Capítulo 13
Un verdadero amor no muere así como así, como muere cualquier día o como la misma noche y si lo hace entonces solo era una vaga ilusión...
Charlotte Johnson.
Me levanté frustrada de sentirme así, inútil e sin valía por lo me repetí una y otra vez que ya no más, ya no más abusos ni más llanto.
Me metí al baño a lavarme la cara y después me fui a la cama donde por supuesto no dormí absolutamente nada pensando en lo que pasó.
Me levanté y me metí al baño donde miré mi cara. Tenía los ojos hinchados, pero lo peor era que tenía en el costado de mi cabeza un bulto infamado y un poco amoratado.
Me miré pensando en como iba a disimular eso. Tenía que usar el cabello recogido y no había manera de cubrirlo ni con maquillaje.
Hice mi mejor esfuerzo para que no se notara pero al ver el gesto de mi hijo supe que había fracasado en el intento.
Me vestí y afortunadamente las mangas del uniforme cubrían por completo mis muñecas.
Hice el desayuno y traté de no abordar el tema para no hacer todo más difícil por lo que no hablamos de eso y decidí contarle lo del trabajo extra y que necesitaría su ayuda para la preparación y aunque un poco más entusiasmado dijo que sí, podía ver su rostro serio.
Dejé lista la comida y le dejé las indicaciones de todo antes de irme.
Se le veía enojado aún cuando me despedí de él, tal vez no conmigo pero definitivamente su estado de ánimo había cambiado.
—Tal vez venga un poco tarde hoy —dije mirándolo directamente—. Voy a exigir la manutención que por derecho te corresponde.
Mi hijo no dijo nada, solo asintió y me observó.
Dejé un beso sobre su mejilla justo cuando Elinor estacionaba frente a la casa. El sonido de su auto era inconfundible y apenas me asomé por la puerta bufó ofendida.
—Nunca puedo llegar de sorpresa —dijo moviendo estrepitosamente su negra cabellera—. Voy a cambiar de auto.
Sonreí ante su berrinche antes de verla, era hermosa y con una vida perfecta.
Elinor siempre había sido linda con sus enormes rulos y sus grandes y hermosos ojos. Tenía una manera única de hechizar a la gente no solo por su figura estilizada y su tez morena clara sino porque sus labios y sus ojos eran demasiado expresivos.
Ambas habíamos sido totalmente opuestas, donde ella era morena yo era rubia, alta y yo menuda, ella de cabello rizado y el mío lacio, en fin habían tantas diferencias en ambas que era imposible no preguntarse cómo dos personas tan opuestas podían ser tan amigas. Y es que para nosotras no importaba, nos amábamos tal cual.
—¿Qué te ha pasado? —dijo apenas vio mi perfil—. Y no me digas que nada que no voy a creerte.
Era bien sabido que no me dejaría en paz hasta contarle todo por lo que comencé a decirle lo que pasó la noche anterior con Colin. No omití ningún detalle, le mostré mis muñecas escuchando el jadeo de indignación y después las maldiciones de mi amiga.
—Pero, ¿por qué no lo has denunciado? —dijo enfadada—. Ese tipo de hombres disfrutan minimizando a una mujer. No se lo permitas.
—La hermana de mis jefes es abogada y me ofreció su ayuda —respondí—. Tal vez pueda llamarle y hablar con ella, me dejó sus datos.
—Háblale —dijo con seguridad—. Basta de permitirle a ese chango que siga haciendo de las suyas.
Sonreí al escucharle y asentí sabiendo que eso era lo mejor para mí.
Estacionó frente a la oficina y no me quedó mas que bajar del auto y entrar al edificio. Este día como cada vez que Colin reaparecía en escena me parecía oscuro y triste. Verlo me desanimaba por completo, me entristecía mucho y sobre todo verlos significaba retroceder miles de pasos frente a lo poco que había ganado.
Suspiré y avancé tratando de darme impulso y ánimos para llevar el día.
Era mi oportunidad de demostrar que podía lograrlo sola y no debía sentirme destruida.
Respiré profundo y comencé a caminar hacia la entrada donde lo primero que visualicé fue a la señorita Baker hablando por teléfono.
Quise pasar de largo pero me hizo una seña con la mano para que me detuviera.
Me quedé parada esperando a que colgara y cuando lo hizo se acercó a mí pero apenas me vio y su entrecejo se frunció.
—¿Qué te ha pasado? —dijo viéndome con curiosidad.
—Me he golpeado anoche —respondí pero la vi fruncir más el ceño—. Un descuido.
