The Shine of the Sun
La arena, que minutos antes había sido el escenario de un caos inigualable, quedó en completo silencio. La primera batalla del Ragnarök había concluido, pero el precio fue demasiado alto. Edward Newgate, Barbablanca, el hombre más fuerte del mundo, había caído en batalla.
En las gradas humanas, un aire solemne y pesado cubría a todos los presentes. La muerte de su campeón no fue solo una pérdida, sino un recordatorio de la fragilidad y la fuerza de la humanidad. Los tripulantes de Barbablanca, su familia, se reunieron, con sus rostros llenos de dolor y lágrimas, pero también de orgullo.
Ace:—Por ti, viejo...—murmuró Ace, con los ojos llenos de lágrimas mientras miraba el cuerpo inmóvil de su padre adoptivo. Guardó silencio, apretando los puños con fuerza, mientras las lágrimas caían sin control por su rostro.
A su lado, Marco, el fénix y primer comandante de la tripulación, permanecía de pie, su rostro sereno pero sus ojos llenos de tristeza. No dijo una palabra, pero sus lágrimas hablaban por él. Bajó la cabeza en señal de respeto, mientras un tarro de sake era colocado en sus manos por uno de los tripulantes.
En honor a su capitán, los miembros de la tripulación de Barbablanca levantaron tarros de sake, brindando en silencio. El gesto era simple, pero cargado de significado: un último tributo al hombre que había sido más que un capitán para ellos, había sido un padre.
En otro lado de las gradas humanas, Kaido, el emperador de las bestias, observaba con una mezcla de respeto y nostalgia. Levantó su propio tarro de sake, brindando sin decir una palabra. Su rostro mostraba una rara solemnidad, y aunque normalmente era arrogante y ruidoso, en ese momento se mantuvo en silencio.
Luffy, el futuro rey de los piratas, se encontraba sentado con su gorro de paja cubriendo su rostro. Las lágrimas fluían libremente mientras apretaba los dientes, tratando de contener los sollozos. No pudo soportar mirar directamente a Barbablanca; para él, perder a alguien con un espíritu tan inquebrantable era como perder un pilar del mundo.
En un rincón apartado, Zoro y Mihawk, dos de los espadachines más grandes del mundo, desenvainaron lentamente sus espadas. Sin decir una palabra, ambos cerraron los ojos, inclinando ligeramente sus cabezas en señal de respeto. Para ellos, el acto de desenfundar era una manera de honrar a un guerrero cuya fuerza y voluntad habían trascendido incluso la vida.
El silencio era solemne, pero también poderoso. Era un tributo al hombre que no solo había luchado por su familia, sino que había dejado un legado imborrable en los corazones de todos los presentes.
Desde las gradas divinas, Thor, todavía de pie, observaba con atención. Su brazo roto colgaba a un lado, pero su mirada no mostraba arrogancia ni burla. Por primera vez en siglos, el dios del trueno sentía un respeto absoluto por un oponente. Barbablanca había demostrado ser más que un hombre; había sido una fuerza de la naturaleza.
Thor:—Dormirás como un verdadero guerrero, viejo.—murmuró Thor, con una leve sonrisa de respeto en su rostro.
El Valhalla mismo parecía guardar un momento de silencio por el pirata caído. Incluso los dioses, normalmente altivos y confiados, se mantuvieron quietos, incapaces de ignorar el impacto que Barbablanca había dejado en la humanidad y en ellos mismos.
El público humano, en un acto espontáneo, comenzó a levantarse uno por uno, alzando sus puños al aire en un tributo unificado.
Humanos:—¡BARBABLANCA! ¡BARBABLANCA! ¡BARBABLANCA!
El grito resonó por todo el Valhalla, un recordatorio de que, aunque había caído, su legado nunca moriría. El sacrificio de Barbablanca no fue en vano, y su grito final, "El One Piece es real," seguía resonando en los corazones de todos los presentes, una chispa de esperanza y propósito que guiaría a la humanidad en las batallas que estaban por venir.
En las gradas humanas, mientras el público se levantaba en masa para gritar el nombre de Barbablanca, un hombre permanecía de pie, sereno y estoico, con los brazos cruzados frente a su pecho musculoso cubierto de cicatrices. Lu Bu, el legendario General Volador, conocido como el hombre más fuerte de su época y temido incluso por los dioses, observaba la escena con una expresión seria.
Su imponente figura destacaba entre los demás humanos. El dragón tatuado en su torso y hombros parecía casi moverse con la tensión de sus músculos, y las plumas doradas en su cabello brillaban bajo la luz del Valhalla. Aunque su rostro mostraba la dureza de un guerrero, había algo diferente en su mirada en ese momento: una mezcla de respeto y frustración.
Lu Bu había estado viendo la batalla con una fascinación absoluta. Cada golpe, cada intercambio entre Barbablanca y Thor era un espectáculo que lo emocionaba como pocos. Había venido al Ragnarök esperando encontrar un lugar en las filas de los representantes humanos, pero al no ser reclutado, su orgullo y deseo de batalla se vieron aplastados. Sin embargo, al ver a Barbablanca luchar con una fuerza y determinación inigualables, por primera vez en mucho tiempo, Lu Bu sintió que había encontrado a alguien digno de enfrentarlo.
Cuando Barbablanca finalmente cayó, dejando sus últimas palabras sobre el One Piece y su familia, Lu Bu apretó los puños con fuerza, sus nudillos blancos por la intensidad de su emoción. Quiso gritar, desafiar al destino que le había robado la oportunidad de enfrentarse a ese hombre, pero en lugar de eso, respiró profundamente y se permitió un momento de calma.
