Verdades mas verdades
Syaoran se echó agua en el rostro por quinta ocasión y parpadeó varias veces para tratar de despertar. Estaba agotado; el día estuvo de locos y si le sumaba sus escasas horas de sueño, ya se sentía zombie de The Walking Dead.
Situación que no pasó inadvertida por su compañera, de hecho, lo instó a tomar un receso para que se fuera a dormir; sin embargo, ignoró la sugerencia. Sakura debía regresar a su departamento y no pensaba mandarla en Uber cuando él fue quien decidió que trabajarían en su hogar.
Suspiró sintiendo el peso de sus malas decisiones al tomar la pequeña toalla a su lado con la que procedió a secarse el rostro.
Al bajarla, observó su reflejo y encontró que tenía el cabello más alborotado de lo normal. Dejó a un lado lo que tenía en la mano antes de pasarla por su cabello en un fallido intento por peinarse.
Finalmente sacudió la cabeza y salió del baño; la llevaría a su departamento, pasaría por un café y regresaría para pasar todo los subrayado en limpio.
Caminó con ese pensamiento en mente hasta su sala que encontró inusualmente silenciosa... Y vacía.
—¿Ying Fa? —exclamó sabiendo que si estaba escondida, aquello sería suficiente para hacerla explotar. Incluso así, el silencio permaneció.
Se acercó más a la sala donde incluso notó la ausencia de folders en la mesa ratona, en su lugar halló un Post-it amarillo. Frunciendo el ceño se acercó y lo tomó para leer:
"Chino del demonio, temo que manejes y nos mates a ambos por tu nula capacidad de escuchar sugerencias. Duerme, mañana te paso a dejar el resumen."
Parpadeó varias veces no pudiendo creer que la mujer literalmente huyó de su departamento llevándose con ella el trabajo que le tocaba.
Sostuvo el puente de su nariz entre los dedos antes de bufar.
—Rayos, Ying Fa, eres demasiado para ser real —masculló entre frustrado y aliviado.
****
Ojos amatistas lo vieron con expectativa, como si supieran que la conversación estaba a punto de tomar un giro inesperado. Eriol se alejó de la puerta, su movimiento silencioso pero lleno de intención. Se quitó los lentes, revelando ojos cansados y frustrados, y se pasó una mano por la frente como si intentara borrar sus preocupaciones.
—Eriol... —Tomoyo lo llamó, su voz llena de inquietud.
—No, Tomoyo, no me voy con ella —respondió, su voz firme pero con un dejo de tristeza.
Tomoyo mordió el interior de su mejilla, recordando el día que conoció a Sakura, la mirada que la castaña tenía mientras veía a su amigo de lentes. No era de amigos, era añoranza lo que solía ver en esos orbes verdes.
—¿Por qué de pronto ella llega y te quieres ir? —preguntó Tomoyo, su voz llena de dudas.
Eriol negó varias veces, como si la ironía de la situación lo divirtiera.
—No es por su llegada, llevo meses planeando esto —interrumpió, moviendo las manos para acompañar su oración.
Tomoyo frunció el ceño, confundida y herida.
—¿Meses? ¿Cómo es posible que no lo mencionaras antes? Siempre nos contamos todo, y me ocultas la decisión más grande... —su voz se quebró.
Eriol la interrumpió, molesto.
—¡Eso es justo lo que te estoy diciendo! No todo gira alrededor de otros. Solo necesitaba tiempo para pensar —explicó, su paciencia agotada.
La conversación siguió, cada palabra cortante como un cuchillo, hasta que Eriol finalmente explotó.
—¿Acaso no puedo tomar esa decisión por crecimiento personal? Crees que mi vida gira alrededor de otros porque llevo una eternidad siendo el espectador entre tú y Syaoran... —su voz se quebró, revelando el dolor y la frustración que había estado ocultando.
Tomoyo lo miró, sorprendida por su reacción.
—Eriol... ¿Eso es lo que sientes? Que... —un dejo de culpabilidad se acrecentó en su interior.
Eriol suspiró con ligereza al empuñar una mano.
—Tengo trabajo, Tomoyo —dijo tajante, esperando que se fuera antes de que dijera algo de lo que se arrepentiría.