Me observó detenidamente durante minutos antes de hablar.
—Bien, si tú lo dices —dijo para finalizar—. Te hablaba para decirte que después del curso puedes retirarte, mi madre ha dicho que necesitarás tiempo para el encargo de mañana.
—Pero no me gustaría que piensen que falto a mi trabajo por algo personal —dije avergonzada—. Puedo cumplir mi horario y después hacer mis pendientes.
—No está a discusión —respondió—. Y nadie está pensando nada, a mi madre nunca le negamos nada, así que terminando el curso puedes irte para avanzar. También llámale para ultimar detalles.
Su teléfono volvió a sonar y ella respondió de inmediato despidiéndose con la mano y avanzando hacia donde sea que fuera.
Caminé hacia el ascensor y apenas alcancé a subirme antes de que cerrara.
Pensé en que me sentía terriblemente desganada y con un miedo inmenso a algo que desconocía. La opresión en el pecho como si se viniera algo terrible pero sin saber qué.
Bajé del ascensor y me acomodé en mi lugar donde solo permanecí unos minutos antes de ir al baño y llamar a la abogada.
Estaba decidida y no podía ahora claudicar. El miedo instalado en medio de mi pecho tal vez era porque sabía la batalla que se avecinaba.
Apenas recibió la llamada le pedí su ayuda con la demanda de pensión y dijo que me vería a mi salida, que la buscara en su despacho y aseguró que me atendería.
Ya estaba, había dado el primer paso y no quedaba más que avanzar pero no estaba permitido claudicar.
Volví a mi lugar y comencé mi trabajo por una hora antes de ir al curso donde apenas pude concentrarme; sin embargo, me esforcé muchísimo para lograrlo, para que no después, no supiera nada.
Cuando terminó el curso me sentí satisfecha de haber avanzado lo suficiente en mi preparación. Tenía anotaciones que repasar el fin de semana pero me encargué de aclarar todas mis dudas.
Volví a mi lugar por mis cosas y me despedí de aquellas compañeras que ni estaban desocupadas por el momento.
Caminé a la oficina de mi jefe y toqué. Apenas escuché que me indicaba que podía pasar entré para avisar mi salida.
—Buenas tardes —dije mientras lo veía tomar su chaqueta—. Voy a retirarme antes.
—Sí, por supuesto ya lo sabía —dijo con una sonrisa—. Mi hermana me dijo que irás a verla y bueno yo voy para allá por un asunto de la empresa, si quieres puedo llevarte si vas a verla ahora.
—No quiero abusar —dije sabiendo que ya todos habían hecho suficiente por mí.
—Bueno en realidad voy a gastar la misma gasolina llevándote o no —aseguró con una media sonrisa que me hizo gracia.
—Entonces le agradezco mucho —respondí—. Bajaré y esperaré abajo.
—¿Por qué? —inquirió intrigado—. Ya voy de salida justo ahora.
—Bueno. —Carraspeé—. No me gustaría que lo vieran conmigo y se dieran una mala idea.
Lo escuché reír antes de que respondiera.
—A veces llevo a otras personas, mujeres, hombres en fin no me molesta —dijo aclarando—. Nadie va a pensar nada malo y deja de preocuparte por las demás personas que nadie te paga las cuentas para darle explicaciones, ahora vamos que llevo el tiempo justo y tengo una reunión después.
Caminé a su lado sin decir una palabra sabiendo que para cualquier cosa que dijera siempre tendría un argumento que echara por tierra los míos.
—¿Qué te ha pasado? —dijo una vez dentro del elevador señalando mi sien.
—Me he golpeado —dije levantando mi mano hacia el lugar del golpe.
—¿Y también te has golpeado la muñeca? —preguntó tomando mi mano y levantando más el puño de la blusa.
Me miró y yo giré el rostro avergonzada.
Había levantado la mano para tocar el golpe y la manga se había subido lo suficiente para dejar a la vista las marcas.
—Tuve una pelea con él anoche. —Me atreví a confesar—. Discutimos y bueno Colin se exaltó un poco.
—¿Un poco? —dijo evidentemente molesto—. ¡Por Dios eso es violencia! Yo me exalto todos los días y no por eso voy golpeando mujeres. Deja de justificarlo y de permitir que abuse de ti.
—No lo justifico y mucho menos tolero —respondí alterada.
La puerta del ascensor se abrió y el silencio se hizo entre nosotros antes de empezar a caminar hacia el estacionamiento.
