Capítulo 15
Llegué a clase arrastrándome por los pasillos. Después del horrible fin de semana que había pasado no pude hacerlo de otra manera. Mi cuerpo estaba débil y cansado. Mis ojeras delataban lo poco que había dormido en estos dos últimos días y la palidez de mi piel hablaba por sí sola.
Si los lunes eran de por sí difíciles, éste se complicó el doble. Después de lo que había ocurrido el viernes estuve encerrada en casa durante todo el sábado y el domingo. Sin dormir. Sin comer absolutamente nada. Llorando a mares.
Conseguí hablar con Mimi y con Rachel el sábado por la mañana. Estaban muy enfadadas. No entendían como podía haberme ido así y no haber respondido ninguna de sus llamadas. Por lo visto, estuvieron durante dos horas buscándome por todas las calles de Silvertown sin encontrar ni rastro. Estuvieron a punto de llamar a la policía, pero al parecer Adam les mandó un mensaje a ambas diciéndoles que estaba bien, justo cuando llegamos a casa.
De Leo no había tenido noticias. Y eso me mataba por dentro. No me atreví a llamarle. ¿Qué iba a decirle? ¿Que había estado con otro chico tomando copas mientras él jugaba al FIFA? ¿Que ese mismo chico fue quien le pegó un puñetazo? ¿Que había vuelto de Silvertown con Adam? No, no podía decirle eso. No podía asumir mi responsabilidad. Me daba miedo.
Rachel me había contado que cuando consiguieron separar a Bruce y a él en la puerta del Premium, Leo tenía la nariz sangrando. Dijo que le vio subir a su coche y largarse de allí. Bruce por lo visto no corrió la misma suerte, y tuvo que ir a Urgencias a que le cosieran una ceja y le vendaran la muñeca.
Al entrar a clase, Mimi me giró la cara. Cuando se enfadaba por tonterías me costaba un día entero que me volviera a dirigir la palabra, así que con esto, me esperaba al menos una semana de búsqueda de su perdón. Rachel me saludó disimuladamente con un ligero gesto.
Lucas que acababa de llegar se acercó a mí y me abrazó.
— Emily, las chicas me han contado todo. Tienes muy mala cara. ¿Qué tal has pasado el fin de semana? Estaba preocupado—Dijo.
— Lucas, yo...estoy fatal. No sé ni por qué he venido hoy a clase. No puedo más. —Suspiré.
— Tranquila. Todo se solucionará. Si necesitas algo sabes que puedes contar conmigo. Y con las chicas. A Mimi se le pasará enseguida. Ya verás. Te quiere mucho y se dio un buen susto.
El profesor entró en clase y todos nos sentamos. Las dos horas de lección se me pasaron enseguida. No atendí nada, no podía concentrarme. Mi cabeza seguía dándole vueltas a todo. Sin parar. Mi maldita cabeza nunca descansaba.
Al salir del aula, fui hacia las taquillas como todos los días. Estaba decaída. Andaba arrastrando los pies y el cuerpo me pesaba toneladas. Estaba muy cansada y hacía las cosas sin prestar atención, estaba ida, absorta, inerte. Me puse la bata, cogí las cosas vagamente y fui hacia los ascensores para ir a las consultas.
Entonces me encontré con Adam, que estaba esperando también el ascensor. No le había visto en clase, ni si quiera había girado la cabeza para cerciorarme de su presencia. No quería hablar con él, así que cuando nuestras miradas se cruzaron, decidí ir por las escaleras para evitar ir en el mismo ascensor.
Cuando me giré, noté que su mano me agarró el brazo delicadamente. Tomé aire hondo y me giré para mirarle.
— ¿Qué quieres Adam? —Dije.
— Solo quiero saber qué tal has pasado el fin de semana. Estaba preocupado Emily. Yo... —Le interrumpí.
— Pues que todo el mundo deje de preocuparse por mí de una vez. — Respondí de mal humor.
Di dos pasos hacia las escaleras, pero Adam me siguió.
— ¡Emily espera!
Me di la vuelta.
— ¡Por favor, escúchame! —Me rogó, sujetándome de nuevo del brazo.
— Adam, tengo la cualidad de hacer daño a todo el que me rodea. Ya lo viste el viernes. No quiero que te salpique más ninguno de mis problemas. Me niego. A ti no...
— No digas tonterías, Em. Lo del otro día lo haría mil veces más por ti. — Dijo acercándose cada vez más a mí.
Entonces me dio el abrazo más reconfortante que me habían dado nunca. Lo necesitaba tanto. Me sentía despreciable por haberle hablado así. Pero no quería que mis problemas le hicieran daño a él, a mi ángel de la guarda. No podía permitirlo. Era tan bueno conmigo y tan atento, que no se merecía alguien que sólo tuviera tristeza y malas palabras para compartir con él.
— ¿Nos vemos en el descanso? —Me susurró al oído mientras me abrazaba. Con solo un brazo conseguía rodearme por completo.
— Está bien. Gracias otra vez Adam.
— No tienes que darlas. Te veo luego. — Dijo en un susurro que me llegó bien dentro.
