El Yonko mas fuerte vs El Berserker Nordico (pelea completa)


El rugido de la multitud alcanzó un nuevo nivel de intensidad mientras Thor y Barbablanca se enfrentaban en el centro de la arena, sus figuras colosales irradiando poder y determinación. Sin embargo, el clamor de los espectadores no provenía únicamente del impacto visual del duelo, sino también de las personalidades explosivas que se manifestaban desde las gradas.

En las gradas divinas, justo en una de las primeras filas, una voz aguda y molesta rompió el estruendo.

???:—¡Thor-sama, aplaste a ese insignificante humano de un solo golpe! ¡Hágalo pedazos y muéstrele el verdadero poder de los dioses!

La voz pertenecía a Forseti, el dios de la justicia nórdica. De cabello y ojos grises, vestido impecablemente con un traje blanco y lentes que le daban una apariencia severa, Forseti agitaba sus manos frenéticamente mientras gritaba con una pasión desbordante. Parecía incapaz de contenerse, su fanatismo por Thor llegaba a niveles casi cómicos.

Forseti:—¡No hay forma de que un simple mortal pueda siquiera tocar a un dios como Thor-sama!—vociferó Forseti, ignorando por completo las miradas de desdén de otros dioses que preferían mantener su dignidad.

¡¡¡FORSETI: DIOS DE LA JUSTICIA ESPECTADOR DE LOS DIOSES (NORDICO)!!!

Sin embargo, su frenesí fue interrumpido bruscamente cuando una voz profunda, resonante y llena de autoridad surgió de las gradas humanas.

???:—¡Eso es, Barbablanca! Muéstrales a esos dioses quién manda de verdad. Haz temblar el cielo y el suelo con tu fuerza.

Forseti:—Pero que vulgar dijo acomodándose los lentes.

Forseti giró la cabeza hacia la fuente del sonido, y su rostro, antes lleno de arrogancia, se tornó pálido al instante. La voz pertenecía a Kaido, la Bestia más fuerte del mundo, un dragón encarnado y el emperador de los mares.

Kaido estaba sentado cómodamente en una de las gradas superiores, con su gigantesco cuerpo dominando el espacio a su alrededor. Su cabello azul y su enorme cuerno negro lo hacían destacar incluso entre la multitud de humanos excepcionales. Sostenía una jarra de sake gigante, y su risa atronadora llenó el aire mientras observaba la batalla con ojos encendidos de emoción.

¡¡¡UNO DE LOS CUATRO EMPERADORES DEL MAR Y CAPITAN DE LOS PIRATAS BESTIAS KAIDO!!!

(One Piece)

Kaido:—¡Ese dios musculoso no tiene idea de lo que se le viene! Barbablanca siempre ha sido el hombre más fuerte. ¡Esos relámpagos no son nada para él!—bramó Kaido, tomando un largo trago de sake mientras sonreía con confianza.

A su lado, otra figura igualmente imponente se unió al apoyo. Big Mom, la emperatriz de los mares, reía mientras sus hijos y seguidores vitoreaban con ella.

Big Mom:—¡Barbablanca, querido, haz que esos dioses aprendan su lugar!—dijo con su voz profunda y burlona, agitando su gigantesco brazo como si estuviera animando en un evento familiar.

¡¡¡CHARLOTTE LINLIN/BIG MOM: UNA DE LAS YONKO DEL MAR!!!

(One Piece)

Desde otro rincón de las gradas humanas, los miembros de la tripulación de Barbablanca también comenzaron a levantar sus voces. Marco, el primer comandante de la tripulación y el fénix, observaba con una sonrisa tranquila pero llena de confianza.

Marco:—Viejo, no los defraudes. Enséñales por qué los mares te pertenecen.

Antiguo Comandante de la Primera División de los Piratas de Barbablanca – Marco, "El Fénix" (One Piece)

Ace, el hijo adoptivo de Barbablanca, agitó su puño con determinación, rodeado por las llamas de su fruta del diablo.

Ace:—¡Viejo, hazlos arder! ¡No hay forma de que esos dioses puedan contra ti!

Miembro de los piratas de Barba blanca hijo adoptivo: Ace la llama eterna (One Piece)

La mezcla de vítores y gritos desde ambos bandos llenó la arena con una energía explosiva. Forseti, ahora incómodo por estar rodeado de figuras humanas tan intimidantes, trató de mantener su compostura, pero el sudor que perlaba su frente lo traicionaba. Miró de reojo a Kaido, quien le devolvió la mirada con una sonrisa amenazante, como si disfrutara verlo incómodo.

Kaido:—¿Pasa algo, pequeño dios?—dijo Kaido con un tono burlón, dejando que una nube de humo saliera de su boca mientras bebía otro sorbo de sake.

Forseti tragó saliva y, sin decir más, optó por quedarse callado mientras volvía su atención a la arena, donde el verdadero espectáculo estaba a punto de desatarse.

En el centro del coliseo, Thor y Barbablanca se estudiaban mutuamente. La tensión era palpable, como si el mundo mismo estuviera conteniendo el aliento. Ambos eran fuerzas de la naturaleza, y cuando finalmente se lanzaran el uno contra el otro, el impacto no sería solo físico, sino también un choque de voluntades y orgullo.

La primera batalla del Ragnarök estaba por comenzar, y cada alma presente sabía que lo que estaban a punto de presenciar sería una contienda para la historia eterna.

La multitud del Valhalla, tanto dioses como mortales, contenía el aliento mientras Heimdall alzaba Gjallarhorn, el cuerno del destino, al cielo. Sus manos temblaban ligeramente, no por miedo, sino por la inmensidad de lo que estaba a punto de desencadenar. En sus ojos, brillaba una emoción profunda, una mezcla de orgullo, responsabilidad y melancolía. Una solitaria lágrima resbaló por su mejilla, traicionera y silenciosa, como si entendiera que este momento marcaría un antes y un después en la historia del cosmos.

Heindall:—''Acaso saben durante cuanto tiempo anhelaba este momento de por fin tocar el cuerno'' decía el dios en sus pensamientos.

"Cuando el mensajero del Apocalipsis, Heimdall, haga sonar el Gjallarhorn, será la señal del comienzo del Ragnarök"

—De la Prose Edda

Con un último suspiro, Heimdall llevó el cuerno a sus labios y sopló con toda la fuerza de sus pulmones. El sonido profundo y resonante del Gjallarhorn atravesó el aire, como un trueno que parecía nacer desde el núcleo mismo del cosmos. El cielo del Valhalla se estremeció, y el suelo de la arena tembló como si la misma realidad estuviera al borde de un colapso.

El sonido del cuerno marcaba el inicio del combate, pero también parecía anunciar el principio del fin de los tiempos. Los dragones en el cielo rugieron en respuesta, y las voces de los espectadores en las gradas se unieron en un clamor ensordecedor, dioses y humanos gritando con una pasión desbordante. Heimdall, con un movimiento solemne, se dirigió al extremo de la arena, dejando que los dos titanes que se enfrentaban ocupasen el centro del escenario.

Pero para sorpresa de todos, cuando Heimdall anunció con voz firme:

Heindall:—¡AHORA! ¡FINALMENTE LA PELEA ENTRE LOS MÁS FUERTES EMPIEZA!

...ninguno de los dos guerreros se movió.

Thor y Barbablanca permanecían de pie, inmóviles como montañas enfrentadas. Las ondas de energía que emanaban de ambos cuerpos eran tan intensas que los espectadores más cercanos podían sentirlas como si fueran ráfagas de viento. Sin embargo, ninguno lanzó un ataque, ninguno dio un paso.

El público se quedó perplejo. Los gritos comenzaron a disminuir lentamente, reemplazados por un silencio tenso, como si el cosmos mismo se preguntara qué estaba ocurriendo.

HAY TAL TENSIÓN QUE NADIE PUEDE RESPIRAR O PESTAÑEAR...

—¿Eh?

—¿Qué demonios...?

—¿Qué pasa?

—Ninguno de los dos ha dado un sólo paso hacia el otro.

Geir:—Esto es insoportable la tensión en la arena es realmente sofocante y eso que ninguno de los 2 hizo algo todavía!

Thor, con su martillo Mjolnir apoyado sobre su hombro, rompió el silencio primero. Su voz, grave como un trueno, resonó en la arena.

Thor:—Viejo del mar—dijo Thor, con una sonrisa en su rostro y una mirada intensa que parecía atravesar el alma de su oponente—. Eres el primer mortal que me hace sentir esta emoción antes de un combate. Puedo ver la fuerza en tus ojos y el peso de las batallas en tus cicatrices. Pero dime, ¿crees realmente que puedes enfrentarte al trueno y sobrevivir?

Barbablanca, que permanecía firme con su Naginata clavada en el suelo, soltó una risa profunda y gutural. Sus ojos, llenos de confianza y determinación, no se apartaron ni un momento de Thor.

Edward:—Dios del trueno—respondió, su voz grave y poderosa reverberando como el rugido de un oleaje—. He vivido más batallas de las que puedo contar, he enfrentado tormentas más fuertes que tú y he soportado dolores que harían temblar incluso a los dioses. No me importa si eres un dios o una leyenda. Aquí no se trata de quién eres, sino de quién tiene la voluntad para mantenerse en pie.

Thor soltó una carcajada, su mano apretando el mango de Mjolnir con fuerza.

Thor:—Hablas como un verdadero guerrero, viejo. Tal vez este combate no sea solo una lección para los mortales, sino también para los dioses.

Barbablanca asintió, una sonrisa leve curvando sus labios bajo su icónico bigote en forma de media luna.

Edward:—Tal vez lo sea. Pero te advierto, Thor, si piensas que soy solo un humano más, te llevarás la sorpresa de tu vida.

Los dos guerreros se quedaron inmóviles un momento más, sus palabras cargadas de respeto pero también de desafío. La tensión en el aire era insoportable, cada segundo que pasaba se sentía como un siglo. Los espectadores no podían apartar la vista, cada uno conteniendo el aliento en espera del primer movimiento.

Finalmente, Thor bajó su martillo lentamente, apuntando con él hacia Barbablanca.

Thor:—Entonces, viejo, demuestra que tu fuerza puede igualar a la mía. ¡Que el trueno y el océano choquen con todo su poder!

Barbablanca, en respuesta, levantó su Naginata con un movimiento fluido, apuntándola hacia Thor mientras la tierra temblaba bajo sus pies.

Edward:—Que así sea, dios del trueno. Pero recuerda: hasta el más grande de los dioses teme el rugido del mar.

El público estalló en gritos de emoción, y el sonido de sus voces alcanzó un clímax ensordecedor. Finalmente, los dos titanes comenzaron a avanzar lentamente el uno hacia el otro, el choque de su poder estaba a punto de sacudir la misma arena del Valhalla.

El primer movimiento estaba a punto de ser desatado, y el verdadero inicio del Ragnarök comenzaría con el choque de estas dos fuerzas implacables.

El silencio del coliseo era casi irreal. Cada mirada estaba fija en los dos guerreros que ahora avanzaban lentamente el uno hacia el otro, arrastrando sus armas por el suelo. 

Thor, con su martillo Mjolnir, dejaba una serie de chispas y pequeñas grietas en la arena a medida que lo arrastraba, mientras que Barbablanca hacía que la tierra temblara con el peso de su Naginata, Murakumogiri, enterrándola levemente con cada paso.

Ambos se miraban fijamente, sus expresiones igual de serias, casi aburridas, como si estuvieran midiendo algo más profundo que la fuerza física: la voluntad, el alma. El dios del trueno y el emperador del mar avanzaban como dos tormentas opuestas, destinadas a colisionar.

THOR Y EDWARD

Nacidos y criados de formas diferentes...

No...