Desactivó la alarma de su auto que emitió un sonido y apenas estuvimos cerca se apresuró a abrir la puerta.
No pude evitar pensar en las veces que salí con Colin y jamás tuvo un gesto así conmigo. Era ahora, cuando todo había estallado que podía ver todos y cada uno de sus defectos. Sin duda el amor cegaba por completo.
Antes no había para mí nada mejor que Colin y no es que ahora viera a mi jefe de un modo diferente, pero viéndolo podía notar que habían muchas carencias en Colin que antes no había visto. Estuvieron ahí siempre pero yo no las veía.
Mi jefe era un hombre que sabía comprender hasta cierto punto a las mujeres y mejor aún sabía tratarlas y eso que yo era una desconocida. Imaginaba que con una mujer importante para él solía ser mucho más atento.
Colin había sido siempre así, ajeno a cualquier cosa, incapaz de ver más allá de sus narices, incapaz de verme como una mujer.
De novios jamás se interesó por nada más que hacerme reír y hasta ahora era capaz de verlo, yo había sido siempre la única enamorada. Él solo me eligió como si hubiera elegido una camisa, dándome esa misma importancia, nunca fui especial para él.
Para Colin, los San Valentin no eran más que la oportunidad de sacarle dinero a los hombres, abrirle la puerta a una mujer no era más que un gesto de esclavitud masculina, «ustedes tienen sus manitas» eran sus palabras; pagar la cuenta completa era un abuso femenino según él porque eramos unas mantenidas aprovechándonos de los novio y esposos.
¿Dónde habían estado todas esas cosas que antes no pude verlas? ¿Es que era el amor tan tóxico que impedía ver todo de manera objetiva? No pude evitar enojarme conmigo misma por no haberlo visto antes.
Le había permitido y hasta compartido su opinión en algún momento. Sin darme cuenta me había sometido por completo a sus designios.
Ahora viendo a otros hombres comportarse diferente, con gestos que no los sometían sino que eran caballerosos, solo entonces me di cuenta de lo mal que estuvo todo desde el principio.
—Creí que no vivían juntos ya. —Escuché a mi jefe decir trayéndome de vuelta a la realidad—. No quise hablarte así. Es solo que esas cosas me sobrepasan.
—No se preocupe —dije apenada—. En realidad ya no vivimos juntos, solo que ayer llegó a casa pidiendo a gritos ver a mi hijo cuando no ha dado nada para la manutención y pues se lo dije, se ofendió y todo se salió de control.
Hubo otro silencio en el que me sentí torpe y estúpida.
—¿Vas a divorciarte? —preguntó sin mirarme—. Si vas a ver a mi hermana supongo que es por eso.
Guardé silencio de nuevo, jamás me había planteado el divorcio, ni siquiera una separación. Jamás creí que llegaríamos a esto y no estaba segura de nada.
Abrí la boca para responder pero levantó la mano para detenerme.
—No te preocupes, ya me respondiste —dijo serio.
—¿En serio? —pregunté removiéndome—. No he dicho mi respuesta.
—No vas a divorciarte, ni a exigir nada —dijo parco y sin mirarme.
—¿Cómo está tan seguro? —pregunté ofendida.
—Hice la pregunta y dudaste —dijo deteniendo el coche—. Eso es más que suficiente.
Salió del auto sin decir una palabra, dio la vuelta para abrirme la puerta y extender la mano para ayudarme a bajar.
Apenas bajé intenté explicarme pero de nuevo levantó la mano.
—No me debes ninguna explicación, es tu vida y tus asuntos y yo no soy nadie para decir si lo que haces está bien o mal —dijo con solemnidad—. Deja de esperar la aprobación del resto porque no siempre la obtendrás, si crees que lo mejor es seguir a su lado hazlo, si no pues aléjate, no me debes nada ni a mí ni a nadie, ya quítate eso de la cabeza.
Se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el edificio que se erigía frente a nosotros.
Me quedé parada unos segundo analizando sus palabras antes de seguirlo.
Casi corrí para ponerme a su lado pero no dije nada, ni él.
Subimos al ascensor en total silencio, íbamos solos pero ninguno habló y apenas se abrió el elevador hizo un gesto para que saliera primero.
Colocó una mano en mi columna para indicarme hacia donde debería ir.
Seguí caminando con él a mi lado hasta que nos detuvimos frente a una puerta que tenía el nombre de su hermana.
Tocó la puerta y apenas abrió nos encontramos con ella que nos recibió con una sonrisa cálida...
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