Capítulo 22

La soledad del abandono es la voz que resuena en mi interior sin saber que es lo que busca de mí...
Charlotte Maguire.

Permanecí parada afuera de la puerta sin saber exactamente que decir o hacer al respecto. Evidentemente era mi culpa por mentirosa, si le hubiera contado la verdad otra sería la historia pero lo hecho hecho estaba y no me quedaba de otra más que tratar de enmendarlo; sin embargo estaba segura que lo que debía hacer era dar tiempo para poder explicarme.

     Estaba enojado, eso era algo muy claro y yo lo merecía pero no por eso dejaba de ser incómodo.

—Charlotte —dijo una voz sacándome de mis cavilaciones—. ¿Puedo hablar contigo? Es importante.

    Miré a la hermana de Aiden y mi actual abogada verme seria y sugerir que la siguiera por el pasillo.

    Le sonreí y seguí hasta la sala de juntas donde apenas cruzamos se sentó y me invitó a hacer lo mismo.

—Gracias —dije al sentarme.

—He venido esta mañana por dos cosas —dijo Karime—. La primera es para decirte que no me gusta lo que hiciste.

    Agaché la mirada avergonzada de mi comportamiento y luego la miré de nuevo. Me dio una sonrisa tenue.

—Puedes mentirle a todos Charlotte, a quien quieras pero no a mí, no a tu abogada —dijo incómoda—. Si no me tienes confianza yo no puedo apoyarte, si yo no te veía, en un futuro caso de maltrato yo no puedo defenderte cuando has transgredido mis indicaciones, su defensa va a usar cualquier cosa que pueda darle una ventaja sobre nosotras y creo que no te has dado cuenta de eso.

—Lo lamento —dije agachando la vista—. Me sentí presionada por mi hijo insistiendo.

—Si vas a hacerle caso a tu hijo para todo entonces vuelve con Johnson. No vamos a llegar a ningún lado así. Lo que Colin hace es manipular, ahora quiere llevarse bien contigo para al rato poder decirte que no tiene para la pensión y que lo disculpes y tú con una sonrisa le dirás que no se preocupe, en un mes o dos lo tendrás viviendo en tu casa, dándole de comer y pagando la renta con tu dinero y seis meses más tarde a parte de trabajar duro aquí y vender bocadillos también vas a tener que trabajar en casa sirviendo a dos hombres, ¿es eso lo que quieres? Si lo que buscas en la vida es volver con él solo te suplico que me lo hagas saber y no me hagas perder el tiempo que te aseguro me pone muy mal. No soy el tipo de mujer que va dejando procesos a medias, pero la realidad es que al verte con él me di cuenta de que probablemente no has dejado el cascarón y sigues siendo esa mujer atada a un supuesto amor, que sigues siendo de las que eligen quererlos. Me enfadé por supuesto y estuve a punto de llamarte esa noche para decirte que no iba a seguir más tu divorcio pero mi hermano ha insistido en que lo importante es hablar contigo primero, así que aquí estoy. Si decides quedarte con él no me hagas perder el tiempo.

—No quiero volver con él —dice con completa seguridad—. Hace unos meses lo había pensado pero no ahora, no cuando he aprendido a vivir sin él, cuando puedo hacerlo sola.

    Me abstuve de decir que no cuando me daba cuenta que nunca debí involucrarme con un hombre como él.

    Me levanté de la silla con pesar sabiendo que ahora ella tenía sus dudas con respecto a mi situación con Colin pero no estaba dispuesta a fomentar más el que él tratara de manipularme, no le iba a permitir abusar más.

    Volví a mi lugar de trabajo un poco desmotivada y muy enojada conmigo misma por todo lo que estaba sucediendo pero aun así me dejé importunar más.

    Vi a mi jefe salir varias veces de su oficina y atender diversas cosas y aunque me sonreía como siempre, la realidad es que no se acercaba a hablarme.

     Pasé el día entre medias pláticas con mis compañeras pero lo cierto es que me sentía incómoda, la forma en que seguramente mi jefe ahora pensaba de mí, la forma en que mi abogada me veía.

   La hora de la salida llegó y yo sentí que no hice nada en todo el día por la presión que sentía en el estómago, ahora creía que todos me veían como la tonta que de nuevo se dejó embaucar y eso me ponía enferma.

    Vi a mis compañeras despedirse y casi al final tomé mi bolso y avisé como cada tarde que mi turno había terminado y me retiraba.

