Capítulo 38

Si decido quedarme es porque hay amor y respeto...
Charlotte Maguire.

Aiden cruzaba la puerta saludando a mi hijo con un abrazo y saludándolo.

    Miró hacia donde yo estaba y sonrió, hice lo mismo y esperé a que llegara.

    La gente seguía en lo suyo salvo alguno que otro curioso como mi amiga que miraba todo con interés.

    Se acercó trayendo consigo una caja enorme y las flores más bellas que había visto en mi vida, o tal vez fuera que estaba emocionada solamente.

—Aiden —dije emocionada de verlo—. Te has acordado de mi cumpleaños.

—Hola —dijo dejando tomando mi mano y dejando un beso en mis nudillos—. Son para ti.

     Me entregó la caja y las flores que me apresuré a dárselas a mi madre y esta a su vez corrió a ponerlas en agua.

—Me alegra tanto verte —dije ilusionada como una adolescente—. Espero que estés bien, que todo marche bien y también que toda tu familia se encuentre perfectamente. No sé como te has enterado de esta noche pero de verdad que estoy feliz de verte y de que hayas podido venir...

—Charlotte —interrumpió—. Abre tu regalo, te aseguro que mi familia y yo estamos bien, pero esta noche es tuya y no hace falta hablar de nada más.

    Asentí y me acerqué a colocar la caja sobre una de las butacas de la cocina.

     Abrí nerviosa el paquete para encontrarme con un piano decorativo que al abrir, la tapa se extendía e iluminaba formando una especie de reflector donde parecían volar cientos de mariposas mientras tocaba una melodía.

     El regalo era simplemente maravilloso.

—Qué cada mariposa sea un deseo por cumplir —dijo cerca de mí.

—Parecen ser cientas de ellas —dije sin quitar la vista.

—Precisamente para que nunca te canses de soñar y de luchar —respondió con un gesto amable—. Para que jamás sientas que no puedes volar entre miles de personas.

    Quise llorar ante la emoción pero me contuve y lo invité a sentarse.

     Saludó a mi madre con un beso, a Elinor y a las demás antes de sentarse.

     Me senté para hablar con él. Reía y seguía siendo el mismo hombre hermoso de hace unos meses, ese que antes me cerré a amar por completo por cobarde; sin embargo ahora estaba aquí y si lo estaba yo esperaba que siguiera sintiendo algo por mí porque esta vez no pensaba desaprovechar la oportunidad.

     Se mantuvo platicando poniéndose al día sobre mis asuntos y contando sobre los de él hasta que fuimos llamados para cenar.

    Aiden se sentó a mi lado pero se levantó para colaborar como casi todos menos yo que en ese momento no hacía nada mas que observar.

    Todos hablaban y hablaban sobre lo bonito del lugar, la decoración, entre otras cosas y yo me sentía completamente orgullosa de eso.

    En la cena Aiden habló con todos e incluyó a Cody que parecía no solo un pavo real sino también se sentía importante y tomado en cuenta.

    Pasamos la noche entre festejo, baile, risas, chistes. Bailé con Aiden, mi hijo, el esposo de Elinor y con todas las mujeres hasta que no aguantaba los pies.

    Por primera vez no me sentía incómoda de no estar maquillada y lo suficientemente hermosa para un hombre. Me sentía bien conmigo misma y eso era todo lo que necesitaba.

     Las chicas comenzaron a irse no sin antes prometer que un día cualquiera se pasarían por ahí, por otra parte Elinor se despidió después de un rato junto a su esposo diciendo que ya tenía sueño y mi madre dijo que iría a dormir llevándose a un reticente Cody que quería quedarse.

—Mañana levantamos todo mamá —dijo mi hijo—. Ya iré a dormir.

    Se acercó a Aiden para despedirse y después me dio un beso en la mejilla antes de irse a su habitación.

    Me acomodé de nuevo en la silla antes de sonreírle.

—Parece otro —dije y suspiré—. Ya no es el Cody de antes.

—Ya es otro —dijo y sonreí—. Es feliz.

    Me quedé viendo el pasillo por donde Cody se había ido y no pude evitar sentirme bendecida.

—¿Cómo supiste? —pregunté recordando que quería saberlo—. No creí que recordaras mi fecha.

—Recuerdo todo de ti —respondió e inevitablemente mi corazón se aceleró—. Y lo supe porque Cody y yo estamos en contacto.

—¿Cómo dices? —inquirí asombrada.

