Capítulo 100: Hasta aquí llegué...

De nuevo estás haciendo las cosas por tu cuenta, Atenea.

– No te preocupes… ¡Así soy yo! ¡La princesita del Olimpo!

– ¿Cómo te acabas de nombrar? ¡Pero qué nombre más tonto!

– ¡Claro que no lo es! Es el mejor nombre de la vida.

– ¡Es la mayor tontería que he oído! Vamos a cambiarte ese nombre… ¡A Pártenos!

– ¡¿Ehhh!? ¡Ya te había dicho que ese nombre no me gusta!

Hubo un tiempo en que Atenea solo compartía su tiempo y existencia con Pallas, su mejor amiga, su hermana, la mitad de su alma; un tiempo anterior al nacimiento de Medusa y Arachne con quienes vivirían por unos cuantos años antes del ataque de Tifón.

En ese tiempo, Atenea y Pallas tenían encuentros constantes a escondidas de los dioses del Olimpo, quedándose en las fronteras del reino, lo más alejadas posibles del palacio, para evitar que los dioses se enterasen; en esos encuentros era común que terminasen peleando con algunos monstruos que quisieran invadir el Olimpo, volviendo a ambas en guerreras desde muy temprana edad.

Justo ahora, después de haber peleado con un monstruo serpénteo de varias cabezas, ambas se sentaron de golpe en el suelo para descansar…

Más bien, Pallas se sentó para descansar del combate en que ella había hecho casi todo el esfuerzo físico, mientras que Atenea uso su poder divino para darle instrucciones a Pallas de cómo combatir al monstruo… Para, 2 minutos después, caer de cara contra el suelo por el esfuerzo de usar ese poder.

– Pero mírate cómo terminaste… ¡Maldición! – Pallas dejó reposar a la diosa en su regazo para recuperarse, mientras que con un pedazo cortado de tela de su falda le limpió la nariz – Tota tonta y boba por haber hecho eso.

– Tenía… Que… Hasherso

– Ni siquiera puedes hablar bien. No te esfuerces.

– Shi, shi… Esho esh…

Pallas suspiró por lo bajo, para después con su mano acariciar la cabellera de la pequeña diosa.

– Ya te dije que no es necesario que hagas eso. Siempre que lo haces terminas así.

– Lo tenía qué hasher… Para ayudarte.

– Me ayudas más tomando un arma y peleando, no perdiendo la cabeza.

– Yo ayudo como quiesha.

– Ya te dije que no es necesario eso… Solo te esfuerzas demasiado, te duele la cabeza, y te la pasas así hasta que te duermas… No me gusta verte así, y lo sabes muy bien.

Atenea le guiñó un ojo de forma coqueta.

– ¿Tanto te preocupash por mi? ¿Por qué? ¿Te gushto? ¿Me queresh shedushir?

Pallas se sonrojó mucho por el comentario y desvió su mirada de golpe.

– Dices cosas sin sentido. Sigues mal por tu poder.

– Shi… shi… Tú eresh la última pershona que puede deshirme esho.

– ¿De qué hablas?

– ¡De esho! ¡Mira cómo tú terminashte!

Atenea levantó su cabeza y apuntó al cadáver del monstruo, lo que hizo que Pallas también voltease a aquel lugar: en la cabeza del monstruo estaba un tridente clavado, el arma que le había dado el golpe final, bañada en sangre del monstruo…

No, esa no era la sangre del monstruo, sino la de Pallas: gracias a eso la titánide había convertido el tridente en la mejor versión de sí mismo, con lo cual había logrado ensartar muchos golpes críticos antes de terminar con su vida.

– ¿Te refieres a mi arma?

– Tu arma… O lo que queda de tu arma… – Atenea apuntó al suelo, en donde estaban los pedazos del mango del tridente, siendo que solo la cabeza del arma estaba clavada en el monstruo.

– Detalles menores.

Perdishte tu arma y tu sangre… Otra vez actuaste con imprudencia, aunque me dices que yo no lo haga… ¡No cumplesh tush palabrash!

– Pues… A diferencia de ti, yo todavía no me desvanezco… Puedo donar toda la sangre que quiera las veces que quiera.

» En términos simples, simplemente soy mejor que tú.

– ¿Ah si? ¿¡Incluso después de esto!?

De repente Atenea se lanzó a Pallas, tomándola por sorpresa; le tomó de las muñecas y la tiró al suelo, quedando ahora la diosa encima de la titánide.

Para finalizar, Atenea tocó la punta de su nariz con la de Pallas al tiempo que soltaba un suspiro de victoria.

– ¿Qué te parece eso? ¡Ahora yo soy mejor!

Pallas en cambio volvió a sonrojarse en gran manera, mucho más que anteriormente, por tener a la diosa tan cerca de ella; en ese tiempo sus sentimientos todavía no estaban del todo claros, y lo que su corazón gritaba a voz en cuello ella intentaba negarlo.

– ¡Eh… eh…! ¡Si, si…! ¡Tienes toda… toda la razón…! – Pallas cerró los ojos debido a los nervios – Eres la mejor… Pero no me… no hagas eso… Sin antes avisar…

– ¿Qué pasa? ¿Dudas de tus gustos, o solo reafirmas que soy tu gusto favorito? – a Atenea le caía muy bien esos momentos en que podía burlarse de su mejor amiga, en ese entonces ignorante de sus sentimientos.

– Nada de eso… solo que usted--

– ¿Usted? ¿¡Dijiste "usted"!? – Atenea frunció el rostro contra Pallas – Pagarás muy cara tu insolencia de suponer que soy vieja.

– ¡Ahhhh…! ¡T-Tienes razón…! L-L-Lo siento mucho…

– Bien, bien.

Atenea soltó a Pallas y se recostó en el suelo junto a ella, haciendo que la titánide pudiera recuperar el aliento.

– Gracias…

– ¿Cuál gracias? Respóndeme: ¿Seguirás pensando que eres mejor o me pedirás perdón?

– Está bien… Perdón por que seas tan tonta.

– ¿¡Ah!? ¡¿De qué hablas!?

– Sigues pensando de esa manera tan tonta que solo me irrita… ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo para que lo entiendas?

– Depende… Si me lo repites ahora mismo, podría entenderlo.

Pallas rió por lo bajo y giró su cabeza para encontrarse con la de Atenea de frente; reprimiendo su corazón latiendo y el sonrojo de sus mejillas, se tomó el valor de decir aquella repetición una vez más:

– Tú eres la mejor. No me importa la opinión de los demás, para mi eres la mejor. No importa lo tonta o débil que creas ser, ni todo lo que esos vejestorios que se hacen llamar tu familia quieran de ti… Para mi siempre serás la mejor.

– ¿Solo la mejor?

– … La número #1. Para mi, siempre serás la número #1.

– … ¡Eso me gusta más!

Atenea sonrió emocionada y divertida, mientras que Pallas suspiró satisfecha de ver de nuevo la cálida sonrisa de su diosa favorita.

– Pero… Me duele mucho ver cómo te sobre esfuerzas en algunas ocasiones. No me gusta para nada.

– No puedo seguir siendo la mejor si no hago un poco más de esfuerzo.

– No me importa eso… No quiero verte sufriendo de esa forma.

» Por favor, prométeme que nunca estarás en una situación así. Prométeme que nunca te esforzarás demasiado…

– … ¡No puedo hacer promesas, va en contra de mi estilo de vida!

– Hablo en serio. Prométemelo. – Pallas levantó su mano con los dedos estirados.

– … Está bien. Lo prometo… Prometo hacer mi mejor esfuerzo en cumplir tu promesa.

– … Eso es algo.

Atenea levantó la mano suya y la entrelazó con la de Pallas, de manera que con eso sellaban su pacto; de igual forma la diosa se atrevió a volver a acercar su rostro para golpear suavemente la nariz de la titánide, que le provocó otro sonrojo intenso junto con una tonta sonrisa en sus labios…

– L-La que se lleva la victoria de este choque es… ¡¡Jeanne D’Arc!! ¡¡Ha destruido a la Égida y a su portadora!!

