Capítulo 15
No podemos prescindir del ayer pero tampoco debemos convertirlo en obsesión...
Charlotte Johnson.
Me acerqué para abrazarlo porque sabía que eso le lastimaba, al final de cuentas era su padre, al que amaba aun a pesar de estar decepcionado de él.
Se dejó abrazar y después él mismo de dio un beso y un abrazo agradeciendo todo lo que hacía por él.
—Gracias —dijo con una sonrisa—. No voy a decepcionarte nunca.
Me dieron ganas de llorar al escucharlo pero yo sabía que estaría orgullosa de mi hijo y que jamás dejaría de confiar en él ni de apoyarlo.
—Nunca podrías —dije abrazándolo de nuevo.
Nos quedamos así un rato antes de que nos separáramos y le preparara algo rápido de cenar antes de mandarlo a dormir.
Observé lo que tenía en la mesa y acomodé todo para dejar al menos algo avanzado antes de la faena de mañana.
Me tomé solo un café antes de irme al baño y relajarme en la ducha.
Volví a la sala y me acomodé en el sofá esperando que el sueño me llegara; sin embargo, fue imposible, la situación de la denuncia seguía dándome vueltas en la cabeza pero no podía sentirme mal y tampoco bien, simplemente no sabía cómo sentirme.
Me quedé pensando en la situación durante varias horas hasta que el sueño me venció.
Desperté con el sonido de la alarma y sentí que apenas había dormido unos minutos.
Me levanté y me di un baño antes de preparar el desayuno y ponerme manos a la obra con los bocadillos dado que tardaría el doble de tiempo al hacerlos por pocos.
Comencé la preparación antes de ver a mi hijo asomar y ofrecer su ayuda; sin embargo, no sabía nada y preferí decirle que no.
La llegada de mi mamá horas más tarde fue de gran ayuda y aprovechando su visita le conté con rapidez todo desde el día en que no habíamos hablado que dijo que estaba contenta con todo lo que había logrado y feliz de que haya tomado decisiones importantes en mi vida.
Me ayudó en la preparación de todo y finalmente tan solo hora y media antes de la seis habíamos acabado de hacer todo.
La decoración la hizo ella mientras yo me bañaba y arreglaba para esperar a Elinor y me llevara.
Me arreglé y bajé justo cuando mi amiga asomaba para ayudarme.
Con cuidado y mucha precaución subimos las charolas al auto y después regrese a casa para tomar mi bolso y despedirme de Cody.
—Hazte de cenar algo rápido —dije al no darme tiempo de preparar nada—. Vendré más tarde. Duerme temprano, en realidad no sé si solo entregaré o esperan que haga algo más, como sea necesito que te acuestes temprano.
—Sí mama —dijo con fastidio—. Voy a acostarme temprano ya no soy un niño.
—Yo me quedaré y te ayudaré un rato con él —añadió mi madre—. Ve con cuidado.
—Lamento tanto no poder quedarme contigo —agregué sabiendo que ella esperaba platicar—. Te llamaré.
—No te preocupes —respondió—. Ya habrá tiempo, ahora ve.
Me subí al auto con Elinor que me sonrió emocionada.
—Muchas gracias amiga —dije mortificada—. Hoy deberías estar con tu familia.
—Tú también eres mi familia y mi esposo no se enoja —decretó.
Fuimos hablando todo el camino y le conté lo que había hecho denunciando.
También le hable de mis miedos, mis dudas y lo preocupante para mí con respecto al estado de mi hijo.
—Todo estará bien —dijo con un suspiro—. Sabes que tienes mi apoyo pero deja de pensar en él, es hora de que pienses en ti y en nadie más, diviértete, sé feliz con tu hijo, relajante y empieza a vivir tu vida. Colin se ha largado y no mereces estar al pendiente de él que para eso está esa mujer, deja que sea ella quien lo resuelva.
Sabía que tenía razón pero no por ello dejaba de pensar en todo eso. Quería cambiar pero era tan difícil.