A su alrededor, sus hombres, guerreros de su época, lo miraban con respeto, siguiendo su ejemplo mientras guardaban un minuto de silencio por el pirata caído. Era un gesto poco común para un hombre como Lu Bu, quien normalmente vivía solo para el combate, pero incluso él reconocía el sacrificio y la grandeza de Barbablanca.
Finalmente, después de un largo momento, Lu Bu habló. Su voz, grave y resonante, llenó el silencio que habían guardado sus hombres.
Lu Bu:—Ese hombre... Edward Newgate.—Comenzó, cerrando los ojos mientras inclinaba levemente la cabeza. —Era más que un guerrero. Era un verdadero dragón.
Los hombres que lo acompañaban, acostumbrados a las palabras cortantes y desafiantes de su líder, se sorprendieron por el respeto en su tono. Lu Bu continuó, sus ojos fijos en el cuerpo inmóvil de Barbablanca en la arena:
Lu Bu:—Toda mi vida he buscado un rival digno. Alguien que me obligara a ir más allá, que pusiera mi fuerza a prueba.—Hizo una pausa, mientras su expresión se endurecía. —Y ahora, al verlo... sé que lo he encontrado. Pero el destino ha sido cruel. Esa batalla no será mía.
Los guerreros a su alrededor inclinaron la cabeza en señal de respeto, entendiendo el peso de sus palabras. Lu Bu respiró profundamente, alzando una mano para señalar hacia el campo de batalla.
Lu Bu:—Edward Newgate, Barbablanca.—Dijo con voz firme. —Aunque nunca cruzamos nuestras armas, reconocí en ti a un verdadero rival, el tipo de hombre que vive por algo más grande que el poder. Tú luchaste por tu familia, por tu sueño. Y en esa arena, demostraste que incluso los dioses pueden temer a un humano.
Lu Bu alzó un tarro de sake, que le fue entregado por uno de sus hombres. Sus dientes afilados, normalmente ocultos por su expresión ceñuda, se mostraron mientras sonreía levemente.
Lu Bu:—Hoy brindo por ti, Edward Newgate.—Declaró, alzando su tarro hacia el cielo. —Que descanses como un dragón debe hacerlo, en medio de la tormenta, dejando tras de ti un legado que nunca será olvidado.
Los guerreros a su alrededor lo imitaron, levantando sus propios tarros y brindando en silencio por Barbablanca. Incluso aquellos que no habían conocido personalmente al pirata sintieron el peso de sus acciones y sus sacrificios.
Mientras bebía profundamente, Lu Bu volvió a cruzar los brazos, mirando al horizonte con su expresión severa habitual. Pero en sus ojos aún brillaba una chispa de determinación.
Lu Bu:—Quizás en otra vida, viejo... cruzaremos nuestras armas.—Murmuró, dejando que sus palabras se perdieran en el viento del Valhalla.
En el palco divino, los dioses estaban envueltos en un caos de emociones. La victoria de Thor, aunque esperada, había sido una lucha mucho más dura de lo que muchos habían imaginado. Para algunos, como Zeus, era motivo de celebración, mientras que para otros, como Shiva, era una chispa que encendía su propia sed de combate.
Zeus, el líder de los dioses griegos, se levantó de su trono con una risa atronadora, alzando ambos brazos al aire mientras una chispa eléctrica danzaba entre sus dedos.
Zeus:—¡Magnífico! ¡Espectacular!—exclamó, su voz resonando por todo el palco divino—. Thor, muchacho, has demostrado por qué eres uno de los más fuertes. ¡Ese humano era formidable, pero tú has prevalecido!
Mientras Zeus continuaba con su entusiasmo, Shiva, el dios hindú de la destrucción, comenzó a contorsionar su cuerpo en una extraña pose, una demostración de su energía incontrolable. Apretó sus cuatro brazos, sus músculos tensándose como si estuviera conteniendo una tormenta.
Shiva:—¡Esto es emocionante! ¡Quiero luchar ya!—declaró, sus ojos brillando con una intensidad feroz—. Si los humanos tienen más como ese pirata, ¡no puedo esperar para enfrentarlos! ¡¡Ha pasado mucho tiempo desde que algo hacía hervir mi sangre de esta forma!!
Sin embargo, en las gradas inferiores de los dioses, los menores no compartían el mismo respeto ni emoción. Muchos de ellos habían observado la batalla con desdén, incapaces de comprender cómo un simple humano había logrado resistir tanto tiempo contra un dios.
Uno de ellos, un dios menor con una figura esbelta y una túnica dorada, se inclinó hacia sus compañeros con una sonrisa burlona.
Dios x:—¿Es esto lo mejor que tienen los humanos? Un viejo que ni siquiera pudo mantenerse en pie al final. ¡Patético!—dijo, riendo con desprecio—. Ese tal Barbablanca no fue más que un saco de huesos que pensó que podía desafiar a los dioses.
Las palabras del dios resonaron en el aire, pero no fueron bien recibidas. Thor, quien había permanecido en silencio mientras se recuperaba, giró su cabeza lentamente hacia el dios que había hablado. Su mirada, oscura y amenazante, era suficiente para hacer que algunos dioses menores retrocedieran instintivamente.
