Inusual acercamiento
Syaoran parpadeó varias veces, dio un paso atrás con confusión y se aseguró que en la puerta estuviera su nombre:
"Li Xiao Lang, gerente de división"
Miró de nuevo a su secretaria que se encontraba más allá de nerviosa, evitaba mirarlo a toda costa y fingía revisar unos archivos.
Se volvió a asomar; sí, seguía ahí.
Su insufrible ex compañera estaba sentada en el suelo de la oficina entre la mesa ratona y el sillón de piel. Tenía unos audífonos en los oídos y movía el pie al compás de lo que sea que estuviera escuchando.
—Lo... Lo lamento, señor, entró con su madre y no se me permitió sacarla —musitó su secretaria con nervios habiendo optado por la verdad.
Syaoran entorno los ojos al negar con la cabeza; claro, eso explicaba todo.
—No importa, no pases llamadas —ordenó y entro a su oficina para cerrar la puerta con fuerza.
Pero la chica a unos pasos no se inmutó, ni siquiera reaccionó... Es más, empezó a mover cabeza y boca en lo que supuso era la tonada de una canción.
¿Podía ser tan distraída para no notar su presencia?
Entrecerró los ojos. No, ella era capaz de ignorarlo con tal de sacarlo de sus casillas.
Se acercó y aclaró su garganta cuando estuvo a su lado, pero ella no se giró ni le dio ninguna clase de atención. Intentó de nuevo, nada, ahora incluso fingía tocar una imaginaria batería.
Syaoran arqueó una ceja mientras observaba a Sakura mover las manos de un lado a otro, sintió mucha curiosidad por saber qué clase de música provocaba esa reacción.
Aún así, tenía cosas que hacer así que tomó uno de los audífonos y lo jaló.
—¿Qué demo...? —exclamó Sakura, confundida, mientras volteaba.
Encontró ojos ambarinos junto a un gesto de fastidio.
—¡Chino! —exclamó quitándose el otro audífono—. ¿No pudiste pararte frente a mí para hacerme saber que estabas aquí? —preguntó cruzando los brazos.
Syaoran frunció el ceño.
—Te llamé. —Bueno, no lo hizo pero ella no tenía que saberlo—, pero como siempre, me ignoraste.
Sakura pausó la música y sacó su lengua como si tuvieran cinco años.
—Ves que estoy escuchando y...
—¿Qué escuchabas? No reconocí lo que tocabas en tu batería imaginaria —se burló mientras caminaba a su escritorio con una sonrisa socarrona.
La chica se sonrojó.
—Nada de tu incumbencia, chino del demonio —musitó al gutadar su iPod.
Syaoran sonrió y sacudió la cabeza, movió el mouse de su PC reactivando su sesión.
—Dijeron que viniste con mi madre —comentó cambiando las actividades que tenía en la agenda.
De reojo la vio asentir mientras se levantaba del suelo y sacudía su pantalón de vestir.
—Fue a la oficina a presentarme las fundaciones que escogió —le contó al acercarse para entregarle dos folders.
Él la vio contrariado pero los tomó. Abrió uno y frunció el ceño con exageración. Sakura incluso notó que se puso algo tenso.
—Dijo que había que visitar ambos lugares, ella irá al asilo y nosotros...
—A la casa hogar —concluyó Syaoran en un hilo de voz.
Ella lo miró con escepticismo pero asintió. El castaño suspiró y sacudió la cabeza pero cerró los folders y retomó la tarea en su computadora.
—Te aviso cuando tenga tiempo libre, hoy quiero avanzar con unas cosas y en la semana debo visitar a los inversionistas —explicó sin mirarla.
Sakura cruzó los brazos y lo vio con enojo, él trató de ignorarlo hasta que no pudo más.
—¿Qué? —espetó al voltear.
—¿Me estás corriendo? —indagó arqueando una ceja.
—Sí —respondió con un gesto que claramente decía que la consideraba lenta.
Los orbes verdes de la chica se abrieron de manera graciosa, Syaoran tuvo que resistir la risa. Siempre fue demasiado fácil molestarla.