Pero Tomoyo no se fue. Se acercó a él, su mirada llena de lágrimas.
—No, no puedes soltar ese tipo de comentarios y esperar que los acepte como si... —su voz se quebró.
Eriol se giró para verla, su mirada dura pero llena de dolor.
—¡¿Qué quieres escuchar, Tomoyo?! ¿Qué estoy cansado de hacerla de consejero? ¿Que odio que me busques porque Syaoran está ocupado? —su corazón comenzó a acelerar los latidos, su respiración se vio afectada.
Tomoyo retrocedió, sorprendida por su reacción.
—No es cierto... No eres un reemplazo ni nada por el estilo —replicó, su voz llena de vergüenza.
Eriol cerró los ojos, suspiró con fuerza.
—Quiero ser lo que Syaoran es para ti —concluyó en una voz sumamente baja.
Tomoyo frunció el ceño, su mirada llena de lágrimas.
—Eriol... —llamó, pero él ya se había ido, dejándola sola y llorando en el comedor. Brincó cuando escuchó una puerta azotarse.
Su corazón se contrajo y lágrimas llenaron sus ojos. No quería perder a Eriol, le daba pánico que su amigo se esfumara de su vida. Era un temor tan palpable que solo de imaginarse la ausencia del inglés, sentía que no podía respirar.
Él era demasiado importante en su vida y tal vez no lo valoraba como debía..
****
Cuando Meiling abrió la puerta, no pudo controlar el brinco en su corazón. Menos cuando el chico le sonrío con coquetería antes de quitarse los lentes negros que dejaron al descubierto sus ojos grises.
—¿Y? —preguntó Lien al dar un giro de trescientos sesenta grados con las manos abriendo su saco.
—¿Qué? —cuestionó ella, impasible, aplaudiendo el excelente control que tenía sobre sus emociones.
Él la miró irritado antes de entrar al departamento.
—¿Cómo me veo? —insistió haciendo un ademán con la mano de su pecho a la cintura.
Meiling arqueó una ceja antes de cerrar su puerta para apoyarse en ella.
—Cómo un vendedor de biblias —contestó con ironía.
El chico dejó caer los hombros y Meiling le dio una ligera sonrisa antes de ir a la cocina, había estado preparando su cena.
—Eres la peor consejera de modas —masculló Lien desde la entrada.
—Para eso tenemos a Tomoyo, puedes preguntarle —exclamó apagando la lumbre de la estufa antes de tomar un plato y servirse algo de crema de zanahoria.
—De hecho me la encontré y dijo que me veo bien —alegó él con orgullo apareciendo dentro de la cocina.
Meiling lo vio con confusión tomando su plato y dirigiéndose al comedor.
—¿Dónde viste a Tomoyo?
Lien se quitó el saco y lo puso en el respaldo de la silla frente a la pelinegra.
—Fue a ver a unos inversionistas al mismo edificio donde mi padre tiene su oficina —le contó tomando asiento.
La chica se sentó con suma lentitud manteniendo la mirada fija en el plato, movió la crema sin hacer el mínimo intento por comer.
—¿Viste a tu papá? —cuestionó en un murmullo experimentando tirones en su pecho.
Lien apoyó la barbilla en su mano y ladeó la cabeza.
—Acepté el empleo.
Meiling levantó la mirada y lo vio de tal manera que le causó escalofríos. La chica cruzó los brazos enfadada.
—¿Qué pasó con "me regresaré apenas la vea"? —preguntó haciendo comillas con los dedos.
Él se encogió de hombros sacando su celular. Cualquier cosa era buena cuando se trataba de escapar de esa mirada carmesí que buscaba reducirlo a cenizas.
—Ya es tiempo de dejar de huir de mis responsabilidades, ¿no crees? —masculló en respuesta.
La escuchó suspirar y sintió su estómago revolverse al percibir la decepción de su amiga.
—Mejor dime que te quedas por Sakura, ofende menos mi inteligencia —espetó ella al incorporarse.
Lien la vio con fingida indiferencia.
—Meiling...
Ella levantó ambas manos para detener su alegato.
—No lo quiero escuchar, me cansas con tu actitud —gruñó antes de salir del lugar para encerrarse en su recámara dónde podría llorar libremente al recordarse que su amigo era tan inalcanzable como el sol.
