Capítulo 7

—El anuncio no decía nada de eso —respondí empezando a enfadarme—. De ser así deberían especificarlo.

—La entiendo y le ofrezco una disculpa —agregó la mujer—. No sé qué pasó que no pusieron ese dato pero lamentablemente esas son las políticas de la empresa.

    Jalé mis papeles totalmente enojada y salí del lugar sin decir nada. Para una mujer como yo que apenas salía de una separación donde había sido menospreciadas por su edad, escuchar que no calificaba por tener más de treinta era un golpe a mi autoestima.

    Salí del lugar conteniendo las lágrimas y me detuve solo unos pasos pero después de nuevo enfilé hacia la nueva entrevista.

    Caminé dado que no estaban tan lejos y llevaba tiempo de sobra.

    Una vez llegue esperé casi una hora antes de que me atendieran y me dijeran después de pocas preguntas que luego me llamarían.

    Con la tercera entrevista no fue mejor, apenas leyeron que nunca había trabajado en nada me dijeron que buscaban una persona con experiencia.

    La cuarta fui desechada por no manejar con eficacia la computadora.

    La quinta entrevista de nuevo por la experiencia y la sexta y última fue porque no cumplía con el perfil, cual fuera que fuese.

    Volví a casa aún más desmotivada de lo que jamas había estado.

    Buscar trabajo siempre era difícil pero en mi situación era desmotivante, por lo que apenas llegué me miré de nuevo al espejo, frustrada de la situación y enojada por todo lo que estaba pasando.

Los siguientes días no fueron mejor, cada mañana solía salir a la calle y caminar durante horas buscando un trabajo y regresaba siempre con las manos vacías y completamente desmoralizada tras oír en todos lados las mismas trabas: la edad, la experiencia, los conocimientos, la talla.

    Me senté en una de las bancas del parque cerca de la última entrevista del día.

    Saqué mi bolso y conté el dinero. Apenas tenía para volver y al siguiente día no tendría para poder moverme y salir a buscar empleo.

    Suspiré cansada y a punto de soltarme a llorar, me cuestionaba por qué yo, por qué si siempre había sido buena ahora estaba pasando por todo esto, es qué acaso era tan malo haber depositado la confianza en un hombre que resultó ser lo peor.

    La primera lágrima rodó por mi mejilla; ya no sabía distinguir si lloraba de dolor, de frustración o de miedo a enfrentarme a la vida; tampoco quería pedir dinero a mi madre ni a mi amiga. Elinor podría ayudarme pero la vergüenza de no poder conseguir nada me impedía hacerlo, aunado a que mi padre no ayudaba en nada y se la pasaba echándome en cara que mi hijo y yo estábamos de arrimados en su casa.

    Tenía que buscar un lugar pero no quería hacerlo hasta tener un trabajo y la seguridad de que no nos echarían de la casa.

    Busqué mi teléfono e intenté llamar de nuevo a Colin. Tenía que ayudarme con Cody, era tan hijo suyo como mío.

    Marqué en repetidas ocasiones y no hubo respuesta hasta que finalmente tras muchas llamadas respondió.

—¡Qué diablos quieres Charlotte, estoy en el trabajo! —gritó a través de la bocina—. ¿Puedes entender eso?

—Sé que estás en el trabajo —respondí conteniendo el coraje—, pero necesito que me ayudes con la manutención de Cody. No me has dado dinero y bueno yo entiendo que ahora tienes otros gastos pero Cody necesita tu ayuda...

—Y piensas que voy a seguirte manteniendo —dijo ofuscado—. Debes estar loca para pensar semejante estupidez, lo que quieres en realidad es seguir de echada en la casa mientras el idiota trabaja rompiéndose el lomo para que sigas poniéndote más cerda. ¡Trabaja! Yo no pienso mantenerte más. Tengo suficientes problemas para encima atenderte, además mantuve a Cody durante años y dime, ¿tú que hiciste por él? Te diré lo que hiciste, no hiciste nada más que tragar de mi dinero y vivir a mi costa.

—¡Pues visto como fueron las cosas no fue gratis porque era tu sirvienta! —grité al borde del llanto—. Nada de lo que me diste fue gratis porque trabajé como ama de casa.

—Por Dios, eso no es un trabajo —farfulló con el tono ácido—. Era tu obligación. Lo mínimo que podías hacer por tragar de gratis.

—Entonces no vas a ayudarme —declaré convencida de que no lo haría—. Entonces que te aproveche, pero que te quede claro que no voy a quedarme de brazos cruzados.

