Capítulo 5. Demonio de sangre

Coatlicue estaba sentada en la cumbre del cerro sobre una piedra con forma de silla, con una mirada tranquila mientras el viento y sol matutinos golpeaban su rostro levemente. Esa mañana era muy cálidamente y amable, más de lo que podría imaginar

Con mucha frecuencia acariciaba su viente con delicadeza y cariño, recordando con antaño y amor al ser que había cargado dentro de sus entrañas, hasta que nació para ser su compañía durante aquel exilio.

Esos 600 milenios no habían sido para nada fáciles. A pesar de que ella era una Diosa muy fuerte y poderosa, cuidar y criar de un pequeño bebé sola y a mitad de un ambiente oscuro, frío y tenebroso como lo era aquellas colinas a donde había llegado la Diosa, era una tarea muy complicada.

Peeo, a pesar de los obstáculos y adversidades, la Diosa prefirió y escogió no rendirse en ningún momento y seguir adelante para cuidar del pequeño Dios que cargaba en su regazo. Ella siguió de pie, luchando y haciendo todo lo que debía de hacer por su hijo.

Sintió unos cuantos pasos salir del bosque que rodeaba el cerro donde los 2 Dioses vivían, lo cual la alarmó y la obligó a tomar una posición defensiva.

- ¿¡Quién es!?

- Soy yo, mamá. No me ataques de nuevo, por favor...

La voz grave que se asomó de los árboles tranquilizó a la Diosa, haciendo que se volviera a sentar con calma y serenidad.

- Hijo, me asustaste mucho... creí que eras...

- ¿Un Centzon Huitznahua? Si hubiera uno cerca, te aseguro que su cadáver ya estaría esparcido en el bosque.

El Dios salió de los árboles y continuó con su caminata. Huitzilopochtli, quien no tenía título divino en aquel entonces por el exilio de su madre, traía cargando en una especie de bolsa de piel un gran bulto que escurría sangre en algunos sitios. La bolsa lucia muy pesada, pero el Dios podía cargarla con una mano sobre su hombro derecho.

- Aquí está el desayuno, la comida y la cena... - anunció mientras caminaba, hasta llegar con su madre - Un par de venados...

- ¿Desde hace cuántas horas estas afuera? - fueron las primeras palabras de la Diosa.

- ... ¿Acaso eso importa? - preguntó burlonamente el Dios - Traje la comida.

- Seguramente has estado afuera desde la madrugada... ¡Y con este frío, solo a ti se te ocurre salir sin abrigo!

- ¿Frío? Mamá, ya casi es mediodía, y el sol esta muy alto y el cielo despejado... ¡Salí sin abrigo porque hace calor!

- Nada de quejas, jovencito. Mejor entra a hacer la comida, que estoy hambrienta.

- Si eso estaba a punto de hacer... - concluyó el Dios, con una amplia sonrisa en su rostro. De inmediato, paso hasta la zona personal de la Diosa y le depositó un beso amoroso en la frente - Te amo, mamá.

- Y yo a ti, Huitzilopochtli... - respondió ella con una sonrisa - Nunca lo olvides.

- Nunca lo haré.

Huitzilopochtli volvió a tomar el par de venados de la bolsa y entró en la pequeña casa donde habitaban, que consistía en un conjunto de ramas y hojas de palmera que formaban una casa simple y sencillo, pero lo suficientemente cómoda y perfectamente construida para que incluso las goteras fueran imposibles.

Ahí siguió Coatlicue, posando su mirada específicamente en un punto indeterminado donde imaginaba la lejanía del reino de Aztlan. Un sentimiento de nostalgia entró en ella.

- Quisiera que... - comenzo a balbucear con un sentimiento de tristeza - Me hubiera gustado... que nacieras dentro... dentro de las murallas... De la preciosa Aztlan...

- No necesito nada de eso, mamá - le respondió Huitzilopochtli a esos suspiros que ya estaba muy acostumbrado a escuchar - Primeramente, te tengo a ti. La Diosa que me dio a luz y crió durante 600 milenios.

