Apogeo


Por segunda vez, la humanidad sufrió la desesperación de la derrota.

El Valhalla quedó en un absoluto silencio. La muerte de Escanor había dejado una profunda marca en los corazones de todos los presentes, tanto humanos como dioses. El sol que había brillado con tanta intensidad en la arena, ahora se apagaba, pero su legado seguía ardiendo en el espíritu de los humanos.

Los dioses permanecieron en silencio, observando con una mezcla de respeto y algo más profundo: una incomodidad al ver cómo los humanos, tras perder a su campeón, no se dejaban vencer.

En las gradas humanas, un cambio comenzó a ocurrir. Aunque las lágrimas seguían cayendo, una nueva fuerza se levantó de entre la multitud. Uno a uno, los humanos comenzaron a ponerse de pie. El gesto comenzó en las filas más cercanas al suelo, pero rápidamente se extendió a todos. El puño izquierdo en el pecho, un símbolo de respeto y honor hacia el sacrificio de Escanor, y el puño derecho levantado hacia el cielo en una señal de desafío, como si estuvieran transmitiendo un mensaje al universo, al mismo Sol, y a todos los dioses.

A medida que más humanos se ponían de pie, las imágenes de Barba Blanca y Escanor comenzaron a proyectarse en el aire, gigantes y luminosas, con los puños extendidos hacia arriba, como si estuvieran empoderando a la humanidad desde más allá de la muerte. Era como si los dos guerreros, aunque caídos, estuvieran transmitiendo un mensaje claro y fuerte.

La figura de Barba Blanca, con su sonrisa desafiante, apareció en lo alto del coliseo. Con el brazo extendido y el puño firme, él, el hombre que luchó hasta el último de sus alientos por su tripulación, le decía a los humanos:

Barba blanca:—¡El sol nunca se apaga! ¡Nunca dejen de pelear, aunque el camino sea difícil! ¡Porque en el corazón de cada uno de ustedes arde un fuego más fuerte que cualquier dios!

Escanor apareció al lado de Barba Blanca, su rostro ahora lleno de dignidad. Con el mismo gesto de levantamiento de brazo, él también transmitía un mensaje, esta vez con una expresión tranquila y llena de amor:

Escanor:—Confíen en ustedes mismos.—dijo su imagen, **su voz resonando en cada rincón del Valhalla—. Aunque me haya ido, mi luz sigue con ustedes. Siempre puede haber sol después de la oscuridad. Cuando un ser humano se enfrenta a su destino con el corazón lleno de coraje, incluso los dioses deben temer.

El público humano, ahora completamente unido en una sola idea, no podía más que seguir el ejemplo de estos gigantes caídos. Con sus puños alzados hacia el cielo, todos en las gradas levantaron la cabeza, y un grito de "¡Sí!" comenzó a retumbar por todo el coliseo. El poder de Escanor, el sacrificio de Barba Blanca, y la fuerza de los humanos se fundieron en un grito de determinación.

En ese momento, los dioses observaron con asombro y algo más: respeto. Ellos, que creían tener el control total, vieron cómo los humanos, aún con su campeón caído, se mantenían firmes, desafiando lo que había sido un destino sellado.

Shiva, quien había estado observando el espectáculo, se levantó con dificultad. Sus ojos, usualmente llenos de arrogancia y desdén, ahora reflejaban un respeto genuino. La admiración por los humanos era palpable en su mirada.

Shiva:—¿Quién hubiera pensado?—murmuró Shiva para sí mismo, mientras los humanos en las gradas seguían levantando los puños. ¿Quién hubiera pensado que después de todo, el sol de Escanor no solo iluminaba el Valhalla, sino que encendía el corazón de todos los que estaban dispuestos a luchar?

Heindall:—AL FINAL DE ESTE FEROZ ENFRENTAMIENTO, EL ÚLTIMO QUE QUEDA EN PIE ES ESTE HOMBRE—anunció Heimdall—. EL PODEROSO DESTRUCTOR DEL SVARGA... ¡¡¡SHIVAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

El destructor se puso de pie alzando su puño al cielo mientras tenia los ojos cerrados y una sonrisa en su rostro.

Los dioses estallaron en vítores mientras el destructor era evacuado por los servicios médicos lejos de la arena a toda velocidad.

Vítores, gritos y demás conmemoraciones y agradecimientos a la memoria del humano original resonaron por el Valhalla mientras Shiva era llevado al túnel de salida y se adentraba en la oscuridad.

En las gradas divinas, los dioses mayores comenzaron a intercambiar miradas. Algunos, como Vishnu y Brahma, fruncieron el ceño, comprendiendo que este evento era más que una simple batalla entre dioses y humanos. El sacrificio de Escanor había sembrado una semilla que ya no podía ser ignorada.

El Valhalla entero, en ese momento, entendió algo crucial: aunque los dioses pudieran poseer el poder y la inmortalidad, la verdadera fuerza de la humanidad no residía en la pura fuerza física, sino en la voluntad indomable, la unidad y el amor. Ese amor que Escanor había protegido hasta su último aliento, ese amor por la humanidad y por los seres queridos, que trascendía incluso la muerte.

La batalla había terminado, pero el mensaje estaba claro. Los humanos, inspirados por el sacrificio de sus héroes, habían demostrado que aunque caigan, siempre se levantan. El sol nunca se apaga, porque el espíritu humano es inquebrantable.

Shiva:—Un buen hombre... siempre tiene buena compañía...—murmuró.

Entonces, la camilla en la que era transportado por el personal de enfermería se detuvo en seco. El destructor levantó cansadamente la vista, encontrándose con un viejo amigo.

Rudra:—Hey...—saludó el dios de la tormenta, rascándose la cabeza con nerviosismo.

Shiva:—Rud...—Shiva se desmoronó nuevamente, con su cuerpo casi consumido en su totalidad por el fuego. Rudra se paró a su lado, a pesar de las quejas e insistencias del personal médico.

Rudra:—Veo que eres tan imprudente como siempre, jefe—dijo con una sonrisa.

Shiva:—¿Y de quién es la culpa... compañero...?—respondió el destructor, con una lágrima de alegría saliéndole de uno de los pocos ojos que le quedaban.

El resto de viejos rivales de Shiva contemplaron la reunión desde una distancia prudente, un par de metros por detrás de Rudra.

Brahma:—Me sorprende que pueda siquiera sonreír cuando se ve tan destrozado—reconoció Brahma.

Varna:—¿No ha sido así siempre?—cuestionó Varna.

