Capítulo 14
El amor se extingue como un rayo de luz con la llegada del anochecer...
Charlotte Johnson.
—Hola —dijo al verla ponerse de pie.
Saludó a su hermano con un beso y un abrazo efusivo antes de saludarme a mí con un beso.
—Tengo los documentos —dijo señalando una carpeta—. Silvil los ha dejado para ti. El contrato ha sido leído y dice que ha hecho anotaciones en una hoja adjunta, tú sabrás qué decisión tomar.
—¿Y por qué no lo ha hecho ella? —preguntó.
—Se que te morías por verla pero tuvo que salir —dijo riendo—. Así que cálmate y no hagas drama.
Mi jefe solo sonrió y dijo que iría afuera. Supuse que se sentía avergonzado de que su hermana haya dicho que estaba interesado en la chica frente a mí. Se despidió de ambas y salió de la oficina.
La miré antes de que ella me observará detenidamente y hablara.
—Vas a denunciarlo por agresión o solo quieres la pensión —dijo de forma tan directa—. Yo te recomiendo ambas pero en fin, tú sabrás.
—No sé cómo afectará a mi hijo ver a su papá en prisión —aseguré un tanto insegura—. Tal vez debí preguntarle a él.
Suspiró antes de hablar.
—Charlotte quiero que entiendas algo —dijo clavando la vista sobre mí—. Te ha violentado a ti y solo a ti, entiendo que tu hijo es primero pero la violencia de género no debe tolerar se y sobre todo no debe enseñársele a los hijos que está bien. Dejar que te golpee es decirle a tu hijo que él podrá hacerlo más adelante con alguien más.
Me quedé seria pensando en lo que acababa de escuchar. Ella tenía toda la razón y permitir a Colin esto era la carta para que llegara de nuevo y me atacara.
—Tiene razón —aseguré decidida—. No voy a darle el poder de volver a lastimarme.
Hizo un gesto de comprensión y tomó mi mano.
—Sé como te sientes —dijo aparentando el agarre—, pero no permitas que un hombre se apodere de tu voluntad.
Asentí y solo entonces escuché con claridad su asesoramiento. Los trámites del divorcio comenzarían y con ello la demanda de pensión y la de maltrato, dijo que me acompañaría al ministerio público por la demanda de maltrato.
Escuché con atención todo lo que dijo y al final yo solo debía colocar firmas donde me dijera pues la única que lo encararía de momento sería ella.
—Yo adoro poner en su lugar a estos machos —dijo al finalizar—. No tienes idea como voy a disfrutar los insultos de tu esposo cuando le lleve la documentación. Soy muy comprensiva, suelo dejarlos hablar y luego hago que se traguen su lengua.
Sonreí ante sus palabras y supuse que con una profesión como la de ella y con un carácter así, no era fácil lidiar con ella todo el tiempo.
—Te llamaré en cuanto tenga noticias —dijo antes de tomar su bolso—. Ahora vamos por la denuncia de maltrato.
—Solo debo ir al servicio antes —dije con una sonrisa—. Me indica por donde.
—Claro que sí pero deja de hablarme de usted —replicó—. Aparte de que me haces sentir vieja, siento que no me tienes confianza. Y eso es vital.
—Sí tengo confianza, es solo que no me acostumbro a llamarla Karime —respondí mientras reía.
—Pues va siendo hora.
Me indicó la ruta del baño y sin más salí del lugar siguiendo las indicaciones que me había dado.
Me detuve frente al baño pero estaba ocupado por lo que permanecí afuera mirando un punto fijo al centro.
¿Qué se supone que debía sentir con esto? ¿Las mujeres se regocijaban después de demandar o desde antes? Yo no podía comprender por qué yo era tan tonta y en lugar de sentir regocijo por lo que acababa de hacer sentía pesar y dolor.
Miré mi mano, mi anillo de matrimonio no estaba desde hace meses pero jamás había sentido tanto todo hasta hoy que la palabra divorcio resonaba en mi cabeza.
En abracé a mí misma sabiendo que esto estaba mal, que yo no debería estar sufriendo por él pero me era imposible no sentirlo así.
Colin había sido mi vida durante diecisiete años y que ahora después de todo ese tiempo estuviéramos envueltos entre golpes, gritos, discusiones y pleitos legales me parecía no solo absurdo sino completamente irreal.
Limpié las lágrimas que rodaban por mis mejillas y una vez me sentí mejor volví a la oficina de Karime.