—Pero... Yo tengo tiempo libre, podemos ir...
—Lástima.
Sakura lo vio incrédula, no podía creer que acudió con la seguridad de que irían al orfanato. Ahora tendría que regresar a su oficina y poner su cara de idiota por haber pedido la tarde libre.
—¿Por qué haces esa cara? No me digas que creíste que me pondría a tu disposición —cuestionó él apagando la pantalla de su PC.
La chica lo vio con enfado.
—No tanto así, pero supuse que si tu madre fue era porque ya sabías lo que teníamos que hacer —alegó con los brazos cruzados.
Él bufó y sacó su celular, mandó un mensaje antes de sacar una pila de archivos de uno de sus cajones.
—¿Ves esto? Debo revisar la fusión y entregarle un resumen a Meiling para la junta de pasado mañana, no puedo ir...
—¡Te ayudo! —exclamó Sakura al tomar el primer folder.
Syaoran abrió los ojos con sorpresa antes de negar, ¿esa mujer no captaba indirectas?
—No sabes nada de la empresa...
—Se me informó hace tres meses de todo sobre la compañía, ¿por qué crees que soy tu publicista? —alegó de manera irónica.
—¿Una maldición?
Ojos verdes lo vieron enfurecidos por lo que él chistó.
—No vamos a ir, me niego a cambiar mis planes por ti... —Se detuvo notando la sonrisa maliciosa que Sakura formó en su rostro, incluso arqueó una ceja en ademán de confusión—. ¿Qué?
Ella hizo la cabeza de lado.
—Puedes dejar que te ayude e ir al orfanato hoy que estoy libre... O esperaré a que no tengas actividades para mandar a mi asistente...
Syaoran la vio atónito, luego entrecerró los ojos; sabía lo mucho que le incomodaba la asistente y lo estaba usando a su favor.
—Te odio —espetó.
Sakura le dio una enorme sonrisa.
—¡Gracias!
****
Eriol le regresó los contratos a Meiling, algunos estaban marcados con rojo y tenía anotaciones en pegatinas en las esquinas.
—Debí negarme, mi tía no puede tener tanto poder como para exigirles a mis padres que haga esto —murmuró, frustrada, le dolía la cabeza de tanta información.
Su amigo le dio una sonrisa empática y señaló una de las anotaciones.
—Las hice para facilitarte el trabajo, Syaoran te va a hacer un resumen y el equipo que te va a respaldar es el más preparado —explicó.
Ambos se sobresaltaron cuando el celular de Eriol vibró en el escritorio con el nombre de "Tomoyo" apareciendo en la pantalla.
Vieron el aparato hasta que se apagó, ella lo miró con confusión.
—¿Por qué no contestaste?
El chico frunció el ceño y clavó la mirada en uno de los contratos.
—Porque estoy trabajando, no puedo estar a su entera disposición —alegó.
Meiling cruzó los brazos.
—¿Desde cuándo? El Eriol que conozco fue capaz de cancelar una junta para ir a socorrerla cuando quedó atrapada en una tormenta.
Su amigo le dio la espalda y fingió buscar algo en el archivero detrás de su escritorio.
—Es diferente, las cosas son distintas, si necesita algo debe buscar a Syaoran.
Meiling apoyó un codo sobre el escritorio de caoba y puso la barbilla en su mano.
—Suenas celoso.
Eriol sintió su corazón dar un brinco y su estómago revolverse. Aclaró su garganta para tragar el nudo que se le había formado.
—No es así, Tomoyo debe aprender que no estaré ahí siempre...
—¿Para levantar sus piezas rotas? —interrumpió la pelinegra con obviedad.
Eriol suspiró y se quitó los lentes, frotó sus ojos con cansancio.
—Ayer la llevé a casa y habló de la subasta todo el camino, dijo que sería una perfecta oportunidad para que conozca a alguien. —Tomó asiento frente a su acompañante—. No dudo que en cualquier momento intente algo con Sakura, ella y sus ideas románticas.