Desde el principio, estos dos hombres eran diferentes, sólo comparten una cosa en común...

SU RECLAMACIÓN POR EL TÍTULO DE "EL MÁS FUERTE"

https://youtu.be/W8Gqd0XPKsI

Cuando estuvieron frente a frente, el aire mismo parecía inmóvil, expectante. Ninguno decía una palabra. Ninguno apartaba la mirada. La tensión era tan intensa que muchos en las gradas olvidaron respirar. Entonces, Barbablanca hizo el primer movimiento.

Con un grito gutural que resonó como un trueno en alta mar, levantó a Murakumogiri por encima de su cabeza. La hoja de su naginata brillaba bajo la luz etérea del Valhalla mientras la bajaba con fuerza descomunal hacia Thor, como si quisiera partirlo en dos.

Thor reaccionó rápidamente. Con un movimiento fluido, alzó a Mjolnir y bloqueó el golpe. El impacto resonó con un sonido ensordecedor, como un trueno que sacudió la arena y las gradas. Sin embargo, para sorpresa de Thor, el peso y la fuerza del ataque lo obligaron a retroceder varios pasos, dejando marcas profundas en el suelo con sus botas mientras se estabilizaba.

Thor apretó los dientes y se plantó firmemente. Con un gruñido, cargó hacia adelante, balanceando su martillo como si fuera un bate de béisbol, apuntando directamente al torso de Barbablanca.

Barbablanca, mostrando la experiencia de un guerrero curtido en innumerables batallas, reaccionó con calma. Con un giro de su muñeca, enterró la punta de Murakumogiri en el suelo frente a él, justo cuando el martillo de Thor impactó con fuerza. La energía del golpe fue redirigida a la arena, y el arma de Barbablanca salió disparada hacia atrás, pero el pirata no se movió ni un milímetro.

Thor, sorprendido por la maniobra, dio un paso atrás para reevaluar su estrategia. Pero Barbablanca no le dio tiempo. Desenterró su naginata con un movimiento fluido y cargó hacia el dios del trueno.

Ambos guerreros se lanzaron de frente, sus movimientos tan rápidos que el aire alrededor de ellos pareció comprimirse. En el instante en que estuvieron frente a frente, alzaron sus armas al unísono y las colisionaron con toda la fuerza de sus cuerpos.

El impacto fue catastrófico.

Una explosión masiva sacudió la arena, y un sonido ensordecedor, como mil truenos simultáneos, llenó el aire. El suelo bajo los pies de ambos guerreros estalló en fragmentos, enviando rocas y polvo hacia el cielo. Las gradas temblaron como si estuvieran al borde del colapso, y tanto dioses como humanos se cubrieron los rostros para protegerse de los escombros.

Desde el epicentro del impacto, ondas de choque se propagaron hacia afuera, creando un viento tan fuerte que hizo ondear las capas de los espectadores y apagó momentáneamente las llamas de los dragones que volaban por encima del coliseo.

Pero lo más impresionante no era la destrucción que habían causado, sino el hecho de que ninguno de los dos cedía.

Barbablanca y Thor seguían presionando el uno contra el otro, sus armas chocando en un duelo de fuerza pura. Los músculos de ambos guerreros se tensaban, y el sudor comenzaba a resbalar por sus frentes, pero sus miradas no mostraban dudas ni miedo. Sus ojos eran los de dos depredadores enfrentados en igualdad de condiciones.

Desde su posición al margen de la arena, Heimdall observaba con asombro. Aunque había visto miles de batallas a lo largo de los siglos, esta era diferente. Podía sentirlo en sus huesos: estos dos guerreros no eran simplemente fuertes, eran verdaderos titanes.

Heindall:—Están parejos...—murmuró Heimdall para sí mismo, su voz casi inaudible entre el ruido de la batalla y los gritos de la multitud.

El público estaba dividido. Los dioses vitoreaban a Thor, confiados en que su campeón superaría al humano. Los mortales, por su parte, gritaban el nombre de Barbablanca con una pasión desesperada, como si sus propias vidas dependieran del resultado.

En el centro de todo, Thor y Barbablanca continuaban presionando, sus armas generando destellos de energía pura con cada segundo que pasaba. Era un espectáculo de fuerza bruta y voluntad inquebrantable.

Finalmente, ambos se separaron con un poderoso empujón, dando un salto hacia atrás para recuperar el aliento. El suelo entre ellos estaba completamente destruido, un cráter profundo y humeante marcaba el lugar donde sus armas habían colisionado.

Thor sonrió, su respiración pesada pero su espíritu intacto.

Thor:—Viejo... realmente eres algo más.

Barbablanca, con una sonrisa leve y su característico bigote moviéndose con el viento, respondió:

Edward:—Y tú eres digno de tu martillo, muchacho. Pero aún no hemos terminado.

Ambos guerreros se prepararon para el próximo asalto, mientras el Valhalla entero vibraba con la anticipación del siguiente choque. La batalla apenas comenzaba, y ya estaba claro que sería una de proporciones legendarias.

En el palco de los dioses, el murmullo de incredulidad comenzaba a extenderse entre las deidades. Sus ojos observaban con asombro cómo un simple humano, Edward Newgate, Barbablanca, lograba enfrentarse de igual a igual contra Thor, el dios del trueno. 

Forseti, quien antes vociferaba con arrogancia, permanecía en silencio, apretando los labios con nerviosismo mientras sus ojos seguían cada movimiento de la batalla.

Dios extra:—Esto es inaudito...—murmuró uno de los dioses, incapaz de apartar la vista.

Sin embargo, los más poderosos entre ellos se mantenían serenos. Odin, con su ojo único brillando bajo la sombra de su parche, observaba la batalla con calma, mientras su hijo Thor seguía chocando contra el Emperador de los Mares.

Odin:—No os dejéis engañar. Thor está jugando con ese humano.—dijo un dios de mirada imponente, cruzando los brazos—. Cuando decida ponerse serio, este combate terminará en un instante.

En la arena, mientras los dioses debatían sobre la inevitabilidad de la victoria de Thor, la situación se tornaba cada vez más intensa. Thor y Barbablanca seguían chocando sus armas con una fuerza frenética, cada impacto creando ondas de energía que desgarraban la arena y hacían temblar las gradas. El choque de Mjolnir y Murakumogiri era un espectáculo en sí mismo, como si dos tormentas lucharan por el dominio del cielo.

De pronto, Barbablanca dio un paso atrás. Sus ojos, llenos de determinación, se clavaron en Thor. La multitud se quedó en silencio cuando el emperador apretó su puño con fuerza, y una vibración casi imperceptible comenzó a emanar de su mano.

Edward:—¡GRRAAAAHHH!—el grito de guerra de Barbablanca resonó como un rugido que sacudió el alma de todos los presentes.

Con un movimiento devastador, golpeó el aire frente a él.

¡¡¡KAISHIN!!!

Lo que ocurrió a continuación dejó a todos, tanto dioses como mortales, completamente atónitos. El aire mismo se agrietó, como si el tejido de la realidad hubiera sido partido por su puño. Ondas de choque devastadoras surgieron de las grietas, avanzando a una velocidad aterradora en dirección a Thor.

El impacto de las ondas de choque fue tan inmenso que el Valhalla entero comenzó a temblar. Las gradas crujieron, y los espectadores se aferraron a sus asientos para no caer. Las ondas sacudieron el coliseo, levantando columnas de arena y polvo mientras el estruendo ensordecedor llenaba el aire.

Thor, sorprendido por el ataque, reaccionó rápidamente. Plantó a Mjolnir en el suelo, usándolo como ancla para no caer ante el devastador terremoto que se desató en toda la arena. Sin embargo, incluso con su inmensa fuerza, Thor se vio obligado a apretar los dientes mientras el suelo bajo sus pies se partía en pedazos.

Barbablanca, viendo su oportunidad, avanzó con la velocidad de un huracán. En un instante, se posicionó frente a Thor, levantando a Murakumogiri con ambas manos.

Edward:—¡Fuera de mi camino, dios del trueno!—gritó mientras balanceaba su arma con toda su fuerza, apuntando directamente al martillo de Thor.

El impacto fue brutal. La fuerza del ataque de Barbablanca hizo que el martillo de Thor se desviara, y el dios perdió el equilibrio. Thor salió disparado hacia atrás, volando como una roca lanzada por una catapulta. Su cuerpo atravesó el aire a una velocidad increíble hasta que impactó contra el muro de la arena, destruyéndolo parcialmente.

El coliseo quedó en completo silencio. Los dioses en las gradas miraban con los ojos abiertos de par en par, incapaces de procesar lo que acababan de presenciar. Los humanos, por su parte, se levantaron de sus asientos, gritando con una mezcla de asombro y euforia.

Entre la nube de polvo y escombros, el cuerpo de Thor comenzó a moverse. El dios del trueno se levantó lentamente, su mirada fija en Barbablanca, pero ahora había algo diferente en sus ojos. Su sonrisa burlona había desaparecido, reemplazada por una mirada intensa y seria.

Mientras tanto, Heimdall, que había sido testigo de todo, finalmente recuperó la voz. Levantando su cuerno Gjallarhorn para silenciar a la multitud, el vigilante habló con un tono solemne que resonó en todo el Valhalla:

Heindall:—¡Nunca en la historia de los dioses un mortal ha logrado tal hazaña! Edward Newgate, Barbablanca, no es un simple hombre. ¡Es una fuerza de la naturaleza que desafía incluso a los dioses mismos!

El público estalló nuevamente en vítores y gritos. Los humanos aclamaban el nombre de Barbablanca, mientras los dioses comenzaban a discutir en voz baja, preocupados por lo que acababan de presenciar.

Thor, sacudiéndose los escombros de su capa y ajustando su agarre en Mjolnir, sonrió levemente mientras su cabello ondeaba bajo el viento del Valhalla.

Thor:—Viejo... no está mal para un mortal. Pero ahora... te mostraré por qué los dioses están en la cima.

Barbablanca se limitó a sonreír, levantando nuevamente su naginata, preparado para lo que venía.

La tensión en el aire era insoportable. El verdadero combate apenas había comenzado.

Thor con un rostro sereno alzo su brazo libre el cual fue recubierto por una capa de poderosos relámpagos celestes los cuales se expandieron por toda la arena inundando la misma con la luz etérea de aquellos relámpagos celestiales.

La arena del Valhalla estaba inundada de electricidad. Thor, con su brazo libre alzado, liberaba una tormenta de rayos que danzaban en el aire, formando un espectáculo deslumbrante y aterrador. Los relámpagos caían como ríos de luz, iluminando cada rincón del coliseo y haciendo que las sombras bailaran frenéticamente sobre las gradas y los muros destrozados.

Heimdall, de pie en uno de los bordes de la arena, observaba la escena con una mezcla de asombro y tensión. Su voz resonó con fuerza, dominando el caos que se desarrollaba frente a sus ojos.

Heindall:—¡Thor está liberando una técnica que no ha usado en eras! ¡El arma del trueno se está preparando para desatar su verdadero poder!

El público, tanto dioses como mortales, observaba en completo asombro. La postura de Thor era extraña, casi antinatural. Había inclinado su cuerpo hacia atrás, como si el peso de Mjolnir estuviera a punto de derribarlo. Su espalda estaba casi paralela al suelo, pero su figura permanecía suspendida en el aire, desafiando las leyes del equilibrio.

Thor:—Humano tengo una petición que hacerte......—No mueras ahora—advirtió la deidad, con una amplia sonrisa.

Con ambas manos firmemente aferradas al mango de su martillo, Mjolnir comenzó a brillar intensamente, cargándose de energía pura. Las chispas eléctricas que rodeaban el arma crecían en intensidad, formando una esfera brillante que parecía contener el poder de una tormenta infinita.