– ¡Argh…!

La diosa de la guerra tosió gran cantidad de sangre al tiempo que caía de rodillas al suelo, para con su mano izquierda aunque también herida gravemente atender ese agujero de su estómago.

Los vítores de la humanidad y preocupación de los dioses se pudo escuchar a pesar de la distancia de separación, en especial de los miembros olímpicos.

– No puede ser cierto… – Démeter apretó los dientes con molestia, mientras que Dionisio y Perséfone estaban abrazados uno al otro – ¡No puede ser verdad! ¡Una humana no puede--!

– No puede derrotar a la diosa de la guerra. – terminó de hablar Hestia, aunque su tono de voz dulce había cambiado por uno más frío – Eso también habría dicho… Hasta ahora.

– ¡No puede ser! – Artemisa se levantó de golpe – ¡Esa maldita humana no puede ganar! ¡No puede, no puede!

– … Parece que todos compartimos… esa misma incredulidad… – Asteria se ajustó los lentes con temblor – Pero… Parece que así es la situación… Aunque sea algo física y lógicamente imposible, está sucediendo.

Todo por culpa de esa humana… – Adamantino apretó su mano con rabia – ¡Todo por culpa de esa cosa extraña que hace! ¿¡De dónde carajos sacó esos poderes estúpidamente locos!?

Zeus no respondió a las palabras de los demás, sino que se quedó en silencio de sepulcro mirando a las pantallas.

Por su parte, Jeanne tenía su mano frente a su cara, con su ojo muy abierto, intentando ver algo; después de algunos momentos de intentar y de parpadear varias veces, por fin las conexiones nerviosas hicieron contacto para que recuperase la vista.

« ¡Ah…! Ya puedo ver de nuevo…

»  Un poco… » Jeanne notó como parte de su visión estaba borrosa, siendo que le estaba costando mucho esfuerzo enfocar los objetos « Es como esa vez, cuando viajé a Chinon y me excedí demasiado en mis dones… Cuando apagué mis dones, me quedé ciega por un par de horas… Está pasando lo mismo de esa vez.

» Ya no me queda tiempo… Ya no puedo seguir jugando. Debo terminar esto, ahora… »

La humana apretó su arma divina y se giró a sus espaldas para volver a tomar una postura ofensiva contra Atenea…

Pero, mientras que todos en la arena ya estaban celebrando la victoria de Jeanne D’Arc, solo ella tuvo un mal presentimiento en cuanto se volvió para de nuevo enfrentar a la diosa de la guerra. De hecho, por primera vez en la batalla, a pesar de tener todos sus sentidos apagados, la humana sintió…

Un extraño terror.

Atenea tenía su mano herida revisándose la perforación de su estómago, con una respiración muy agitada que de pronto se calmó por completo.

En esa mano destrozada la diosa recolectó parte de su sangre para observarla con detenimiento y cuidado, como si fuera la primera vez que veía su propia sangre.

« Esta es… La primera vez que estoy… Estoy así de herida… Al borde de la muerte. »

Sus ojos azules se dirigieron a los pedazos destrozados de la Égida que yacían en el piso; como si ese mismo momento fuese el detonador, su mente fue bombardeada con los recuerdos de Medusa, cómo la primera visita que le hizo a su cueva excluida de la civilización, y a la primera vez que Medusa le ganó en un combate uno a uno…

Los pedazos destruidos de lo que le quedaba de su mejor amiga; su mano fue hacia la tela que colgaba en su pecho, aquella que le había regalado Arachne por última vez, y por último a Palaidos, el recuerdo de su eterna hermana, que todavía estaba intacta…

« … Así que… De esto hablaba Pallas… Cuando hicimos esa promesa… Ella y yo…

» Si, es cierto… Me estoy excediendo demasiado ahora mismo… Creo que--

» … No… Todavía no me he excedido demasiado. Todavía no… »

La diosa de la guerra respiró con gran fuerza y se levantó del suelo con dificultad, para después tomar el mango de su lanza con ambas manos; más y más dio de su sangre para Palaidos, al tiempo que su cuerpo se encendió en afinidad eléctrica de nuevo para cargar el poder de la lanza.

Con el cuerpo destrozado pero la voluntad todavía intacta, Atenea se giró hacia Jeanne con una mirada llena de determinación y fiereza.

– Ven aquí, Juanita… Todavía no he terminado contigo.

La humana abrió su mirada con algo de susto, siendo que era la primera vez que estaba sintiendo que algo estaba yendo mal; pero, decidiendo ignorar por un momento las imágenes del futuro lejano que podrían saturarla de nuevo, se decidió por aceptar la “invitación” de Atenea.

« Ya avancé lo suficiente. Ese molesto escudo ya está fuera de la estrategia de ella, así que podré volver a atacar sin distraerme por eso. J'y vais*. »
[ *N/T: Aquí voy. ]

Antes que la diosa pudiera atacar o defenderse, la humana apretando sus piernas se lanzó directamente a Atenea.

Je Suis Pour Ça
[ “No tengo miedo, yo nací para esto” ]

La diosa respiró fuertemente para después mover las piernas y brazos, junto con su lanza, a manera de esquivar por los pelos y contrarrestar cómo pudiera los golpes de la humana.

Perséfs
[ Camada de serpientes ]

– ¡De nuevo Jeanne D’Arc se lanza a la ofensiva! ¡Pero sin escudo ni estrategia, Atenea no tiene escapatoria de esa ráfaga de ataques aleatorios más que defenderse como puede…!

Los vítores de la humanidad se elevaron por encima de los bullicios preocupados de los dioses; Napoleón Bonaparte fue quien encabezó los apoyos y ánimos de parte de los generales militares.

– ¡Vamos, señorita Jeanne D’Arc! ¡Demuéstrele a esos dioses el poder de nuestra amada Francia!

– Nunca creí estar de acuerdo con alguien como tú… ¡Pero para eso estamos aquí! – sonrió Aníbal Barca de oreja a oreja.

– Parece que esta ocasión de nuevo tenemos oportunidad… – Julio César apretó los puños con fuerza – ¡Podemos ganar esta batalla!

– No lo sé… Algo anda mal.

Gengis Khan, por primera vez en la batalla, dejó de lado sus banquetes así como su sonrisa despreocupada, desde que vio la respuesta de Atenea:

– Jeanne D’Arc está volviendo a atacar con su estilo de técnicas imposibles, lo cual debería ser de nuevo la tormenta que debería ahogar a la diosa de la guerra…

» Pero… Pero esa diosa no está preocupada. Creo que algo más está a punto de suceder…

– … Ya veo… – Magno dejó de lado su entusiasmo anterior al escuchar las palabras de Gengis Khan; le era muy sabido que debía prestar atención a todos los consejos de todos los presentes, para evitar tener una conclusión errada…

La diosa de la guerra estaba recibiendo los golpes de Jeanne de todas partes, con el estandarte golpeándola en varias partes de su cuerpo aunque sin abrir ninguna herida en su cuerpo; algo muy difícil dado que con su herida estomacal y en la mano, el dolor corría de arriba a abajo con mayor frenesí que hace unos momentos atrás, mientras que sentía las fuerzas de su cuerpo caer en picada…

Ya estaba muy cerca de sus límites… ¿O eso debería ser? ¿Sentir el cuerpo hacerse pedazos con cada paso es llegar al límite?

Es una pregunta que genuinamente Atenea no podría responderse, ni siquiera en esos momentos… No por la arrogancia ni por su superioridad divina…

Sino porque, genuinamente, nunca ha llegado a ese punto del límite.

– Vamos, mi linda Juanita… Todavía no he terminado. – cada vez que los labios de Atenea decían eso, era un sentimiento genuino de la más fuerte de Grecia ignorante de sus propios límites.

Algo que alertó bastante a Jeanne, quien aumentó el ritmo de sus movimientos y golpes para intentar atacar los puntos débiles de la diosa, los cuales habían aumentado bastante tras el ataque que le había acertado.