- Sé perfectamente que tú me dirás: "estoy bien" cuando diga algo como eso. Pero... eso no quita que... te hubiera encantado ver ese lugar... - comentó, suspirando al recordar todo lo que había en aquel reino. - Las construcciones, el templo, sus murallas... te encantaría aunque sea verlo...

- ... Puede que me haya gustado, pero lo diré nuevamente... - con cariño abrazó a la Diosa - Te tengo a ti, y eso es mas que suficiente para mi. No estoy en lo más mínimo interesado en las riquezas o la gloria que pueda tener esa tierra... lo único que me importa es tener a mi madre, o sea a ti...

- ... Muchas gracias, Huitzilopochtli...

- ¡Madre!

Ambos Dioses se asustaron al escuchar la tercera voz. Dirigieron sus vistas hacia quien hablaba y quedaron sorprendidos. Huitzilopochtli porque no conocía a quien estaba ahí, y Coatlicue porque no lo podía reconocer.

Cuahuitlícac había llegado hasta donde ellos vivían. Tenía Tenía una apariencia mucho más "anciana" a la que recordaba la Diosa, además de que su vestimenta como Centzon Huitznahua era distinto. El Dios caminaba lentamente, buscando con la mirada a Coatlicue, hasta que la vio sentada junto con Huitzilopochtli. La alegría de ver a la Diosa en perfectas condiciones inundó su rostro rápidamente.

- Madre... estás bien... - Cuahuitlícac comenzó a subir la cuesta con dificultad, mientras que sus voz se quebraba lentamente por sus emociones recién florecientes que ignoraban de forma inconsciente la presencia de Huitzilopochtli - Madre... Te-Tengo muchas cosas que decirte... quiero pedirte disculpas por|

- ¿¡Y quién eres!? - Le interrogó rápidamente el Dios guerrero, tomando una posición defensiva debido a lo que le había contado Coatlicue de otros Dioses. - ¿¡Eres un Centzon Huitznahua!?

- ¿? - Cuahuitlícac miró por primera vez a Huitzilopochtli y se sorprendió - ¿Tú eres... mi hermano?...

- ¿Hermano?... ¡Entonces eres uno de esos bastardos!

- ¿Eh?

- ¡Los bastardos que desterraron a mi madre!

Sin pensarlo 2 veces, Huitzilopochtli se lanzó contra Cuahuitlícac únicamente con sus manos desnudas, a pesar de que EL Dios traía puesta una armadura de casi cuerpo completo. Y aún así, desde que Huitzilopochtli lanzó sus golpes, hubo una gran diferencia entre ambos que dominaba el hermano menor.

Cuahuitlícac terminó cayendo al suelo debido a la fuerza y ferocidad de Huitzilopochtli que sobrepasaba por mucho sus habilidades. En el suelo, notando la diferencia, solo pudo intentar gritar a su madre por ayuda.

- ¡M-Madre! ¡Madre, ayuda!

Sin embargo, la Diosa que de pie miraba la pelea entre ambos, alcanzó a soltar algo parecido a un suspiró de confusión: en su cara estaban impregnadas la duda por saber quien era aquel Dios que estaba mirando, y una tristeza en sus ojos que Cuahuitlícac recordó perfectamente: la tristeza de cuando se enteró de su embarazo en Aztlan.

- ¿Q-Quién eres? - alcanzó a mascullar la Diosa, sintiéndose desprotegida por varios momentos - ¿Quién eres?

- ¡! ¡Soy Cuahuitlícac! ¡Uno de tus hijos!

- ¡No digas esas mentiras! - exclamó enojado Huitzilopochtli - ¡Mi madre no tiene hijos a parte de mi!

- ¿? ¿Cuahuitlícac? - la Diosa comenzó a hacer memoria de ese nombre. Por la gran cantidad de años, apenas recordaba los nombres de sus hijos.

- ¡Yo estuve contigo en la enfermería! ¡Yo te entregue mi plumaje cuando fuiste desterrad!

- ¡! - inmediatamente Coatlicue lo recordó, y corrió hasta Huitzilopochtli para tratar de detenerlo. - ¡Huitzilopochtli! ¡Detente!