Edward:—¡Eres realmente divertido! dijo con una sonrisa salvaje.

En las gradas de los dioses, los murmullos se transformaron en exclamaciones de sorpresa y alarma. Incluso las deidades más arrogantes, que antes veían la batalla con desdén, ahora observaban con ojos abiertos de par en par.

Dios extra:—¡Es imposible! ¿Thor realmente va a usar esa técnica contra un humano?—dijo uno de los dioses, incapaz de creer lo que veía.

Diosa Extra:—Hace siglos que no la vemos...—murmuró una, su voz cargada de asombro.

Forseti:—¡Ah!—se emocionó Forseti—. ¡Eso es...!

Hugin:—¿Se está poniendo serio?—graznó indignado el cuervo Hugin—. Thor, idiota, ¿Ese humano es realmente tan poderoso?

Munin:—No, esa no debe ser la razón—se rehusó a creer Munin—. Thor, probablemente está respondiendo a la seriedad del humano. Sino, no usaría esa técnica contra un sólo hombre...

En el palco de los dioses más poderosos, Odin permanecía en silencio, su ojo único fijado en su hijo. La expresión de su rostro era indescifrable, pero incluso él parecía reconocer la gravedad de lo que estaba ocurriendo.

"EL MARTILLO DE THOR"

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HACE MUCHO TIEMPO ATAS

ASGARD

El sonido de las campanas de guerra resonaba en el aire. Asgard, la ciudad de los dioses nórdicos, estaba rodeada por enormes muros construidos para protegerla de los gigantes de Jotunheim. Los muros, tallados en piedra divina, se alzaban imponentes, como una fortaleza inquebrantable frente al caos exterior.

En la cima de estos muros, una línea de hombres alados ataviados con armaduras brillantes montaban guardia, sus ojos vigilando el horizonte con atención. Portaban lanzas que destellaban con una luz etérea, armas hechas para enfrentar a las criaturas más terribles del cosmos.

Sin embargo, en ese día, incluso ellos estaban desprevenidos.

Angel 1:—Maldición, esto es muy aburrido—bostezó uno de ellos.

Angel 2:—¡¿Hey?! ¡¿Qué quieres decir con eso?!—se volvió hacia él su superior.

El joven se apoyó sobre su espada como si fuese un bastón.

Angel 1:—¡Capitán, me volví un ángel guardián para luchar contra los gigantes!—se quejó—. ¡No para estar de pie en un muro todo el día! ¿No está todo demasiado tranquilo?

El capitán se mantuvo firme en su sitio.

capitán:—¡Idiota! Esta tranquilidad es gracias a que estamos defendiendo cada día el muro, maldición. No seas tan estúpido cuando jamás has presenciado una verdadera batalla.

El joven volvió a ponerse firme y a seguir vigilando el horizonte, pero sin dejar de hablar:

Angel 1:—Eso es, yo sería capaz de hacer mi trabajo si ocurriese alguna batalla—aseguró.

Justo en ese momento, unas poderosas pisadas resonaron por el bosque y una bandada de aves salió volando de entre los árboles .

El joven ángel entrecerró los ojos.

Angel 1:—¿Temblores...? ¿Un terremoto?

El resto de sus compañeros guardó silencio.

Angel 1:—¿Eh?—la mirada del joven se tornó en miedo mientras sudor se deslizaba por su rostro.

Desde la niebla que cubría las tierras de Jotunheim, una horda de gigantes avanzó como una ola de destrucción. Sus cuerpos enormes y deformes, cubiertos de escarcha y hielo, hicieron temblar la tierra con cada paso. Las sombras de sus figuras colosales oscurecían el horizonte, y sus gritos de guerra resonaban como un trueno inminente.

Los ángeles guardianes extendieron sus alas y tomaron sus espadas, dando la voz de alarma:

Capitan:—¡¡Es el enemigo!! ¡¡Están aquí!! ¡¡Vinieron para derribar los muros!!

Ese año los gigantes lanzaron una ofensiva, con un ejército más grande que cualquier cosa que se haya visto antes e invadieron Asgard.

Los ángeles alados, equipados con armaduras brillantes y armas bendecidas, habían tomado las alturas de los muros y lograban contener la avanzada de los gigantes. Sus lanzas perforaban a las enormes criaturas, obligándolas a retroceder, y los gritos de los defensores parecían llenar el aire con una confianza renovada. La situación parecía estar bajo control.

Uno de los gigantes blandió un enorme garrote hacia el muro, pero éste fue detenido por la espada de un solo hombre.

Tyr:—¡RESISTAN!—gritó Tyr, dios nórdico de la guerra—. ¡DEFIENDAN LA PUERTA CON SUS VIDAS!

Dentro de las murallas, los espíritus y dioses menores escuchaban el escándalo que sucedía afuera, sin ninguna forma de conocer el verdadero peligro en el que se encontraban.

—Los ataques de los gigantes son demasiado fuertes—comentó un hombre—. ¿Los muros aguantarán?

—Estaremos bien—aseguró un joven a su esposa e hijo—. Los ángeles guardianes nos protegerán.

—Por supuesto que estaremos bien—convino un niño a su abuelo, quien miraba con preocupación a los muros—. Estoy muy seguro de eso.

Angel 3:—Jamás había visto tantos—comentó un ángel arquero, mientras encajaba un par de flechas en los ojos de un gigante—. Y siguen viniendo.

Una joven con armadura dio un gran salto y partió la cabeza de uno de sus enemigos por la mitad de un sólo golpe con su espada.

Guerrera:—¡¡Hagámoslos retroceder!!—gritó ella—. ¡¡Si perdemos la puerta estará todo acabado!!

Pero entonces, un rugido inhumano desgarró el cielo, un sonido grotesco y aterrador que hizo temblar incluso a los más valientes. Todos los ojos se giraron hacia la fuente del ruido, y lo que vieron dejó a todos helados.

Angel 1:—¿Eh?

Desde las sombras que envolvían el horizonte de Jotunheim, surgió una criatura grotesca, una abominación. Era un gigante que no se parecía a nada que los dioses hubieran enfrentado antes: un ser deforme, con la apariencia de un bebé descomunal, su piel pareciendo derretirse en charcos nauseabundos que quemaban el suelo bajo sus pies. Su tamaño eclipsaba a todos los demás gigantes, y su simple presencia irradiaba una energía maligna que hacía que incluso los guardianes alados retrocedieran con miedo.

Con un solo movimiento de su enorme brazo deformado, el bebé gigante lanzó un golpe devastador contra los muros de Asgard. Las estructuras que habían resistido durante siglos se derrumbaron como si fueran de papel, y el estruendo fue tan fuerte que hizo eco en los cielos. La muralla estaba rota, y la abominación había abierto un paso para el resto de los gigantes.

Capitan:—¡¡LA PUERTA... Y LOS MUROS HAN SIDO TRASPASADOS!! ¡¡ESTÁN ENTRANDO A LA CIUDAD!!

Los gritos de los civiles asustados se volvió aún más sonoro.

—¡Estamos perdidos!

65 gigantes más, siguiendo al bebé colosal, invadieron Asgard como una plaga. Los ángeles lucharon con todo lo que tenían, pero uno a uno fueron cayendo ante la fuerza bruta de los invasores. Los gigantes no solo mataban, sino que se entregaban a actos de pura crueldad: desmembraban a los ángeles, devoraban sus cadáveres, y algunos incluso se deleitaban desnudando y humillando a las mujeres entre los guardianes alados.

Asgard estaba al borde de la destrucción.

Los sobrevivientes, dioses menores y guerreros, se replegaron al castillo principal, desesperados por encontrar una forma de salvarse. Los gritos de los caídos llenaban el aire, y el olor a sangre se mezclaba con el de la carne quemada. La desesperación era palpable.

Gigante:—Salgan por favor—reían—. Por favor salgan.

Entre los refugiados de aquel castillo, Forseti se revolvía el cabello mientras luchaba por no dejarse llevar por el pánico.

Forseti:—Han llegado al castillo. ¡Están aquí!—chilló—. Se acabó... ¡Estamos perdidos!

En medio del caos, un rugido de batalla sacudió el salón del castillo. Las puertas principales se abrieron de golpe, y una figura familiar avanzó con calma entre los aterrorizados sobrevivientes.

Era Thor.

Forseti:—Ah... tú también deberías esconderte

El dios del trueno caminaba con una tranquilidad inquietante, su armadura manchada de sangre seca de combates pasados, y su martillo Mjolnir descansando sobre su hombro como si no pesara nada. Sus ojos brillaban con un aburrimiento absoluto, como si lo que estuviera ocurriendo fuera solo una molestia para él.

Sin decir una palabra, Thor salió del castillo y avanzó hacia los gigantes. Uno de ellos, una criatura grotesca con un hacha colosal, se lanzó hacia él con un rugido, dispuesto a destrozarlo en un solo golpe.

Gigante:—¡¡¿Las abrieron?!! Exclamo uno mientras el resto solo se emocionaba!

Thor, sin siquiera vacilar, levantó a Mjolnir y golpeó al gigante con un solo movimiento. La criatura explotó en una nube de carne y huesos que bañó a los gigantes cercanos.

El rugido de Thor resonó en el aire como un trueno, y con un movimiento fluido, comenzó a avanzar hacia el resto de los invasores. Los gigantes se abalanzaron sobre él como una ola de destrucción, pero Thor los enfrentó con una fuerza que parecía infinita.

El bebé colosal intentó aplastarlo con su brazo deformado, pero Thor lo esquivó con facilidad y respondió con un golpe tan devastador que la criatura cayó de espaldas, destruyendo varias estructuras a su alrededor.

Uno tras otro, los gigantes comenzaron a caer.

Los sobrevivientes, escondidos en el castillo, observaban desde las ventanas con incredulidad. Desde la distancia, veían los relámpagos que caían del cielo, cada uno marcando la caída de otro gigante. Los gritos de los invasores se convirtieron en alaridos de desesperación, y en cuestión de horas, las calles de Asgard estaban llenas de cadáveres.

Fácilmente cumplió una tarea que nadie más podía completar. El cuerpo de Thor se encontró bañado de sangre, pero sobre todo, impregnado de...

"ABURRIMIENTO"

Cuando todo terminó, la lluvia comenzó a caer suavemente sobre la ciudad devastada. Los pocos sobrevivientes que quedaban salieron de sus refugios, temerosos de lo que encontrarían. Las calles estaban bañadas en sangre y los restos de los gigantes formaban montañas de carne.

En el centro de todo, Thor estaba sentado sobre la cabeza decapitada del bebé gigante. Su expresión no mostraba orgullo ni enojo, solo un aburrimiento profundo, como si la masacre que acababa de realizar fuera poco más que una tarea tediosa.

Thor:—¡¡Que aburrido!!

Había derrotado a los 66 gigantes él solo.

¡¡THOR ANIQUILÓ AL EJÉRCITO DE GIGANTES ÉL SOLO!!

Desde entonces, los dioses han contado historias sobre su gloria e incomparable poder.

Y LE OTORGARON UN NOMBRE A SU TÉCNICA DE MUERTE INSTANTÁNEA.

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De vuelta en el Valhalla...

La luz eléctrica que rodeaba a Thor en la arena del Valhalla se intensificó, trayendo de vuelta a los dioses y mortales al presente. El recuerdo de su masacre en Asgard era un recordatorio del monstruo que Thor podía ser si decidía tomar el combate en serio.

Barbablanca lo sabía, pero en lugar de mostrar miedo, apretó su naginata con más fuerza y sonrió.

Edward:—Así que ese es tu poder, dios del trueno. Esto será interesante.

La tensión en la arena era insoportable, y los gritos del público se desbordaron mientras el martillo de Thor brillaba como el sol, listo para desatar la tormenta definitiva.

