La luna de miel
El sonido de los cubiertos raspando la cerámica es en cierto modo doloroso, incómodo; pone en evidencia lo tensos que están todos y hace volver a su memoria la imagen de Deneib pintado de colores que la piel humana no debería de tener. No se había llevado su celular así que su estado de salud es un misterio, y uno que cala feo en el pecho. No descarta la posibilidad de que haya muerto porque más que por las lesiones mucha gente se muere del susto, de sufrir tanto dolor que ni se puede respirar bien; es decir, del miedo a la muerte. Si, ese miedo que está de favor de Xochiyoh, que tiene a todos en esa mesa privados de ver a sus familias, calladitos y jugándose la vida por un loco.
El arroz no le sabe a nada, toda su atención está en una viejita que decidió advertir a Mariana acerca de la visita de su padre.
- No vuelvas -le repite ella insistentemente. Guarda silencio con sus ojos bien abiertos, con una preocupación tal que se le hace injusto que sufra con los tantos años que se carga-. Si te ve te mata, mija, te mata de verdad. No recojas nada, no pienses en ese pobre diablo, sólo vete.
- ¿Cómo que se vaya, Julia? -le grita un hombre en cuanto cae en cuenta de lo que dice, una vez que se para de la mesa esos dos se ganan la atención de todos en el comedor-. Es su hija, ¿cómo la va a matar? A los que va a matar es a nosotros si ella no vuelve. ¡Pásamela, ombre!
- ¡No, a Marianita no me la vuelve a tocar! ¡¿No te acuerdas cómo la dejó la última vez?! ¡¿No te acuerdas?!
- Sí, sí me acuerdo, pero ella es la que le tira al vivo, ya sabe cómo es su papá y sigue la burra al trigo. ¿Por qué tenemos que llevarla nosotros? ¡Que se deje de ver con esa mujer y nos deje la vida en paz! -a un volumen ofensivo para una mujer tan mayor, ladra sus quejas como una bestia cuando no es más que un hombre asustado, como todos. Doña Julia no se deja intimidar, su mirada compasiva cambia a una más parecida a la de un toro y su tez paliducha se pone colorada en un abrir y cerrar de ojos. Sus manos cuelgan el celular a la pared torpemente y en arrebato tan rápido que no lo da tiempo a reaccionar arremeten contra su pelo rizado para darle santa jalada de greñas que lo deja agachado a su corta estatura. Así, cara a cara, lo confronta sin gastarse la voz como él.
- ¡Qué fácil se te olvida por quién dejamos de comer puro pinche arroz y pan todos los días! Así has de ser con tu madre, ¿verdad? ¡Lacra que eres, Lázaro, malagradecido! La señorita tiene todo el derecho a vivir su vida y ha gastado tanta de su plata por nosotros que me sorprende tu falta de empatía. ¡Animal! -una vez dicho todo lo que tenía que decirle lo avienta para un lado, haciéndolo caer al piso, y vuelve a marcar el número de Mariana.
Ni el tal Lázaro ni ninguno de los presentes tienen palabras, pero doña Julia tiene la lengua bien suelta todavía, y no deja de rogarle a quien bien podría ser su hija que deje atrás a su padre que no ha hecho sino generarle dolor, pero no puede.
Entre lágrimas, Julia oye a una mujer lastimada, a una que continúa haciéndose responsable por los actos de un hombre del que ya no queda nada por la nobleza que hay en su corazón.
- Ay, doña Julia, es que él ya no está bien, yo no puedo dejarlo solo en ese estado. ¿Qué tal que cuando no me encuentre termine por olvidarse de quién es? Yo no puedo permitir eso -le cuenta con un hilo de voz y seguramente el maquillaje todo corrido.
Lo que sería una de las primeras tardes tranquilas que tendría en mucho tiempo se había vuelto un infierno, no podía negar que en el pasado estaría llena de rabia frente al hecho de que su papá no estaba más pendiente de nadie más que de ella, así que sus hermanos podían irse a dónde quisieran cuanto se les pegara la gana y ella no. Pero la rabia ya se ha congelado hasta volverse una melancolía que ya hace parte de ella, una realidad con que tiene que lidiar sola.
- Además, ya golpeó a Deneib por mí, lo dejó pal arrastre; necesito saber cómo está, pagarle el hospital, las medicinas... Usted no sabe cómo quisiera tirarlo todo y largarme, ¿pero cómo me puedo ir con esa carga en mi conciencia? No, doña Julia, yo no dejo a mi papá hasta que se muera, Samantha ya sabe eso, para mañana en la mañana ya estoy allá. No pasa nada, yo lo tranquilizo, pierdan cuidado.
