Extra 2

"Feliz navidad, Grinch"

Luna

Ha sido un año bastante caótico.

Desde que Sol se fue a Australia no fue fácil. Para empezar, no tenía ganas de vivir. Apenas salía de mi cama y si lo hacía era solo para darle de comer a Julieth. Lloraba bastante seguido y eso que no lloro nunca.

A medida que pasaba el tiempo aprendí que mi relación con Sol sería así a partir de ahora y que si solo me recostaba a llorar lo nuestro no llegaría muy lejos.

Así que intente hacerlo por ella. Por nosotras.

Ambas sabíamos que no iba a ser nada fácil y lo confirmamos a medida que pasaban los meses.

A penas podíamos hablar por teléfono y era en horarios de madrugada. Había semanas que directamente no nos podíamos hablar, solo mensajear y solíamos responder unas cuantas horas después.

Y como si toda esta locura no fuera suficiente tuve que empezar mi último año. Me di cuenta—un poco tarde—de que quería ser alguien importante en la vida y quería estudiar literatura. Así que por primera vez en la vida me puse a estudiar.

Dejé de faltar a la escuela e intenté aprobar todos mis exámenes. El profesor Orión se sorprendió por mi cambio tan repentino, pero está muy orgulloso de mí. Se puso a llorar cuando saqué mi primer diez. Sol también lo hizo.

Pero no todo fue color de rosas, o no, en mi vida nada es de ese color. Mientras estudiaba tenía dos trabajos para poder pagarme mis estudios en la universidad, eso significa tener nada tiempo para cualquier cosa que fuera aparte de la escuela y el trabajo.

Por esas razones casi no podía hablar con Sol. Fue sin duda el año más estresante de mi vida y lo peor de todo es que aún no termina.

Solo me falta una materia para graduarme. Solo una y es mi enemiga desde que entré a esa maldita escuela. Matemáticas.

Como la odio. LA ODIO. Jamás logro entenderla y si lo hago siempre me ponen algo que me faltó estudiar en el examen. Siempre sacaba cincos y con mucha suerte un seis.

Pero no todo es malo, ahora se está acabando el año. Sol está aquí para navidad y año nuevo, y para ayudarme en matemáticas. Porque la ridícula está sabe mucho de matemáticas. Ella sabe mucho de cualquier materia era la mejor de la clase cuando vivía aquí y en Australia también.

—¿Qué tal si me rindo? —llevo mis manos a la cara tapándome los ojos de modo de estrés, Sol solo me mira negando con la cabeza.

—Vamos, Luna. Te falta poco.

—¿Cuántos casos me faltan?

—Bueeno, teniendo en cuenta que aún no te sabes muy bien el tres, te faltan cuatro casos y luego repasar todo.

Me quiero suicidar. ¿Alguien me presta una pistola? Pero no para mí, sino para mi profesora de matemáticas. Yo prefiero tirarme de un edificio así es más dramático.

—Oye, deja de pensar en suicidio y matar a la profesora. Mejor concéntrate aquí.

¿Acaso lee mentes?

—Y no leo mentes, solo que te conozco muy bien.

Sí, lee mentes.

Sol se acerca a mí con una sonrisa de boca cerrada y yo la miro con malhumor. Aun así, no le importa, intenta seguir explicándome.

—A ver, esto es básico. ¿Cuánto es +1-8=?

—9

—Nop.

Aaah, quiero llorar.

—¿No era que se multiplicaban los signos o que sé yo?

—No, eso es cuando...

Así estamos una hora sentadas en la silla. Sol está decidida a que yo entienda, pero con los gatitos de Julieth molestando, los hermosos ojos de Sol distrayéndome y mi pequeño cerebro no es muy fácil. De a ratos distraigo a Sol con besos para que se olvide, pero ella no tarda en darse cuenta de lo que estoy intentando hacer y vuelve con lo mismo.

Ya a las dos horas se rinde solo porque ve la hora y se da cuenta que le va a cerrar el centro comercial para comprar decoraciones de navidad.

Se está acercando la tan querida fecha de Sol y yo detesto la navidad tanto como Sol odia las verduras. ¿Por qué? Porque jamás tuve una navidad bonita en mi vida. Jamás tuve un árbol ni una casa para decorar, mucho menos una familia para compartir regalo y dinero para comprarlos.

