Capítulo 96.1: El cálido dolor de Grecia
A la mañana siguiente, Atenea amaneció en el mismo sitio que había escogido: una roca elevada y situada junto a un arroyo, en el interior del bosque.
Se despertó con un bostezo prolongado, se rascó la cabeza un poco hasta que su mejilla comenzó a dolerle en gran manera.
– ¿¡Y esto--!? Oh, espera… – le tomó unos segundos a Atenea recordar lo que había pasado el día anterior – Es cierto. Yo… perdí… y fui desterrada.
» … Que mal…
Atenea quedó en silencio por un rato, hasta que escuchó un crujido de rama muy próximo a ella; de forma instintiva su mirada se volvió airada para responder a ese estímulo.
– ¿¡Quién anda ahí!?
– ¡Atenea, hermana! ¡Tranquila…!
De entre los árboles se revelaron Ares y Hermes, cargando con un botiquín de primeros auxilios y una mochila; al verlos, la diosa se volteó con mal humor.
– No pedí sirvientes en mi servicio de exilio. Fuera de mi vista.
– Hermana, queremos hablar contigo… Y curar tus heridas de anoche.
– Váyanse o llamaré a la policía por acoso a menores extraviados en el bosque.
– Atenea, vinimos hasta aquí en contra de las órdenes del señor Zeus. Por favor deja que estemos contigo un poco de tiempo.
Realmente Atenea estaba enojada, en especial con sus hermanos por no haber hecho nada durante la disputa que se dio anoche. Pero… A fin de cuentas todavía eran sus hermanos. Ante la petición de Hermes, Atenea no pudo más que suspirar rendida.
– … Que sea rápido, que tengo mi agenda muy ocupada.
Ares se sentó junto a ella para atenderla, cubriendo su herida facial con ungüento y vendas, mientras que Hermes estaba de pie con los brazos cruzados, su pose más típica.
En medio del sonido matutino del bosque y el silencio de los hermanos, Atenea terminó suspirando por lo bajo rendida.
– Soy patética, ¿No es así?
– … Si tú lo dices.
– ¡Oye! – Atenea le gruñó a Hermes – ¡Dijeron que estaban aquí por mi, no para burlarse de mi!
– Atenea, no creo que seas patética. Es solo que… – Ares quería encontrar las palabras adecuadas, pero no podía dar con ninguna – No lo entiendo…
» ¿Qué es esa cosa que Pallas llamó "Conciencia de Guerra"?
– … No es nada importante. Solo un… maldito dolor de cabeza… Que me vuelve una fracasada… Como tú, pero más bonita y con vagina.
Hermes rió por lo bajo aunque para Ares no le era nada divertido.
– Hermana, creo que… Eres demasiado dura contigo misma. A fin de cuentas… Eres la menor. No deberías ser tan exigente.
– … ¿En serio me dirás eso, hermano mayor idiota? Después de todo lo que pasé… Después de todo lo que he tenido que enfrentar con los idiotas en casa… Después de tanto joderme con "sé más responsable"…
» ¿¡En serio me dirás eso!?
– Lo siento. Me refiero a que… Veo todo lo que debes soportar por culpa de los Olímpicos. A pesar de que sean nuestra familia…
» Está mal que pongan una carga tan grande en nuestra hermana más pequeña.
– Concuerdo… – comentó Hermes – Eres muy fuerte, y la heredera de todo el Olimpo. Pero… Todavía no estás lista para todo eso; te falta madurar y crecer para ese punto.
– … Si, ya lo sé. No tienen que recordármelo… Esa tonta mojarra me humilló frente a todos. Incluidas… mis amigas…
Ese último comentario volvió a bajarle los ánimos, que se demostró en gran manera con su cara deprimida; por primera vez en mucho tiempo Ares veía ese tipo de expresión en su molesta e inmadura hermana menor.
Parecía ser que Atenea era mucho más madura de lo que aparentaba. Solo que… Le gustaba ser así…
« ¿Qué hago? Mi deber como hermano mayor es cuidar de los más pequeños. Debo hacer lo mismo que el señor Hades… ¿¡Pero cómo podría hacerlo!? »
– ¿Has considerado que podrías aprovechar este tiempo para darles una lección a todos?
La propuesta de Hermes sorprendió tanto a Ares como a Atenea.
– ¡Hermes! ¿¡De qué estás hablando!?
– Con tu cuerpo y habilidades actuales, no eres capaz de ganarle al señor Poseidón, y tampoco puedes usar todos los dones divinos que heredaste…
» Pero no creo que sea por debilidad. Sino por falta de crecimiento: no has crecido lo suficiente. Yo creo que, si sigues creciendo, podrás usar todos tus dones sin problema.
» La única opción que se me ocurre es entrenar. Eso podría funcionar.
– ¿Ah si? – Atenea bufó por lo bajo con molestia – He vivido en ese maldito palacio por mucho tiempo y no he mejorado, ¿Qué te hace pensar que ahora las cosas serán diferentes?
– … Creo que tiene razón Hermes. – incluyó Ares al sobrepensar en las palabras de su hermano – La diferencia…
» La diferencia es que… en el Olimpo todos tienen sus ojos puestos encima de ti, esperando que alcances la perfección. Pero…
» En este exilio no estás bajo el ojo de nadie. Eres… Solo tú misma. Solo tú para explorar todo lo que eres capaz, a tu propio ritmo, con tus propias reglas…
» Creo que sería un buen pasatiempo para ahora… ¿O algo así?
Atenea se quedó en silencio por un segundo, para pensar en las palabras de sus hermanos.
Después de aquel tiempo, una sonrisa iluminó su rostro desanimado.
– Bien dicho bichos… ¡Me encanta esa idea!
Sin dudarlo Atenea se lanzó a abrazar a Ares, para después levantarse de la roca y abrazar a Hermes.
– Ni se les ocurra decir que los toque de esta forma.
– Somos tumbas. – Hermes cerró la boca con toque sarcástico.
– Es una excelente idea para pasar el tiempo, como bien dices hermano mayor idiota. Salir de casa, viajar por ahí, comprar recuerdos en el camino, y seguir entrenando al ritmo especial de Atenea hasta… Hasta…
» ¡Eso es! ¡Mi primer objetivo será volver al Olimpo dispuesta a romperle todos los dientes a ese maldito rubio oxigenado! ¡Para que sepa que no debe meterse con la diosa favorita del Olimpo…!
» ¡Maldita mojarra! ¡Me las pagará!
– Eso suena muy ambicioso… Me gusta. – Hermes sonrió con la misma malicia que demostró Atenea cuando dio esa idea.
