Capítulo 3

Oigo unos pasos apresurados, seguidos de una cerradura abriéndose y lo siguiente que veo es la cara de mi hermana.
—Estaba a punto de denunciar tu desaparición y no es broma.
—Haciendo caso omiso a sus palabras, me adentro en su casa.
Sé que le debo muchas explicaciones y no sé por donde empezar.

Sus ojos verdes esmeralda me miran intensamente, tal es así que siento que podría atravesarme.
Su cabello castaño claro hace una perfecta combinación con el tono oliva de su piel. Rubí es tan hermosa que su belleza aterroriza. Pero más aterroriza cuando se enfada así que prefiero no andarme con rodeos y soltarlo directamente.
—Asli está viviendo en mi casa.
—Su cara pasa por diferentes fases, la primera de sorpresa, la segunda de confusión.
—¿Asli? ¿quién es...- Se interrumpe a sí misma cuando llega a la tercera fase.
La indignación.

—¿Asli Mersin? ¿pero de qué hablas, Sierra? ¿te has vuelto loca? —Me siento en el sofá de tela marrón claro que se encuentra en su salón y dejo que siga hablando.
Sé que no ha terminado todavía.
—¿Te refieres al hombre que te abandonó el día de tu boda?
tienes que estar bromeando.
¡Ni siquiera sabía que estaba en la ciudad! —Chasqueo la lengua.

Intento poner mis pensamientos en orden para empezar desde el principio pero mi cabeza es un popurrí de ideas y me cuesta algunos minutos comenzar.

—Hace una semana me llamaron desde un hospital.
Me dijeron que uno de sus pacientes me tenía como número de emergencia.
Por supuesto yo no entendía nada y cuando llegué allí, juro que casi me vuelvo loca al verle.
No podía creerlo y entendía aún menos que antes. —La chica se sienta junto a mí, interesada en la historia.

«Me explicaron que Asli había sufrido un accidente hacía seis meses y que había estado en coma.
Que tardaron meses en intentar reparar su móvil y lo único que pudieron sacar fué el número de emergencia que tenía guardado.
Necesitaban encontrar a alguien que conociera a Asli ya que no tenían datos de él más allá de su nombre y que no habían podido encontrar a ningún familiar suyo.»

—¿Y les dijiste quién eras?
—Niego.
—No. Les dije que se habían equivocado de número.
Que yo no le conocía y eso es lo que le dijeron a él.
—¿Entonces cómo ha acabado en tu casa? —Llegamos a la parte complicada de la historia.

—El hospital necesitaba camas libres, no había mucho más que pudieran hacer con él y Rubí, ya sabes que Asli no tiene familia.
Así que yo... yo le llevé a casa.
—Podría asegurar que mi hermana quiere golpearme pero se está conteniendo.

—¡Deberías haberle dejado en la calle! —Exclama, poniéndose de pie y yo copio su acción.
—¡Iba a hacerlo Rubí! ¡iba a dejarle ahí! pero estaba lloviendo y le ví salir y estaba...
estaba tan perdido, Rubí.
Deberías haberle visto.
No pude abandonarle así, no pude. —Me defiendo y siento que en la garganta se me forma un nudo.

La chica camina a toda velocidad hasta la puerta de su propia casa mientras habla: —Tú no puedes hacerle daño pero yo sí. —Pero la detengo antes de que salga.
—Espera. No lo hagas.
No lo entiendes, Rubí.
El hombre que está en mi casa no es Asli. —Su mirada vuelve a la segunda fase, la confusión más absoluta.

—¿Qué dices, Sierra? ¿cómo que no? —Humedezco mis labios.
—Se golpeó la cabeza en el accidente.
No recuerda nada, tiene amnesia. —Su mirada baja desde mí hasta el suelo y luego mira de un lugar a otro, como si intentara entenderlo.
—¿Am-amnesia? ¿quieres decir que no te recuerda? —A pasos lentos regresamos  salón.

—Quiero decir que no recuerda su propio nombre. —Algo abatida, la muchacha se sienta.
—Eso es... —Pero parece que no encuentra palabras.
—¿Horrible? —Asiente.
Un silencio incómodo sucede justo después de eso antes de que mi hermana hable de nuevo.

—Y tú no le has contado nada.
—Lo confirmo sin palabras.
—No sería justo, Rubí. —Ella suelta una risa hueca.
—¿Y lo que te hizo él a ti sí fué justo? —Mis labios dibujan una sonrisa amarga como respuesta.
—¿Qué vas a hacer ahora?
—No lo sé. —No lo escondo y soy honesta.

Otro silencio se apodera del momento antes de que la melodía de mi teléfono suene.
Frunzo el ceño.
—Es Asli. —Y presiono "responder".
—¿Asli?
—¿Sierra eres tú? ¿he utilizado bien esto? —Su voz suena angustiada y ansiosa.

—Sí, soy yo. ¿Qué ocurre? ¿estás bien? —Oigo como traga en seco y sé que le sucede algo.
No sé donde estoy. He salido y... no sé donde estoy. —Joder, Asli.
—¿Qué has salido tú sólo? ¡maldita sea, Asli! —Paso la mano por mi pelo y resoplo, molesta.

Pero antes de que se pueda defender, le interrumpo.
—Está bien, voy a por ti.
No te muevas de ahí ¿entendido?
No es como si pudiera ir a algún lugar... —Cuelgo.

—¿Cómo se supone que vas a encontrarle? —La castaña se acerca a mí y observa la pantalla de mi teléfono.
—Yo le dí ese móvil con un rastreador. El médico me dijo que podría pasar. —Le explico y en pocos segundos, ya sé donde se encuentra.

—Está cerca, voy a por él.
Nos vemos Rubí. —Me despido de ella y pongo rumbo Asli.

Tardo menos de diez minutos en llegar a la zona, mis ojos se encuentran con el moreno sentado en un banco.
Su cabeza metida entre sus manos que a su vez se apoyan sobre sus rodillas.
Aparco y me bajo del coche.
—Asli. —Mi voz le sobresalta y sus iris me buscan durante algunos segundos.
Entonces me encuentra y de un salto se incorpora para correr hasta a mí.

En su mirada hay un sentimiento de alivio, un enorme alivio hasta el punto de que al llegar a mí, sus brazos se cierran en mi espalda.
—Menos mal. —Suspira contra mi oído.
No soy capaz de reaccionar, mi pulso se acelera y su perfume llena mis fosas nasales.

Todavía huele a él.
Huele como el amor solía oler.
Huele como volver a casa.
Sólo que ahora, también huele a decepción y dolor. 
Le empujo algo brusca pero él no parece percatarse de ello.
Le doy la espalda y comienzo a caminar.

—Al coche. Vamos.

Duda: ¿La línea temporal de la historia está bien clara?

La historia se desarrolla en 2020.
Sierra y Asli se conocieron tres años atrás (2017).
La fallida boda fué dos años atrás (2018).
El accidente de Asli fué 6 meses atrás (2019) o sea un año y medio tras la no boda.

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