El Espadachin oscuro vs El Tirano de los mares (Completa)
El Valhalla quedó en absoluto silencio, la tensión en el aire era casi palpable. Las olas permanecían completamente detenidas, reflejando la calma inquietante que precedía al inicio del enfrentamiento. En la plataforma, Yami Sukehiro y Poseidón no se miraban directamente, pero el aura que ambos emitían hablaba más fuerte que cualquier palabra.
Geir:—La tensión de esta pelea está por las nubes murmuro sintiendo un escalofrió en todo su cuerpo mientras la mayor no menciono nada.
—Hey... ¿Qué ocurre?
—Ya han empezado, ¿verdad?
—¡¿Entonces por qué ninguno de ellos se ha movido ni un centímetro?
Eran los murmullos del publico de ambos bandos.
En las gradas humanas, los miembros de los Black Bulls rompieron el silencio con gritos llenos de emoción y confianza.
Magna:—¡Capitán Yami! ¡Mándalo a volar!—gritó Magna, levantando un puño en el aire.
Luck:—¡Enséñales quién manda, capitán!—añadió Luck, su sonrisa maníaca haciendo eco de la confianza que sentía por su líder.
Yami, aparentemente indiferente a los gritos, sacó otro cigarrillo de su bolsillo, encendiéndolo con calma. Dio una calada profunda, exhalando el humo mientras su mirada seguía fija en el suelo de la plataforma.
Yami:—Tch. Qué ruidosos.—murmuró, aunque una pequeña sonrisa se formó en el borde de sus labios.
Poseidón, en contraste, permanecía inmóvil.
Su postura era perfecta, casi divina, y su mirada seguía carente de emoción, como si estuviera esperando el momento exacto para atacar.
Finalmente, el primer movimiento vino del humano. Yami levantó su espada al aire, y en un instante, una gran cantidad de aire comenzó a arremolinarse alrededor de la hoja, formando un aura de oscuridad que parecía consumir todo a su paso.
Con un poderoso salto, Yami se lanzó al ataque, balanceando su espada hacia abajo con toda su fuerza. El filo de su hoja dejó un rastro de oscuridad en su camino, un golpe devastador que amenazaba con partir la plataforma en dos.
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Poseidón se movió con una gracia sobrenatural, dando un paso hacia un lado y esquivando el ataque de manera perfecta. El golpe de Yami impactó el suelo, creando una grieta profunda y liberando una ráfaga de energía oscura que hizo que las gradas temblaran ligeramente.
El dios de los mares no perdió tiempo. Alzando su tridente con rapidez, se lanzó hacia el humano, buscando un golpe decisivo para terminar el encuentro de inmediato.
Pero Yami no era tan fácil de sorprender. Con un movimiento rápido, puso su pie derecho con fuerza en el suelo, estabilizándose y girando su espada de abajo hacia arriba en un contraataque inesperado.
Poseidón, por un momento, pareció sorprendido. Aunque logró inclinar su cuerpo hacia atrás para esquivar el golpe, el filo oscuro de la katana de Yami rozó su cabello, cortando varios mechones dorados que cayeron al suelo de la plataforma.
El Valhalla entero quedó en silencio una vez más. Nadie se atrevía a respirar mientras Poseidón, con su postura aún impecable, se tocaba brevemente el cabello, sintiendo los mechones cortados. El público esperaba ver algún signo de emoción o molestia en el dios, pero lo que vino fue algo más inquietante.
Poseidón no estaba molesto por el corte de su cabello. No era vanidad lo que lo perturbaba. Era el hecho de que un humano, alguien que él consideraba una criatura inferior, se había atrevido a mirarlo directamente a los ojos.
El Rey de los Mares finalmente levantó su mirada hacia Yami, y por primera vez en toda la pelea, su expresión fría comenzó a mostrar algo más: disgusto y una furia contenida.
Yami, notando el cambio, sonrió de manera descarada, colocando su espada sobre su hombro mientras daba otra calada a su cigarrillo.
Yami:—Oh, ¿Qué pasa?—dijo, su tono lleno de burla—. ¿No te gusta que un simple humano te mire como a un igual?
Poseidón no respondió con palabras, pero su tridente comenzó a emitir un brillo azul profundo, como si el océano mismo respondiera a su creciente enojo. Las aguas que rodeaban la plataforma comenzaron a ondular ligeramente, aunque aún mantenían cierta calma, como si estuvieran esperando su próximo movimiento.
En las gradas humanas, los gritos de los Black Bulls y otros guerreros se intensificaron.
Finral:—¡Ese es nuestro capitán! ¡Enséñale cómo lo hacemos en el Reino del Trébol!—gritó Finral, mientras Asta y Noelle observaban la pelea con los ojos bien abiertos.
En las gradas divinas, los dioses menores comenzaron a susurrar entre ellos, sorprendidos por la velocidad y habilidad del humano.
—¿Ese humano...? ¿Cómo puede igualar los reflejos de Poseidón?
—Imposible. Esto es una coincidencia. No durará mucho.
En la arena, la calma inicial había desaparecido por completo. Yami y Poseidón ahora se observaban directamente, dos fuerzas opuestas listas para desatar todo su poder en la próxima ronda de ataques.
Heimdall, viendo el cambio de intensidad, levantó su cuerno, listo para narrar la próxima etapa de la pelea.
Heindall:—¡El enfrentamiento ha comenzado!—gritó, su voz llena de emoción—. El Capitán Yami Sukehiro y el Rey de los Mares, Poseidón, están a punto de desatar todo su poder. ¡Prepárense, Valhalla, porque esta batalla promete ser una de las más épicas que hayamos presenciado.
En las gradas superiores del Valhalla, donde se encontraban los dioses más prominentes, la atmósfera era un contraste total con el caos y la emoción de los niveles inferiores. Allí, todo era más elegante, más contenido, pero igualmente cargado de tensión.
Sentado junto al siempre elegante Hermes, con una taza de té humeante en la mano, estaba Ares, el dios de la guerra. Su figura era imponente incluso al estar sentado. Su musculatura marcaba la esencia de un guerrero absoluto, y su atuendo simple, compuesto únicamente por una capa roja que cubría su espalda y unos pantalones cortos marrones, reflejaba su naturaleza belicosa y práctica. El casco negro con detalles dorados que llevaba cubría parcialmente su rostro, pero su barbilla prominente era inconfundible.
Ares observaba la arena con una expresión de burla y desdén, sorbiendo de su taza de té con un gesto exagerado, como si incluso ese acto fuera una demostración de su superioridad.
Ares:—Patético,—declaró Ares, su voz resonando con un tono áspero y despreciativo—. Los humanos siempre han sido criaturas desesperadas, pero esto es ridículo.
Hermes, con su usual compostura relajada, se limitó a asentir ligeramente, apoyando las palabras del dios de la guerra sin mostrar demasiada emoción.
Hermes:—Tienes razón, Ares,—respondió Hermes, su tono neutral mientras observaba la batalla con una ligera sonrisa—. Un humano como ese nunca podría igualar el poder de Poseidón. Es absurdo pensar lo contrario.
Sin embargo, Zeus, sentado en su trono en el centro de las gradas superiores, parecía menos inclinado a subestimar al campeón humano. Rascándose la barba con una expresión de concentración, el Rey de los Dioses analizaba cada movimiento en la arena, sus ojos brillando con un interés creciente.
Zeus:—Interesante... muy interesante,—murmuró Zeus para sí mismo, lo suficientemente bajo como para que solo Hermes lo escuchara.
Hermes, curioso, se inclinó ligeramente hacia su padre, dejando a Ares perdido en sus propias declaraciones arrogantes.
Hermes:—¿Qué te parece tan interesante, padre?—preguntó Hermes, su tono amable pero con un trasfondo de intriga.
Zeus no apartó la vista de la arena, sus dedos aún rascándose la barba lentamente.
Zeus:—Ambos son monstruos, eso está claro.—respondió, su voz profunda resonando con autoridad—. Pero aquí no se trata solo de fuerza. Se trata de quién comete el primer error. Si uno de ellos logra entrar en el rango del otro, será el fin.
Hermes asintió, entendiendo la lógica de su padre.
Hermes:—Tiene sentido. Ambos están jugando un juego peligroso. Un paso en falso, y todo terminará en un instante.
Ares, al escuchar la conversación, bufó y dejó su taza de té sobre el brazo de su asiento.
Ares:—¡Tonterías!—exclamó, cruzando los brazos sobre su amplio pecho—. Poseidón no cometerá errores. Él no es como esos patéticos mortales. Ese humano ya está muerto; solo está prolongando lo inevitable.
Hermes, siempre diplomático, simplemente sonrió.
Hermes:—Veremos, Ares. Veremos.
Zeus, por su parte, permaneció en silencio, sus ojos nunca dejando de observar cada movimiento en la arena. En su interior, sabía que esta batalla no sería tan simple como algunos podrían pensar. El aura de Poseidón era abrumadora, pero el humano, Yami Sukehiro, no era un guerrero común.
El Rey de los Dioses sabía que, aunque los dioses siempre habían subestimado a la humanidad, este Ragnarok estaba mostrando algo diferente. Los humanos, a pesar de sus limitaciones, tenían una capacidad única para superar lo imposible, y eso era algo que incluso un dios como él no podía ignorar.
Zeus:—Esta batalla será... algo digno de recordar,—murmuró Zeus para sí mismo, una sonrisa astuta formándose en sus labios mientras la tensión en la arena seguía aumentando.
El Valhalla entero quedó en silencio absoluto cuando Poseidón, el Rey de los Mares, hizo un movimiento inesperado. Con una calma glacial, comenzó a caminar directamente hacia Yami Sukehiro, cada paso resonando como un trueno en la tensión del ambiente.
Los dioses y los humanos observaban con asombro, mientras Poseidón, el dios conocido por su perfección y frialdad, rompía la tranquilidad inicial para iniciar su ataque.
Heimdall, con los ojos abiertos de par en par, narraba lo que estaba ocurriendo, su voz llena de emoción y asombro.
Heindall:—¡El Rey de los Mares se mueve!—exclamó Heimdall—. ¡Poseidón, el dios de la perfección, avanza hacia el representante humano! ¿Será este el final para Yami Sukehiro?
Poseidón se detuvo a pocos metros de Yami, manteniendo una distancia calculada, su tridente brillando con un aura azul como si todo el océano respondiera a su llamado. Sin pronunciar palabra, levantó su arma, y en un movimiento fluido, desató una lluvia de ataques devastadores.
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El tridente de Poseidón se convirtió en un borrón, lanzando una serie de estocadas rápidas y precisas, que trazaban patrones circulares, verticales y diagonales en el aire.
Cada movimiento era perfecto, como si estuviera escrito en las estrellas, y cada ataque llevaba consigo la fuerza de las olas del océano, haciendo que el agua alrededor de la arena se agitara violentamente.
Las corrientes parecían cobrar vida, amenazando con tragarse al humano en una ola masiva de destrucción.