Pero Ares era el único que no había entendido todo el mensaje:
– ¿Salir de casa? ¿Comprar recuerdos? ¿Volver al Olimpo? ¿¡De qué estás hablando, hermana!?
– … ¿No es obvio? – Atenea exclamó con una amplia sonrisa – ¡Me voy de vacaciones por todo el Valhalla! ¡Es hora de visitar todos los reinos divinos de los Cielos!
Tanto Ares como Hermes, quién tampoco había entendido sus palabras pero decidió no preguntar, abrieron los ojos como platos al oír la propuesta de Atenea.
– ¡¿Cómo dices!?
El razonamiento de Atenea fue el siguiente:
" Debo entrenar para ser mejor… Para ser la mejor. Tal como dice Ares, el mundo exterior es mi campo de entrenamiento…
» Para ser la mejor en todo, debo ir a todos lados… Recorrer cada rincón del universo y aprender de todos los maestros… Mejorar, mejorar, evolucionar, hasta ser la mejor diosa que haya pisado el Valhalla en toda su historia pasada, presente y futura…
» ¡De tan solo pensar en esa idea me emociono muchísimo! ¡Es hora de enseñarle al mundo quién es Atenea! "
Un pensamiento fuera de lo que tenían en mente Ares y Hermes, pero al menos sería algo que entretendría a Atenea hasta su regreso al Olimpo.
Ambos dioses se despidieron de su pequeña hermana y volvieron al Olimpo, dejándole a la diosa el botiquín de primeros auxilios y la mochila de Ares, la cual traía comida y un cambio de ropa. La diosa se quitó su manto y túnica púrpuras para vestir con aquella túnica clara como color hueso…
Suficiente para poder reflejado en su propio cuerpo su esfuerzo y sudor de lo que estaba por realizar: el largo camino por el Valhalla para volverse la diosa #1 no solo del Olimpo, sino de los Cielos.
Partió de allí y comenzó su travesía recorriendo los panteones divinos:
Su primera parada fue Asgard, dónde Thor y Odín aceptaron tenerla en custodia: Thor se encargó de entrenar su fuerza física mientras que Odín le ayudó a manejar y administrar su poder divino, provisionalmente llamado Conciencia de Guerra hasta encontrar otro nombre. También aprendió de Loki a llevar una vida llena de bromas y travesuras, y saber escuchar los buenos chismes…
Su siguiente parada fue Svarga, dónde se llevó una decepción al no encontrar líder divino sino una guerra civil entre los 1116 dioses. Pero eso no la detuvo, sino que con su Conciencia de Guerra se dedicó a entrenar en las sombras, analizando los movimientos y patrones de todos los dioses, para después luchar mentalmente contra ellos hasta superarlos…
Después acudio al Takamagahara, dónde antes de entrar al palacio se encontró on Susano'o no Mikoto, quién aceptó enseñarle a usar una espada. Pero, recibir enseñanzas de uno de los 3 nobles… Fue una tarea poco fructífera para Atenea; decidio retirarse y, mucho tiempo después de todos estos sucesos, retomó sus lecciones con un Susano'o desterrado del Cielo pero aprendiendo el arte de la espada…
Igualmente en muchos panteones tuvo que acudir a las sombras: el reino Tian de China, Egipto, Babilonia, Mesopotamia, el CAD, los Reinos Célticos, Aztlán, el imperio Inca…
Lo que en un principio fue una tortura sin fin, con un cuerpo débil que sufría las consecuencias de exigirse demasiado, y una mente débil que sangraba cada vez que la Conciencia de Guerra se activaba… Se convirtió en el pan diario de Atenea.
Su cuerpo se fortaleció, su mente se endureció, su corazón siguió moviéndose con la nueva pasión que había encontrado, y su alma se sació infinitas veces con cada victoria física o mental que lograba…
Con mucho esfuerzo y sudor, la pequeña malcriada de Zeus se convirtió en la oscura y secreta guerrera más feroz de todos los Cielos…
Después de 5,000 años de largo y constante entrenamiento, era momento de ponerse a prueba.
En aquel día…
Aquel día… malo…
El dios de los mares estaba dando su paseo rutinario de vigilancia en las fronteras del Monte Olimpo; después de haber estado detrás de esa niña por muchos milenios había olvidado casi por completo lo que era estar en silencio consigo mismo…
Irónicamente, el silencio le recordaba a esa mocosa.
– Atenea…
Su mente seguía pensando en esa niña desde el día en que la había humillado frente a los Olímpicos.
– Tal vez… ¿Fui muy duro con ella? – esto lo pensaba más que nada por el regaño que recibió de Zeus – No, nada de eso.
» Es lo mínimo que hice con ella… Fui tan complaciente solo porque Zeus me lo pidio, pero… ella no se merecía ese trato tan vergonzoso.
» Ella es una diosa… Ella debe ser una diosa perfecta. Nada menos que eso…
De repente sintió un cierto tipo de presión al frente suyo, por lo que levantó la mirada y la fijó en ese punto:
Frente a ella estaba de nuevo esa niña mocosa, con otro tipo de ropa y una apariencia muy distinta a la Atenea que recordaba: ropa sucia de tierra y sudor, rasgada, cabello desordenado y un olor nada agradable…
Y debajo de esa ropa, un cuerpo tonificado y macizo, lleno de heridas y cicatrices; la niña levantó la cabeza hacia Poseidón, para apuntar sus ojos con la Conciencia de Guerra activada al dios de los mares, en una mirada que combinaba tono de burla y determinación.
– Más que en serio… ¡Estoy vivita y coleando!
Poseidón se percató del brillo adicional que emanaban sus ojos, lo que le dio al respuesta para esa incógnita que se le había presentado.
– Así que… Por fin te comportaste como una diosa.
– ¡Acertaste! Hay muchas cosas que me encantaría decir ahora mismo, pero no quiero perder mucho tiempo.
» Iré directo al grano, ¿Dónde están mis amiguis? ¿Les pusiste un dedo encima?
Poseidón frunció el rostro de mal humor al ver que Atenea seguia siendo tan arrogante como siempre; pero… Ahora podía sentir que tenía más motivos para actuar así.
– … Esos monstruos no están cerca de aquí. Trabajan como guardias fronterizas… Deben estar al otro lado de aquí…
Atenea por lo bajo se sonrojó de emoción al escuchar aquello.
« Siguen aquí… Esa es una muy buena noticia. »
– Bien, eso me dará créditos para mi regreso triunfal…
» Tenemos una revancha pendiente, ¿No es así, querido tío? Con suficiente tiempo para que cuando vuelvan mis amiguis, les regale todos los dientes que te rompa ahora mismo.
– Insolente. – Poseidón apretó su arma divina con una furia muy notable – ¿Hablas en serio?