     Colgué el telefono y solo entonces me puse a llorar de nuevo porque de todas las cosas que pude imaginar de Colin, jamás esperé que le quitara a su hijo lo que por derecho le correspondía, al menos no por dárselo a una mujer que sin duda no lo amaba.

    Me limpié los ojos al ver a la gente pasar y mirarme como si estuviera loca.

    Estaba a punto de preguntar qué de raro había en que una mujer llorara en la calle, es qué acaso nadie se daba cuenta de que en la casa tocaba hacerse la fuerte, sonreír a los hijos, dejar de comer por ellos. ¿Nadie sabía que una madre no tenía permitido flaquear jamás? En casa tocaba callar y fingir. El teatro que mujeres como yo montábamos a diario frente a los hijos para que no notaran la necrosis del alma debía ser brillante.

    Era tal vez la única mujer que sufría aún por el dolor de la pérdida, la única que sentía morirse, la única que sentía que no podía seguir sin su esposo. Quizás solo era yo la que veía las cosas así, tal vez yo sentía que una parte de mí a pesar de todo esperaba que solo fuera un mal sueño y si no lo era, rogaba que existiera una absurda inconsciencia que aniquilara el corazón roto de una vez por todas.

    Mi madre decía que había mujeres de un solo hombre, mujeres de un solo amor y yo justo ahora odiaba pensar que tal vez yo era una de esas mujeres, que yo como mi madre sería solo de él toda la vida y me consumiría en amargura y soledad por siempre.

    Justo ahora nada podía darme el consuelo que necesitaba, porque lo añoraba a pesar de todo y si no volvía pidiendo amor era precisamemre saber que él ya no pensaba en mí, ya no vivía por mí, ni suspiraba por mí.

    No quería imaginar la soledad que me atormentaría y sería mi compañera por tantos años a partir de ahora pero como todo en esta vida aprendería a superarlo, tenía una poderosa razón para salir del abismo.

Tal vez nunca lo dejaría de querer y lloraría por él durante muchas noches, quizás diría que sería feliz, y tampoco encontraría nunca más un motivo para soñar pero al menos podría empezar a vivir con los pedazos de mi corazón.

   A este no le importaban las explicaciones, solo quería seguir adelante y resolver el problema, pero yo no podría darle una explicación ni tenía respuesta para mi maltrecho corazón, lo único que podía asegurarle jurándolo con fervor era que dolía, que el amor dolía y mucho, lo suficiente para matar las esperanzas y el espíritu de una mujer que había entregado el alma hacía tanto tiempo.

    Me limpié las lágrimas rogando a Dios que me ayudara y me diera fuerzas para salir adelante, que me ayudara a arrancar este gran amor que amenazaba mi cordura. 

    Caminé las cuadras restantes hacia la entrevista y solo me detuve en uno de los autos para limpiar mi rostro del llanto y recomponerme un poco.

    Visualicé la empresa de ropa donde anunciaban una vacante para vendedora y supliqué a Dios la oportunidad de quedarme con el trabajo.

    Entré y lo primero que hice fue anunciarme.

    Esperé unos momentos antes de que una de las chicas me señalara una escalera para poder hablar con la gerente.

   Subí las escaleras y finalmente toqué la puerta donde segundos después una mujer gordita y muy rubia abría la puerta no sin antes mirarme de arriba a abajo con descaro.

    Me miró dos o tres veces antes de indicarme que me sentara y pedir mi solicitud de empleo.

—Soy Anne Palafox —dijo la mujer—. Un placer.

—Charlotte Johnson —respondí amable—. El placer es mío.

     Le entregué la solicitud antes de que se colocara los lentes y comenzará a leer.

—Señora Johnson —dijo con gesto innescrutable—. No ha trabajado nunca.

—En realidad no —dije un tanto nerviosa—, pero le aseguró que aprendo rápido y de verdad que necesito mucho el trabajo.

    Volvió a mirar la hoja varias veces antes de hablar.

    Si se tratara solo de la experiencia no habría ningun problema —respondió con los ojos puestos sobre mí—. El problema no es solo eso sino tambien el hecho de que... —Hizo una pausa—. Bueno buscamos personas de cierta talla. Vendemos ropa a jovencitas.

    La miré sin saber como sentirme al respecto.

—Claro debí suponerlo —respondí.

—No quiero decir que está gordita o algo así. —Se apresuró a aclarar—. Mas bien solo que las preferimos muy delgadas y las políticas son estrictas en ese punto. Lamento que no esté en mis manos ayudarla.