—Redes —dijo divertido—. Incluso sabía de todo esto, Cody no paraba de escribir sobre el negocio. Sabía que te iba muy bien y me alegré mucho por ti.

     Sentí una presión en el pecho de saber que siempre estuvo al pendiente de todo y con ello vino la vergüenza de imaginar que quizás Cody haya cometido la indiscreción de contarle sobre Dorian.

—Sí, también lo sé —dijo y yo enrojecí—. Cody es sumamente celoso.

    Comenzó a reír.

—Despotricaba contra él. —Rió recordando—. Pasaba horas diciendo que era un payaso y decenas de calificativos nada agradables. Admito que por un momento creí que habrías encontrado a alguien.

    Cerré los ojos de imaginar lo que seguramente pensaba ahora.

—No quería mi amistad —dije agachando la vista—. No pude ofrecerle más y ahora tiene una nueva víctima. Además nunca tuve interés romántico en él y se lo dije desde el principio.

—Es una pena —dijo y me giré para verlo.

—¿Es una pena que yo no haya tenido interés? —pregunté tratando de comprender.

—Que se haya perdido tu amistad —dijo sonriendo—. Y más aún que quede tan mal buscando una nueva víctima como dices tú.

     Me encogí de hombros.

—Yo no perdí nada, ni siquiera mi tiempo —dije riendo—. Cada minuto es valioso y si le di un minuto es porque yo decidí invertirlo en él, nadie me obligó, así que no fue tiempo perdido. Pero dime, ¿cómo está Silvil?

—Pues bien —respondió—. La vi ayer y estaba bien.

—Me alegra —dije pero no sabía si preguntar directamente.

    Hubo un silencio en el que ninguno dijo nada y en el que no supe si debía decirlo.

—¿Están juntos? —pregunté girando hacia él—. Ya sabes, me refiero a juntos en una relación.

—No, no lo estamos —contestó riendo—. Silvil y yo somos amigos desde hace años, eso no lo cambiará nadie, pero no hay ni habrá jamás un interés más allá de uno amistoso. Hemos hablado el tema en algunas ocasiones más por la presión de su familia al ver que sigue soltera a su edad pero ninguno de los dos se ve involucrado con el otro y solo reímos de las suposiciones.

—Ya veo.

—La conocí en la universidad, yo era más joven que ella —dijo y sonrió—. Era amiga y compañera de clases de Karime y como tú, tenía un novio abusivo que no la golpeaba pero la maltrataba psicológicamente, aunque en algún momento la golpearía. Tan idéntico a mi padre, lo dejó por voluntad afortunadamente pero se volvió muy amiga de Karime y después mi amiga y de toda mi familia. Siente que es más familia nuestra que de la suya. Soporta a diario la presión por no casarse y ya pasar los treinta.

—Pero ella no quiere —finalicé por él.

    Negó.

—Ni casarse ni tener hijos —dijo con nostalgia—. No todas las mujeres persiguen los mismo sueños y la sociedad quiere que lo hagan. No todas quieren casarse, tener hijos y formar una familia pero como ella, son incomprendidas. Ella es feliz así, viajando, trabajando y cuidando un gato, no se visualiza cambiando pañales, amamantando y llevando hijos al colegio y no deja de ser menos mujer por eso.

     Afirmé repetidamente porque ciertamente ser una mujer plena no significaba casarse y tener hijos, sino cumplir todo aquello que estaba en nuestra mente y corazón, cuál fuera el deseo.

    Cada mujer tenía sus propias metas, sus propios deseos y sus propios intereses. No existe un estándar para eso y deberíamos respetarlo.

    Acercó su silla a mí y tomó mi mano.

—¿Eres feliz así? —preguntó mirándome directamente a los ojos—. Eres feliz con esto y con Cody.

—Lo soy —dije con una sonrisa.

    El asintió pero no dijo más.

—Me alegra mucho por ti. —Apretó mi mano y la soltó—. Me alegra que hayas encontrado lo que es para ti.

—Gracias.

    Se puso de pie para despedirse y felicitarme de nuevo.

—¿Ya te vas? —dije un tanto consternada.

—Ya, voy a dejarte descansar —dijo y dejó un beso en mi cabeza—. Tienes mi número, cuando quieras estaré ahí.

—Aiden —dije tomando su mano—. Soy muy feliz, pero sería completamente feliz si tuviera alguien como tú a mi lado.

