Capítulo 56.2: Oscuridad en el Olimpo
La relación entre Zeus y Hera comenzó hace mucho tiempo… mucho tiempo antes de la Gigantomaquia y la Titanomaquia…
Durante el tiránico gobierno de Cronos, Zeus y sus hermanos fueron subyugados a obedecer a su padre como esclavos. Una infancia para Zeus muy oscura, en especial por ser el menor; el más débil y emotivo de ellos…
Hasta que Hera apareció.
Hera formaba parte de una nueva descendencia de dioses creada por los Titanes, siendo ella también la menor de un cuarteto de hermanas: Hestia, diosa del fuego, del calor y la mayor; Asteria, cautelosa diosa de la profecía y el misterio; Démeter, guardiana de la naturaleza con carácter fuerte y solitario. Hera fue nombrada diosa del hogar, con una actitud cálida y amigable que podría enamorar a cualquiera… aunque con toques posesivos, ataques de celos y facilidad de perder la cabeza que alejaban a todos.
Las 4 hermanas fueron creadas por los Titanes para emparejarlas con los 4 hermanos, hijos de Cronos, y crear una nueva descendencia que pudiera titeretear a su gusto. Con esto, se dió el primer encuentro entre los grupos de hermanos:
Hades y Hestia se volvieron mejores amigos, siendo que ambos entendían muy bien el cuidar las espaldas de sus irresponsables hermanos menores…
Adamas fue cautivado por la belleza de Asteria, pero la actitud tímida de la diosa le mantuvo fuera de su alcance; incluso con episodios de miedo…
Démeter y Poseidón se odiaron desde el primer momento que se conocieron, aunque sus gustos por la perfección los acercaban algunas ocasiones…
Hera y Zeus fueron los únicos que cumplieron los estándares de los Titanes: desde que se vieron la primera vez, se enamoraron uno del otro.
Algunos momentos románticos después, incluyendo tonterías de Zeus que enojaban a Hera o tonterías de Hera que sacaban las risas de Zeus, episodios de tristeza por sus estatus de hermanos menores… Eso conllevó a su relación de pareja.
– Esto es lo peor, ¿No crees?
– ¿Eh? ¡Si, claro que si!
Los jóvenes estaban recostados en un campo de flores del Olimpo, afuera del palacio de Cronos; los últimos minutos de su día de reunión, antes de volver cada uno a su propia prisión para ser adoctrinados por sus padres: la regla de Cronos, para evitar rebelión alguna como la que una vez ejecutó contra Urano.
Ante la respuesta tan rápida de Zeus, Hera le miró confundida.
– ¿Me estás oyendo?
– ¡Obvio que si! Hablabas de… ¿Tu comida favorita?
– Hablo de la situación que tenemos bajo el reinado de Cronos tu padre… o nuestro padre. Es muy confuso.
– ¡Eso! Si, tienes razón. Es muy malo…
Zeus extendió una mano para recoger un mechón de Hera, pero la diosa apartó su mano: lo que le hablaba era algo serio que no quería guardarse.
– No lo soporto más. Quiero ser libre.
– ¿Huh? ¿¡Acaso ese idiota te tiene encadenada!?
– ¡Claro que no! ¡Mírame! – Hera dió un golpe seco a la cabeza de Zeus, antes de volver la mirada al cielo nocturno – Hablo de este sistema de control. No somos libres por esto y… yo no lo soporto.
» Toda mi vida estuve bajo el control de los Titanes, sin mencionar que ser la menor de esas tontas tampoco me ayudó mucho. Solo he vivido una vida que… no ha sido mía.
» Odio todo esto. Quiero tener algo mío: mi propio hogar, mi propia corona, mis… mis propios hijos e hijas… Quiero ser dueña de mi misma y de mi futuro.
El dios prestó atención debida a sus palabras; de entre todos los pensamientos serios y correctos que cruzaron su mente, solo una respuesta un poco tonta aunque sincera salió de sus labios.
– ¿Me estás diciendo que no soy nada para ti?
Hera frunció los ojos y le dió una mirada molesta al dios.
– De todo lo que oíste, ¿Solo interpretaste eso?
– ¡Claro! Es lo que más me preocupa… ¿¡Cómo crees que me siento si he sido un idiota por ti y no somos nada!?
Ese comentario provocó la risa de Hera; quiso aguantarla, pero tuvo que liberarla con un suspiro además de una sonrisa divertida; terminó por guiñarle un ojo.
– Eres un tonto. Pero es obvio: tú eres mío y solo mío ♡
– ¡Qué alivio!
– Solo te preocupas por eso, ¿No? Tu ego…
– ¿Ego? ¿Tan simple me crees? – Zeus se acomodó y sentó en el pasto – No es solo "ego", es…
» ¿Sabes? Entiendo muy bien cómo te sientes. No solo por ser la menor sino que… yo no era exactamente este galán que conoces.
– ¿En serio? ¿Antes eras nerd y tenías lentes, como Asteria?
– No sino que… En todos los aspectos era el menor: el más débil, el más lento, el más torpe y llorón… ¡Una vez, rompí una mesa y me clavé las astillas en mis nudillos!
– ¡Que tontería! – Hera se aguantó as ganas de estallar en carcajadas.
Pero, Zeus siguió con un tono más serio.
– Aquel día fue la primera vez que les dije a mis hermanos mi… mi propósito para el futuro: me propuse ser… Más fuerte que Adamas, más veloz que Poseidón, más inteligente que Hades… El mejor de los 4 hermanos.
– … ¿Por qué una ambición tan alta?
– Creo que… tu respuesta encaja también para mí: quiero algo que sea mío. Pero yo quiero ganarlo con mis manos: ganar mis peleas, tener mis victorias, ser fuerte para proteger a mis seres amados… ¡Levantar el orgullo de los dioses…! ¡Ser el símbolo de orgullo, fuerza y poder para toda Grecia! – su respuesta seria estuvo acompañada de una última broma típica de él – ¡Y así… conquistar un montón de chicas lindas!
Tales palabras sorprendieron a Hera; era increíble que aquel dios pudiera ser serio… al mismo tiempo que un completo tonto. El tonto del que se enamoró.
– De verdad estoy enamorada de alguien como tú… Más bien, de ti. A veces no puedo creerlo.
– ¿Qué te digo? Buscabas a alguien como tú…
– ¿¡Eh!? ¡Eres un idiota!
Hera se abalanzó sobre él para golpearlo mientras Zeus respondió como un niño indefenso; dieron un par de vueltas en el suelo hasta terminar abrazados unos al otro: Zeus sostenía sus caderas y Hera tenía ambas manos sobre sus pectorales. Respiraron agitados por su jueguito, sonrojados por el acaloramiento, y ella terminó por reposar su cabeza en su hombro.
– ¿De verdad quieres ser el mejor de toda Grecia?
