unos segundos y luego vuelve a elevar la vista-. Tengo que irme-hace además de marcharse pero antes de hacerlo se vuelve hacia mí-. Ana, me alegro de que hayas vuelto.

-Y yo de volver.

¿Y yo de volver?, pero, ¿a quién se le ocurre responder de semejante manera? ¡Ay, Ana, no aprendes a controlarte en las situaciones incómodas! Me figuro lo que está pensando ahora mismo Álvaro. Probablemente esté planteándose si ha hecho bien encomendándole la organización de su boda a una chica majara. Lo más seguro es que se haya equivocado. Pero qué más da eso ahora. Lo importante es que tengo una segunda oportunidad para hacer las cosas bien y no pienso desperdiciarla por nada del mundo.

Al llegar a casa están todas las luces apagadas y las persianas bajadas. Vale, esta situación me está preocupando bastante. Espero que a mi padre no se le haya ocurrido la idea de vender mi piso o de ser así voy a entrangularle con mis propias manos.
Como consecuencia de la oscuridad a la que está sumido el pasillo, me valgo de las paredes para avanzar sin tropezar con ningún objeto, aunque algún que otro golpe me llevo.
Una vez alcanzo el salón, estiro el brazo para pulsar el interruptor de la luz.
Sin previo aviso, las luces se encienden y de detrás de los muebles aparecen mi padre, Andrés, Clara y Marcos gritando ¡Bienvenida a casa!. Mi progenitor y mi mejor amigo agitan por encima de sus cabezas unos carteles en los que se puede leer "Prefieres la carne de aquí, ¿eh?" y "¿no has encontrado la manera de entrar en calor allí?"

-¿Cómo sabíais que volvía?

-Me lo dijo Paca, tu vecina-se adelanta mi padre-. Dice que te vio en el aeropuerto y vino corriendo a contármelo a mí. Bueno, de paso me recomendó que te buscase un madurito porque tenías un aspecto muy paliducho. Ya sabes, esa mujer relaciona cualquier cosa con el sexo. Me sorprendre que siga tan activa a los ochenta años.

-Qué fuerte, ¿no? Tan mayor y sigue tan activa sexualmentr-añade Clara, quien está comiéndose un pastel de chocolate.

-Lo más fuerte es que está saliendo con un chico de diecinueve años-aporta Andrés como dato importante-. Bueno, Ana, nos volvemos a ver las caras. Esa vieja tiene razón, estás muy paliducha, ¿has fornicado poco?

Me encojo de hombros.

-No te preocupes, hija, hoy mismo te llevamos a un cabaret para que te sirvas.

-¡Papá! No necesito ver a tíos desnudos, gracias. Y mi palidez se debe a que estoy algo mareada del viaje.

-¿No estarás embarazada?-Manuel se cubre la boca con ambas manos en un intento de reprimir un grito-. Te dije que me llamaras si necesitabas ayuda con las gomitas.

-No lo estoy.

-Qué susto me has dado. Creía que iba a tener que estar pendiente de dos críos a la vez. Si ya es difícil con uno, imagínate con dos.

-Hablando del embarazo, aprovecho para decir que hoy he ido a hacerme una ecografía con Marcos para ver cómo va todo y nos hemos llevado una sorpresa.

-Vienen dos-concluye Marcos con su espléndida sonrisa.

Mi padre se desmaya en el momento en el que oye la palabra "dos". Andrés lo coge justo antes de que impacte contra el suelo y lo lleva al sofá, lugar en el que lo recuesta.

-¿Cómo que vienen dos?

A mí también se me ha quedado la cara como un poema. Ni siquiera me he hecho a la idea de que voy a ser tía y me acabo de enterar de que se trata de una partida doble.

-Pues eso, que la doctora nos ha dicho que hay dos embriones-aclara mi hermana.

-Joder, Marcos, eres un semental. Ni se te ocurra donar semen o vas a provocar la sobrepoblación en el mundo.