Y por lo que me ha contado Sol su navidad siempre fueron muy diferentes. Tiene un árbol que toca el techo, siempre tuvo un millón de regalos y se divertía mucho con su padre. Cuando murió su papá la navidad para ella siguió siendo una fecha especial porque la compartía con Mercurio y Venus, y era la única fecha del año donde su madre no se comportaba como bruja.

Es más, un año le regaló de esos autos para niños, el cual Sol no tardó en chocar. Solo duró dos días ¿y saben que hizo su mamá? Le compró otro, el cual duró un mes. Y luego otro, el cual sigo vivo hoy en día y solo usó tres veces en la vida.

Las personas como Sol suelen darme mucha rabia, por eso y otras razones no me agradaba del todo al principio, pero luego conocí su personalidad y me enamoré de ella.

Ahora mismo nos estamos abrigando para salir. Afuera está nevando y hace mucho frío. Yo solo me pongo buzo y una campera abrigada arriba, Sol se pone un gorrito de lana, una campera de peluche, su bufanda que tanto ama y unos jeanes normales.

Esperamos afuera unos segundos a que el colectivo pase. Sol me molesta y me tira bolas de nieve, yo solo me dedico a mirarla mal desde la reja de su casa y luego soy yo la que la molesta con las bolas de nieve.

Así estamos unos cuantos minutos hasta que el colectivo nos recoge y vamos al centro comercial.

Toda la cuidad está decorada con cosas de navidad. Luces, muñecos de Santa Claus y muchos árboles.

—Que dices, Luna. ¿De qué color decoro el árbol este año? Estaba pensando en rosado, pero me gusta el dorado, solo que siempre lo decoro de ese color y me gustaría cambiar un poco—me pregunta deteniéndose en un sector lleno de bolas de colores llenas de brillo y demás decoraciones.

—¿Qué tal si quemas el maldito árbol y toda esta asquerosa tienda llena de decoraciones? En mi opinión será mucha más divertido que decorar un árbol—le digo con toda la alegría del mundo.

—Ay, Luna, tú y tu espíritu de Grinch no son divertidas. Vamos, ayúdame a elegir.

—Ya te lo voy diciendo desde el principio. No quiero regalos, ni suéteres asquerosos con algún reno, ni galletas, ni mucho menos gorros como los que estás viendo ahora mismo.

—Terminarás cediendo a mis suplicas, Luna. Siempre lo haces.

—No en esta fecha del año.

—No entiendo porque odias la navidad. O bueno, si entiendo, pero ahora si tienes familia. Me tienes a mí, a Marte, Mercurio, Venus, Saturno. También tienes un hermoso árbol y sí tendrás regalos este año. Entiendo que la navidad te traiga recuerdos malos, pero déjame intentar crear recuerdos buenos. Ya no estás sola, Luna.

Sol me agarra la mano y se pega a mí para darme un beso corto en los labios, yo me la quedo viendo pensativa.

Si pienso en navidad lo último que llega a mi cabeza es noche de amor, pero Sol tiene razón. Ya no estoy sola y estoy segura de que ella hará lo imposible para que ya no esté amargada en esta fecha, no se lo haré más difícil.

—Compra esferas doradas y violetas. Decoremos el árbol de nuestros colores favoritos—noto su cara de sorpresa, de seguro pensó que convencerme sería más difícil.

—¿En serio dejarás de ser un Grinch? Aaaah, síííí—ella empieza a pegar saltitos y me rio de su acción.

—Eso sí. Nada de suéteres y gorritos. Eso ni loca.

—Okey—me dice con una sonrisa.

Ambas sabemos que terminaré aceptando eso, pero hasta que llegue el momento ninguna dirá nada.

Recorremos el centro de comercial mientras compramos decoraciones. Sol compró un gorrito que baila y un bastón de caramelo gigante. También cosas para hacer galletas y de paso aprovechó para comprar comida para los gatos.

—Oye, desde que llegaste no me has dicho nada de Australia. ¿Cómo te fue? —le pregunto mientras caminamos por el lugar.

Noto como empieza a estrujarse las manos y mira para las vidrieras.

—Oh, genial. Los paisajes son muy lindos y mi nueva casa es genial.

—¿Hiciste amigos? No me has hablado mucho de eso.