– ¿Solo de Grecia…? – Zeus rió divertido – ¡De todo el Cosmos! ¡Esa es mi meta!
– Qué lindo, pero… ¿No te preocupa que se entere Cronos?
– No le importamos lo suficiente. Solo piensa en sí mismo.
– Curioso… ¿Has pensado que derrotarlos… a Cronos y a los Titanes, podría ser el escalón ideal para tu sueño?
Palabras que prendieron brillo en los ojos de Zeus, como si acabara de dar una perfecta idea; Hera sonrió tranquila y cerró los ojos para dormir sobre Zeus.
– Solo era una broma. Una broma que… no estaría mal que fuera verdad.
– Una… buena broma…
– Seguro que pensabas en bromas tontas como esas hace un momento, ¿No? Cuando dijiste sobre mi comida favorita…
La respuesta de Zeus terminó por arruinar el buen ambiente que habían creado.
– ¿Eso? No; trataba de decidir cuál es mi parte favorita de tu cuerpo: tus pechos o tus muslos.
– … ¿Qué?
– O tus caderas… o tus pies… o tus glúteos… o tu--
– ¡Deja de acosarme!
Tal grito fue acompañado de una bofetada, para que después ella se separara de Zeus y decidiera irse.
– ¡Adiós! ¡Nos vemos en… en 1000 años o no lo sé! ¡A-Adiós…!
El dios se quedó con la sensación y marca de su mano en la mejilla viéndola irse; una sonrisa algo pervertida apareció en sus labios.
– Fuerte pero suave… ¡Qué hermoso bombón!
Ese día fue lo que le dió la idea a Zeus de declarar la Titanomaquia: un torneo de combates contra los Titanes para quitarles la corona, entre lo que también estaba el título del dios más fuerte. Así se dió la primera guerra de los más poderosos de Grecia:
Del lado de los dioses: los hermanos Hades, Adamas, Poseidón y Zeus; acompañados de las hermanas Hestia, Asteria y Démeter, aunque ellas excluyeron a Hera.
– ¿¡Por qué no puedo entrar!? ¡Quiero partirle la cara a alguien!
– ¡Claro que no! ¡Ya deja de hacerme caras!
Hestia golpeó a Hera para hacerla reflexionar, mientras Démeter cruzó los brazos con mala cara.
– No estás capacitada para pelear contra los Titanes.
– ¿Según quién?
Asteria se ajustó los lentes.
– Nosotras lo decidimos; tus estadísticas son las más pobres de todas nosotras. Hice un cálculo estimado de 20,507 escenarios posibles--
– ¡No quiero saber toda esa información! Yo solo tengo ganas de golpear a esos idiotas… ¡Eso me basta!
– No te pongas en riesgo, por favor… – Hestia tomó los hombros de Hera y después le abrazó – No me gustaría que te pasara algo malo. Hazlo por mi, ¿Si?
La diosa hizo un puchero y terminó por asentir; nunca podría decirle no a su hermana mayor favorita. Resignada se sentó en el graderío donde podría ver el torneo, y sus hermanas fueron con los hermanos para terminar de prepararse.
– Esto será… ¡Muy divertido! – Adamas giró su hoz varias veces, haciendo alarde de su habilidad – ¡Qué emoción! ¡Ya quiero empezar!
Hades, sentado y afilando las puntas de su bidente, le echó ojos fulminantes.
– Deja de jugar con eso. Te sacarás un ojo.
Poseidon también le fulminó con la mirada y se alejó de él, pero Adamas tenía otros planes en mente.
– Lo único que sacaré será una cita… ¿¡Si o no, mi querida Asteria!?
El grito de Adamas llamó la atención de las diosas, en especial de Asteria que levantó la mirada, sorprendida y sonrojada de timidez; Adamas le sonrió de lado y puso la hoz sobre sus hombros, para apuntarle con una mano.
– Cada Titán que derrote será una hora contigo, ¿¡Qué te parece!?
– ¿¡Ehhh!? ¡Eso… es muy repentino…!
Asteria corrió asustada y sonrojada; Démeter solo barrió con la mirada a Adamas.
– Asqueroso.
Zeus se percató que Hera no estaba con sus hermanas, y al verla en las gradas fue a verla.
– ¿No entrarás con nosotros?
– Mis hermanas me lo prohibieron, así que ni intentes convencerlas. – la diosa suspiró molesta – Cómo odio que decidan por mi.
El dios pensó un poco antes de dar una respuesta; la primera que apareció en su cabeza.
– No te preocupes, mi bombón… ¡A todos esos idiotas les daré el doble de golpes: uno de mi parte, y uno de tu parte!
Hera puso las manos sobre sus mejillas, y le sonrió a Zeus.
– Muchas gracias ♡
– ¡Muy bien! – Zeus volvió con sus hermanos, tronó sus dedos y su musculatura corporal explotó al instante – ¡Empecemos con esto, ¿Qué les parece?!
Del lado de los Titanes: entre los más destacados estaban Océano, el señor del agua universal; Ceo, rey de las estrellas; Crío, cuidador de los dioses; Hiperión, la luz del universo; Jápeto, pilar de la creación… y Cronos, el más poderoso Titán.
El torneo prometía ser largo y difícil, un reto para cualquier dios que se atreviera a enfrentar a los Titanes… Pero no para ambos grupos de hermanos. Aunque todos recibieron heridas de gravedad, todos lograron derrotar a sus oponentes con suma facilidad…
La única excepción fue Zeus, quien ganó todos los combates sin recibir un solo rasguño; hasta su turno contra Cronos cuando recibió de lleno en su mandíbula un puño que fue más allá del límite del tiempo, que pudo haberle puesto fin al combate y al objetivo de Zeus…
Pero no fue así; Zeus volvió a levantarse y volvió a propinarle un golpe a Cronos, que lo tumbó al suelo. Una patada a su cabeza y… Cronos murió. Con eso, Zeus logró ganar el ganador de la Titanomaquia.
Hera fue la primera en felicitar a Zeus, bajando de las gradas y subiendo a sus músculos y sudorosos brazos para besar su cara a pesar de la sangre que brotaba de su mentón; la primera victoria del nuevo rey del Olimpo.
La primera victoria… que llevó a uno tras otro problema…
– El oráculo de Delfos ha hablado. Escucha, hijo de Cronos.
Tras la Gigantomaquia Zeus estableció su reino en el Monte Olimpo, con el control absoluto sobre Grecia… Ahí fue cuando comenzaron los problemas.
Gaia nunca fue derrotada por completo, por lo que ella siguió provocando conflictos como la guerra contra Tifón que involucró a todos los dioses; Adamas mismo encabezó una rebelión, que terminó con la intervención de Poseidón…
El oráculo de Delfos: una zona de habitantes semidivinos, fuera de la jurisdicción del Monte Olimpo, que eran magos muy poderosos, incluso para los hermanos.