Los demas dioses menores se comenzaron a reír y hablar de lo que ocurrió:
—¡¡¿Vieron eso, estúpidos humanos?!!
—¡Este es el poder de los dioses!
—¡¿De verdad creyeron que su luchador tendría posibilidades?!
—¡Arrodíllense!
—¡Recen!
—¡¡Y ofrezca sus patéticas vidas como ofrenda!!
Thor:—¿Qué dijiste?—gruñó Thor, su voz baja pero cargada de peligro.
El dios menor, inconsciente de la furia que estaba a punto de desatarse, levantó la barbilla con arrogancia.
Dios X:—Dije que ese humano era patético. ¿Acaso me equivoqué?
Fue su último error.
Antes de que alguien pudiera reaccionar, Thor alzó a Mjolnir con su brazo herido, cargándolo con un rayo residual. Con un movimiento rápido y brutal, arrojó el martillo directamente hacia el dios menor.
El martillo cruzó el aire con una velocidad cegadora, impactando en el pecho del dios menor con una fuerza tan devastadora que su cuerpo fue aplastado contra el suelo, reduciéndolo a nada más que un charco de sangre y huesos rotos. El impacto resonó por todo el palco divino, dejando a los otros dioses menores completamente paralizados por el miedo.
El silencio que siguió fue absoluto. Los dioses menores, normalmente altivos y confiados, miraron a Thor con terror en sus ojos. La furia del berserker del trueno era legendaria, y ahora entendían por qué.
Thor, ahora de pie con dificultad, los miró a todos con una expresión llena de ira contenida. Su cuerpo estaba destrozado, pero su espíritu era indomable.
Thor:—¡Escuchen bien, escoria!—rugió, su voz como un trueno que sacudió el Valhalla—. Ese hombre... Edward Newgate, Barbablanca... murió como un verdadero guerrero. Su fuerza, su voluntad, y su sacrificio, son dignos de respeto. ¡Más respeto del que cualquiera de ustedes, gusanos, merecerá jamás!
Los dioses menores no se atrevieron a responder. Muchos bajaron la mirada, incapaces de sostener la de Thor.
Desde su trono, Zeus sonrió ampliamente, claramente disfrutando del espectáculo.
Zeus:—Bravo, muchacho, bravo.—murmuró, inclinándose hacia Hermes, quien observaba en silencio con una expresión más seria.
Thor continuó, apuntando a los dioses menores con un dedo acusador.
Thor:—Si alguno de ustedes vuelve a abrir la boca para insultar a un humano que se enfrentó a mí con tal valor, les haré probar el verdadero poder de Mjolnir.
Las palabras de Thor dejaron a los dioses menores completamente callados. El respeto por Barbablanca, incluso en la derrota, se había impuesto en el Valhalla gracias al propio dios del trueno.
Desde las gradas humanas, los mortales observaron con asombro. Aunque habían perdido a su campeón, ver a Thor, su propio oponente, defender la memoria de Barbablanca llenó a muchos de orgullo y gratitud. El espíritu del pirata seguía vivo, inspirando incluso a los dioses.
El Valhalla se había calmado, pero las llamas del Ragnarök seguían ardiendo, y la próxima batalla se acercaba rápidamente.
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En las gradas humanas, mientras los mortales aún rendían tributo a Barbablanca, Geir permanecía en silencio, observando todo con los ojos llenos de angustia. Su corazón pesaba con la reciente pérdida del pirata, pero también con el conocimiento de lo que esa derrota significaba para las almas humanas que luchaban en el Ragnarök. Su hermana mayor, Brunhilde, caminó lentamente hacia la salida, y Geir, incapaz de contener sus preguntas, la siguió rápidamente.
Geir:—Hermana, ¿Qué pasará ahora con... con Barbablanca?—preguntó Geir, su voz temblando por la mezcla de miedo y tristeza.
Brunhilde no se detuvo, continuando su camino con pasos firmes, pero respondió sin vacilar, con un tono que era tanto explicativo como severo.
Brunhilde:—Esta batalla es entre almas.—dijo Brunhilde, su voz grave resonando en el vacío del pasillo—. Si un alma es destruida, no puede volver al ciclo de reencarnación. Por lo tanto, es reducida a polvo en el vacío del espacio.
Geir sintió que un escalofrío recorría su cuerpo al escuchar esas palabras.
Geir:—¿A dónde van?—susurró, aunque ya temía la respuesta.
Brunhilde se detuvo un momento, girando ligeramente la cabeza hacia su hermana menor, con un brillo frío en sus ojos.
Brunhilde:—Nifhel.—respondió con voz cortante—. Ya no hay más después de esto para ellos. Nunca más.
En el campo de batalla, el cuerpo de Barbablanca comenzó a transformarse. Su imponente figura, que había resistido innumerables batallas y llevado los sueños de una familia entera, se tornó brillante y cristalino. Un faro de luz esmeralda, como si su alma estuviera dando un último destello de existencia, surgió de su cuerpo. Pequeñas grietas comenzaron a formarse en su superficie, y con un sonido desgarrador, su forma estalló en mil pedazos, disolviéndose en el viento como polvo estelar, hasta perderse en la nada.
Geir, al ver esto, se cubrió la boca con las manos, incapaz de contener su llanto.
Geir:—¡Hermana! ¿Qué hubiera pasado si Randgriz hubiera estado en ese momento con él?—preguntó con desesperación, recordando a su hermana valquiria, quien había sido apartada del combate justo a tiempo.
Brunhilde, con su rostro endurecido por la determinación, se volvió hacia Geir.
