Capítulo 8

Otro mes pasó y yo ya no tenía nada de dinero.

    Colin pasaba de mí en cada llamada o peor aún las tomaba su actual mujer y solía solo hacerlo para ofenderme.

    Había visto un pequeño apartamento. No era tan caro ni en la mejor zona pero era eso o seguir aguantando los desplantes de mi padre por lo que tragándome la vergüenza recurrí a mi amiga para un préstamo y poder mudarme cuanto antes.

    Como era de esperarse no dudó en hacerlo y en menos de dos días estábamos con mi hijo en el pequeño apartamento.

    Era semiamueblado con solo una cama, una mesa, dos sillas, un sofá y una pequeña estufa, pero era todo lo que necesitábamos por el momento.

    Aquí estábamos en nuestra primera noche en la nueva casa.

    Me acerqué a mi hijo al verlo mirar alrededor y lo abracé.

—Todo va a estar bien —dije dejando un beso en su cabeza—. No te preocupes.

—Lo sé mamá —dijo con una media sonrisa—. Solo pensaba en cómo ha cambiado todo.

—Lo sé pero poco a poco vamos a ir mejorando —aseguré con la promesa implícita—. Ahora lávate y vamos a ver qué cenamos.

    Le hice una cena bastante básica pero no podíamos darnos lujos, ninguno de hecho.

   Me acosté a dormir en el sofá pensando en cómo iba a sobrevivir si no conseguía trabajo pronto.

    El dinero no era eterno y tenía que buscar una fuente de ingresos que de verdad me ayudara a sostener a mi hijo, pero por lo pronto, al menos había dejado dejado de soportar los insultos de mi padre.

Los días se fueron y con ellos aprendí que la edad y la experiencia eran indispensables en cualquier trabajo por lo que sin dinero volví a pedir a mi amiga que nuevamente sin dudarlo me apoyó, además de mi madre que me dio lo poco que pudo y mi hermano que no me dejó desamparada.

    Me ayudaron y a pesar de eso, los días y la lucha cada vez parecían más duros.

    Poco a poco me desanimaba más y más pero incapaz de darme por vencida terminé por hacer lo que mi madre había sugerido, por lo que comencé a hacer pastelillos y pequeños bocadillos que vendía y aunque no era mucho, se vendía bien pero necesitaba más dinero para invertir y ya no quería seguir prestando.

    Casi cuatro meses y medio habían pasado desde que todo había iniciado y yo cada vez estaba más y más deprimida, además de que sentía que había envejecido diez años en este tiempo.

    Salí de casa en el último intento por conseguir el trabajo.

    Tenía cinco entrevistas de trabajo y aprovechando que mi hijo estaba en la escuela me llevé algunos pastelillos que habían quedado, con suerte lograba venderlos por ahí.

    Empecé las entrevistas una a una y en todas era desechada sin ningún miramiento.

     Miré el reloj. Llevaba fuera de casa casi diez horas en total desde la mañana vendiendo y las entrevistas, y lo peor no había logrado nada, ni siquiera vender más bocadillos. Era como si cada día tuviera un tope de venta, algo que me dijera ya no más. Vender pastelillos era difícil y obtenía muy poco pero al menos lo suficiente para cenar y desayunar al siguiente día antes de salir a vender de nuevo.

    Me metí al último negocio que me había citado y fui recibida por un hombre de cejas depiladas y cabellos radiante.

—Buenas tardes —dije al verlo—. Vengo por la entrevista.

—¡Oh querida acabo de contratar! —dijo con aire dramático—. Justo hace diez minutos se fue la chica, debo confesar que la verdad es que nos  urgía quien nos ayudara con la limpieza.

—Es una pena —dije sin moverme de mi lugar y completamente desanimada—. Muchas gracias de cualquier manera.

    Asintió con un gesto comprensivo y sin esperar más me di la vuelta.

    Desahuciada nuevamente empezaba a caminar de vuelta a casa con el mismo resultado de hace meses, no conseguía nada y la idea de sentirme vieja ya estaba prácticamente arraigada en mí.

    Ya era la mujer vieja y tonta que mi esposo creía y lo era porque con los meses fracasando me sentía así. Era como si yo misma cada vez me desvalorizara más y más, como fuera, lo único que me impedía lanzarme a llorar y arremolinarme en una esquina era precisamente mi hijo y la ayuda y palabras de mi amiga, que aunque sabía no eran mal intencionadas, a mí me hacían ver que la gente sentía lástima por mí.

—¡Espera! —dijo el chico saliendo del establecimiento—. Si quieres esperarme un ratito tengo una clienta que busca una vendedora, puedo llamarle y preguntar. No perdemos nada.

—¿De verdad? —Asintió—. Se lo agradecería mucho. Puedo trabajar de lo que sea y sin problemas de horario.