También eran conocidos como "los profetas de Delfos": magos con muchas habilidades, entre las cuales destacaba la visión del futuro. En un comienzo, ellos ayudaron a los hermanos para la Gigantomaquia y la guerra contra Tifón… Pero no dejaban de ser una amenaza hacia el recién formado reino de Zeus que constantemente era atacado.
La sacerdotisa convocada por Zeus, en secreto para no provocar roces con los demás dioses olímpicos, tenía un propósito en específico para haber asistido con el griego:
– ¡Por fin llegas! – el dios se levantó de su trono – ¡Mi querida bombón ha estado muy enferma desde hace varios días! ¡Espero que tengas el remedio en tus manos!
Aquella mujer de capucha negra y holgada, cola arrastrada en el suelo, y una serpiente sobre sus hombros, levantó sus ojos claros hacia Zeus: Pitia, la sacerdotisa de turno.
– No sucumba ante el miedo, señor Zeus. La señora Hera no morirá de esta enfermedad--
– ¡Eso no me importa!
Con desesperación, Zeus tomó los hombros de Pitia y la sacudió violentamente de lado a lado.
– ¡Se ha vuelto más irritante que antes! ¡Ya no soporta mis bromas, siempre tiene un cuchillo en la mano, y sus ojos son de fuego! ¡Aunque no se puede levantar de su cama, tengo miedo que un día lo haga y sea mi fin!
» ¡Dígame qué tiene el remedio para curarla, o al menos alegrar su vida--!
La serpiente en hombros de Pitia terminó por gruñirle a Zeus para que los dejara en paz: la serpiente Pitón, con un veneno capaz de curar la peor enfermedad… y de causar la peor muerte. Pitia acarició la cabeza de Pitón para calmarla; tomó un frasco de su vestido y puso los dientes de la serpiente en su interior para extraer veneno del mismo.
– El comportamiento de la señora Hera es debido a esta enfermedad. Con este remedio debe mejorar su salud y su ánimo.
– ¡Más te vale! ¡Todas las veces que te convoco dices lo mismo, y siempre recae!
– Mi poder es limitado ante una plaga creada por alguien tan poderoso como la diosa Primigenia Gaia… Si no elimina la raíz, estos malestares serán eternos.
– ¿Acabar con Gaia? ¡Ni siquiera los 12 Olímpicos podríamos lograr esa hazaña!
– No está solo… Mejor dicho, usted y los Olímpicos no tienen qué estar solos en esa batalla.
Las palabras de Pitia tomaron por sorpresa a Zeus; su curiosidad despertó de inmediato.
– ¿A qué te refieres?
– He visto el futuro de su reino… Tantos problemas han habido y habrán por estos años venideros, pero… He visto que su reinado tendrá un futuro.
– ¿¡En serio!? – Zeus se emocionó demasiado, tanto que tomó asiento directamente en el suelo y puso las manos en sus rodillas – ¡Cuéntame más!
Pitia se aclaró la garganta para dar su profecía.
– Este será su reino, Zeus hijo de Cronos:
» Tras estos tiempos de guerra e incertidumbre, prosperidad y crecimiento vendrá como no tiene idea. Usted será el dios más fuerte… no solo de Grecia.
» Allá afuera hay más reinos divinos de los que usted no tiene idea, pero será más fuerte que todos ellos: Asgard, Svarga, Egipto, Takamagahara, Tian… El más poderoso de todos los reinos divinos y todos los dioses; ese será usted.
» Formará una alianza con los Cielos; todos tomarán asientos para escuchar sus palabras, sea la sabiduría o la locura, y obedecerán sus órdenes… Grecia tendrá la corona absoluta por mucho tiempo, pero…
» Todo reino que ha tocado la cima está condenado a conocer el fondo del abismo…
» Los mortales aparecerán; la primera pareja tomará rebelión y creará su propio paraíso, dónde nacerá su estirpe… Una genealogía que crecerá en número y fuerza. Muchas veces lograrán tocar el estrado divino, que provocará la furia de los dioses; pero un corazón lleno de justicia pondrá de condición el silencio del Cielo.
» Por cuatro milenios se cumplirá este deseo, hasta que los Cielos estén hartos de su propia creación. La destrucción vendrá pero… una mujer del Cielo la detendrá.
» Serán 2 mujeres del Cielo quienes logren lo imposible: derribar 3 coronas doradas. Por primera vez, los dioses verán su propia sangre… Un derramamiento que se cumplirá dos veces. Una vez que la última gota haya caído, Grecia verá su verdadero final y todos los dioses caerán…
Pitia terminó temblando; esas palabras no eran para nada alentadoras ni agradables. Sentimiento que desapareció ante los aplausos de un Zeus que tenía cara de niño embobado.
– ¡Qué gran historia!
En definitiva no había entendido ni la mitad de lo que dijo Pitia, que provocó el enojo de la mujer; Zeus se levantó de un salto y apretó ambas manos.
– ¡Significa que encontraré rivales fuertes para demostrar mi poder! ¡Por fin tendré una buena pelea contra alguien…! Ahora responde a mi pregunta, ¿¡Cómo me felicitará mi bombón cuando golpee la cara de mi primer gran rival, eh?!
Pitia se quedó callada ante la pregunta de Zeus. Solo tenía una respuesta que dar.
– Ella… no le dará ninguna felicitación.
– ¿Qué dices? ¿Acaso seguirá de malas? ¡Qué fastidio--!
– Todo lo que le conté sucederá… después que la señora Hera haya dejado los Cielos… para siempre.
Una declaración que dejó helado a Zeus mismo; no necesitaba ser un genio para entender las palabras que le acababa de decir.
– … ¿Qué?
– La señora Hera será la primera que conocerá su final… Un evento tendrá lugar que no podrá evitar… Y aunque pudiera, no querrá evitarlo.
Los ojos de Zeus se abrieron por completo, dejando sus pupilas contraídas por los sentimientos que estaban apareciendo.
– ¿Q-Qué dices…? ¿Mi bombón… morirá… y no haré nada para evitarlo…? ¿¡Por quién me estás tomando!?
El cuerpo de Zeus estalló, dejando ver toda su musculatura que puso alerta a Pitón de inmediato; los pies de Zeus se enterraron en el suelo demostrando su reciente ira.
– ¡No digas tonterías! ¡Yo nunca permitiría que eso le pasara a ella! – se acercó peligrosamente a Pitia, con ambos puños apretados con toda su fuerza – ¡Dame la solución!
– Señor Zeus, es un evento que no ocurrirá prontamente. No puede preocuparse, ya que no hay nada que pueda hacer--
– ¡Dije que me dieras la solución…!
De nuevo Zeus tomó a Pitia de su capa, está vez con una sola mano, poniendo bastante alerta a Pitón aunque la mujer no reaccionó.