    No obtuve mas que un «que te vaya bien y descansa» de su parte y solo levantó la vista para eso y luego continuó con lo que hacía y no es que antes no lo hubiera hecho así, claro que sí, pero nunca antes me había parecido indiferencia.

     Antes sus respuestas escuetas me parecían producto de sus múltiples  ocupaciones, siempre solía responder algo corto y mandaba mensajes hasta que se desocupaba y antes no me hacía sentir mal sabiendo que tenía trabajo pero ahora verlo parco y ceremonioso conmigo solo me ponía mal porque la situación era diferente.

     Salí de la oficina pero me entretuve un rato con el vigilante, era un señor grande de edad pero solía ser muy divertido por lo que no me quedó mas que detenerme a su saludo y escuchar fervientemente alguna de sus anécdotas de cuando era joven y tenía miles de mujeres a sus pies.

    Tal vez la mitad de lo que contaba era falso, además de que saltaba de un relato a otro y luego me perdía en su  plática, pero no me gustaba ser grosera e ignorarlo, solo escuchaba atenta y asentía repetidamente como si estuviera comprendiendo cada cosa.

    Platicar con el señor Suns era verdaderamente una cruzada para entender de quién hablaba, no obstante era sumamente divertido.

    Me mantuve más de media hora oyéndolo hasta que no pude quedarme más y me despedí del hombre.

    Caminé fuera del edificio unos pasaos antes de que sintiera el agarre sobre mi brazo y forcejeara del temor a ser asaltada.

    Me giré para ver a Colin con una mirada furiosa.

—¿No que sales a las seis? —dijo mirándome con reproche—. Cody me dijo que esa es tu hora de salida. Son casi las siete.

—Ese no es tu problema —dije tratando de liberarme—. No tengo por qué darte ninguna explicación.

    Me solté e intenté darme la vuelta para irme pero fue imposible porque volvió a tomarme del brazo.

—He venido por ti —dijo un poco mas relajado—. Me preocupa que andes sola por la calle.

—¿Ahora si te preocupa? —inquirí alzando la voz—. Ahora sí te alarma que ande en la calle más tiempo del debido pero hace unos meses decía que trabajara y saliera a la calle sin importarte que me echaste de casa y me vi obligada a ir a vivir con mi hijo a una zona deprimente. ¡Te preocupas ahora que no la tienes cuando antes no te importó que dejara solo a mi hijo en una casa insegura, en una zona plagada de asaltantes! Antes no te preocupó nada de eso pero ahora que ya no tienes quien lave, planche y cocine quieres que vuelva a lo mismo.

—No es así. —Se defendió—. Vamos a casa, vuelve con Cody y te prometo que las cosas van a cambiar. Ya no soy el mismo idiota de antes, ahora los valoro más y solo necesito una oportunidad para demostrarte que podemos hacerlo de nuevo. Nos necesitamos.

—No —declaré con rapidez—. No te confundas Colin, yo no te necesito, tu me necesitas a mí que es muy diferente, pero afortunadamente yo ya no.

    Me giré para darme la vuelta pero de nuevo me jaló y tomó mi muñeca con fuerza.

—Hazlo —dije mirándolo a la cara—. Déjame una sola marca que es todo lo que necesito para que vuelvas a prisión. Ya se acabó la Charlotte sumisa y boba. No me busques Colin porque me vas a encontrar.

     Podía ver en su mirada la rabia que le provocaba el que yo estuviera llevándole la contraria, podía notar que estaba conteniéndose para no fisurar mi muñeca pero por primera vez no tenía ni miedo ni dolor al verlo, sino rabia.

    Tiré de nuevo de mi mano pero no me soltó.

—Voy a llevarte a casa —dijo como si no hubiera escuchado lo que dije—. Le prometí a Cody llevarlos a cenar.

     Su sonrisa me dejaba claro que estaba dispuesto a poner en el medio a mi hijo.

—Entonces te deseo suerte —dije furiosa—. Porque nada, escúchame bien, nada hará que yo vuelva contigo. Ya puedes lárgate de nuevo.

    Me tomó de la mano y tiró de mí para llevarme al auto mientras yo forcejeaba por soltarme.

—¡Que no! —dije enojada—. Voy a irme sola.

     Parecía que no escuchaba por lo que volvió a tomarme de la mano y llevarme.

—Ha dicho que no —dijo la voz de mi jefe desde algún lugar—. ¿Tienes problemas de comprensión?

—Usted no se meta —respondió Colin—. Esto no es asunto tuyo.