– No te creas la gran cosa por haberme humillado más de 10 veces… Ahora es mi turno.
– … Si tú lo dices. Pero esta vez no me contendré.
» Ya no eres una diosa olímpica, así que no tengo motivos para tener piedad con una niña arrogante como tú…
Poseidón apretó su arma divina y se lanzó a velocidad supersónica a espaldas de Atenea: levantó su arma y arrojó una estocada directa a la cabeza de Atenea, sin intención de fallar el golpe o de solo tocarla para humillarla de nuevo…
Intención y golpe asesinos… Que Atenea notó de inmediato. Todo gracias a la Conciencia de Guerra.
– Ya habías hecho eso antes, mojarra babosa…
Atenea desvió su cuerpo pro completo en una fracción de segundo, lo que permitió que el tridente de Poseidón pasara de lleno sin darle a Atenea; tras aquello, la diosa levantó su pierna y golpeó el indefenso abdomen del dios de los mares…
Ese golpe lo mandó a volar un par de metros, sin hacerle más daño que la marca del calzado de la diosa dibujado en su abdomen; un gesto que molestó al dios marino…
– … Mocosa.
– Tú mismo lo dijiste; ahora me estoy comportando como una verdadera diosa…
» Y yo soy la diosa de la guerra, la estrategia y la evolución: Atenea. La mejor diosa en el Olimpo y en el Valhalla.
– Un título muy arrogante para una niña como tú.
– ¿Eso crees? ¿Por qué no vienes a averiguarlo… mojarra?
Entonces comenzó la batalla entre Atenea y Poseidón.
En la mitología se hace mucha referencia a esta batalla: los habitantes de Atenas querían adorar a un dios igual que todas las ciudades-Estado, por lo que los dioses respondieron con sus candidatos Atenea y Poseidón, quienes se enfrascaron en una competencia para evitar una pelea de dioses.
Poseidón les dio como regalo una cascada de agua salada y la bendición del mar, mientras que Atenea dio como regalo el olivo con que podían comerciar. El pueblo escogió a Atenea como patrona, lo que provocó la ira del Zeus Enalios quien castigó a Atenas por su mala elección.
Una decisión que marcaría la vida de estos dioses en el tiempo que seguiría…
Pero esto… Es una mentira.
Una historia muy pequeña comparada con la verdadera batalla que tuvieron Atenea y Poseidón:
El dios de los mares, con su tridente y el poder heredado de su padre Cronos, contra la diosa de la guerra, con solo sus puños y la agilidad mental divina de la Conciencia de Guerra.
Una batalla en la que ambos soltaron todo su poder, creando un remolino de destrucción que arrasó parte del Monte Olimpo.
Por primera vez desde la Gigantomaquia, Poseidón tuvo que tomarse en serio una batalla, usando sus habilidades y técnicas más fuertes para intentar destrozar a aquella mocosa; Atenea aún sin arma fue capaz de esquivar y evadir todos los ataques, contraatacar de forma efectiva, y usar la Conciencia de Guerra para analizar absolutamente todos los golpes que soltase el dios de los mares.
Ante sus ojos se abría un mundo completamente nuevo que nunca antes había pensado explorar: un mundo lleno de posibilidades que apuntaban a su propia victoria.
« Los dones que me dio mi madre… Si, esto es… Una bendición hermosa aque nunca había pensado antes… »
A pesar de que su cabeza comenzó a sangrar y goteó un poco por su nariz, Atenea no se detuvo; siguió peleando con todas sus fuerzas fisicas y mentales…
Si existía la posibilidad de volver a esa vida con sus mejores amigas, la posibilidad de volver a estar con Pallas, Medusa y Arachne… No importaba cuánto pudiera perder, lo iba a dar todo por ellas.
Poseidón estrelló sus pies en el suelo tras lanzar un ataque con la suficiente fuerza para destrozar a un gigante, el cual Atenea había logrado esquivar por completo.
El estado de ambos dioses era muy distinto a lo que esperaba el dios de los mares: su cuerpo estaba lleno de golpes y marcas de puños y pies, mientras que Atenea solo tenía una herida superficial en la palma de su mano derecha y en su mejilla.
El ruido de aquella batalla llamó la atención de los dioses menores de Grecia.
– ¿¡Ehhh!? ¿¡Qué está pasando aquí!? – Dionisio fue el primero en hacerse presente, acelerado por una botella de vino que cargaba a medio beber – ¡¿Qué pasa!? ¡¿La casa se cae!?
– ¿¡Por qué el palacio está destruido!?
– ¡¿Poseidón, qué rayos significa esto!?
– Diablos… – Hefesto hizo acto de presencia, con pesadez al notar la destrucción que se había ocasionado. – Parece que no me dejarán esas vacaciones que había pedido…
El escándalo de los dioses menores provocó la aparición de los dioses olímpicos, quienes lo primero que vieron además de la destrucción en el campo de batalla fue el estado físico de Poseidón y la presencia de Atenea después de 5000 años, con un nuevo cuerpo y mente. La deducción era muy sencilla aunque solo faltaba creer que era verdad.
– No puede ser… – Deméter se llevó las manos a la boca – En serio… Después de todo este tiempo…
– Así que esa es la Atenea que siempre vivió dentro de nuestro hogar… – Apolo sonrió con toque malicioso mientras jugaba con sus mechones – Por fin… Por fin puedo ver su auténtica belleza~
– Cállate, maldito perro. – Artemisa golpeó a su hermano – Esto no puede ser… Esa mocosa ha logrado… ¿¡Pelear con Poseidón y no morir!?
– ¡E-Es increíble! – Asteria estaba bastante asustada y con los ojos muy abiertos – ¡No sé si sea algo bueno o malo, pero esto es tan…!
– Asombroso. – rió Hestia por lo bajo – Por fin, después de tanto tiempo… Esa niña por fin actúa como siempre debió.
Perséfone abrió bastante los ojos al darse cuenta de la situación, acompañada de Hades que solo tenía una sonrisa tranquila en su rostro.
– Cariño, ¿¡Que significa esto!? ¡Hay que detenerlos--!
– No te preocupes, querida. Parece que están por terminar…
Hermes y Ares no comentaron nada al respecto, dado que ambos sabían lo que había estado haciendo la diosa todo ese tiempo; al contrario, ambos sonrieron con mucho orgullo.
– Hermanita… – Ares no pudo evitar llorar de felicidad.
– Si, te entiendo hermano mayor… – suspiró Hermes con su típica sonrisa tranquila.
Afrodita acompañada de sus golem fue la única que no se acercó al grupo de dioses olímpicos, pero no le hacía falta en lo más mínimo: estaba anonadada de lo que veía. Atenea enfrentando y derrotando a Poseidón… ¿Quién diría que esa niña lograría aquello?