Con un movimiento contundente, Mjölnir se abalanzó hacia adelante, un rayo divino descendió en un arco resplandeciente y chocó con el martillo.  

¡¡¡EL MARTILLO ELECTRIFICADO DEL DIOS DEL TRUENO: "THOR'S HAMMER"!!!

La explosión fue devastadora. Un relámpago colosal estalló desde el cielo, un torrente de energía pura que se precipitó hacia la horda, desatando un infierno de luz y destrucción.

El estruendo del impacto resonó por todo el Valhalla. Thor, con su martillo Mjolnir, ahora transformado en una inmensa masa electrificada, había descargado un ataque devastador. Un relámpago colosal cayó desde los cielos, golpeando la arena con una fuerza que sacudió todo el coliseo. La explosión resultante lanzó polvo y escombros al aire, envolviendo a los dos combatientes en una nube de caos que cegó a todos los espectadores.

Desde las gradas divinas, los dioses observaban con una mezcla de abulia y orgullo. Algunos bostezaban, como si el espectáculo ya fuera predecible, mientras otros no podían evitar comentar entre risas.

Dios extra:—Eso es Thor. Nadie puede sobrevivir a un golpe como ese.—dijo un dios menor, cruzando los brazos con confianza.

Diosa Extra:—¿Qué esperaban? Un humano jamás podría igualar al dios del trueno. Esto ya está decidido.

Shiva arrecostado en su almohada solo dejo escapar un bostezo mientras se encontraba desinteresado de lo ocurrido como si ya supiera que este era el resultado deseado.

Shiva:—Supongo que este es el final de la primera ronda

Forseti:—¡Así se hace, Lord Thor!—celebró Forseti—. ¡Después de todo, él es el mejor!

Sin embargo, en el palco humano, el ambiente era completamente diferente. Geir, la joven valquiria, cayó de rodillas al suelo, con lágrimas brotando de sus ojos al ver la magnitud del ataque.

Geir:—No... no puede ser... ¡Hermana, no puede haber muerto!—dijo, su voz temblorosa y cargada de desesperación. —"¿Eso es el verdadero poder de un dios?"—pensó—. "Se acabó. Se miré como se mire. Pensar que un humano puede derrotar a un dios es estúpido..."

Brunhilde, la mayor de las valquirias, permanecía serena. Con un movimiento lento, se inclinó hacia Geir, colocando una mano firme pero gentil sobre su hombro.

Brunhilde:—Geir... mira otra vez.

Geir:—¡No quiero!—protestó Geir, cerrando los ojos con fuerza, incapaz de enfrentar lo que creía que era la muerte de su guerrero.

Brunhilde:—Confía en mí, pequeña hermana. Mira.

Al principio, Geir dudó, pero finalmente levantó la vista hacia la arena, justo cuando la nube de polvo comenzaba a disiparse. Poco a poco, entre los escombros, una figura titánica emergió del centro de la devastación.

https://youtu.be/hAZyesCB860

Barbablanca estaba de pie, firme como una montaña. Su cuerpo, lleno de cicatrices, seguía completamente erguido, y aunque el impacto había hecho temblar el suelo bajo sus pies, no había caído. 

En su mano derecha, ahora cubierta por una extraña armadura de un metal negro que brillaba con un brillo opaco, había detenido el golpe de Thor. La energía eléctrica de Mjolnir aún chisporroteaba alrededor de la armadura, pero no parecía afectarlo en absoluto.

¡¡¡BUSOSHOKU HAKI: HAKI DEL ARMAMENTO!!!

El silencio que siguió fue absoluto. Geir, con los ojos llenos de lágrimas, observó con incredulidad mientras su guerrero permanecía de pie, ileso.

Geir:—¡Está vivo!—gritó, su voz llena de asombro y alivio.

En las gradas divinas, los dioses que antes estaban aburridos ahora se incorporaron en sus asientos, con expresiones de incredulidad.

Dios extra:—¿Detuvo el golpe de Thor?—murmuró uno.

Diosa extra:—Ese humano... ¿Cómo es posible?

Mientras tanto, en la arena, Thor retrocedió un paso, su expresión pasando de aburrimiento a sorpresa. Sus ojos negros como el carbón se estrecharon mientras observaba la armadura negra que cubría la mano de Barbablanca.

Thor:—Interesante...—dijo Thor, su voz grave y cargada de curiosidad.

Pero Barbablanca no esperó. Aprovechó la sorpresa de Thor y avanzó con velocidad, levantando su naginata Murakumogiri. La hoja de su arma brilló mientras cortaba el aire con un tajo diagonal, tan rápido que incluso los espectadores apenas pudieron seguirlo.

El sonido del impacto fue ensordecedor, y lo que ocurrió después dejó a todos en completo shock.

Thor intentó bloquear el ataque con su martillo, pero el tajo atravesó sus defensas, cortando su costado con una fuerza brutal. Una herida profunda y abierta apareció en el torso del dios del trueno, y un géiser de sangre brotó de la herida, salpicando la arena con un rojo vibrante.

El público entero quedó en silencio por un instante, incapaz de creer lo que acababan de presenciar.

Desde su posición, Heimdall, que había estado narrando cada momento de la batalla, quedó completamente paralizado. Por primera vez en siglos, sus ojos estaban llenos de puro asombro. Finalmente, recuperó la voz, aunque su tono temblaba ligeramente:

Heindall:—¡E-Edward Newgate, Barbablanca, ha hecho sangrar al dios del trueno! ¡Un mortal ha logrado lo que pocos han siquiera soñado: herir a Thor, el hijo de Odín!

Las gradas humanas estallaron en un rugido de vítores y gritos de euforia. Los humanos, que habían estado al borde de la desesperación, ahora gritaban el nombre de Barbablanca con toda la fuerza de sus pulmones.

Thor, por su parte, retrocedió unos pasos, con la sangre empapando su armadura y cayendo al suelo en gruesas gotas. Sin embargo, en lugar de mostrar dolor o rabia, sonrió.

Thor:—Viejo... me has sorprendido.—dijo, mientras su sonrisa se ensanchaba—. No muchos pueden presumir de hacerme sangrar. Esto empieza a ponerse interesante.

Barbablanca levantó su naginata, apuntándola directamente a Thor, mientras su voz profunda resonaba en la arena.

Edward:—Es mejor que te pongas serio, dios del trueno. Porque la próxima vez... no solo te haré sangrar.

El coliseo entero vibraba con la energía de la batalla. Tanto dioses como mortales sabían que lo que estaban presenciando era algo que pasaría a la historia. El combate no había terminado, y ahora, ambos guerreros estaban listos para luchar con todo lo que tenían. El destino del Ragnarök pendía de un hilo.

Thor, con una sonrisa amplia y una mirada desafiante, se lanzó hacia adelante como un relámpago, balanceando a Mjolnir con una fuerza arrolladora. El martillo, aún cargado con una inmensa cantidad de energía eléctrica, cortaba el aire con un estruendo que hacía temblar la arena. Barbablanca, sin embargo, permaneció impasible.

Cuando el martillo estuvo a punto de impactar, el emperador de los mares alzó su brazo cubierto por el Haki de Armadura, esa extraña energía negra que parecía desafiar incluso las leyes divinas. El martillo chocó contra la defensa del humano, creando un estruendo ensordecedor, pero una vez más, Barbablanca detuvo el golpe, retrocediendo solo unos centímetros mientras sus pies se hundían ligeramente en el suelo.

Aprovechando el momento, Barbablanca apretó su puño con fuerza, sus músculos tensándose como si estuvieran a punto de desatar un huracán. El aire a su alrededor comenzó a vibrar, y pequeñas grietas comenzaron a formarse a su alrededor, signos de que estaba usando nuevamente su temible habilidad para manipular las vibraciones del espacio.

Edward:—¡Prepárate, dios del trueno!—rugió el pirata con una voz que resonó en todo el coliseo.

Con un movimiento devastador, Barbablanca golpeó el pecho de Thor con su puño, canalizando toda su fuerza en el ataque. El aire se agrietó nuevamente, pero esta vez las vibraciones se concentraron directamente en el cuerpo del dios nórdico.

¡¡¡GEKISHIN!!!

Thor, por primera vez en siglos, sintió una fuerza completamente alienígena dentro de su cuerpo. Era como si un terremoto estuviera ocurriendo en su interior, desgarrando todo a su paso. Su cuerpo salió disparado hacia atrás, chocando contra el suelo varias veces con una violencia que hacía que cada impacto levantara una nube de polvo y fragmentos de piedra. Finalmente, su cuerpo se estrelló contra el muro de la arena, haciendo que el muro mismo se agrietara profundamente por la fuerza del golpe.

El silencio inicial fue roto por un grito ahogado de Heimdall, quien observaba la escena con una mezcla de shock y fascinación.

Heindall:—¡Thor ha sido enviado a volar una vez más! Este humano... ¡este humano está desafiando las mismas leyes de los dioses!

Pero Barbablanca no había terminado.

Mientras los dioses en las gradas murmuraban incrédulos, algunos mostrando inquietud, Barbablanca avanzó hacia el cuerpo de Thor con una calma inquietante. En un abrir y cerrar de ojos, apareció frente a él.

Thor, aunque aturdido, levantó su brazo derecho recubierto con uno de sus guantes divinos. La armadura dorada brillaba bajo la luz del Valhalla, y su diseño rúnico mostraba que era más que un simple guante: era un artefacto divino, una extensión de su poder.

Sin embargo, Barbablanca alzó su arma, la naginata Murakumogiri, que ahora brillaba con un resplandor verde esmeralda. La luz que emanaba del arma era tan intensa que incluso los dioses en las gradas se quedaron sin palabras. Zeus, el líder del panteón griego, se inclinó hacia adelante, su rostro mostrando una mezcla de interés y preocupación.

Zeus:—Ese brillo... esa arma no es común. Está alcanzando un poder que no debería ser posible para un humano.—murmuró Zeus, incapaz de apartar la mirada.

Brunhilde sonrió confiada y se cubrió parte del rostro con la mano derecha.

Brunhilde:—"Es cierto"—pensó—. "Es hora de divertirse"

Barbablanca rugió mientras balanceaba su arma directamente hacia el guante de Thor. La hoja impactó con una fuerza titánica, y el resultado fue una explosión devastadora.

El aire se llenó de una onda expansiva de luz y sonido, y cuando el polvo comenzó a asentarse, la escena dejó a todos boquiabiertos: el guante divino de Thor había sido destruido.

El brazo de Thor, ahora desnudo, mostraba ligeras quemaduras y marcas de impacto, pero lo que capturó la atención de todos fue el estado de su arma. Un artefacto divino, forjado para resistir las fuerzas más extremas, había sido destruido por un humano.

Heimdall, quien hasta ese momento había logrado mantener su compostura como narrador, retrocedió un paso, llevándose una mano a la boca mientras su cuerno caía al suelo.

Heindall:—¡Esto... esto es imposible! ¡Un arma divina ha sido destruida por un humano! ¡Esto nunca había ocurrido en la historia del Valhalla!

En las gradas divinas, el silencio era ensordecedor. Los dioses, normalmente altivos y confiados, ahora miraban con expresiones de puro asombro. Algunos intercambiaban miradas nerviosas, mientras que otros se inclinaban hacia adelante, observando a Barbablanca como si fuera una anomalía que desafiaba su comprensión.

Desde su trono, Odin observaba con una calma calculada, pero incluso él no pudo evitar entrecerrar su único ojo ante lo que acababa de suceder.

Barbablanca, sosteniendo a Murakumogiri, dio un paso atrás mientras miraba a Thor. Su expresión era seria, pero en sus labios había una ligera sonrisa, como si estuviera disfrutando del desafío.