« No debo detenerme… ¡Ahora es el momento menos idóneo para detenerme! ¡Vamos, puedo hacerlo una--! »

De repente su cuerpo se paralizó por un segundo, perdiendo por completo la sensación de pies a cabeza, al mismo tiempo que un zumbido alteró sus oídos con un golpe que retumbó en su cabeza.

Sus sentidos del tacto y del oído estaban cobrando factura.

« Ah… N-No… No puedo oír nada… Ni sentir ni mover mi cuerpo… ¡¡Ahora no…!! »

Aquello dio una apertura para Atenea, quien dirigió su mirada indiferente y serena hacia Jeanne.

– ¿Tú ya tocaste tus límites…? Que mal. Me siento mal por eso…

Ambas manos bañadas en sangre y dolor apretaron a Palaidos con gran fuerza, además de encender su cuerpo en su afinidad eléctrica que alimentó lo suficiente a la lanza, para de manera explosiva lanzar un ataque destructivo a manera ofensiva.

Promacos
[ La que lucha al frente ]

La diosa de la guerra embistió a la humana con su estocada frontal a la velocidad fraccionaria de la luz, la cual prometía terminar el combate ahora que Jeanne estaba incapacitada…

Por fortuna su cuerpo recuperó sus sentidos justo a tiempo para moverse de golpe y esquivar el ataque más mortífero de la diosa; su cuerpo activó Shakti con que se movió a un lado desvaneciéndose en el aire para reaparecer a algunos metros de distancia de la deidad, siendo que lo único que salió herido fue su aura de Shakti que recibió la estocada…

Pero eso era muy cerca de su cuerpo físico. Un poco más y habría sido empalada por la diosa; más lo pudo confirmar con la línea de escombros y tierra que se levantó en el suelo d elos Campos Elíseos uan vez que la estocada de la diosa dio allí.

– ¡Atenea retoma la ofensiva después de ser orillada, y estuvo a punto de cortar a la doncella de Orleans!

Jeanne abrió su ojo con incredulidad.

« No puede ser… Si me hubiera dado, habría… » su cuerpo respondió al acto involuntario de tragar saliva « Debo tener más cuidado. Acaba de ver mi debilidad, y eso se volverá mi… ¿Eh? »

Jeanne se percató de nuevo que algo estaba mal… Algo no estaba saliendo como debía suceder.

Un mal presentimiento.

Después de ese ataque devastador, la diosa de la guerra debería estar incapacitada o herida por la fuerza y poder divino que usa, tal como lo pudo comprobar en las ocasiones anteriores…

Pero estaba de pie, con su lanza en mano, moviéndola de lado a lado como si se tratase de un divertido juego; más aun con su mirada radiante y serena, como si aquello no le estuviera haciendo efecto.

Una mirada de ojos azules tan tranquilos que dirigió hacia su oponente, para guiñarle de forma coqueta.

– ¿Qué pasa, mi linda Juanita? ¿Te estás enamorando de mi~?

Jeanne volvió a tragar saliva de forma involuntaria, además de mover uno de sus pies hacia atrás como si fuera un reflejo involuntario.

« ¿Por qué estoy sintiendo esto? ¿Por qué tengo este mal presentimiento? Non, non…!

» No debo hacerme malas ideas. Debo… Debo indagar lo que va a suceder… Si, eso debo hacer. »

La humana se adentró a su mente al sitio de la galería del futuro; empezó a inspeccionar entre todas las imágenes acerca de los acontecimientos venideros próximos para saber qué estaba pasando y de dónde venía ese mal presentimiento…

Hasta que se encontró de nuevo con una mancha de oscuridad.

¿Por culpa de su ceguera repentina? No, no se trataba de eso…

Al momento de ver el futuro, Jeanne solo pude acceder a los acontecimientos donde ella esté físicamente presente, por lo que su precognición se limita a donde su vida existe, en el mundo material, en el plano espiritual y en la línea temporal. Para acceder al futuro relacionado con el mundo exterior fuera de ella hay una barrera que no puede pasar, que denomino como una mancha de oscuridad que engulle todo el futuro.

Es por eso que no pudo saber de antemano lo que había hablado Carlos VII con los sacerdotes el día después de su coronación, no supo de los intentos desesperados de Gilles de Rais por liberarla de mano de los ingleses hasta el grado de tocar el mundo demoníaco en contratos imposibles de saldar, y tampoco supo de la travesía que emprendió su madre y su familia para hacerle justicia al nombre y existencia de la doncella de Orleans…

Pero, como dijimos, no solo su ausencia física hace que no pueda ver el futuro…

También la muerte lo evita.

Es incapaz de ver los sucesos que ocurren una vez que esté muerta; es por eso que, cuando tuvo su última discusión con San Miguel cuando fue abandonada por este, lo último que vio fue una mancha de oscuridad tras el juicio que iba a recibir donde se le condenaría a la hoguera; su débil mente no fue nada tonta en saber que moriría quemada, solo que tardó en entenderlo hasta que estaba consumiéndose en ese pedestal de madera…

Y ahora era lo mismo: al intentar descifrar el futuro que vendría si seguía atacando a Atenea, solo se encontraba con una mancha de oscuridad que tapó sus imágenes futuras de sí misma volviendo a atacar…

Así que, sin importar si volviera a atacar o no…

Estaba a segundos de morir.

« Non… S'il vous plaît, non… Ça ne peut pas être çaS'il vous plaît, ça ne peut pas être ça…*! »
[ *N/T: No… Por favor no… No puede tratarse de eso… ¡Por favor, no puede ser eso…! ]

Jeanne abrió bastante su mirada e intentó respirar ante una especie de ataque de ansiedad que le llegó a su alma.

« No puede ser esto… Por favor, no puede terminar así… ¡Por favor!

» Yo no quiero… ¡No quiero terminar aquí! ¡Por favor, no puede ser así…! ¡No quiero que esto sea todo…! ¡No puede volver a ser así! »

Jeanne apretó sus dientes y envuelta en una desesperación humana irrazonable se volvió a lanzar al ataque.

Je Suis Pour Ça
[ “No tengo miedo, yo nací para esto” ]

Atenea suspiró por lo bajo y sus labios se movieron por lo bajo…

Para empezar a silbar de la misma manera en que lo hacía su tío Poseidón.

« De verdad solo siento odio por esa mojarra estúpida, pero… Carajo, esta melodía como me encanta… También a ellas les gustaba mucho. »

La diosa apretó su lanza Palaidos y se lanzó al ataque frontalmente.

Glaucopis
[ Mochuelo de los ojos brillantes ]

La diosa lanzó varias estocadas frontales, al tiempo que activaba su afinidad eléctrica para darle más poder a Palaidos; sin importar que su cuerpo se estuviera agotando y destrozando más y más, la diosa continuaría peleando.

Más con Jeanne yendo de frente con sus múltiples sombras residuales y atacando desde todas direcciones; la técnica de Atenea le permitió concentrar más brillo en su lanza divina, como si fuese una linterna, con lo cual logró descifrar mejor cuál era el ritmo de ataque de Jeanne…

Y con ello estaba bloqueando y esquivando mejor los ataques de la humana; aquello solo pudo asustar a Jeanne de nueva cuenta.

« No… Esto no puede estar pasando… ¡No puedo terminar aquí! ¡No quiero que esto sea mi final…! »

Pero antes que pudiera hacer algo, su cuerpo se paralizó de nuevo: el sentido del tacto volvió a caer, pero ahora también llevándose sus sentidos del oído, del olfato y del habla.

Su boca y lengua se paralizaron, y por primera vez en el combate, y de hecho en toda su vida desde que tenía 4 años, sintió aquellos síntomas de un dolor indescriptible y profundo recorrer en todo su cuerpo.

« ¡¡Argh…!! »

Mon bel ange…!! – Isabelle así como su familia vieron los síntomas y recordaron la vida difícil que habían llevado con la pequeña humana.

Jeannette…!! ¡¡No te detengas!! – Carlos VII intentó darle ánimos, para evitar gritar desesperado al ver a Jeanne de esa forma por primera vez.

– ¡¡Mi general D’Arc…!! – Gilles de Rais cayó de rodillas al suelo.

