Capítulo 24

—¿Puedes... empezar por el principio? Porque me he perdido en cuanto has entrado por la puerta. —Con uno de mis pies me quito un tacón y repito la acción con el otro.
Me tumbo completamente en la moqueta de mi hermana.
—Asli tiene una novia llamada Alice de la que yo no sabía nada. —Me llevo ambas manos a la cara.
—¿Has llamado a Seth? —Suelto una risa hueca.

—Seth me mintió, Rubí. No me dijo lo de Alice.
—Técnicamente no te mintió, sólo te ocultó información. —La fulmino con mis ojos color almíbar.
—Vale, vale. Toma. —Alcanza mi móvil de dentro de mi bolso y me lo entrega.

Presiono el nombre del rubio en mi agenda y me lo llevo al oído con desgano.
—Seth al habla. Dime, Sierra.
—¿Quién demonios es Alice?
¿La de crepúsculo? una vampira con miles de años.
—Una broma más y te corto los dedos uno por uno. —Le oigo tragar saliva de manera exagerada.

Vale, vale. Específica de que Alice hablas, por favor. —La cabeza me duele, masajeo mi sien izquierda.
—Alice la novia de Asli.
Esa Alice. —Una risa se escucha del otro lado de la linea y arrugo la piel del entrecejo.
¿La que vivía en Irlanda?
¿Cómo sabes de ella?
—Porque está aquí y casi se come a Asli delante de mí.
Me mentiste, Seth.

¿Esa mujer está aquí? Bueno, da igual. Yo no te mentí, Sierra.
Piensa en ello, no tengo razones para hacerlo.
Ellos nunca fueron una pareja, esa "relación" no era ni de amistad. Así que sea lo que sea lo que le haya dicho a Asli, es mentira. —Me incorporo con velocidad.

—¿Quieres decir que esa idiota le ha engañado?
Sí y algo aún peor de lo que debo advertirte.
Asli le habló de ti, no sé cuanto le dijo pero sé que le habló de ti. Si le pregunta por el anillo, estás jodida. —Mi caja torácica nota los golpeteos bruscos de mi corazón.

Dios, no. No puede decírselo.
No puedo permitirlo.

—¿S? ¿Estás ahí?
—Tengo una urgencia, te llamo luego. —Cuelgo la llamada y me pongo en pie.
Mi mano agarra el suéter blanco de Rubí y tiro de ella con fuerza.
—¡Tenemos un contrarreloj!
¡tenemos que impedir que suceda! —La ojiverde me mira sin entender nada pero no se resiste a mi arrastre.

—¿De qué hablas? ¡no era yo la que hablaba por teléfono, no he oído una sola palabra!
—¡Tú corre y calla, Rubí! —Se detiene en seco.
—¿Y por qué tengo que ir yo?
—Porque eres mi hermana mayor. —Contraataca con un "eso no lo elegí yo" al que no respondo.

Cuando entramos en mi coche, mi hermana mayor me mira con una ceja alzada.
—¿Y ahora cómo le encontramos? —Pienso y pienso, repasando en mi cabeza los posibles lugares a los que Asli podría haberla llevado.

Pero entonces, una luz ilumina mi mente...
¡lo tengo!

—¿Recuerdas cómo le encontré la vez que se perdió? Pues justo así. —Activo la opción en mi teléfono y comienzo a conducir.
—No sólo es que le cuente la verdad, ¿sabes, Rubí? tampoco quiero que le engañe. Asli es frágil ahora mismo y no conozco a esa chica. Sólo dios sabe que intenciones puede tener. —Por el rabillo del ojo la veo asentir y mirar por la ventanilla de mi coche.

—¡Ahí están!
—¡Aquí están! —Hablamos al tiempo, sigo conduciendo y dejo el coche un par de calles más abajo. Subimos andando hasta el lugar de comida rápida donde están.
Hay una gran cristalera por la que tenemos que pasar y para nuestra desgracia, sólo una pequeña parte de pared.

Maldita sea, esto no va a salir bien. No puede salir bien.
No podemos volvernos invisibles de repente ni tampoco hay otra entrada por la que podamos acceder.
Pero parece que mi hermana tiene un plan, no estoy segura de que sea un buen plan pero es mejor que nada. 

—¿Recuerdas el campamento de verano donde nos enviaron cuando cumplí once?
Pues esto es igual.
Abajo, soldado. —Me indica la de ojos verdes.
Me agacho hasta quedar de cuclillas, la cabeza casi pegada a mis pies y comienzo a andar de esa manera los alrededor de tres metros de largo del cristal.

—Toma. —Le doy a mi compañera de crimen una goma del pelo y un beanie que por alguna razón guardo en mi bolso. Yo me pongo la capucha de mi sudadera negra.
Entramos pasando desapercibidas y nos fijamos en lo cerca que están sentados del baño.

Llegamos hasta allí en otra dirección y nos metemos.
Apoyadas en el otro lado de la puerta, podemos escuchar la conversación si afinamos bien nuestros oídos.

—¿Este anillo no es para ti, entonces? —Distingo la voz de Asli.
—No. Yo habría querido casarme contigo pero nunca me lo pediste. Ese anillo era para otra. —Contengo la respiración.
—¿La conoces? ¿Quién? —No, por favor... no. Rubí agarra mi mano y le da un apretón, intentando calmarme.
—No. Nunca me dijiste su nombre. Pero ella era la culpable de que nuestra relación no avanzara. —¿Yo? ¿De qué está hablando?

—¿Ella? ¿A qué te refieres?
—No puedo verle pero sé que se inclina sobre su silla, interesándose más y más.
—Decías que ella era el capítulo de un libro del que no podías pasar página. Una herida abierta que ni querías ni podías cerrar. —Noto un picor en la nariz y las lágrimas no tardan en inundar mis ojos.

—¿Nunca te dí más datos de ella? —El moreno insiste pero a mi me cuesta seguir la charla a partir de ese segundo.
—No querías hablar de ella, ni una sola palabra.
Pero una vez me lo confesaste... me dijiste que ella siempre sería la única. —Me llevo ambas manos a la boca para ahogar un sollozo.

Siento que todo a mi alrededor da vueltas y necesito aire.
No lo pienso, salgo del baño.
Y las decisiones, siempre tienen consecuencias.
Asli me ve, arrastra su silla para ponerse de pie.

—¿Sierra? —Pero en mi cabeza, su voz no es más que un susurro lejano.

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