—Es que me olvido, la verdad. Sí, hice amigos. Hay un cocodrilo que vive en mi patio, se llama Lilo. Con mamá intentamos sacarlo, pero no quiso irse. Él es buena onda si te mantienes a dos metros de distancia, no le gusta mucho que te le acerques. Luego hay un ornitorrinco muy lindo llamado Rodri, le doy de comer todos los días. Y vi un koala, la llamé Sidney como la cuidad donde vivo. Ella a veces pasa por casa.

—Bueno, me alegra que tengas amigos animales, pero me refería a seres humanos. Me gustaría conocer al ornitorrinco.

—Ah, sí. Seres humanos. Tengo muchos amigos humanos, pero la verdad es que no recuerdo sus nombres ahora mismo. Suelen tender nombres extraños allá—me dice mirando una vidriera, en ningún momento me dirige la mirada.

—Ya. ¿Y qué hay del equipo de porristas? ¿Entraste? Tampoco me dijiste nada de eso.

—Hice la audición y todo, pero no logré entrar—esa última frase la dice con más tristeza—. Pero fue divertido intentarlo.

Con todo lo que me acaba de decir ya me doy cuenta de que Sol no la está pasando muy bien en ese país.

Lo único que sé de ese lugar es que hay muchas serpientes, arañas y canguros. Ella solo me ha contado cosas como esas, está es la primera vez que me habla de cómo le fue y lo dice decaída.

Me acerco a ella y le agarro la mano.

—Se sincera. Vivir en Australia es una mierda ¿verdad? —lo piensa un momento, luego me contesta.

—Lo detesto con mi vida—me dice apretando los labios—. Odio al maldito cocodrilo, a las arañas y serpientes que se meten a mi casa, y la estúpida capitana de porristas y sus amigas que dicen que mi acento es un asco y que aprenda a hablar. Ah, y luego están los estúpidos chicos que piensan que soy una especie de trofeo y hacen apuestas entre ellos para ver con quien me acuesto de ellos.

Le doy un abrazo de la cintura y ella apoya su cabeza en mi hombro mientras caminamos. Creo que se está aguantando las ganas de llorar. Le beso la cabeza e intento apoyarla.

—Tranquila, ya pasará. De seguro el año que viene ya te irá mejor. Este es el primer año—ella levanta la cabeza y yo dejo mis manos en su cuello. Sus cachetes están colorados y sus ojos cristalizados—. Oye, tú no dejarás que esos estúpidos te derroten ¿verdad? Jamás dejaste que nadie te derrote, ni siquiera cuando ya estabas en suelo.

—Cuando yo estaba en suelo tú estabas ahí para darme la mano y ayudarme a levantarme. Tú no estás ahora, tampoco Mercurio, ni Venus. Estoy sola. Ya no tengo a nadie que me ayude a levantarme.

—No digas eso. Puede que esté en otro continente y que no nos veamos en todo el año, pero no estás sola. Siempre estaré para ti, la estúpida distancia no me detendrá—apoyo mi frente en la suya—. Yo siempre estaré a tu lado para darte una mano, y tú estarás a mi lado para ofrecerme la tuya. Siempre nos apoyamos. Siempre estuvimos para la otra sin importar lo difícil que fuera. La distancia no cambiará eso, somos mucho más fuerte que ella y sin importar lo que pase siempre estaremos para la otra. Jamás estaremos solas porque tendremos nuestro amor.

Ella se limpia una lágrima y me sonríe.

—En serio, Luna, sí que eres una emotiva y cursi.

Yo me rio.

—Shh, es nuestro secreto.

Nos besamos unos minutos y luego nos abrazamos fuertemente.

Extrañaba abrazarla. Extrañaba poder hablarle en persona y poder tocarla.

Extrañaba cada parte de ella.

—Oye, deberías escribir un libro ya. Tendría mil frases de amor, de esas que luego lees en internet y dices: Wow, esta persona si es sabía.

—Ya estoy escribiendo un libro, pero no de amor.

—¿Es el que me mandaste la otra vez? Ese me gusta. Me cae bien la protagonista y su amigo.

—Sí, a mí también me agradan. Eso significa que los mataré.

—Ay, Luna.

—Es broma...o no. Quien sabe, aun no terminé de escribirlo.

Ella me empuja y yo me rio. Seguimos caminando por el centro comercial con un carrito lleno de decoraciones y demás cosas.

Cuando ya estamos por irnos Sol ve algo, o mejor dicho a alguien.