Una hazaña… Que llamó mucho su atención.
« Esto es muy interesante~ » rió por lo bajo con un toque malicioso que nadie fue capaz de ver.
Poseidón estaba bastante enfurecido con la pequeña diosa aunque también se sentía… ¿Orgulloso?
Después de tantos miles de años que estuvo detrás de ella esperando lograr que fuera la diosa destinada a heredar al Olimpo, por fin podía ver los resultados que tanto esperaba lograr. Sin embargo… pensar que había logrado todo eso por su cuenta, fuera del Olimpo… Era algo imposible de asimilar.
– … ¿Cómo rayos… llegaste hasta aquí?
Atenea levantó los oídos con curiosidad ante aquella pregunta, a lo cual sonrió de oreja a oreja con un tono claramente sarcástico.
– No eres el único dios perfecto en el universo, querido tío… Hay muchos otros que son mejores maestros de lo que tú fuiste…
» Pero ya no te preocupes. Ese título feo de dios perfecto ya no lo tendrás que cargar tú solo…
» Ahora que estoy aquí, tendrás que compartir la silla… Debilucho.
Una provocación que dio de lleno en el interior de Poseidón y provocó un suspiro de susto de parte de todos los olímpicos.
« … No si yo no lo permito. »
El dios de los mares levantó sus ojos llenos de ira divina hacia Atenea, irguió su tridente hacia la diosa, y se lanzó al ataque…
Con su ataque más poderoso.
Quíone-Tiro-Démeter
[ Inundación de 40 días y 40 noches ]
Se inmediato se apareció la cúpula de ataques masivos que encerró a la diosa, creando una barrera que separó a los dioses olímpicos y a los dioses menores de la nueva ráfaga de estocadas directas que inundarían a Atenea…
Una técnica que planeaba terminar con la batalla. Solo que… Atenea no tenía eso en mente.
Pallas Metis
[ Conciencia de Guerra: Modo defensivo ]
La diosa observó y analizó todos los golpes que estaba soltando el dios de los mares, encontrando de inmediato el patrón de ataque y el orden en que sería golpeada por las estocadas del dios de los mares; rápidamente juntó fuerza en sus piernas, apuntó su mirada al cielo donde se encontraba el dios de los mares…
Y sus ojos produjeron chispas eléctricas junto con sus manos y piernas; un detalle que sorprendió a Poseidón en gran manera:
« No puede ser… ¿Acaso también puede usar el poder de Zeus…? »
La diosa de la guerra saltó hasta la posición de Poseidón en un instante que el dios no se esperaba: una altura de más de 30 metros en un tiempo inferior a los microsegundos…
Aunque el dios de los mares era más rápido que eso, que Atenea pudiera lograr ese salto al mismo tiempo que estaba por recibir una lluvia de estocadas y en el momento preciso para encontrarlo de frente era una hazaña… Casi imposible. Algo que solo…
Solo la diosa más fuerte de Grecia podría lograr.
Ageleia
[ La que impera en las batallas ]
La pierna de Atenea se cargó de energía eléctrica y, con la Conciencia de Guerra activa, logró determinar el instante de segundo en que Poseidón la atacaría…
Para patear con todas sus fuerzas la mano del dios, logrando que soltase su tridente y con ello destruir por completo su técnica ofensiva; de inmediato las copias residuales de Poseidón se deshicieron, quedando únicamente el par de dioses en el aire.
Cuando vieron que Atenea había logrado esa hazaña, todos los dioses olímpicos quedaron boquiabiertos y sosprendidos en gran manera.
– Imposible…
– ¡Qué increíble!
– … Vamos… ¡Vamos, Atenea! – Ares se dejó llevar por la emoción y gritó con todas sus fuerzas.
Poseidón solo pudo abrir sus ojos ante la nueva imagen que tenía al frente, una vez que Atenea detuvo ese vórtice de estocadas con una sola patada…
Una imagen exactamente igual de su hermano menor Zeus.
La diosa cargó su puño de electricidad y se preparó para lanzar un golpe directo a la cara de Poseidón, que podría darle punto final a la batalla que tanto esperaba ganar…
[ ¡Alerta de ataque inminente! ¡Alerta de ataque inminente! ]
Una bocina de alerta inundó el espacio de batalla, junto con una terremoto que sacudio a todos los olímpicos: Atenea frenó en seco por inercia y llegó hasta el suelo junto con Poseidón, mientras que los demás miembros sacudieron las cabezas con sorpresa.
– ¿Qué ocurre? ¿A qué se debe es alarma?
Un soldado de menor rango apareció corriendo a la escena donde estaban los dioses olímpicos.
– ¡Mis señores, se trata de Tifón! ¡Por fin ha atacado, después de tantos miles de años!
– ¡No puede ser! – Deméter frunció el rostro de mala gana – ¡¿Justo en este momento!?
– No puede ser… ¡No puede ser! – Asteria corrió a Hestia para cubrirse usándola como escudo – ¡Vamos a morir todos!
– No digas eso hermanita.
– Tifón ha reunido a un gran ejército de gigantes, y por lo que sabemos, también… También hay monstruos de otros reinos divinos…
– ¿A qué te refieres? – inquirió Ares con duda.
Al mismo tiempo ocurrió otro terremoto igual al de hace unos segundos, junto con un rugido muy poderoso que llenó el silencio en el ambiente; tal que todos los dioses tuvieron que cubrirse los oídos para escucharlo lo menos posible.
– ¡Tifón al parecer logró contactar con los demás panteones, y se han unido a su ejército demonios y monstruos de todos reinos…! ¡También hay una serpiente gigante en sus filas!
Al levantar sus vistas, las deidades pudieron visualizar a una criatura gigante con apariencia mundial: una serpiente que destruía todo a su paso, con escamas oscuras en contraste con sus múltiples ojos de color amarillo. Hades, quien había accedido a la biblioteca de Asgard algún tiempo atrás, sabía de quién se trataba con solo verlo:
– Jörmundgander… La serpiente enemiga de los Aesir.
– ¡Se dirigen al Monte Olimpo a toda velocidad! ¡Es cuestión de horas para que lleguen aquí!
– ¡¿Dónde está Odín para encargarse de eso…!? – exclamó Hades con mala cara.
– ¡No sabemos! ¡No responde al llamado de emergencia, así que no contamos con su ayuda por ahora!
– ¡Pues sigan intentando!
– Tifón y un monstruo de Asgard, junto con gigantes… – Artemisa bufó por lo bajo, aunque detrás de sus palabras había un oculto sentimiento de miedo – Maldito problema en que nos hemos metido…
– ¡¿Qué haremos!? – Perséfone se llevó ambas manos a la cabeza con preocupación.