- ¡Pero madre! ¡Este es uno de los malditos que te exiliados! ¡Los malditos que te dejaron a tu merced!

- ¡Déjalo hijo! ¡Lo vas a matar!

De los árboles, salió volando una gran serpiente que tumbó a Huitzilopochtli de un golpe, separando a ambos Dioses. Y de inmediato tomó una postura defensiva frente a Cuahuitlícac, con firmeza y decisión. Huitzilopochtli quedó sorprendido, pero Coatlicue más aún.

- ¡Xiauhcóatl! ¡Eres tu!

La serpiente cambió su semblante, y en un par de movimientos llegó hasta su ama, quien acarició su cuerpo cariñosamente.

- Vino conmigo... - comentó Cuahuitlícac, incorporándose nuevamente - Cuando salí de Aztlan, comenzó a seguirme. Le perdí el rastro hace un par de días.

- ¿Qué pasa aquí? - se levantó Huitzilopochtli con molestia - No entiendo.

- ... - Coatlicue cargó a su serpiente, quien hizo largos y prolongados zizeos como si estuviera hablando con la Diosa. Después de unos minutos, ella sonrió y miró a los 2 Dioses - No te preocupes Huitzilopochtli. Viene con buenas intenciones.

- ¿?

- Ella, Xiauhcóatl, me lo ha confirmado...

- ... - Huitzilopochtli se quedó en silencio, tras recordar que la Diosa puede hablar con los animales, especialmente con las serpientes. Pero, replicó de todas formas - ¿¡Y cómo puedes estar segura!? Me refiero a que dice la verdad.

- Ella era mi mano derecha en Aztlan... le he confiado mi vida muchas veces, y lo volvería a hacer...

Huitzilopochtli se quedó en completo silencio con aquellas palabras, que lo dejaron pensando unos segundos. « Pensé que tu me confiabas tu vida :'v »

Y aun asi decidió replicar.

- Pero, mamá...

- ¡Sin ningún otro pero! - gritó la Diosa, con cierto tono de molestia en sus palabras - ¡Confías en lo que te digo y punto!

- ¡! - Huitzilopochtli se quedó totalmente sorprendido y asustado por la reacción de la Diosa, de quien solo quedó un leve pensamiento. « Si que hoy esta seria... Nunca me había gritado así... »

De inmediato, Coatlicue regresó el semblante hacia Cuahuitlícac, a quien abrazó y beso innumerables veces mientras lloraba de felicidad.

- ¡Hijo! ¡Me alegra tanto volver a ver a uno de mis hijos!

- A mi me alegra más saber que... sigues con vida.

Ambos se fundieron en un abrazo de reencuentro, ambiente en el cual Huitzilopochtli se sintió un tanto incómodo.

- ¡! - Después de un largo rato, Coatlicue se separó del Dios y se acercó a Huitzilopochtli - Creo que... ya conociste a tu hermano mayor Cuahuitlícac...

- Entonces si eres mi hermano... - Cuahuitlícac quiso estrechar la mano con Huitzilopochtli, pero este se negó a responder.

- Si le hacemos algún daño a mi madre, te juro que|

- ¡Quieto, Huitzilopochtli! ¡Que sé perfectamente que te gustaría golpearlo y matarlo! - y de inmediato su semblante, cuando volvió a Cuahuitlícac, regresó a su felicidad radiante - Me alegra saber que uno de mis hijos ha venido hasta aquí...

- ¡Lo siento! - el remordimiento regresó a Cuahuitlícac tras recordar lo que había pasado hace 600 milenios - No te defendí lo suficiente, no hice lo necesario para que te quedarás en Aztlan al menos durante tu embarazo. Tuviste que pasar un infierno dentro de estos árboles...

- No digas eso, Cuahuitlícac - con cariño besó la frente de su hijo - Fuerin cosas del pasado que ya no importan. Estás aquí ahora y eso es lo más importante.

Huitzilopochtli solo miró con seriedad y enojo la escena, pero se quedó en silencio. Entonces, Cuahuitlícac recordó el propósito de su viaje.

- ¡Es cierto! ¡Casi lo olvido! - Cuahuitlícac entonces tomó de los hombros a Coatlicue, movimiento que sorprendió a Huitzilopochtli - Madre, y hermano, ambos corren un gran peligro.