Por favor, no.

—Ni siquiera lo pienses.

—Es que...

—Sol, es para niños.

—¿Y? A mi gusta ser como Peter Pan—se da vuelta a verme con una sonrisa y yo la miro seria—. Por favor.

—No

—Síí.

—Que no, Sol.

Dos minutos después estoy sentada en el regazo de un Santa Claus muy regordete y con una barbaja asquerosamente grande.

Sol y sus ideas me sacan de quicio.

—Jo. Jo. Jo. Pero miren que hermosas niñas que tenemos aquí—nos dice Santa.

Viejo pedófilo.

En serio ¿soy la única que piensa que montarse al regazo de un desconocido disfrazado de un viejo gordo que irrumpe en las casas no algo lindo?

Miro a Sol y ella tiene una sonrisa en el rostro.

Bueno...ahora esto no parece tan mala idea.

—¿Cuántos años tienen?

Sol me mira y yo solo niego con la cabeza. Luego le respondo con una sonrisa en el rostro.

—18 años, y ella tiene 17 recién cumplidos—me mira un poco confundido, pero no opina nada al respecto de nuestra edad—. ¿Nos podemos sacar la foto de una vez?

Miramos al camarógrafo, quien está vestido de elfo, y el flash de la cámara me deja ciega, pero la foto salió linda. Sol tiene una gran sonrisa y yo una de boca cerrada.

—Aaaw, saliste tan linda, Luna.

—En la última vez que me subo al regazo de un viejo.

⋇⋆✦⋆⋇ 

Los gatitos de Julieth se están peleando mientras Sol saca todas las decoraciones que compramos. Yo intento separar a los felinos, pero estos me rasguñan a mí también, así que decido dejarlos pelear tranquilos.

Me acerco a Sol mientras me agarro la mano y luego le dejo un beso en la mejilla.

—¿Me ayudarás a decorar el árbol? Necesito ayuda a si termino esto hoy y mañana hago galletas.

—Está bien, ¿demoraremos mucho con eso?

—Na, no creo.

Son las tres de la mañana y recién estamos cenando.

Se nos pasó por completo la hora decorando aquel árbol, y aun no lo terminamos. Solo nos falta la estrella y un par de decoraciones que nos quedaron afuera.

Ahora mismo nos detuvimos para comer. No encontramos un lugar de comida abierto a estas horas, pero si encontramos Nuggets de pollo así que los puse en una sartén y estamos comiendo eso tiradas en el suelo.

—Oye, me dijo mi mamá que vendrá unos días para visitarme y traerme mis obsequios—me dice Sol y ya nota mi cara de disgusto—. Tranquila, no se quedará en la navidad. Se irá a Suiza a pasarla con mi tía.

—No tengo problema si viene aquí, o bueno, si la tengo, pero puedo soportarlo.

—Ella no es mala ahora, Luna. Es muy buena, de hecho. Se disculpó por lo que me dijo y va a terapia. Está intentando cambiar.

—Ya, me alegro por ella, pero yo no le pienso perdonar todo lo que te hizo pasar.

Sol no dice nada al respecto, solo muerde un nugget y suspira. Luego se acerca más a mí se acuesta a mi lado apoyando su cabeza en mi hombro.

—¿Ya te he dicho que te extrañé?

—Yo también te extrañé, ridícula.

—Jamás entendí porque me dices ridícula.

—Porque no tienes sentido. Lo nuestro no tiene sentido y es lo que amo de muestra relación. No necesita tener sentido para que sea perfecto.

—Aaaw, Luuna. Imprime eso en una taza, por favor—me rio y luego de doy un beso corto en los labios.

Estamos unos minutos más así hasta que nos dignamos a terminar de decorar el maldito árbol.

Colgamos un par de esferas y unos renos que compró Sol en algunas ramas y se acerca lo más difícil. La estrella.

El árbol casi toca el techo, así que ninguna de las dos llega, mucho menos Sol. Así que inventamos una manera para llegar.

Estoy arriba de un banco y Sol está arriba de mis hombros con la estrella. Digamos que ella no pesa 4 kilos, así que me estoy rompiendo la espalda mientras intento no caerme del banco.

—¡Sol, no te tambalees!

—¡Eso intento, pero no llego!

¿Por qué me ofrecí a ayudarla con esto?

Veo como el árbol se inclina a mi dirección y me asusto.