La diosa de la guerra aprovechó el momento para desistir en el poder de Palaidos y regresar a su habilidad divina especial.

Pallas Metis
[ Conciencia de Guerra: Modo defensivo. ]

Entonces pudo entender mejor lo que estaba pasando:

« Esa energía que la rodea… Si, es eso…

» Esa energía cubre el cuerpo de Jeanne, como una armadura celestial… Lo mismo que Jingū Kougou, Gangadevi y la amiga muda de Shiva; no, es otra cosa…

» Es lo mismo que pasó con la enana Nut cuando usó su forma final, así que debe ser esa misma energía… Un poder demasiado grande para que algún cuerpo humano lo pueda soportar. Considerando que debe apagar sus sentidos para acceder a esa energía, entonces…

» Su cuerpo ya está sintiendo la falta de humanidad. Es justamente por eso…

» Que este duelo ya se ha terminado. »

La diosa apretó la lanza con su mano, para seguir silbando mientras cargaba más energía divina en este.

« Más y más, debo dar más de mi… Debo darlo todo de mi… Debo vaciar mi cuerpo y mi alma en el siguiente movimiento…

» Es lo mínimo que una débil perdedora como yo debe hacer… En su honor de todos ellos. »

La diosa de la guerra cerró sus ojos y comenzó a danzar en el sitio donde estaba, balanceando sus pies al ritmo de su silbido y su lanza Palaidos al ritmo de la sangre que seguía drenando de su cuerpo; en las gradas divinas, tanto Hefesto con sus hijos así como los Olímpicos estaban sorprendidos y asustados de lo que sea que estuviera haciendo…

Pero a ella no le importó nada de eso. Solo quería llegar hasta ese punto final… Ese punto donde se le acabasen las opciones posibles…

Para entrar a lo imposible.

Jeanne recuperó sus sentidos de golpe, con un gran dolor que recorrió su pecho, garganta y cabeza de tal forma que cayó de rodillas para toser con gran fuerza; pero, al levantar la vista y ver lo que estaba haciendo Atenea, se asustó por completo…

Esos movimientos eran los que había previsto justo segundos antes de toparse con la macha de oscuridad que daba punto final a su vida.

« No… ¡No puedo permitirlo…! »

Je Suis Pour Ça
[ “No tengo miedo, yo nací para esto” ]

Jeanne se lanzó de inmediato hacia Atenea con sus múltiples sombras residuales para intentar golpear a Atenea de cualquier forma posible.

Pero la diosa ya había terminado su preparación; levantando su mano izquierda hacia la humana, dio un salto y avanzó hacia ella.

Replicando el poder especial de su padre, la diosa de la guerra creó una burbuja espacio-temporal en su lanza que congeló todos los Campos Elíseos, de pies a cabeza… Todo redireccionado hacia Jeanne D’Arc.

En cuanto se produjo del impacto, debido a la inestabilidad de aquella nueva técnica la burbuja espacio-temporal se rompió para que los Campos Elíseos volvieran a la realidad; tanto Jeanne como Atenea sufrieron las consecuencias de ese golpe…

La humana fue arrojada por los aires hasta golpear el suelo de la arena de batalla de forma estridente con la mitad de su cuerpo destrozado, mientras que Atenea repiró profundo, para después perder la conciencia y caer al suelo con un golpe seco, que le dio un poco más de recuerdos de su pasado…

– Maestra… Señora Atenea, ya debe despertar.

Las palabras de aquel tonto hombre griego Aquiles la despertaron del cálido sueño de memorias; por eso Atenea se quitó su venda para dormir y voltear eufórica al griego.

– Oye, yo también tengo sueños lindos que soñar… ¡Déjame seguir dormida!

– Lo siento maestra, pero en realidad… La desperté por las heridas que se provocó.

– ¿Ah? ¿¡Me quieres ver la cara de--!? ¡Ay, qué dolor!

Para prepararlo para la guerra de Troya, Atenea fue la maestra de Aquiles, para enseñarle tanto de sus victorias por medio de sus consejos y órdenes…

Hasta de sus errores, como aquella vez que por intentar una técnica de su padre Zeus la pequeña diosa se terminó dislocando un hombro y perdiendo la conciencia.

Aquiles se sentó de forma cuidadosa junto a Atenea para revisarle el brazo.

– Necesito acomodarlo en su sitio.

– No te preocupes, lindo Aquiles. Un paracetamol y ya quedó lista.

– ¿Un qué…? No importa, o de lo contrario seguirás dolida.

– No sabes lo que dices, soy una diosa… ¡Soy la número #1 del Olimpo! ¡Algo como un brazo--!

Tanto alarde de sí misma le dio chance a Aquiles de acomodar el brazo de Atenea.

Tras ello sucedió un grito desgarrador, y depsués Atenea se quedó en un rincón lo más alejado posible del semidiós.

– Atenea, siento que te doliera más de lo que pensaba--

– No me hables.

– Era necesario para que no te doliera más el brazo. La atención médica es necesaria.

– No me hables.

– Más si pensado en lo que hiciste: intentaste superar tus límites. Atenea, debes aprender cuando poner freno antes de hacer algo de lo que te arrepentirás después.

– ¿¡Huh!? – Atenea se volteó lanzando una mirada asesina al semidiós – ¿¡Insinúas que soy débil!?

– ¡Aja, ya me pusiste atención!

– … ¡Ugh, maldito virgen! ¡Te romperé ambos brazos a ver si quieres repararlos!

– Atenea, estoy hablando en serio. Tú me has enseñado que intentar superar los límites en batalla, sea en pleno estado o al borde de la muerte, es una espada de doble filo. Así como puedes superar a cualquier enemigo, las consecuencias que vendrán después será terribles.

» No entiendo por qué intentaste hacer eso si solo te lastimaste.

Atenea quedó en silencio por un momento, desviando su mirada del semidiós.

– Cuando estás en una pelea… No, desde antes de esytar en una pelea… Debes superarte lo mejor posible para ganar.

» Porque, no importa con cuanta gente estés o cuantos aliados te acompañen, al momento del fin del combate, si muertes, es en soledad… A lo mucho alguien te sostendrá la mano, el cuello, la cabeza… Pero la partida es en solitario…

» Si quieres evitar la muerte, debes ser capaz de llegar hasta el límite con tal de ganar.

– … Atenea, si me permites… Creo que estás confundiendo ambas cosas.

– ¿Ambas cosas? ¿A qué te refieres?

– No es lo mismo dar la vida para ganar… Y arriesgar la vida para ganar. Ninguna de esas opciones son buenas para un guerrero.

– … Es cierto. Pero, justamente por eso, debes saber hasta donde puedes llegar. O de lo contrario… Te desvanecerás antes de tiempo.

Aquiles asintió por lo bajo.

– Son buenas palabras que de verdad aprecio…

– … Obviamente… ¡Después de todo, estás ante la mejor del Olimpo!

– Lo sé… Por cierto, respecto a esto que hablamos… ¿Usted estaría dispuesta a arriesgar la vida para ganar?

– ¿Yo, haciendo eso? – Atenea suspiró por lo bajo – ¡¿Crees que soy alguna debilucha que necesita hombres musculosos con afán por la astrología!?

– Pero… Si algún día encontrases a algún oponente fuerte…

Atenea se pasó una mano por la barbilla.

Pues… Espero algún día poder estar en esa situación para responder esa pregunta…

– ¡Suéltame papi!

– He dicho que esto no se discute, ¡No irás a pelear!

Lo que sucedió después de la reunión de emergencia de los dioses es algo que solo Atenea y Zeus saben, puesto que fue una discusión en privado que solo ellos sostuvieron.

– ¡No puedes decirme qué hacer!

– Claro que puedo, ¡Soy tu padre!

– ¡No es cierto, solo eres un viejo raboverde que me secuestró!

– Deja de hablar así, mi niña.

– ¡No oigo, no oigo…! ¡Ayuda, este arrugado anciano quiere aprovecharse de mi juventud eterna! ¡Qué alguien me salve de ser un costal de colágeno!