-Te sorprendería saber cuántos tíos tengo.

-Bueno, será mejor que todo esto se tome con calma, no vaya a ser que le dé a papá otro chungo de esos.

-Ana, ¿tienes ginebra?-me pregunta Andrés, quien está arrodillado junto a Manuel.

-O sea, que mi padre está desmayado y, en vez de ayudarle, te pones a pensar en beber.

-Es para hacer que vuelva a estar consciente.

-Ah. Está en el mueble que hay junto al vitrocerámica de la cocina.

Andrés se pone en pie y se pone rumbo a su destino. Yo me sitúo junto al sofá y le acaricio a mi padre la escasa cabellera a la par que recuerdo aquella vez que se planteó hacerse un injerto de pelo.
La actual pareja de Manuel regresa a su posición anterior portando consigo una botella de cristal y un poco de algodón.

-Espero que con esto valga -coloca el trozo de algodón impregnado de ginebra en la entrada de las fosas nasales de mi padre. Éste se mantiene inmóvil a pesar de nuestros intentos por obligarle a respirar ese olor semejante a la colonia.

-¿Y si está muerto?, ¿qué voy a hacer yo ahora?

-Ana, papá tiene más vidas que un gato. Anda, apartad, voy a intervenir yo o sino nos vamos a llevar aquí todo el día.

Clara le arrebata a Andrés de las manos la botella de ginebra y con un ágil movimiento vierte gran parte del contenido en el rostro de Manuel.

-Pero, ¿qué haces, loca? La idea era hacerle recuperar el conocimiento, no embriagarle-le reprende Andrés, quien observa preocupado a su actual pareja.

De repente, mi padre empieza a toser y hace una mueca de desagrado.

-¡Ay, hijas, creo que he visto a Jesucristo!

-Será exagerado- se queja Clara, entornando los ojos.

-Papá, te has desmayado, es normal que te sientas deshubicado.

-No, Ana, escúchame, está ahí, al otro lado del edificio.

Todos los presentes cambiamos el rumbo de nuestro mirar hacia la dirección que indica mi padre. Al parecer lo que llama la atención de Manuel es el bloque de enfrente, en concreto una ventana, en la cual hay un hombre con cabello y barba largos y castaños, quien se encuentra regando unas plantas que yacen en el alféizar de esta.
Al percatarse de nuestra detenida observación, eleva la regadera y la agita a modo de saludo.

-Pero si ese es Manolo, el vecino del bloque de enfrente-dice Clara, quien se hace con otro trozo de pastel y se lo lleva a la boca.

-Llámalo como quieras. La cuestión es que cuando fui a visitarle a su despacho, le encontré subido a una bola de demolición, desnudo. Figúrate cómo me quedé yo. De piedra, por supuesto. El hombre, al darse cuenta de que estaba allí, fue tan amable de atenderme. Estuvimos hablando sobre la caída del pelo, los kilos de más, etc. Bueno, lo importante es que me dijo que debía volver al mundo terrenal y como guinda, me dijo que estaba muy paliducho, que eso era porque estoy falto de sexo.

-Pero, ¿seguía desnudo mientras charlábais?

-De verdad, Clara, estás más salida que el pico de una mesa. Y tú, chico, más salami y menos hacer niños.

-Lo tendré en cuenta-dice Marcos, con una sonrisa.

-Por cierto, ¿por qué estoy empapado de ginebra?

Comenzamos a reír al unísono. Mi padre, mientras, se dedica a formular preguntas relacionadas con el derroche de alcohol, las cuales rara vez son respondidas, ya que nuestra risa se antepone a todas ellas. Y allí permanecemos, rodeando el sofá en el que está recostado Manuel, quien intenta sin éxito recuperar alguna gota perdida de ginebra. Al darse cuenta de que se trata de un caso perdido, deja caer la botella al suelo, la cual se rueda por él.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top