- Ponerte en frente pa recibir los chingazos no es tranquilizarlo. Es seguir alimentando esa sed sádica que tiene.
- Sigue siendo mi papá.
- Don Iván es más tu papá que ese hombre.
Doña Julia cuelga con un suspiro de tristeza de esos que uno lleva conteniendo mucho tiempo. Se sienta en la mesa de nuevo con los ojos llorosos y los labios enterrados en su boca, de repente se pone sentimental y se tapa los ojos con el dorso de sus manos. Su presencia afectada y melancólica en la esquina de la mesa les quita la venda de la cara; por más que ignoraran lo que pasó el día anterior con música, cartas, carne asada y apuestas, llegaba el anochecer y con ello la razón de sus desvelos. Juan no podía entender cómo era que algunos hablaban tan bien de él cuando juega con ellos en cada oportunidad que tiene.
¿Y a cambio de qué? ¿Siquiera lo que promete es real? Porque eso es lo más aterrador del asunto. ¿Que tal si nadie tiene salvación realmente?
- Se me hace que yo si me voy -esa oración lo saca de sus pensamientos rápidamente para fijarse en la conversación que estaba sucediendo a su lado. Era Doña Rosa, con quién se había puesto a bailar ayer-. Yo fui bendecida por Dios porque mi nieta me regaló una tortuga, esas viven muchos muchos años; va a ser incómodo para mi familia pero qué mejor para mí que estar con ellos.
- Muy bien por usted, Doña Rosa, yo también me voy -dice un viejito al que los años lo han hecho perder mucho peso, la postura y el grosor de su piel-. Ya casi voy pa los setenta, siempre quise vivir hasta los noventa y ver crecer a mis nietos pero estuve haciendo cuentas y El Babas es joven y está sano como un roble. Me voy a morir cuando lo dicte Dios y no hay remedio.
- Los demás no corremos con la misma suerte pero igual nos alegra por ustedes -dice Doña Martina abrazando a su gran amiga, por lo que sabe ella a penas tiene 50 y su mascota es un canario...
Para el mediodía varios mayores atraviesan el portón con a penas un par de maletas y una sonrisa sincera; habrían sido despedidos con una gran fiesta si el fantasma de Xochiyoh no les hubiera arrebatado el apetito ni la certeza de estar a salvo en esa maldita casa.
Juan agarra uno de los paraguas que adornan la pared consiguiente al portón y la poca cordura que le queda lo lleva a caminar por los restos de lo que era el pastizal. En la cima de una colina bien empinada está el Arca de Noé, ni siquiera recuerda el tramo de la casota a la colina pues a este punto su mente está tan desordenada que no es capaz de encontrar sus propios pensamientos.
No tiene cabeza para buscar el lado menos inclinado de la colina y abandona su paraguas para gatear hacia la preciosa cabaña en la que encontraría el fin de al menos una de sus preocupaciones. Puede zarandear a la boa de Deneib hasta despertarla, y de ese modo corroborar si sigue con vida; sabe que funcionará porque lo ha puesto en práctica antes.
El zacate muerto puede rasguñarlo con más facilidad ahora que está bañado en sudor, pero eso no es necesariamente malo, las tardes hecho un huevo cosido lo llenan de recuerdos cálidos: el rancho de la abuela, sus tíos, los animales, la limonada de su mamá, sus amigos de la infancia. De niño era feliz al grado que el calor insoportable le valía mierda, el clima era lo de menos cuando estaba con las personas que lo hacían feliz; luego creció y dejaron de enseñarle solo las cosas buenas.
Ahí, en la sierra, si eres suave entonces eres una chica; no existen los chicos sumisos y si los hay se debe de golpearlos hasta que regresen el chingazo. Tampoco existen los gordos, seguramente no se ganan la vida como se debe o se dan el lujo de comer de más siendo que muchos ahí se saltan comidas por mera necesidad, y eso no habla bien de ellos. Y mucho menos existe la gente que piensa, a esa es a la que el gobierno le tiene miedo, por eso adoctrinan a la gente para aplastar a los que destacan; ayuda a que no contaminen al resto.
Si bien alguna vez los días así le evocaban felicidad, se está engañando; fueron más todas las veces que sufrió, que le pegaron y que le reclamaron por ser todo lo que estaba mal en el mundo, o al menos en ese mundo tan pequeñito. El campo abierto y las casitas pintorescas lo engatusaron, olvidó que la gente es la misma basura cerrada y autoritaria de siempre. No pertenece a ese lugar, lo intentó antes con desesperación y fracasó. Esos días ya no están más ahí, pero a veces piensa en sí mismo como el chiquillo herido y frágil del pasado, incapaz de ver qué ya ha sanado casi del todo, que casi se ha convertido en otra persona y no se ha dado el gusto de conocerla.