– ¡Mi niña, ya basta!

Zeus dejó caer a Atenea en el suelo y de inmediato tuvo que volver a su forma de pequeño anciano; todavía su cuerpo estaba resentido por  los golpes y cortes de su combate con la artista marcial.

– ¡Ay, papi! La presión se te está bajando.

– … Lo mismo… yo digo…

– ¿De quién? ¿De mi? ¡Es lo menos que me merezco después de la forma tan fea que esos idiotas me trataron!

Atenea aprovechó el momento para volver a sacar sus emociones.

– Ni bien hubiera terminado la junta me habría encargado de partirles los dientes a todos esos idiotas, en especial a la calvita esa…

» ¡Me enoja demasiado que su cabello sea más hermoso que el mío! ¡Seguro es porque son extensiones de la más baja calidad!

– Pero… ¡La solución no es ir a pelear! – Zeus detuvo las palabras de su hija, tomándola de los hombros con firmeza – Hija mía, entiendo muy bien tu entusiasmo… Pero no por eso tienes que tomar esas decisiones por tu cuenta.

– ¿De qué hablas, papi? Para eso estoy en la lista… ¡Por eso yo entré, yo y solo yo de entre los miles de candidatos disponibles!

– Hija, sabes que los peleadores se decidieron el día de ayer en la junta que tuvimos en el Valhalla. Y el único motivo por el que tú entraste es porque me lo pediste con mucha insistencia.

– ¡Ah! – Atenea se mostró muy dramática, de forma sarcástica – ¿¡Entonces me mentiste!? ¿¡No es por mi belleza y mi fuerza que me dejaste entrar!? ¡¿Solo me usaste!?

– Si solo hubiera sido eso, no habría problemas. Pero… la verdad, aunque estés en la lista, no pensé en dejarte pelear; esperaba que ganaremos este Ragnarok mucho antes de tu turno.

– … ¿Por eso me dijiste que sería la última en pelear, a pesar del plan que había hecho con tanto esmero?

Zeus sonrió con tranquilidad y tomó las manos de Atenea con delicadeza.

– Hija mía, sé que eres una mujer muy fuerte que está al calibre de todos los peleadores que tenemos en esta ocasión… Pero, no quiero que haya ningún contratiempo que nos tome desprevenidos, y mucho menos quiero que te pase algo malo a ti.

» Así como le ocurrió a Poseidón, Hércules, Apolo, y a los dioses de este Ragnarok… Mi deber es cuidarte de todo mal, pase lo que pase.

» Eres la viva imagen de todo lo que amo, tanto de la mujer que amé como de la niña que es mi tesoro. Eso debo protegerlo a cualquier costo, aún si decides enojarte y odiarme por eso.

» Por eso no irás a pelear.

Atenea respondió con su silencio, para que en cuanto Zeus terminó de hablar se soltase de sus manos, diera media vuelta, y caminara un par de pasos para separarse de su padre…

Un gesto que el anciano conocía bien: enojo, no como capricho sino un auténtico sentimiento, que llevaría a una ley de hielo que duraría algunos siglos.

– … Está bien. No me hables el tiempo que necesites. Por lo mientras, ve a las gradas, y yo buscaré a tu reemplazo--

Mamá no hubiera querido esto.

Zeus volteó de sorpresa a Atenea, quien seguía de espaldas mirando hacia el vacío.

– Ella te dio esa canica dorada por un motivo en especial, ¿No es así? Siempre me contaste esa historia, pero nunca me dejaste ver esa canica… Hasta cuando peleaste.

– Es cierto. La última vez que hablé con ella me la dio como un regalo. Para que pudiera cumplir--

– La promesa que te hiciste de ser el orgullo del Olimpo y de los dioses. El motivo por el que gobiernas sobre los dioses, por el que has mantenido el poder a pesar de tantas rebeliones y problemas…

» Y por el que lanzaste el reto de hacer el segundo Ragnarok, a pesar de que eso podría ser todavía más humillante para los dioses…

La diosa giró su cabeza, como mochuelo, para ver a su padre, con sus ojos iluminados por la Conciencia de Guerra.

– Sip, nada se me escapa de mi vista~☆

– ¡Jojojo! Es lo que veo…

– Por eso has hecho lo que has hecho… Y por eso sé que seguirás en este torneo hasta la victoria… Sin posibilidad de perder una segunda vez.

» Lo sé, y lo entiendo… Porque yo también hice promesas…

La diosa volvió a darle la espalda a su padre, para poder dejar escapar un par de lágrimas que se le escaparon.

– Yo prometí ser siempre la mejor, la número #1. Yo tengo una vida que vivir, un futuro que contruir aunque sea por toda la eternidad… Un pasado que no puedo borrar pero me trajo hasta aquí. Supongo que por eso mamá también me dio un regalo especial.

– ¿Eh? ¿De qué hablas?

– ¿Eh ¡Odio explicarme a mitad de un buen monólogo! – Atenea se volvió a girar de nuevo asu padre, encendiendo la Conciencia de Guerra – ¡Mira mira! ¡Estas lindas estrellas solo pudieron ser herencia de la mejor mamá en el universo!

Zeus abrió su ojo con sorpresa, siendo que es la primera vez que pensaba en ese poder divino como un don que le hubiera regalado Hera…

El recuerdo de su difunta esposa le hizo hacer memoria de las veces que también Hera encendía sus ojos muy parecido a lo que hacía Atenea, como si… El alma viva, feliz y orgullosa de su esposa, la media mitad de su existencia, hubiera residido en el cuerpo de su pequeña hija. Las últimas palabras de la diosa también hicieron eco en su mente…

« Este regalo es la garantía que lo lograrás. No importa cuán poderoso sea tu enemigo o cuán idiota te comportes… Mi promesa es que estaré a tu lado cuando uses esto; te protegeré, te cuidaré, y te castraré si es necesario…

» La orgullosa fuerza del Olimpo nunca será derrotada. Te prometo que, no con mis manos pero con este regalo, lo cumpliré contigo. »

El dios griego sonrió por lo bajo con un toque de nostalgia, para después levantar la vista al cielo.

– ¡Jojojojojojojojo! – una expresión que sorprendió a Atenea, quien le imitó por inercia.

– ¡Jajajajajajajajaja!

Ambos rieron hasta que el aire les faltó por igual junto con un sonrojo leve en sus mejillas.

– Bien… Así que estás convencida de ello. En ese caso, no puedo oponerme.

– … ¿Eh? ¿De verdad?

– Pues es lo que quieres, además que tienes razón… Después de todo, eres mi hija: la mujer más fuerte que ha existido en el Olimpo, incluso superior a tu madre. De eso estoy más que seguro.

Atenea sonrió de vuelta.

– … Muchas gracias, papi.

– Además, es imposible que pierdas, ¿Verdad?

– ¡Oh si, si! No puedo perder… De eso también estoy segura…

Atenea se volvió en sus pasos hacia Zeus para abrazarlo con todas sus fuerzas, recibiendo la misma respuesta de parte del viejo.

« Si… es cierto que no puedo perder… ¿Verdad? » Atenea suspiró por lo bajo « Bueno… Tal vez esa linda Juanita me ayude a responder esa pregunta con sinceridad… »

– ¡Un ataque devastador está a punto de terminar con la vida de ambas peleadoras!

Después de algunos segundos de silencio, la primera en reincorporarse fue Atenea, con movimientos lentos y un poco torpes, hasta que logró levantar su primera rodilla del suelo para recuperar el equilibrio.

De inmediato en las gradas divinas se hicieron presentes gritos de alegría y emoción al ver a la diosa todavía viva a pesar de ese ataque tan destructivo, tanto para el campo de batalla como para ella; Erictonio y Pandora se abrazaron a su padre con el mismo sentimiento de euforia, mientras que en el palco de Zeus los olímpicos se mostraron bastante emocionados, pero mucho más Ares y Zeus que los demás.

Por su parte, Atenea se dio cuenta de un par de cosas: en primera que aquella técnica fue capaz de destruir la mitad de su armadura divina, dejando al descubierto su cuerpo del lado derecho.

