Capítulo 28
Dos corazones buscando un solo latir creando amor de la nada...
Charlotte Maguire.
Aiden no dijo nada, solo me abrazó y besó antes de continuar con la cena.
Habló conmigo sobre algunos proyectos que tenía y también preguntó por los míos.
Solo entonces comprendí que yo no tenía ningún proyecto más que el de vivir a lado de mi hijo y con ello vino el planteamiento de lo que me gustaría hacer a futuro, de lo que no me gustaría y de aquello que estaba dispuesta a dar.
Seguí cenando pero la espina de la curiosidad estaba dentro de mí, buscando algunas opciones, preguntándome lo que en realidad me gustaba y sobre todo lo que me sentía capaz de hacer.
Terminamos la cena y con ello vino el tema incómodo: mi divorcio, que aunque era evidente que su hermana lo lograría, lo cierto es que también me preocupaba la segura reacción de Colin, habíamos peleado tanto que me sentía cansada de seguir haciéndolo sin poder llegar a ningún acuerdo.
Aiden siempre decía que yo no tendría por qué soportar eso si fuera un poco menos permisiva y aseguraba que no quería presenciar nunca una escena donde Colin dejara al descubierto su carácter porque no sabría si sería capaz de poder controlarse.
Colin era un hombre horrendo y yo me sentía estúpida de darme cuenta ahora, diecisiete años después de haberlo conocido.
No podía sentirme peor al saber que todo esto de cierta manera había sido mi culpa. Fui yo quien aceptó a Colin, las señales de su absurdo y misógino carácter estuvieron siempre ahí pero me negué a verlo, dejé que pasara sobre mí tantas veces que llegué a invisibilizarme incluso ante mi hijo.
Ahora, con Aiden a mi lado me daba cuenta de que todo lo que aprendí de Colin era basura, aprendí a educar a mi hijo como si fuera una réplica de Colin y ahora meses después de darme cuenta de que yo misma estaba creando a uno igual el camino había cambiado.
Cody era autosuficiente, lavaba y acomodaba su ropa, aseaba su habitación, se servía la comida solo y después lavaba sus platos.
Al principio le había costado adaptarse pero con los meses aquello se había vuelto una rutina en su vida, tan así que a veces cuando Aiden llegaba a casa solo se levantaba para elaborar un buen café y sentarse junto a nosotros.
Por supuesto que su padre había dicho que estaba convirtiendo a su hijo en un maricón pero afortunadamente esos comentarios habían dejado de afectarlo y sus palabras ya no lo influenciaban, al contrario parecían repugnarle; sin embargo, terminaba por exponer su duda frente a mí en las noches y dado que yo estaba aprendiendo a valorarme solíamos resolverlo juntos, tratando siempre de encontrar el punto de equilibrio.
Cody y yo nos habíamos vuelto todo lo unidos que antes no éramos, si bien, Aiden estaba ahí para nosotros se mantenía en un segundo plano para evitar que yo me sintiera de nuevo sometida y para no incomodar a mi hijo.
—Nos vamos —dijo dejando un beso en mi hombro.
Asentí y me sonrojé sabiendo lo que venía.
—Te veo muy pensativa —dijo acariciando mi rostro—. No tiene que pasar si no te sientes segura.
—No es eso. —Me atreví a confesar—. Solo tengo algunas inseguridades.
—¿Inseguridades? —preguntó—. No entiendo a lo que te refieres.
—Preferiría que no lo habláramos aquí —respondí avergonzada aunque sabía que nadie nos veía y mucho menos nos escuchaba.
—No hay nada de qué avergonzarse —dijo con un beso—. Eres perfecta.
Presionó el botón de llamado para el mesero y una vez llegó pidió la cuenta.
El mesero se retiró y volvió segundos después con la cuenta, la cual se apresuró a pagar.
Me tomó de la mano antes de dejar un beso sobre ella.
Nos pusimos de pie y mi corazón se aceleró apenas pusimos un pie afuera.
Mi teléfono sonó de un número desconocido y apenas atendí sonreí al escuchar a mi hijo.
Aseguraba que estaba bien pero que quería quedarse a dormir con sus compañeros en la casa del chico de la tarea.
Pedía permiso para estar fuera y aunque un tanto recelosa terminé por aceptar. Colgué y miré a Aiden que esperaba.
—Era Cody —dije tomando su mano—. Ha pedido permiso para dormir fuera.
—Mejor aún. —Sonrió y yo entendí perfectamente su referencia.