Finalmente llegamos a la casa de la señora Baker, me despedí de Elinor que dijo que le hablara sin importar la hora para que viniera por mí.
Toqué el timbre y rápidamente fui atendida y con ello varios empleados llegaron para ayudarme a meter las cosas hasta una cocina más grande que toda mi casa.
—Buenas tardes —dije a quien supuse era la cocinera—. He traído los bocadillos y no sé si deba quedarme o solo entregarlos.
—Buenas tardes —dijo con una sonrisa cálida—. Ayúdame a colocarlas en esas bandejas por favor en lo que pregunto que sigue.
Salió de la cocina sin esperar respuesta mientras yo miraba alrededor buscando en que poner todo.
Cuando por fin encontré pude empezar a colocar de nuevo todos y redecorar un poco.
—Has llegado —dijo una voz en la entrada.
Me giré para ver a mi jefe.
Vestía un traje negro que otorgaba a su ya de por sí blanca piel un toque de pulcritud y acentuaban el color de su cabello, además de resaltar el color de sus ojos.
—Buenas tardes —dije sonriendo—. He traído el encargo.
Se acercó a ver y después me miró.
—¿Te quedarás? —preguntó con la vista sobre mí.
—No lo sé en realidad, estoy esperando instrucciones.
Iba a decir algo pero su madre entró justo en ese momento y me saludó efusiva como siempre no sin antes detenerse a observar mi sien; no obstante no hizo ningún comentario.
—Deja de quitarle el tiempo —ordenó a su hijo que solo sonrió—. Esta chica tiene trabajo, ya después la puedes venir a estorbar.
Los tres sonreímos mientras veíamos a la mujer miran lo que había llevado.
—Son tan hermosos que no quiero comerlos para seguir observándolos —declaró—. En fin, ¿vas a quedarte verdad? Los meseros están listos apenas empiece a llegar la gente pero necesitamos a alguien que nos ayude en la colocación, se te pagara por ello por supuesto.
—No hay ningún problema —dije al verla moverse de un lado a otro—. Puedo quedarme.
—Me alegra mucho —respondió—. Mis hijas están arriba seguro vendrán a saludarte apenas terminen y tú —dijo señalando a su hijo—. Deberías estár arreglándote.
—Yo estoy listo mamá —articuló él—. Son ustedes las mujeres que se tardan una vida en eso.
Sonreí al escucharlo, yo estaba lista siempre en media hora dado que no usaba maquillaje.
La mujer bufó y tomó a su hijo del brazo llevándoselo no sin antes este robara uno de los bocadillos ganándose una nueva reprimenda.
La gente comenzó a llegar y la noche avanzó con rapidez y dado que lo que se suponía solo eran cincuenta personas, se convirtieron en casi ochenta.
—¿Que vamos a hacer? —dijo al señora Baker tras el anuncio de que quedaban solo la mitad de los bocadillos—. Aún son las ocho y faltan más de dos horas para servir la cena.
—¿De dónde ha salido toda esa gente? —inquirió su hija mayor—. La cena también será insuficiente.
—Podría preparar algo pero me llevara dos horas —dije metiéndome en la conversacion—. Aunque viendo su horno podría llevarme solo una.
—¿De verdad? —dijo Melina—. Esto es importante para mi hermano y para la empresa, estaríamos agradecidas de que pudieras hacerlo.
—Si me dicen que es lo que prefieren lo hago —dije sonriendo—. No se mucho sobre comida gourmet pero me sé algunos platillos.
—No podemos servir una cena y otra —dijo su hija—. Y si se hace una cena para todos, ¿es posible hacerla?
Miré el reloj contando el tiempo que tardarían en insumos y todo no me daría tiempo.
—Es imposible hacer de nuevo todo —respondí—. Al menos que disponga de ayuda, muchas manos en realidad.
Miraron a su cocinera y dijo que podía ayudar con dos o tres chicas más de limpieza.