Poseidón, a pesar de estar bañado en heridas y golpes por su reciente combate, acudió a su tridente que estaba en el suelo.
– Es obvio lo que debemos hacer: matar a esas molestias. Es lo que los dioses debemos hacer.
– ¡P-P-P-P-P-Pero…! – Ares palideció ante las palabras tan seguras del dios de los mares – ¡Esa cosa… es… es… ¿Ha visto que se ve desde acá muy grande!?
– Supongo que tiene razón, señor Poseidón. – asintió Apolo con total seguridad y confianza – Es nuestro deber eliminar todo rastro de impureza en el Olimpo.
– Pero también tenemos que proteger el palacio. – comentó Hestia con los ojos muy abiertos – Y no solo aquí, sino la ciudad entera… Todo acabará hecho pedazos si ese par llegan hasta aquí.
– ¡No perdamos el tiempo! – exclamó Hades, corriendo al palacio del Olimpo justo después de tomar a Perséfone para cargarla sobre su hombro – ¡Hay que avisar a Zeus de la situación y buscar nuestras armas!
– ¡¿Qué mierda le estás haciendo a mi hija!? – Deméter olvidó la anterior situación para abalanzarse hacia Hades en rabia materna.
Los demás olímpicos se prepararon para la batalla y las misiones que llevarían a cabo a continuación: Hades, Perséfone, Deméter, Hestia y Asteria buscarían las armas divinas que estuvieran guardadas así como comenzar la evacuación de los dioses menores y la movilización del ejército celestial, además de avisar a Zeus que bien podría estar dormido o ya haber comenzado los protocolos de emergencia; Poseidón ya contaba con su tridente, mientras que Apolo y Artemisa invocaron el arma divina “Hilos de Artemisa” que compartían: ella en su forma de arco divino y él con armas de luz.
Por su parte, Hefesto sacó un par dediscos metálicos de su cinturón que se convirtieron en guantes de combate equipados con distintas armas; Dionisio, un poco consciente de lo que sucedía a su alrededor, terminó de beber su botella de vino para alcanzar su cúspide de poder: su estado de borrachera. Con ello, los dioses olímpicos ya estaban preparados para saltar al combate…
– Veamos si de verdad sirves para algo, mocosa… – Poseidón se giró para ver a Atenea; tras esa batalla que lo había hecho sudar, había cambiado bastante su percepción sobre ella…
Solo para encontrarse con la diosa tirada en el suelo, tosiendo con gravedad y sangrando por la nariz. Los ánimos de Poseidón se esfumaron en un instante.
– ¡Hermana…! – Ares y Hermes corrieron a auxiliarla de inmediato – ¡¿Qué te pasa!?
– Esho fue… muy feito… – tosió Atenea con sus ojos dando vueltas como canicas – Recordatorio… Nunca usar… los rayos de papi… y la mente de mami… Al mismo tiempo…
» Ma-Mami, papi… Ayuda, escucho borroso… Métame en arroz… Ahora entiendo… Porque no podían estar juntos… Y una se murió…
– ¡Con eso no se juega, Atenea! – Ares cargó a Atenea en sus hombros – Tenemos que atender tus heridas antes que se agraven.
– Shi, shi… No espera… Primero debo… contrarle los dientes… Que le queden a la mojarra…
Poseidón bufó por lo bajo con molestia.
– … Por esta ocasión te perdonaré, Atenea. Pero… No creas que he olvidado todas tus faltas…
» Como aquellas monstruos…
De inmediato los 5 dioses preparados salieron disparados a gran velocidad para encontrarse directamente con Tifón, Jörmungandr y los demás gigantes y monstruos que se acercaban al Olimpo, dejando a Ares y Hermes cargando a Atenea para atenderla de emergencia…
Pero, en medio del terrible dolor de cabeza que la estaba sofocando, Atenea había prestado atención de más a las palabras de Poseidón. Tanto a la amenaza reciente que le acababa de hacer como a todo lo que estuvo recibiendo de su parte durante su corto enfrentamiento…
« … ¡Oh no! »
Ninguno de los 2 hermanos tuvo tiempo de reaccionar cuando Atenea se zafó de las manos de Ares, para darse media vuelta, cubrir su cuerpo con su afninidad eléctrica, y salir disparada hacia la dirección de dónde venían los monstruos.
– ¡Hey…! ¡Atenea…! ¿¡A donde vas!? – a pesar de sus esfuerzos, ninguno de los 2 hermanos fue capaz de alcanzar a la pequeña diosa.
Ella por su parte, a pesar del dolor de su cabeza y del agotamiento de su cuerpo, avanzó a toda velocidad corriendo lo mejor que podía, con un único pensamiento en su cabeza:
« Medusa, Arachne, y Pallas… Esa mojarra dijo que estaban… Estaban cuidando las fronteras… ¡Eso significa que ellas van a ser las primeras en enfrentar a… a Jörmungandr! ¡Ellas no saben el peligro que supone esa serpiente que tanto odia Thor…! ¡Van a…!
» ¡¡Debo llegar antes de que sufran algún daño importante…!! ¡¡Debo llegar para salvarlas!! ¡¡Si puedo llegar, debo hacerlo…!! »
Sus piernas se apretaron para juntar mucha fuerza física, lo mismo que energía eléctrica divina para aumentar de golpe su velocidad; con un salto imitó la velocidad de su padre para alcanzar la luz en un santiamén.
Atritona
[ La que es incansable ]
Volviéndose un pequeño rayo de luz, la diosa atravesó la distancia de separación en unos pocos instantes, pasando por en medio de los dioses olímpicos que ya estaban en camino; un destello que los confundió e hizo pensar que se trataba de Zeus que ya se aproximaba a la batalla…
Pero no todo fue bueno para Atenea; en cuanto llegó a su destino la diosa sufrió un colapso corporal que la hizo caer de golpe contra el suelo; sus piernas se lastimaron, siendo que una de ellas se rompió por dentro, haciéndola caer de golpe contra el suelo…
– ¡Ugh…! ¡Maldita sea! – Atenea tosió mucha sangre en cuanto sufrió aquel colapso físico.
Llegando justamente enfrente del ejército de gigantes, quienes se sorprendieron batsante de la aparición repentina de Atenea como si hubiera sido un pequeño rayo; el más asustado fue Tifón que también lo confiundió con Zeus. Pero al ver que se trataba solo de una diosa, exclamó a gran voz para dar el comando de atacar sin piedad; los gigantes se acercaron y arrojaron sus fauces para matar a la pequeña diosa sin dudar…
« No, no… Aquí no… Aquí y ahora no… No… No puedo… no puedo caer… »
Sus manos se movieron levemente para intentar incorporarse una vez más.
