Siempre te amé y lo sigo haciendo

Damián

Ese día en la fiesta, tú estabas bien alegre bailando con él y por no decir que muy apegados. Está bien, sé que no debería reclamarte, pero sobre lo que te dije, no mentía. Siempre fuiste y seguirás siendo mi centro de atención más favorito y no tienes ni idea de cuánto luché por mantener mi distancia contigo todo este tiempo, cuando en realidad deseaba volver a abrazarte como nuestros días pasados.

Me disculpo por haber sido un completo cobarde, por haber permitido que mi madre se interpusiera y, sobre todo, por no haber luchado por tu felicidad y bienestar. Volver a sentir tus labios fue una tortura; sin embargo, me arriesgaría otra vez porque comprendí que siempre te he amado y que tal vez era egoísta por no dejar que continuaras con tu vida, pero tan solo la idea de verte con otro, me atormentaba.

Solo quería que sepas que nunca pensé que estabas enferma, de hecho, lo estabas, pero siempre quise comprenderte. Realmente quise comprender lo que una persona con problemas alimenticios pasaba. Quería ser tu refugio.

Yo sabía lo que más te atormentaba y quería repararte de ello.

—¿Cuánto más piensas seguir durmiendo? —ingresó mi madre a mi cuarto —Alice se encuentra abajo, deberías recibirla ¿no crees? 

Ahí estaba mi segundo problema. Alice.

La primera vez que la vi, no dudé en enrollarme con ella, porque vamos, ciego no era y si debía ser sincero, ella sabía calmar mis peores tormentos y realmente eso me asustó en un inicio porque solo Kiara sabía hacerlo, aún así no hubo ni un día en que dejara de pensar en esa muchacha pelirroja. 

Ya antes alguien había pasado por mis mejores fantasías y cuando llegué a conseguirlo, solo ella supo hacerme sentir el hombre más feliz. Sí, se trataba de Kiara.

Ella me entregó su primera vez.

—Necesito cambiarme, retírate por favor —le pedí

Como si no le importara lo que le dijese, ignoró mi comentario.

—¿No me digas que estás disgustado por esa muchachita? 

—No deseo hablar de eso y por favor, necesito cambiarme.

—Escúchame bien Damián. Alice es la indicada para ti, no hay otra persona —contestó mi madre para finalmente salir de mi habitación.

Que triste era saber que la persona que me trajo al mundo no quería apoyarme con la única mujer que amaba más que a nadie, que no aceptara que me sentía tan destrozado porque Kiara en esos momentos debía estar odiándome.

Al bajar, hallé a Alice sentada comiendo unas galletas.

Ella al ver mi llegada se acercó hacia mí para depositarme un beso.

La textura de sus labios era suave y cálido. Eran preciosos, pero no se comparaban con aquellos labios que volví a probar el día de la fiesta. Kiara tenía ese poder de hacer conmigo lo que nadie había podido hacer.

A pesar de que había durado pocos segundos, me bastó para calmar mi saciedad de volver a sentirla. De querer volver a besarla como lo anhelaba desde que la había vuelto a ver.

—¿Te encuentras bien? —interrogó mi novia.

Asentí.

— ¿Se trata de Kiara, verdad?

—Lo siento, no puedo dejar de pensar en ella.

—Así es cuando uno está muy enamorado.

Alice más que nadie sabía que perdía la cabeza cuando se trataba de Kiara y que me moría de celos cada vez que la veía con Shane.

Era gracioso porque teníamos solo un acuerdo entre nuestras familias. No había nada más que solo amistad entre nosotros, pero teníamos que fingir que teníamos una relación que todos envidiaban. Era lo que todos habían creado por el bien de ambas familias.

Escuchamos los tacones de mi madre caminar hacia nosotros y otra vez tuvimos que actuar siendo una pareja feliz.

—Lamento haber venido sin avisar pero me urgía ver a Damián.

—No te preocupes, hija. Esta también es tu casa. Puedes venir cuando lo desees. Damián no pudo escoger a alguien mejor que tú. Eres muy hermosa. 

Alice sonrió mostrando su perfecta dentadura.

Era cierto que Alice era sumamente hermosa, cumplía las expectativas que muchos hombres anhelaban como novia, por no decir que te brindaba la confianza y comodidad al estar a tu lado, pero qué debía hacer cuando mi corazón luchaba por correr hacia la otra parte de Kiara. Qué se supone que debía hacer cuando era a ella a quien yo necesitaba.

—Saldremos. Estaré regresando en la noche todavía —dije fríamente tomando la mano de Alice para ayudarla a levantarse.

—Muchas gracias por las galletas —se despidió Alice. 

—Regresa pronto, por favor —contestó mi madre.

Alice respondió con una sonrisa y cogiéndome del brazo salimos los dos hacia mi auto.

—Hay un lugar que quisiera ir primero —dijo muy animada mientras que nos adentrábamos —Vamos a la cafetería de donde trabaja, Kiara.