Por su lado, Lien miró al techo y bufó con fuerza cruzando los brazos. Años escapando del negocio de su padre para al final usarlo como excusa para quedarse en un país por cierta pelinegra que en esos momentos lo odiaba.
No quería lastimar de nuevo a Sakura, pero estaba hiriendo a Meiling en el proceso.
Todo eso era una jodida basura... Él se sentía como una jodida basura.
****
Sakura bostezó mientras se terminaba de peinar. Acabó lo que le prometió a Syaoran pero en el proceso se desveló hasta las dos de la mañana.
Pensó en su itinerario del día mientras tomaba la carpeta con el resumen y se ponía unos zapatos bajos color negro.
—Ir a la oficina del chino, regresar corriendo a la mía, inventarle una excusa a mi jefe... —masculló al tomar su mochila y abrir la puerta para cerrar tras de sí—. O podría mandar eso con un mensajero...
Frunció el ceño y negó varias veces mientras bajaba las escaleras. Jamás enviaría información tan confidencial con un desconocido, tendría que llegar tarde a su trabajo.
Suspiró al llegar al último piso y se encaminó a la salida del complejo. Una vez que cruzó el umbral se detuvo de golpe como si hubiera chocado con un muro al encontrar una Land Rover color verde estacionada justo frente a ella y a cierto hombre apoyado en la puerta del copiloto con un café en los labios.
Hizo una mueca de irritación al ir escalera abajo.
—¿Cuánto llevas ahí? —preguntó una vez estuvo frente a él.
Syaoran miró su reloj en la muñeca derecha antes de bajar su termo.
—Veinte minutos, no sabía que eras tan impuntual.
Sakura arqueó una ceja.
—No quedamos de vernos ni mucho menos —le recordó cruzando los brazos.
El castaño se encogió de hombros y se separó de la camioneta para abrirle la puerta.
—Necesito ese resumen y tú llegar a tiempo a tu trabajo, todos ganamos —justificó haciéndole un ademán para que subiera.
Ella suspiró antes de entornar los ojos, pero finalmente aceptó. Una vez que subió al vehículo Syaoran le entregó su termo.
—¿Vamos a compartir babas? —cuestionó Sakura entre divertida y asqueada.
Él cerró la puerta sin contestar, sin embargo, Sakura no pudo contenerse al oler el café. Prefería las bebidas de una pequeña cafetería del rumbo que lo que había en su oficina, ya que este segundo sabía a calcetín viejo; pero la bebida en sus manos olía exquisita.
Así que ignorando todas sus advertencias de higiene, tomó un sorbo del café del castaño amargado para descubrir que tenía un toque de chocolate que la hizo gemir extasiada.
Percibió a Syaoran subir a la camioneta y se apresuró a tomar otro sorbo.
—¿No que te daba asco? —cuestionó él, jocoso.
—Ya usé tu ropa, no hay nada peor que eso —masculló bebiendo una vez más con los ojos cerrados—. Creo que he muerto he ido al cielo —gimió con un gesto de emoción.
Syaoran carraspeó.
—Los muertos no hablan —señaló arrancando el vehículo.
Sakura levantó los párpados para verlo con ojos entrecerrados.
—Amas mi hermosa voz, admítelo.
El castaño rio y sacudió la cabeza.
—No me gusta mentir, Ying Fa. —La chica entrecerró más los ojos y lo picó en el costado mientras que él bajó el brazo derecho para impedirlo—. ¡¿Qué tienes contra mi cuerpo?! —exclamó.
—¡Es picable! —alegó ella intentando picarlo una vez más.
Syaoran volvió a impedirlo con su brazo y la vio un segundo antes de regresar la atención al camino.
—Eso ni siquiera es una palabra.
—Tampoco acosable y la usas —le recordó antes de beber de nuevo.
El hombre a su lado abrió la boca para defender su palabra inventada pero una llamada los distrajo a ambos. No escuchó el número que la voz de su camioneta dijo, pero reconoció los últimos dígitos con facilidad. Frunció el ceño antes de presionar la pantalla para aceptar la llamada.
—Li —dijo un tanto tenso.