« Solo un poco más… ¡Solo un poco más! ¡No importa que me rompa todos los huesos y pierda toda mi sangre… debo… Debo salvarlas! ¡Amigas… hermana Pallas! »
– ¡Quiten sus manos de mi vieja, malditos monstruos!
Una lanza se clavó sobre la cabeza de un gigante, seguido de ráfagas hilos tejidos que cortaron su cabeza en muchos pedazos; los demás gigantes se asustaron de aquel ataque sorpresivo y, tras voltear a ver a sus atacantes, la cabeza de uno de ellos se convirtió en piedra que recorrió su cuerpo.
Un grupo femenino se apareció repentinamente para salvar a la pequeña diosa; un par de manos muy conocidas rodearon el cuerpo de Atenea y la hicieron estar de pie una vez más a pesar de sus heridas…
Su gran mejor amiga y hermana Pallas; en cuanto vio su rostro de nuevo, la cara apagada y desfallecida de Atenea recuperó sus fuerzas de inmediato.
– Pallas… ¡¡Pallas!!
– ¡Señora Atenea!
De improviso Medusa y Arachne se abalanzaron sobre Atenea, ambas bastante cambiadas después de su separación de 5000 años; Pallas no lo pudo evitar y también se abalanzó sobre Atenea, lo que terminó en que la diosa quedó un tanto asfixiada de parte de las 3.
– Mucho amor… Después de mucho tiempo… Lo agradezco, pero… No me maten todavía…
– ¡Señora Atenea! ¡La extrañamos mucho…! – Medusa y Arachne se restregaron en Atenea, con lágrimas de felicidad en los ojos.
– Hermana… ¡Hermanita! – Pallas sonrió y no pudo evitar lanzar besos a la cara de Atenea, donde sea que cayeran – ¡No entiendo absolutamente cómo llegaste aquí, pero me siento tan… tan…!
– … Tengo mucho qué… contarles mis amiguis… Pero primero… Debemos salir de aquí…
– ¿Salir de aquí? ¿¡No estás viendo el problema que está justo enfrente de nuestros ojos!? – Pallas levantó su lanza para apuntar a todos los monstruos que estaban a unos pocos metros frente a ellas – ¡Esas cosas están aquí haciendo desastre! ¡Vamos a detenerlas…!
– ¡No, esperen…!
Medusa y Arachne soltaron a Atenea en cuanto sitnieron la presencia de otro gigante cerca de ellas; gracias a la ausencia de la diosa por 5000 años, aquellas amigas se habían vuelto guerreras muy hábiles en batalla.
Arachne, replicando la técnica equívoca que había realizado aquella vez, fortaleció sus tejidos que convirtió en cortantes hilos, más fuertes que el metal divino y con suficiente resistencia para rebanar gigantes de golpe. Medusa había logrado adaptar su cuerpo a los anteojos que había recibido de Atenea, para usarlos en todo tiempo y quitarlos en el momento preciso que requería, como ahora mimso que convertía a gigantes en estatuas de piedra.
Mientras ambas criaturas volvían a la batalla, Pallas se percató de las graves heridas que se había ganado Atenea.
– ¡¿Qué tienes!? ¡¿Por qué estás así!?
– … Ya te dije… Mucho qué contarte… Pero no importa… Diles que… Hay que huir.
– Atenea, no vamos a huir de esta pelea. Si siguen avanzando, llegarán hasta el Olimpo y lo destruirán… ¡Y ahora que veo que estás de vuelta, no permitiré que le hagan daño a tu hogar! ¡Voy a matar a todos esos monstruos de una vez por todas…!
– ¡No, hermana…! – Atenea tosió sangre y cayó al suelo.
Pallas tuvo que abandonar a su amiga al ver que los monstruos y gigantes no paraban de aparecer.
– Supongo que no me queda más opción… Tendré que recurrir a “eso”.
Pallas abrió una palma de su mano con la lanza, lo suficiente para hacerse una herida que soltase una gran cantidad de sangre, con la cual bañó toda su lanza desde la punta hasta el mango que estaba sujetando.
– Muy bien, con esto será suficiente… – bañar la lanza con Icór de Plutón para convertirla en su mejor versión, con la cual lograría lidiar contra los gigantes.
Tifón no pasó por desapercibido la presencia de Medusa y Arachne matando a sus monstruos y gigantes reunidos, aunque la cantidad que estaba perdiendo era mínima; por ello, con un rugido llamó la atención de Jörmungandr, quien descendió su cabeza para acercarse a la zona de batalla que estaba tomando lugar.
– ¡Hermana, Pallas! – Atenea se alertó bastante al notar la participación de Jörmungandr – ¡Esto es peligroso! ¡Diles que hay que salir de aquí!
– Ya está listo, hermanita. No te preocupes… Nosotras pelearemos en esta ocasión por ti.
– ¡No me estás entendiendo! ¡Hay que huir…! ¡¡PALLAAAAAAAAASSSSSSSSSS--!!
– Synkaló--!
En el mismo momento en que Pallas activó el Icór de Plutón, Jörmungandr abrió su boca y expulsó una ráfaga de fuego asesino, con veneno, lo suficientemente fuerte para hacer estallar toda la zona de batalla y extendiendo una explosión hasta varias centenas de metros a la redonda; lo último que vio Atenea fue una ráfaga de luz que arremetió, para después visualizar una sombra que la cubrió…
Oscuridad junto con un calor insoportable… Su cuerpo volando por el aire para después caer abruptamente… Sus sentidos aturdidos y shockeados por aquel impacto…
Cuando volvió a abrir los ojos, la escena había cambiado drásticamente:
El suelo estaba quemado por la explosión en un radio y profundidad muy notorios de varios metros, y había pedazos de gigantes y de suelo regados por todos lados, junto a un intenso olor a quemado, y un paisaje desolado; detrás de la zona de explosión, Jörmungandr y Tifón se alzaban victoriosos con rostros sonrientes llenos de orgullo y malicia…
Justo enfrente de Atenea, cuando la diosa recobró todos sus sentidos al 100% y pudo percibir todo de nuevo, también encontró pedazos muy cerca de ella que se le hicieron familiares…
Esos pedazos de carne eran de sus amigas. Atenea con solo verlos por un instante pudo identificarlos por completo:
Arachne estaba carbonizada por completo, a excepción de una de sus manos que terminó separada de su cuerpo hasta el sitio donde Atenea estaba tirada; los pedazos de Medusa estaba regados por todas partes, pedazos de cola y pedazos de serpiente, y reflejando un poco de brillo de la poca luz que estaba entrando en ese ambiente lleno de humo un pedazo de los anteojos, pero sin señales de la cabeza o su cuerpo…
Por último, Pallas partida a la mitad, tirada justo a pocos metros enfrente de Atenea, con su lanza todavía en mano sin haber completado el ritual para la activación de la lanza; por su posición, y al darse cuenta que su propio cuerpo no estaba herido, Atenea se dio cuenta de…
« Pallas… N-No… No, no me digas que… »
Tifón rió un tanto orgulloso al ver el poder de Jörmungandr; levantó su mano y apuntó hacia el Olimpo, que todavía estaba a muchos kilómetros de distancia, con la intención de darle una orden a la serpiente mundial para intentar lanzar una de esas explosiones hasta el Monte Olimpo. La criatura asintió con la cabeza y la levantó, para apuntar a su nuevo destino…
El hogar de los dioses; aquel hogar que tanta molestia, sufrimiento, y dolor le había causado a él así como a sus hermanos pequeños…
Thor Hammer
[ El martillo de Thor ]
Un relámpágo cruzó la escena, junto con un golpe estridente que destrozó a varios gigantes en su camino hasta alcanzar a Jörmungandr, dándole de lleno en la cabeza; aquello evitó que la criatura usase su poder destructivo y lo mandó hasta el suelo, provocando confusión en los demás gigantes y en el mismísimo Tifón que no conocía ese poder de parte de los Olímpicos…
Porque no se trataba de ellos: era el berserker del trueno Thor, quien había respondido al llamado de emergencia de los griegos cuando escuchó que se trataba de su gran némesis, la serpiente mundial.
