Capítulo 4

En esta y mil vidas más solo existe un amor que puede traspasar todas las barreras, incluso aquellas que son intangibles...
Charlotte Johnson.

Tomé un taxi para ir al trabajo de mi esposo y resolver esto, quería pensar que había alguna confusión y que realmente esa mujer ya no estaba en su vida.

    Me mentalicé todo el camino en eso que cuando bajé del taxi me sentía mucho más tranquila.

    Pagué al taxista y bajé dispuesta a resolver esto de la mejor manera.

    Creía en Colin. Había dicho que todo estaba acabado con esa mujer y seguramente no mentía.

    Ingresé al lugar saludando a uno que otro conocido que apenas me vieron palidecieron, lo que borró mi sonrisa al instante.

    Caminé y me detuve frente a Sam el mejor amigo de mi esposo quien muchas veces había compartido la mesa con nosotros.

—Hola. —Saludé con una sonrisa—. ¿Sabes dónde está Colin?

    Su estado nervioso no ayudó en nada, lo que me hizo suponer lo peor.

—Charlotte, ¿qué haces aquí? —inquirió el hombre con una sonrisa tensa—. Deja llamo a tu esposo para que venga. Le aviso que estás aquí.

—Por el pasillo a la izquierda, puerta dos —dijo una voz desconocida para mí.

    Agradecí a la chica que me sonrió.

—Un placer servirle —dijo con un semblante raro.

    Caminé por el pasillo y di vuelta a la izquierda tal cual me había dicho la joven hasta visualizar la puerta dos.

     Toqué pero nadie respondió, repetí tocando y nada, por lo que giré el pestillo.

    Abrí la puerta y la escena que me recibió fue la peor que pude haber imaginado en mi vida.

    Colin sujetaba de la cintura a una mujer semidesnuda sobre el escritorio quien desvestía a mi marido mientras gemía por los besos y caricias de mi esposo.

    Cerré la puerta de golpe sobresaltándolos.

    Ambos se giraron pero ella solo se acomodó la ropa mientras mi marido abría y cerraba la boca sin saber qué decir.

—Charlotte —dijo intentando abrochar su camisa—. No es lo que estás pensando, en realidad.

    Sin saber cómo reaccionar asesté una bofetada con todas mis fuerzas.

—Mentiste —dije con el rostro inundado de lágrimas—. Nunca la dejaste.

—Charlotte escúchame —dijo tratando de acercarse—. Yo...

   Una nueva bofetada lo detuvo.

—¿Cómo puedes hacerme esto? —dije sin saber qué hacer—. No te importamos, nunca lo hemos hecho, ¡eres un maldito mentiroso! Y encima le permites que se regordee de mí con notitas y mensajes. Eres un desgraciado.

—¡Claro que lo hacen! —gritó—, pero solo ves los defectos ajenos, no te fijas que no haces nada para mejorar. Mírate, siempre el mismo aspecto y encima me niegas el sexo. ¿Qué esperabas que hiciera? ¡Soy un hombre carajo! Y no le permito nada porque no se mete contigo.

   Desvié la vista hacia la chica, estaba sumamente maquillada y hermosa. Me miraba con una sonrisa de triunfadora.

—Vamos a casa y hablamos allá —dijo tomando mi brazo.

—¡No me toques! —dije inmediatamente—. Cuando vuelvas a casa que sea por tus cosas porque no quiero volver a verte.

—Necesito explicarle a Cody —dijo resuelto—. Es mi hijo y no voy a permitir que lo envenenes.

—Eres de lo peor —dije limpiando mi rostro—. Yo jamás le haría daño a mi hijo.

   Se acercó de nuevo pero me alejé y salí del lugar corriendo sin saber hacia donde.

     Estaba desorientada y el corazón me dolía tanto que estaba segura que jamás podría dejar de llorar por esto.

     Corrí por el pasillo hasta que vi el baño y me metí en él tratando de controlar el llanto.

    Me encerré en uno de los cubículos y me senté sobre el inodoro llorando y sintiendo que nunca podría parar.

    Me preguntaba cómo hacían aquellas mujeres que pasaban por lo mismo para superar al hombre que amaban y seguramente amarían toda la vida.

    Colin había sido mi mundo durante años junto a Cody y hoy se terminaba de hacer pedazos por una traición que yo no merecía.

    Permanecí sentada llorando mi desgracia hasta que risas y voces hicieron que tratara de controlarme.

—¿Viste a la esposa de Johnson? —preguntó una voz—. Ya debe haberse ido, seguro lo descubrió con Coral.

—Sí la vi y no es que lo justifique pero ¿la viste? —dijo en tono despectivo la otra voz—. Es feita la pobre. Coral es más bonita y bueno seguramente más intrépida que ella.