—Syaoran, ¿estarás en tu oficina? —Se escuchó a Eriol preguntar.
El mencionado arrugó más el entrecejo experimentando algo desagradable en el estómago, ese tono de voz le recordaba mucho a cierta llamada de hacía unos años...
—En una hora más o menos —respondió sintiendo la ansiedad incrementar.
—Bien, necesito hablar contigo —continuó su amigo.
Syaoran apretó el agarre en el volante.
—Ok, te veo en un rato —murmuró antes de cortar la llamada y suspirar de manera audible olvidando que iba acompañado.
—¿Tan malo va a ser? —cuestionó Sakura en voz baja.
Él se movió incómodo viendo a la chica de reojo al darse cuenta de que dejó salir su frustración, sin querer.
—No sé, supongo —contestó antes de apretar de nuevo el volante—. Su voz...
—Sí, hace ese tono cuando el tema no es agradable —lo interrumpió ella cerrando el termo—. ¿Quieres oír una verdad?
Syaoran la vio de soslayo dudando de querer tocar temas tan personales, de nuevo.
—¿Sobre Eriol?
Sakura negó varias veces.
—Sobre ti y Tomoyo —explicó. El hombre a su lado se tensó, incluso endureció la mandíbula como si estuviera molesto, pero finalmente asintió mientras ella tamborileaba los dedos en el termo—. Si no sientes algo especial ahorita, no lo harás nunca —susurró y cerró los ojos—. Pasarán los años y vivirán engañados en que algo puede crecer entre ustedes con el tiempo, pero el amor no se puede forzar. O nace o no.
Syaoran la miró cuando se detuvieron en un semáforo.
—¿Hablas por experiencia?
Ella asintió y abrió los ojos para mirar por la ventana a su derecha.
—No hay nada peor que dejar pasar la vida creyendo algo que jamás será —continuó en voz baja antes de voltear a verlo—. ¿En serio quieres ser quien le impida a Tomoyo encontrar eso que busca en ti?
El castaño miró hacia el frente sintiendo algo en su interior, como si una venda le fuera quitada de los ojos. Al tener la luz verde comenzó a avanzar con la pregunta de Sakura dando vueltas en su cabeza.
—No —contestó después de unos minutos y suspiró con fuerza—. No quiero.
Se detuvo frente al edificio donde trabajaba su acompañante, ella dejó el termo en medio de ellos antes de entregarle el folder con el resumen.
—Te saqué de la lista de solteros para la subasta —dijo mientras él revisaba las hojas entregadas, la miró incrédulo y ella se encogió de hombros—. Me hubiera gustado que estuvieras porque necesitamos un Li, pero tampoco soy de obligar a nadie —concluyó abriendo la puerta para salir de la camioneta.
Se acomodó su saco y se colgó la mochila al hombro pensando en que llegó temprano por primera vez.
—Hey. —Volteó y arqueó una ceja, Syaoran había bajado el vidrio y la miraba con cierta seriedad mientras estiraba el brazo con el termo en la mano—. Toma esto, te vas a dormir en cualquier momento.
Sakura hizo girar los ojos pero agarró lo ofrecido, la verdad es que se había enamorado de la bebida y no pensaba dejar pasar la oportunidad de tomarse todo el vaso. Se dio la vuelta con una sonrisa discreta en su rostro para entrar al edificio cuando escuchó—: Lo haré, pero si me compra una loca irás a salvarme.
Ella se giró con la boca en forma de "o", lo miró pasmada hasta que finalmente sonrió con sincera felicidad y él pudo detallar que sus ojos se iluminaban de manera peculiar.
—Lo prometo —dijo enseñándole la mano izquierda.
Syaoran negó varias veces antes de subir el vidrio.
—Me voy a arrepentir de esto —masculló al avanzar; incluso así, al mirar por el retrovisor y ver a Sakura despedirse de él con la mano con un gesto de felicidad plena, sonrió.
****
Cuando Eriol entró a la corporación Li, lo primero que vio fue el largo cabello de Meiling mientras esperaba el elevador. Lo segundo que pudo notar fue el pañuelo que llevaba en la mano derecha.