– ¿¡Crees que sería capaz de permitir… que mi bombón sea lastimada! ¿¡Por qué crees que estás aquí!?
» A pesar de todo lo que hemos pasado… A pesar de todo lo que he hecho contra ella; todas las veces que provoque su odio contra mi… ¡Aún con todo eso, ella nunca me abandonó ni me dejó! ¡Yo no pienso siquiera dañar uno de sus cabellos…!
» ¡Ahora dime cómo evitaré su muerte… o yo mismo te mataré con mis manos, y no verás el mañana!
Pitia permaneció calmada sin responder; no quería llegar a ese punto, pero Zeus la estaba orillando. Tuvo que confesar la última verdad, tras un suspiro de rendición:
– Usted será el responsable de su muerte, señor Zeus.
El dios griego quedó helado con esas palabras.
– Además… Es verdad lo que dice. Yo no veré el mañana, y ella prontamente tampoco verá el mañana. Pero… usted sí.
» Usted vivirá lo suficiente para ver el mañana… Toda la profecía se cumplirá, y usted será testigo. Sus ojos serán los últimos en ver caer la sangre de los dioses…
Zeus quedó contraído entre tantas emociones y confusiones que su mirada estaba paralizada, su cuerpo bombeaba pero estaba detenido, y su puño parecía explotar. Quería golpear a Pitia, pero… tampoco tenía las fuerzas para lograrlo.
Sin embargo, un silbido cruzó el campo y destruyó la cabeza de Pitón en un santiamén; Zeus soltó a la mujer y la serpiente cayó retorciéndose en el suelo.
La sorpresa invadió tanto a Zeus como a Pitia, así como la voz que sonó desde el trono del dios.
– Cuán poca belleza han visto mis ojos… No sé porque la dejaste vivir tanto tiempo, padre…
Apolo, el dios del Sol y segundo más fuerte del Olimpo.
Zeus relajó su cuerpo de inmediato y volteó la mirada a su hijo, quién con sonrisa pícara dejaba el trono de su padre.
– ¿Qué haces aquí, Apolo? Había dicho qué--
– Una mujer y su animal nada hermosos invaden el Monte Olimpo… No puedo quedarme sin hacer nada ante esta blasfemia, padre.
Apolo guardó sus armas y caminó para encontrarlos en la escena, mientras Pitia confirmaba la muerte de Pitón bajo sus pies.
– He venido en paz, pero ustedes quieren guerra… Ese instinto asesino será la primera caída de Grecia…
– ¡Basta!
De inmediato, Apolo llegó hasta Pitia; una de sus manos fue puesta en sus caderas de modo que la dejara caer hacia atrás y con su brazo sostenerla; la otra mano fue hacia su cara para apartar sus cabellos.
– Hablar de esa manera es irrespetuoso, semidiosa. Mereces un castigo divino.
Pitia le miró con la misma indiferencia y sin miedo alguno, ni siquiera frente a Apolo que podría ser tan despiadado y cruel. Mucho menos mostró sentimientos cuando dió su sentencia contra Apolo:
– Dos veces has usado tus dones para tocar cabezas. Tu propio destino ha sido sellado…
– ¡Apolo, ya basta! – Zeus exclamó bastante molesto – Mataste a un habitante de Delfos… ¿¡Sabes en cuántos problemas más estás involucrando a toda Grecia!? ¡Más te vale resolver esto, ahora mismo…!
Los ojos de Apolo cambiaron; de narcisismo y egocentrismo típicos de él… a una extraña sed de sangre.
– Entonces puedo hacer lo que quiera con esta mancha… – tomó a Pitia agresivamente y se incorporó para dirigirse a Zeus – ¡Cómo usted ordene! ¡Me encargaré de traer de nuevo la belleza al Olimpo!
– ¡Solo hazlo de una vez!
Apolo y Pitia se retiraron de la habitación; los portones se cerraron sonoramente y dejaron a Zeus solo con el cadáver de Pitón. El dios se pasó una mano por su cabeza, agobiado y bastante frustrado por todo lo que acababa de pasar. Entre todo lo que tenía, una sola cosa surgió.
– Hermes…
– A sus órdenes.
El mensajero apareció repentinamente de entre las sombras, lo que asustó a Zeus.
– ¡Hey! ¿Tú dónde…? No importa. Limpia esto, por favor.
– Por supuesto.
– … ¿Qué estaba por hacer? ¡L-La pócima!
Zeus se dió media vuelta y desapareció, yendo por las escaleras de caracol colocadas detrás de los tronos suyo y de Hera; tales llegaban directamente a la habitación de los reyes del Olimpo. La diosa estaba acostada en la cama, vestida con una túnica delgada que llegaba hasta sus hombros, y con el rostro tranquilo de una mujer dormida.
La temible y celosa reina del Olimpo ahora era una pequeña uva recostada.
– ¡Bombón! ¡Estoy aquí!
– … ¿Huh? – Hera abrió sus ahora apagados ojos hacia el dios con bastante lentitud – ¿Querido…?
– Una profetisa de Delfos me dió un remedio para ti… ¡Tómalo para que recuperes fuerzas!
Zeus le extendió el frasco a Hera quien se sentó sobre la cama para ver mejor al dios y lo que traía. Pero sus oídos solo habían prestado atención a una palabra en específico que despertó su actitud agresiva y alocada:
– … ¿Trajiste a otra mujer aquí? ¿Qué… te había dicho?
– ¿Eh? ¡No, no es lo que crees--!
– ¡Tus malditos amoríos…! ¡Ya me tienen harta, más todavía tu descaro de admitirlo cuando estoy en este estado! ¡Más te vale usar tu forma final, hijo de Cronos, que ni siquiera eso te salvará de mí--!
Hera de repente comenzó a toser con fuerza, cosa que le quitó todos los ánimos que traía; Zeus se preocupó y acercó con el remedio.
– ¡Toma esto, por favor…!
Permitió que terminase de toser y le dió el remedio; un sorbo pequeño. El mismo hizo efecto poco después, que le quitó la tos y le permitió recostarse de nuevo a la diosa.
– Ya… ya me siento mejor… Muchas gracias.
– Para eso estoy bombón… ¡Te voy a cuidar por siempre!
Hera frunció el rostro un poco disgustada.
– ¿Por siempre…? Si yo llegase a quedar así para siempre, sin posibilidad de curarme y aquí acostada… ¿Aún así, te quedarías conmigo?
– … No. Nunca haría eso porque… eso nunca te pasará. – Zeus levantó su dedo en afirmación – ¡Este galán que es el más fuerte del Olimpo se deshará de todo lo que te quiera hacer daño! ¡Con mis propios puños…!
Hera rió ante las tonterías de Zeus; siempre tenía algo qué decir, fuera bueno o una simple tontería.
– Eres un tonto, ¿Alguien te lo ha dicho?
– Muchos, pero… solo me importa que tú me lo digas.