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El público observaba con terror, algunos dioses ya comenzaban a vitorear, seguros de que esta sería una victoria rápida para Poseidón.
Dios X:—¡Esto es todo!—gritó un dios menor, seguro de que ningún mortal podría sobrevivir a una técnica de esa magnitud.
Pero Yami Sukehiro, lejos de retroceder, hizo algo que nadie esperaba.
El humano no esquivó, no se defendió pasivamente. En cambio, se lanzó de frente, directamente hacia la tormenta de ataques.
Balanceando su espada cubierta de oscuridad, Yami avanzó con una velocidad y precisión que dejaron a todos boquiabiertos. Cada estocada de Poseidón fue contrarrestada con un movimiento igual de veloz y calculado.
Las sombras de su katana parecían devorar el aire mismo, chocando contra el tridente del dios en un intercambio que retumbaba como truenos por toda la arena.
El agua que intentaba tragarse al humano fue cortada en pedazos, dividida por la poderosa magia oscura que envolvía la hoja de Yami. Las olas se fragmentaron y retrocedieron, como si temieran a la oscuridad que el humano desataba con cada movimiento.
Poseidón, sorprendido por primera vez, se vio obligado a retroceder. El Rey de los Mares hundió su tridente en el suelo con fuerza, deteniendo su ofensiva mientras sus ojos azules se estrechaban en una mezcla de molestia y análisis.
Heimdall, incapaz de contener su emoción, gritó a todo pulmón:
Heindall:—¡Increíble! ¡El representante humano no solo ha soportado el ataque de Poseidón, sino que ha contraatacado con una precisión y fuerza que obligaron al dios a retroceder!
Las gradas humanas estallaron en gritos y vítores, los Black Bulls liderando la ovación con una energía desbordante.
Magna:—¡Ese es nuestro capitán! ¡Nadie puede con él!—gritó Magna, saltando de su asiento.
Luck:—¡Dale, capitán Yami! ¡Enséñale cómo pelea un verdadero Black Bull!—añadió Luck, su risa maníaca resonando por encima del bullicio.
En las gradas divinas, sin embargo, la reacción fue completamente opuesta. Los dioses observaban con incredulidad, incapaces de comprender cómo un simple humano había obligado a Poseidón a cambiar de táctica.
Ares, claramente molesto, golpeó el brazo de su trono con fuerza.
Ares:—¡¿Cómo es posible que ese humano esté a la altura de un dios?!—rugió, mientras su mirada se clavaba en la arena con furia.
Zeus, en cambio, sonrió levemente, su interés en la batalla creciendo con cada segundo.
Zeus:—El humano no está jugando,—murmuró para sí mismo—. Esto apenas comienza.
Poseidón levantó su tridente del suelo, su expresión seguía siendo fría, pero algo en su mirada había cambiado. El dios estaba molesto. No por el corte en su cabello ni por la necesidad de retroceder, sino porque un simple humano se había atrevido a mirarlo directamente a los ojos y desafiar su poder.
Yami, con su habitual actitud despreocupada, tomó su cigarro y exhaló una nube de humo mientras volvía a colocar su espada sobre su hombro.
Poseidon:—Tch. ¿Eso es todo, Dios del Mar?—dijo, su tono lleno de burla—. Pareces más blando de lo que esperaba.
Poseidón no respondió, pero su tridente comenzó a brillar nuevamente, el agua a su alrededor agitándose con una intensidad creciente. El público entero observaba en completo silencio, mientras las dos fuerzas opuestas se preparaban para el siguiente asalto.
La batalla entre la oscuridad y el océano apenas comenzaba, y el Valhalla estaba a punto de ser testigo de un enfrentamiento que quedaría grabado en la historia para siempre.
La tensión en el Valhalla alcanzó un nivel insoportable cuando algo completamente inesperado ocurrió. Poseidón, el dios siempre frío y distante, hizo algo que estremeció a todos los presentes.
Con una pequeña sonrisa en su rostro, el Rey de los Mares levantó ligeramente la mirada al cielo, cerró los ojos y comenzó a silbar.
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El sonido era hermoso, casi hipnotizante, como si las olas mismas del océano estuvieran cantando a través de él. Pero al mismo tiempo, había algo profundamente inquietante en ese silbido. Los dioses y humanos sintieron un escalofrío recorrer sus espinas, como si algo primitivo dentro de ellos les advirtiera del peligro inminente.
En las gradas, el público reaccionó de diversas maneras. Algunos dioses menores comenzaron a murmurar nerviosamente, mientras que varios humanos se abrazaron a sí mismos, tratando de contener el miedo.
Finral—¿Qué está haciendo?—preguntó uno de los Black Bulls, con un nudo en la garganta.
Asta:—Eso no es normal,—murmuró Asta, apretando los puños mientras su mirada permanecía fija en la arena.
Heimdall, aún sosteniendo su cuerno, trató de narrar lo que estaba ocurriendo, pero incluso él parecía afectado por el aura que emanaba del silbido.
Heindall:—E-esto es... ¡Poseidón está...!—trató de decir, pero las palabras no salían.
El silbido cesó abruptamente, y en ese instante, la atmósfera cambió por completo. El agua que rodeaba la arena comenzó a moverse con más intensidad, como si estuviera respondiendo al llamado de su amo.
Poseidón bajó la mirada hacia Yami, y en un movimiento fluido, alzó su tridente. Su sonrisa se tornó más amplia, aunque seguía siendo aterradora y desprovista de calidez. Sin decir nada más, cargó hacia el humano.
El movimiento fue casi imposible de seguir. Poseidón había aumentado su velocidad de manera significativa, y antes de que alguien pudiera reaccionar, ya estaba frente a Yami con su tridente en alto, listo para perforarlo.
Yami, confiando en sus reflejos, dio un paso a un lado para esquivar el ataque.
Pero no fue lo suficientemente rápido.
El tridente de Poseidón rasgó el aire con una precisión letal, y aunque Yami logró evitar un golpe directo, la punta del arma perforó parte de su costado, dejando una herida que comenzó a sangrar de inmediato.
El público entero contuvo el aliento, el impacto de lo ocurrido resonando en cada rincón del Valhalla.
Poseidón se detuvo a unos pasos de Yami, su postura erguida e imponente como siempre. Su sonrisa ahora se había convertido en una mueca burlona, y su voz, llena de altanería, resonó por toda la arena.
Poseidon:—¿Qué pasa?—dijo Poseidón, su tono goteando desprecio—. ¿No que podías leer mis movimientos?
El Rey de los Mares rió suavemente, pero su risa era fría y llena de crueldad.
Poseidon:—Insignificante pedazo de mierda,—añadió, mientras sus ojos azules brillaban con una mezcla de burla y amenaza—. Ni siquiera eres digno de mi tiempo.
Yami, tambaleándose ligeramente por el dolor en su costado, apretó los dientes y clavó su mirada en Poseidón. El cigarro en sus labios se había caído, pero el Capitán de los Toros Negros no parecía afectado por la arrogancia del dios.
Yami:—Tch.—murmuró Yami, llevando una mano a su herida para detener la sangre—. ¿Es eso todo lo que tienes, "Su Majestad"?
Las palabras del humano sorprendieron al público, y algunos incluso comenzaron a gritar, tratando de advertirle que no provocara más al dios.
Poseidón, sin embargo, no pareció enfadarse. Su sonrisa permaneció fija en su rostro, y con un movimiento casual, giró su tridente en una mano.
Poseidon:—No, humano. Esto es solo el comienzo.
Las gradas estallaron en gritos y susurros, mientras el agua de la arena seguía agitándose con más fuerza, reflejando la intensidad creciente del combate.
Charlotte, observando desde las gradas humanas, apretó los bordes de su asiento con fuerza, sus ojos llenos de preocupación por Yami. Sol Marron, a su lado, intentó calmarla.
Sol:—Capitana, él puede manejarlo. Es... es fuerte, ¿verdad?—preguntó Sol, aunque su voz traicionaba su propia inseguridad.
Charlotte no respondió, pero sus pensamientos eran un torbellino de preocupación y miedo. En su interior, luchaba por mantener la fe en Yami, aunque la situación parecía cada vez más desesperada.
En las gradas divinas, Zeus observaba el intercambio con interés renovado, mientras Ares, visiblemente emocionado, se levantaba de su asiento con una risa estruendosa.
Ares:—¡Eso es lo que espero de un dios!—exclamó Ares, golpeando su puño contra su palma—. Destrúyelo, Poseidón. Muéstrales la diferencia entre nosotros y esos insectos.
Hermes, en cambio, observaba con atención, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y análisis.
Hermes:—El humano sigue en pie, a pesar de todo. Esto... podría ponerse interesante.
En la arena, Yami levantó su espada nuevamente, sus movimientos lentos pero seguros mientras su aura oscura comenzaba a intensificarse. Aunque estaba herido, no parecía dispuesto a rendirse.
Yami:—He visto cosas peores, Dios del Mar,—dijo, con una sonrisa desafiante en su rostro—. ¿Quieres matarme? Tendrás que hacerlo mejor que eso.
El Valhalla estaba en llamas, dividido entre el temor y la emoción mientras la batalla continuaba escalando hacia nuevas alturas.
Los gritos de los dioses en las gradas se alzaron como un coro ensordecedor, vitoreando al Rey de los Mares con títulos gloriosos.
—¡Dios de dioses! ¡El invencible Poseidón!—gritaban los dioses menores, levantando los brazos al aire con fervor.
—¡¡WHOOOOOOOOOOOOAAAA!!
—¡¡Muy bien!!
—¡¡Por eso Lord Poseidón es el dios de dioses!!
—¡¡Entrenen todo lo que quieran, malditos humanos!! ¡¡Jamás se acercarán a la cima!!
—¡¡Dios de dioses!!
—¡¡Dios de dioses!!
—¡¡Dios de dioses!!
—¡¡Dios de dioses!!
—¡¡Dios de dioses!!
—¡¡Dios de dioses!!
—¡¡Dios de dioses!!
—¡¡Dios de dioses!!
Poseidón permanecía de pie en la arena, su tridente descansando en una mano, mientras su rostro estaba cubierto por una expresión ensombrecida. No se movía, no reaccionaba, pero algo en su aura cambió.
De repente, el dios giró su mirada hacia las gradas, su fría e imponente mirada azul fijándose en los dioses que lo aclamaban. El efecto fue inmediato.
Los gritos cesaron de golpe, y los dioses, que antes vitoreaban con entusiasmo, se quedaron rígidos de miedo, como si el solo hecho de mirarlos hubiera drenado toda su confianza. El silencio que siguió fue sepulcral.
—Mierda, eso fue demasiado...
—No lo mires a los ojos.
—Barrerá el suelo contigo.
Geir:—increíble el aura de Poseidon es otra cosa—murmuró—. El título de Poseidón como el más temible de los doce dioses del Olimpo no es una exageración...
La mayor solo tuvo un rostro ensombrecido al escuchar eso de su hermana menor.