—Entiendo su punto no se preocupe —dije a punto de soltarme a llorar de nuevo—. Agradezco que se haya tomado el tiempo de entrevistarme.

   Me devolvió la solicitud con una sonrisa que me incitaba a no desanimarme y a salir adelante.

    Me despedí de la mujer y salí de la oficina conteniendo el llanto ante lo que implicaba ese día: uno más en el que fracasaba.

     Caminé durante minutos tratando de encontrar un ancla porque toda yo estaba muriendo.

    Miré al cielo y le pedí fuerzas no solo para poder vencer obstáculos sino fuerza física para no desafallecer.

    Caminé durante casi una hora hasta llegar hasta la parada de autobuses que me llevarían a casa de mi mamá. Esperaba encontarlo todavía dado que el recorrido era largo hasta el hogar de mi madre y solían salir de la terminal temprano para no terminar el recorrido tan tarde.

    Llegué a la terminal y pregunté si aún había un boleto. Afortunadamente lo había.

     Abordé el camión sintiendo que los pies me reventarían en cualquier momento y que sin duda apenas llegara a casa me acostaría para intentar descansar lo un poco.

   Me decía a mí misma que mañana sería un nuevo día y seguramente conseguiría algo pero lo último que tenía permitido era perder el ánimo porque estonces todo se acabaría.

    Me sobé los pies y observé a más personas a mi alrededor, unos iban durmiendo y otros moviendo el cuello o mirando hacia afuera que comenzaba a llover.

    Miré por la ventanilla pensando que tenía que haber un nuevo amanecer.
  
     El autobús llegó a mi destino y bajé del camión con los pies terriblemente doloridos.

    Caminé las cuadras restantes hasta casa de mi madre y apenas llegué lo primero que vi fue a Cody haciendo tarea.

    Levantó la vista mirándome con ojos muy abiertos.

—¿Cómo te fue? —dijo poniéndose de pie—. ¿Has conseguido algo?

—Bueno me han citado para mañana para unas pruebas. —Mentí—. Esperemos que me vaya bien.

—Eso es grandioso —dijo emocionado—. Verás que algo saldrá. Tal vez pueda dejar el bachiller este años y...

—¡De ninguna manera! —dije dando un salto ante esa barbaridad—. Tú no dejas la escuela para nada, yo estoy por conseguirlo y seguro todo va a salir bien.

    Asintió y no dijo más mientras yo me dirigía a la cocina y buscaba una taza de café para al menos despejarme.

     Unos pasos detrás de mí me hicieron girar viendo a mi madre mirarme dudosa.

    Negué haciendo un puchero y ella soltó un suspiro antes de acercarse a darme un abrazo.

—No, no —dijo dejando un beso en mi frente—. No te rindas, ya verás que algo bueno saldrá. Tú no te rindas.

    Asentí efusivamente y después hice una seña para que guardara silencio antes de que Cody pudiera escuchar.

    Me incitó a sentarme antes de darme algo de cena.

    Lo único que llevaba en el estómago era precisamente el desayuno pero a pesar de eso por el estrés no tenía hambre, solo cansancio y un dolor terrible en los pies.

—Mañana será otro día —dijo sentándose frente a mí—. No te desanimes que nos tienes a nosotros.

    Volví a asentir y comí con desagana.

—Le he llamado hoy —dije en medio de la cena—. Se ha negado a darme una pensión alimenticia para Cody. Esa mujer se queda con todo, incluso lo que es de mi hijo.

    Mi madre negó apretando los labios antes de hablar.

—No hagas caso —dijo con serenidad—. Puedes demandarlo pero la verdad es que no creo que sirva de mucho pero sí puedo decirte que todo estará bien y que cuentas conmigo en la decisión que tomes.

    Volví a asentir y le di un abrazo en el que reflejaba lo mucho que la amaba.

—Tal vez podrías trabajar por tu cuenta —dijo después de un rato—. Haciendo algo, eres buena para la cocina y puede que te vaya bien en eso.
 
    La miré sabiendo que hablaba en serio, no tenía experiencia pero sabía cocinar y tal vez podía arriesgar un poco de lo que tenía ahorrado para invertir y salir adelante.

    Ya no tenía casi nada, había descompletado tanto que solo quedaban migajas para pasajes de mi hijo y alguno que otro gasto.

    Arriesgarlo implicaba mucho pero ya no tenía nada que perder...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top