—No pasa nada —dijo haciendo un gesto restándole importancia—. No te prometo que esté libre aún o que vayan a contratarte pero no perdemos nada preguntando, además de que te atenderá sabiendo que te envío yo.

    Asentí entusiasmada mientras regresaba a la estética y sin esperar, me sentaba para descansar los pies un poco después de tanto caminar.

    Esperé a que hablara con ella al tiempo que se alejaba de mi vista y unos minutos después volvió con un papel en las manos.

—Ten —dijo extendiendo el papel—. Puede hacerte la entrevista ahora mismo. Como dije no prometo nada pero algo es algo.

    Me puse de pie inmediatamente y le di un abrazo en agradecimiento.

—De ti depende —dijo con una sonrisa—. Ahora ve.

—Gracias —dije de nuevo—. No sabe lo que significa para mí.

—No te preocupes, puedo ver cuando alguien luce desesperado por la situación económica —dijo y me sonrojé de la vergüenza—. Hace unos años pasé por lo mismo. Ahora ve y da lo mejor de ti.

    Salí del lugar motivada por sus palabras no sin antes dejarle uno de los pastelillos en agradecimiento. Envalentonada como estaba tomé dinero de lo que había vendido por la mañana para un taxi y llegar cuanto antes.

    Todo el camino fui rogando a Dios que me contrataran con la promesa de darlo todo.

    Una vez llegué toda la emoción se sustituyó por miedo y un poco de pesimismo.

    Era un edificio enorme que destilaba poder y riqueza. Me dio miedo pero ya estaba ahí y no quedaba más que hacer lo mío.

    Me dirigí a recepción donde una chica rubia, hermosa y mejor aún, joven, me recibió e indicó el piso y oficina a donde debería dirigirme.

    Subí al elevador donde por lo menos cinco chicas más igual de guapas que la de recepción sí me encontré y mis esperanzas cada vez se morían.

    Finalmente llegué al piso donde deberían atenderme y nuevamente habían chicas delgadas y hermosas, parecía que las clonaban.

    Pregunté por la chica de la nota y una vez le avisaron ella misma salió para dirigirme a su oficina.

—Pasa y toma asiento —dijo la mujer que lucía espectacular—. Lamento haberte recibido así pero estaba con mi padre ultimando unos detalles.

—Soy Melina Baker —dijo con una sonrisa—. Jefa de recursos humanos y socia de esta empresa.

—Charlotte Johnson —dije extendiendo la mano—. Muchas gracias por la oportunidad.

—No agradezcas —dijo divertida—. Si Paul te mandó es por algo. Él nunca se equivoca.

    Me sentí mal de no haberle preguntado su nombre aun cuando me había ayudado y más aún cuando tampoco le había dado el mío.

—Vienes por el puesto de vendedora —dijo observando mis papeles—. No tienes ninguna experiencia.

   Y ahí estaba, la traba de siempre.

—Nunca he trabajado —dije avergonzada—. Pero aprendo rápido y le prometo que me esforzaré.

—¿Por qué deseas unirte a la fuerza de ventas Baker? —dijo y yo no supe que responder.

—Lo lamento —dije sincerándome—. No sé ni lo que venden.

    Abrió mucho los ojos y comprendí que tal vez la había ofendido.

—¿No sabes a qué nos dedicamos? —dijo incrédula—. ¿No sabes quién es el presidente y socio mayoritario? ¿Baker, Coméstica Baker?

    Sentí que enrojecía de la vergüenza.

—No lo puedo creer —dijo empezando a reír—. Somos una empresa de cosméticos.

—¡Oh! —dije y solo entonces recordé que había visto uno que otro maquillaje por ahí carísimo que ni en sueños me compraba y que llevaban esa etiqueta—. En realidad si los había visto pero justo ahora no lo recordé.

—No importa —dijo conciliadora—. Voy a explicarte un poquito lo que buscamos y lo que ofrecemos.

    La chica empezó a explicar de forma muy dinámica y rápida el giro de la empresa, las funciones que realizaría si me quedaba, el pago, prestaciones y esquema de comisiones, en fin todo lo necesario.

—Espero no tengas alguna duda —dijo al finalizar—. Sé que te sientes ignorante del tema pero no te preocupes poco a poco vas a ir aprendiendo.

    Dijo que aprendería lo que quizás significaba que podía quedarme con el trabajo. El sueldo era bastante bueno y el esquema de comisiones también. Si me esforzaba podría lograr ambos.

—Me ha quedado claro —dije con una sonrisa nerviosa.

—Bien —añadió—. Me ha gustado mucho tu actitud y creo que podemos hacer una excelente vendedora. Solo te falta un filtro y si todo sale bien, pues vuelves conmigo para ultimar detalles e integrarte al equipo. De verdad que nos urgen empieces ya.