Brunhilde:—Los doce dioses, ¿eh...? Esta es una buena oportunidad para contártelo.
Geir:—¿Cómo...?
Brunhilde:—Originalmente, al igual que nosotras, las hermanas valquirias, los dioses del Olimpo eran trece.
La menor abrió sus ojos como platos al no poder evitar el sorprenderse.
Geir:—¡¿Eh?! ¡¿Trece dioses?!—preguntó—. ¿Qué quieres decir?
Brunhilde:—Entre los trece dioses del Olimpo... uno fue asesinado por Poseidón dijo mientras una gota de sudor cae de su rostro.
Geir:—¡Eh! ¡¡¿Qu-qué?!! ¡¿Un dios... mató a otro?!—chilló la menor de las hermanas—. Es la... primera vez que escucho algo al respecto. ¿Quién era...?
La mayor endureció su rostro y hablo:
Brunhilde:—El nombre de ese dios era... Adamas.
Todos y cada uno de los dioses en las gradas que escucharon sus palabras comenzaron a temblar sin poder evitarlo.
Geir:—Eh... ¿por qué reaccionaron así? ¿Era tan famoso? hablo mientras se aferraba a su hermana.
Brunhilde:—Ahora su nombre es temido. Nadie se atreve a pronunciarlo—explicó Brunhilde—. Él fue uno de los dioses que heredaron la sangre del poderoso Cronos... El hermano mayor de Zeus y Poseidón.
Geir:—Adamas...dijo mientras temblaba.
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En el pasado, un gigantesco barco volador hacía las veces de fortaleza mientras se deslizaba por los cielos.
Adamas:—¿Ese pedazo de mierda de Zeus gobernará los cielos....?—murmuraba con furia un dios, sentado en su trono de huesos.
UNO DE LOS TRECE DIOSES DEL OLIMPO
"DIOS DE LA CONQUISTA"
ADAMAS
Adamas:—Él es el más joven... ¡¡No aceptaré eso!!—gruñía—. ¡¿En qué demonios están pensando?!
Después de que Zeus y los demás dioses del Olimpo derrocaran a los titanes, la sucesión que obtuvo Zeus como nuevo soberano del cosmos provocó la ira de Adamas.
En consecuencia, Adamas se rebeló.
Liberó a los gigantes y a los titanes del Tártaro, y doblegó al temible Tifón a su voluntad. Y así se dirigió hacia el Olimpo.
PALACIO DE POSEIDÓN
EL GRAN SALÓN
El tirano de los mares estaba sentado con una pierna cruzada sobre la otra, apoyando la cabeza contra su puño derecho y mirando fríamente en dirección a Adamas, quien le hablaba desde el otro lado de una larga mesa.
Adamas:—¡¡Ha llegado el momento!!—golpeó violentamente y con emoción—. ¡Ya he conseguido el apoyo de cuarenta y nueve miembros del comité de Zeus! ¡¡Y eso no es todo!! ¡¡Gracias a los esfuerzos de Hermes. Algunos de los dioses prometieron traicionar a Zeus después de mi señal!! El dios de la conquista alzo su dedo y hablo con crueldad:—Poseidón, si puedo asegurar tu apoyo... ¡¡El destino de Zeus será sellado!!
Poseidón se mantuvo callado e imperturbable.
Adamas al ver esto cerró el puño y golpeó la mesa una vez más.
Adamas:—Ningún hermano debería menospreciar a sus mayores... es sentido común, ¿no crees?—preguntó—. Me apoyarás ¿verdad, Poseidón?
El dios del mar guardó silencio por varios segundos más antes de responder:
Poseidon:—Qué hermano mayor más patético tengo.
Adamas abrió mucho los ojos sorprendido, para luego bajar la mirada con los ojos ensombrecidos.
Adamas:—Disculpa, no te escuché bien, es una mesa muy larga...—gruñó fríamente—. Poseidón...
Adamas como si nada Volteó la gigantesca mesa de un golpe y la estrelló contra el muro, reduciéndola a astillas.
Poseidón seguía impasible.
Adamas:—Vamos, dilo en voz alta—retó Adamas después de haberse levantado de su trono negro—. Para que pueda escuchar lo que dices. Sólo intenta decirlo una vez más.
Entonces, Adama observó a Poseidón con detenimiento: su hermano menor ni siquiera se dignaba a mirarlo a los ojos, veía al suelo con aburrimiento e indiferencia.
Adamas:—El caso de Zeus es diferente. Y ahora tú también—gruñó—. ¡¿Quién demonios piensan ustedes que soy, pedazos de mierda?! ¡¡MÍRAME A LOS OJOS!! ¡¡SOY MAYOR QUE TÚ!! ¡¡MUÉSTRAME UN POCO DE PUTO RESPETO!!
Poseidón se limitó a levantarse de su asiento y convocar su tridente.
Poseidon:—No necesitamos ejércitos—murmuró—. No necesitamos traicionar. Y no necesitamos apoyo... Así son los dioses. Desde el principio hemos sido seres perfectos. Y aún así...Se irguió frente a Adamas, viéndose muchísimo más majestuoso e imponente que él.—Conseguiste deshonrar todo lo que nos representa.
El dios de la conquista empezó a ver en rojo, apretó los dientes y gruñó con ira:
Adamas:—Tú.... ¡BASTARDO! ¡¡PARECE QUE NECESITAS QUÉ TE PONGA EN TU SITIO!!
Poseidón empezó a silbar aquella vieja melodía.
Adamas no le dio importancia, convocó su guadaña y se puso en posición de ataque.
Adamas:—¡¡No...—saltó a toda velocidad, mientras se dirigía en un ataque feroz y directo, con la intención de partir a su hermano por la mitad—...TE ATREVAS A MENOSPRECIARME!!
En la fracción de segundo en la que Adamas tardó en cruzar el salón, por su mente pasaron cientos de recuerdos que había compartido con Poseidón.
Adamas:—"¡¡Él siempre ha sido así!!"—pensó iracundo—. "Hasta ahora, ni una sola vez, él jamás... ¡¡ME HA MIRADO A LOS OJOS!!"
Adamas:—¡MÍRAME! ¡¡MALDICIÓN!!—rugió.
Poseidón alzó la mirada.
Adamas se quedó congelado en el aire.
Ese momento, fue la primera vez en sus vidas en la que sus ojos se encontraron.
POSEIDÓN TOMÓ LA VIDA DE ADAMAS.
El dios de la conquista yacía atravesado de extremo a extremo por el tridente de Poseidón.
Adamas:—Posei...—intentó pronunciar, mientras vomitaba sangre a chorros y manchaba el rostro de su hermano con ella.
Con un movimiento del tridente, Adamas salió disparado a toda velocidad. Se estrelló contra un muro y se quedó allí empotrado, en medio de un sangriento cráter.
Poseidón se dio media vuelta y se encaminó hacia la salida.
Poseidon:—Parece que entre nosotros había alguien que no merecía el título de dios—murmuró—. ¿No estás de acuerdo, Hermes?
El dios mensajero se asomó desde atrás de un pilar.
Hermes:—"Qué vista más aguda..."—pensó divertido, mientras se ponía de rodillas. —En efecto.
Y así fue, como su nombre fue borrado de la historia. Y fue como si en el Olimpo siempre hubiese habido doce dioses.
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Despues de escuchar aquello Ares se rasco la barbilla de forma pensativa al escuchar eso.
Ares:—Oh... ya lo recuerdo. Había un rumor que decía que había un traidor entre nosotros...
Hermes alzó la mano.
Hermes:—Ah, yo era ese traidor.
El dios de la guerra se volvió hacia su hermano, mirándolo en silencio por un momento.
Ares:—Tú... ¡¿Qué demonios?! ¡¡Eso podría haber causado un conflicto que hubiese separado los cielos!!
Hermes sonrió inocente.
Hermes:—Bueno, pensé que podría haber sido bastante interesante.
Zeus soltó una risilla.
Zeus:—Sí... recuerdo estar muy emocionado por esa idea...
Ares suspiró con cansancio.
Ares:—Uggggh... jamás los comprenderé. Aparte de eso... Lord Adamas no era un debilucho. El que pudieran derrotarlo con un sólo golpe...
Hermes:—Eso no es lo más aterrador—añadió Hermes sombríamente—. Tan pronto como Lord Poseidon lo solicitó. Adamas fue borrado de la historia. No hubo ni una sola objeción. Ni ninguna discusión al respecto. ¿No es eso... muchísimo más aterrador?
Ares tragó saliva.
Ares:—En efecto... Por eso él es...
"MÁS DIVINO QUE CUALQUIER OTRO"
Luego de callar a los dioses de las gradas Poseidon permanecía en su lugar con un rostro lleno de desprecio.
Poseidon:—Hmph... inútiles parásitos...
La escena llamó la atención de Yami, quien se limpió la sangre del costado con el dorso de la mano mientras mantenía su espada baja.
Yami:—Oye, Poseidón,—dijo Yami con su tono relajado, aunque una chispa de curiosidad brillaba en sus ojos—. ¿Por qué no aceptas las ovaciones de tus seguidores? Parece que te adoran, ¿no?
Por primera vez en la pelea, Poseidón rompió su silencio de manera prolongada.
Poseidon:—¿Seguidores?—dijo, su voz fría y goteando desprecio. —Los dioses no necesitamos seguidores.
El aire se volvió más pesado cuando Poseidón continuó, sin apartar la vista de las gradas.
Poseidon:—No necesitamos rebaños. No necesitamos maquinar nada. Y, sobre todo, no necesitamos ayuda.
Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran profundamente en todos los presentes.
Poseidon:—Los seguidores son inútiles para aquellos que ya han alcanzado la perfección.
Las palabras de Poseidón resonaron en todo el Valhalla, dejando tanto a dioses como a humanos completamente en silencio. El público estaba estupefacto, incapaz de procesar el nivel de desprecio y arrogancia que el Rey de los Mares acababa de mostrar, incluso hacia sus propios aliados.
Yami, por otro lado, reaccionó de una manera completamente diferente.
El Capitán de los Toros Negros comenzó a reír, una carcajada que resonó por toda la arena, rompiendo el silencio tenso que había dominado hasta ese momento. Su risa era fuerte, descontrolada y genuinamente divertida.
Poseidón, al escuchar la risa de Yami, desvió lentamente su mirada hacia él, su expresión oscureciéndose aún más.
Cuando Yami finalmente se calmó, dio una última calada a su cigarro antes de tirarlo al suelo y aplastarlo con su bota. Luego miró a Poseidón directamente a los ojos, una sonrisa descarada en su rostro.
Yami:—¿Eso es lo que piensas?—preguntó, todavía con un toque de diversión en su voz—. Qué estupidez más grande.
El público entero quedó en shock, tanto humanos como dioses. Nadie podía creer que Yami acababa de insultar directamente a Poseidón, uno de los dioses más temidos y respetados.
El Capitán de los Toros Negros continuó, su tono ahora más serio, aunque todavía desafiante.