—Sí, pobre —dijo de nuevo la otra—. Debe ser feo pero la culpa es de ella, una debe cuidar al marido, ellos siempre se van con otra si no somos lo suficientemente perras para retenerlos. No lo culpo los hombres son así y nosotras somos las que debemos evolucionar.

—Es verdad, además la realidad es que viste feo y sencillo —respondió—. No se ve atractiva y Coral pues obvio busca un patrocinador, además de que es mucho más joven.

    Salí del baño con la dignidad que me quedaba. Yo era una señora respetable y buena.

—Espero entonces —dije ante la mirada avergonzada de ambas—, que nunca envejezcan ni las abandonen por una más joven. Pueden volverse intrépidas y perras pero la realidad es que el tiempo no se detiene nunca. Supongo que ustedes creen que serán eternas.

    Me di la vuelta y salí de ahí conteniendo las lágrimas que pugnaban por salir.

   Pasé varias veces por el mismo lugar hasta que la misma chica que me había dicho dónde estaba él, me guió por el pasillo correcto.

    La mirada de todos cayó sobre mí y algunos murmullos no se hicieron esperar.

—¡A trabajar señoras! —gritó la chica con furor—. Dejen la vida ajena que les pagan para trabajar no para estar de chismosas.

    Tanto hombres como mujeres se pusieron a hacer lo suyo y justo cuando pasé frente a Sam agachó la vista avergonzado.

—Charlotte yo... —dijo sin saber qué decir—. Lo lamento, es solo...

—Creí que éramos amigos —dije conteniendo las lágrimas de nuevo—. Creí que eras sincero, pero veo que me equivoqué y solo proteges a los de tu especie.

     No esperé una respuesta y salí del lugar con la frente en alto.

    Caminé unos pasos antes de detenerme por el llanto que me imposibilitaba ver.

    La gente me miraba sin comprender o se detenía a ver el espectáculo.

    Paré un taxi y fui a casa.

   Todo el camino fue agónico, conteniendo el llanto y el dolor en el corazón. Sentir que se iba una parte de mí era el dolor más grande que pudiera sentir. Uno del que tal vez nunca me recuperara.

    Bajé del taxi y miré la puerta frente a mí, seguramente mi hijo ya estaría en casa y yo tendría que decirle la noticia.

    Entré a la casa y lo encontré mirando la televisión.

    Me miró y la sonrisa se esfumó apenas notó mi semblante.

—¿Qué ha pasado? —dijo apenas me vio—. ¿Estás bien?

    Me senté frente a él y sin poder contener comencé a llorar sacando todo el dolor que seguía atormentando mi alma.

     Lloré hasta que no me quedaron más fuerzas para seguir.

    Comencé a relatar todo a mi hijo desde la nota de la mañana hasta mi encuentro con ellos en la oficina.

    Lo dije de corrido sin detenerme a pensar ni a observar, simplemente saqué todo aquello que me dolía y me hacía daño.

    Escuchó atento que cuando terminé se relatar todo solo guardó silencio.

—¿Qué harás? —dijo serio—. ¿Papá se irá?

—Es lo mejor —dije viendo sus ojos llenarse de lágrimas—. No puedo seguir con él.

—Si se va no volverá jamás —dijo levantando la vista—. No lo veré mas.

—Qué termine entre nosotros no quiere decir que termina contigo —dije tratando de conciliar—. Será tu padre siempre.

—Eso no es verdad —decretó enojado—. Todos mis amigos dicen que no vuelven, que se van para siempre. A ellos los han dejado.

    Vi a mi hijo y comprendí su miedo. No quería perder a su padre.

—Tendrá otra familia —continuó—. Se olvidará de mí, ya no va a volver.

—Estoy segura que eso no pasará. —Traté de infundirle ánimos—. Él va a quererte siempre.

—Tal vez si hablo con él —dijo con la vista sobre mí—. Si le digo que lo quiero y lo necesito tal vez...

—¡No! —dije de inmediato—. No vamos a tener a la fuerza a tu padre en esta casa. Él podrá verte y compartir contigo todos los momentos pero esto se ha roto.

—¡Pon de tu parte mamá! —gritó llorando—. Tal vez podamos estar juntos de nuevo. Si nos vamos de vacaciones, si compartimos, si hablas con él.

     Estalló en llanto y se arremolinó en el sofá.

—Yo no quiero que se vaya —dijo rompiéndome el corazón—. Los quiero a ambos juntos.

    Dejé que llorara y sacara su dolor hasta que el sueño lo venció y se quedó sobre mis brazos.

    Lo acosté en el sofá y fui por una manta para cubrirlo.

    Miré el reloj y pese a que imaginaba que vendría inmediatamente a arreglar las cosas conmigo no lo hizo. Siguió con su rutina como si nada.

    Subí a la habitación y acomodé su ropa dentro de una maleta.