Agni:—Simplemente un tonto—asintió Agni.

Vishnu:—Viejo, no es fácil cuidar de un torpe como él—señaló Vishnu.

Indra:—Je...—Indra se sacó su cigarrillo de la boca—. Es más como un mocoso.

Entonces, una serie de pasos resonaron por el pasillo, haciendo que todos los dioses se volviesen hacia el pequeño anciano que se aproximaba desde la oscuridad.

Zeus:—Parece que has recibido una buena paliza, ¿no, Shiva? El destructor de mundos se volvió con dificultad hacia Zeus.

Shiva:—Sí... si soy honesto contigo... fue bastante salvaje—murmuró—. Yo... apenas pude soportarlo.

Apretó el único puño que le quedaba, mientras recordaba con aire sombrío la verdadera paliza que le había propinado Escanor.

Shiva:—Oye, abuelo...

Zeus:—¿Hm?

Shiva extendió su brazo, como si quisiese chocar puños con el anciano.

Shiva:—Los humanos... son ridículamente buenos. El destructor sonrió casi sin vida, lo que hizo que Zeus estallase en carcajadas.

Zeus:—No dirás que no te lo advertí—rió—. Parece ser... que es un hecho innegable.

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El Valhalla seguía vibrando con la emoción del último enfrentamiento entre Escanor y Shiva, pero en una zona apartada, Geir corría con el corazón desbordado de angustia. Sus pasos eran torpes, tropezando y cayendo varias veces, pero cada vez que caía, se levantaba con más determinación. Las lágrimas caían por su rostro mientras su mente intentaba procesar la amarga derrota de Escanor. La humanidad había perdido a su campeón, y lo peor de todo, su hermana mayor había sufrido la misma suerte, la misma tragedia que parecía seguirlas a todas.

Finalmente, Geir llegó a la sala de los Registros Akáshicos. Con un golpe brusco, abrió las puertas, y lo que encontró allí fue algo que la dejó helada por un instante. En el centro de la habitación, sobre una mesa, su hermana mayor, Brunhilde, estaba sentada. Su rostro estaba sombrío, su mirada perdida, y aunque su cuerpo permanecía erguido, su alma parecía estar ausente.

Geir:—¡¿Qué significa esto, hermana Hilde?!—exigió saber.

Brunhilde no se movió cuando Geir entró, como si su presencia no la perturbara en lo más mínimo. El lugar estaba lleno de tomos y registros flotantes, pero su hermana no los miraba. En cambio, estaba comiendo pasteles extraños, pasteles de regaliz agrio, una delicia que había traído consigo para calmar su furia interna. 

El rostro de Brunhilde estaba marcado por la ira y el dolor, pero sus movimientos, como si intentara ahogar su frustración en la comida, solo servían para hacerla parecer más rota.

Geir, con el corazón palpitante, no pudo contenerse y se acercó rápidamente. Sus palabras salieron de su boca como un torrente, llenas de dolor y recriminación.

Geir:—¡¿Cómo pudiste perder, Brunhilde?!—gritó Geir, su voz temblando de emoción—. ¡Escanor lo dio todo, y nosotros... ¡nosotros fallamos! ¡¿Por qué?!

Brunhilde no respondió de inmediato. Su mirada seguía fija en la mesa, y mientras comía otro pastel de regaliz agrio, su rostro se distorsionaba en una expresión de desesperación. No parecía notar la angustia de su hermana menor.

Geir se acercó aún más, sus lágrimas caían con más fuerza. Su hermana había sido su modelo a seguir, la valquiria más fuerte y respetada de todas, pero en ese momento, no podía reconocerla. La valentía de Brunhilde parecía haber desaparecido por completo. La derrota de Reginleif, la caída de Escanor, todo parecía haberse acumulado y Brunhilde se ahogaba en su propio dolor.

Finalmente, Brunhilde levantó la vista lentamente, y en sus ojos se reflejaba un vacío profundo.

Brunhilde:—¿Qué quieres que te diga, Geir?—respondió, su voz rota pero tranquila—. ¿Qué fue mi culpa? ¿Qué si hubiera hecho algo diferente, las cosas habrían sido distintas?

Geir la miró con furia, pero también con una profunda tristeza. Brunhilde siempre había sido el pilar de las valquirias, pero ahora parecía estar al borde del colapso. El fracaso, el dolor, la impotencia, todo había caído sobre ella.

Geir:—¡No es eso!—gritó Geir, acercándose y tomando las manos de su hermana—. ¡Nosotros somos las valquirias! ¡Nosotros somos los que luchan por los humanos! ¡¿Cómo puedes dejarte vencer por esto?!

Brunhilde cerró los ojos, y por un momento, Geir pensó que no había respuesta, que su hermana había perdido toda su humanidad. Pero entonces, en un susurro apenas audible, Brunhilde habló:

Brunhilde:—Porque ya no sé quién soy, Geir...—dijo, su voz apagada. —Me prometí a mí misma que nunca fallaría, que sería la que los llevara a la victoria. Pero... ¿Qué soy ahora? ¿Qué hago cuando no hay más lucha?

Una nueva voz habló a sus espaldas:

???:—Geir, calmante.

La menor se dio la vuelta y vio a su segunda hermana mayor: Una mujer alta y delgada de largo cabello color azul oscuro el cual tenia un flequillo peinado que cubría su ojo derecho con una larga trenza que desde el lado izquierdo de su cabeza hasta su cintura. Usa una gorra de guarnición en la cabeza y una chaqueta militar con corsé sin tirantes y jeans de color blanco con unas largas botas militares y rodilleras de metal.

SEGUNDA DE LAS HERMANAS VALQUIRIAS: HRIST

La joven comenzó a temblar.

Geir:—Hermana Hrist... tú también lo viste, ¿verdad? Las vendas estaban ilesas, ¿no? ¡¿Entonces por qué?! ¡¿Por qué desapareció la hermana Leif?!

Hrist bajó la mirada.

Hrist:—Geir, el Völundr no sólo consiste en convertirse en un arma—explicó—. Es una técnica donde el humano y la valquiria se vuelven uno. En otras palabras, se confían todo el uno al otro. Luchan como uno, y también mueren como uno.

Las palabras cayeron sobre Geir como un balde de agua fría, diluyendo su furia y reemplazándola por una profunda aflicción. Su hermana le abrazó con delicadeza.

Hrist—No llores—pidió—. Leif era consciente del... tipo de batalla al que nos estamos enfrentando.

Geir—Pero... ni siquiera pude despedirme...—sollozó la joven—. No pude hacer nada por ella...