Yami:—¿Sabes lo que eso significa?—dijo, apuntando su espada hacia Poseidón. —Que tu existencia es simplemente triste.
Las palabras de Yami golpearon como una tormenta. Incluso los dioses en las gradas se estremecieron, incapaces de creer lo que acababan de escuchar.
Poseidón, por primera vez, mostró una verdadera reacción. Su expresión permaneció fría, pero algo en su aura cambió drásticamente. Una furia contenida comenzó a emanar de él, y el agua a su alrededor se agitó violentamente, como si respondiera a su enojo.
Poseidon:—¿Triste...?—murmuró Poseidón, su voz baja pero cargada de amenaza.
El público entero sintió un escalofrío al escuchar esas palabras. Era evidente que Yami había cruzado una línea que nadie había osado cruzar antes.
Pero Yami no parecía preocupado en lo más mínimo.
De repente, una extraña aura comenzó a emanar del humano. La oscuridad que envolvía su espada ahora se extendía alrededor de su cuerpo, haciendo vibrar el aire con fuerza. El suelo bajo sus pies comenzó a temblar, y las ondas en el agua se intensificaron.
El público observó con asombro, incapaz de comprender completamente lo que estaba ocurriendo.
Dios X:—¿Qué es esa aura...?—preguntó un dios menor, su voz temblando.
Diosa X:—Es como si el aire mismo estuviera... reaccionando a él.
Poseidón frunció ligeramente el ceño, su tridente brillando con un resplandor azul más intenso mientras se preparaba para el próximo movimiento. Por primera vez, el Rey de los Mares parecía realmente molesto.
Yami levantó su espada, una sonrisa confiada en su rostro mientras observaba al dios.
Yami:—¿Qué pasa, Dios del Mar?—dijo, inclinando ligeramente la cabeza—. ¿Te molestó lo que dije? Bueno, si quieres demostrarme que estoy equivocado...
Se colocó en posición de combate, su katana brillando con un resplandor oscuro mientras el aire a su alrededor seguía vibrando.
Yami:—Tendrás que matarme primero.
El Valhalla entero quedó en silencio, mientras el agua de la arena y el aire mismo parecían contener la respiración, esperando el próximo movimiento en esta batalla épica.
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Poseidón, con un movimiento majestuoso, dio un salto alto, colocándose sobre la arena como si estuviera flotando en el cielo mismo. Desde esa posición de dominio absoluto, el Rey de los Mares observó a Yami con sus ojos fríos y despectivos, mientras las olas bajo él comenzaban a agitarse violentamente, como si reflejaran su creciente enojo.
Poseidon:—¡Desaparece, Ser insignificante!—declaró Poseidón con una voz que resonó como un trueno en todo el Valhalla.
Desde las alturas, comenzó a desatar su técnica. Una lluvia mortal de estocadas cayó desde el cielo, su tridente moviéndose con una velocidad tan abrumadora que parecía como si una tormenta de relámpagos estuviera golpeando la arena.
Cada estocada era precisa, poderosa y letal, rompiendo el suelo donde caía e incluso dejando marcas en la sólida plataforma. El sonido de los impactos resonaba como explosiones, y las gradas vibraban con cada golpe.
¡¡¡Quione Tiro Deméter: relámpago divino!!!
Heimdall, con su voz llena de emoción, narraba el devastador ataque.
Heindall:—¡El Rey de los Mares ha desatado su tormenta! ¡Una lluvia de estocadas digna de un dios!—gritó Heimdall, mientras el público observaba con asombro. —¡No hay escapatoria, no hay lugar donde esconderse!
Pero en medio de la tormenta, Yami Sukehiro hizo algo que dejó a todos boquiabiertos.
En lugar de sucumbir al ataque, el humano comenzó a moverse.
Con un aura oscura que envolvía su cuerpo y espada, Yami esquivó cada estocada con movimientos rápidos y precisos, anticipando los ataques de Poseidón con una agilidad que desafiaba toda lógica.
La arena se llenó de explosiones a medida que las estocadas impactaban el suelo, pero Yami se deslizaba entre ellas como si fuera parte de la tormenta misma. Cada paso y movimiento suyo era perfectamente calculado, desviando o evadiendo cada golpe mortal que caía del cielo.
El aura que lo rodeaba comenzó a intensificarse, vibrando con una fuerza que podía sentirse en toda la arena. El público, tanto dioses como humanos, observaba con incredulidad.
Heindall:—¡Es increíble! ¡El humano está esquivando los ataques de Poseidón!—exclamó Heimdall, su voz llena de asombro—. ¡¿Cómo es posible que pueda resistir una técnica tan devastadora?!
Pero Yami no se detuvo allí.
Con un movimiento rápido, levantó su espada, que ahora brillaba con una oscuridad aún más profunda. La hoja parecía consumir la luz a su alrededor, y un aura opresiva llenó el aire, haciendo que incluso los dioses en las gradas se sintieran incómodos.
Yami:—Tch, ya basta de jugar, Dios del Mar.—murmuró Yami, su voz baja pero cargada de determinación.
Con un grito feroz, balanceó su espada con fuerza, desatando una serie de cortes veloces y feroces que liberaron medias lunas de oscuridad en todas direcciones.
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Las medias lunas se movían como proyectiles, colisionando con las estocadas de Poseidón y protegiendo al humano del ataque. Cada impacto liberaba una explosión de energía, y el choque entre la oscuridad y el poder divino iluminó la arena con destellos de luz y sombras.
El intercambio era un espectáculo increíble, y el público no podía apartar los ojos de la batalla.
En las gradas humanas, los Black Bulls gritaban con emoción.
Luck:—¡Ese es nuestro capitán! ¡Muéstrales cómo lo hacemos, Yami!—gritó Luck, su risa maníaca resonando mientras agitaba los puños en el aire.
Magna:—¡No hay forma de que pierda! ¡Ese bastardo es invencible!—añadió Magna, golpeando el aire con sus puños.
En las gradas divinas, los dioses menores observaban en silencio, incapaces de comprender cómo un humano podía resistir a Poseidón de esa manera.
Zeus, desde su trono, se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos brillando con interés.
Zeus:—Esto se está poniendo interesante,—murmuró, mientras Ares, sentado cerca de él, gruñía con frustración.
Ares:—¡Ese humano no debería ser capaz de hacer esto! ¡Esto es un insulto para los dioses!—rugió Ares, golpeando el brazo de su asiento con fuerza.
Poseidón, aún en el aire, observó cómo su tormenta era contrarrestada. Por primera vez, un destello de irritación cruzó su rostro.
Poseidon:—Interesante, humano,—murmuró, su voz apenas audible sobre el ruido del combate. —Pero eso no será suficiente.
En la arena, Yami se preparó para el siguiente asalto, su espada brillando con una intensidad que parecía crecer con cada segundo. El aire a su alrededor seguía vibrando, y el humano tenía una sonrisa confiada en su rostro, a pesar de la herida en su costado.
Yami:—Vamos, Poseidón,—dijo Yami, apuntando su espada hacia el dios—. Enséñame qué más tienes.
El Valhalla entero estaba en silencio, con todos los ojos fijos en los dos contendientes mientras la batalla alcanzaba nuevas alturas de intensidad.
Poseidón, el Rey de los Mares, desató una serie de estocadas rápidas y precisas, sus movimientos tan fluidos como las corrientes de los océanos. Cada golpe estaba destinado a ser mortal, pero Yami Sukehiro los esquivaba todos como si nada, su cuerpo moviéndose con una agilidad y precisión imposibles de creer.
En las gradas humanas, Geir no podía contener su asombro.
Geir:—¡Esto es increíble! ¡No entiendo cómo puede esquivar todos esos ataques!—dijo, con una mezcla de emoción y confusión.
Brunhilde, su hermana mayor, observaba la batalla con una mirada fría pero calculadora, y respondió al comentario de Geir con una explicación en tono serio.
Brunhilde:—Geir, lo que estás viendo no tiene nada que ver con magia.—comenzó Brunhilde, mientras su voz cortaba el ruido de los gritos y murmullos a su alrededor.
Geir parpadeó, confundida.
Geir:—¿No es magia? Entonces, ¿Qué es?
Brunhilde, sin apartar la vista de la arena, explicó con un tono que transmitía tanto conocimiento como respeto hacia lo que estaba viendo.
Brunhilde:—En su mundo, lo llaman Ki. Es una energía natural emitida por todos los seres vivos y objetos.
Geir frunció el ceño, tratando de procesar la información.
Geir:—¿Ki? ¿Cómo funciona?
Brunhilde continuó, su voz calmada pero firme.
Brunhilde:—A diferencia del mana, que los magos usan para conjurar hechizos, el Ki es algo completamente diferente. Es una energía pura y natural que fluye dentro de todos los seres. Pero no cualquiera puede aprovecharla.
Hizo una pausa, observando a Yami mientras esquivaba otra estocada de Poseidón con un movimiento perfectamente sincronizado.
Brunhilde:—El Ki puede usarse para aumentar las capacidades físicas, predecir ataques, detectar movimientos enemigos e incluso percibir cosas no vivas, como armas ocultas. Es tan poderoso que puede sentir las mentiras en las palabras de alguien.
Geir abrió los ojos con asombro, su mente intentando comprender la magnitud de lo que su hermana decía.
Geir:—¿Y cómo es que él puede usarlo?
Brunhilde finalmente giró ligeramente su cabeza hacia Geir, con una expresión seria que parecía llevar un mensaje oculto.
Brunhilde:—Porque el Ki no es para cualquiera. Solo aquellos que siempre buscan superar sus límites, que tienen una voluntad inquebrantable y determinación absoluta, son capaces de desbloquear su verdadero potencial. Yami Sukehiro no es un simple humano; es alguien que ha superado barreras que destruirían a cualquiera.
En la arena, la explicación de Brunhilde cobraba vida.
Yami, envuelto en su aura oscura, esquivaba cada estocada de Poseidón con movimientos que parecían imposibles, como si pudiera anticipar cada ataque antes de que ocurriera.
El público entero estaba en shock, tanto humanos como dioses, incapaces de creer que alguien pudiera igualar, o incluso superar, al Rey de los Mares en velocidad y precisión.
Poseidón, por primera vez, mostró algo más que frialdad en su rostro. Un destello de frustración cruzó sus ojos azules.
Poseidon:—Imposible...—murmuró el dios, mientras lanzaba otra estocada que Yami esquivó fácilmente.
El Capitán de los Toros Negros, con una sonrisa descarada, levantó su espada, que ahora estaba cubierta por un manto oscuro aún más denso.
Yami:—¿Qué pasa, Dios del Mar?—dijo, con su tono característico de burla—. ¿Estás perdiendo el ritmo?
Con un movimiento rápido, Yami balanceó su espada en un golpe diagonal recto, desatando todo el poder de su magia oscura. El aire vibró con una fuerza abrumadora, y el filo oscuro se lanzó directamente hacia Poseidón.