Brunhilde:—Ella igualmente hubiera muerto.—dijo con frialdad, sin vacilar.
Las palabras cayeron como un martillo en el corazón de Geir.
Geir:—Pero... ¿de verdad tenemos que ir tan lejos?—insistió la más joven, temblando fuera de control, perdiendo aquel empuje que le daba la ira, dejada sola con el vacío que la muerte de una de sus hermanas le dejaba—. Esta guerra es...
Brunhilde se detuvo por completo esta vez, girándose completamente hacia su hermana menor. Su rostro estaba deformado por una mueca de ira pura, una ira que parecía provenir de un lugar mucho más profundo que cualquier emoción momentánea.
Brunhilde:—¿Crees que hay alguna forma de matar a esos bastardos sin tomar ese riesgo?—gruñó, su voz tan intensa que hizo retroceder a Geir.
Geir, incapaz de responder, miró a su hermana con ojos llenos de miedo y dolor. Brunhilde, con sus puños apretados y la mirada ardiente, continuó con un tono que no dejaba lugar a discusión:
Brunhilde:—El destino de toda la humanidad depende del resultado de esta guerra.—declaró, con una voz que resonaba con una mezcla de convicción y rabia contenida—. Si eso significa sacrificarme a mí, a ti, o a cualquiera de nuestras hermanas, entonces que así sea.
Geir:—¿Entonces... de verdad vas a ir hasta el final?—preguntó Geir, con lágrimas cayendo de sus ojos mientras su voz temblaba.
Geir, ya incapaz de contener su angustia, se derrumbó en el suelo y comenzó a llorar desconsoladamente.
Brunhilde, al verla, volvió a girarse, dándole la espalda, su figura perdiéndose en la penumbra del pasillo.
Brunhilde:—Llora si necesitas, Geir. Pero no olvides por qué estamos aquí.—dijo, sin detenerse ni girar la cabeza—. La humanidad no tiene otra oportunidad. Si caemos aquí, lo perderemos todo.
Geir, sola en el pasillo, abrazó sus rodillas mientras las lágrimas caían de su rostro como ríos.
El sacrificio de Barbablanca pesaba no solo en los humanos que lo habían visto morir, sino también en aquellas que luchaban por protegerlos. El costo del Ragnarök era demasiado alto, pero Brunhilde sabía que no había otra opción.
En lo más profundo de su corazón, Geir temía por sus hermanas. El solo pensamiento de perderlas en el campo de batalla, como había visto desaparecer a Barbablanca, era demasiado para soportar. Pero también sabía que no podía detener el curso de los eventos.
La tragedia del Ragnarök continuaba. Y con cada batalla, las valquirias y los humanos que protegían se enfrentaban no solo a los dioses, sino también a las inevitables consecuencias de luchar en una guerra donde las almas mismas eran la apuesta.
-salón de los Registros Akáshicos-
La habitación designada para las valquirias estaba envuelta en un silencio casi abrumador, roto únicamente por el suave crujir de las páginas de los Registros Akáshicos, que Brunhilde estudiaba con atención. La tenue luz que iluminaba la sala apenas lograba destacar los gestos de su rostro, ahora endurecido por la presión del destino de la humanidad. Su mente trabajaba a toda velocidad, evaluando, descartando y seleccionando posibles candidatos para enfrentarse en el próximo combate del Ragnarök.
Brunhilde:—La primera pelea ya terminó. Nuestro deber ahora es decidir quien será el representante de la segunda pelea.
Geir:—Pero ni siquiera Barba Blanca tuvo una oportunidad contra los dioses. ¿Quién podría...?
Geir, sentada sobre un pilar con las piernas cruzadas y la cabeza inclinada hacia el suelo, estaba sumida en sus pensamientos. La reciente pérdida de Barbablanca aún pesaba en su corazón, y la incertidumbre de lo que vendría después la llenaba de temor. No podía evitar preguntarse quién sería el próximo humano en arriesgarlo todo.
Geir:—¿Quién será ahora?—murmuró Geir, más para sí misma que para su hermana, mientras sus dedos trazaban círculos nerviosos en el suelo.
Brunhilde no levantó la mirada de los Registros Akáshicos, pero su expresión se volvió más tensa, como si acabara de tomar una decisión crítica. Después de unos momentos de silencio, su dedo índice se detuvo sobre una imagen en las páginas del registro.
Brunhilde:—Si un humano con el poder de un desastre natural no pudo derrotar a un dios...—declaró Brunhilde con voz firme, su tono cargado de determinación—. Entonces, el siguiente será... un humano con el poder de un ángel.
Geir levantó rápidamente la cabeza, sorprendida por las palabras de su hermana.
Geir:—¿Un ángel?—preguntó, su voz temblando ligeramente por la mezcla de curiosidad y miedo.
Brunhilde giró el libro hacia Geir, mostrando la imagen de un hombre. Su cabello era castaño con un toque de anaranjado, y su expresión en la fotografía transmitía una calma que parecía casi sobrenatural, pero al mismo tiempo escondía una intensidad abrumadora.
Geir observó la imagen con detenimiento por unos momentos. Había algo diferente en él, algo que la hacía sentir una extraña mezcla de esperanza y temor.
Geir:—¿Quién es este hombre?—preguntó Geir, aún fascinada por lo que veía.
Brunhilde cerró los Registros Akáshicos con un movimiento decisivo, dejando escapar un suspiro antes de responder.