Cuando el elevador tintineó, la joven Li entró en él y fue hasta que alzó la mirada que lo vio caminando a ella y forzó una sonrisa que no lo logró engañar.
—¡Eriol! —exclamó presionando el botón para que las puertas se mantuvieran abiertas.
El mencionado le dio una sonrisa, al entrar al elevador la saludó con un abrazo que ella regresó.
—¿Qué te trae por acá? —preguntó Meiling guardando de manera disimulada el pañuelo y rogando a todos los dioses que sus ojos no estuvieran hinchados.
Eriol presionó el número del piso de Syaoran.
—Debo tratar unos asuntos con tu primo —le informó.
Ella asintió y se miró en el espejo a su izquierda; rayos, tenía rojo alrededor de los ojos y no llevaba maquillaje para disimularlo.
—Casi no se nota —susurró su amigo.
La chica suspiró bajando la mirada.
—Me di cuenta de algo la última vez que hablamos —masculló de regreso.
Eriol metió las manos en las bolsas de su pantalón.
—¿De qué? —preguntó aún sabiendo la respuesta.
La chica a su lado se miró de nuevo en el espejo y él la imitó. Meiling lo señaló a través del reflejo.
—Tienes la misma mirada triste que yo —musitó a lo que Eriol le sostuvo la mirada por medio del espejo—. ¿Es Tomoyo?
El chico giró la cabeza cruzando los brazos.
—¿Importa?
Escuchó a su acompañante suspirar a la par que el elevador se detenía.
—No, creo que al final lo que menos importa es lo que sentimos —refutó ella antes de salir del elevador dejando a Eriol solo.
Cuando se cerraron las puertas, él se apoyó en la pared y miró hacia arriba sabiendo que irse a España sería la única manera de superar a la mujer de ojos amatistas que llevaba años amando en silencio.
****
Entraron a la oficina juntos, Syaoran se dirigió a su silla tras pedir que le pospusieran la reunión con Meiling.
Eriol no tomó asiento, solo puso un folder frente a su amigo quien frunció el ceño con confusión.
—¿Esto es...? —preguntó abriendo el folder para revisar el contenido.
—Mi reemplazo; como podrás ver, está bien capacitado y es de mi entera confianza —explicó el de lentes.
Syaoran arqueó una ceja no entendiendo a qué iba todo aquello, Eriol suspiró preparándose mentalmente para la inminente discusión.
—Me ofrecieron un puesto en España, debo viajar dentro de tres meses, es tiempo suficiente para preparar a...
—Espera, ¿te vas? —interrumpió, incrédulo, el castaño.
Su amigo exhaló de manera audible y se miraron fijamente por unos segundos.
—Es tiempo, Syaoran —dijo tajante.
El aludido endureció la mandíbula.
—Tiempo... Me hablas de tiempo —ironizó con enojo—. Me obligaste a quedarme para tomar tus cosas e irte —espetó.
Eriol negó.
—Lo hice por Tomoyo, ella te quiere a ti y...
Syaoran azotó el folder en su escritorio.
—¡Porque jamás lo intentaste!
El otro lo miró con dureza.
—¡¿Qué iba a intentar?! Todo el tiempo era "Syaoran esto, Syaoran lo otro..." ¿Cuándo querías que...?
—¡En cualquier momento! Debiste evitar que... —Syaoran pasó una mano por su rostro con frustración—. Te quieres ir, bien vete. —Bajó la mano y lo vio con suma dureza—. Pero espero que mínimo tengas el suficiente valor para decirle a Tomoyo la verdadera razón del porqué lo haces —espetó antes de tomar lo que Sakura le dio para dirigirse a la puerta de su oficina.
—Necesito esto, Syaoran, ya no puedo más —exclamó el de lentes a lo que su amigo se detuvo en la puerta para verlo de soslayo.
—Tomoyo merece a alguien que la ame como yo jamás lo haré. —Miró a Eriol y antes de que pudiera intervenir prosiguió—: Hemos evitado decir que fue un error, pero sabes que lo fue, y por no querer abrir los ojos, estamos dejando la vida pasar —masculló antes de salir de su oficina.
Eriol empuñó con fuerza sus manos. Sí, fue un terrible error que les pasó factura a los tres... Y el precio pagado estaba consumiendo sus vidas.
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