—No creo que sea buena idea. Ayer no tuvimos un encuentro bueno.

—Con más razón entonces —no me permitió volver a contradecirle.

Y ahí estaba yo, conduciendo intranquilo. Una parte mía estaba feliz porque volvería a verla, la otra estaba nerviosa porque no sabía cuál sería su reacción y la última era de temor, tenía demasiado miedo de que Kiara solo me ignorara.

Al llegar a nuestro destino, detuve el auto para adentrarnos. Mientras que caminábamos, observé por la ventana la silueta de Kiara.

Ella estaba como siempre preciosa, vestía una blusa blanca con un pantalón azul de tela y unas zapatillas blancas. Su cabello estaba recogido en una coleta alta. Sonreía de lo que su compañera le decía y en serio que solo quería ir hasta donde estaba y volver a plantarle otro beso.

No me había dado cuenta de cuántos minutos la estuve observando hasta que noté como la chica a su lado le codeaba para que volteara a verme. Nuestros ojos fueron conectados y enseguida, su sonrisa se fue borrando de su rostro lentamente.

Alice enrolló su brazo con el mío y me hizo caminar con ella.

—Kiara —la llamó Alice.

—Kiara —también la llamó su compañera. Podía reconocerla, era la joven que me atendió el café.

Ella solo me miraba horrorizada.

Su amiga soltó una risita nerviosa y golpeó la mesa.

—Tenemos clientes Kiara. ¿No sé si te has dado cuenta? —preguntó la chica

—Por favor atiéndelos, Mina. Recogeré la mesa cinco —contestó Kiara

Cogió justo la opción que más temía. Ella solo planeaba ignorarme y hasta evitarme.

—¿Qué? pero si es que a mí me toca recoger la mesa... —no pudo terminar de hablar su compañera.

—Solo hazlo —contradijo Kiara alejándose de dónde estábamos.

—Es ahora o nunca —informó también Alice.

Suspiré.

—Puedo arreglarlo —contesté antes de alejarme.

Caminé hacia donde estaba Kiara y sin pensarlo dos veces, cogí su brazo para salir de ahí.

—Pero qué... Tú... —su cuerpo temblaba a mi toque.

La había dañado por segunda vez.

—Solo te pido una oportunidad, prometo que lo solucionaré, pero necesito que me escuches.

Abrí la puerta de mi carro y sus ojos se agrandaron.

—No pienso... —la cargué— ¡En serio que te voy a matar, Damián!

Era en vano que protestara, ya nos hallábamos dentro y rumbo a un lugar tranquilo donde sabía que podríamos hablar sin ser interrumpidos.

Necesitaba conversar con ella y poder quitarme este peso que no me dejaba estar tranquilo. Ella debía saber con seguridad que yo la amaba y que jamás lo había dejado de hacer.

Detuve el auto y el temor regresó a mí. Porqué debía seguir siendo un completo cobarde, porqué no podía decirle todo lo que mi corazón guardaba desde muchos años atrás. 

—¿Por qué haces esto? 

—Tú sabes la respuesta, Kiara.

De nuevo un silencio profundo nos rodeó.

—Tu madre me detesta.

—Pero yo te amo.

—Y Alice te ama.

Me quedé en silencio tratando de controlar mi desesperación de decir la absoluta verdad. Todo era sumamente complicado y aún no estaba ni si quiera preparado para poder decirle que en realidad en pocos días anunciarían mi compromiso con Alice. Un compromiso que definitivamente yo no quería.

Kiara, giró su rostro para observarme.

—¿Entiendes ahora? 

—No quiero entenderlo.

—No se trata de entender, se trata de que tú tienes novia y que —volvió a mirarme en silencio —no puedo estar contigo.

—¿Por qué insistes en lastimarme? 

Sentía que la perdía y dolía como nunca antes lo había sentido.

—Porque es mejor así, lo nuestro quedó en el pasado y tú no eres el indicado para mí, ni tampoco yo lo soy. Sabes por lo que pasé y yo no quiero arrastrarte a ello.

Y eso era falso. Sabía que solo Kiara podía cumplir todas mis expectativas y que solo era ella a quien yo quería. Además, con gusto yo la acompañaría toda la vida, yo podría repararla de todo ese mal.

Si tan solo supiera solucionar lo que una vez originé.

—Tengo que regresar al trabajo. 

—Te puedo llevar.

—O tal vez no.

Me atreví a detallar su rostro, el color rojo de su cabello le hacía ver una piel clara. El celeste de sus ojos, era como ver el cielo en ellos y sus labios rosados, me parecían los más hermosos.

Al parecer mi atrevimiento le puso nerviosa porque vi como pasó saliva cuando mis ojos se detuvieron en sus labios por unos segundos más. 

—Solo déjame intentar algo. 

Puso una cara de confusión y yo no dudé en volver a acercarme a ella para volver a atrapar sus labios en un gentil beso que ella volvió a recibir sin rechazarme.  

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