Meiling lo vio con preocupación, el chico realmente se veía cansado en más de un sentido.
—¿No te atrae? Eran amigos, algo...
Él le dio una sonrisa triste y negó. Meiling se sintió incómoda ante la declaración, pues sabía bien lo que Sakura sentía por su ex mejor amigo.
—Bien dijiste que hay cosas que no se pueden forzar —masculló, abrumado, y suspiró—. Aunque también lo quieres hacer —completó dándole una mirada significativa.
Meiling desvió la mirada.
—Sí, bueno, mejor sigue explicando estos contratos.
Eriol rio pero asintió.
****
La música ambiental no hacía mucho por relajarla, odiaba los lugares pequeños a causa de un accidente.
Cuando era pequeña, se quedó atrapada por cinco horas en un baúl de madera dónde se escondió en un juego. No se dio cuenta que el pestillo se cerró y para cuándo intentó salir no pudo.
Estaban en casa de su abuelo, era una enorme mansión a las afueras de Tomoeda. Cuándo la mucama la encontró, tenía la voz ronca, el rostro enrojecido por las lágrimas y unos cuantos rasguños en sus nudillos por las veces que golpeó la madera para tratar de que la escucharan o liberar el pestillo.
Desde ahí se volvió un tanto claustrofóbica, los elevadores le causaban ansiedad, sobre todo ante el miedo de quedar atrapada en uno.
Normalmente usaría las escaleras, pero ya iba tarde así que no tuvo opción.
Exhaló varias veces por la boca, haciendo el ejercicio que su psicólogo le enseñó para controlar los ataques de pánico. A veces funcionaba, otras no.
Esperaba que esa fuera una de las que sí pues no quería llegar con los dueños de la empresa sudada o alterada.
El elevador tintineó y se detuvo pisos más abajo al que iba, ella frunció el ceño extrañada, pero esperó a que las puertas se abrieran. Cuando lo hicieron ojos grises la vieron con sorpresa.
—¡Tomoyo!
Ella ladeó la cabeza y lo vio con curiosidad, vestía jeans con camisa blanca y saco azul. Nada como lo que usaba en las pocas veces que lo llegó a ver.
Lien entró sintiéndose rata de laboratorio ser examinada, de pronto no estuvo muy seguro de su elección de ropa.
—Ya, me veo mal, quedó claro —suspiró pasando la mano por su cabello con frustración, y llevó la mirada uno de los espejos que los rodeaban.
—No dije eso, pero nunca te había visto vestido así —explicó Tomoyo.
Él le dio media sonrisa.
—Nunca tuve la necesidad.
La chica miró los números comenzar a iluminarse, notó que Lien no presionó ningún piso.
—¿No vas a...?
Su acompañante negó.
—Parece que vamos al mismo sitio —rio—. Mi padre quiere que haga el intento por involucrarme en su empresa y ya que Meiling parece que se va a quedar...
Tomoyo lo vio con interés.
—¿De qué es la empresa?
—Una constructora, no te preocupes, seguro vas a la oficina de enfrente que es una compañía de exportaciones.
Ella le dio una sonrisa y el elevador se detuvo, Lien estiró su mano dándole el paso.
—Primero las damas.
La pelinegra sonrío agradecida y ambos salieron del elevador. Efectivamente iban a polos opuestos del edificio.
—Nos vemos después —le dijo él comenzando a caminar a su destino.
Ella asintió pero de pronto recordó algo que había llamado su atención el día anterior.
—¡Líen! —Se detuvo y la miró—. ¿Conoces bien a Sakura?
El chico se tensó ante la pregunta, miró hacia la puerta del despacho de su padre antes de regresar su atención a ella.
—Quiero creer que sí —respondió, titubeante.
Tomoyo le dio una amplia sonrisa caminando a él.
—Tengo un amigo soltero que creo que haría buena pareja con ella —susurró con picardía.
Lien arqueó una ceja incrédulo, ¿nadie le dijo que era su ex?