—Me meto porque están afuera de mi empresa, porque ella es mi empleada y porque ella porta el uniforme de mi empresa lo que genera una mala imagen —dijo mirándolo serio—. Así que suéltala y deja que se vaya.

—Es mi esposa y se irá conmigo —declaró.

—Ha dicho que no —repitió—. No me obligue a evitarlo. Creo que a los hombres no les ha quedado claro que no, es no y que el «su» y el «mí» no siempre implica propiedad, no cuando hablamos de esposas. No eres su dueño.

—Entonces no eres un hombre —dijo divertido.

—¿Crees que eso me ofende? —respondió—. Un pene no te hace hombre y no no me considero solo un hombre, me considero un caballero que es una escala arriba. Repito no me obligues a enseñarte a respetar los designios de las mujeres.

—¿Vas a golpearme? —Provocó—. No creo que de una buena imagen a tu empresa.

—En condiciones normales lo haría —respondió pero como dije antes  además de un hombre soy un caballero y no acostumbro a perder los estribos frente a las damas.

     Colin rió.

—Aunque claro la excepción nunca puede faltar —dijo con una media sonrisa—. Y te aseguro que en una pelea jamás voy a ser el perdedor. Así que sueltala ahora o vamos a tener un problema.

     De la nada dos vigilantes y el señor Suns salieron de la empresa esperando las indicaciones de mi jefe que solo los miró.

—El señor ya se va —dijo—. Se va solo y este pequeño incidente no pasó.

    Colin se subió furioso a su auto dando un portazo y arrancó sin más.

    Me quedé parada en medio de la calle con los ojos acuosos y la rabia recorriendo mi cuerpo.

    Miré a mi jefe que me veía a tan solo unos pasos de mí y la vergüenza volvió.

—Gracias —musité—. De verdad gracias.

—¿Quieres que te lleve? —dijo y yo asentí.

    No quise preguntar que hacía afuera y no en el estacionamiento pero me abstuve de hacerlo y solo seguí su señalamiento hacia su auto.
  
    Me coloqué a su lado y continuamos caminando hacia el estacionamiento.

—Dame eso —dijo indicando mi bolso que más bien parecía maletín.

    Lo extendí para dárselo y continué caminando a su lado.

    La alarma de su auto sonó apenas nos acercamos e inmediatamente se adelantó para abrir la puerta y ayudarme a subir.

     Dejó mi bolso en la guantera y dio la vuelta para subir al coche.

    Quise volver a darle las gracias pero lo veía tan serio que preferí guardar silencio.

     Temía que me dijera que era una tonta o algo así. No estaba lista para escucharlo de él, no cuando Aiden había sido una de las personas que más me ayudaron a levantar mi autoestima, quien más me ayudó a creer en mi misma.

     Condujo en silencio durante varios minutos y yo no sabía si hablar y decirle que lo sentía de nuevo o mejor quedarme callada y esperar a que él hablara, aunque parecía que no estaba dispuesto a hacerlo.

—De nuevo muchas gracias. —Me atreví a decir—. No sé cómo agradecer.

—No tienes por qué agradecer nada —dijo y volvió a guardar silencio.

     Nuevamente condujo en silencio donde no se escuchaba nada más que los sonidos de los autos, la calle y ya.

—¿Te ha lastimado? —dijo repente—. Si te ha hecho daño lo mejor es...

—No —interrumpí de inmediato—. No lo hizo pero gracias por preguntar.

     Asintió y volvió a guardar silencio hasta aparcar frente a mi casa.

     Se detuvo pero no bajó, solo se quedó viendo al frente sin decir nada y yo empecé a sentirme incómoda.

—¿Estás enojado conmigo? —pregunté temiendo la respuesta.

     Hubo un nuevo silencio y yo estaba empezando a sentirme estúpida con todo esto.

—No Charlotte no lo estoy —respondió al fin—. Estoy desilucionado que es diferente.

    Bajó del auto e inmediatamente lo rodeó para abrirme la puerta y ayudarme a bajar.

—Que tengas linda noche —dijo con una media sonrisa—. Descansa y nos vemos mañana.

    Se dio la vuelta para rodear el auto e irse, así sin más, sin las risillas curiosa, las miradas de siempre y tan impersonal como nunca antes.

     Encendió su auto pero no arrancó seguramente esperando que entrara a la casa.

     Comencé a caminar hacia la puerta pero me detuve y giré de nuevo.

—¡Aiden! —dije deteniendo su partida...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top