- ¿? ¿De qué hablas?

- ¡Obviamente corremos peligro! ¡Tú estás aquí! - exclamó Huitzilopochtli con molestia.

- ¡Silencio! No me dejas oír - exclamó la Diosa.

- Coyolxauhqui ha perdido la cabeza... - habló Cuahuitlícac con miedo - ¡Se ha vuelto loca desde que te fuiste! Nos hizo matar a Mixcóatl después de que te fuiste, y durante todos estos años se ha quedado encerrada... ¡Y está completamente loca!

- ¿Qué?

- Hace unos 3 días nos dio una orden muy... - ni siquiera tenía palabras para describirla - Nos ordenó matarte, junto con Huitzilopochtli. Ella cree que será la única forma de recuperar el honor de nuestra familia, pero creo que eso es lo de menos para su locura... - señaló con seriedad a Huitzilopochtli - Cree que le quieres quitar el trono de Aztlan, y que por eso nuestra madre te ha mantenido vivo...

- ¡!

- ¿Cómo puede decir tales cosas? - Coatlicue apenas podía digerirlo - ¿Saben que estamos vivos siquiera?

- Ella dijo que tenía visiones... y que así sabe de ustedes... ¡Pero evidentemente esta loca! ¡Su cabeza ha imaginado cosas, y esta actuando sin juicio ni estabilidad! Pero, eso no es lo peor... - continuó hablando -  Todos mis hermanos también están cegados por el dolor y rencor que aún guardan, y siguen sin pensar las ordenes que da. Dijo que ejecutarán el plan el día de hoy, cuando caiga la noche...

- ... - Huitzilopochtli y Coatlicue se quedaron en silencio. Huitzilopochtli, tratando de creer en la palabra de su hermano, preguntó - ¿Estás seguro de lo que dices?...

- Completamente. A mi me había dejado de tarea ser su segundo al mando, pero a estas alturas ya se habrá dado cuenta de que no estoy en Aztlan. - tomó con seguridad las manos de Coatlicue - Solo queda escapar... ¡Debemos irnos de aquí, los 3! Podemos ir a pedir asilo con los Olímpicos. Dentro de poco habrá una reunión de Dioses... ¡Hablaremos con todos ellos, y podrán hacer razonar a Coyolxauhqui!

- ¿Olímpicos? ¿Reunión de Dioses? - Huitzilopochtli era el único que no estaba enterado de ello.

- Son... Dioses de otros Reinos. - le aclaró su hermano - ¡He oído grandes hazañas de ellos! ¡Podremos ir y|

- No lo veo posible. - habló Coatlicue - Recuerdo que Coyolxauhqui comentó que era un viaje largo ir hasta algún otro Reino... ¡Nos atraparían antes de llegar!

- ¡Pero no podemos saberlo si no lo intentamos! ¡Debemos movernos lo mas pronto posible! ¡Así huiremos!

- No... será mucho peor... - habló Coatlicue con miedo en sus ojos - Tú no conoces a tu hermana tanto como yo... Cuando tiene una idea, no descansa hasta lograrlo. Gracias a su poder y su determinación fue que Aztlan nació como el Reino divino que es hoy... Tanta sangre derramada y tantos cadáveres apilados sobre los cuales fue cimentado el reinado de su padre y ahora el de ella... Y si tiene el apoyo incondicional de tus hermanos es mucho peor: no habrá nada ni nadie que la detenga, y si lo intentamos su instinto saldrá a relucir.

- ¿Nadie la podría detener? ¿Ni siquiera los Primigenios?

- ¿Dijiste que llegarán en la noche, hermano?... - interrumpió Huitzilopochtli, con una cara pensativa y muy seria.

- S-Si... así es, llegarán esta noche.

Huitzilopochtli se quedó en silencio, pensando en las opciones que tenían y el poco tiempo que quedaba. Se rasco la cabeza varias veces.

- Si corremos, nos seguirán y acorralarán... si nos quedamos, nos matarán... si nos escondemos, nos buscarán hasta dar con nosotros... así que solo queda una opción: matarlos.