– Tonto y masoquista…
– Tenías que buscar a alguien igual que tú, ¿No?
– ¿¡Eh…!?
Los remedios de Pitia dieron frutos y la salud de Hera fue recuperándose, pero… Nunca fue un proceso completo. Siempre recaía, y siempre se enfermaba, y cada día había menos remedio. De no ser por Apolo, podrían alargar el tratamiento, pero… Ya no quedaba tiempo.
Zeus tenía qué hacer algo.
Ese fue el principal motivo para su juego más importante: enviar a Hermes a los confines del Cosmos con cartas de invitación, hacer las preparaciones apropiadas con su primer aliado, Odín, y… Formar el Consejos de dioses con sede en el Valhalla.
Así se dió la primera reunión cósmica de los dioses, aunque… desde el principio todo fue confuso y difícil de manejar.
– ¿Por qué estamos aquí?
– ¿Quién es ese Zeus?
– ¿¡Por qué se hace llamar padre del Cosmos!?
– ¡Se ve muy joven para este cargo!
Los dioses tenían actitudes arrogantes y superiores contra Zeus ante su osadía de tomar el título de líder; ni siquiera el hecho que fue él quien derrotó a Cronos, el Titán más poderoso, era suficiente para ellos.
– La situación se está yendo de control… ¡Esto será un caos! – un pequeño dios mensajero con plumas de vestimenta se mostró asustado.
La diosa a quien acompañaba, Coyolxauhqui, suspiró con una mano en su mentón.
– Ya veremos cómo termina esto.
Hermes elevó la voz para llamar la atención de todos; una vez que lo consiguió le cedió la palabra a su padre que seguía en su trono, tratando de continuar la conferencia.
– Como les decía, dioses del Cosmos… ¡Mi objetivo es unir fuerzas en una alianza mutua--!
– ¿Por qué tendríamos que hacerlo?
– ¡Ni siquiera te conocemos!
– ¡Solo eres un rubio con ambiciones fuera de tu alcance!
A pesar de todos sus intentos, Zeus no conseguía nada. La paciencia se le estaba terminando; más ante la siguiente sentencia que surgió de los labios egipcios de una muy joven Isis, tomando por primera vez su lugar en la Trinidad principal de Egipto:
– ¡Muestra tu poder, hijo de Cronos! ¡Si quieres el liderazgo de los dioses, demuéstralo!
Poco a poco, todos los dioses se unieron en las palabras de la reina de Egipto, hasta terminar en un coro completo:
– ¡Pelea, hijo de Cronos!
Afrodita, en ese entonces una diosa muy joven y con curiosidad ante ese tipo de situaciones, estando en un sitio cercano a Zeus sonrió coqueta, acariciando su mejilla.
– ¿Podrás resolver esto… Zeus? ~♡
El rey del Olimpo ocultó la mirada ante los gritos de todos los dioses; en definitiva su ira acababa de ser encendida. En un santiamén todo su cuerpo comenzó a crecer en musculatura, hasta tomar su forma más aterradora junto con un rugido de trueno que destruyó su ropa y apagó al instante las voces de todos los dioses.
– ¡No tengo tiempo para estos tontos juegos! ¡Si alguien duda de mi, que venga contra mi ahora mismo! ¡Cualquier dios que se atreva a hacerme perder tiempo, lo mataré…! ¿¡Quién será el primero!?
La única respuesta que recibió de todos los dioses fue silencio; Poseidon, que a su vez estaba junto a Afrodita, suspiró satisfecho al ver cómo su hermano menor, aquel niño llorón por fin se convertía digno de ser el Presidente del Valhalla…
Aquella primera reunión tenía doble propósito: el primero fue reunir un equipo de médicos divinos que pudieran curar a Hera, o al menos darle más tiempo. El segundo fue justo lo que estaba hablando: una alianza entre dioses para librar una última guerra contra Gaia, para terminar con ella por completo; tal batalla fue difícil pero la suerte sonrió a los dioses, que lograron su cometido.
Algo que debió ser una victoria completa para Zeus, pero… No fue así.
La plaga con que Gaia había infectado a Hera se intensificó con su muerte, lo que selló el destino de la esposa de Zeus: sin importar el equipo de médicos, ella no podría ser salvada.
Eso provocó que Zeus quedaste junto a Hera todos los días y noches para aprovechar los últimos momentos que les quedaban; una noche, Hera abrió sus ojos lentamente tras largo tiempo de sueño no conciliado, encontrando a su esposo dormido y con su mano sostenida.
– Querido… sigues aquí.
– ¿¡Eh!? ¡Si…! – Zeus despertó de golpe y se aferró a la mano de su esposa – ¿¡Qué pasa!? ¿¡Te sientes mal, quieres comer…!?
– ¿No deberías… dormir en dónde… estés cómodo…?
– Junto a ti es el único lugar donde puedo descansar de verdad.
– … Que tonto… de tu parte… – Hera sonrió delicada – Solo estás aquí… todo el tiempo…
– Hice esa promesa y la cumpliré.
– … Eso me recuerda… que quiero darte algo…
Hera levantó una mano para apuntar a un montón de tela que había en una repisa cercana; un pasatiempo curioso de la diosa era el tejido, que estuvo desarrollando ese tiempo. Zeus entendió y tomó la tela para dársela a su esposa.
– ¿Quieres darme algo? ¿Una bufanda?
– No… algo mejor…
Hera desenvolvió la tela como si fuera una caja de regalo, de dónde sacó una canica dorada que en sus manos era de gran tamaño, pero para Zeus era un pequeño balón.
– ¿Qué es esto?
– Es… tu arma divina…
– … ¿Mi qué?
– Me puse a pensar un día… En tu costumbre por usar tus puños, tus redondos pectorales que tanto me gustan, y tu cuerpo semidesnudo para pelear… – un débil sonrojo invadió su rostro – Eso me gusta para mí, pero…
» También pensé que… siempre que peleas, corres el riesgo de herirte… No soportaría verte herido de muerte por culpa de tus tontas costumbres… Además, la única que puede herirte o matarte soy yo…
» Así que… los médicos que me atendieron… yo les pedí que me ayudasen para… crear la mejor arma de los Cielos… Solo para ti.
Los ojos de Hera emitieron brillo por primera vez; tener aquella canica en sus manos era algo en que había puesto todo su empeño, lo que le emocionaba.
– Esta arma puede… ¡Puede hacer todo lo que quieras! ¡Es la más poderosa del Cosmos!
» Es literalmente un rayo, ya que cuando te quitas tu ropa suenas como un trueno. Puedes… puedes controlar la energía eléctrica que quieras y… puedes cambiarla de forma… No como las armas fisicas de tus hermanos…
» Puedes concentrar tu energía vital en ella para no ser herido… Lo puedes mover por tu cuerpo libremente… Puede funcionar como medio de transporte… Un escudo, una lanza, una espada, un martillo, incluso un puño adicional--
– ¡Hey, hey!