Brunhilde:—Es un hombre cuya vida estuvo marcada por una tragedia tras otra, pero que nunca perdió la fe en algo más grande que él mismo.—explicó Brunhilde, cruzando los brazos mientras miraba la imagen proyectada en su mente—. Su fuerza no proviene de su odio ni de su ira, sino de su amor y devoción, que trascienden lo humano.
Geir se quedó en silencio, procesando las palabras de su hermana mientras seguía mirando la imagen del hombre.
Geir:—¿Crees que él será suficiente?—preguntó Geir finalmente, aunque sabía que Brunhilde rara vez tomaba decisiones sin una razón sólida.
Brunhilde caminó hacia la ventana, mirando hacia el cielo oscuro del Valhalla, donde las nubes de tormenta aún no se habían disipado por completo tras el último combate.
Brunhilde:—No lo sé.—admitió Brunhilde, aunque su voz no mostraba duda alguna—. Pero si algo he aprendido en este Ragnarök, es que a veces, la verdadera fuerza no viene del poder físico, sino del espíritu inquebrantable.
Geir, aún insegura, miró nuevamente la imagen del hombre. Aunque no podía explicarlo, había algo en él que parecía distinto, como si estuviera destinado a algo más grande que cualquier otro humano.
Geir:—Entonces... él será nuestro próximo campeón.—murmuró Geir, más para reafirmárselo a sí misma que como una pregunta.
Brunhilde, con los ojos aún fijos en el cielo, asintió lentamente.
Brunhilde:—Sí.—respondió con firmeza—. Y cuando llegue el momento, demostrará que incluso un humano con el corazón de un ángel puede desafiar a los dioses.
La tensión en la sala se suavizó ligeramente, pero ambas valquirias sabían que el peso de la próxima batalla recaía ahora en los hombros de este hombre. El destino de la humanidad continuaba pendiendo de un hilo, pero el fuego de la esperanza seguía ardiendo.
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El Valhalla, que había sido testigo del devastador primer combate entre Barbablanca y Thor, ahora mostraba un rostro completamente diferente. La arena, antes destrozada y cubierta de cráteres, había sido restaurada a su antigua gloria, pero con un giro notable: el suelo, antes arenoso, ahora era una base sólida y rocosa, brillante como si estuviera recién forjada. El diseño parecía un símbolo de la Resiliencia de la batalla que había tenido lugar y la preparación para lo que estaba por venir.
En el centro de la arena se encontraba Heimdall, el vigilante del apocalipsis. Con su cuerno Gjallarhorn en mano, se mantenía firme y erguido, esperando el momento exacto para anunciar el inicio de la próxima ronda. Su mirada, seria pero emocionada, recorría las gradas, asegurándose de que todos estuvieran listos para el espectáculo.
Los dioses, ubicados en las gradas bajas del Valhalla, conversaban con entusiasmo y nerviosismo, especulando sobre quiénes serían los próximos luchadores. Algunos, todavía impactados por la batalla anterior, debatían sobre la posibilidad de que los humanos pudieran presentar otro combatiente capaz de desafiar a un dios.
Diosa x:—¿Crees que tendrán a alguien más como ese tal Barbablanca?—preguntó un dios menor, aún tembloroso por el espectáculo anterior.
Dios X:—No importa quién sea, no podrán igualar a otro dios.—respondió otro, cruzándose de brazos con una sonrisa altiva—. Ya vimos su límite.
En las gradas humanas, los mortales estaban más unidos que nunca. Aunque la pérdida de Barbablanca aún era reciente, la determinación de continuar luchando por su supervivencia los llenaba de esperanza. Muchos de ellos se levantaron, vitoreando y gritando palabras de ánimo, confiando en que el próximo campeón sería igual de valiente y poderoso.
Desde los pasillos que conducían a la arena, los combatientes de ambos bandos se preparaban. Las sombras de sus figuras proyectadas en las paredes mostraban la tensión en sus posturas, los momentos finales antes de entrar al campo de batalla.
Heimdall, alzando su cuerno Gjallarhorn al aire, miró hacia los pasillos y luego hacia el público. Su voz resonó por todo el Valhalla, llena de la energía que solo él sabía proyectar:
Heindall:—¡El momento ha llegado! El Valhalla está listo para presenciar el segundo enfrentamiento del Ragnarök. ¡Los dioses y los humanos traerán a sus campeones para decidir quién gobernará el destino del universo!
El público estalló en vítores, tanto humanos como dioses, mientras la tensión alcanzaba su punto máximo. Heimdall respiró profundamente, levantando el cuerno una vez más. Con un sonido profundo y poderoso, el Gjallarhorn marcó el inicio de la siguiente batalla.
Las puertas de ambos lados de la arena comenzaron a abrirse lentamente, los ecos de los mecanismos resonando por todo el coliseo. Las sombras de los próximos luchadores se proyectaron en la luz, haciendo que el público contuviera el aliento.
Los segundos se hicieron eternos.
El Valhalla entero esperaba con ansias la entrada de los nuevos campeones, sabiendo que la lucha que estaba por comenzar podría ser aún más espectacular que la anterior. La batalla por el destino de la humanidad continuaba.
Heindall:—¡¡¡AHORA DENLEN LA BIENVENIDAD AL SEGUNDO REPRESENTANTE HUMANO AQUI ESTA!!!