El Rey de los Mares intentó moverse, pero el ataque fue demasiado rápido.
El golpe impactó directamente en su pecho, y una grotesca herida abierta comenzó a formarse, profundizándose con cada segundo. La sangre brotó de la herida, salpicando el suelo de la arena mientras Poseidón retrocedía tambaleándose.
El público entero quedó en shock.
Dios x:—¡Esto es imposible!—gritó un dios menor, incapaz de procesar lo que acababa de ocurrir.
Heindall:—¡El representante humano, Yami Sukehiro, ha logrado herir al Rey de los Mares! ¡Poseidón, el dios de la perfección, ha sangrado!
Heimdall, con la boca abierta, apenas logró encontrar las palabras para narrar lo ocurrido.
En las gradas humanas, los Black Bulls estallaron en gritos de emoción.
Magna:—¡Eso es, Capitán! ¡Enséñale quién manda!—gritó Magna, mientras Luck reía a carcajadas de la emoción.
Noelle:—¡Sigue así! ¡No dejes que respire!—gritó Noelle, con los puños apretados.
En las gradas divinas, el silencio era absoluto. Los dioses observaban con incredulidad, sus expresiones oscilando entre el miedo y la furia.
Poseidón, ahora arrodillado, levantó lentamente la mirada hacia Yami. Su rostro, normalmente apático, estaba torcido en una mezcla de enojo y asombro.
Yami, con su espada descansando sobre su hombro, sonrió mientras lo miraba directamente a los ojos.
Yami:—¿Qué pasa?—dijo, en su tono burlón—. ¿No que eras perfecto? Parece que tienes una grieta o dos.
El Valhalla estaba al borde de la locura, mientras la batalla continuaba escalando hacia niveles épicos.
Poseidón, consumido por la furia, golpeó el suelo de la arena con la punta de su tridente. El impacto generó una ola masiva, una pared de agua que avanzó con una fuerza imparable hacia el humano. El público contuvo el aliento, y los dioses menores comenzaron a vitorear, confiados en que esta sería la victoria del Rey de los Mares.
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Yami, sin embargo, permaneció en su lugar. Su rostro mostraba una calma absoluta mientras levantaba su espada, que brillaba con una oscuridad aún más densa. Con un movimiento fluido, lanzó un corte perfecto, y el filo de su katana desató una media luna oscura que dividió la ola en dos partes exactas.
El agua pasó de largo, completamente neutralizada, dejando a Yami completamente ileso.
Poseidón, ahora con el rostro lleno de ira, golpeó el suelo dos veces más, generando dos olas masivas desde ambos bordes de la arena, diseñadas para consumir al humano desde dos direcciones al mismo tiempo.
El público estaba en shock ante la magnitud del ataque, pero Yami no mostró ni un ápice de preocupación.
Con una sonrisa confiada, levantó su espada una vez más y lanzó dos cortes diagonales al aire. Cada uno de esos cortes generó una media luna oscura, que se transformó rápidamente en dos pequeños agujeros negros, los cuales comenzaron a devorar el agua de las olas masivas, neutralizando el ataque de Poseidón por completo.
¡¡¡Magia de oscuridad-Manto Oscuro: Agujero Negro!!!
El Valhalla entero quedó en silencio absoluto, mientras las olas desaparecían en los agujeros negros creados por el humano. La arena quedó completamente seca, y Yami, con su espada sobre el hombro, se limitó a mirar a Poseidón con una sonrisa burlona.
En las gradas divinas, el impacto fue evidente.
Ares, el dios de la guerra, se levantó de su asiento, con una expresión de incredulidad y frustración en su rostro.
Ares:—¡¿Cómo es esto posible?!—exclamó, golpeando el brazo de su asiento con furia—. ¿Cómo estos humanos han alcanzado este nivel de poder?!
En su mente, comenzaron a pasar imágenes de los enfrentamientos anteriores. Primero, Barba Blanca, cuya fuerza era comparable a un desastre natural. Luego, Escanor, cuya majestuosidad y orgullo rivalizaban con los dioses mismos. Y ahora, Yami Sukehiro, un guerrero oscuro capaz de desafiar las leyes de la naturaleza y contrarrestar el poder del océano.
Ares:—Esto no tiene sentido.—murmuró Ares, mientras apretaba los puños con frustración.
En las gradas humanas, en cambio, los Black Bulls estaban en completo éxtasis.
Asta:—¡Ese es nuestro capitán! ¡Yami es el mejor!—gritó Asta, alzando su espada al aire con una sonrisa radiante.
Magna:—¡Sí! ¡Nadie puede con él!—añadió Magna, golpeando el aire con los puños.
Nero y Noelle aplaudían, mientras Finral y Luck reían de emoción.
Vanessa, con una sonrisa embriagada tanto por el alcohol como por el orgullo, comenzó a alardear con voz alta.
Vanessa:—¡¿Ven eso?! ¡Ese es el Capitán Yami! ¡Es tan increíble, tan fuerte, tan... tan hermoso!
Charlotte, que estaba observando todo con una mezcla de preocupación y admiración, sintió una vena hincharse en su frente al escuchar las palabras de Vanessa.
Charlotte:—¡¿Cómo te atreves a hablar así del capitán en público?!—exclamó Charlotte, completamente roja de la ira y la vergüenza.
La discusión no tardó en escalar.
Vanessa, olvidando por completo su embriaguez, se levantó de su asiento para enfrentarse a Charlotte, y las dos comenzaron a intercambiar insultos.
Vanessa:—¡Al menos yo tengo el valor de decirlo en voz alta, señora reprimida!—gritó Vanessa, con una sonrisa burlona.
Charlotte:—¡¿Qué dijiste, bruja borracha?!—respondió Charlotte, llevándose una mano al mango de su espada mientras su rostro estaba completamente rojo.
La pelea de insultos entre ambas se volvió tan intensa que algunos Black Bulls intentaron intervenir, pero nadie se atrevía a meterse entre ellas.
Finalmente, fue Mereoleona quien puso fin al caos.
La capitana de los Leones Carmesí se levantó de su asiento con un rugido feroz, y sin decir una palabra, golpeó a ambas en la cabeza con un puñetazo devastador.
Vanessa y Charlotte cayeron de sus asientos, cada una con un chichón en la cabeza.
Charlotte y Vanessa, ahora con enormes chichones en la cabeza, se sentaron de mala gana, frunciendo el ceño y mirando hacia otro lado. Mereoleona Vermillion, de pie frente a ellas, tenía los brazos cruzados y una expresión de pura autoridad.
Mereoleona:—¡Ya basta de actuar como niñas!—rugió Mereoleona, fulminándolas con la mirada—. ¿En qué estaban pensando? ¡Esto no es un mercado, es el Valhalla! ¡El lugar donde la humanidad pelea por su maldita existencia!
Charlotte, todavía sonrojada, miró hacia el suelo con una mezcla de vergüenza y enojo.
Charlotte:—Lo siento, Capitán Mereoleona, pero esa mujer...—murmuró Charlotte, señalando débilmente a Vanessa—. ¡Dijo algo completamente inapropiado sobre el Capitán Yami!
Vanessa, que ahora parecía más sobria gracias al golpe, rodó los ojos y respondió de inmediato.
Vanessa:—¿Inapropiado? ¡Solo estaba diciendo la verdad! ¡Es fuerte, es increíble y... bueno, sí, también es guapo! ¿Cuál es el problema?
Charlotte se puso aún más roja, y parecía a punto de levantarse para seguir discutiendo, pero Mereoleona golpeó el suelo con el pie, haciendo que ambas se quedaran en silencio.
Mereoleona:—¡Cállense las dos!—ordenó Mereoleona, su tono no admitía réplica—. No me importa si Yami es un héroe, un tonto o el rey de los plebeyos. Este no es el lugar para estar peleando por tonterías.
Nozel Silva, que estaba sentado no muy lejos, observaba la situación con una expresión completamente neutral. Finalmente, decidió intervenir, aunque su tono seguía siendo frío.
Nozel:—Mereoleona tiene razón. Esto es ridículo.—dijo Nozel, mirando a Charlotte de reojo—. Deberías saber comportarte mejor, Charlotte. Especialmente tú, como capitana de un escuadrón.
Charlotte apretó los puños, claramente incómoda por las palabras de Nozel, pero no dijo nada en respuesta.
Fuegoleon Vermillion, que había estado observando todo en silencio, finalmente habló.
Fuego Leon:—Esto no es el momento para discusiones personales,—dijo, con su tono solemne y calmado—. Todos deberíamos estar concentrados en apoyar a Yami. Es el representante de la humanidad, y necesitamos creer en él.
William Vangeance, líder del Amanecer Dorado, asintió con la cabeza, su máscara ocultando cualquier emoción visible.
William:—Tiene razón,—dijo William—. Esta batalla es demasiado importante como para distraernos con conflictos triviales.
Mereoleona, viendo que la situación se había calmado, volvió a cruzar los brazos y dejó escapar un suspiro.
Mereoleona:—Espero que todos lo hayan entendido.—dijo, lanzando una última mirada intimidante a Charlotte y Vanessa—. Porque si vuelvo a ver algo así, las próximas serán mis llamas las que les enseñen modales. ¿Está claro?
Charlotte y Vanessa, con los chichones aún visibles, asintieron rápidamente, murmurando disculpas mientras evitaban el contacto visual con Mereoleona.
Jack el Destripador, que había estado observando todo desde su asiento, soltó una risa aguda.
Jack:—Jeje, esto sí que es entretenido.—dijo, mirando a Fuegoleon—. ¿No es maravilloso ver a los capitanes perdiendo la cabeza mientras ese plebeyo de Yami está allá abajo peleando como un loco?
Fuegoleon le lanzó una mirada severa, pero Jack simplemente se encogió de hombros y siguió riendo para sí mismo.
En el fondo, Dorothy Unsworth, la capitana de los Pavos Reales Coral, seguía durmiendo plácidamente, ajena a todo el caos que acababa de ocurrir.
Finalmente, Mereoleona se giró hacia la arena, dejando claro que el asunto estaba zanjado. El resto de los capitanes siguió su ejemplo, volviendo su atención a la batalla mientras el Valhalla entero observaba el enfrentamiento entre Yami Sukehiro y Poseidón.
En la arena, mientras el público y los dioses aún procesaban el caos que se había desatado en las gradas humanas, Yami Sukehiro, siempre perceptivo, dejó escapar un leve suspiro acompañado de una gota de sudor estilo anime que resbalaba por su frente.
Yami:—Tch. No puedo dejarlos solos ni un segundo, esos idiotas.—murmuró, aunque una pequeña sonrisa cruzó sus labios por un instante.
Sin embargo, su semblante cambió rápidamente.
Sus ojos se enfocaron en Poseidón, quien desataba una tormenta de estocadas rápidas y letales con su tridente. Yami esquivaba cada ataque con una velocidad asombrosa, sus movimientos eran precisos, como si pudiera leer cada uno de los pasos del dios.