La diosa de repente comenzó a toser, por lo cual Zeus le apartó la canica y la hizo recostarse de nuevo; su ataque terminó y, con los ojos más apagados que antes, dirigió la mirada a su esposo que estaba atónito procesando su monólogo.
– Esto es… ¡Demasiado para mí! ¡N-No puedo aceptar algo así, bombón!
– Claro que lo harás… O te castraré.
– ¡P-Pero, en tu estado…! ¡Pensar en hacer algo así, no será bueno para tu salud!
– Es obvio que tenía que hacerlo… Es mi seguro de promesas…
– ¿Que dices?
– Aquel día… cuando solo pensabas en mis pechos o mis piernas… También me dijiste que tu meta era ser el símbolo de fuerza y orgullo del Cosmos…
» Este regalo es la garantía que lo lograrás. No importa cuán poderoso sea tu enemigo o cuán idiota te comportes… Mi promesa es que estaré a tu lado cuando uses esto; te protegeré, te cuidaré, y te castraré si es necesario…
» La orgullosa fuerza del Olimpo nunca será derrotada. Te prometo que, no con mis manos pero con este regalo, lo cumpliré contigo…
El dios griego solo podía estar conmovido ante el monólogo de su esposa; apretó la canica y la puso sobre su pecho con una expresión de felicidad y orgullo.
– Lo aceptaré, mi amada bombón… ¡Nunca te decepcionaré, amor de mi vida!
– Gracias… querido…
Esa fue la última conversación que tuvo Zeus con Hera; a la mañana siguiente, ella falleció.
Simplemente se quedó dormida; el único que sufrió fue Zeus que, mediante lamentos, hizo resonar en el Olimpo su pérdida.
Todos los dioses acudieron al funeral de Hera, estando Zeus en primera fila para contemplar a su mujer desaparecer del féretro en polvo. Odín ya le había dicho el destino de dicho polvo: Nilfheim, el vacío eterno de almas.
Ese también fue el día en que Zeus comenzó a morir: su cuerpo poco a poco fue tomando aquella apariencia de anciano tan conocida en la actualidad, la barba que llegaba al suelo y las cejas abundantes que cubrían su visión. Una respuesta de su cuerpo ante semejante pérdida…
– ¿Seguirás todos los días aquí, padre…?
– Déjame en paz, Apolo.
Zeus había decidido quedarse sentado en su trono, resguardando la entrada a su habitación que había compartido con Hera pero sin entrar en ella; todos los días hacía lo mismo. Apolo, sin más que hacer por el ambiente tan depresivo que había dibujado la ida de Hera, se la pasaba tratando de consolar a su padre.
– No deberías avergonzarte de lo que le pasó a Hera tu esposa… Después de todo, su partida fue muy hermosa por cierto, ¿No?
– Apolo, no quiero hablar de eso…
– El destino había sido ya sellado desde la Gigantomaquia. No había nada que pudieras hacer; es más, todo lo que pudiste haber hecho ya lo hiciste…
Apolo dibujó una sonrisa a su padre, aunque… era una sonrisa un tanto indiferente.
– Ella también dió toda su vida pero no fue suficiente. Aún así, ¿No es aquello como un hermoso poema? ¿Aquella… "Julieta" destinada al amor trágico?
– … ¿Eso es todo lo que sientes por ella…?
– No puedo sentir otra cosa por una mujer que no fue mi madre… Solo majestuosidad ante el "poema" que escribió para nosotros…
– … Así que solo eso… – Zeus bajó la mirada.
Apolo estaba por decir algo más, cuando una mano sobre su hombro le detuvo.
– Suficiente, Apolo.
La mano de Poseidón; Apolo se giró para ver a su tío, primero asustándose ante su mirada fría y severa para después cambiar dicha expresión por una sonrisa.
– ¡Posei-san! ¡Qué gusto verte aquí!
– ¿Otra vez molestando a tu padre?
– ¿Acaso es una molestia tratar de curar un corazón roto? Si así son las cosas, me retiraré…
Apolo avanzó a paso lento, dejando tras de sí unas últimas palabras dirigidas… ¿A Poseidón? ¿A Zeus? ¿O a Hera, dónde sea que estuviese?
– No es un buen comportamiento para la orgullosa fuerza del Olimpo, ¿No?
Una vez que Apolo desapareció del lugar, Poseidón quedó de pie frente a su hermano menor que seguía con la mirada baja; un poco de su cabello cayó al suelo, quedándose un poco más calvo, y entonces levantó su mirada a su mayor.
– Gracias, Posei--
– Apolo tiene razón – respondió el dios de manera cortante – Ya no puedes seguir así.
– … ¿Tú tampoco lo entiendes? He perdido… a la única que, a pesar de mis errores y tonterías, estuvo a mi lado y me amó… Por mi culpa.
– ¿Por tu culpa?
– La sacerdotisa Pitia dijo… Que mis acciones me volverían el responsable de su muerte y así fue. Dijo que viviría para verla morir… y así fue…
» Si no… Si no hubiera provocado la Gigantomaquia ni la Titanomaquia, ella seguiría viva.
Poseidón quedó en silencio sopesando sus palabras, para después tomar asiento junto a su hermano menor.
– Yo no lo veo así. Yo no entiendo esto de esa manera, Zeus… Yo solo veo que cumpliste lo que Hera quería…
– ¿Huh?
– Yo también cuidé de ella en sus últimos días, tiempo que me contó muchas cosas, en especial cosas buenas del tonto hermano menor que tengo…
– ¿Eso que tiene--?
– Un tonto que cumplió sus palabras y todo lo que ella quería: en la Titanomaquia, ella contó tus golpes y… en efecto, eran el doble de los que todos nosotros dimos. Un golpe tuyo y uno por ella.
» Siempre quiso un hogar propio, y se lo diste en la Gigantomaquia: la seguridad de que, sin importar cuántos gigantes nos amenazaran, ella estaría segura en el Monte Olimpo porque tú estabas aquí.
» Su deseo de una familia… Debo decir que fuiste muy tonto con eso, teniendo hijos con varias mujeres como Apolo… Aún así, a los propios como Ares y Hermes, o a cualquier otro que tuviste, para ella eran su familia.
» Un día le dijiste que te quedarías junto a ella por siempre, y murió tomada de tu mano sin que te despegaras ni un solo instante. Lo último que vió fue al tonto que eligió como su esposo, decisión que… ella nunca se arrepintió.
» Ella quería una vida libre y tú se la diste. Vivir esclavizado a su recuerdo y poner en tus hombros esa culpa no es la libertad que ella hubiera querido para ti… De lo contrario, nunca te hubiera dado ese rayo…
El dios volteó a la pequeña canica que estaba en el suelo junto a sus pies, que también decidido no usar por Hera.