La atmósfera en la arena cambió de forma dramática. El sol, que antes iluminaba con intensidad normal, comenzó a arder con una fuerza casi sobrenatural, su luz bañando todo el Valhalla con un brillo cegador. El aire se llenó de una extraña tensión, y algunos juraron que en la distancia podía escucharse el poderoso rugido de un león, uno que parecía venir desde lo más profundo del cosmos.
https://youtu.be/vMDWoqCzkCg
Heindall:—¡¡¡EN TODA LA HISTORIA DE BRITANIA SOLO HUBO UN HOMBRE QUE CARGO CON EL TITULO DEL MAS FUERTE ENTRE TODOS LOS PECADOS CAPITALES UNA ORDEN DE 7 CABALLEROS PODEROSOS PERO SOLO EL SE ALZO EN LA CIMA DEL TODO!!!
De repente, el suelo de la arena comenzó a temblar, y en su centro surgió un inmenso pilar dorado. El monolito se alzó hacia el cielo, atravesando las nubes y brillando como un segundo sol. En la cima del pilar se encontraba el próximo luchador humano, su silueta imponente recortada contra la luz mientras miraba hacia abajo, listo para enfrentar lo que vendría.
Desde las entradas de la arena, cientos de leones comenzaron a correr hacia el centro, sus rugidos resonando en todo el coliseo. Las majestuosas criaturas se colocaron en dos filas perfectamente alineadas, rodeando la base del pilar. Los ojos de los leones brillaban con un resplandor dorado, como si también fueran manifestaciones del mismo poder que emanaba de su maestro.
Heindall:—¡¡¡SU PECADO ES UNO Y ESE ES EL ORGULLO PERO PORQUE VIENE ESE ORGULLO SERA PORQUE EL ES EL HOMBRE MAS FUERTE DE TODOS?!! ¡¡¡O ACASO SERA PORQUE EL QUIERE DEMOSTRAR QUE LA RAZA HUMANA ES LA MAS PODEROSA DE TODAS!!!
Entonces, el hombre en la cima del pilar saltó hacia la arena con un movimiento fluido y poderoso. Su cuerpo, como un meteoro dorado, cayó con fuerza, haciendo que el suelo sólido y rocoso temblara bajo su impacto. Una cortina de humo y polvo se levantó, cubriendo su figura mientras el público contenía el aliento.
Cuando el polvo finalmente se disipó, la figura del hombre se reveló por completo.
Era enorme, de más de tres metros de altura, su cuerpo una obra de arte de pura musculatura perfectamente trabajada. Sus ojos verdes esmeralda brillaban intensamente, casi con una luz propia, y su cabello corto, de color anaranjado, estaba perfectamente peinado. Su bigote, cuidadosamente cuidado, destacaba en su rostro, dándole un aire de nobleza y orgullo inquebrantable.
Heindall:—¡¡¡NINGUNA DE ESAS OPCIONES ES LA CORRECTA LA RAZON POR LA QUE EL LUCHA ES POR UNA Y ESA ES POR AMOR QUE SIENTE POR LOS SUYOS YA QUE DESPUES DE TODO EL ODIO ES SOLO UN SENTIMIENTO QUE LOS DEBILES DE CORAZON Y DE ESPIRITU SIENTEN!!!
La chaqueta café con tonos dorados que llevaba cubría ligeramente su espalda, donde un inmenso tatuaje de una cabeza de león rugiendo parecía cobrar vida bajo la luz del sol. Sin camisa, su torso musculoso quedaba completamente expuesto, mostrando un físico que parecía desafiar los límites de lo humano. Vestía pantalones cafés oscuros que complementaban su apariencia, y cada paso que daba transmitía una autoridad y confianza aplastantes.
El hombre levantó su mano, y con un simple chasquido de sus dedos, una pequeña esfera de fuego apareció en la punta de su dedo. El calor que emanaba era abrumador, y su intensidad dejó a todos en el coliseo boquiabiertos.
Dios extra:—Este poder...—murmuraron algunos dioses en las gradas, completamente impactados por la intensidad de su aura.
Ra, el dios del sol egipcio, se levantó de su asiento con el ceño fruncido.
Ra:—¡Imposible! ¡Ese humano... ese humano está usando el poder del sol!—gruñó, sus ojos llenos de furia mientras observaba al hombre que se encontraba ahora en la arena.
Heindall:—¡¡¡MUCHOS LO CONOCEN COMO EL HOMBRE MAS PODEROSO DE TODOS PERO ALGUNOS LO LLAMARON EL PINACULO DE TODA LA RAZA HUMANA!!!
El hombre bajó su mano, dejando que la pequeña esfera de fuego se disipara. Su rostro permanecía inmutable, una expresión de orgullo absoluto que parecía desafiar a todos los presentes, incluso a los mismos dioses. Se cruzó de brazos, mirando hacia las gradas divinas, mientras su voz resonaba en la arena con una autoridad que hizo eco en los corazones de todos.
???:—¿Dioses?—dijo con un tono que mezclaba desdén y superioridad—. ¿Se supone que debo temerlos? El único al que sirvo... es al sol.
Heindall:—¡¡¡PERO EL APODO MAS FAMOSO SUYO ES EL LEON DEL ORGULLO SU NOMBRE ES.........ESCANOR!!!
El público quedó completamente en silencio, incapaz de procesar la magnitud de la declaración. En las gradas humanas, la tensión dio paso a vítores ensordecedores.
Humanos:—¡Escanor! ¡Escanor! ¡Escanor!—gritaban, levantando los puños al aire, sintiendo que este hombre representaba la esperanza misma en su forma más pura.