—¿Eriol? —cuestionó forzando su voz a sonar neutral.
Ella le dio un guiño y él suspiró con pesadez, casi tuvo ganas de darse con la palma en la frente. Miró el reloj en su mano y luego de nuevo la puerta, iba diez minutos tarde.
—Algo me dice que vamos a tardar lo mismo, ¿quieres ir a tomar algo al salir?
Tomoyo recordó que Eriol ignoró sus llamadas para ir a cenar y Syaoran tuvo que salir de la ciudad, así que estaba completamente libre.
—Bien, el que salga primero espera en el lobby.
Lien asintió y tras despedirse con un intento de sonrisa, se encaminó a la oficina de su progenitor. Se estaba metiendo en lo que no debía pero igual y conocer a la competencia le ayudaría.
Casi vio a Meiling entornar los ojos con irritación. Quería a Sakura de vuelta por su absurda culpa, eso estaba mal en muchos niveles.
Pero prefería seguir engañándose.
****
Se detuvieron frente a una casona con varias ventanas y una enorme puerta de madera al frente, Sakura miró el lugar extrañada y él con aprehensión. Conocía bien el sitio, lo visitó por meses durante su niñez.
Ambos bajaron del auto. Sakura vio hacia arriba mientras que él se puso a su lado.
—Faltan la mitad de archivos —le recordó por enésima vez.
La castaña empuñó las manos, tuvo el infantil impulso de pisarle un pie pero se contuvo cuando una monja abrió la puerta para recibirlos con una enorme sonrisa.
—Ya te dije, chino del demonio, que una vez salgamos de aquí lo terminaremos —espetó antes de regresarle la sonrisa a la mujer que bajó las escaleras para saludarlos.
Escuchó a Syaoran reír con sarcasmo.
—Te creeré —alegó con ironía.
La monja se acercó y tomó con ambas manos la de Syaoran, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—¡Xiao Lang! ¡Estás enorme! —exclamó, emocionada.
La chica los vio con una extrañeza que aumentó al ver el gesto del chino a su lado: estaba lleno de ternura.
—Ha pasado tiempo —le dijo.
La dama asintió posando la vista en ella.
—¿Ella es...?
—Yin...
—Sakura —interrumpió dándole su mano y viendo con ojos entrecerrados al hombre a su lado antes de darle una sonrisa a la mujer—. La publicista que manejará el evento de caridad.
La mujer hizo una reverencia antes de regresar la atención a Syaoran.
—¿Mi niña? ¿Está bien?
Sakura notó como él suspiró antes de asentir y la mujer puso ambas manos frente a ella haciendo otra reverencia.
—Pasemos, está todo listo —les indicó extendiendo un brazo.
El castaño puso una mano en su espalda y la empujó hacia el frente, ella casi tropezó con uno de los escalones y lo escuchó reír en voz baja.
—Torpe —susurró con un gesto socarrón.
—Idiota —espetó ella guardando las ganas de picarlo con fuerza.
****
Quince llamadas perdidas fue un nuevo récord. Trató de no preocuparse ante la insistencia de la mujer, pues si fuera algo grave Syaoran ya lo hubiera buscado.
Dejó el celular a un lado antes de que el semáforo cambiara de color, al menos desde hacía dos horas ya no había llamado.
Suspiró mientras giraba el volante y se introducía a un estacionamiento en la parte baja de un edificio. Una vez que se estacionó, apagó su celular y lo guardó en la bolsa interior de su saco.
Salió de su vehículo y se encaminó al elevador, cuando entró, recordó lo mucho que le asustaban a Tomoyo y cómo se aferraba a él cuando iban juntos en uno.
Sacudió la cabeza para librarse del recuerdo a la par que se abrían las puertas para que bajara a su destino.
Pasó a un lado de la recepción dónde una mujer rubia le hizo un leve asentimiento como saludo mientras que él siguió de largo hasta la puerta del fondo.
Tocó tres veces y tras unos segundos de espera, esta se abrió, un hombre de avanzada edad con cabello canoso lo recibió.