   Coloqué todo, absolutamente todo, no dejé nada que pudiera recordármelo y después llamé a mi madre para entre llanto contarle todo lo que había pasado.

    Me escuchó y consoló asegurando que al día siguiente estaría ahí conmigo para apoyarme.

    Dejé que las lágrimas me invadieran de nuevo y sollocé al ver como mi familia se desmoronaba en solo unos minutos.

    Traté de pensar positivo y esperanzarme en que a partir de ahora habría cambios para bien.

    Me había equivocado al perdonarlo y confiar en su palabra pero la realidad es que no podía culparlo del todo.

    Habían muchas opiniones diciendo que yo era la culpable por no verme bien, por no mejorar mi aspecto y como fuera, tal vez había algo de razón en ello.

    Me puse de pie y me miré al espejo, con los ojos rojos e hinchados por el llanto lucía aún peor.

    Miré mi cintura y mi vientre que para nada podía competir con el de ella, mi rostro no era tan joven, mi cabello era opaco en comparación con el sedoso y brillante de ella; en mi rostro no había maquillaje, jamás lo había habido y tampoco tinte en mi cabello.

    Mis senos no estaban firmes, ni tenía las piernas largas y estilizadas de ella; tenía al contrario de esa jovencita, varios kilogramos de más, era bajita y con treinta y cuatro años a cuestas que cada día pasaban factura.

    Me recogí el cabello en una coleta y volví a verme al espejo. No era para nada un cambio y quise burlarme de mí misma.

    Mi vida era una porquería. Se había convertido en un infierno de la noche a la mañana.

    Escuché el sonido de la puerta y me envaré sabiendo lo que venía. Eran casi las nueve de la noche y sabía que venía un nuevo enfrentamiento en el que mi corazón sufriría una nueva fractura.

    Me limpié las lágrimas justo cuando él atravesaba la puerta.

    Se detuvo al verme y lanzó por ahí sus cosas. Miró las maletas y después volvió a verme.

—No te acomodes que de todos modos te irás —dije mirándolo tratando de no llorar ni suplicar que se quedara.

    Se sentó sobre la cama y después me miró.

—Charlotte necesito unos días para mudarme —dijo removiéndose—. Entiendo la incomodidad pero solo serán unos días en lo que consigo algo y en lo que hablo con Cody.

—No —dije resuelta—. No voy a tolerarlo.

—Entiende que solo serán como mucho cinco días —insistió—. No te pido que me perdones porque no me interesa, ya no me importas ni te amo. Fuimos una pareja pero esto acabó y solo queda aceptarlo. El amor se terminó entre nosotros.

—Habla por ti —dije limpiando mis mejillas—. Al menos admite que se te acabó a ti. Yo no voy a detenerte, pero sí voy a suplicarte que no olvides a Cody. Es tu hijo y no merece que lo hagas a un lado.

—No voy a apartarme de Cody —respondió—. Amo a mi hijo pero tampoco quiero que le metas ideas en la cabeza.

    Sonreí con gesto amargo.

—¿Qué ideas? —dije enfadada—. No le he dicho nada que no sea cierto y el caso no es ese sino que lo sigas queriendo y cuidando. Esto acabó entre nosotros pero el compromiso con él es para siempre.

—Solo dame unos días —dijo con gesto resignado—. Apenas te soporto, he vivido meses así y la culpa ha sido tuya, pero te niegas a verlo. Soy un hombre Charlotte, a todos nos gusta ver esposas guapas, dispuestas; no esposas mojigatas y fodongas. Tú no procuraste este matrimonio. Eras linda pero con los años...

—Con los años fui insuficiente —dije limpiando nuevamente mis ojos—. Ya no digas más, solo lárgate de mi vida y espero que seas feliz y que ella te dé lo que encontraste aquí.

    No dijo nada solo me observó y suspiró.

—Charlie —dijo con gesto descompuesto.

—No vuelvas a llamarme así —acoté—. No tienes ningún derecho a hacerlo. Dejé de ser Charlie en el mismo momento en que decidiste traicionarme, en el momento en que los votos no importaron para ti y en el momento en que me devaluaste. Tienes solo una semana para largarte y hablar con Cody, de lo contrario encontrarás tus cosas en la calle. Ahora sal de aquí.

    Trató de acercarse pero retrocedí en medio del llanto.

—No quise hacerte daño —dijo al final tratando de acercarse de nuevo—. Solo pasó y no supe cómo detenerlo. Solo me queda pedirte perdón y desear que un día me perdones.

—Lárgate —dije entre sollozos—. ¡Lárgate para siempre!

    Salió de la habitación con sus cosas dejándome nuevamente envuelta en llanto, con el corazón hecho pedazos y con las nulas ganas de vivir...

  Conozcan a la bella Coral. 😐

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