—¿Qué mierdas estás haciendo?

—Intentando poner la estrella. ¿Por qué carajos mamá compró un árbol tan alto? —se pregunta mientras intenta poner la estrella, yo ya estoy dejando de aguantar su peso y las ramas del árbol me hacen picar—. ¡Listo! ¡Lo logré! Pero espera a...

No espero ni mierda. Bajo un pie del banco y en vez de pisar el piso, piso una madera de la banqueta haciendo que Sol se caiga y yo detrás de ella.

Ahora ambas estamos tiradas en el suelo con dolor de espalda. Genial.

Por suerte puse cojines por si pasaba esta tragedia, pero como Sol jamás tiene suerte. Se cayó en la parte donde no hay cojines y se rompió la cabeza contra un mueble.

—¿Sigues viva o llamo a la funeraria? —le pregunto agarrándome la espalda adolorida.

—Llama a la funeraria. Me estoy muriendo—ella se agarra la cabeza y yo me acerco como puedo para verla. Por lo menos no sangra—. ¿Tienes hielo?

—¿Por qué tendría hielo? Está nevando afuera.

—Yo tengo hielo en cualquier época del año por si pasan cosas como estas.

—Vale. Bueno, no tengo hielo, peero, si una idea.

Dos minutos después Sol está sacando la cabeza por una ventana mientras le cae nieve.

—¿Esta era tu idea? ¿En serio? Luna, me estoy congelando.

—Pues es el único hielo que tenemos. Ay, vamos, no seas llorona.

—Se me está congelando la cabeza.

—Oh, no. Se te congelarán las pocas ideas buenas que tienes.

—Oooye, no seas cruel. Siempre tengo muy buenas ideas.

—La que tuviste hace un rato no fue muy buena la verdad—le digo.

—Pero funcionó. Logramos poner la estrella. Mira, tú de buenas ideas no puedes hablar porque...—intenta sacar la cabeza de la ventana, pero se pega con el marco y yo me aguanto una risita.

Bueno, dejaré de burlarme porque la pobre ya está llorando.

Me acerco mientras ella llora mirando para abajo y agarrándose la cabeza. Yo le doy un abrazo fuerte.

—Ay, Sol. Cada día más tontita—ella me golpea como puede y le dejo un beso en la cabeza. Luego dejo mis manos en sus cachetes y hago que me mire—. A ver, que tal si te das una ducha de agua tibia mientras te preparo un chocolate caliente y luego nos recostamos con mil mantas arriba. Así te descongelas.

—Voy a ignorar lo último porque no tengo ganas de pelear contigo. Y sí, esa idea me parece bien.

Ella se va a la ducha y yo preparo el chocolate con los gatitos de Julieth estorbando a mi lado.

Aun no sé qué haré con estos gatos. Es decir, me gustaría quedármelos así Julieth no se separa de ellos, pero es un caos tener seis gatitos. Rompen todo, gasto demasiado en comida y son insoportables.

Bueno se me acaba de ocurrir una buena idea.

Alejo a los gatos mientras preparo el chocolate. Le puse canela como le gusta a Sol y esos malvaviscos que se les suele poner. Como detalle extra utilicé unas tazas navideñas que encontré y un puse un bastón de caramelo.

Ya cuando estoy en el cuarto, Sol aparece con la cabeza mojada y su pijama. Es un pantalón verde con pequeños renos en él y una camiseta roja con el mismo reno solo que más grande.

Yo la espero acostada en la cama con los chocolates y cuando entra al cuarto extiendo los brazos a su dirección. Ella no tarda en venir y se tira boca abajo acurrucándose a mi lado abrazándome.

—¿Ya te descongelaste, señorita pijamas absurdos?

—Jaja. No eres graciosa. Y no molestes que estoy cansada—se da vuelta y se frota los ojos, luego ve los chocolates—. Me das uno.

—No. Son míos.

Pone mueca triste y luego le paso la taza.

—Yeyyy. Oye, ¿por qué tú no usas pijama navideño?

—Porque no tengo ni pienso tener porque no lo voy a usar jamás en la vida.

—Pero, ¿no te da frío dormir de musculosa?

—No. Tú eres la única rarita que con cinco mantas encima te mueres de frío.

—Soy una persona friolenta, que puedo decir.

—No digas nada y tómate el chocolate antes de que se te enfríe.

Continuará...

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