—¡Hiragizawa! No esperaba tu llamada tan pronto —exclamó permitiéndole entrar, tenía un acento bastante marcado a causa de la mezcla de idiomas.
—Me tomó menos tiempo del esperado decidir, señor Ortega —explicó experimentando una fuerte acidez en el estómago.
El caballero asintió, satisfecho, sentándose detrás de un imponente escritorio de madera oscura, empujó un folder en su dirección cuando tomó asiento.
—Haz decidido lo mejor, España te espera con los brazos abiertos.
Eriol trató de mostrarse emocionado o siquiera agradecido, pero solo logró un leve movimiento de cabeza antes de abrir el folder y revisar por quinta vez el contrato frente a él.
Una vez firmado no había vuelta atrás.
Leyó las clausulas que ya se sabía de memoria y pasó las hojas hasta donde su nombre estaba impreso esperando una firma. Si la plasmaba, en seis meses estarían esperando su presencia en las oficinas centrales en España, tiempo en el que podría cambiar todo... O nada.
Recordó el beso que Tomoyo le dio a Syaoran antes de susurrarle algo al oído la noche anterior y tomó la pluma que el señor Ortega le ofreció.
Nadie levantaba sus parte rotas cuando él se quebraba. Ya no soportaba ver a sus amigos de esa manera.
Plasmó su firma sobre su nombre y cerró el folder, era tiempo de dejar al amor de su vida atrás y comenzar a tomar otros rumbos muy lejos de Japón.
****
La última vez que Syaoran visitó el orfanato tenía catorce años y acudió con sus padres. Diez años habían pasado desde entonces y aún se sentía incómodo en el lugar.
La edad no lo preparó nunca para mentirle en la cara a una persona que se volvió tan cercana.
—Yelan vino hace dos meses, me enseñó unas cuantas fotos, se puso realmente preciosa —dijo la mujer que caminaba a su lado.
Él asintió mirando disimuladamente a su alrededor, el lugar no había cambiado nada, seguían existiendo esos lugares donde de pequeño se llegó a esconder jugando con ella.
—Acaba de regresar —le contó—. Y sigue igual de irritable.
La directora del orfanato rio y se detuvo frente a las escaleras que bajaban al patio principal.
—Dijo que se negaron a decirle la verdad, ella no recuerda y prefieren mantenerlo así —comentó la mujer.
Syaoran suspiró y bajó la mirada, también por esa razón la evitaba tanto; quería decirle, era justo que supiera pero sus tíos se lo prohibieron.
—No está en mis manos —musitó, cansado.
—Lo sé, Xiao Lang, también sé que por eso dejaste de venir. —Ojos ambarinos la vieron con culpa pero solo recibió una sonrisa empática—. Tienes la manía de querer cargar con todo en silencio poniendo a otros antes de ti, eres muy noble, pero eso te puede privar de realmente vivir.
Él abrió la boca para rebatir pero un melodiosa risa llamó su atención. Él y la directora posaron su vista sobre lo que pasaba en el jardín principal:
Niños corrían con globos de agua, reían y se divertían mientras cierta castaña los perseguía a pesar de estar totalmente empapada.
—¿Cómo dijiste que se llama?
Syaoran no apartó la vista de la escena: ella cargó a una de las pequeñas y gritó en medio de una carcajada cuando otro de los niños les aventó un globo que explotó en su espalda.
—Sakura —respondió en un hilo de voz notando cómo sus ojos se iluminaban; se veían realmente verdes debajo del sol entre risas inocentes.
Escuchó a la directora carraspear y volteó, la dama tenía una mirada indescifrable en su rostro pero le sonreía con ternura.
—¿Qué? —cuestionó, confundido.
Ella negó con la cabeza.
—No dejes escapar la felicidad, Xiao Lang —comentó poniendo la mano en su brazo y apretando un poco para hacer énfasis en la recomendación.
Él frunció el ceño extrañado regresando la atención a la castaña que de pronto lo miró y le dio una sonrisa sincera... Que él sin realmente notarlo regresó.
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