Edward:—Pensé que los dioses eran más duros que esto.—dijo con su voz grave y desafiante, dejando que sus palabras resonaran en toda la arena.

Thor, aunque herido y aturdido, comenzó a levantarse lentamente. Su sonrisa no había desaparecido; al contrario, parecía más amplia, pero sus ojos brillaban con una intensidad completamente nueva. El aburrimiento había desaparecido, y en su lugar, solo quedaba el fuego del verdadero combate.

Thor:—Viejo... finalmente alguien que vale la pena.—dijo Thor, levantando a Mjolnir y girándolo en el aire. El martillo comenzó a brillar con una intensidad aún mayor, como si respondiera a la emoción de su portador.

La batalla no había terminado. Al contrario, apenas estaba comenzando.

Contemplando con detenimiento el desarrollo de los acontecimientos, el dios Zeus acariciaba su barba con aire pensativo, un tanto confuso con respecto a lo que sus ojos veían.

En el palco griego, el Padre de los Dioses, Zeus, observaba la batalla con una mezcla de asombro y análisis calculado. Mientras los dioses menores discutían entre ellos, sorprendidos por el increíble desempeño de Barbablanca, Zeus permanecía en silencio, con sus ojos fijos no en el humano, sino en el arma que blandía: Murakumogiri, la naginata que había logrado cortar la piel divina de Thor y destruir uno de sus artefactos divinos.

A su lado, Hermes, el dios mensajero, elegante esmoquin con detalles dorados, giró hacia su padre con curiosidad.

Hermes:—Padre, ¿Qué crees que está ocurriendo aquí?—preguntó, su tono suave pero inquisitivo, mientras sus ojos astutos también analizaban la batalla.

Zeus no respondió de inmediato. Sus pensamientos estaban profundamente enfocados en lo que acababa de ver. El brillo verde esmeralda que emanaba del arma no era común, y cuando comenzó a intensificarse, Zeus finalmente comprendió.

Zeus:—Ya veo...—murmuró—. Así que ese es su plan.

De repente, una figura astral femenina apareció proyectándose desde la naginata. Era una visión impresionante: una hermosa joven de cabello largo castaño rojizo, sus ojos verdes brillando con calidez, y una sonrisa que irradiaba serenidad. Su vestido blanco de una pieza con falda ondeaba suavemente, como si estuviera inmersa en un viento invisible.

La figura no era parte del arma, era el arma misma.

Zeus entrecerró los ojos, y una sonrisa intrigada comenzó a formarse en sus labios mientras murmuraba para sí mismo:

Zeus:—Así que eso es... lo que planean.

Hermes, viendo la reacción de su padre, también comprendió. Con un aire de teatralidad, tomó entre sus manos una pequeña muñeca que llevaba consigo, moldeándola cuidadosamente entre sus dedos mientras hablaba con tono grave y solemne.

Hermes:—El deber jurado de las valquirias es guiar a las almas, ¿no es así?—dijo Hermes, su voz lo suficientemente alta como para captar la atención de los dioses cercanos.

Muchos dioses griegos se inclinaron hacia adelante, escuchando atentamente, mientras Zeus permanecía inmóvil, sus ojos brillando con emoción contenida.

Hermes:—Descendieron a la Tierra, recopilando a los mejores guerreros de la humanidad y llevándolos al Valhalla. Durante siglos, todos pensaron que su propósito era simple: formar un ejército para defender los cielos en caso de una rebelión de los gigantes o una invasión de las fuerzas del inframundo.

Hermes pausó, jugando con la muñeca en sus manos, y luego continuó con una sonrisa ladina:

Hermes:—Pero, desde hace tiempo, cierto rumor ha estado corriendo por los cielos.—Hermes levantó la muñeca y la sostuvo ante los ojos de los demás dioses, con una sonrisa astuta que contrastaba con el peso de sus palabras—. Se dice que el verdadero objetivo de las valquirias jamás fue formar un ejército para los cielos. En su lugar, los guerreros reunidos en el Valhalla se unieron a las valquirias para algo mucho más subversivo.

Con un movimiento fluido, Hermes comenzó a moldear la muñeca en sus manos, transformándola lentamente hasta darle la forma de una espada. La luz dorada emanaba del objeto, capturando la atención de todos.

Hermes:—Las valquirias hicieron un pacto con la humanidad. En lugar de guiar a los guerreros al servicio de los dioses, las valquirias se transformarían en armas divinas, forjadas específicamente para un propósito: destruir a los dioses.

Sus palabras cayeron como un trueno en el palco. Muchos dioses jadearon, otros se quedaron en silencio absoluto, incapaces de procesar lo que acababan de escuchar.

Hermes, sin dejar de moldear la muñeca, añadió con una sonrisa casi traviesa:

Hermes:—A cambio del poder de un dios, los guerreros humanos deben ofrecer todo su ser. Sus vidas, su alma, todo lo que son... para empuñar estas armas divinas. Este, queridos amigos, es el arma secreta de la rebelión de las valquirias: convertirse en herramientas de destrucción capaces de desafiar a los mismos cielos.

Zeus permanecía en silencio, sus ojos ahora completamente enfocados en la figura astral de la valquiria que acompañaba a Barbablanca. Finalmente, se puso de pie, su rostro mostrando una emoción que no había sentido en siglos: entusiasmo absoluto.

Zeus:—Hermes, muchacho, esto... esto es sublime.—dijo Zeus, riendo suavemente mientras una chispa de electricidad danzaba entre sus dedos. Sus risas resonaron en el palco, llenas de emoción y expectación.

Hermes miró a su padre, ligeramente sorprendido por su reacción.

Hermes:—¿Padre, disfrutas esto?—preguntó con curiosidad.

Zeus levantó una mano, señalando hacia la arena, donde Barbablanca y Thor continuaban su épico enfrentamiento.

Zeus:—Esto no es solo una batalla, Hermes. Es el inicio de algo más grande.—Zeus se inclinó hacia adelante, con los ojos brillando como un relámpago—. Es el inicio de una historia que no hemos visto en eones. Los mortales se rebelan, y nosotros... finalmente tenemos un verdadero desafío.

Mientras tanto, en la arena, Barbablanca, con su naginata aún brillando intensamente en ese tono verde esmeralda, se preparaba para su próximo ataque. La figura astral de la valquiria parecía susurrarle, su energía fluyendo a través del arma mientras la batalla continuaba, desafiando las leyes del cosmos.

El coliseo estaba al borde del colapso emocional. Humanos y dioses observaban con incredulidad, sin darse cuenta de que esta batalla no era solo el Ragnarök: era el prólogo de una guerra más grande que cambiaría para siempre el destino de los cielos y la Tierra.

-Momentos antes con las valquirias antes del inicio de la primera ronda-

https://youtu.be/SataUIs7wN8

Brunhilde:—Relájate Geir ya he decidido quienes serán los luchadores de la humanidad.

Geir:—¡¡No, esto es una mala idea, hermana!! ¡¡Este hombre si bien fue considerado el humano mas fuerte de su mundo ademas!! ¿tiene alguna oportunidad contra los dioses? Por no mencionar a Lord Thor.

Brunhilde:—Obviamente—dijo Brunhilde fríamente—. No tiene ninguna posibilidad.

Geir:—¡¿"Ninguna posibilidad?!"—repitió asustada—. ¡¿"Obviamente"?!

La menor se encontraba extremadamente alarmada por lo dicho por la mayor.

Brunhilde:—El as que tienen los dioses bajo la manga es su habilidad de forjar armas divinas, las cuales han sido perfeccionadas en los cielos—Brunhilde respondió con sencillez y tranquilidad—. En comparación, para los dioses, las armas de los humanos no son más que juguetes. Serán destruidas en segundos.

Ella se volvio a su hermana menor con una sonrisa.

Brunhilde:—Así que Geir, es imposible que los humanos puedan derrotar a los dioses mientras empuñen sus armas divinas.

Geir:—Imposible...—repitió Geir desesperanzada mientras caía de rodillas el suelo—. ¡Estamos acabados!

La mayor se agacho riendo alegremente.

Brunhilde:—Tienes razón en eso. Estamos completamente acabados—concedió la valquiria—. Pero déjame preguntarte esto: ¿Qué pasaría si los humanos tuvieran armas divinas?

La menor se levanto y miro a su hermana al decir eso.

Brunhilde:—Es verdad que solo un arma divina puede enfrentar a otra arma divina.

Antes de que Geir dijera otra cosa un vórtice oscuro apareció en la habitación y trajo consigo a 11 figuras mas a la habitación.

???:—¿Nos llamaste, querida hermana?

Una voz femenina hablo fue una chica de larga cabellera quien se hacía una reverencia hacia su hermana mayor.

—Debido a la convocatoria de nuestra hermana Brunhild—dijo una nueva chica, oculta entre las sombras.

—Nosotras. Las 13 hermanas valquirias nos hemos reunido—terminó una joven del lado izquierdo de la sala.

Geir:—Oh... ¡nuestras hermanas!—dijo Geir sorprendida—. ¡¿Es la primera vez que nos reunimos las 13 en un mismo sitio? Pero, ¿por qué...?

Brunhilde:—Randgriz—llamó Brunhild—. De un paso hacia adelante.

La mencionada dio un paso a delante con su clásica sonrisa!

Randgriz:—Sí, querida hermana.

¡¡¡LA CUARTA HERMANA VALQUIRIA: RANDGRIZ (NORDICA)!!!

Geir:—Hermana Griz...—saludó Geir.

Brunhilde:—Randgriz—dijo Brunhild—. ¿Supongo que conoces las armas de Lord Thor?

Randgriz:—Claro—respondió la cuarta hermana—. Järngreipr, unos guantes capaces de resistir cualquier ataque. Y el más importante, "La Pesadilla de los Gigantes", mejor conocido como Mjölnir.

Brunhilde:—En efecto—asintió Brunhild—. Para derrotar a Lord Thor, primero tenemos que superar esos obstáculos. Randgriz, ¿me prestarías tu cuerpo?

La cuarta hermana se puso de rodillas, y con una sonrisa en sus labios respondió:

Randgriz:—Por supuesto, hermana. Con mucho gusto.

Geir miró confundida a sus hermanas mayores.

Geir:—¿Prestar... tu cuerpo?

.

.

.

.

Mjölnir, el arma divina más poderosa, capaz de destruir la Tierra.

Se encontraba en el suelo de la arena alejado de los brazos de su portador.

En la arena, el enfrentamiento entre Thor y Barbablanca alcanzaba niveles que desafiaban la imaginación. Thor, intentó lanzar un golpe devastador con Mjolnir, pero el veterano pirata demostró su experiencia y fuerza al desarmar al dios del trueno con una maniobra rápida y precisa, haciendo que el martillo saliera disparado y se incrustara en el suelo de la arena a varios metros de distancia.

Barbablanca aprovechó la oportunidad y arrinconó a Thor, usando su naginata para mantener al dios contra las cuerdas. El público contenía el aliento, y desde las gradas humanas, los mortales vitoreaban el nombre del emperador de los mares con una euforia desenfrenada.

Sin embargo, en lugar de mostrarse intimidado, Thor hizo algo que sorprendió a todos: sonrió.

Era una sonrisa amplia, casi desquiciada, llena de emoción y una pizca de locura. El dios del trueno sabía que ya no podía seguir conteniendo su verdadero poder. Era momento de demostrar por qué era considerado uno de los más fuertes entre los dioses.

Thor:—Viejo... has hecho esto interesante. Ahora, déjame mostrarte lo que realmente significa ser un dios.

Con esa declaración, Thor llevó su puño derecho a su pecho, concentrando toda su energía eléctrica en su corazón. Su cuerpo comenzó a brillar intensamente mientras un aura azul celeste lo envolvía. La electricidad danzaba alrededor de él como serpientes furiosas, y el aire mismo parecía vibrar con su presencia.