    Me observó durante unos segundos antes de  sonreír y acercarse de nuevo a mí.

—Y yo sería un mejor hombre con una mujer como tú —dijo acariciando mi rostro y sin más me besó.

    Por fin, después de tantos meses podía decir que era completamente feliz.

    Lo había dejado porque yo no estaba lista para darle todo de mí pero ahora podía hacerlo, podía amarlo sin restricciones y mejor aún sin perderme en el camino.

    Apretó mi cintura para atraerme hacia su cuerpo, profundizar el beso y acariciar con sus pulgares mi cintura.

—Te amo —musitó entre besos—. Y voy a conseguir que lo hagas por completo.

    Me aferré a él sabiendo que sería la mujer más feliz de tenerlo conmigo. No necesitaba hacer nada más porque yo ya lo amaba con toda mi alma, quizás lo amé siempre y solo eran mis miedos los únicos que me frenaban.

—Te amo —dije dejando un beso en su cuello—. Por siempre.

    La creencia de que las mujeres éramos de un solo hombre era cierta, porque entregábamos el corazón entero pero si ese amor no era recíproco se marchitaba y se agotaba dejando en el olvido lo que un día fue.

    Creí que las mujeres teníamos la obligación de ser puras para ellos, de que era un requisito demostrar que ellos eran los únicos, pero no hay nada que hiciera lo mismo hacia nosotras, al contrario para ellos es requisito la experiencia y para nosotras la inexperiencia. No pensé jamás en mostrar mi cuerpo después de Colin a nadie más, pero ahora comprendía que después del divorcio las mujeres tenemos todo el derecho a volver a amar y a ser deseadas. Tenemos derecho a ser feliz sin que se nos condene.

     Tal vez es cierto que las mujeres eligen padrastros para sus hijos y estos les hacen daño pero no es más que producto del miedo a la soledad; muchas mujeres se sienten solas una vez llega la separación porque siguen creyendo que la vida tiene que ser con un hombre a lado y por ende son esas mismas las que eligen uno igual o peor que el anterior pero yo estaba aquí segura de que mi segunda elección era la mejor porque si un hombre no respeta, valora o integra a un hijo que no es suyo entonces no será un buen guía y mucho menos un buen hombre.

—¿En qué piensas? —dijo dejando un beso en mi frente.

—En que las mujeres no debemos temerle al mundo, ni a la soledad, ni a los retos —dije mientras me recostaba en su pecho—. Solo debemos tenernos a nosotras mismas.

—Estoy orgulloso de eso —respondió—. Sé que el día que deje de respirar, el mundo seguirá para ti y para Cody, que el reloj solo parará para mí y que tú vas a estar lista para dar una nueva batalla. Por ti y solo por ti.

    Me limpié las lágrimas y asentí repetidamente porque era cierto, si él un día partía antes que yo, no se acabaría para mí, sino que seguiría hasta que volviéramos a encontrarnos.

—Mientras tanto —dije entrelazando su mano a la mía—. La pelea la daremos juntos, los tres.

    Permanecimos así, abrazándonos y besándonos durante un rato en el que estuvimos hablando sobre lo que yo esperaba conseguir con el negocio, de lo que esperaba de Cody, tan así que la mañana nos sorprendió y con ello apareció mi madre que nos miró sorprendida pero no dijo nada solo se acercó a ambos para felicitarnos.

    Más tarde casi cuando Aiden se iba mi hijo salió y de nuevo vinieron las felicitaciones y con ello las ideas locas de mi hijo.

    Se quedó a desayunar de nuevo y después entre los cuatro limpiamos la fonda antes de que él se fuera y prometiera verme por la noche.

     Lo vi partir emocionada de la nueva etapa de mi vida junto a él, una donde no existían límites sino todo lo contrario, una vida donde ambas partes darían soporte, no tirarían de la cuerda hasta romperla, ni colocarían cercos ni trampas. En esta vida juntos, habría justicia y equidad.

    Abracé a mi hijo y besé su frente a sabiendas de que le debía la vuelta del hombre que esperaba estuviera en mi vida hasta mi último aliento.

—¿Por qué no me lo dijiste? —dije fingiendo estar ofendida.

—Dijo que necesitabas tiempo y que quería que lo recordaras por voluntad, no porque yo insistiera. —Se encogió de hombros—. ¿Van a casarse?

    Comencé a reír antes de abrazarlo.

—No lo sé —dije entre risas—. Eso solo lo sabremos después...

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