Hrist—Geir...de pronto las venas se marcaron con fuerza en los brazos de la mayor cosa que noto la menor.

Geir—Hermana Hrist... ¡Me estás aplastando! Los brazos de la segunda hermana estaban fuertemente sujetos a Geir y la presionaban con violencia contra su cuerpo.

Geir:—Hermana Hrist, qué fuerza... La mayor de las dos valquirias se mordía el labio inferior intentando contener sus rugidos de ira mientas las venas de su rostro se hinchaban y una mirada asesina se apoderaba de sus ojos.

Hrist—¡Putos bastardos!—exclamó—. ¡Voy por ustedes! Geir abrió los ojos de par en par, mientras a duras penas conseguía zafarse del agarre de su hermana.

Geir:—"Casi lo olvido"—pensó—. "Los dos poderes qué hay dentro del cuerpo de la hermana Hrist, dos mitades del mismo cuerpo"

HRIST

La traducción de su nombre es...

LA QUE TIEMBLA Y LA QUE RUGE

Geir:—Por favor cálmate, hermana Hrist...—pidió la menor a la desesperada hermana mayor.

Entonces un extrañó sonido llamó la atención de ambas valquirias, un sonido de masticación.

Al volverse hacia atrás, ambas hermanas observaron Brunhilde, quien furiosamente devoraba decenas y decenas de platos de un extraño postre similar a un pastel.

Brunhilde:—¡¡Puto Bastardo morado vago de mierda!!—gritaba la mayor de las valquirias, con la boca llena a más no poder—. ¡¡Arruinó mi as bajo la manga!!

Geir miró con horror a su hermana, más preocupada por lo que comía que por cómo lo hacía.

Geir:—"Ah... ella empezó a comer esos pasteles especiales de salmiak"—pensó—. "¡¡Eso significa que en estos momentos la hermana Hilde está súper estresada!!"

(¡Por cierto, esos pasteles están hechos especialmente por la hermana Hilde y saben increíblemente mal!)

Mientras seguía comiendo sin freno, Brunhild pensaba seriamente en cuál sería su siguiente movimiento.

Brunhilde:—"Si perdemos el siguiente... tenemos que evitar que eso pase"—se dijo a sí misma—. "¡¡Sin importar cómo!!"

Brunhilde, apenas comenzando a recomponerse tras el choque emocional de la pérdida de Escanor y Reginleif, sintió una vibración en su celular. Lo sacó con rapidez, su rostro aún cubierto de tensión. Al leer el mensaje, sus ojos se abrieron de par en par, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.

Brunhilde:—No puede ser...—susurró, mientras su mente procesaba lo que acababa de leer.

Geir, al notar el cambio en la expresión de su hermana, se acercó rápidamente, todavía con lágrimas en los ojos pero ahora más preocupada por la reacción de Brunhilde.

Geir:—¿Qué ocurre, hermana? ¿Qué pasó?—preguntó Geir, su voz llena de inquietud.

Brunhilde miró el mensaje una vez más, como si esperara que las palabras cambiaran mágicamente. Pero ahí estaba, claro como el día:

Brunhilde:—El tercer luchador de los dioses es... Poseidón.

Geir dio un paso atrás, su rostro reflejando el impacto del nombre.

Geir:—¡¡Justo después de Shiva va Lord Poseidón!!

Hrist se volvió hacía Brunhilde.

Hrist:—Parece que nos están poniendo entre la espada y la pared...

Geir:—Poseidón... el dios del mar...—murmuró, mientras su cuerpo temblaba ligeramente. —Es uno de los dioses más despiadados... un ser que no tiene compasión, ni debilidades.

Brunhilde empezó a teclear y revisar sus archivos frenéticamente.

Geir—Poseidón es el hermano mayor de Zeus, ¿verdad?—seguía diciendo la hermana menor—. ¿Me estás escuchando? Si seguimos a este ritmo ¿no seremos completamente masacradas por los dioses? Hey, estás...

Brunhilde:—Geir—la detuvo Brunhilde, con un tono excesivamente dulce—. ¿Te importaría cerrar la boquita antes de que te arranque la cabecita? La joven ahogó un grito de terror mientras retrocedía hasta dónde Hrist y se aferraba a ella.

Geir:—Cla... ¡¡¡Claro!!! "¡¡¿Cómo puede decir eso con una sonrisa en la cara?!!"—se preguntó—. "Aunque... no se compara con los cambios de personalidad de la hermana Hrist"

Brunhilde:—"Hemos sido arrinconados demasiado rápido"—pensaba—. "¿Quién? ¿Quién podría? ¡¿Quién podría enfrentarse a ese dios, conocido como El Zeus de los Mares?!"

Con un movimiento frenético, Brunhilde comenzó a buscar entre los registros Akáshicos.

Brunhilde:—No, no, no...—murmuró, pasando imagen tras imagen en la pantalla proyectada frente a ella. Cada nombre que aparecía parecía no ser suficiente para enfrentar a Poseidón.

Geir, al ver la desesperación de su hermana, trató de calmarla, aunque su propia voz temblaba.

Geir:—Hermana, ¿Qué estás buscando? ¡Debemos encontrar a alguien fuerte, alguien que pueda enfrentarlo!

Brunhilde apenas escuchaba, su atención completamente absorbida en la búsqueda. Nombre tras nombre aparecía en la pantalla, pero ninguno parecía ser suficiente.

—Esdeath... Demasiado impulsiva.

—Ichigo Kurosaki... Tal Vez.

—Madara Uchiha... Demasiado arrogante, podría subestimarlo.

Brunhilde pasaba los nombres rápidamente, descartando cada uno casi al instante. Su desesperación aumentaba con cada elección que parecía insuficiente.

Brunhilde:—¡Maldita sea! ¡Tiene que haber alguien!—exclamó, golpeando la mesa con frustración.

Geir se acercó nuevamente, colocando una mano en el hombro de su hermana.

Geir:—Hermana, por favor... detente un momento. Si eliges al azar, podríamos perder otra vez. ¡Piensa con claridad!

Brunhilde levantó la mirada, sus ojos mostrando una mezcla de furia, desesperación y agotamiento.

Brunhilde:—¿Claridad? ¿Cómo puedo pensar con claridad cuando cada segundo que pasa acerca a la humanidad a su fin?—respondió, su voz cargada de emoción. —Poseidón no es un dios cualquiera, Geir. Es una fuerza inhumana. Si no encuentro al guerrero perfecto para enfrentarlo, será el fin... otra derrota.