La segunda fue que su cuerpo dolía más de lo normal, en especial de la zona de su pecho; al llevar la mirada hacia aquella zona se percató del motivo de ese dolor…

Su cuerpo estaba quebrado; no solo su armadura sino también su piel y carne… Su alma misma.

No tardó mucho en deducir a qué se debía aquella herida.

« Ya veo… Así que este es mi verdadero límite. Un poco más y mi vida se desvanecerá… Carajo, ¿Soy tan asombrosa que ni siquiera puedo existir siendo tan poderosa? No podría esperar menos de mi… »

Recordar aquellas conversaciones que había sostenido con las personas especiales de su vida le hizo bajar la sonrisa que había dibujado en sus labios.

« Lo siento, Pallas y Aquiles… Me dejé llevar y estoy haciendo cosas que no les gustan. Lo siento…

» Pero supongo que ya no importa… Todo ya terminó. »

La única que no se había levantado fue Jeanne: en el estado en que estaba su cuerpo, tanto por la esencia angelical como por la mortal jerida que acababa de recibir de la diosa, ya debería ser incapaz de levantarse. Estando en el suelo, solo podía sentir un escalofrío junto con un zumbido que le indicaba que ya fue suficiente…

Todo ya había terminado para la doncella de Orleans…






































































¿O no?

Su mente todavía estaba viva para la sorpresa de ella misma.

Lo suficiente para traer a la mente aquella conversación especial que había tenido con ek señor San Miguel.

Aquella vez que excedió sus límites…

– Señor San Miguel… Lo siento mucho. El otro día me sobrepasé. Estuve por… Como 4 minutos con mis dones, y me sentí muy mal además que… Perdí la vista por varias horas. Lo siento.

El arcángel suspiró por lo bajo.

– No debiste hacer eso. Ya te lo había dicho.

– Lo sé, perdón--

– Pero no pasó a mayores, sino solo un poco más de malestares. Ahora sabes por qué te dije que no hicieras eso.

– Si… Me duele mucho y no puedo ver.

– No solo eso, sino que si te excedes demasiado perderás todos tus sentidos. No podrás ver, oír, usar tu nariz ni tu boca, y tu cuerpo se paralizará sin que puedas controlarlo… Y después de eso, perderás la vida.

– ¿En serio? ¡Eso es muy malo!

– Claro que lo es.

– Entonces… ¿Yo no podré ser más fuerte?

San Miguel giró su cabeza con duda.

– ¿A qué te refieres? ¿Hiciste eso porque querías ser más fuerte? Esa no es la solución.

– Es que…

» ¿Qué pasará si no me hago tan fuerte como usted dice? ¿Qué pasa si un día debo usar mis dones hasta que… hasta que pase mis límites? Tengo miedo de que eso vaya a suceder antes que termine la guerra… Y pueda volver con mi familia.

San Miguel puso una mano sobre la cabeza de Jeanne.

– No digas eso. Buscar la muerte no es la respuesta a tus dudas.

– No la estoy buscando porque quiera… ¿Pero si es necesario?

– Nunca será necesario siempre y cuando cumplas tu propósito, salvar a Francia. Eso implica que sigas viva.

– Pero… ¿Entonces…?

De forma cariñosa San Miguel despeinó la cabellera de Jeanne.

– Debes buscar un equilibrio, y ese equilibrio lo lograrás una vez que puedas controlar más tus dones… Y, en caso de que no puedas, por eso… Por eso sigues siendo tú.

– ¿Sigo siendo yo? Disculpe, señor San Miguel, pero no entiendo a lo que se refiere.

– Me refiero a que tú eres cuerpo y alma, como te lo he dicho. Tus dones fueron dados no como la solución a todo lo que tengas qué hacer… Sino como una ayuda.

» A fin de cuentas, no puedes usarlo todo el tiempo. Por eso, serás más fuerte, para que tus dones solo te guíen a la victoria… Victoria que sostendrás en tus manos.

– ¿En serio? ¿¡Lo dice en serio!?

– Claro que si… Pero vamos paso por paso. Una vez que logres dominar la esencia, tu cuerpo y tu mente responderán. Serás más fuerte… La mejor versión de ti misma.

– ¿Eso es cierto? ¿Incluso para alguien tan pequeña y frágil como yo…?

– El día de hoy eres pequeña y frágil… Pero, en un futuro, serás más fuerte… Lo que me recuerda: mañana tendremos una pequeña lección de aprendizaje.

– ¿Sobre qué cosa?

– Hasta ahora solo has visto el futuro por medio de mi, pero… Debes aprender a ver el futuro por tu cuenta. Mañana te enseñaré a hacer eso… Juntos veremos un poco del futuro que te espera.

– Eso suena… ¡Muy emocionante y divertido!

– Así será; mañana veremos las cosas que van a suceder cuando llegues a Chinon, cómo deberás actuar y hablar con el príncipe Carlos VII, que también le llaman Carlos delfín.

– … ¿No se supone que los delfines son como animales?

– Son peces… Nunca has visto el mar, ¿No?

– Claro que no, señor San Miguel.

– … Tal vez mañana también puedas ver el mar. Me encargaré de ello, no te preocupes.

– … ¡De acuerdo! ¡Ya estoy esperando por mañana…!

Ese fue el final de su conversación especial, antes de que San Miguel se fuera para no dañar más a Jeanne…

El recuerdo que golpeó en la herida cabeza de la doncella en esos momentos que estaba en el suelo.

« ¿Por qué estoy viendo esto? ¿Es porque ya voy a morir?…

» ¿O ya estoy muerta? No lo sé… Se siente tan frío y tan oscuro…

» Pero… Ya no siento dolor… Me alegro de eso… »

Su mente se cerró a los estímulos exteriores, del mismo modo que lo había hecho aquel día en el mercado de Ruan y en el juicio que hicieron los ingleses en su contra…

Sabía que eso era todo para ella, así que solo podía…

Aceptar la muerte con los brazos abiertos…

– … Jeannette…

« ¿Eh? ¿Qué es esto? »

De forma involuntaria entró en el espacio de la galería de imágenes futuras, aunque todo lo que había a su alrededor no era más que esa misma mancha de oscuridad que marcaba el final de su vida.

« ¿Eh? ¿Por qué estoy viendo esto…? Ya sé lo que está pasando… No necesito-- »

De repente, como si un golpe del alma se tratase, algo sacudió su interior…

Algo que rompió la mancha de oscuridad y le permitió ver algo más… Un rayo de luz.

El último rayo de luz…

« … Eh… ¡¿Ehhh…!? ¡¿Qué es esto!? »

Una última imagen del futuro…

Que llegó hasta sus ojos para que Jeanne pudiera contemplarla una vez…

Como si de un milagro se tratase…

« … ¿Qué? ¿Esto es posible…? »

También llegaron a su mente todas las palabras de ánimo y consuelo que le habían dicho todas las personas que conocía; desde su familia, los soldados bajo su mando, hasta sus maestros en ese lugar divino, y la chica de cabello morada que le dio la invitación para estar ahí en esos momentos…

Todas esas palabras… Juntas para ella sola… Así como esa última imagen que rompió la mancha de oscuridad…

« … Una vez más… »

En el plano físico de los Campos Elíseos, su mano se estiró hasta tomar a Catalina de nuevo; con sus fuerzas levantó el estandarte para clavar su punta en el suelo, logrando con ello tomar suficiente impulso para usar su única pierna disponible para levantarse de nuevo…

– ¡¿Qué es esto!? ¡Otra vez… otra vez al borde de la muerte… Jeanne D’Arc intenta levantarse!

Tanto Atenea como los espectadores divinos se sorprendieron bastante de aquello.

– Juanita… – Atenea no pudo evitar abrir ambos ojos con total sopresa, casi en shock.

Pero los espectadores no opinaban lo mismo; todos ellos solo vieron la joven figura de una pequeña humana intentando levantarse ante una fuerza divina imposible de vencer, mucho menos ahora que la balanza se había invertido totalmente.