Una sonrisa adorna su rostro al pensarlo, la primera vez que lo hace en todo el día. Se incorpora una vez que llega a la cima pero no tiene la oportunidad de entrar a la cabaña porque ve un cuerpo de agua peculiar en medio de la pendiente. Es un enorme hoyo del cuál una pequeña parte representa un charco violeta, y no son los rayos del sol que ya le fundieron las retinas, realmente es de un tono casi lavanda, parece irreal; y por si no fuera lo suficientemente misterioso, está cercado.
Como el metiche que es, se acerca; no está lejos y con la experiencia que le dejó acercarse a las hadas no tocaría nada. Los rayos del sol hacen que el agua desprenda una luz cegadora a la que se obliga no mirar fijamente. Una vez que está cerca de las tablas puede ver unas diez ranas alrededor del lago, o bien, ranas rostizadas si no encuentran sombra pronto, es súper raro que habiten en una zona tan seca. Estos anfibios son de color blamco, casi transparentes y son lo suficientemente grandes como para atemorizarlo. Con el terror latente de que le salten en la cara, se asoma al estanque y observa la silueta de una centena de renacuajos nadando de una manera que asemeja a las aves: lo que hace una lo hacen todas, creando formas circulares muy grandes. Parecía una coreografía de sirenas bailarinas, pero en miniatura.
Como sea, se está desviando de lo importante: conocer el estado de Deneib.
Avanza colina arriba y rodea el Arca de Noé hasta dar con la puerta. Ahí se trepa a la pila de paja en la entrada y se acerca a la pared, dónde hay una especie de repisa que rodea todo el interior, algo así como una dona de madera; en ese nivel del refugio están los animales que pueden ser aplastados por los más grandes. Guarda el equilibrio y camina evitando todo tipo de animales: cuyos, gatos, perros, conejos, ratones, gallos, gallinas, patos, becerros... hasta dar con una boa bien gruesa enredada sobre sí misma. Dudándole un poco, la toma por debajo del hocico y queda sorprendido por su peso, en su mente era mucho más fácil cargarla pero ha visto que no. La pisa un par de veces y sacude su cabeza, trata de oír su respiración. Prestando la atención necesaria, puede distinguir como sus fosas nasales se dilatan levemente; eso le da toda la tranquilidad que buscaba y da fin al misterio. Regresa sobre sus pasos, cuidando cada paso como el potencial asesinato a los seres vivos que son, y salta fuera del Arca de Noé bajo la mirada desafiante de José.
- Ah, hola, no te vi.
- ¿Qué hacías en el estanque de allá?
- Ah, es que nunca lo había visto y se me hizo raro que fuera morado -balbucea, ciertamente intimidado por el tono furioso del hijo del patriarca de esa casa.
- ¿Y qué no viste el letrero, la cerca? Está extrictamente prohibido, esas ranas son muy venenosas.
- Ah -escrutiña la expresión de José, que ni vaciló diciéndole semejante mentira. Como un jovencito que vivió en la sierra, era obligatorio que reconociera a las especies venenosas, y por el lugar en que se encuentran y lo sutil de su tono de piel, sería toda una excepción en la naturaleza si eso fuera cierto. Sin embargo, ya se ha enfrentado a hadas y brujas y no le ha ido bien, quién sabe si esas ranas no son mágicas también y le arranquen los ojos.
- Vámonos a la casa -ni tardo ni perezoso Juan obedece, o bien, tan solo lo sigue. Prácticamente le pasan por un lado de las ranas y él ni se inmuta, José no estacionó su coche en frente del Arca de Noé sino en frente del estanque, y eso que no le advirtió que se alejara en cuanto lo vió; eso le confirma que las ranas no son tóxicas sino un tesoro que prefiere guardar para sí mismo.
Una vez que entran al auto casi puede ver el rostro compungido que tenía Xochiyoh el día que llegaron a Sinaloa, entonces la escena de la noche anterior vuelve a atormentarlo, y casi como una obligación le cuenta todo a José.
- Oye, ayer tu papá estaba muy enojado preguntando por tu hermana y le dió dos azotes con un fierro a Deneib, tuvieron que llevarlo al hospital y todos estamos muy alterados. Justo acaban de irse 10 personas -murmura viéndolo a los ojos en todo momento, testigo de cómo tiene la cara tan dura como para no haber deformado su expresión ni siquiera un milímetro. Se había olvidado de que es hijo de ese loco-. Oye, pudo haber muerto -reitera asustado.