Geir apretó los labios, incapaz de contradecir las palabras de su hermana. La presión era inmensa, y ambas lo sabían.

En ese momento, la pantalla proyectada comenzó a mostrar más nombres, uno tras otro, mientras Brunhilde seguía buscando frenéticamente. La lista de posibles guerreros humanos disminuía con cada elección descartada, y el tiempo se agotaba rápidamente.

Finalmente, Brunhilde se detuvo, su mano temblando sobre un nombre que acababa de aparecer. El rostro proyectado era el de un hombre, y su presencia era imponente, incluso en una simple imagen.

Brunhilde:—Tal vez... él.—dijo Brunhilde, con un tono de duda y esperanza mezclados. —Pero incluso él... ¿será suficiente?

Geir, acercándose para mirar la pantalla, observó el rostro del posible guerrero y sintió un escalofrío.

Geir:—Hermana, ¿estás segura?—preguntó, aunque sabía que Brunhilde no tenía tiempo para dudar.

Brunhilde cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de calmar su mente por un momento.

Brunhilde:—No estoy segura de nada, Geir. Pero... no tenemos otra opción. Este humano podría ser nuestra única esperanza.

Geir asintió lentamente, sabiendo que el destino de la humanidad dependía ahora de esta elección. Mientras las puertas del Valhalla se preparaban para abrirse una vez más, el mundo entero contuvo el aliento, esperando ver quién sería el próximo guerrero humano en enfrentarse al dios del mar, Poseidón.

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El estadio entero se encontraba a la expectativa del siguiente participante, murmullos y conversaciones resonaban por todos los rincones del coliseo.

Dios x:—¡Eso fue jodidamente increíble!—dijo un dios—. ¡Y más considerando que ese muchacho era humano!

Otro dios apretó el puño derecho con emoción.

Dios x 2:—Tienes razón. ¡Han pasado muchos milenios desde que no me sentía tan emocionado! ¡Tengo muchas ganas de ver la siguiente pelea!

El primer dios se volvió hacia el campo de batalla.

Dios x 1:—Aunque... la arena está un poco cambiada.

El Valhalla entero había cambiado drásticamente, como si los dioses hubieran decidido reflejar el dominio absoluto del próximo combatiente divino. Una brisa marina soplaba suavemente por todo el coliseo, y el aire estaba impregnado del aroma salado del océano. El agua cubría toda la arena, convirtiéndola en un vasto mar que reflejaba el cielo sobre el Valhalla.

En el centro de la arena, un círculo sólido y perfectamente tallado de piedra flotaba, creando una gran plataforma circular. Allí, los contendientes se enfrentarían, rodeados por el inmenso océano. Gaviotas y otras aves marinas sobrevolaban la arena, su presencia intensificando la atmósfera marinera que ahora dominaba el lugar.

Dios x 1:—¡Es un cambio muy drástico!

El dios metió la mano en el agua y luego se llevó los dedos a la boca pero luego la escupió.

Dios x 2:—Pfffft, está salada. Esto es agua de mar.

Su compañero lo miró extrañado.

Dios x 1:—¿Agua de.....?

Dios x 2:—¿Mar?

Dios x 1:—¡Eso quiere decir que!

Dios x 2:—¡Esa persona es.......

El nerviosismo comenzó a apoderarse de los dioses.

Dios x 1:—El próximo luchador es...

Heimdall, fiel a su deber, se encontraba en uno de los barandales superiores, sosteniendo su legendario cuerno. El cuerno brillaba bajo la luz del sol, y el sonido del agua golpeando suavemente los bordes de la plataforma daba una serenidad engañosa al escenario.

Los dioses y los humanos estaban completamente cautivados por la transformación de la arena, y la tensión en el aire era palpable. La tercera ronda del Ragnarok estaba a punto de comenzar, y nadie podía predecir qué iba a ocurrir.

Heimdall levantó su cuerno al aire, su rostro lleno de emoción mientras miraba a los espectadores con ojos brillantes.

Heindall:—¡Damas y caballeros, dioses y humanos! ¡Bienvenidos a la tercera ronda del Ragnarok!—anunció, su voz resonando por todo el coliseo—. Tras dos batallas legendarias que nos han hecho llorar, gritar y temblar, hemos llegado al siguiente enfrentamiento, donde el destino de la humanidad sigue colgando de un hilo.

El público humano, aunque todavía dolido por la muerte de Escanor, comenzó a levantarse de sus asientos, animados por el anuncio. Los gritos de esperanza comenzaron a llenar el aire, y algunos alzaron sus puños en señal de apoyo.

Heimdall continuó con su discurso, moviéndose por el barandal con un entusiasmo imparable.

Heindall:—¡Esta vez, el campo de batalla ha cambiado!—dijo, señalando la arena llena de agua—. ¡El dios que veremos en esta ronda ha reclamado su dominio absoluto sobre este lugar! ¡Y ahora, el Valhalla es un océano infinito, donde solo los más fuertes pueden sobrevivir!

Los dioses en las gradas comenzaron a rugir de emoción, anticipando la entrada de su campeón.

¡Sin más preámbulos!—gritó Heimdall, alzando su cuerno con ambas manos—. ¡Es hora de presentar a los contendientes de la tercera ronda!

El público entero contuvo la respiración, esperando con ansias la entrada del primer luchador. El agua en la arena parecía ondular con una fuerza invisible, como si respondiera a la energía que estaba a punto de desatarse.

La tercera ronda del Ragnarok estaba a punto de comenzar, y el Valhalla entero se preparaba para presenciar otro enfrentamiento épico.

Heindall señalo a la puerta del lado divino:

Heindall:—¡¡EN EL LADO DE LOS DIOSES!! NO APRECIA A LOS PATÉTICOS HUMANOS... PODRÍAMOS INCLUSO DECIR QUE LE GUSTA PONERLOS A PRUEBA.

https://youtu.be/uWWxKaXwdLU

El ambiente en la arena cambió al instante. Una de las enormes puertas que conducían al coliseo comenzó a abrirse lentamente, permitiendo que el agua, hasta ese momento retenida detrás de las compuertas, fluyera con fuerza hacia el suelo. Un rugido atronador del agua llenó el Valhalla, y los espectadores miraron con asombro mientras las olas caían por los escalones, dividiéndose en dos corrientes perfectamente simétricas, como si respondieran a una fuerza divina.