Poseidón, frustrado por la aparente facilidad con la que Yami eludía sus ataques, aumentó la intensidad de sus movimientos. El suelo de la arena se llenó de marcas y grietas, mientras cada estocada impactaba con una fuerza devastadora.
Heimdall, incapaz de contener su emoción, narraba lo que estaba ocurriendo.
Heindall:—¡Esto es increíble! ¡El Rey de los Mares, Poseidón, está desatando una tormenta de ataques imparables, pero Yami Sukehiro los esquiva como si fuera un juego de niños! ¡¿Cómo puede un humano ser tan rápido?!
El público entero observaba con asombro. Los dioses, que antes vitoreaban con confianza a Poseidón, ahora estaban completamente boquiabiertos, incapaces de creer lo que veían.
Yami, mientras esquivaba, comenzó a cerrar la distancia entre él y Poseidón, moviéndose con una velocidad que parecía aumentar con cada paso. Su katana, cubierta por un manto oscuro, dejó un rastro de sombras en el aire mientras se preparaba para contraatacar.
Con un movimiento fluido, Yami lanzó una serie de cortes rápidos y precisos.
Cada corte encontró su objetivo, dejando heridas pequeñas pero visibles en el cuerpo de Poseidón. Aunque las heridas no eran profundas, todas sangraban, y el contraste del líquido carmesí contra la piel dorada del dios era innegable.
Los dioses en las gradas comenzaron a murmurar nerviosamente.
Dios x:—¡Esto no puede estar pasando! ¡Es un humano, un simple humano!—gritó un dios menor, incapaz de contener su frustración.
Dios x:—Poseidón nunca ha sido herido en un combate. ¡Esto es absurdo!—añadió otro, mientras su voz temblaba de incredulidad.
Heimdall, con los ojos completamente abiertos, continuó narrando con entusiasmo.
Heindall:—¡Lo que estamos viendo es un milagro! ¡Yami Sukehiro, el Capitán de los Toros Negros, no solo está resistiendo los ataques de Poseidón, sino que está contraatacando con una precisión mortal! ¡El Rey de los Mares... está sangrando!
Poseidón, aunque su rostro seguía mostrando su característica frialdad, comenzó a mostrar signos de irritación. Sus movimientos se volvieron más agresivos, pero también más descuidados, como si la idea de que un humano lo hubiera herido estuviera afectando su compostura.
Yami, por otro lado, mantenía su sonrisa confiada.
Yami:—¿Qué pasa, Poseidón?—dijo, mientras daba un salto hacia atrás para crear algo de distancia—. ¿No que eras perfecto? Parece que estás perdiendo el ritmo.
Poseidón apretó los dientes, su tridente brillando con un resplandor azul aún más intenso.
Poseidon:—Cállate, humano.—dijo el Rey de los Mares, su voz baja pero cargada de amenaza.
Yami, con su katana descansando nuevamente sobre su hombro, dio una última calada a un cigarro que había encendido mientras esquivaba los ataques. Exhalando el humo, miró a Poseidón con una sonrisa burlona.
Yami:—Tch. Siempre lo mismo con ustedes los dioses. Tanto poder, pero nada de humor.
El público, tanto humano como divino, no podía apartar los ojos de la batalla. La tensión en el aire era palpable, y todos sabían que el enfrentamiento estaba llegando a un punto crítico.
Los Black Bulls seguían gritando emocionados desde las gradas humanas.
Magna:—¡Ese es nuestro capitán! ¡Enséñales quién manda, Yami!—gritó Magna, agitando los brazos en el aire.
Asta:—¡Sigue así! ¡No pares hasta que gane!—añadió Asta, con los ojos brillando de emoción.
En las gradas divinas, Zeus observaba la batalla con creciente interés, mientras Ares parecía a punto de explotar de frustración.
Ares:—¡Esto es un insulto para los dioses!—gritó Ares, golpeando el brazo de su trono con fuerza—. Poseidón debería haber terminado esto hace tiempo. ¡Es inaceptable que un humano lo esté poniendo en apuros!
Hermes, sentado tranquilamente junto a Zeus, sonrió ligeramente mientras observaba la escena.
Hermes:—Quizás no sea tan inaceptable, Ares.—dijo Hermes, su tono suave pero lleno de significado—. Después de todo, este humano ha demostrado ser más que extraordinario.
Zeus, rascándose la barba, murmuró para sí mismo con una sonrisa enigmática.
Zeus:—Esto apenas comienza.
En la arena, la energía de ambos combatientes seguía aumentando, y el Valhalla entero sabía que el verdadero clímax de esta épica batalla estaba a punto de llegar.
En la arena Yami se puso en pose de pelea apuntando su Katana a Poseidon mientras de una luz verde se manifestó una figura femenina!
???:—Vamos compañero! .....¡En Este momento Sacaremos todo de Ti!
Skagmold es una mujer de impactante belleza y fuerza, con un aire de elegancia que contrasta con su actitud determinada. Tiene cabello rosado, corto en la parte delantera con algunos mechones sueltos, mientras que una trenza larga y delicada se extiende hacia atrás. Su cabello parece moverse ligeramente como si capturara el viento en cada paso que da.
Su atuendo combina practicidad y estilo, con un diseño ajustado que resalta su figura atlética. Una mezcla de blanco, negro y detalles geométricos le da un aire moderno y sofisticado. El cuello alto del traje y las mangas que enmarcan sus hombros la hacen lucir como una guerrera con autoridad, mientras que la falda corta sobre sus pantalones ajustados le permite moverse con libertad en combate.
Su expresión suele alternar entre juguetona y confiada, como si siempre supiera que tiene el control de la situación. Pero al mismo tiempo, hay un brillo en sus ojos que refleja la intensidad de una guerrera experimentada.
¡¡¡La sexta hermana valquiria: Skagmold (Nórdica)!!!!
Yami:—Pues vamos Skagmold!
En las gradas Geir mira sorprendida esto:
Geir:—Skagmold-One sama
Brunhilde:—No hay mejor compañera para un Espadachin que la valquiria cuyo nombre significa:
¡¡¡TIEMPO DE ESPADA!!!
Geir:—¿Tiempo de Espada?
Brunhilde sonrio explicándole a su hermana mientras alza su dedo
Brunhilde:—El poder de Skagmold se describe como un poder que va más allá de lo ordinario. "Tiempo de la Espada" permite al portador alcanzar el apogeo de sus habilidades con la espada, sacando el máximo poder tanto del arma como del usuario. Es un estado en el que su velocidad, precisión y fuerza alcanzan niveles que desafían toda lógica, permitiéndole enfrentarse incluso a dioses en combate.
Geir sonrio emocionada eso significaba que ahora si podrían ganar.
Mientras tanto, en las gradas:
El Rey Augustus, incapaz de controlar sus instintos vulgares, se levantó gritando comentarios inapropiados sobre Skagmold.
Augustus:—¡Una belleza como esa debería estar conmigo, no con un plebeyo como Yami! ¡Mira esos rasgos perfectos, esa figura!—exclamó, entre risas y gestos exagerados, haciendo insinuaciones subidas de tono.
Sin embargo, no tuvo tiempo de continuar, pues Sol Marron, quien se encontraba cerca, le dio un golpe contundente seguido de una patada que lo dejó en el suelo.
Sol:—¡Cállate, viejo pervertido! ¡Las mujeres no somos objetos para tu entretenimiento!—gritó Sol, mientras Augustus se retorcía, incapaz de levantarse.
La escena hizo que muchos en las gradas rieran o aplaudieran, mientras el propio Yami, en la arena, miró de reojo hacia arriba con una expresión mezcla de incredulidad y molestia.
Yami:—Maldito viejo... y aquí estoy jugándome la vida.—dijo en voz baja, mientras ajustaba el agarre de su espada, listo para el siguiente asalto contra Poseidón.
La arena se transformó en un campo de pura devastación, con Poseidón desatando su furia divina. El dios de los mares, a pesar de las heridas que marcaban su cuerpo, parecía más temible que nunca. Su musculatura creció, la sangre que manaba de sus heridas brillaba como un líquido oscuro y divino, mientras él, con una sonrisa siniestra y ojos llenos de locura, peinó hacia atrás su cabello ensangrentado, simbolizando su voluntad de continuar la pelea hasta el final.
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En un abrir y cerrar de ojos, Poseidón desapareció, dejando una estela de agua que inundó el campo de batalla. Su voz resonó como un trueno cuando apareció detrás de Yami, susurrando con tono burlón:
Poseidon:—Se acabó... mi tormenta te tragará.
Lo que ocurrió después fue casi indescriptible. Poseidón comenzó a moverse con una velocidad absurda, casi inhumana, dejando múltiples imágenes residuales en cada esquina de la arena. Un sinfín de estocadas llovieron desde todas direcciones, cada una como un rayo desgarrando el cielo durante una tormenta.
Las estocadas eran tan rápidas y precisas que parecía imposible que Yami pudiera esquivarlas. A su alrededor, el agua que Poseidón controlaba creció, formando una cúpula masiva que encerraba todo. Era como si la arena hubiera sido tragada por el océano mismo, dejando a Yami atrapado en el ojo de un huracán acuático.
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Yami gritó, su voz llena de esfuerzo y determinación, mientras su aura de Ki se expandía con intensidad alrededor de su cuerpo. Cada técnica que había usado hasta ese momento fue desplegada simultáneamente. Su espada, envuelta en la oscuridad de su Ki, cortaba a través de las estocadas como si estuviera cortando la propia tormenta. Pero el agotamiento se notaba en cada uno de sus movimientos; su rostro estaba cubierto de sudor y sangre, y su respiración era pesada.
Dentro de la mente de Yami, una visión comenzó a formarse. Se veía a sí mismo en un inmenso océano, oscuro y turbulento. Frente a él, una colosal bestia marina, con ojos brillantes y dientes afilados, se abalanzaba sobre él, lista para devorarlo. Pero justo cuando parecía que la criatura lo consumiría, los ojos de Yami brillaron con una determinación feroz.
Yami:—Esto es muy profundo... pero al final siempre hallaré una forma de subir,—murmuró para sí mismo, con una media sonrisa en el rostro.
Volviendo a la realidad, Yami movió su cuerpo con una agilidad increíble, esquivando las estocadas de Poseidón. En un movimiento final, cargó hacia el dios, zigzagueando entre los ataques con una velocidad que dejó a todos los espectadores al borde de sus asientos.
Frente a Poseidón, giró su espada con fuerza, liberando una inmensa media luna oscura que cortó el aire con un rugido ensordecedor.
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El impacto fue brutal. La media luna golpeó directamente en el pecho del tirano de los mares, rompiendo la cúpula de agua y creando un silencio absoluto en la arena. Poseidón, sin decir una palabra, retrocedió tambaleándose. Una herida grotesca y profunda cruzaba su torso, su sangre divina brotaba como un torrente. Finalmente, su cuerpo cayó hacia atrás, hundiéndose en el agua que aún inundaba la arena, mientras todo parecía detenerse por un instante.