Me soltó. Y sentí que se llevaba toda mi seguridad con él. Me hubiera pasado toda la mañana entre sus brazos. Me hacía sentir tan bien... tan viva. Se giró hacia los ascensores después de guiñarme un ojo. Yo me dirigí a las escaleras.
Antes de llegar, pude escuchar perfectamente el pitido que hacía el botón de llamada del ascensor al ser pulsado. Mientras caminaba, algo raro sucedió, porque dejé de escuchar mis propios pasos, dejé de oír el sonido de la gente por los pasillos, el corazón me comenzó a latir muy deprisa, más de lo normal, y comencé a ver muy borroso. Las piernas se me doblaron, y noté cómo mi cuerpo caía al suelo, se desplomaba,..
— ¡Emily! ¡Llamad a alguien!
La voz de Adam gritándome es lo último que escuché a lo lejos, y de forma muy tenue. Después se hicieron la oscuridad y el silencio.
Lo siguiente que recuerdo es que desperté en una de las camas del hospital, rodeada de cables. Tenía puestas un par de vías en el brazo. Llevaba ese pijama horrible que llevaban todos los pacientes y que dejan a la vista mucho más de lo que esconden. Esta perspectiva de la relación médico-paciente no me gustaba, yo solía estar al otro lado. Me levanté desorientada. Reconocí que estaba en la planta de Psiquiatría, por las rejas de las ventanas, y me comencé a poner muy nerviosa. ¿Qué había pasado? ¿Qué hacía allí?
Mi madre entró por la puerta de la habitación, y se abalanzó sobre mí.
— ¡Emily! ¡Emily! ¡Qué susto nos has dado!
— ¿Mamá? ¿Qué hago aquí? ¿Qué ha pasado?
Me incorporé. Estaba cada vez más nerviosa.
— Tranquilízate. Esta mañana te has desmayado y al caer te has golpeado la cabeza. Tienes que descansar.
— ¿Y quién te ha avisado? ¿Qué hora es?
— Son las dos, cariño. Un compañero tuyo, Alex o Adam o algo así, estaba delante cuando te pasó y te llevó a urgencias. Él me avisó.
— Pero yo tengo clase de Endocrinología ahora. Voy a llegar tarde. Estoy bien, quiero irme ya.
La puerta de la habitación se abrió.
— Eso no va a ser posible Señorita Sutton. —Dijo una voz ronca y fuerte desde la puerta.
Yo conocía esa voz. Había rotado ya por Psiquiatría, así que pude averiguar que era del Dr. River, el jefe de servicio.
— Dr. River, tengo que ir a clase. El examen es en un par de semanas.
— Señora Sutton, ¿puede dejarme un momento a solas con Emily? — Dijo el doctor a mi madre.
— Sí, por supuesto. —Respondió ella, marchándose de la habitación.
Esto no me olía nada bien. ¿Qué hacía en Psiquiatría? ¡Yo no estaba loca! ¡Me había desmayado!
— Emily, tendrás que quedarte ingresada un par de días —Dijo el doctor, que se sentó al pie de la cama.
— Pero Dr. River ¿Qué es lo que va mal?
— Estás en sexto curso. Eres médico Emily. Creo que eres consciente de la situación, aunque no quieras reconocerlo.
— No sé a qué se refiere doctor. —Sí lo sabía. Claro que lo sabía.
— Echa un vistazo a tus analíticas.
El doctor me dio un par de hojas del laboratorio con los resultados de un análisis de sangre que me habían sacado de urgencia cuando me desmayé. Tenía una anemia normocítica horrible. El potasio, el calcio, las proteínas y varias vitaminas bajas, entre otros muchos valores alterados.
— El apartado de hormonas aún está pendiente. —Dijo el Dr. River — Pero apuesto a que están todas alteradas Emily. ¿Hace cuanto no tienes la menstruación?
Respiré hondo y agaché la cabeza por vergüenza. Volví a mirarle.
— 6 meses —Respondí.
— ¿Por qué no nos has pedido ayuda antes Emily? Sabes que cualquier doctor te hubiera ayudado a superar todo lo que estás pasando. No puedes seguir así, y depende de ti.
Bajé la cabeza de nuevo. Me avergonzaba terriblemente escuchar a uno de mis profesores hablarme así. Yo sabía que no estaba comiendo nada últimamente, pero tenía que hacerlo, por Leo y por mí. No quería volver a ser la de antes, no quería volver a ser ese monstruo que era antes de que decidiera cambiar, y eso tenía un precio.
— Tu grado de desnutrición aún no es severo, pero es importante. Te quedarás ingresada un par de días hasta que estabilicemos las analíticas, y luego podrás ir a casa. ¿De acuerdo? Pero por favor, recapacita. Has visto muchas niñas en tu situación cuando rotaste por aquí el año pasado y sabes que es muy peligroso dejar de comer. Tendrás que visitar a un psicólogo y venir a mi consulta y a la de los endocrinos.
¿Qué estaba diciendo? Yo no quería estar allí. Quería volver a mi refugio, quería descansar y estar tranquila. Eso era lo que necesitaba, y no un psiquiatra.
¡Qué equivocada estaba...!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top