Heindall:—¡PERO ESO ES LO QUE DEFINE A UN DIOS! ¡¡LAS PRUEBAS MÁS DURAS Y ESA INDIFERENCIA QUE SIENTE POR LA VIDA FORMAN PARTE DEL REINO DE LOS DIOSES!! ¡¡SIGUE AL PODEROSO SHIVA... Y REPRESENTARÁ A LOS DIOSES EN LA TERCERA RONDA!!

En la cima de esas escaleras, inmóvil como una estatua, se encontraba la figura de Poseidón, el Rey de los Mares.

El dios no hizo ningún movimiento al principio, su presencia era como un maremoto silencioso que intimidaba incluso a los otros dioses. Pero entonces, con un paso firme, Poseidón pisó el primer escalón.

El impacto de ese simple gesto fue monumental. El agua que cubría las escaleras se partió en dos, dejando un camino despejado para su señor. La simetría era perfecta, como si el agua misma se inclinara ante su poder.

Humano x:—Se está separando para él...—murmuraban los humanos.

Heindall:—SI ZEUS ES EL DIOS DEL COSMOS, ESTE HOMBRE GOBIERNA LOS OCÉANOS CON PUÑO DE HIERRO. ¡¡EL SOBERANO DE LOS MARES!!

Poseidón comenzó a caminar hacia la arena con pasos lentos y deliberados, cada uno de ellos irradiando un aura de poder puro y abrumador. Los dioses en las gradas quedaron petrificados, incluso los más ruidosos y arrogantes se quedaron en completo silencio.

Había algo diferente en este dios. No era como Zeus, que rebosaba energía caótica, ni como Shiva, que se alimentaba de emociones desbordantes. Poseidón era la personificación de la calma antes de la tormenta, una presencia fría y aterradora que no necesitaba palabras para imponer respeto.

Heindall:—INCLUSO LOS DIOSES TIEMBLAN DE MIEDO CON SÓLO PENSAR EN PROVOCAR SU IRA... ¡¡EL DIOS MÁS TEMIBLE!! EL SEGUNDO DE LOS TRES HERMANOS DEL OLIMPO. ¡¡TAMBIÉN CONOCIDO COMO EL ZEUS DE LOS MARES!!

Su mirada era lo más inquietante de todo. Sus ojos, de un azul helado con pupilas negras, no mostraban emoción alguna. No había rabia, ni orgullo, ni siquiera interés. Solo una calma siniestra que hacía que cualquiera que lo mirara directamente sintiera un escalofrío recorrer su cuerpo. Era como si esos ojos muertos pudieran perforar el alma.

Los humanos se inclinaron sobre sus asientos.

Humana:—¿Eh...?

Humano:—Debe de ser una broma...

Heindall:—¡¡SU NOMBRE ES...!!

Cuando Poseidón llegó al borde de la plataforma, el agua detrás de él, que se había mantenido dividida, se cerró de golpe, formando una ola masiva que salpicó con fuerza, pero sin tocarlo en absoluto.

Heindall:—¡¡¡POSEIDÓN!!!

¡¡¡POSEIDON: TERCER LUCHADOR DE LOS DIOSES (GRIEGO)!!!

Finalmente, el dios del océano pisó la plataforma circular. Su figura era imponente, un monumento a la perfección divina. Era alto y musculoso, con un físico que parecía esculpido por las olas mismas.

Poseidón llevaba un atuendo que combinaba elegancia y simbolismo marítimo. Su cabello rubio dorado caía de forma perfecta, su piel brillaba con un tono saludable, y su ropa azul oscuro, adornada con detalles dorados, recordaba las profundidades del océano. 

Una gargantilla dorada adornaba su cuello, y sus bíceps estaban rodeados por anillos dorados, mientras guantes sin dedos cubrían sus manos, añadiendo un aire de guerrero disciplinado.

En su mano derecha sostenía su icónico tridente, un arma tan majestuosa como él mismo. El mango del tridente era de un azul oscuro profundo, y las puntas eran de un plateado brillante que reflejaba la luz como si fueran olas. Cerca de las puntas y en la base del tridente, había detalles que imitaban aletas de peces y ruinas de las profundidades del mar, añadiendo un toque místico a su ya aterradora presencia.

Poseidon:—Hmph...—bufó con molestia—. No hay más que basura ante mis ojos.

Heimdall, quien por un momento había quedado sin palabras, se recuperó lo suficiente como para anunciar su entrada.

Heindall:—¡Desde las profundidades del océano, el dios que reina sobre los mares! ¡El hermano mayor de Zeus y hermano menor Hades, el más perfecto entre los dioses!—gritó Heimdall, su voz temblando ligeramente por la emoción. —¡Poseidón, el Rey de los Mares!

En el palco superior Odin miraba seriamente esto sin decir nada mientras sus cuervos se inclinaron llenos de miedo.

El público divino estalló en aplausos y gritos de admiración.

Diosa x:—¡Es Poseidón! ¡No hay duda de que ganará esta batalla!—gritó uno de los dioses menores.

Dios x:—¡Es la perfección misma! ¡No hay un ser en el cosmos que pueda enfrentarlo!—exclamó otro, mientras los humanos miraban con miedo al imponente dios.

Poseidón no reaccionó a los gritos ni a las ovaciones. No saludó, no levantó su tridente, ni mostró emoción alguna. Simplemente caminó hacia el centro de la plataforma, su aura intimidante llenando todo el Valhalla.

Al llegar al centro, clavó su tridente en el suelo, y el agua de la arena onduló con su movimiento, como si toda la arena estuviera respondiendo a su presencia.

Los humanos en las gradas comenzaron a susurrar entre ellos, sus rostros llenos de terror al ver al oponente que su campeón tendría que enfrentar.

En el palco humano, Brunhilde observaba desde las sombras, su rostro marcado por la tensión.

Geir:—Poseidón...—murmuró para sí misma, mientras su mente trabajaba frenéticamente para calcular las posibilidades. —Será como enfrentarse al océano mismo... ¿Quién podrá enfrentarlo?

Geir, de pie junto a su hermana, tragó saliva con fuerza.

Geir:—Hermana... esto no se ve bien.—dijo, su voz temblando.

Brunhilde no respondió, pero sus manos apretaron los bordes de su vestido con fuerza, mostrando que estaba tan preocupada como su hermana menor.

El Valhalla entero estaba en silencio, esperando el momento en que el campeón humano entrara en la arena para enfrentarse al Rey de los Mares.

Poseidón, de pie en el centro de la plataforma, irradiaba una autoridad tan absoluta que incluso los dioses en las gradas, que gritaban y vitoreaban su nombre momentos antes, quedaron en completo silencio. Con una sola mirada fría, el dios del océano había reducido a los mismos inmortales a un estado de rígido temor, sus cuerpos congelados como si fueran estatuas.