Dejó un beso en mis nudillos y continuamos caminando hasta detenernos cuando el valet detuvo el auto frente a nosotros.
Abrió la puerta y me ayudó a subir antes de rodear para hacerlo él.
Arrancó su auto y emprendió el camino a donde sea que estuviera llevándome.
No liberó mi mano en todo el camino y lo agradecía porque con nada centímetro avanzado por el auto los nervios y el dolor de estómago propio de la anticipación me estaban haciendo pasar una verdadera agonía.
Me sentía nerviosa y continuaba preguntándome si esto era real, jamás en la vida imaginé que un día terminaría yendo hacia algún motel y mucho menos con otro que no fuera mi esposo; sin embargo, negar que no deseaba a Aiden sería la cosa más tonta, claro que lo hacía pero la realidad es que me moría de nervios. Mil preguntas pasaban por mi cabeza y con ello afloraban todas las inseguridades que mantenía en torno a mi físico y a mis capacidades como amante.
Se detuvo frente a un edificio bastante lujoso antes de bajar y hacer lo mismo de siempre. Me ayudó y me guió dentro sin decir una palabra.
Nuevamente el dolor estomacal atenazó mis entrañas e hizo que me pusiera más inquieta.
—¿Este lugar es tuyo? —pregunté mirando alrededor—. Me refiero a que si tienes un alquiler aquí.
—Sí —respondió abriendo el ascensor—. Tengo un departamento, de hecho vivo aquí, solo que paso mucho tiempo con mi madre y hermanas y solo lo ocupo para dormir pero técnicamente vivo aquí.
—Ya veo —dije dejando que me abrazara—. Es un lugar muy bonito.
—Es pequeño pero me gusta mucho —dijo divertido—. Me gusta porque es cómodo.
El ascensor se abrió y con ello los nervios se incrementaron.
Caminamos y nos detuvimos frente al departamento, que fue abierto de inmediato.
Apenas entré lo primero que hice fue mirar alrededor, era un lugar engañoso, no era para nada pequeño, al contrario era grande y espacioso.
Miré de nuevo a Aiden que se quitaba la chaqueda y me guiaba para sentarme.
—¿Quieres beber algo? —dijo abrazándome.
Negué y me acurruqué un poco a su lado.
Sabía que no estaba presionándome pero sin duda aún así había algo que me apretaba el pecho de anticipación y nervios.
Comenzó a platicar de alguna tontería mientras acariciaba mis brazos.
Levanté el rostro para verlo y le sonreí.
Acarició mis labios antes de besarme con ternura, como casi siempre solo que esta vez era el preámbulo de lo que venía. Poco a poco el beso se fue haciendo más y más intenso hasta que me vi siendo levantada para llevarme a la habitación.
Los miedos se incrementaron de solo imaginar que no pudiera gustarle lo que encontrará debajo.
Sus caricias se volvieron más y más intensas y demandantes mientras mis manos parecían tener vida propia al acariciar su torso y comenzar a desvestirlo; sus labios besaban y recorrían por completo mi cuello en la caricia más erótica que había sentido en mi vida.
Pronto se encontró con el torso desnudo al tiempo que quitaba mi vestido.
Me acarició los brazos de nuevo y observó mi cuerpo con tanta intensidad que me vi intentando cubrirlo.
—¿Por qué te cubres? —susurró dejando un beso en mis labios—. No tienes nada que esconder. Eres hermosa y perfecta para mí, solo debes ser lo para ti también.
Se colocó detrás para besar mis hombros y desabrochar mi sostén.
Apenas lo quitó paseó sus manos por mi vientre, mi torso y finalmente tocó mis senos colocándose totalmente pegado a mí haciéndome muy consciente de su erección.
—Nadie más que tú provoca esto —dijo besando mi cuello y acariciando mis senos—. Eres hermosa pero antes de gustarme a mí debes gustarte a ti misma.
Se colocó frente a mí para verme de la manera en que nadie me había mirado jamás. Había deseo, lujuria y sin duda, ternura en su mirada. Algo que jamás había visto en Colin.
Me besó y guió hasta la cama donde me sentó y acarició mis piernas antes de arrodillarse, quitarme las zapatillas y dejar besos en mis pies recorriendo hacia arriba mientras me miraba.
Sus manos se hicieron un espacio en mi panti para comenzar a bajarla y la vergüenza regresó pero me obligué a no moverme y colaborar.
Volvió a besarme y comenzó el recorrido de mi cuerpo con sus labios. Beso mi cuello lento hasta llegar a mis senos donde se detuvo para acariciarlos y prestar atención a cada uno de ellos, acariciando con sus labios y sus dedos mis pezones.