– No la ofendas de esa manera. Ella te lo dió para que seas el orgullo de los dioses… Cumple su promesa. Vive por ella.
Terminado su discurso Poseidón se levantó y retiró a paso lento y tranquilo; ser esa clase de emotivo no le era de su agrado, así que iría a un lugar para quitarse el asco. Zeus solo pensó esas palabras en silencio por largo rato…
« Vivir por ella… Seguir cumpliendo mi promesa a ella, de ser el mejor del Olimpo… » Apretó una mano sobre su pecho « Tiene razón mi hermano. Tú hubieras querido esto, bombón. »
Tales palabras quedaron en su mente por mucho tiempo… Palabras que se repitieron, exactamente, en el año 2000 a.C. cuando ocurrió un evento en el mundo mortal dónde él intervino:
– Quiero que prometan que nunca volverán a lastimar a la humanidad.
Un humano, llamado Alcides, que derrotó a la vanguardia de los dioses tomando ambrosía y plantó cara contra Ares para proteger a su pueblo Tebas. Esas palabras eran la condición que impusó aquel humano para convertirse en dios.
Ante la negativa de Ares, Zeus aceptó la condición: no podía arriesgarse a tener a un humano divino en la tierra, justo como había sucedido con Aquiles. Aquello significó que el tiempo venidero, para ser exactos unos 4000 años, hubo silencio entre dioses y humanos, en el que los primeros nunca intervinieron en asuntos de los segundos.
Durante ese tiempo también se dio el entrenamiento de Alcides para convertirlo en un dios, del cual había una única prueba que el humano no podía pasar:
Escoger un nuevo nombre.
– ¿Por qué debo cambiar mi nombre, Zeus-sama? ¿No me puedo quedar como… dios Alcides?
– Ningún dios que viva en el Olimpo, mientras yo viva y gobierne, tendrá un nombre tan ridículo.
Alcides se mostró ofendido por el comentario de Zeus y decidió recostarse en el suelo de nuevo; era muy cansado y fastidioso pensar en un nuevo nombre, más cuando todas las opciones que tenía no eran aceptadas por Zeus:
– Veamos… ¿Dýnami*?
– Fácil de pronunciar y malo para presentarte.
– ¿Thélisi*?
– Muy femenino. Solo a Apolo le gustaría.
– ¿Tatouáz*?
– Difícil de pronunciar. Además, el tatuaje no es tan grande.
– ¿Dódeka*?
– Hablamos de nombres, no de acertijos.
– ¡No se me ocurre otro! ¡¿Podemos continuar con esto otro día!?
De repente, Zeus comenzó a reír en carcajada; aunque estaba acostumbrado a que Zeus no era igual al dios que creía adorar, Alcides se sorprendió de ese cambio de actitud tan repentino.
– ¿Qué pasa?
– Es solo que… ¡Eso me recordó a mi bombón!
Los ojos de Alcides se abrieron en curiosidad cuando dijo tales palabras; una conversación que esperaba tener desde que, de parte de los labios de Apolo, se enteró de la existencia de aquella diosa en la vida de Zeus…
– ¿Habla de… Hera, su esposa?
– Si, así es… ¡Mi tan amada y dulce bombón! – Zeus se cruzó de brazos, como si estuviera abrazando una almohada – ¡Era tan hermosa, delicada y esponjosa! ¡Justo como a mi me gustan! Con pechos tan redondos y firmes, muslos bien formados, un cuerpo divino que me--
– No… No quiero saber de eso… – Alcides desvió la mirada avergonzado – Solo pregunto… ¿Qué tiene que ver conmigo?
– Nada… Es solo que… Por un momento me acordé de ella… – el rostro de Zeus sonrió tiernamente – ¿Quieres que te cuente algo, Alcides?
– ¿Qué es…?
– Ella y yo no siempre fuimos los reyes del Olimpo, como te solían contar… Tuvimos que luchar para ganarnos lo que el día de hoy tenemos. Es con orgullo que cargo en mis hombros la libertad que ella deseaba para sí misma y para mí; para ser lo que soy ahora, el Presidente de los dioses y la fuerza del Olimpo…
Alcides estaba sorprendido de cómo aquel anciano de bromas y travesuras podía ser al mismo tiempo un dios con una vida y propósitos firmes. Algo que también le daba seguridad de haber tomado la decisión correcta.
– Esta nueva vida de dios que he de vivir, también me da la responsabilidad de responder ante el Olimpo como una deidad…
» Quiero luchar en favor de la justicia, pero… ¡También quiero pelear para mantener en alto, con usted Zeus-sama, el orgullo de los dioses!
Tales palabras alegraron al anciano dios, haciéndole sacar una sonrisa de su semblante recién caído al recordar a Hera. Justamente… ese muchacho que buscaba la justicia, terco y necio, le hizo encender su mente ante una idea curiosa…
« Alguien más peleará por el orgullo de los dioses… Seguro mi querida bombón estaría muy celosa. »
– … Ya lo tengo… Tu nuevo nombre será: Hércules*.
– … ¿¡Eh!? – Alcides se asustó de esa respuesta – ¿¡H-Habla en serio!? ¿¡Será correcto que use el nombre de su… difunta esposa!?
– Ella siempre quiso que uno de nuestros hijos tuviera su nombre.
– ¿S-Sus hijos…? ¿Quiere decir que seré…?
– Haber tomado mi sangre te hace prácticamente un hijo mío. Supongo que ella estaría de acuerdo con esto… y lo aprobaría.
Después fue la ceremonia de ascención de Alcides, para cambiar su nombre a Hércules y nombrarlo dios de la fortaleza. Una nueva oportunidad para Zeus; siempre la tuvo, solo que ahora lo demostraría con mejor empeño: ser el ejemplo de Hércules, ayudar a sus hijos como Apolo y hermanos como Poseidón.
La fuerza del Olimpo que nunca perdería…
… Hasta aquella conferencia de dioses, 1000 años del primer Ragnarok.
Los dioses ya habían tomado asientos en sus respectivos sitios; aunque el bullicio era incontrolable, el silencio por los dioses caídos era abrumador. Más porque justamente la mitad eran griegos: Hércules, Apolo y Poseidón.
Los pies de Zeus llegaron al recinto, a la cima de la larga escalera que debía descender para su trono; las puertas se hicieron sonar y todos voltearon a verlo esperando su respuesta ante… la vergonzosa derrota de Grecia. Hermes, de pie listo para ayudarlo a bajar, se percató de su silencio.
– ¿Zeus-sama…? ¿Se encuentra bien?
El anciano dios dió un suspiro bajo; inhaló para recuperar el aire, y terminó… por dar una risa sarcástica, típica de él.
– ¡Hola a todos de nuevo…!