– Por fin te he encontrado, Jörmungandr…
Thor pasó justo al lado de Atenea, dándose cuenta de su presencia pero ignorándola al ver que estaba en un lamentable estado de salud.
– S-Señor… T-Thor…
– Atenea, no te metas. No estás en condiciones de soportar una pelea contra esa cosa… Yo me encargaré de ellos hasta que lleguen los demás Olímpicos, si es que ya vienen en camino.
SIn decir más, el dios del trueno se lanzó directamente contra la serpiente mundial, aunque matando a varios demonios y gigantes en el camino, provocando que todos ellos pusieran su atención de inmediato en él. Atenea, por su parte, volvió de su sorpresa de ver al dios nórdico de nuevo para volver con sus amigas… O mejor dicho, los pedazos de ellas…
– Chicas… ¿Chicas…?
– ¡Argh…!
Una única respuesta le bastó para albergar un poco de esperanza: una moribunda Pallas que tosió sangre y soltó gemidos de dolor. Atenea se levantó del suelo y corrió a socorrerla, levantando su torso para recostarla en su regazo…
Entonces Atenea se percató por completo del estado de Pallas: su brazo derecho destruido, así como su pierna también derecha, y una herida mortal que iba desde la cabeza hasta el estómago, atravesando su pecho y cuerpo. Las lágrimas comenzaron a correr de los ojos de Atenea.
– Hermana… Hermana Pallas…
– … Hermanita… – Pallas dejó de lado su terrible dolor corporal para poner atención en la diosa – … Estás bien… Ahora entiendo… Por qué estabas gritando…
– Tonta… Por qué… ¡¿Por qué lo hiciste!? ¿¡Por qué te pusiste enfrente de mi cuando ese onstruo nos atacó!?
– … ¿Eres tonta? Eso fue… Para salvarte…
– P-Pero… ¡Ahora mírate! ¡Estás sangrando tanto…!
– No es nada… mi periodo es peor… Ya deberías saberlo…
Pallas tosió por lo bajo dejando salir sangre; Atenea tomó a Pallas de su cintura para intentar cargarla, pero su pierna rota le impidió moverse mucho antes de volver a caer al suelo.
– Tengo que salvarte… ¡Resiste un poco, Pallas! ¡Debo salvarte!
– N-No… Atenea, hermanita, no lo hagas…
– Puedo hacerlo… ¡Puedo hacerlo! ¡Todavía puedo salvarte…! – de nuevo Atenea intentó levantarla, pero de nueva cuenta cayó al suelo de golpe – ¡Argh, mierda!
– Hermanita… No te preocupes… No hay nada que puedas hacer ahora…
La titánide levantó la única mano que le quedaba para sostener a Atenea de su mejilla, lo suficiente para que la diosa dejara de luchar por una misión que sería imposible de lograr a esas alturas…
Sin poder evitarlo, su mente dañada recibió un golpe de memorias de todo lo que había vivido con su mejor amiga… No, de su hermana. La media mitad de su alma… la única que podía llamar de esa forma y tal vez más. También volteó a ver los cuerpos muertos de Medusa y Arachne, recibiendo de golpe todos esos viejos recuerdos del pasado…
Las manos de la joven diosa griega temblaron con dolor emocional al tiempo que sus ojos estallaban en lágrimas sin control.
– Por favor… No, todos menos ustedes… Menos tú…
– No es tu culpa, hermanita. Por favor, no te culpes por esto…
– Claro que lo es… S-Si… Si tan solo hubiera sido… más fuerte… No las habría abandonado. Si tan solo hubiera cumplido lo que tenía que hacer…
» Todo esto es… mi culpa… Por no haber sido la mejor que debía, por ustedes…
Pallas tosió de nuevo y, con sus señora últimas fuerzas, apretó su mano para acariciar la mejilla de Atenea… la única diosa por la que pudo sentir algo que movió su corazón en gran manera, más que solo amistad y amor. Atenea respondió tomando su mano para sentir su calidez por última vez…
– Lamento haberte gritado y pegado ese día. Es solo que… me enojé porque… Seguías sin creerte lo que ya eres.
– … No me digas eso… Hasta ahora…
– Es la verdad… – Pallas sonrió y movió su cabeza hacia el suelo – Supongo que… te encargo el resto…
– ¿Eh?
Atenea volteó su mirada hacia la dirección que indicaba Pallas, viendo que se refería a su lanza divina que estaba bañada en la sangre de su mejor amiga; todavía nose había logrado transformar la lanza.
– Te regalo… el regalo que me diste… Para que… siempre seas la mejor… De nosotras…
Tras decir aquello la mujer divina dejó caer su mano al suelo, soltando su último suspiro de vida…
La diosa de la guerra solo pudo apretar el moribundo cuerpo de Pallas contra su pecho, sintiendo en gran manera el pesar de su corazón ante esa situación; un dolor que no podría ser curado de ninguna forma, mientras el calor en aquel cuerpo desaparecía sin poder hacer nada al respecto…
Después de unos segundos, Atenea extendió su pierna usable para acercar la lanza a ella misma, tomándola del mango y acercándola al cuerpo de su mejor amiga.