Fue su familia en gritos los primeros en expresar su dolor por ver a su pequeña hacer ese inútil esfuerzo:

– Mon bel ange… ¡Hija, detente, por favor!

– ¡Sœur aînée, detente! ¡Ya no quiero ver cómo te haces más daño!

– ¡General D’Arc, por favor permanezca en el suelo!

– ¡Ya hizo suficiente!

– ¡Jeanne D’Arc, no te vuelvas a levantar…!

Toda la humanidad se unió en ese coro de dolor y desesperación; los miembros del Shinsengumi bajaron las cabezas auqnue Okita era lel único que no desisitió de seguir mirando las pantallas, mientras que los generales militares suspiraron por lo bajo.

– ¡Ya no puedo seguir viendo esto, onee-sama! – Lífthrasir se cubrió la cara aferrándose a Hrist.

Geir solo pudo llevarse una mano a la boca con dolor y arrepentimiento.

« Jeanne… Por favor, ya no te levantes… No mueras tú también. »

Atenea en cambio se quedó en silencio, apretando su arma divina, y mirando atentamente lo que fuera a hacer Jeanne: levantarse del suelo apoyándose en su único pie, toser con mucha dificultad y suspirar por lo bajo, con la cabeza haica abajo…

– Yo… Yo… Todavía no he… Terminado…

Su reflejo involuntario humano le hizo aspirar aire, mientras que su voluntad le hizo levantar su cabeza hacia Atenea al tiempo que apuntaba su estandarte hacia la diosa en posición ofensiva.

– Yo quiero… Quiero…

» ¡Quiero vivir una vez más! Así que… Todavía… ¡Una vez más…! Aún puedo luchar por mi vida…

» Encore une fois s'il vous plaît*!
[ *N/T: ¡Una vez más, por favor! ]

– ¡¿Está loca!? – Brökk y Eitri se llevaron ambas manos a la cabeza con gran susto – ¡Esa niña…! ¡Va a hacernos perder nuestra mejor creación en ingeniería!

– ¡Está fuera de sí! ¡Ya no tiene cuerpo ni armas para recibir siquiera un golpe más de esa diosa! ¿¡Qué pretende hacer!?

– ¡Vamos a perder otra de nuestras joyas!

– ¡Sé que les preocupa eso…! – exclamó Simö contra las palabras de los enanos – ¡Pero ella también importa, aún si está haciendo una locura que la hará morirse!

… Yo no estaría tan segura de ello…

Pero los ojos de Marie Curie, quien había estado viendo la batalla desde un punto de vista más analítico, brillaron al mismo tiempo que su sonrisa.

– Ese no es el rostro de una mujer que esté perdida… ¡Ese es el rostro de una mujer que no va a rendirse!

– Claro que si… – asintió Sigrune con una emoción muy parecida – Me recuerda mucho a mi pequeño Okita. Ella todavía no se ha rendido. Todavía no puede morir… Sin haberlo intentado todo.

– ¿¡Qué se supone que están viendo ustedes que nosotros no!?

– En eso coincido con ustedes… – Simö se acercó a Sigrune con un rostro confundido – ¿"Sin haberlo intentado todo"? ¿A qué te refieres?

– … La verdad no sé que vaya a hacer… – sonrió Sigrune un poco nerviosa – Pero--

– Yo creo que sé lo que va a hacer… – comentó Marie Curie poniendo más atención a las pantallas.

Atenea no pudo evitar sonrojarse de mejilla a mejilla al ver el espíritu nuevo de Jeanne junto con su comentario.

De nuevo, la diosa de la guerra.

Pallas Athenaie
[ La solitaria doncella que blande el escudo ]

Atenea se abalanzó de inmediato hacia Jeanne con su lanza cargando toda la energía divina que pudiera conseguir, así como de su propia sangre; solo que esta vez la dosis fue menor para evitar que su cuerpo se hiciera pedazos antes de soltar su ataque…

Por eso la burbuja espacio-temporal de su ataque se retrasó en aparecer, mientras la diosa se arrojaba hacia la humana.

Todos en las gradas, siendo Geir la primera, coincidieron en el mismo pensamiento sobre lo que Jeanne tenía qué hacer a continuación; la decisión más sensata para enfrentarse a ese poder divino inconmensurable…

– ¡Esquívalo! ¡Debes esquivarlo…!

En cambio, la humana abrió su ojo para calcular el tiempo en que se movía hacia ella y aproximar en qué momento la tendría encima…

Su ventana de oportunidad era muy corta, por lo que debía actuar con total precisión… O de lo contrario…

Justamente en ese momento su cuerpo cedió el sentido de la visión, quedando ciega momentos antes de recibir la lanza de la diosa; justamente ese sería el momento para actuar y pronunciar por última vez ese comando, antes de perder sensibilidad en los labios:

– … Adapter…

Vördr Tilpasning
[ Espíritu guardián de Adaptación. Décimo quinto ]

Las placas que rodeaban el estandarte de Jeanne, lo mismo que partes de su armadura corporal, se reorganizaron unas con otras, para acomodarse en una nueva forma; se acuerdo al acomodo del arma divina y a la estocada directa de Atenea solo tuvieron un camino…

Juntarse unos con otros y crear un escudo frontal en el extremo del estandarte, de modo que pudiera recibir de frente a la poderosa lanza de Atenea.

Las placas que cubrían el cuerpo de Jeanne, así como todas las placas que conformaban el estandarte, fueron de inmediato hacia el brazo de Jeanne para adaptarse poe última vez: crear una super lanza que pudiera recibir de lleno el golpe de Atenea.

– ¡¿Qué hace!? – exclamó Leónidas con los ojos abiertos – ¡No importa que haga eso…!

– ¡Esa lanza de Atenea va a atravesar el arrabio! – Sasaki completó la frase.

Las ráfagas de viento le indicaron a Jeanne que la diosa estaba a tan solo instantes del impacto; su cuerpo destrozado y con esa última adaptación no podría esquivar ni desviar el ataque…

Lo bueno es que ella no tenía pensado hacer nada de eso.

El Shakti en el cuerpo de Jeanne se concentró de golpe en el estandarte, mientras que las placas divinas seguían reacomodándose para crear un escudo lo suficientemente fuerte para recibir el golpe de la diosa…

Un segundo después, Palaidos colisionó con la adaptada Catalina.

La gran carga de energías divinas en ambas armas divinas chocaron con gran furia, provocando una ráfaga de viento que movió los rostros de ambas: la más afectada fue Jeanne que casi perdió el equilibrio por más que intentaba mantenerse de pie…

Tal vez fue eso, o tal vez la diferencia de poderes entre ambas, fue lo que provocó que Palaidos ganase el concurso de choques: la punta de la lanza atravesó la dura coraza de Catalina y comenzó a adentrarse en medio de la masa de arrabio que intentaba adaptarse al tremendo poder divino de Atenea, al mismo tiempo que el cuerpo de la diosa se agrietaba más y más, y con la burbuja espacio-temporal que se estaba empezando a formar para encerrar todas las posibilidades a Atenea.

Todo el mundo, con rostros boquiabiertos y pálidos, se habían resignado ante ese inminente final: solo era cuestión de instantes para que la clara ganadora fuera revelada…

Pero, Jeanne no pensaba igual.

Mon Plus Grand Souhait
[ Deseo de la doncella de Orleans ]

El estandarte se cargó una vez más de Shakti, lo que le dio a Catalina y sus placas de arrabio más fuerza para resistir unos instantes más aquel choque contra Palaidos: instantes en que las grietas del alma quebrada de Atenea recorrieron hasta llegar a la lanza divina…

Una de esas grietas recorrió el mango hasta llegar a la punta donde se encontraba el choque entre ambas: Palaidos se agrietó ligeramente, que permitió la entrada de una minúscula partícula de arrabio…

Impregnando de Shakti. En cuanto el metal divino entró en Palaidos ocurrió el milagro imposible:

La energía divina de Palaidos se apagó por completo, así como el flujo de sangre y energía divina que estaba imponiendo Atenea, y que por último destruyó la burbuja espacio-temporal que se estaba formando.