Heimdall, en el centro de la arena, apenas pudo contener su propia emoción mientras levantaba el cuerno Gjallarhorn.
Heindall:—¡El siguiente campeón de la humanidad ha llegado! El hombre que encarna el poder del sol mismo, el León del Orgullo... ¡ESCANOR!
Escanor, sin inmutarse por los vítores, volvió su mirada al cielo, donde el sol brillaba más intensamente que nunca. Cerró los ojos por un momento, dejando que su luz bañara su cuerpo, y luego regresó su atención hacia la entrada de los dioses, esperando con calma a su oponente.
El segundo combate del Ragnarök estaba a punto de comenzar, y la humanidad había traído al León del Orgullo para desafiar a los cielos.
Heimdall, de pie en el centro de la arena, señaló hacia las puertas del bando de los dioses, las cuales se abrieron de par en par con un sonido profundo que resonó por todo el Valhalla. El público, tanto humanos como dioses, esperó con expectación, pero al pasar los segundos, nadie salió.
Heindall:—¡¡¡Y AHORA ENFRENTANDO AL LEON DEL ORGULLO Y SIGUIENDO AL AESIR MAS FUERTE SE PRESENTA EL DEVA MAS FUERTE VINIENDO DESDE LAS TIERRAS DE LA INDIA!!!
https://youtu.be/0DL6__Xb-sI
La tensión en la arena creció, los murmullos se hicieron presentes, y algunos comenzaron a preguntarse si los dioses estaban dudando. Los minutos parecían eternos, y los espectadores no podían contener su confusión.
Heindall:—CREA MUNDOS POR DIVERSIÓN, Y TAMBIÉN LOS DESTRUYE A SU ANTOJO LUEGO DE LA CREACIÓN, VIENE LA DESTRUCCIÓN. LUEGO DE LA DESTRUCCIÓN, EL RENACIMIENTO. ¿PODRÍA NEGARSE QUE EL MUNDO ES EL JUGUETE DE ESTE HOMBRE?
Pero entonces, un temblor sacudió la arena, haciendo que los presentes se detuvieran y fijaran su atención nuevamente en la entrada de los dioses. El suelo comenzó a retumbar, y desde las sombras de la puerta emergió una manada de elefantes gigantescos, con colmillos dorados y trompas decoradas con runas brillantes. Los enormes animales avanzaron en una estampida, sus trompas resonando como trompetas que anunciaban la llegada de alguien importante.
En el elefante más grande y majestuoso, adornado con un manto púrpura cubierto de gemas, se encontraba el luchador de los dioses. El dios de la destrucción, estaba sentado de piernas cruzadas sobre la espalda del animal, completamente tranquilo, pero con un aura que irradiaba pura energía.
El ojo negro en la frente del dios empezó a mirar hacia todas las direcciones con emoción.
Heindall:—¿QUÉ ES AQUELLO QUE DESEAN?—siguió Heimdall.
Varios humanos, provenientes de la india, entraron en pánico al observar la entrada.
Hindu:—N-no
—Es ese dios...
—Ah...
—¡AHHH...!
Gritos de terror absoluto inundaron el campo de batalla.
Heindall:—¡PÍDANLE A ESTE DIOS TODA LA AYUDA QUE QUIERAN!—animó Heimdall.
La gente de la India, inmersos en la desesperación, cayeron de rodillas, juntaron las manos, agacharon la cabeza y empezaron a rezar:
hindúes:—Om Namah Shivaya Om Namah Shivaya
Heindall:—¡PROTESTAR NO TIENE SENTIDO!—dijo Heimdall—. ¡TAMPOCO LO TIENE RAZONAR! AQUELLOS QUE NO LE INTERESAN, NO RECIBEN OTRA COSA QUE ¡¡DESTRUCCIÓN!!
Cuando la manada llegó al centro de la arena, el elefante más grande se detuvo y se paró sobre sus patas traseras, levantando su trompa hacia el cielo. En un movimiento fluido, el dios se levantó, utilizando la trompa del elefante como impulso, y salió disparado hacia el aire con una serie de volteretas acrobáticas que demostraban su agilidad y control absoluto.
El dios aterrizó con fuerza en el suelo, generando una potente corriente de aire que barrió la arena y levantó polvo y escombros a su alrededor. El impacto resonó como un trueno, y la energía liberada por su entrada dejó a todos sin aliento.
Heindall:—¡¡¡EL DESTRUCTOR DE MUNDOS!!!
Cuando el polvo se disipó, el dios se alzó completamente, revelando su imponente figura. Su cuerpo, cubierto de tatuajes azules resplandecientes, brillaba con un aura divina. Sus cuatro brazos, cada uno tensado como el de un guerrero preparado para la batalla, estaban decorados con brazaletes dorados. Su cabello oscuro, adornado con una corona de serpientes y flores, caía como un torrente salvaje sobre su espalda, mientras sus ojos ardían con una mezcla de locura y emoción pura.
Heindall:—¡¡¡SHIIIIIIIIIVAAAAAAAAA!!!
¡¡¡¡SEGUNDO LUCHADOR DE LOS DIOSES: SHIVA (HINDU)!!!!
Los dioses en las gradas se levantaron al unísono, rugiendo de emoción.
Dioses:—¡Shiva! ¡Shiva! ¡Shiva!—gritaban, emocionados de ver finalmente al dios de la destrucción en acción.