Di una lista de lo que necesitaría y no supe a quien enviaron pero casi cuarenta minutos después había sobre la cocina un sin fin de ingredientes que con la ayuda de las cuatro mujeres, que mientras una se encargaba de la sopa de entrada, otra picaba, la otra marinaba y yo hacía el preparado fuimos capaz de hornear en media hora más y solo restaba esperar el tiempo de cocción.
Yo solo sabía cocinar y decorar un poquito pero la comida no era gourmet, no sabía sobre eso al menos no mucho y esperaba no haber empeorado todo y al gente no se sintiera ofendida.
Decir que no me dolían las manos sería absurdo pero la cena estuvo antes de tiempo, al menos quince minutos antes y los bocadillos a puntos de terminar por lo que decidieron adelantar todo.
La señora Baker estaba tensa pero respiró tranquila al saber que ya se podía servir.
Los meseros comenzaron a servir y una de las chicas y yo nos unimos a ellos.
Tomé un pequeño delantal y usando una charola coloqué sobre ella los platos.
Salí y comencé a servir en las mesas del jardín dispuestas para eso.
Cuando terminé me di la vuelta para ir por más y entonces le vi.
Hablaba con mi jefe llevándola de la cintura.
La lucía como si fuera un trofeo hermoso digno de mostrar y ella se movía cual reina en su castillo.
Usaba un vestido rojo entallado que dejaba a la vista su estupenda figura y miraba a mi jefe con atención.
Aiden Baker miró en mi dirección y debió ver mi turbación porque detuvo el discurso de Colin y aunque quise girarme para evitarlo me fue imposible.
—¡Charlotte! —dijo mi jefe y yo me quise morir—. ¿Está todo bien?
Me giré para ver a Colin abrir demasiado los ojos y acercarse.
Me di al vuelta sin responder y volví a la cocina donde todos me miraron con ojos muy abiertos.
—¿Qué ha pasado? —dijo una de las chicas—. Parece que has visto un fantasma.
Salieron de ahí llevando cada una su bandeja y solo se quedó la cocinera y uno de los meseros que esperaba su bandeja.
—¿Qué diablos haces aquí? —Escuché su voz—. ¿Te das cuenta de como me haces ver?
Me giré para ver a Colin furioso en la entrada y con la mirada puesta sobre mí.
—¡Lárgate ahora mismo! —gritó y la cocinera salió del lugar junto al mesero—. Me dejas en vergüenza cuando sabes que allá afuera hay gente de mi trabajo que saben que eres mi esposa.
—Ya no soy tu esposa —dije limpiando mis lágrimas—. Y no estoy haciendo nada malo. Estoy trabajando ya que tú no me das dinero y mi hijo no come aire.
—¿Otra vez con eso? —preguntó cada vez mas cerca de mí—. Lo haces para fastidiarme maldita loca, sabes que me la vivo en estas cenas y has decidido fastidiarme no es así. Quieres avergonzarme.
Negué sin poderme contener.
—¡Te largas ahora mismo a tu casa! —dijo furioso—. Estoy harto de soportarte y te juro que apenas puedo estar en tu presencia sin sentir repugnancia de solo verte. ¡Mírate! Estás hecha un desastre, luces espantosa y encima vienes a trabajar como la gata que eres. Vete a tu casa o ya mismo te saco de aquí.
—No tienes ningún derecho —dije ofendida—. Estoy trabajando y no me avergüenza.
—¡Pero a mí sí! —gritó furioso muy cerca de mi cara—. Mi jefe está allá afuera y puede verte, ¿qué voy a decirle? ¿Que mi esposa trabaja? ¿Cómo voy a quedar frente a él?
—No creo que quedes peor de lo que ya te ves —respondí con el coraje bullendo—. No sé si pueda haber algo peor que el que te vean como un infiel irresponsable.
Retrocedí hasta chocar con la encimera.
—No creo que tu jefe se ofenda si tu exesposa trabaja cuando ha tolerado a tu amante —continué sin poder contenerme—. Así que quédate tranquilo.