Un efecto dominó que afectó a la lanza por completo y a la portadora, dejando a la diosa de la guerra paralizada sin energía divina alguna…

– … ¿Qué?

– ¡No puede ser…! – Geir se llevó las manos a la cabeza – ¿¡Acaso…!?

» ¿¡Con su poder angelical para cortar la energía con una herida, logró anular la energía de la lanza de Atenea!? ¡¿Pero cómo es posible…!?

Atenea era quien estaba en mayor shock al darse cuenta:

« Mi brazo y mi cuerpo están quemando… Es lo mismo que ella hace cuando me corta… ¿¡Qué!?

» Acaso mi sangre… Y mis rayos… Alimentando Palaidos… ¿¡Le dieron vida que ella puede anular!? »

La humana apretó su brazo con el cual sostenía a Catalina, la cual estaba empezando a agrietarse por el impacto que había sufrido. Pero la humana no se detuvo con ello…

« Él me lo dijo en ese momento, San Miguel, porque… Porque él ya sabía… Ya lo sabía… Ahora lo entiendo todo.

» Lo que no pueda lograr con mis dones, lo lograré con mi esfuerzo… Él ya lo sabía… Que incluso alguien tan débil y frágil como yo…

» Puedo lograr… ¡Puedo lograr un milagro, con mis dones y con mi esfuerzo!

» Je peux faire un miracle même dans un moment comme celui-ci*!! »
[ *N/T: ¡¡Puedo hacer un milagro incluso en un momento como este!! ]

La humana comenzó a cargar su arma divina con mayor cantidad de Shakti, lo más que pudiera exprimir, todo al estandarte divino que terminó de adaptarse…

Y con el poder necesario para empezar a romper a la lanza Palaidos.

– No… ¡No! – Atenea forzó a su cuerpo para cargar más energía divina, aunque esté ya estaba en tan mal estado que por más que intentaste no lo estaba logrando de forma correcta.

Jeanne se impulsó con su energía divina, que le permitió unas últimas fuerzas para avanzar a pesar que su pierna ya estaba destrozada…

Con el pie que todavía le funcionada, dio un salto…

Que con su arma en alto, propició… La destrucción de Palaidos.

Ma Dernière Coupe
[ Último corte de la doncella de Orleans ]

Ante la vista de todos los dioses, Jeanne D'Arc logró destruir el arma divina de Atenea; incluso la misma diosa de la guerra quedó por completo paralizada al ver como su arma divina se hacía pedazos ante la humana…

Quien no terminó su carrera: con toda la fuerza posible que le quedaba en su brazo, Jeanne movió el estandarte de lado a lado, para terminar esa batalla de una vez por todas…

Con un último corte que partió el cuerpo de la diosa de la guerra.

Una vez que terminó su golpe, el cuerpo de Jeanne no pudo resistir más y cayó, aunque gracias al estandarte que se clavó en el pasto no terminó en el suelo.

La diosa tosió sangre mientras su cuerpo cortado apenas se mantenía de pie en su sitio, aunque era evidente el corte por la gran cantidad de sangre que cayó al suelo.

Atenea abrió ambos ojos con sorpresa y, tras forzar que su mente reviviera los recuerdos de lo que acababa de pasar, fue que se dió cuenta:

– Ya veo… Así que… Usando tus dones y siendo tú misma… Solo tú pudiste hacer algo tan loco como ese golpe…

» Espléndido Juanita… Lograste sorprenderme y superarme hasta el final…

» Cuánto orgullo y envidia siento por ti…

De forma instintiva sus ojos iluminados fueron hacia el coliseo de los Campos Elíseos, donde estaban los dioses observando atónitos lo que estaba sucediendo…

En especial Zeus, Ares y Hermes estaban boquiabiertos y pálidos del susto, sin creer que de verdad estaban viendo ese final.

« Hermanos, viejos calvos… Papi… Prometí que la número #1 nunca perdería pero… No fue así…

» Espero que se hayan preparado para mí final… Porque yo no. »

Sus ojos se cerraron por un momento…

Sus ojos volvieron a abrirse en el plano físico por última vez…

Su cuerpo ya destrozado dedicó una sonrisa a los dioses olímpicos, y después a Jeanne D'Arc a sus pies, mientras se quebraba.

Mi linda Juanita… Muchas gracias por…

» Por hacerme brillar con todo mi esplendor… Hasta apagarme

Los pedazos de alma comenzaron a desvanecerse en el aire, al mismo tiempo que la lluvia de ofrenda de los Campos Elíseos procedía a ralentizarse.

– P-Parece… ¡Parece que ya tenemos un final!

Heimdall estaba atónito, pero de todas formas decidió continuar con su narración.

– L-La nueva séptima ronda del segundo Ragnarok… Tiene como ganadora a…

Jeanne estuvo a punto de caer al suelo debido a su cuerpo tan destrozado…

– ¡Jeanne…!

Un grito de parte de la valkiria Geir atravesando los Campos Elíseos hasta el sitio de Jeanne fue lo que logró darle las últimas fuerzas para volver a sujetarse del estandarte y no llegar al suelo.

La doncella de Orleans levantó la cabeza en la dirección dónde el cuerpo de Atenea estaba terminando de desvanecerse; su ojo ya no recuperó la visión por lo que solo pudo sentir la calidez del alma destruida…

Los pedazos de alma de la diosa flotaron a su alrededor, y como si supieran de la condición de la humana, brillaron a su alrededor dándole un poco de fuerzas.

« Ya no puedo verte, Atenea… Solo puedo sentirte… »

Poniendo toda la fuerza de su pierna para sostenerse, levantó su mano en la cual pudo tomar algunos pedazos de alma; los encerró en su puño y se los llevó al pecho de forma suave y amable.

– Si… Todavía eres brillante…

» Muchas gracias por… Por motivarme a volver a vivir una vez más… diosa Atenea--

» No.

Esa mano cerrada la llevó a sus labios, en dónde depositó un beso a manera de despedida.

Fecha de publicación: 09/12/24
Autor: ASFD
Editor: Darklord331

Nota de autor: Hoy no hay buenas, Ragnabrothers.

Hoy tuve que tomar una terrible decisión. No, ya la había hecho desde antes; desde que tenía la lista hecha, mucho antes de escribir el primer capítulo de LR, ya sabía que esto iba a ocurrir. Solo que… No estaba preparado para esto.

Adiós a mi pequeña y preciosa Atenea. Recorriste un camino difícil de soledad por ser la diosa más fuerte, sobreponiéndote a todos los obstáculos que se metieron en tu camino, a cambio de perder la sonrisa y el brillo que ganaste por tus mejores amigas y por tus alumnos. Peleaste con todo hasta el final, aún sospechando que no ganarías esta batalla, y caíste como la digna guerrera que siempre fuiste pero nunca quisiste. Por fin, la más fuerte dejará de brillar; muchas gracias por todo y disculpas por tan poco.

Nmmn al chile si me dolió, más que todos los demás. No solo por ser mi favorita por encima de todos jsjsn't, sino porque la he estado trabajando por 4 largos años con tanto detalle, solo para saber que la mataría y no vería el final de este torneo.

Pero, como dije, ya estaba planeado desde que ella tomó su lugar en la lista; y de hecho, es justamente la muerte que necesitamos para que LR tome el rumbo que quiero. Es la única forma en que la historia termine como quiero, así que… Con todo el dolor de mi corazón tendré que dejar ir a mi bbcita.

Con esto también llegamos por fin a los 100 caps (y antes que el manga original SIUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU). Dentro de poco habrá un poco de celebración por los 100 caps, así que estén atentos UwU.

Y también habrá una segunda sorpresa especial que publicaré el día de mañana (o hasta el jueves, no sé UwU).

Así que si me disculpan, debo entrar a mi madriguera a chillar hasta mimir, y soñar con mi bbcita para amanecer chillando. Joder, LR nunca será lo mismo ahora que mi favorita se ha ido…

Sin más que decir (más bien, con mucho que decir pero no lo diré para no extenderme más de lo que quiero)… ¡Los leo en el siguiente capítulo!

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