Heindall:—¡¡¡Y AHORA EL REPRESENTANTE DE LOS HUMANOS AQUI SE ENCUENTRA!!!

Sin decir una palabra, Poseidón se dio la vuelta, mirando hacia la puerta que conducía a la entrada del campeón humano. El público entero contuvo el aliento, esperando con ansiedad al tercer luchador que representaría a la humanidad en esta ronda decisiva.

Finalmente, las enormes puertas del bando humano comenzaron a abrirse. El agua, como si fuera una criatura viva, fluyó rápidamente hacia la entrada, buscando inundar el área donde se encontraba el próximo contendiente.

Heindall:—¡¡¡¿AQUI LES HAGO UNA PREGUNTA QUIEN ES EL MAGO MAS FUERTE DE LA HISTORIA? SERA ACASO EL PRIMER REY MAGO? !NO¡

Pero entonces, antes de que el agua pudiera alcanzar su objetivo, un destello cortó el aire.

Desde la oscuridad de la entrada, un sonido metálico resonó, seguido de un corte perfecto. Una ola de oscuridad absoluta, desatada por un solo movimiento de espada, salió disparada hacia el agua. La técnica era tan precisa que, al momento de impactar, el agua se dividió en dos, dejando un camino despejado hacia la plataforma.

El público entero quedó atónito.

Diosa x:—¿Qué fue eso...?—susurró una diosa menor, incapaz de comprender lo que acababa de ocurrir.

Poseidón no reaccionó, su expresión seguía siendo seria y carente de emoción, pero sus ojos ahora estaban fijos en la entrada. Observaba con atención mientras una figura comenzó a emerger de las sombras.

https://youtu.be/6Vyu7aFUZvc

Heindall:—SERA ACASO EL LEGENDARIO CAPITAN DE LA ORDEN DEL AMANECER DORADO?

¡NO!

El humano caminaba tranquilamente hacia la arena, con un paso relajado, como si no tuviera prisa alguna. Un cigarro colgaba de sus labios, y de vez en cuando daba una calada, exhalando una nube de humo que se mezclaba con la brisa marina.

Su rostro mostraba un aire de aburrimiento y desinterés, pero al mismo tiempo, sus ojos reflejaban una intensidad que ponía en evidencia que este hombre no era alguien común.

Heindall:—SERA ACASO LA LEGENDARIA LEONA DE FUEGO DE LA ORDEN DE LOS LEONES CARMESIS MEREOLEONA VERMILLON?

¡¡NO!!

Heindall:—SERA ACASO EL PRINCIPE DE LA NACION DEL DIAMANTE EL MAGO Y PRINCIPE DEL VIENTO YUNO GRINBERRYALL?

¡¡¡NO!!!

Heindall:—SERA EL JOVEN CON UNA DETERMINACION FEROZ QUE JAMAS SE RINDE QUE PORTA EN SU INTERIOR EL PODER DE UN DIABLO Y QUE JAMAS SE RINDE PARA PODER CONSEGUIR EL TITULO DEL REY MAGO?

¡NO! ¡¡NO!! ¡¡¡NO!!!

A su lado flotaba un grimorio, un libro rodeado por un aura de oscuridad púrpura profunda que parecía vibrar con energía maliciosa y antigua. El libro giraba lentamente, como si estuviera vivo, y cada página que se movía emitía un ligero resplandor.

Heindall:—SE PREGUNTARAN PORQUE ESTE EXTRANGERO SE ENCUENTRA EN LA CIMA DEL PODER DE ENTRE TODOS LOS MAGOS SERA POR SU MAGIA OSCURA QUE LE PERMITE CORTAR LO QUE SEA INCLUSO EL MISMO ESPACIO?

La figura del humano quedó completamente visible al acercarse más. Era un hombre alto, de gran musculatura, no tan exagerada como la de Escanor o Barba Blanca, pero lo suficientemente marcado como para transmitir una fuerza impresionante. Sus ojos y cabello eran negros como la noche, y su cabello desordenado caía hacia atrás, como si no le importara lo suficiente para arreglarlo.

Heindall:—PARA NADA LA RAZON POR LA QUE ES TAN ADMIRADO ES PORQUE A PESAR DE VENIR DEL OTRO LADO DEL MUNDO GRACIAS A SOLO SU FUERZA SE HIZO CON EL TITULO DE CAPITAN ENCARGADO DE GUIAR Y CRIAR A NUEVOS MAGOS PARA DERROTAR A LOS ENEMIGOS DEL REINO!

En su rostro había una pequeña barba incipiente y un delgado bigote, dándole un aire descuidado pero intimidante. Su atuendo era simple: una remera blanca, pantalones negros, y una capa de cuero marrón que cubría sus muslos exteriores hasta las rodillas, sostenida por un cinturón. En sus pies llevaba botas altas negras, y sobre sus hombros portaba una capa negra con un borde deshilachado que parecía haber sido arrancado en batalla.

Heindall:—EL ACOGIO EN SU ORDEN A FUTURAS PROMESAS QUE FUERON DISCRIMINADOS POR LOS DEMAS Y LE ENSEÑO A TODOS EL QUE SU LEGION SEA CONSIDERADA LA PEOR NO SIGNIFICA QUE SUS MIEMBROS SEAN LOS PEORES DEL TODO ESCALANDO HASTA SER LA MEJOR LEGION DE CABALLERIA DE TODOS!!!

La insignia de un toro, símbolo de su escuadrón, adornaba su capa, y aquellos que lo conocían sabían inmediatamente de quién se trataba.

Era el Capitán de los Toros Negros, un hombre famoso por su fuerza, su habilidad con la espada, y su magia oscura.

Heindall:—INCLUSO EN LA DERROTA MAS CERCANA EL SIGUE SUPERANDO SUS LIMITES SIN RENDIRSE NUNCA!!!

Los humanos en las gradas observaron en silencio al tercer luchador, algunos reconociendo su figura y otros preguntándose quién era este hombre que irradiaba un aura tan peculiar. El público divino, por otro lado, quedó dividido entre el desprecio y la intriga.

Heimdall, con una mezcla de asombro y emoción, alzó su cuerno para anunciar al luchador humano.

Heindall:—DAMAS Y CABALLEROS DIOSES Y DIOSAS EL TERCER LUCHADOR DE LA HUMANIDAD ES!!! hizo una pausa, alzando su brazo hacia el —¡EL CAPITAN DE LOS TOROS NEGROS EL PORTADOR DE LA MAGIA OSCURA ES YAMI SUKEHIRO!!!