Estaba tomándose todo el tiempo del mundo para hacer algo que antes solo había sido para mí un acto y ya, con él por el contrario esto era algo que iba más allá de desvestirse y cohabitar. Aiden estaba creando un recuerdo único para mí y disfrutando el momento.
Pronto me vi suspirando y gimiendo fuerte olvidando el pudor y la vergüenza cuando su mano se colocó sobre mi sexo para empezar a tocarme mientras sus labios torturaban mis senos.
Recorrió a besos mi torso hasta llegar a mi vientre, donde después de dar varios besos separó mis piernas y dejó un beso en mi sexo.
Debí ponerme roja de la vergüenza porque lo escuché reír antes de recorrer con su lengua la humedad de mi zona.
Sus dedos entraron y salieron de mi con suavidad mientras poco a poco mis gemidos fueron acrecentándose con cada embiste de su lengua y con la destreza de sus dedos que cada vez se introducían más profundo y con mayor precisión.
Aiden sin duda sabía lo que hacía. Yo por el contrario estaba perdida completamente en el mar de sensaciones que sentía en ese momento.
Apretaba su cabeza contra mí involuntariamente y dejaba que cada vez se volviera más salvaje con sus arremetidas.
Pronto me vi suplicando que continuara y finalmente me arqueé sobre la cama cuando miles de sensaciones se apoderaron de mí.
Respiraba con dificultad mientras lo veía quitarse el pantalón y después la ropa interior.
Cuando quedó completamente desnudo frente a mí sonreí al verlo tan seguro de sí mismo. Sacó de uno de los cajones de la mesilla un preservativo y se lo puso antes de que nuevamente se reuniera conmigo en la cama esta vez metiéndose entre mis piernas.
—Tomo la píldora —dije mirándolo.
—Eso no significa que yo no deba cuidarte —dijo para luego besarme—. También es mi responsabilidad hacerlo.
No dije nada pero internamente agradecí que lo hiciera y que poco a poco demostrara lo mucho que valía.
—Estoy loco por ti... —musitó viéndome a los ojos mientras se introducía de forma lenta y pausada dentro de mí—. Completamente loco.
Estaba haciéndome suya y demostrando como siempre que era diferente al resto. Que él no era un patán ni del montón.
Se quedó quieto dentro de mí antes de verme y dejar un beso en mi nariz.
—¿Pasa algo? —pregunté al ver que se había quedado quieto.
—No, no pasa nada —dijo empezando a moverse—. Solo quería sentirte.
Comenzó el vaivén lento dentro de mí mientras susurraba palabras bonitas y dejaba claro que estaba más que disfrutando el momento.
Yo acariciaba cada parte de su cuerpo al sentirme totalmente amada, respetada y poderosa en la cama con él.
Aiden me dejaba plena libertad, sobre todo sin someterme y sin ser un abusivo que solo pensaba en su satisfacción.
Embestía con precisión y gemía cerca de mí oído mientras su respiración era tan trabajosa como la mía.
Se dio la vuelta quedando sobre la cama y dejó que yo tomara el control.
Pocas veces lo había hecho pero tampoco me negaba y menos con un hombre que dejaba claro que la vergüenza y el pudor desaparecían tras las puertas de la habitación.
Aiden era un caballero pero en la cama no se privaba de nada tal y como ahora lo hacía tocando descaradamente cada parte de mi cuerpo y haciéndome consciente de que era una mujer sexualmente plena.
Comencé a subir y bajar mientras él me ayudaba embistiendo con fuerza y apretando mi cintura para hacerlo con rapidez.
Los espasmos nuevamente volvieron mientras él seguía arremetiendo.
Se sentó y me apretó contra él mientras yo ya no podía soportar más.
—Te amo —susurró apretando mi cintura.
Gimió fuerte al mismo tiempo que yo terminaba con un gemido estruendoso aferrándome a su cuello en el orgasmo más largo que había tenido en la vida.
Nos quedamos varios minutos así, solo abrazados, con él aún dentro de mí, acompasando nuestras respiraciones.
Me dejó con suavidad sobre la cama y me besó con fervor antes de abandonar mi cuerpo e irse al baño.
Observé su andar. Sin duda era un hombre hermoso por donde se viera pero sobre todo era el hombre que ahora tenía mi corazón. Quizás era el hombre que había llegado para quedarse para siempre.
Tal vez después de todo las segundas oportunidades no existían, pero sí las nuevas oportunidades...
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