La figura de Yami, de pie y con la espada aún alzada, era un símbolo de pura voluntad. Su Ki oscurecido seguía rodeándolo, aunque su cuerpo estaba al borde del colapso. El público quedó en completo silencio, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Habían presenciado la caída del imponente dios de los mares ante un humano, algo que nadie creía posible.
En las gradas, los Black Bulls y otros humanos comenzaron a vitorear, mientras los dioses observaban en completo asombro y, en algunos casos, terror. Poseidón, el tirano de los mares, yacía aparentemente derrotado, hundiéndose en el agua como si su propia furia lo hubiera consumido.
Heindall, aún sin creer lo que estaba ocurriendo, narró con voz temblorosa:
Heindall:—"¡Yami Sukehiro, el representante de la humanidad, ha... ha logrado lo imposible! ¡El gran Poseidón ha caído! ¿Es este el final del dios de los mares?"
Los Black Bulls estaban al borde del éxtasis, gritando el nombre de su capitán mientras se abrazaban y saltaban de la emoción. Vanessa, con una enorme sonrisa, exclamó:
Vanessa:—¡Ese es nuestro capitán, el mejor de todos!
Charlotte, aunque intentó mantener la compostura, tenía las mejillas rojas y murmuró en voz baja:
Charlotte:—Lo sabía... Yami nunca pierde.
Por su parte, Mereoleona, con una mezcla de orgullo y admiración, golpeó el respaldo de su asiento con fuerza y gritó:
Mereoleona:—¡Así se hace, hombre! ¡Tú sí sabes cómo enfrentarte a un dios!
Mientras tanto, Ares, que había permanecido en silencio con una mirada incrédula, se cruzó de brazos y murmuró:
Ares:—Primero Barba Blanca, luego Escanor, y ahora este humano... ¿Qué está pasando con esta humanidad de locos?
Augustus, aún con un chichón en la cabeza por el golpe de Sol, empezó a gritar como un niño mimado:
Augustus:—¡No es justo! ¡Ese plebeyo no debería ser capaz de derrotar a un dios tan grandioso como Poseidón! ¡Es un fraude, yo lo sé!
Sol Marron lo miró con una expresión de absoluto desprecio y levantó una ceja antes de decir:
Sol:—Deja de lloriquear, viejo. Si no fuera por humanos como Yami, tú ya habrías sido aplastado hace rato.
Yami respiraba con dificultad, sus manos temblando ligeramente mientras sostenía su espada. El Ki que lo rodeaba comenzaba a disiparse lentamente, y su rostro estaba cubierto de sudor y sangre.
Yami:—Hmph... ¿Eso fue todo?—dijo con una sonrisa burlona, aunque sus piernas temblaban de cansancio. Sabía que había sido una batalla de vida o muerte, y aunque había vencido, estaba al límite de sus fuerzas.
Pero entonces... el agua comenzó a moverse otra vez. Una corriente oscura y turbulenta emergió desde las profundidades donde Poseidón había caído. Un escalofrío recorrió la arena. ¿Había terminado realmente? O acaso... ¿el tirano de los mares aún tenía algo más por mostrar?
Yami, al sentir el cambio en el ambiente, volvió a levantar su espada, con una expresión seria y lista para lo que pudiera venir.
Yami:—Vamos, no he terminado contigo, bastardo.
La arena entera temblaba bajo la intensidad de la ira de Poseidón. Su cuerpo, sumergido en el agua que él mismo había creado, temblaba con furia descontrolada, mientras en su mente solo resonaban maldiciones hacia el humano que había osado herirlo. De pronto, un grito lleno de odio desgarró el aire:
Poseidon:—¡Miserable! ¡Tú no mereces pisar este campo!
El agua de la arena comenzó a moverse violentamente, formando remolinos y ondas que parecían tener vida propia. El cielo, hasta ahora un testigo silencioso, se oscureció de inmediato, como si compartiera la furia del dios de los mares.
Desde las nubes tormentosas, un inmenso rayo cayó directamente sobre el agua, electrificándola con una fuerza descomunal. El resplandor cegador del relámpago iluminó toda la arena, dejando a todos los presentes sin aliento.
De pronto, un sonido metálico resonó en la arena, un eco que hacía que el suelo vibrara: pasos metálicos ascendiendo lentamente. Cada paso era pesado, como si un guerrero colosal estuviera emergiendo de las profundidades. La figura de Poseidón, ahora completamente transformada, apareció frente a todos.
El dios estaba cubierto de una majestuosa armadura de bronce divino, diseñada con patrones que evocaban las olas y criaturas del océano. Las hombreras tenían la forma de cabezas de serpientes marinas, y la coraza brillaba con un brillo profundo, como si reflejara las profundidades más oscuras del mar. Su nuevo tridente era una obra maestra, decorado con coral y perlas, y las puntas parecían ser fragmentos de relámpagos solidificados. A su alrededor, un aura opresiva de energía divina llenaba el aire, haciendo que incluso los dioses en las gradas sintieran escalofríos.
Con ojos llenos de odio, Poseidón apuntó su tridente hacia Yami, mientras hablaba con una voz cargada de desprecio y furia:
Poseidon:—Humano insignificante... No soy solo un dios, soy el océano mismo, la tormenta encarnada, la ira que consume mundos. ¡Voy a destruirte y borrar tu existencia para siempre!
¡¡¡¡Armadura de Poseidon: El Soberano absoluto de los mares!!!!
El público de los dioses estalló en un frenesí absoluto. Los gritos, risas y vítores resonaban por todo el coliseo, algunos alabando la nueva forma del dios, mientras otros clamaban por un espectáculo aún más sangriento. Ares se levantó de su asiento, golpeando con fuerza el respaldo del trono, exclamando con emoción:
Dios x:—¡Así se hace, Poseidón! ¡Hazle entender su lugar en el orden divino!
Sin embargo, entre los humanos, los Black Bulls permanecían en silencio por un momento, antes de que Finral murmurara nerviosamente:
Finral:—Esto no pinta nada bien... ¿verdad?
Vanessa, con una sonrisa confiada, replicó:
Vanessa:—¿Nada bien? ¿No ves a quién estamos apoyando? Es Yami. Él siempre encuentra la manera.
En medio del caos, Heimdall se levantó de su posición, llevando el cuerno Gjallarhorn a sus labios. Su voz resonó como un trueno mientras narraba el cambio dramático:
Heindall:—¡Damas y caballeros, dioses y mortales! El tirano de los mares ha renacido, luciendo una armadura forjada en las profundidades del océano y portando el tridente de la tormenta eterna! ¡Poseidón ha alcanzado su forma final, y esta batalla promete sacudir el mundo entero!
En la arena, Yami se mantuvo impasible. Aunque una gota de sudor caía por su frente, su sonrisa despreocupada se mantuvo firme. Levantó su espada una vez más y se colocó en posición de combate, mientras decía con su característica arrogancia:
Yami:—¿Así que finalmente vas en serio, pez grande? Perfecto. Ya me estaba aburriendo.
El choque entre ambos era inevitable, y el público sabía que lo que venía sería un enfrentamiento digno de leyendas. El silencio se apoderó de todos por un instante, mientras las miradas de Yami y Poseidón se cruzaban, cargadas de pura determinación y odio.
https://youtu.be/ZhETi8XwONk
El cielo rugió con la furia de Poseidón. El dios de los mares, con su tridente alzado, atrajo una tormenta de rayos purpúreos que electrificaron el arma con un poder abrumador. Con un salto imponente, se elevó en el aire, su silueta recortada contra el cielo oscuro, y desató su furia en una lluvia desenfrenada de miles de estocadas.
Desde lo alto, Poseidón atacaba con tal velocidad que su figura parecía multiplicarse, como si innumerables clones estuvieran descendiendo sobre Yami con la intención de despedazarlo. Cada estocada era un relámpago en sí misma, un ataque veloz y letal, una tormenta de destrucción absoluta cayendo sobre su oponente.
¡¡¡Quione Tiro Deméter: relámpago divino!!!
Pero Yami no se quedó atrás.
Con un gruñido de esfuerzo, alzó su espada, su filo cubriéndose de capas de oscuridad, un torbellino de sombras que devoraba la luz a su alrededor. Sin inmutarse, comenzó a responder a cada uno de los ataques con miles de cortes propios, cada tajo chocando contra las estocadas con una precisión inhumana. En el epicentro del choque, las chispas saltaron como estrellas fugaces, iluminando la arena en un espectáculo de fuego y relámpagos.
¡¡¡Magia de oscuridad-Manto Oscuro: Cortes Salvajes de Avidya!!!
El público contuvo la respiración. El estruendo del enfrentamiento sacudía las gradas, los dioses y humanos observando con incredulidad cómo la velocidad de ambos combatientes desafiaba toda lógica.
De repente, todo cambió en un instante.
Poseidón desapareció.
En un parpadeo, se materializó detrás de Yami, su tridente aún chisporroteante con energía eléctrica. El dios sonrió con crueldad, saboreando su victoria inminente.
Poseidon:—¡Muere, insecto! —rugió, lanzando su ataque final, la punta del tridente avanzando con una velocidad mortal.
Pero Yami reaccionó en el último segundo.
Con un giro feroz, su espada oscura se interpuso entre él y la muerte. El filo negro chocó contra el tridente, desviándolo con una explosión de energía pura.
Sin embargo, el choque no fue sin consecuencias: el impacto de la electricidad atravesó el cuerpo de Yami, haciendo que su brazo temblara por los espasmos, y una serie de cortes superficiales se abrieron en su piel, dejando rastros de humo allí donde la energía había quemado.
Pero Yami no perdió la compostura. Con una sonrisa desafiante, escupió a un lado y miró a Poseidón con ojos llenos de determinación.
Yami:—Esa fue buena... pero todavía no es suficiente.
El combate estaba lejos de terminar.
Mientras Yami y Poseidon se encontraban en lados opuestos viéndose fijamente. El rugido de Asta resonó en la arena.
Asta:—¡CAPITÁN YAMI, ACABE CON ÉL! —gritó con todas sus fuerzas, su voz llena de determinación y respeto.
Todos los miembros de los toros negros se pusieron de pie gritando el nombre de su capitan.
El publico humano dejo de lado su miedo y apoyaron a Yami gritando a todo pulmón.
—¡¡¡SÍÍÍ!!
—¡¡¡ESO ES!!!
COMO EN CADA BATALLA ANTERIOR, LA ESPERANZA REGRESÓ A LA HUMANIDAD
—increíble...
—Vamos, vamos...
—Creí que ya se había acabado...
—Está vez... ¡¡Esta vez!!
¿SERÁ ESTA?
—¡¡Contamos contigo!!
—¡¡Vamos, Yami Sukehiro!!
—¡¡Nuestras vidas están en tus manos!!
¡¡ASESINO DE DIOSES!!
¡¡¡¡YAMI MATA A DIOS!!!!