Shiva sonrió con un rostro lleno de locura, mostrando todos sus colmillos mientras inclinaba la cabeza hacia un lado.
Shiva:—Por fin...—dijo, su voz grave y cargada de expectación—. ¡Por fin es mi turno! He esperado tanto este momento. ¡Vamos a destrozarlo todo!
Escanor, quien había estado esperando pacientemente, se mantuvo completamente calmado, aunque su mirada fija en Shiva estaba llena de confianza. El León del Orgullo no dijo nada, pero una leve sonrisa curvó sus labios mientras se cruzaba de brazos, mostrando su usual aire de superioridad.
Heimdall, emocionado por la entrada de ambos combatientes, levantó su cuerno Gjallarhorn una vez más y exclamó:
Heindall:—¡El segundo luchador de los dioses ha llegado! El imparable dios de la destrucción, el Rey de los Tres Mundos... ¡SHIVA!
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MINUTOS ANTES: EN LA ENTRADA DEL TUNEL
https://youtu.be/pys2fPczPNg
Shiva caminaba tranquilamente por el pasillo, irradiando confianza en cada uno de sus movimientos mientras sonreía y estiraba los brazos.
Shiva:—Tengo que calmarme un poco...—se dijo a sí mismo—. Si me presento así, él será un montón de cenizas en un instante.
Entonces, alguien a sus espaldas le dio un par de palmadas en el hombro.
El dios se volvió hacia atrás, encontrándose con el propio Zeus, acompañado por su mensajero Hermes. El viejo le sonreía y saludaba con una mano.
Shiva le devolvió el gesto.
Shiva:—¿Qué pasa, abuelo? ¿Viniste hasta aquí para apoyarme?
Zeus volvió a poner una mano sobre el hombro del dios hindú y le dedicó una mirada vacía y macabra.
Zeus:—Ten cuidado allí afuera, chico—advirtió el anciano—. Algo me dice que el siguiente encuentro... estará mucho más allá de nuestras expectativas.
Shiva lo miró fijamente por unos segundos sin entender a lo que se refería.
Shiva:—Abuelo... ¿Qué tratas de decir?—preguntó—. ¿Te crees que no puedo manejar a un simple humano?
Zeus soltó una leve e irónica riza.
Zeus:—No estoy sugiriendo nada de eso—aseguró—. No obstante, esa niña valquiria realmente se ha tomado muchas molestias para traernos hasta aquí. En realidad, había tenido pensado venir y... pedirte prestado tu turno.
Shiva endureció el ceño.
Shiva:—¿No habíamos acordado que serías el último?—señaló—. Si de verdad me estás pidiendo que te dije pasar antes, olvidado. Han pasado varios miles de años desde que me emocionaba así.
El anciano no pudo evitar que se le escapara una sonrisa.
Zeus:—No te preocupes, dejaré esto en tus muchas y capaces manos—rió—. Simplemente quería hacerte saber que he tenido este presentimiento. ¿Crees que estarás a la altura, jovencito?
El anciano presionó con fuerza el hombro del dios hindú, en el ángulo y forma perfecta para lograr que el destructor de mundos ladease su cuerpo y cállese sobre su rodilla.
La mueca de Shiva se deformó en una de ira primal, con sus cinco ojos abiertos y emanando un aura de poder.
Shiva:—¡Quítame la mano de encima, viejo de mierda!
Usando uno de sus brazos, el destructor se arrancó a Zeus de encima y le lanzó el brazo hacia un lado.
Shiva se irguió en toda su altura, con la mirada totalmente ensombrecida.
Shiva:—No voy a perder—prometió—. Simplemente no hay de otra.
Zeus asintió con la cabeza mientras se daba la vuelta y se despedía con una mano.
Zeus:—Ve, adelante. Sólo recuerda lo que te he dicho.
Y sin decir más, el padre del cosmos desapareció por el pasillo.
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El público estaba al borde del delirio. Humanos y dioses por igual sabían que esta batalla sería completamente diferente a la primera. El orgullo humano y la furia divina estaban a punto de chocar, y nadie podía predecir qué sucedería.
Shiva, con su rostro lleno de locura y emoción, levantó sus cuatro brazos al cielo y rugió:
Shiva:—¡Escanor, León del Orgullo! ¡Ven y enséñame qué tan alto puedes llegar antes de que te destroce por completo!
Escanor no se inmutó. Su sonrisa solo se hizo más amplia mientras bajaba ligeramente la cabeza, dejando que la luz del sol bañara su cuerpo. Cuando levantó su mirada hacia Shiva, sus ojos verdes brillaban con una intensidad cegadora.
Escanor:—¿Dios de la destrucción?—dijo Escanor, su voz cargada de desprecio y superioridad—. ¿Qué tan ridículo es que un dios me pida que me esfuerce? El único resultado aquí será tu derrota, Shiva.
La tensión entre ambos era palpable, y el Valhalla entero estaba al borde del caos. Heimdall levantó su cuerno al aire, preparado para dar inicio al segundo combate del Ragnarök.
Heindall:—¡¡¡DEL LADO DE LOS DIOSES LA CIMA DEL SVARGA RECIBAN AL DESTRUCTOR SHIVA Y DEL LADO DE LA HUMANIDAD EL PINACULO DE LA RAZA HUMANA EL LEON DEL ORGULLO ESCANOR!!!
QUE DE COMIENZO A LA SEGUNDA RONDA!!!!
¡¡LUCHEN!!
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FIN QUE LES PARECIO?
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