¡¡¡TERCER LUCHADOR HUMANO: YAMI SUKEHIRO (Universo: Black Clover)!!!

Yami llegó al borde de la plataforma, dando una última calada a su cigarro antes de tirarlo al suelo y aplastarlo con su bota. Con un movimiento casual, desenvainó su katana, cuyo filo brillaba con un aura oscura que parecía absorber la luz a su alrededor.

Yami:—Tch.—dijo, en su típico tono relajado pero despreocupado—. ¿Así que tú eres el siguiente?

Poseidón no respondió, simplemente lo observó con su fría mirada, como si estuviera evaluando al humano.

Yami sonrió levemente, inclinando la cabeza hacia un lado.

Yami:—Un dios con cara de muerto. Esto será divertido.—dijo, apuntando su espada hacia Poseidón.

El público entero estalló en gritos y murmullos, mientras los dos guerreros se enfrentaban con miradas cargadas de intención asesina. El Valhalla estaba a punto de presenciar un combate entre el Rey de los Mares y el Capitán de los Toros Negros.

En el palco humano, Brunhilde respiró profundamente, observando a Yami con preocupación. Este hombre no seguía reglas, no tenía un estilo predecible, y su personalidad era impredecible. Pero también sabía que era alguien que nunca retrocedía, no importaba cuán grande fuera la amenaza.

Geir por su parte miraba preocupada la arena diciendo:

Geir:—Por favor, Yami... no pierdas.—murmuro, apretando los puños mientras la batalla estaba a punto de comenzar.

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En las gradas humanas, entre la multitud ansiosa por el inicio de la batalla, destacaba una figura llamativa. Sentado en un trono improvisado adornado con símbolos de tréboles y oro, un hombre robusto, con cabello rubio y un bigote cuidadosamente cuidado, observaba la arena con un rostro lleno de desdén. Augustus Kira Clover XIII, el actual rey del Reino del Trébol, estaba visiblemente molesto.

El rey vestía atuendos propios de su posición, una túnica real adornada con patrones dorados y verdes, y una corona que parecía demasiado grande para su cabeza. Sus ojos reflejaban frustración y desprecio, y no intentaba ocultar su disgusto ante la elección del representante de su mundo.

Augustus:—¡Esto es una burla!—exclamó Augustus, levantándose de su asiento y agitando las manos de forma dramática—. ¡¿De todos los grandes guerreros que hay en nuestro glorioso reino, eligieron a ese sucio plebeyo extranjero?! ¡Esto es un insulto a nuestra nación.

¡¡Augustus kira el actual rey trebol: espectador de la humanidad!!!

El murmullo entre los humanos aumentó, algunos apoyando las palabras del rey, pero la mayoría permanecía en silencio, viendo cómo se desarrollaba la situación.

Antes de que Augustus pudiera continuar con sus quejas, una serie de figuras imponentes comenzaron a rodear el área, presencias que hicieron que el rey tragara saliva y se encogiera ligeramente en su trono.

Eran los Capitanes de las Órdenes Mágicas del Reino del Trébol.

Primero llegó Rill Boismortier, el capitán de los Ciervos Celestes. Un joven de cabello azul desordenado, con una sonrisa despreocupada y una energía contagiosa, se colocó junto al trono improvisado. A pesar de su apariencia relajada, sus ojos reflejaban un profundo respeto por Yami.

Rill:—¿Un plebeyo extranjero?—preguntó Rill, con una risa tranquila—. Rey Augustus, si conocieras siquiera una décima parte de lo que Yami puede hacer, ni siquiera te atreverías a abrir la boca.

¡¡¡Rill Boismortier capitan de los ciervos celestes: espectador de la humanidad!!!

Charlotte Roselei, la capitana de las Rosas Azules, llegó poco después. Su elegante figura y su cabello rubio cuidadosamente atado contrastaban con la seriedad de su expresión. Con una mirada fría, se posicionó detrás de Rill, ignorando por completo la presencia del rey.

Charlotte:—Yami es... único.—dijo Charlotte, su voz serena pero firme—. Nadie más tiene su fuerza, su temple, y su capacidad para adaptarse a cualquier situación. Si alguien puede enfrentar a ese dios, es él.

¡¡¡Charlotte Roselei capitana de las rosas azules: espectadora de la humanidad!!!

Fuegoleon Vermillion, capitán de los Leones Carmesí, se acercó con paso firme, acompañado de su hermana, Mereoleona, una guerrera feroz cuyo aura intimidante por sí sola hizo que Augustus se encogiera aún más en su asiento. Ambos irradiaban un aire de confianza y poder absoluto.

Fuegoleon:—Rey Augustus,—dijo Fuegoleon, con un tono que bordeaba la formalidad y la amenaza—, ¿acaso dudas de nuestras decisiones? Yami Sukehiro es el hombre más adecuado para esta batalla. Si fuera necesario, pondría mi vida en sus manos.

¡¡¡Fuegoleon capitán de los leones carmesís: espectador de la humanidad!!!

Mereoleona, con una sonrisa feroz, cruzó los brazos y añadió:

Mereoleona:—Yo pondría algo más que mi vida. Ese bastardo puede ser un idiota, pero sabe cómo pelear. Mejor guarda tus palabras, "rey".

¡¡¡Mereoleona Vermillon la leona en llamas: espectadora de la humanidad!!!

Dorothy Unsworth, la capitana de los Pavos Reales Coral, apareció a continuación, su figura aparentemente despreocupada, pero con una mirada astuta que mostraba que estaba analizando cada detalle.

¡¡¡Dorothy Unsworth capitana de los pavos reales coral: espectadora de la humanidad!!!

William Vangeance, capitán del Amanecer Dorado, llegó en silencio, colocándose en un lugar estratégico junto al grupo. Su máscara dorada brillaba bajo la luz, y aunque no dijo nada, su presencia era suficiente para respaldar a los demás capitanes.

¡¡¡William Vangeance: Capitan del amanecer dorado: Espectador de la humanidad!!!

Jack el Destripador, capitán de la Mantis Religiosa Verde, se unió al grupo con una sonrisa torcida y una mirada salvaje, pasando la lengua por los labios como si estuviera disfrutando de la incomodidad del rey.

Jack:—Tch.—Jack se burló, sin dirigir directamente sus palabras al rey—. ¿Quién necesita títulos o nobleza cuando tienes una espada y agallas como las de Yami? Ese tipo es un monstruo, en el buen sentido.