Una risa y sonrisa falsas; para ocultar la vergüenza que sentía en su interior. ¿Por haber perdido a sus hijos y su hermano mayor? También, pero había una conclusión a la que llegó tras la muerte de Odin, que le carcomió por 1000 años:
« Te fallé, mi bombón… Perdóname por haber sido lo suficientemente fuerte para… evitar esta derrota. Perdóname… »
Las palabras de seguridad y alegría salían aleatoriamente de su boca mientras en su mente circulaban aquellos pensamientos negativos que le avergonzaban y destrozaban su orgullo; muchas cosas debía resolver, pero aquellas emociones no le dejaban en paz.
« Yo debía asegurar la victoria de los dioses, pero no lo hice. No solo perdimos el Ragnarok, sino que… Buda se salió con la suyas, perdimos el Valhalla, y… toda mi familia está hecha pedazos…
» Pitia habló con la verdad cuando dijo esas cosas de mi… Que yo sería el responsable de ello… »
Remordimientos, arrepentimientos, vergüenzas que le hubieran durado por otros 1000, diez mil o un millón de años más…
– Parece que nadie está dispuesto a tocar ese tema, así que lo haré…
Hasta que el dios hindú de la destrucción habló.
Sus palabras despertaron un sentimiento nuevo en Zeus, derivado de un recuerdo antiguo que tuvo con Hera cuando ambos estaban recostados en el pasto, pensando en su nuevo futuro.
Una nueva posibilidad en el tablero…
– Te equivocas. Todos queremos hablar de ese tema, pero… – Zeus levantó la mirada – Para discutir eso, hace falta una valkiria.
La discusión entre los dioses se formó, hasta lograr que la mitad decidiera dejar a la humanidad en paz, mientras la otra mitad estaba eufórica por exterminarlos de una vez en venganza. Los estrados divinos se dividieron perfectamente, pero el silencio en Zeus prevaleció; él solo tenía un pensamiento en su cabeza.
« No todo está perdido. No todo está terminado… Aún puedo hacer algo más.
» Ella me lo dijo ese día… ella plantó en mi esa idea para declarar la Titanomaquia y… darle la libertad que siempre quiso, así como me dijo Poseidón, para que tuviéramos nuestra propia vida juntos…
» Ellos… Ellos también confiaron sus vidas en mi. Apolo, Poseidón y Hércules… Me apoyaron, a pesar de todas las tonterías que cometí, las cuales… los llevaron a perder sus vidas. Yo… Yo no…
» NO HARÉ ESO DE NUEVO. »
Ante la llegada de Geir al recinto, un monólogo de palabras dulces y amenazantes salió de sus labios al mismo tiempo que pensamientos ajenos invadían su mente:
Apolo, uno de sus hijos mayores que mostró respeto y admiración ante su reinado, así como su celo por los dioses… Muerto por una arma en su cabeza.
Poseidón, su hermano mayor y más cercano que, aunque nunca mostró afecto, era el único que lo entendía… Muerto por espadas que lo partieron.
Hércules, el humano que adoptó como hijo propio, que fue la imagen misma del niño perfecto que Hera quiso tener… Muerto por las manos de un asesino.
3 muertes que Zeus no aceptaba: su orgullo divino olímpico y aquella promesa no se lo permitían. Él iba a cobrar por eso… Una factura que sería muy cara.
« En nombre de ellos y de todo el Olimpo… En nombre de ti, mi querida bombón a quien fallé… En no bre de todos los dioses que ahora están aquí reunidos… No dejaré que esto se quede así…
» Yo, Zeus, voy a cobrar venganza contra la humanidad. »
– Por eso se me ocurrió una nueva opción que nos pondrá a todos de acuerdo… UN SEGUNDO RAGNAROK.
– ¡DPDC! ¡DPDC! ¡DPDC!
Las gradas de los dioses alzaban gritos en favor de Zeus; a pesar de estar rebanado por la mitad y tuerto, ahora que tenía el rayo divino en sus manos la posibilidad de ganar el combate aumentaba en gran manera.
Adamas tuvo un recuento de memorias en su cabeza, que le hizo sonreír y dar una ligera carcajada.
– Quién diría que el tonto de nuestro hermano menor terminaría así… ¡Tan solo mírenlo! ¡Su estúpido ego no ha caído!
– Yo bien dije que un día lo lograría… – Hades sonrió de lado – No te ríes ahora, ¿O si?
– ¡Esto no le quita lo idiota que es! ¡Aunque, Hera fue la primera en saberlo!
Los oídos de Atenea se movieron con curiosidad por ese nombre; un nombre muy grabado en su cabeza desde que había escuchado de labios de su padre las historias que había compartido con ella…
– ¿Ella sabía… qué cosa de papi?
Hades sonrió a su sobrina.
– Ella sabía muchas cosas de tu padre, pero… Sabía que cumpliría su cometido. Se propuso ser el mejor dios, para Grecia y para el Cosmos entero… Ser el orgullo de los dioses y mantener su estatus en lo más alto.
– ¡Solo un idiota como él aspiraría a algo así… sin ningún objetivo secundario!
– Claro que lo tenía… Y lo sigue teniendo. Cuidar y proteger todo lo que ha logrado… Vengar el legado de los dioses derrotados.
– Me sorprende que siendo siempre ese idiota, ella nunca dudara de tu padre…
– De ahí viene el rayo divino… – Hades estiró sus dedos para señalar a Zeus – Ese rayo divino representa el deseo de Hera de que cumpla su objetivo, y gracias a ella lo logrará.
Jack era el único humano que veía al campo de batalla sin desagrado o desesperación ante la situación en que estaba envuelta la humana; todo lo contrario, él tenía puestos los ojos en el dios griego por las emociones que desprendía. A través de las pantallas los colores eran difusos, pero ahora lo podía ver claramente:
Orgullo divino como nunca antes había visto, ni siquiera en el propio Hércules. Todo eso en significado a la primera que Zeus cumpliría en el segundo Ragnarok:
Vengar al Olimpo y a los dioses por su anterior derrota. La orgullosa fuerza del Olimpo nunca más sería derrotada…
Fecha de publicación: 01/06/23
ASFD
Nota de autor: ¡Muy buenas gente! Por fin tenemos el pasado completo de Zeus, que he estado esperando escribir desde la ocasión pasada (quien diría que el viejito guardaba una historia linda, divertida y triste xdn't).
Espero que pronto tengamos el capítulo doble donde habrán más sorpresitas para esta quinta ronda… ¡Estén atentos! ¡Más todavía a los especiales que estaré publicando; puede que alguno traiga también sorpresas!
Por lo mientras… ¡Los leo en el siguiente capítulo!
***
Nuevos términos
El significado de los nombres que Alcides/Hércules se propuso a sí mismo fueron:
* Dýnami – Fuerza.
* Thélisi – Fuerza de voluntad.
* Tatouáz – Tatuaje.
* Dódeka – Doce.
* Hércules – pronunciación romana de:
Heracles – Gloria de Hera.
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