Su amante entró y al verme solo sonrió y se paró a un lado de él.
—¿Otra vez esta mujer? —dijo con fastidio—. Cariño no me gusta pasar por esto. Quiero que se vaya.
—Ya mismo me encargo —respondió suavizando el tono—. Charlotte te largas ahora mismo de aquí o si no te juro que...
—Le jura qué —dijo una voz atronadora desde la entrada—. ¿Con qué derecho dispone en mi casa?
Aiden Baker se veía furioso y caminaba a paso lento acercándose hasta colocarse a mi lado.
—Señor —dijo mi esposo dulcificando el tono—. Mi novia tuvo un pequeño percance con su empleada y me pareció prudente reprenderla.
—¿Su novia o su amante? —inquirió mientras la mujer lanzaba un jadeo—. Escuché lo que le dijo a su... Esposa y permítame decirle que en mi casa solo mando yo, ordeno yo, dirijo yo y sobre todo ¡grito yo! —dijo furioso—. Tú no tienes ningún derecho a nada y mucho menos una mujer de baja reputación.
La mujer abrió y cerró la boca.
—No voy a permitirle que hable así de mí —dijo la mujer.
—Vas a permitirme lo que se me dé la gana porque es mi casa —agregó con los dientes apretados—. Y porque con mujeres como tú suelo perder la caballerosidad. Así que ahora mismo se largan de aquí antes de que los eche como la basura que ambos son y eviten que vaya con su jefe y me encargué de que formen parte del listado de desempleados.
Ambos se miraron y sin más salieron del lugar.
Apenas se fueron mi jefe dio un puñetazo a la mesa.
—Detesto a las mujeres como ella —dijo furioso.
Entonces comprendí que aún le dolía que una mujer así hubiera roto su hogar.
Me acerqué a él y le dije que necesitaba irme a mi casa ya.
No escuchó más y me tomó del brazo para sacarme de ahí y llevarme él mismo.
De camino llamó a su madre explicando brevemente todo.
Miré por la ventanilla mientras no dejaba de llorar pero él no dijo anda, solo me dejó sacar las lágrimas.
Cuando me calmé le indiqué por dónde vivía y apenas aparcó se bajó para ayudarme.
Se quedó parado frente a mí y yo me recliné en el auto.
—Es eso lo que los hombres buscan —dije vencida—. Un estándar de belleza.
Negó repetidamente.
—Usted la vio —continué—. Es hermosa y cuando por fin creo que voy a empezar a superarlo él vuelve para acabar mi seguridad de seguir adelante.
Volví a llorar y él se acercó a abrazarme.
—No es más hermosa que tú —dijo y yo sollocé más fuerte—. Ni en lo físico, ni aquí. —Señaló mi corazón—. No dejes que te hagan daño.
—¿Por qué? ¿Por qué la vida es así? —dije en medio del llanto—. ¿No merezco que me quiera solo por ser vieja?
—Charlotte... —dijo tomando mi rostro—. No eres ni vieja, ni fea, ni inútil ni nada de lo que él te diga. Eres bellísima y eres hermosa por dentro, simpática, tienes una sonrisa bella y unos ojos únicos.
Se quedó mirándome y yo a él.
Hubo un silencio antes de que acercara su rostro y sus labios rozaran los míos en un beso que sin esperarlo me vi respondiendo.
Era un beso cálido, lento y sumamente sensual, un beso que nunca antes había recibido.
Me separé de él espantada y furiosa, no solo con él sino conmigo misma.
—¡No necesito esto ahora! —dije furiosa.
—Lo sé y lo lamento, no quise presionar nada...
—No necesito lástima de nadie y tampoco a un hombre —dije totalmente enfadada—. En este momento solo necesito a mi hijo.
Me di al vuelta furiosa conmigo misma sin esperar nada más...
Lamento la tardanza, es solo que mi internet no ayudaba. Nos leemos el viernes.
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