- ¿Qué? ¿Nosotros 3?

- Tú no mamá. Mi hermano y yo nos encargaremos.

- ¡Será imposible! ¡Somos 2 ante 400!

- ¿2 contra 400? Para mi... es más que justo...

- ... - Coatlicue escuchaba con atención y serenidad. Al cabo de unos segundos,  se acercó a su hijo Huitzilopochtli - Confío en él.

- ¿Madre?

- Lo conozco muy bien, Cuahuitlícac. Lo he visto crecer y hacerse más y más poderoso, tanto como si... fuera Mixcóatl y yo juntos...

- ¡!

- No te preocupes, hermano que recién conozco. - sonrió Huitzilopochtli - Tú, yo, y esta serpiente podremos hacernos cargo de esos bastardos.

Iba a acariciar a la mascota de Coatlicue, pero la serpiente le soltó un gruñido de advertencia.

- Bueno, tu y yo hermano, y la serpiente de mala gana.

Coatlicue rió levemente, divertida por la reciente escena, mientras que Cuahuitlícac solo pensaba una y otra vez en la situación.

...

Coyolxauhqui lideraba el grupo de 400 Dioses. La tarde se alejaba más y más, acercándose a la noche mientras todos aquellos Dioses avanzaban con tanta calma y seguridad que ni siquiera parecía que alguien estuvieran en aquel bosque.

Todos llegaron a un pequeño llano, en donde Coyolxauhqui con firmeza llamó la atención de todos sus hermanos para dar el anuncio final.

- Bien. La hora de recuperar nuestro honor y permanencia ha llegado... - habia comenzado bien, pero sus siguientes palabras ya no llevaban el mismo tono - Pero, tenemos un pequeño inconveniente: Cuahuitlícac nos ha traicionado.

- No ha aparecido desde hace 3 días, después de que Coyolxauhqui-sama nos dio la orden. Lo más probable es que haya huido por cobardía, y probablemente este junto con Coatlicue y su bastardo para traicionarnos.

- Esa fue su decisión - siguió explicando la Diosa - Decidió traicionarnos, y su castigo será la misma muerte que ha de sufrir Coatlicue y su bastardo... - extendió su arma hacia los árboles del bosque, y dictó los movimientos para aquella noche.

» Vayan al bosque, y busquen dónde se ha metido esa Diosa. En cuanto la hallen y también a Cuahuitlícac... son libres de acabar con sus vidas como lo deseen. Ellos no son parte de nuestra familia, por lo que pueden hacer cualquier cosa que deseen. Pero solo les pido una condición a cambio... - sus ojos se llenaron de malicia enferma.

» Tráiganme al bastardo que crió esa puta para que yo misma me encargaré de matarlo arrancándole el corazón con mis propias manos... Quiero ver con mis ojos a ese maldito Dios por el que Coatlicue prefirió traer deshonra a Aztlan y quien tiene tantas intenciones de usurpar mis milenios de esfuerzos y lágrimas... y si ese bastardo ya está muerto... llevenme a su tumba para que la destruya y su recuerdo quede en el olvido... ¡Vayan entonces!

Los 400 hermanos tomaron sus armas y comenzaron su exploración en el bosque. Coyolxauhqui tomó asiento en una roca un poco elevada que estaba en el suelo, y dirigió su mirada perdida hacia el bosque a la espera de que sus hermanos cumplieran sus orden.

Por su parte, Cuahuitlícac sintió las vibraciones del suelo con sus manos, lo cual le indicó que el momento se acercaba. Se levantó,  tomó sus armas y llegó hasta su hermano y su madre.

- ... Puedo sentirlos... Todos nuestros hermanos se han puesto en marcha.

- De acuerdo. - Huitzilopochtli tomó con sus manos un par de piedras gigantes, cosa que sorprendio momentaneamente a Cuahuitlícac, y tomó una postura defensiva - Los mataré a pedradas.

- No estés tan confiado. Ellos son 400 Dioses militarmente entrenados a la perfección que pueden defender una ciudad.

- Y yo soy un joven que se la pasó 600 milenios prácticamente educado por el bosque.