La transformación comenzó de inmediato. Su piel se volvió más oscura, como si hubiera sido quemada por el mismo poder que emanaba de su interior. Sus ojos adoptaron un tono celeste puro, brillando como estrellas en medio de la tormenta, y su cabello, que antes era rojo como un Ruby, ahora resplandecía con un tono rojizo intenso, como el fuego de un relámpago eterno.

El suelo a sus pies comenzó a desmoronarse bajo la presión de su poder. Cada paso que daba generaba una onda de choque que hacía flotar las rocas a su alrededor, atraídas hacia él como si su misma presencia gravitacional hubiera cambiado. La tensión en el aire era tal que incluso los espectadores sentían el peso de su energía.

Forma secreta de Thor: The Herald of Heavenly Thunder (el heraldo del trueno celestial)

Desde las gradas divinas, los dioses reaccionaron con una mezcla de emoción y orgullo.

Dios extra:—¡Finalmente lo hace! Thor está liberando su verdadera fuerza.—gritó un dios menor, golpeando su asiento con entusiasmo.

En el palco griego, Zeus observaba con una sonrisa amplia, sus ojos brillando con emoción pura.

Zeus:—Eso es, muchacho. Muestra a todos por qué eres el dios del trueno.

En la arena, Thor, ahora completamente transformado, salió disparado hacia Barbablanca como un misil, dejando detrás de sí una estela de energía azul celeste que marcaba su trayectoria. La velocidad y fuerza de su movimiento fueron tales que la arena bajo sus pies fue completamente destruida, levantando una nube de polvo y escombros que oscureció momentáneamente la vista de los espectadores.

Barbablanca apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Thor impactó su puño electrificado directamente en el pecho del pirata. El golpe fue tan devastador que el aire a su alrededor se comprimió en una explosión de sonido y luz. El cuerpo de Barbablanca salió disparado hacia atrás, atravesando la arena como un meteoro y chocando violentamente contra el muro del coliseo, que se resquebrajó bajo la fuerza del impacto.

Heimdall, quien había estado narrando la batalla con emoción contenida, quedó completamente atónito. Su voz resonó en todo el coliseo, cargada de sorpresa y admiración.

Heindall:—¡El dios del trueno, Thor, ha desatado su verdadero poder! Con un solo golpe, ha enviado al legendario Edward Newgate contra el muro del Valhalla. ¡Esto es poder divino en su forma más pura!

Los dioses en las gradas estallaron en vítores, celebrando la fuerza de Thor. Pero en el palco humano, las expresiones eran muy diferentes. Muchos estaban en silencio, temiendo lo peor para Barbablanca, mientras otros gritaban su nombre, rogando que se levantara.

Geir, la joven valquiria, miraba la escena con el corazón en un puño.

Geir:—Hermana... ¿ha perdido?—preguntó con un hilo de voz, las lágrimas comenzando a llenar sus ojos.

Brunhilde, sin embargo, permanecía calmada. Con una leve sonrisa, señaló hacia la arena.

Brunhilde:—Mira otra vez, Geir. Esto aún no ha terminado.

A pesar del golpe devastador, Barbablanca comenzó a moverse entre los escombros. Sus músculos se tensaron mientras se ponía de pie, apoyándose en su naginata. Su pecho, donde Thor lo había golpeado, mostraba un hematoma masivo, pero su expresión había cambiado.

Thor:—Viejo... estás bien.—dijo Thor, flotando en el aire con una sonrisa de satisfacción.

Pero Barbablanca no respondió de inmediato. En lugar de eso, apretó los puños con una furia contenida. Su Haki de Armadura comenzó a envolver sus manos nuevamente, pero esta vez era mucho más intenso, irradiando una energía negra que brillaba como metal forjado al rojo vivo.

Edward:—Basta de juegos.—gruñó el emperador, su voz profunda y cargada de ira.

Con un rugido ensordecedor, Barbablanca golpeó el suelo con ambos puños, haciendo que la arena temblara violentamente. Los dioses y mortales miraban con asombro mientras el pirata se preparaba para devolver el golpe con todo lo que tenía.

El combate estaba lejos de terminar, y ahora ambos luchadores estaban listos para desatar su verdadero poder. El destino del Ragnarök seguía en juego, y cada segundo que pasaba llevaba la batalla a nuevas alturas inimaginables.

https://youtu.be/N2l8KtdQ7Ek

La tensión en la arena del Valhalla era insoportable. Ambos titanes, Thor, el dios del trueno, y Barbablanca, el emperador de los mares, se lanzaron el uno hacia el otro, sus movimientos tan rápidos que una fuerte ventisca se generó por el simple desplazamiento de sus cuerpos. El suelo bajo sus pies se agrietaba y temblaba, mientras la energía que irradiaban se extendía por todo el coliseo, envolviendo a dioses y mortales en un espectáculo que desafiaba las leyes del universo.

Cuando estuvieron frente a frente, ambos lanzaron un derechazo al unísono, sus puños impactando directamente en los rostros del otro. El sonido del impacto fue como el estallido de un trueno, reverberando por todo el coliseo. El golpe hizo que ambos retrocedieran levemente, mientras un cráter profundo se formaba bajo sus pies, evidencia de la fuerza colosal de su choque.

Apenas se recompusieron, volvieron a cargar. Esta vez, ambos lanzaron un gancho simultáneo, y una vez más, sus golpes conectaron directamente en sus rostros. El impacto fue tan poderoso que ambos cuerpos se levantaron ligeramente del suelo, con sangre saliendo de sus narices y dibujando un arco en el aire.

Ambos dieron una voltereta y un giro en el aire, cayendo de pie con la precisión y equilibrio de los guerreros más experimentados. El público estaba enloquecido. Los dioses, que habían empezado a tomar partido por Thor, miraban con incredulidad la resistencia del humano, mientras que los humanos vitoreaban con furia desbordante, alentando a Barbablanca a no ceder.

Ace:—¡Vamos, Viejo! No le des un respiro!—gritó Ace desde las gradas humanas, su voz destacando entre el tumulto.

Sin pausa, ambos titanes volvieron a lanzarse el uno hacia el otro. Esta vez, el intercambio de golpes comenzó a desatar el verdadero caos.

Sus puños chocaban como martillos divinos, cada impacto creando una onda de choque que resonaba por toda la arena. Algunos golpes eran bloqueados, pero otros lograban conectar, enviando a ambos guerreros tambaleándose solo para recomponerse instantáneamente y seguir atacando. La velocidad de sus movimientos era casi imposible de seguir; lo único que se escuchaba en la arena era el retumbar de los golpes y los gritos ensordecedores de la multitud.

Cada golpe que conectaba dejaba una marca. La sangre comenzó a fluir de ambos combatientes, pero ninguno parecía inmutarse. Las expresiones en sus rostros eran las de dos depredadores en su máximo esplendor, disfrutando del desafío que el otro representaba.

El suelo bajo ellos comenzó a colapsar. Cada choque de sus puños hacía que el terreno se fracturara más, levantando escombros y polvo que se arremolinaban a su alrededor. Era como si la arena misma no pudiera soportar el peso de su poder.

Desde su posición en las gradas, Heimdall, quien había sido testigo de innumerables combates a lo largo de la historia, apenas podía creer lo que estaba viendo. Con el cuerno Gjallarhorn en su mano temblorosa, levantó la voz por encima del rugido del combate:

Heindall:—¡Esto es inaudito! Dos fuerzas colosales, iguales en poder y voluntad, enfrentándose en un duelo que sacude las mismas bases del Valhalla! ¡Thor, el dios del trueno, y Edward Newgate, Barbablanca, el hombre más fuerte del mundo, están llevando este combate más allá de cualquier límite imaginable!

Los dioses en las gradas estaban boquiabiertos. Algunos apenas podían mantenerse en sus asientos mientras las ondas de choque llegaban incluso a las alturas donde estaban sentados. Zeus, con una sonrisa amplia y llena de emoción, se inclinó hacia adelante, disfrutando cada segundo del enfrentamiento.

Zeus:—Hermes, muchacho, ¿puedes sentirlo?—dijo Zeus, sus ojos brillando con un destello de electricidad.

Hermes, quien rara vez mostraba emoción, estaba sorprendido, aunque mantenía su elegancia habitual.

Hermes:—Sí, padre. Esto es... monumental. El humano no solo está resistiendo, está igualando al dios del trueno. Esto no debería ser posible.

Zeus soltó una carcajada atronadora.

Zeus:—Pero lo es. Y es magnífico.

En la arena, el intercambio de golpes continuaba, cada vez más intenso. Los espectadores podían ver cómo ambos combatientes comenzaban a mostrar signos de desgaste, pero sus ojos seguían llenos de determinación.

Finalmente, tras un golpe particularmente devastador, ambos guerreros retrocedieron, respirando pesadamente mientras se miraban fijamente. El silencio que siguió fue más ensordecedor que cualquier grito.

Barbablanca levantó su naginata, cubriéndola nuevamente con el Haki de Armadura, mientras la figura astral de la valquiria brillaba intensamente detrás de él. Thor, por su parte, ajustó su agarre en el martillo Mjolnir, que había vuelto a su mano como si fuera atraído por un imán invisible, y su cuerpo seguía irradiando electricidad pura.

Ambos sonrieron, sabiendo que la próxima ronda sería aún más brutal.

El coliseo entero contuvo la respiración. La batalla había alcanzado un nivel que nadie podía haber imaginado, y todos sabían que lo que estaba por venir sería el clímax de este enfrentamiento titánico.

La arena del Valhalla, ya cargada con la tensión de la batalla, se vio envuelta en un calor sofocante que parecía surgir de la nada. Thor, de pie con una sonrisa desquiciada, sostenía a Mjolnir, su legendario martillo, que comenzaba a emitir un calor abrasador. La temperatura de la arena aumentó rápidamente, dejando a los dioses y mortales jadeando por aire mientras el ambiente se volvía casi insoportable.

El primer indicio de que algo estaba ocurriendo fue un latido profundo y resonante que comenzó a escucharse en todo el coliseo. Al principio, los espectadores creyeron que provenía de algún tambor ceremonial, pero pronto se dieron cuenta de que el sonido no venía de ningún instrumento, sino del propio Mjolnir.

Todas las miradas se dirigieron al martillo. Lo que vieron dejó a todos, tanto dioses como mortales, completamente atónitos. El metal que cubría a Mjolnir comenzaba a resquebrajarse, y de las grietas surgían grotescas venas pulsantes, que latían al compás del sonido que llenaba la arena. La grotesca transformación del martillo dejó a muchos en un estado de shock e incomodidad. El arma divina, tan venerada y temida, ahora parecía algo vivo, algo monstruoso.

Mjolnir comenzó a duplicar su tamaño, creciendo hasta alcanzar proporciones titánicas. El sonido de los latidos aumentó, cada vez más fuerte, hasta que parecía resonar en los huesos de todos los presentes.

Thor:—Finalmente despertaste, ¿eh, dormilón?—dijo Thor, con una sonrisa torcida mientras miraba a su martillo con una mezcla de orgullo y locura.

Thor se arrodilló, sosteniendo a Mjolnir con ambas manos, y comenzó a canalizar toda su energía en el martillo. Relámpagos celestes comenzaron a caer desde los cielos, golpeando el arma y llenándola con un poder indescriptible. Al mismo tiempo, el aura rojiza que rodeaba a Thor se intensificó, creando un contraste visual que dejó a todos asombrados y aterrados.

La arena temblaba bajo el poder que emanaba del dios del trueno, y los relámpagos celestes y el aura rojiza iluminaban todo a su alrededor, creando un espectáculo que parecía salido del apocalipsis.