- Mira, casi nadie conoce mucho a mi papá pero yo llevo años lidiando con él, ya mero llega la temporada de espíritus y ahí es cuando se va a tranquilizar -Juan parpadea dos veces, dudando en si ha cambiado el tema o no, pero se obliga a guardarse sus preguntas y prestarle atención-. La casa se va a vaciar, mi papá les va a hacer algunas fiestas, les va a comprar lo que quieran y de paso va a viajar para conseguir más gente. Es lo que siempre hace, la luna de miel.
Incluso sonríe al terminar la oración, como si fuera un trato muy bueno, o al menos justo. Cómo se nota que pasar tanto tiempo en esa casa de locos le ha quitado la humanidad.
- ¿Cómo se puede ser tan cínico? ¿Cree que porque nos da regalos debemos tolerar que abuse de nosotros de esa manera? ¡Golpear a Deneib no es lo más grave que ha hecho! ¡Ustedes son los adultos plenamente cuerdos, no puedo creer que se lo permitan!
- Creo que no estás entendiendo, niño -interrumpe apretando el manubrio, ya estacionados afuera de la mansión-. Para el estado mental asqueroso en el que está, mi papá ha sido muy amable con ustedes, así que si quieren deshacerse de la maldición tienen que lidiar con él. No te olvides de sus habilidades, no podemos contenerlo.
- ¿Y lidiar con él incluye dejar que nos viole o que nos mate? -le grita desesperado por la tranquilidad con la que pone las cartas sobre la mesa.
- Lamentablemente sí, y yo aún como su hijo no estoy exento de nada. Si tanto temes que vaya a hacerte algo, vete a vivir al pueblo hasta la luna de miel. No sería la primera vez que abusara de alguien de tu edad.
Asqueado y con el corazón desbocado abandona el auto y azota la puerta delante de él. No puede creer la tranquilidad con la que lo mira después de haber dicho semejante mierda, no le cabe en la cabeza.
Se detiene en la puerta sintiéndose como fuera de su realidad; su entorno le parece extraño y su cuerpo es poseído por una fatiga monstruosa que le impide razonar. Como si estuviera siendo manipulado por otra persona, sus piernas lo conducen a su cuarto y sus brazos atraen su cobija para arroparlo, quien sabe cuánto tiempo sus ojos se quedan clavados contra la pared, evaluando cada pliegue en el yeso, o con los ojos cerrados tan solo escuchando a los pájaros y el ocilar del ventilador; la cosa es que después de ese tiempo muerto su mente es capaz de maquinar de nuevo.
Con una llamada puede pedirle prestado a sus papás para quedarse en un hotel y no piensa desaprovechar la oportunidad. Al desbloquear su teléfono puede ver una notificación de Pamela, a penas ha podido hablar con ella porque ya está con su familia en Costa Rica y la señal es un asco.
Aparentemente el mensaje ya lleva un día de enviado y dice algo así como que su gemela llegaría a Sinaloa pronto y que le pidió que le echara el ojo. Su visita parece una buena noticia; su compañía podría ayudarlo a no enloquecer cuando se mudara.
Sin perder el tiempo, se echa en la cama y le envía una respuesta a su novia antes de llamar a sus padres. Es muy ameno escucharlos después de tanto tiempo, ponerse al tanto de sus vidas y sobre todo hablar con dos personas que lo conocen bien. Se olvida un rato de los malos ratos, e incluso los omite mientras habla con ellos; de saber al menos uno de ellos no le permitirían quedarse y su vida correría peligro.
Termina una llamada de media hora con las mejillas adoloridas de tanto reír y una paz últimamente por mucho inusual. Por alguna razón siente el impulso de voltear a su derecha y ahí está esa maldita escoria, haciendo no otra cosa que verlo, echado en una de las camas y con su mano acariciando la zona cercana a su muslo, a poco de tocarse la polla. Enseguida dibuja una cara de asco y se incorpora, ese tipo no hace otra cosa que seguirlo con la mirada y una expresión de aparente inocencia. Atraviesa la puerta con la boca seca y el estómago revuelto; corriendo va a encerrarse a otra de las recámaras, lejos de él.
Ni siquiera lo vió entrar, ni menos acostarse en la otra cama; podría haberse hecho invisible y masturbarse con total tranquilidad, podría haber tenido sexo con él durante las noches sin que se diera cuenta. La impotencia le genera un nudo en el pecho y muchas ganas de llorar, de matarlo con sus propias manos.
Ahora entiende todo el miedo con que Deneib vivió ahí, porque ahora que él se va se ha convertido en su nueva víctima.
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