« Pallas, hermana… »
Su mente se llenó con los recuerdos que había tenido con su tío, el dios del Inframundo Hades; cuando ella era pequeña, solía contarle historias sentada en su regazo.
Entre esas historias, se encontraba la ocasión en que Hades enfrentó solo a los Titanes en el Tártaro; ella prestó atención a todos los detalles respecto a esa ocasión, en que su sangre se combinó con el metal divino de su bidente, para convertirla en la mejor versión de sí misma…
Ahora, en estos momentos, aquella información y aquellos detalles le serían de utilidad para lograr un milagro en el mundo de los dioses.
« Ella usaba su sangre, que ahora está aquí… Una vez que el arma divina tenga el Icór, se volverá… Más fuerte… »
– … Synkaló…
Su voz salió con un leve suspiro, que dio como respuesta un estímulo nulo; la lanza no hizo nada. Atenea suspiró por lo bajo con un toque sarcástico.
« Supongo que no solo tengo que hacer esto… »
La diosa se observó su mano y mejilla, en donde tenía cortes de parte del dios de los mares; tomó un poco de su propia sangre para volver a tomar el mango de la lanza, de forma que su sangre y la de Pallas se unieron en una sola. Tras ello, también acitvó su afinidad eléctrica, energía que fluyó de sus dedos a la lanza…
« Ahora… Somos una Pallas, hermana… Si quiero la mejor versión de tu regalo, debo… Debo dar la mejor versión de mí misma… Si, así será… »
Sus labios se acercaron para besar la lanza, que se sintió tan suave y cálida como la piel de Pallas.
– Synkaló.
La sangre de Pallas reaccionó con la sangre de Atenea así como con la electricidad y procedió a actuar, convirtiéndose en hilos de metal que empezaron a consumir la energía vital de Atenea para transformarse en su mejor versión… La arma más poderosa para la diosa más poderosa.
Una vez que la diosa volvió a abrir sus ojos, observó la nueva lanza que portaba en sus manos; sin poderlo evitar una sonrisa nostálgica inundó su rostro.
– … Muchas gracias, hermana Pallas… Acompáñame… Una vez más.
La diosa se la guerra se levantó como pudo, al mismo tiempo que Thor se preparaba para enfrentar a Jörmungandr; durante todo el tiempo que había estado peleando contra el mosntruo y con los gigantes, el berserker del trueno perdió sus guantes de hierro, que permitieron el despertar del martillo divino Mjölnir y con lo cual se preparaba para asestar su ataque más poderoso.
Al notar aquello Atenea replicó los pasos del dios nórdico: juntar toda la fuerza posible en sus piernas para lanzarse al ataque, mientras que su mano apretaba el mango de Palaidos, y su cuerpo se llenaba de energía eléctrica divina.
La diosa de la guerra activó el poder divino del dios Zeus, con lo cual los rayos divinos comenzaron a brotar desde sus manos hasta la lanza divina, la cual encendió su poder al recibir aquella carga eléctrica.
En cuanto Thor recibió el recién lanzado Mjölnir para arrojar su golpe más poderoso, Atenea activó el poder de Palaidos para lanzar una estocada directa. Todo en un instante que paneas tuvo instantes de segundos para sincronizarse, y con ello…
Atenea y Thor terminaron con la vida de Jörmungandr en un solo instante.
– ¡¿Pero qué…!?
Tanto Thor como Tifón y los demás gigantes se sorprendieron bastante al ver a Atenea ejecutar aquel ataque, que había rozado a la velocidad de la luz; ataque con el cual logró hacerle varios agujeros considerables al cuerpo de Jörmungandr, aunque Thor había logrado despedazar la cabeza de la criatura.
Tifón con pánico levantó su cabeza para ver la figura divina de Atenea, la cual sin lugar a dudas le recordó al dios griego del rayo y líder del Olimpo, quien en su último enfrentamiento había logrado contenerlo el tiempo suficiente para que los Olímpicos pudieran lanzarle todos sus ataques que casi lo mataban:
Ahora mismo Atenea era el reflejo del mismo líder del Olimpo, Zeus, mientras saltaba en el aire con Palaidos en mano y cubierta de pies a cabeza de rayos divinos…
Ah si, eso y el hecho de que el verdadero Zeus estaba a espaldas de Atenea.
– ¡Señor Zeus…! – Thor fue el primero en percatarse de ello, así como de la llegada de los demás dioses olímpicos.
De inmediato, los demás olímpicos junto con el ejército de ángeles y soldados reanudaron la batalla, destruyendo a los gigantes y demonios que se encontraban en su camino; Apolo y Artemisa trabajaron en conjunto, mientras Hefesto arrasaba con sus guantes divinos y Dionisio a diestra y siniestra despedazaba con un gran poder mágico.
Pero mientras ellos continuaban con la batalla, Atenea sintió un gran bajón de energía vital debido a Palaidos; su cuerpo dejó de producir electricidad así como dejó de darle sangre a la lanza divina, para caer casi inconsciente al suelo.
– ¡Hija…! – Zeus la atrapó en el aire en sus manos – ¡Resiste!
– ¡Hermana…! ¡¿Qué le ha pasado!? – Ares y Hermes se acercaron para ver el estado de la diosa.
– Señor Zeus… Por favor, sáquela del campo de batalla, mientras nosotros nos encargamos de estas cosas.
– Thor, ¡¿Tú tuviste algo que ver con ella!?
– ¡N-No, claro que no! ¡Todo lo contrario…!
A partir de ese momento, la mente debilitada de Atenea dejó de recibir estímulos del exterior y quedó por completo inconsciente y agotada…
Quedando únicamente entre sus memorias más recientes la viva imagen de Pallas, Medusa y Arachne, como si desde el más allá sus espíritus se despidieran de ella para siempre…
Fecha de publicación: 29/10/24
Autor: ASFD
Editor: Darklord331
Nota de autor: Muy buenas, mis queridos Ragnabros.
Tercer cuarto de mi novela favorita: la vida de AteneaGOD (el verdadero evento canónico, mi parte favorita 🗿🗿).
Ha llegado el evento canónico que definió la vida y existencia de Atenea; el momento clave que la convirtió en la número #1 del Olimpo, aunque a costa de perder lo que más amaba…
¿Podrá Atenea recuperar su sonrisa después de este evento canónico? ¿Los dioses olímpicos tendrían que pedirle perdón por todo lo que tuvo que pasar? ¿Los dioses que Atenea visitó entrarán al harem supremo de la besto waifu por excelencia? ¿Cuántos llevamos en su harem mixto?
Todo esto y más en el siguiente cap y último del pasado de Atenea, que estaré trabajando para traerlo el día de mañana, o a más tardar el jueves.
Sin más que decir, ¡Los leo en el siguiente capítulo!
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