Un fuerte frío recorrió todo mi cuerpo y la duda de haberlo dicho se originó en mí. Era difícil poder conversar de ello pero también era un alivio poder decirlo en voz alta. Solo quería decir lo que tanto miedo me daba.

—Eres una joven muy hermosa, Kiara. A veces cuesta no poder ver ello pero te puedo prometer que no necesitas seguir bajando de peso para decir que estás bien —escuché a Alice hablar —Tal vez no podemos entenderte porque solo tú sabes qué se siente, pero eres una luz preciosa que no todos pudieron reconocerlo en su debido momento.

No me sentía orgullosa de todo lo que me había provocado a mí misma y me sentía peor al saber que muchos de esos pensamientos destructivos seguían aún ahí. Seguía temiendo a engordar pero me esforzaba por encontrar a la Kiara que quería ser alguien sana.

—Sé lo que estás pensando. Sé que aún cuesta —Isabela se pasó la mano por el rostro limpiándose unas pocas lágrimas —Ya no hay alguien que pueda lastimarte, ni si quiera ese hombre o esa tonta familia que te adoptó. No lo habrá porque no estás sola. Ya no.

Isabela era increíble.

Siempre luchó por no dejarme sola y; sobre todo, se esforzó por mucho tiempo para que la anorexia y los vómitos no me volvieran a hallar. Sin embargo, la sensación de estrés y presión, eran traicioneras. Eso me traía ansiedad y era lo que me provocaba querer vomitar. No lo había vuelto a ocasionar por mí misma. Por lo menos ya no desde hace mucho tiempo.

Pero...

Tenía miedo y me había prometido nunca más regresar a esos días. Yo reconocía la gran cantidad de daño que me había hecho y me aterraba ser vencida en su totalidad.

—No quiero seguir siendo un problema —me abracé a mí misma —Gracias por todo lo que hacen.

Shane hizo que me apoyara en él mientras que su brazo derecho me sujetaba fuerte.
Su cercanía siempre traía tranquilidad a mi alma y sabía que no podía rendirme. Shane se había convertido en mi escudo y me amaba como nunca nadie lo había hecho, me lo decía no solo con palabras, sus acciones iban más allá de lo dicho.

Era cierto. Ya no estaba sola. Yo podía ser fuerte y enfrentar a todo lo que me causaba inestabilidad. Podía seguir esforzándome. 

—Hagamos lo que tenemos que hacer. Hagamos lo que realmente queremos con todas nuestras fuerzas y no nos detengamos hasta que lo consigamos —Alice nos miró a todos —¿Están conmigo?

Todos sonreímos con satisfacción a sus palabras. Se suponía que éramos un círculo con muchos conflictos pero terminamos dándonos el ánimo suficiente para tener las ganas de no dejar que lo malo nos manipulara.

—Dalo por hecho. Dejaré esta molesta ropa y usaré la ropa cómoda que siempre he querido —Isabela se quitó los tacos que tenía puesto —Y además... Si debo ser sincera —se giró para enfrentar a Clear —Sí. Me gustas más de lo que puedo creer y no me preguntes cuándo pasó porque simplemente sucedió.

Era mucha valentía lo que desbordaba de mi amiga. Su respiración era muy agitada y sabía que ella se moría de los nervios pero ya no había vuelta atrás. Ya lo había confesado y cuando por fin captó lo que había dicho soltó un grito que hizo sonreír a Clear.

—Nada es lo que parece ¿verdad? —Clear caminó hacia Isabela y tomándole del rostro estampó sus labios con los suyos tomando a mi amiga por desprevenida.

Enseguida todos empezamos a gritar en emoción y aplaudir la escena que habían armado. Yo estaba más que feliz por ellos.

Ambos merecían estar juntos, tal vez habría sido difícil en un pasado conseguirlo pero algo que comprendí con todo lo que había pasado en mi vida, era que todo siempre ocurría por un propósito y en el debido momento. Ese era el tiempo de los dos.

Un tiempo en el que se debía esforzarse por mejorar, aprender y amar en ese proceso. Yo aún seguía esforzándome por aprender a amar a Shane tal y como él realmente se lo merecía. Un amor lleno y completo.

—También me gustas Isabela —declaró Clear tomando su mejilla después de haberse separado.

—¡Eso! Si no lo decían yo misma lo iba a soltar —exclamó Alice levantando los platos del suelo riéndose de los comentarios que le decían Isabela y Clear.

Cuando ella caminó por mi costado tomó mi mano y me mostró una sonrisa amable que me trasmitía mucho.

—Siempre hay luz, aún en la oscuridad. Siempre lo hay —recogió mi plato y me lo entregó.

Yo sonreí como respuesta a sus palabras y no dudé en meterme un bocado. Alice me guiñó inocentemente y se fue a dejar los platos en la cocina.

Cuando era niña siempre había amado comer. Era uno de mis mejores momentos y aunque con los sucesos siguientes eso se volvió un infierno, yo podía dejar mi pasado atrás y pensar solo en mi presente. En lo que yo podía lograr.

—Sabe bien —dije para Shane quien estaba a mi costado.

Él sonrió a lo que había dicho.

—Gracias por ser valiente.

Era lo que podía hacer para dar un sentido a mi vida. Solo yo podía hacerlo.

—¡Shane nuestros padres regresan la otra semana! —Alice regresó al cuarto gritando.

—Pensé que no estarían aquí hasta dentro de tres meses justo el día de la boda.

—Cambiaron la fecha —Damián intervino mirando esta vez a Alice —Todo comienza a ponerse en marcha.

Alice también se mantuvo en silencio observando a Damián desde su sitio.

—¿Estarás bien? —preguntó ella teniendo un gesto preocupado.

Sabía a qué se refería. Contradecir a esa señora sería como armar una guerra entre dos países y también sabía que solo él era quien debía hacerlo. Esa era su propia batalla.

—Lo estaré. Ya lo tengo todo planeado —contestó Damián para después mirarme a mí —¿Puedo conversar contigo a solas?

Todos nos quedamos en silencio. Lo único que se podía escuchar era el sonido del reloj que marcaba en la pared.

Aún me seguía sintiendo en desconfianza cuando se trataba de Damián y más con tan solo pensar que estaría a solas con él.

—Shane puede venir pero quiero conversar contigo a solas —volvió a hablar Damián al ver que no respondía.

—Hazlo. Yo estaré en la puerta esperándolos —aseguró Shane animándome.

Aún estaba insegura pero saber que no iba a estar del todo sola me permitió asentir. Ya estaba hecho. Hablaría con Damián después de mucho tiempo.