Toqué y apenas escuché la indicación de poder pasar entré.
De nuevo mi jefe estaba ahí despidiéndose de ella.
—Charlotte mi hermano ya se va y se ofrecía a llevarte —dijo—. Le he dicho que ya me encargo yo de eso.
Sonreí a ambos y no dije más.
El hombre volvió a darle un beso ruidoso en la frente y se despidió de mí con un movimiento de cabeza.
No sabía si estaba molesto todavía por la pequeña discusión en el auto pero no quería que eso afectará en mi trabajo por lo que opté por hablar de eso con él después.
Karime tomó su bolso y me invitó a salir antes que ella.
Se colocó a mi lado y comenzamos a andar hasta el ascensor.
—¿Estás lista para mañana? —dijo la chica mientras entrábamos al ascensor—. Será una reunión de negocios pero mi hermana y yo siempre sabemos ponerle sabor a esos asuntos.
Me reí de lo que dijo.
—Apenas iré por los insumos pero sí —dije divertida al salir del elevador—. Mañana estarán a tiempo. Les parece bien a las seis?
—Estaría perfecto a esa hora —respondió—. Le diré a mi hermano que vaya por ti para ayudarte.
—No es necesario. —Me apresuré a responder—. Mi amiga tiene auto y se ha ofrecido a llevarme.
—Entonces perfecto —dijo justo cuando nos parábamos frente a su auto—. Estoy que muero por comerlos, yo no he comido uno solo, Melina y Aiden junto a mi madre fueron quienes los comieron pero según palabras de mi hermano son subliminales, sobre todos los de queso con carne. Ya sabes, los hombres nunca pueden llamar nada por su nombre.
Rodó los ojos mientras yo reía sabiendo que era cierto, mi hijo solía llamar sopa a todo lo que tuviera pasta incluso a la lasagna. Suponía entonces que mi jefe era igual.
—Aiden se alegró de que hayas decidido divorciarte —dijo dentro del auto y cambiando el tema—. Es un buen chico pero intolerante con el maltrato y detesta que las mujeres lo permitan.
—Ya veo —acoté—. No pasa nada, es solo que bueno es raro discutir con alguien por el tema..
—No hagas caso al amarguete de mi hermano, a veces es un poco intenso pero en el fondo es un buen chico —dijo con un suspiro—. Es el mejor de todos.
—No lo dudo —dije risueña—. Parece buen hombre y además es diferente, muy amable y solidario.
—Lo es —concordó—. Cuando se case estaré encantada de cuidar de sus retoños.
Volví a reír al escucharla.
—Tal vez la señorita que mencionó hace un rato ya lo tenga prendado —dije entre risas—. Tal vez pronto.
El bufido no se hizo esperar.
—No lo sé —respondió con otro suspiro—. Hace años que esperamos noticias de ellos juntos y nada, no pasa nada, absolutamente nada.
Me guardé mi opinión porque en realidad no sabía qué decir así que solo volví a reír.
Seguimos en el camino hablando de todo y nada a la vez, de sus aficiones y gustos y me di cuenta que era una mujer retro, le gustaba la musica antigua, la ropa formal, la cerveza, las películas de acción, en fin una mujer muy poco femenina pero mujer al fin.
Le conté las mías y sonrió cuando escuchó que en realidad lo que me gustaba era estar en casa con mi hijo y no tenía más aficiones, no cuando apenas me alcanzaba el tiempo entre los quehaceres y al final terminaba tan cansada que solo terminaba por dormir.
—Un día de estos te llevaremos a perder por ahí —dijo moviendo las cejas sujestivamente—. Melina estará encantada de salir, a ella le encanta bailar y el ruido. Las tres haremos un desastre la noche.
Me asusté un poco al escucharla sabiendo que yo parecía gallina, solía darme sueño temprano y si no dormía a esa hora era por las múltiples ocupaciones que tenía; sin embargo no me negué.
—Estaré encantada de ir —dije al final—. Seguro que será divertido.
No sabía si sería divertido pero la realidad era que tal vez merecía un poco de entretenimiento entre chicas.
Aparcó frente a la procuraduría y bajé al mismo tiempo que ella lo hacía y apenas entramos se movió como pez en el agua, parecía conocer a todo mundo puesto que a cada paso saludaba a alguien y finalmente llegamos hasta el módulo de atención donde apenas estuvimos ella comenzó a hablar e inmediatamente me hicieron pasar para tomar mi declaración.