Las palabras del joven espadachín llegaron a lo más profundo de Yami, quien, por un instante, mostró una sonrisa confiada. Pero en un abrir y cerrar de ojos, su expresión cambió. Sus ojos brillaron con un tono blanco puro, una mirada salvaje y feroz, como si el depredador definitivo hubiera despertado.
Pisó el suelo con fuerza, y una onda expansiva sacudió la arena. Un torrente de aura oscura emergió de su cuerpo, elevándose como una llama oscura y densa, envolviéndolo en un manto de energía imponente. El poder de Yami había roto otra barrera.
Yami Mahō "Kurai Shinsei"
(Divina Oscuridad)
Poseidón, al ver esto, no se quedó atrás.
Golpeó el suelo con la base de su tridente, y de inmediato, el agua de la arena se tornó aún más violenta. Las olas se elevaron, formando una corriente colosal que comenzó a arremolinarse, hasta que una enorme cabeza de tiburón emergió de las profundidades.
La criatura, formada completamente de agua, abrió su boca llena de dientes afilados como si pudiera devorar el mismísimo destino. Rugió y se lanzó hacia Yami con una velocidad aterradora.
¡¡¡Anfitrite Megalodon: Gran Devorador de los 7 Mares!!!
Pero Yami no se inmutó.
Con un simple movimiento, balanceó su espada en un tajo perfecto.
El filo oscuro atravesó al monstruo de agua con una precisión absoluta, partiéndolo en dos mitades. Pero el corte no se detuvo ahí. La energía oscura continuó su trayectoria, rasgando el espacio mismo y generando un agujero negro en medio de la arena.
¡¡¡Magia de oscuridad-Manto Oscuro: Agujero Negro!!!
La inmensa bestia de agua fue absorbida en su totalidad, tragada por la nada, desvaneciéndose como si nunca hubiera existido.
El público quedó en completo silencio.
Poseidón apretó los dientes, su rostro deformado por la furia.
Poseidon:—¡¿POR QUÉ NO MUERES, MALDITA BASURA?! —gritó con rabia descontrolada, sintiendo cómo su paciencia y su orgullo eran destruidos una y otra vez por el humano frente a él.
Pero Yami, sin perder la calma, se pasó la mano por el cabello y sonrió.
Yami:—Porque todavía tengo cosas que hacer, idiota.
El combate no había hecho más que intensificarse.
Poseidón, cegado por la furia, aumentó su velocidad hasta el punto en que su figura se desdibujaba en la arena, dejando tras de sí un rastro de relámpagos morados y un mar embravecido que rugía con su ira. Su tridente era un borrón de luz y acero, lanzando estocadas con la intención de destrozar al humano de una vez por todas.
Pero nada de eso servía.
Yami se movía con la misma velocidad, con la misma precisión, pero con una diferencia crucial: él seguía sonriendo. Su espada danzaba en el aire con movimientos letales y controlados, su aura oscura vibraba con una intensidad abrumadora. Mientras el dios se desesperaba más y más, el humano se mantenía en absoluta calma.
Y en ese momento, ocurrió lo impensable.
Poseidón, un ser divino, un dios que nunca había conocido la derrota, sintió miedo.
El sudor frío recorrió su frente mientras su mente gritaba en negación. ¡Esto no es posible! ¡Yo soy la perfección! ¡Yo soy el océano mismo! Pero sus manos temblaban. Su respiración se aceleraba. Cada vez que atacaba, Yami respondía con la misma ferocidad, con la misma destreza, como si fueran iguales... no, como si él fuera superior.
Yami:—¿Qué pasa, dios de los mares? —murmuró Yami con una sonrisa desafiante, su espada cubierta de una negrura aún más densa—. ¿Te estás cansando?
Las palabras cayeron como una sentencia. La expresión de Poseidón se deformó en una mueca de puro odio y desesperación. ¡Él no podía ser inferior! ¡Él era un dios!
Con un rugido colérico, Poseidón desató toda su furia, pero ya era demasiado tarde. El combate estaba cambiando.
Poseidón, cegado por la ira y el deseo de aniquilar a su oponente, golpeó con furia la arena bajo sus pies. De inmediato, siete inmensas corrientes de agua ascendieron hacia el cielo, retorciéndose como remolinos, hasta que sus formas se definieron con claridad: siete colosales cabezas de dragón, cada una rugiendo con un eco ensordecedor que estremeció la arena y dejó al público atónito.
¡¡¡Cloris Leviathan Deméter: Los 7 Dragones de la corriente primordial!!
Heindall:—¡Increíble! —bramó Heimdall desde su puesto, su voz resonando en todo el coliseo—. ¡El dios de los mares ha invocado a los siete dragones de la corriente primordial!
Las bestias de agua abrieron sus fauces al unísono, y desde su interior chorros de agua a una presión devastadora fueron disparados contra el humano. La velocidad y el poder del ataque eran inconcebibles, capaces de destrozar cualquier cosa a su paso.
Pero Yami no era "cualquier cosa".
Con una expresión salvaje y una sonrisa desafiante, su cuerpo desapareció de la zona de impacto, apareciendo y desapareciendo en medio del bombardeo de agua. Cada vez que uno de los dragones disparaba, Yami se deslizaba entre los ataques como una sombra, evadiendo el desastre por fracciones de segundo.
El coliseo entero contuvo la respiración.
El humano no solo estaba esquivando la furia de Poseidón, sino que se estaba acercando.
Yami avanzó entre los disparos, su espada cubierta por un aura oscura que crepitaba con poder. En un instante, cortó con toda su fuerza, el filo de su espada chocando con el tridente de Poseidón, forzando el arma del dios hacia arriba.
El guerrero lo miró directo a los ojos con un fuego inquebrantable en su mirada y, con una voz cargada de determinación, le gritó en la cara:
Yami:—¡Yo voy a ganar, maldito dios de los mares!
Yami desató una tormenta de cortes veloces y brutales, cada uno de ellos generando una serie de agujeros negros en miniatura. Estos comenzaron a expandirse y devoraron los dragones de agua, consumiendo sus colosales cuerpos hasta hacerlos desaparecer en la nada.
¡¡¡Magia de Oscuridad Manto-Oscuro: Agujeros Negros de Avidya!!!
Un escalofrío recorrió a todos los presentes.
Poseidón se tambaleó hacia atrás, con la desesperación reflejada en su rostro. Ya no había rastros de su arrogancia. Ya no quedaban vestigios de su autoproclamada perfección.
Por primera vez en toda su existencia, el dios del mar estaba sintiendo el peso de la derrota acercándose.
TANTO LOS DIOSES...
...COMO LA HUMANIDAD
CADA OJO EN LA ARENA PODÍA SENTIR...
Que el siguiente choque sería el último de la tercera ronda del Ragnarök.
Y EL PRIMERO EN HACER UN MOVIMIENTO...
...fue el tirano de los mares.
https://youtu.be/CNwvD4ZCwAA
Poseidón, el autoproclamado ser perfecto, se negaba a aceptar la realidad. Con los ojos desorbitados y el rostro contorsionado por la furia, alzó su tridente una vez más, invocando todo el poder del océano.
Toda el agua restante de la arena comenzó a elevarse y a concentrarse en la punta del arma del dios. Se comprimió en una espiral violenta, girando a una velocidad inhumana, hasta formar un taladro colosal de agua pura, un arma definitiva capaz de perforar el mismo cielo.
Poseidón dio un par de pasos hacia atrás, girando su tridente con una velocidad vertiginosa. El taladro de agua cobró vida, destruyendo todo a su paso, dejando un rastro de devastación absoluta.
¡¡¡Cloris Euriale Deméter: La Tempestad Suprema del Soberano del Mar!!!
Los dioses en las gradas gritaron de emoción. Los humanos contuvieron la respiración.
Pero entonces...
El mundo se volvió gris.
Desde la oscuridad más profunda, surgió una presencia que apagó toda la luz del Valhalla.
Yami alzó su espada en lo alto, y la negrura de su magia se expandió como una sombra viviente, cubriendo todo el coliseo. Su ojo visible brilló intensamente en un tono celeste, y de la penumbra emergieron una bandada de cuervos, surcando los cielos como heraldos de la muerte.
¡¡¡Zona de Mana: ACTIVADAD!!!
El filo de la espada del humano comenzó a elevarse.
Creció.
Creció aún más, superando la altura del coliseo, una hoja descomunal envuelta en una negrura infinita.
Los espectadores quedaron paralizados por la escena. Era como si el mismo abismo hubiera cobrado forma en un arma.
Y entonces...
Yami:—Cállate de una vez.
Con un rugido de poder absoluto, Yami balanceó su espada hacia abajo.
Yami Mahō "Yamimatoi Jigengiri"!!!
¡¡¡Magia de Oscuridad Manto-Oscuro: Corte Dimensional!!!
El aire se desgarró. Un corte monumental descendió con la furia de un dios vengador.
El taladro de Poseidón se partió en dos mitades perfectas.
El impacto resonó en todo el Valhalla, y en el instante en que la técnica de Poseidón fue destruida, su armadura divina se resquebrajó. Los fragmentos volaron en todas direcciones, cayendo lentamente como si el tiempo se hubiera detenido.
Los ojos del dios se pusieron en blanco. La perfección que tanto proclamaba se había roto en mil pedazos.
Con sus últimas fuerzas, Poseidón murmuró unas palabras, su voz temblorosa por la humillación final:
Poseidon:—Maldito pedazo de mierda...
Pero antes de que pudiera decir algo más...
Su cuerpo fue partido en dos.
Las mitades se separaron con una precisión absoluta, cayendo a la arena con un sonido seco. La sangre del dios manchó la sagrada tierra del Valhalla.
El silencio reinó por un instante.
Y entonces...
Los humanos se pusieron de pie al unísono.
Un rugido de celebración sacudió el coliseo.
Humanos:—¡GANAMOS! ¡GANAMOS! —gritaban, entre lágrimas de emoción y alaridos de júbilo. La humanidad había conseguido su primera victoria.
Heimdall, aún en shock, tardó un momento en reaccionar. Su boca temblaba, su corazón latía con fuerza... pero entonces tomó su cuerno, lo llevó a sus labios y habló:
Heindall:—¡EL GANADOR ES YAMI SUKEHIRO, REPRESENTANTE DE LA HUMANIDAD!
Los humanos estallaron en vítores. Los Black Bulls gritaron el nombre de su capitán con lágrimas en los ojos. Los dioses, en cambio, estaban congelados. No podían creer lo que acababan de presenciar.
La marea había cambiado.
Y la humanidad... estaba lejos de rendirse.
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Yami Sukehiro vs Poseidon
Ganador: Yami Sukehiro
Tecnica Final: Yami Mahō "Yamimatoi Jigengiri"!!!
duración del encuentro: 31 Minutos y 29 Segundos
Dioses: 2
Humanos: 1
Perdonen la demora por terminar la pelea es que ya entre a mis clases en la universidad y el tiempo libre es corto pero créanme este fic no lo cancelare
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