Desde su posición en el palco humano, Brunhilde recibió de repente una notificación en su teléfono. La vibración la distrajo momentáneamente de la batalla. Al desbloquear la pantalla, se encontró con un mensaje que la hizo fruncir el ceño.

En ese mismo instante, en el palco de los dioses griegos, Zeus también recibió una notificación. Sacó un pequeño dispositivo brillante, un orbe de cristal que comenzó a proyectar el mismo mensaje que Brunhilde estaba viendo. La lista de los representantes de ambos bandos había sido actualizada.

Zeus, mientras observaba la lista con una sonrisa intrigada, murmuró para sí mismo:

Zeus:—Hmm... no conozco a estos humanos, pero si están aquí, deben ser dignos. Cada pelea será inolvidable.

Su mirada, llena de emoción y anticipación, se desvió hacia Thor, que estaba en medio de su transformación, y luego regresó a la lista. Una chispa de entusiasmo apareció en sus ojos.

Zeus:—La única pregunta es... ¿Cuándo será mi turno?—dijo con una carcajada que resonó en el palco, llamando la atención de Hermes, quien lo miró con curiosidad.—Fufufu- fíjate en eso! Parece que disfrutare esto incluso mas de lo que habia pensado fufu.

Heindall:—¡Muy bien ya estamos de vuelta en el combate de ambos titanes!

Mientras tanto, Brunhilde, en las gradas humanas, también observaba la lista con atención. A pesar de la tensión de la batalla, no pudo evitar reflexionar sobre las peleas que estaban por venir. Su rostro, normalmente serio, mostró una leve sonrisa mientras sus dedos deslizaban la pantalla, confirmando los nombres de los guerreros que representaban a la humanidad.

De vuelta en la arena, Thor seguía concentrado, levantando a Mjolnir por encima de su cabeza. El martillo, ahora completamente transformado, emanaba una energía que parecía desafiar las leyes mismas de la existencia.

Barbablanca, observando la grotesca transformación, apretó su naginata con fuerza, mientras el Haki de Armadura envolvía su cuerpo y sus puños, listo para cualquier cosa.

Thor:—Viejo, espero que estés listo,—dijo Thor, con una sonrisa que irradiaba pura confianza. —Porque este martillo no va a detenerse hasta aplastarte por completo.

Barbablanca, con su expresión severa e inquebrantable, respondió con un tono desafiante:

Edward:—Dios o no, voy a destrozarte. Que traigas a tu martillo o a todo tu panteón no cambiará eso.

El enfrentamiento entre estos dos titanes estaba a punto de alcanzar su punto culminante. La tensión en el coliseo era tan intensa que el aire parecía cortarse. Todos, desde dioses hasta mortales, sabían que lo que estaba por venir sería un espectáculo que redefiniría el concepto de una batalla épica.

La atmósfera en la arena del Valhalla se encontraba al borde del colapso. Thor, con su transformación completa, sostenía a Mjolnir, ahora grotescamente poderoso, por encima de su cabeza. El calor que emanaba era sofocante, y su brillo rojizo, mezclado con relámpagos celestes, hacía que el martillo pareciera más un fragmento de un sol colapsado que un arma forjada.

Thor:—Edward Newgate no Barba blanca tengo una petición que hacerte no te mueras ahora! dijo con una voz cargada de furia y determinación.

https://youtu.be/3exdWgUK_Hk

El dios del trueno lanzó a Mjolnir al aire con todas sus fuerzas, desatando su técnica más devastadora, una que solo había usado una vez en su vida: la misma que había matado a Jormungander, la Serpiente Mundial, de un solo golpe. El martillo giraba a una velocidad imposible, rompiendo la barrera del sonido y creando ondas de choque en el aire mientras subía.

Barbablanca, quien había estado completamente concentrado en el movimiento de Thor, sintió el peligro de inmediato. Apenas logró inclinar su cuerpo hacia atrás, esquivando el golpe por los pelos mientras el martillo pasaba zumbando frente a su rostro, dejando una estela de calor y energía que le quemó levemente la piel.

Sin perder tiempo, Barbablanca se lanzó de frente hacia Thor, con su naginata Murakumogiri lista para asestar un golpe decisivo. La punta del arma brillaba intensamente, envuelta en una burbuja vibratoria que contenía el poder destructivo de sus terremotos.

Edward:—¡Este será el golpe que te haga caer!—rugió Barbablanca, canalizando todo su poder en el ataque.

Pero antes de que pudiera conectar, algo lo hizo detenerse: un silbido agudo en el aire. Giró rápidamente su cuerpo hacia atrás y vio a Mjolnir regresar, como un boomerang cargado con una fuerza inimaginable.

El pirata, demostrando su experiencia y reflejos, dio un poderoso salto hacia un lado, esquivando el martillo por un margen mínimo mientras este regresaba con una trayectoria perfecta hacia Thor.

Thor, con el brazo extendido, recuperó el martillo con facilidad. La fuerza centrífuga del regreso del arma añadió aún más poder a su próximo movimiento. Sosteniendo a Mjolnir con ambas manos, cargó hacia Barbablanca, con relámpagos danzando alrededor de su cuerpo y el suelo rompiéndose bajo sus pies.

Barbablanca aterrizó de pie tras su salto, girando rápidamente para enfrentarse a Thor. Su naginata, aún brillando con el poder vibratorio de los terremotos, estaba lista para desatar un golpe definitivo.

Edward:—¡Ven, dios del trueno! ¡Esta será nuestra última jugada!—gritó Barbablanca, con sus ojos ardientes de determinación.

¡¡¡GEIRROD: EL MARTILLO DESPIERTO DEL BERSERKER DEL TRUENO!!!

VS

¡¡¡NAGINATA RASETSU: MURAKUMOGORI GOLPE DESTRUCTOR!!!

Ambos titanes se lanzaron el uno hacia el otro con una fuerza arrolladora, sus movimientos haciendo que el aire se comprimiera entre ellos. Mjolnir, envuelto en una explosión de energía celestial, chocó directamente contra Murakumogiri, que liberó una burbuja de vibraciones devastadoras en el momento del impacto.

El choque fue cataclísmico.

Una explosión inmensa sacudió todo el Valhalla hasta sus cimientos. La energía liberada por el impacto creó una onda expansiva que arrasó con todo a su paso. Los dragones que volaban en el cielo se vieron obligados a alejarse rápidamente, mientras los espectadores, tanto dioses como humanos, se aferraban a lo que podían para no ser arrastrados por la fuerza del choque.

Desde las gradas, Heimdall, con el cuerno Gjallarhorn en sus manos, quedó boquiabierto por un momento antes de recuperar su voz, que resonó por todo el coliseo:

Heindall:—¡Esto... esto no tiene precedentes! ¡Thor, el dios del trueno, y Edward Newgate, Barbablanca, han desatado un poder tan inimaginable que el Valhalla mismo está temblando bajo su fuerza!

Una luz cegadora inundó toda la arena, obligando a todos a cubrirse los ojos. La explosión era tan intensa que incluso los dioses más experimentados quedaron impresionados. Zeus, desde el palco griego, se levantó de su asiento con una sonrisa extasiada, mirando con ojos llenos de admiración el espectáculo ante él.

Zeus:—Esto es sublime. Esto... es la verdadera esencia del Ragnarök.—dijo, con un tono de orgullo y emoción en su voz.

Mientras tanto, en las gradas humanas, Brunhilde miraba fijamente a la arena, sus ojos llenos de tensión, mientras apretaba los puños con fuerza. A su lado, Geir temblaba, incapaz de apartar la vista de la luz que cubría toda la arena.

Cuando la luz finalmente comenzó a disiparse, una nube de polvo y escombros cubría el campo de batalla. El Valhalla entero estaba en silencio, todos conteniendo la respiración mientras esperaban ver quién quedaría en pie tras el choque.

La batalla no había terminado, pero el siguiente movimiento definiría el destino de este combate titánico.

Cuando la luz y el polvo del catastrófico choque finalmente se disiparon, la arena del Valhalla quedó al descubierto. Todo el campo de batalla estaba destrozado, lleno de cráteres y grietas que parecían cicatrices en la tierra misma. De pie, en el centro de todo, estaban Thor y Barbablanca, ambos visiblemente heridos tras el brutal intercambio de fuerzas.

El arma de Barbablanca, Murakumogiri, había sucumbido a la presión del impacto. Sus grietas eran profundas, y finalmente, el arma se desmoronó en pedazos, cayendo al suelo como polvo brillante. Randgriz, la valquiria que había formado el vínculo con Barbablanca, apareció ante él, arrodillada y sollozando suavemente, sosteniéndose el brazo roto. Su rostro estaba lleno de dolor, pero también de una profunda tristeza, sintiendo que no había podido cumplir completamente con su deber como su arma.

Barbablanca, a pesar de su cuerpo cubierto de heridas profundas y sangrantes, se acercó con calma a Randgriz. Se agachó lentamente, su enorme figura contrastando con la delicadeza con la que levantó a la valquiria en sus brazos. Su voz grave, pero cálida, resonó suavemente:

Edward:—Hiciste suficiente, niña. Déjame encargarme del resto.

Con pasos firmes, Barbablanca caminó hacia las gradas humanas, donde lo esperaban sus tripulantes, su familia. Los rostros de su tripulación, llenos de preocupación, observaron con atención cómo su capitán se acercaba, cargando a Randgriz como si fuera un miembro más de su familia, no solo un arma.

Cuando llegó a las gradas, miró directamente a sus hombres, sus hijos adoptivos.

Edward:—Llévenla a la enfermería. Asegúrense de que esté a salvo.—dijo, entregando a Randgriz a uno de ellos con cuidado. —Protéjanla. No permitan que le pase nada más.

Randgriz, con lágrimas corriendo por sus mejillas, levantó su mirada hacia Barbablanca.

Randgriz:—Lo siento... Capitán, lo siento tanto...—murmuró entre sollozos.

Barbablanca negó con la cabeza, mostrando una leve sonrisa bajo su imponente bigote en forma de media luna.

Edward:—No hay nada que lamentar, niña. Ahora ve y descansa.

Los miembros de su tripulación asintieron con firmeza, llevándola a la enfermería mientras lanzaban miradas de orgullo y determinación hacia su capitán.

Thor, quien observaba la escena desde el centro de la arena, tomó un momento para procesar lo que estaba ocurriendo. A pesar del dolor que sentía en su brazo, cuyos músculos estaban parcialmente desgarrados, y las heridas que marcaban su cuerpo, sonrió con una mezcla de curiosidad y respeto.

Thor:—Viejo, ¿eso significa que te rindes?—preguntó Thor, levantando su martillo con una sonrisa burlona, pero con una chispa de interés genuino en sus ojos celestes.

Barbablanca giró hacia él, y su mirada no mostraba signos de rendición. En su lugar, estaba llena de una determinación férrea, como si el dolor de su cuerpo no significara nada comparado con lo que estaba defendiendo.

Edward:—¿Rendirme?—dijo, dejando escapar una risa profunda y gutural. —Ni en un millón de años.

Thor arqueó una ceja, intrigado.

Thor:—Entonces, ¿por qué arriesgar tanto por ella y por esos humanos? ¿Qué es lo que realmente estás protegiendo, viejo?

Barbablanca se detuvo un momento, girando la cabeza hacia donde su tripulación estaba ahora reuniéndose, con rostros llenos de fe en su capitán. Extendió su brazo, señalándolos, y luego respondió con una voz cargada de emoción y convicción:

Edward:—Ellos. Ellos son mi sueño.