¡¡¡Jack the Ripper: Capitan de las mantis religiosas verdes: Espectador de la humanidad!!!

Gueldre Poizot, el capitán de las Morsas Púrpuras, llegó con su actitud usualmente astuta, pero incluso él no podía negar el respeto que Yami había ganado entre ellos.

¡¡¡Gueldre Poizot Capitan de las morsas purpuras: Espectador de la humanidad!!!

El grupo completo de capitanes estaba reunido, rodeando al trono del rey. Augustus, ahora claramente intimidado, intentó recuperar algo de dignidad.

Augustus:—Yo solo... solo estoy diciendo que podría haber mejores opciones...—balbuceó, sin atreverse a mirar directamente a ninguno de los capitanes.

Nozel Silva el capitan de las aguilas plateadas lo interrumpió, con una voz firme pero calmada.

Nozel:—No, Rey Augustus. No las hay.

¡¡¡Nozel Silva capitán de las águilas plateadas: Espectador de la humanidad!!!

El silencio cayó sobre el área, mientras los capitanes miraban con confianza hacia la arena. Yami Sukehiro, el hombre que muchos considerarían poco ortodoxo, era sin duda el mejor guerrero que la humanidad podría haber enviado contra Poseidón.

En el centro de la plataforma circular, Yami Sukehiro miraba directamente a Poseidón, su actitud despreocupada contrastaba con la tensión que llenaba el Valhalla. Con un cigarro nuevo colgando de sus labios, el Capitán de los Toros Negros dejó escapar una bocanada de humo mientras su mirada afilada analizaba al Rey de los Mares.

Yami:—Hey, Dios del Mar,—dijo Yami, su voz tranquila y con un tono burlón—. ¿Siempre eres tan callado, o solo te intimida un simple humano como yo?

Poseidón no respondió, ni siquiera mostró una pizca de interés en las palabras del humano. Su mirada seguía fija en el horizonte, como si Yami ni siquiera existiera.

Yami sonrió ligeramente, inclinado su cabeza hacia un lado.

Yami:—Tch. No eres muy de hablar, ¿eh? Perfecto. Yo tampoco soy muy bueno para las charlas.

Con un movimiento casual, Yami levantó su katana, y con la misma calma, tocó suavemente el suelo de la plataforma con la punta de la hoja.

Lo que sucedió después dejó a todos sin aliento.

El agua que rodeaba la plataforma, que había estado moviéndose con fuerza, creando pequeñas olas y remolinos, se calmó al instante. El efecto fue como si el tiempo se hubiera detenido para el océano mismo. La superficie del agua quedó completamente inmóvil, reflejando el cielo y la arena como un espejo perfecto.

Los dioses y humanos en las gradas se miraron entre sí, asombrados por lo que acababan de presenciar.

Dios x:—¿Cómo es posible que un humano haya logrado algo así?—preguntó uno de los dioses menores, susurrando con incredulidad.

En las gradas humanas, sin embargo, una voz discordante rompió el momento de asombro.

Augustus:—¡Eso no es nada impresionante! ¡Yo podría hacer lo mismo si estuviera en esa arena!—gritó Augustus Kira Clover XIII, aún aferrándose a su indignación.

Mereoleona Vermillion, quien ya había estado al borde de su paciencia con el rey, soltó un gruñido y se levantó de su asiento.

Mereoleona:—¿Es en serio, "Su Majestad"?—dijo, avanzando hacia él con una mirada feroz. —Déjame demostrarte algo verdaderamente impresionante.

Antes de que Augustus pudiera responder, Mereoleona lo golpeó con un puñetazo directo, enviándolo volando varios metros y dejándolo inconsciente en el suelo, donde quedó como una bola desparramada.

Mereoleona:—Tch, inútil.—murmuró Mereoleona, regresando a su lugar como si nada hubiera pasado, mientras los demás capitanes la observaban con expresiones mezcla de aprobación y resignación.

Charlotte Roselei, capitana de las Rosas Azules, observaba la arena con preocupación visible. Aunque mantenía su postura firme y elegante, sus ojos seguían cada movimiento de Yami con una intensidad que no podía ocultar.

A su lado, su fiel subordinada, Sol Marron, se inclinó hacia ella, cruzando los brazos mientras hablaba.

Sol:—Capitana, con todo respeto, ¿por qué decidiste que él fuera a pelear?—preguntó Sol, con una mezcla de curiosidad y leve disgusto—. Yo podría haber ido en su lugar. No entiendo por qué lo eligió a él, ese bruto de Yami.

Charlotte no respondió de inmediato, sus ojos permanecieron fijos en la arena. Sus emociones estaban divididas entre la preocupación por la batalla que estaba por comenzar y algo más profundo, algo que luchaba por mantener bajo control.

Fue Nozel Silva, capitán del Águila Plateada, quien se acercó y rompió el silencio.

Nozel:—Charlotte,—dijo, su tono calmado pero con un toque de curiosidad—. Dime una cosa... ¿confías en Yami porque lo consideras un gran guerrero, o es porque lo amas?

Las palabras de Nozel hicieron que Charlotte se pusiera rígida al instante. Un leve sonrojo apareció en sus mejillas, y por un momento, su compostura habitual estuvo a punto de derrumbarse. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y casi sintió el impulso de levantarse y alejarse para evitar la conversación.

Pero Charlotte se contuvo.

Sabía que hacer una escena como la que acababa de protagonizar Augustus no era propio de ella, y se obligó a mantener la calma.

Charlotte:—Nozel...—dijo finalmente, su voz más fría de lo habitual, aunque su rostro aún mostraba signos de incomodidad—. Mi confianza en Yami no tiene nada que ver con... eso. Él es fuerte, y es lo que la humanidad necesita en este momento.

Nozel asintió lentamente, una pequeña sonrisa burlona en su rostro.

Nozel:—Si tú lo dices...—respondió, antes de apartarse para no seguir presionándola.

Sol, observando la reacción de su capitana, inclinó la cabeza con confusión, pero no dijo nada más. Charlotte, por su parte, mantuvo su mirada en la arena, luchando contra las emociones que amenazaban con abrumarla.

En la plataforma, Yami permanecía en su lugar, sosteniendo su espada con una mano, mientras Poseidón seguía sin moverse. La calma antes de la tormenta se intensificaba, y todo el Valhalla esperaba con ansias el primer movimiento en este enfrentamiento entre la oscuridad y el océano.

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FIN QUE LES PARECIO?

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