    Asentí repetidamente antes de verla tomar el teléfono y hablar con alguien para colgar casi inmediatamente.

—Estás de suerte —dijo poniéndose de pie—. Acompáñame.

    La seguí por el pasillo.

—Vas a tener una pequeña entrevista con el presidente de la compañía y vuelves conmigo al terminar.

    Volví a asentir incapaz de pronunciar palabras y la seguí hasta una nueva oficina.

    Tocó y una vez recibió la confirmación de entrada abrió para pedirme que entrara.

—Te traigo a la nueva chica —dijo mientras el hombre seguía escribiendo—. Cuando termines me haces saber por teléfono y le indicas a ella el procedimiento.

    Dejó sobre el escritorio mis papeles y el hombre afirmó con la cabeza pero no despegó la vista del ordenador.

    La chica me indicó que me sentara y esperara.

    Permanecí en el lugar esperando que el hombre terminara.

    Era un hombre joven, tal vez solo un poco mayor que yo pero lucía muy bien, al menos de perfil lo hacía.

    Se giró para verme e instintivamente me puse de pie.

    Si de perfil lucía bien, de frente era espectacular.

    Parecía un hombre hecho a mano. Con los ojos tremendamente azules, los labios más bellos que había visto y el cabello completamente oscuro, sin hablar de que a pesar de que estaba sentado se veía un hombre fuerte y musculoso.

—Tomé asiento señorita Johnson —dijo dándome un repaso de arriba a abajo—. Mi nombre es Aiden Baker, bienvenida. —Hubo una pausa—. ¿Usted viene por el puesto de asesora de belleza?

—Señora —corregí—. Soy señora y en realidad vengo por el puesto que haya, no importa cuál sea.

—Discupe... Señora —dijo mirando mis manos—. No he visto el anillo y di por hecho su soltería, ahora bien, esa es la única vacante disponible. Creo que ya le han explicado a grandes rasgos de qué se trata el trabajo. Para nosotros la imagen en las asesoras es sumamente importante por lo que somos exigentes con eso.

   Y de nuevo estaban diciéndome que tenía que verme esbelta, repleta de polvos y cabello brillante para verme bien.

—Estoy segura que puedo mejorar mi aspecto —dije un tanto a la defensiva atrayendo su atención por completo.

—No entiendo lo que insinúa o prefiero hacerme el que no entiende —refutó cambiando el tono—. Usted luce hermosa al natural pero las políticas son las políticas y debe acatarlas, vendemos cosméticos por lo que se pedirá un mínimo de maquillaje además del cabello totalmente recogido.

     Escuché sus indicaciones pero me había quedado en la parte en la que dijo que lucía hermosa al natural. Tal vez lo decía por cordialidad, por lástima o por lo que fuera pero de cualquier forma lo que para mí importaba en ese momento era que alguien me había hecho un cumplido. Un hombre para ser específica.

—Sí, entiendo perfectamente. —Suavizó la expresión—. Voy a acatar el reglamento.

—Necesito que use tacones —dijo autoritario—. No necesariamente unos muy altos pero sí al menos algo que la estilice, se le proporcionara un uniforme y tendrá una semana para hacerle los ajustes necesarios. Le han dado ya la información sobre sueldos, horarios y días laborales por lo que lo único que voy a pedirle o más bien exigirle es un buen desempeño.

—Voy a hacer lo mejor posible —dije a punto de saltar de emoción.

—No quiero que haga lo mejor —dijo en tono seco—. Quiero que todo lo que haga sea posible. No vendemos cosméticos, vendemos seguridad y si usted no está segura pierde su tiempo en este lugar. Si no puede pase en este mismo momento a donde vino y hágalo saber.

    El hombre parecía autoritario y bastante exigente y aunque me había molestado el tono con el que hablaba tampoco podía darme por vencida.

—Claro que puedo —aseguré—. Voy a ser una buena vendedora.

    Lo vi hacer un gesto escéptico pero al final no dijo nada y solo asintió.

—Espero tener las mejores referencias suyas próximamente. Vuelva por donde vino y firme su contrato. Bienvenida.

    Me puse de pie extendiendo la mano frente a un hombre que parecía verme con curiosidad. No quitaba la vista de mi rostro y empecé a inquietarme sabiendo que debía verme como una mujer de treinta y cuatro que aparentaba más de cuarenta.

—Muchas gracias —dije al final—. No voy a decepcionar.

—No tiene que prometer nada —dijo con el mismo tono parco—. La espero mañana para empezar a conocer el movimiento y los productos. Que tenga buenas noches.

    Sonreí abiertamente mientras lo veía entrecerrar los ojos y verme. De hecho me veía demasiado...

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