El público humano se quedó en silencio por un breve instante, como si la profundidad de esas palabras necesitara tiempo para asentarse. Entonces, Barbablanca continuó:

Edward:—Toda mi vida, lo único que he querido no es un reino, ni riquezas, ni fama.—Se llevó una mano al pecho, donde sus cicatrices contaban historias de incontables batallas—. Lo único que he deseado es una familia. Y ellos... ellos no son solo mi tripulación. Son mi familia. Mis hijos. Y si tengo que enfrentarme a un dios para protegerlos, entonces que así sea.

Thor parpadeó, sorprendido. El concepto de "familia" no era algo que asociara con un hombre como Barbablanca, pero verlo decirlo con tanta sinceridad despertó una chispa de respeto en su interior.

El público humano, por su parte, estalló en vítores ensordecedores. Hombres y mujeres se pusieron de pie, levantando sus puños al aire y gritando el nombre de Barbablanca a todo pulmón.

Humanos:—¡Barbablanca! ¡Barbablanca! ¡Barbablanca!

El coliseo entero parecía temblar bajo el rugido del público, y el propio Thor no pudo evitar soltar una carcajada llena de emoción.

Thor:—Viejo, ahora veo por qué eres diferente.—dijo Thor, apuntando a Barbablanca con su martillo. —Entonces ven. Ven con todo lo que tienes. Enséñame cuánto estás dispuesto a sacrificar por tu sueño.

Barbablanca, con una sonrisa firme, volvió al centro de la arena. El Haki de Armadura comenzó a envolver sus puños nuevamente, esta vez con una intensidad aún mayor. El suelo bajo sus pies crujía mientras se preparaba para el golpe final.

Edward:—No tengo miedo de ti, dios del trueno. Porque mientras ellos me necesiten, me mantendré en pie.

La tensión en la arena era palpable. Humanos y dioses contenían la respiración mientras los dos titanes se preparaban para el enfrentamiento final. El choque que estaba por venir decidiría el destino del combate... y podría cambiar el curso del Ragnarök para siempre.

El Golpe Final: El Choque de Dos Leyendas

https://youtu.be/3-KQ7zAu_xU

La arena del Valhalla estaba al borde de su destrucción total. Thor, el dios del trueno, levantó una vez más a Mjolnir, su martillo grotescamente transformado, y comenzó a acumular una cantidad inimaginable de relámpagos. El cielo sobre el coliseo se oscureció por completo, y las nubes arremolinadas brillaban con destellos de electricidad que caían hacia el martillo como si todo el cosmos estuviera alimentando su próximo ataque.

Barbablanca, por su parte, hizo algo que dejó a todos, dioses y mortales por igual, completamente atónitos. Con una expresión de determinación absoluta, levantó ambos brazos al aire y, como si fuera un acto de pura fuerza de voluntad, "agarró" el aire mismo. El movimiento fue tan surrealista que por un momento nadie pudo comprender lo que estaba viendo. Sus manos, rodeadas por el oscuro brillo del Haki de Armadura, sostenían el aire como si fuera un objeto físico.

Thor:—Viejo, ¿Qué demonios estás haciendo?—gruñó Thor, aunque su sonrisa no desapareció.

Barbablanca no respondió. Tiró del aire con fuerza, y pequeñas grietas comenzaron a extenderse por el espacio a su alrededor. Era como si estuviera desgarrando el mismo tejido de la realidad, preparando su arma definitiva para el próximo golpe.

Thor no perdió el tiempo. Con una mirada seria, lanzó a Mjolnir al aire con todas sus fuerzas. El martillo ascendió rápidamente, perforando las nubes cargadas de tormenta. Allí, en los cielos, comenzó a absorber los relámpagos acumulados en la tormenta. Los rayos cayeron hacia el martillo en un espectáculo que dejó a los espectadores boquiabiertos, mientras Mjolnir brillaba con una intensidad cegadora, como si fuera el núcleo de un sol recién nacido.

El martillo salió disparado hacia el frente, cayendo en picada hacia Barbablanca con una velocidad y fuerza que parecían inhumanas. Pero eso no fue todo. Thor apareció frente a Barbablanca, atrapando el martillo en su vuelo. Ahora, empuñaba a Mjolnir con ambas manos, listo para desatar el golpe más fuerte de su vida.

Barbablanca, a pesar del espectáculo titánico frente a él, no se movió. Sus brazos aún sostenían el aire distorsionado, y las grietas alrededor de él se expandían rápidamente. La concentración en su rostro era absoluta, y en sus ojos no había ni rastro de duda.

Thor, con su martillo en alto, miró al pirata con una mezcla de respeto y emoción contenida.

Thor:—Viejo... tú sin duda te has ganado mi respeto.—pensó Thor, mientras una chispa de admiración cruzaba por su mente—. Eres el único que puedo llamar mi rival.

Con un rugido que resonó como mil truenos juntos, Thor descargó su golpe final, moviendo a Mjolnir con una fuerza que parecía capaz de partir el mundo en dos. El martillo, envuelto en una explosión de relámpagos y calor, cayó directamente hacia Barbablanca.

En ese mismo instante, Barbablanca tiró del aire con toda su fuerza. Las grietas que había creado se concentraron en un punto frente a él, formando una burbuja de vibraciones puras que parecía contener un cataclismo en su interior. Con un movimiento devastador, descargó su golpe directo hacia el ataque de Thor.

¡¡¡SHIMA YURASHI: EL GOLPE QUE HACE TEMBLAR LOS MARES Y LA TIERRA!!!

VS

¡¡¡GEIRROD THOR'S HAMMER: EL DESPERTAR ELECTRICO DEL MARTILLO DE THOR!!!

El choque fue catastrófico.

Una explosión incluso más grande que la anterior se desató en el centro de la arena, enviando una onda expansiva que destruyó lo poco que quedaba del coliseo. El suelo se rompió en pedazos, y columnas de luz y energía se elevaron hacia el cielo. Los relámpagos y las vibraciones se entrelazaron, creando un espectáculo de caos puro que dejó a todos los presentes cegados.

El Valhalla entero tembló, y por un momento, pareció que el coliseo mismo no podría soportar la magnitud del choque. Los dragones que volaban por encima huyeron hacia el horizonte, y los gritos de la multitud se silenciaron ante la inmensidad de la explosión.

Heimdall, quien había narrado cada momento con precisión hasta ahora, quedó completamente sin palabras. Por primera vez, ni siquiera intentó describir lo que estaba viendo. Su boca estaba abierta, y sus ojos reflejaban la luz cegadora que emanaba del centro de la arena.

Cuando finalmente la explosión comenzó a calmarse, una densa nube de polvo y escombros cubrió todo el campo de batalla. El silencio era absoluto. Ni los dioses ni los humanos se atrevían a respirar mientras esperaban ver quién quedaría en pie tras el choque.

En las gradas divinas, Zeus se levantó de su asiento, su rostro mostrando una mezcla de asombro y emoción pura.

Zeus:—Sea quien sea el que quede en pie...—dijo en voz baja, una chispa eléctrica danzando entre sus dedos—. Esta es una batalla que se contará por eones.

Cuando el polvo finalmente se disipó, el Valhalla entero quedó en silencio al observar el resultado del épico choque. Thor, el dios del trueno, permanecía de pie, aunque apenas. Su brazo derecho colgaba roto y su cuerpo estaba cubierto de cortes profundos, sangre y quemaduras. A pesar de ello, su figura aún irradiaba poder, y sus ojos, ahora apagados del brillo eléctrico, miraban hacia adelante con respeto.

Frente a él estaba Edward Newgate, Barbablanca, el hombre más fuerte del mundo. Su cuerpo colosal seguía en pie, pero estaba claro que algo estaba terriblemente mal. En su pecho, había un brutal agujero donde antes estaba su corazón. La sangre fluía libremente de la herida, empapando el suelo a sus pies.

Barbablanca estaba muerto... pero su cuerpo no caía.

https://youtu.be/r1DvuvNChYs

A pesar de la gravedad de sus heridas, el viejo pirata se mantenía firme, como una montaña que se niega a colapsar. Su naginata ya no estaba en sus manos, y sus brazos colgaban pesadamente a los lados, pero en sus ojos aún brillaba la chispa de la vida, una chispa que no se apagaría sin dejar un último mensaje al mundo.

Thor, quien había sido testigo de la voluntad inquebrantable del pirata, inclinó ligeramente la cabeza, un gesto de respeto hacia su rival caído. En su interior, sabía que había enfrentado al único humano que había logrado igualarlo.

Barbablanca inhaló profundamente, su respiración entrecortada resonando en el silencio del coliseo. Se volvió hacia las gradas humanas, donde su tripulación, su familia, observaba con lágrimas en los ojos.

Edward:—Oigan... muchachos...—su voz era grave, pero firme, como un trueno lejano—. No llores por mí, Ace... Marco... todos ustedes. Este no es un final triste.

Los miembros de su tripulación, desde el joven Ace hasta el calmado Marco, no pudieron contener sus lágrimas.

Ace:—Viejo... no puedes dejarnos así...—murmuró Ace, cayendo de rodillas, sus manos apretadas en puños.

Barbablanca sonrió levemente, una expresión llena de orgullo.

Edward:—Siempre les dije que el camino sería duro... y este es solo un obstáculo más. Pero no se detengan. Sigan adelante... encuentren lo que más anhelan...

Thor, escuchando estas palabras, frunció ligeramente el ceño, intrigado por la fortaleza del humano incluso en su último aliento. Pero lo que ocurrió después marcó un momento que quedaría grabado en la historia del Valhalla para siempre.

Con las últimas fuerzas que le quedaban, Barbablanca alzó la cabeza al cielo y gritó con toda su alma, un grito que resonó por todo el coliseo, incluso más allá de los cielos:

Edward:—¡EL ONE PIECE... ES REAL!

El rugido de su voz atravesó el Valhalla, resonando en los corazones de todos los presentes. Humanos y dioses por igual quedaron atónitos, muchos sin comprender el significado de esas palabras, pero sintiendo el peso de su convicción.

En las gradas humanas, el público estalló en un grito unificado, levantando los brazos al aire y clamando su nombre.

Humanos:—¡BARBABLANCA! ¡BARBABLANCA! ¡BARBABLANCA!

El viejo pirata sonrió una última vez, su mirada llena de orgullo y paz mientras sus piernas finalmente cedían. Su cuerpo comenzó a inclinarse hacia atrás, y con un golpe sordo, cayó al suelo. Barbablanca, Edward Newgate, el hombre más fuerte del mundo, había muerto.

Thor permaneció en silencio, observando a su oponente con una mezcla de respeto y melancolía. El dios del trueno sabía que había enfrentado a alguien que no volvería a repetirse.

Desde su trono en las gradas divinas, Zeus se puso de pie, cruzando los brazos mientras observaba la escena con una expresión seria.

Zeus:—Ese humano... es digno de ser recordado por la eternidad.

Brunhilde, desde las gradas humanas, se llevó una mano al pecho, sintiendo una punzada de dolor, pero también de orgullo. Edward Newgate había cumplido su propósito: inspirar a la humanidad hasta su último aliento.

El público humano seguía gritando el nombre de Barbablanca, y en sus corazones, la chispa de esperanza se mantenía viva.

Heindall:—¡¡LA PRIMERA RONDA DEL RAGNAROK A CONCLUIDO CON LA VICTORIA DEL DIOS THOR LA HUMANIDAD A DADO SU PRIMER PASO A SU COMPLETA EXTINCION!!!


THOR VS EDWARD NEWGATE (BARBA BLANCA)

GOLPE FINAL: GEIRROD THOR'S HAMMER: EL DESPERTAR ELECTRICO DEL MARTILLO DE THOR

DIOSES: 1

HUMANOS: 0

GANADOR: THOR

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FIN QUE LES PARECIO LA PRIMERA RONDA?

PALABRAS TOTALES: 13.780 PALABRAS.

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