Fueron horas en las que tuve que responder más de seis veces la misma pregunta según ellos para evitar contradicciones o para detectarlas, aclarar la hora, duración de ataque, repetir palabra a palabra lo que dijo, fecha, testigos, un sin fin de datos; como fuera estaba cansada de repetir lo mismo y finalmente me pasaron a una la revisión médica donde este entregaría un informe de lo encontrado para finalmente tomar fotos de mis lesiones.
El procedimiento era largo y yo no sabía si estaba en realidad lista para seguir con eso por lo que al final ella se acercó hasta a mí para tranquilizarme.
—Lo has hecho muy bien —dijo con una sonrisa de apoyo—. A partir de aquí me encargo yo y solo te entregaré la documentación y te haré saber tus derechos.
Asentí no muy convencida de ello pero al final ya estaba hecho y cuando salimos de ahí era lo suficientemente tarde para mí.
Aún tenía cosas que hacer y el pesar y miedo que sentía por todo esto me tenía inquieta.
—Me quedaré aquí a esperar lo que digan pero tú puedes ir a casa —dijo mirándome—. No te preocupes ve a hacer tus cosas que lo más seguro es que haya un resultado hasta el lunes dado que es viernes.
—Gracias, es que siento una presión en el pecho. —Me atreví a confesar—. No sé algo así como una presión.
—Es normal —dijo tranquilizándome—, pero te prometo que hoy todo estará bien.
Me despedí de ella tratando de confiar plenamente en su trabajo y sin esperar más me apresuré a tomar un taxi para ir de compras para el compromiso que tenía encima.
Me fui al supermercado donde traté de no sentirme mal por lo que había hecho. Yo no era culpable de nada y tampoco había mentido en nada.
Conté todo como había pasado, ni más ni menos y lo único que hice fue exigir los derechos de mi hijo. Me repetí una y otra vez que no había hecho mal que no estaba siendo injusta y que lo que había hecho era lo mejor.
Terminé se comprar y después de pagar salí con muchas bolsas para tomar de nuevo un taxi e irme a casa para avanzar.
Todo el camino a casa pensé en lo que había hecho, no podía negar que tenía miedo a su reacción, a la de mi hijo, a la de la gente pero tal como me había dicho tanto mi jefe como su hermana, yo había sido la agredida, no la gente e incluso, no mi hijo y tenía todo el derecho a salir adelante y a pelear porque se me respetara.
Con esa frase dando vueltas a mi cabeza, sabiendo que yo era antes que todo una mujer y que de ninguna manera debería soportar ni maltratos verbales y mucho menos físicos.
Llegué a casa y bajé las cosas del maletero con ayuda del taxista antes de que mi hijo abriera y me ayudara a meter las cosas a la casa.
—¿Qué es todo esto? —dijo observando las bolsas—. Dijiste que era una pequeña reunión.
—Y lo es —respondí risueña—. Pero me han dado un anticipo grande y pues he aprovechado para comprar algo de despensa además de que después de todo no es un pedido de bocadillos pequeño.
Sonrió encantado de ver algunas cosas que hacía mucho no comía por la escasez de dinero pero ahora teníamos más comida.
Dejamos las cosas en la única mesa antes de que empezara a sacar las cosas para poder acomodarlas sobre una alacena improvisada con unas maderas que había colgado con unos lazos.
Miraba su cereal favorito, la leche y sobre todo algunas charolas de carnes.
—Habrá que comprar hielos —dije al ver su cara—. Podemos ponerlos en alguno de esos cazos llenos de hielo ya que no tenemos enfriador.
Sonrió y le di dinero para ir por hielos.
Apenas volvió colocó las charolas con carne en una olla profunda previamente llenada de hielo.
Saqué las charolas desechables que había comprado para colocar los panecillos y miré la pequeña estufa que tenía donde tendría que hornear a poco dado el tamaño.
No me podía quejar con lo poco que la casa tenía, al final los pocos muebles y la pequeña estufa incluían en la renta y con eso era más que suficiente.
Tampoco tenía refractarios más que unos cuantos que mi madre me había dado y solo algunos vasos y platos, pero lo urgente eran los refractarios por lo que también tendría que usar esos pequeños.
Guardamos todo y decidí que era hora de decirle a mi hijo.
—He pedido el divorcio —dije viendo como dejaba de hacer lo que hacía—. También lo he demandado por el maltrato de ayer y he exigido la pensión alimenticia.
Hubo un silencio en el que mi hijo solo veía la mesa.
—Se lo merece —dijo al final...
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