- ¡No discutan los 2, por favor! - exclamó Coatlicue, parando el inicio de su discusión.

Cuahuitlícac entonces se fijo en que su hermano no tenía armas apropiadas.

- ¿Estarás bien con esas piedras?

- Está bien - sonrió - Solo necesito matar a uno de nuestros hermanos para conseguir armas.

Los 4 se quedaron quietos en sus posiciones, esperando en silencio la aparición de las oleadas de Dioses con sed de venganza y maldad. Y tras estar así, únicamente con el sonido leve del bosque, finalmente aparecieron: un grupo de 5 Dioses, que se identificaban fácilmente por sus vestimentas vistosas, aparecieron por las laderas del cerro, y al ver quienes estaban en la punta, corrieron con entusiasmo.

- ¡Genial! ¡Encontramos el nido de la puta!

- ¡Y también de Cuahuitlícac! ¡Maldito traidor!

- ¡Vamos contra ellos! ¡Coyolxauhqui-sama nos dio permiso de hacer lo que quisiéramos con ellos!

Los 5 corrieron completamente esperanzados, mientras que Cuahuitlícac y Huitzilopochtli se quedaban quietos esperando el momento.

- ... Tres... - comenzó a contar Cuahuitlícac - ... Dos... ¡Ahora!

Coatlicue y Xiauhcóatl se quedaron bajo la protección de la casa, mientras Cuahuitlícac y Huitzilopochtli corrieron para pelear contra los 5 Dioses, y entonces la pelea se dio.

Debido a su entrenamiento y habilidad, Cuahuitlícac manejaba perfectamente coordinados sus armas, logrando esquivar y bloquear a sus adversarios. Y aunque nunca había destacado como el mejor de su clase, la necesidad de proteger adversarios un que su madre y hermano lo hacían destacar en aquellos momentos.

Por otra parte, Huitzilopochtli se movía con giros y ataques que evidentemente no eran originarios de un entrenamiento riguroso ni organizado; al contrario, eran demasiado salvajes y violentos. Sin embargo, se podía percibir fácilmente que su aleatoriedad de golpes y defensa estaban calculados lo necesario para que el Dios saliera ileso.

Cuahuitlícac usando sus armas buscaba noquear a sus hermanos, sin aceptar del todo la idea de Huitzilopochtli de matarlos. Pero, de alguna u otra forma los 3 hermanos con quien le tocó pelear murieron antes de que fueran noqueados.

Huitzilopochtli, con movimientos muy salvajes golpeó a su hermano en el estomago, de tal forma que escupió mucha sangre y poco después murió, y al segundo le aplastó la cabeza con una de sus piedras de forma muy violenta. La sangre salpicó en toda su cara, tomándolo por sorpresa.

Cuahuitlícac comenzó a respirar hondo por el reciente cansancio que acababa de sentir. Pelear contra esos 3 hermanos había sido muy agotador ahora que lo sentía, y pudo ver como el sudor bajo por su cuerpo.

- Tan solo fueron 5... - susurró mientras veía como Huitzilopochtli se incorporaba, con un cansancio notable pero menos visible que la de él - No... no lo lograremos... son demasiados...

Coatlicue salió de la casa y corrió hasta Cuahuitlícac para auxiliarlo.

- ¡Hijo!

- Madre... no creo que podamos... - susurró con pesar - Apenas peleamos contra 5... faltan otros 395...

- Entonces yo les ayudaré. Junto con Xiauhcóatl.

- No... no podemos... permitir que te hagan daño.

- Iré a dar una vuelta - habló Huitzilopochtli, con un tono inusualmente tranquilo, pero lo que más aterró a los Dioses fueron las palabras que uso, de lo cual se dio cuenta Huitzilopochtli - ¡Oh! N-No quise decir exactamente eso... me refiero a que... daré una vuelta para asegurarme de matar a unos cuantos que se acerquen.

- ¿¡Qué!? ¿¡Y nuestro plan!?

- Quédate con mamá - aclaró Huitzilopochtli, mientras se agachaba a recoger las armas de uno de sus hermanos - Yo daré la vuelta.

- ¡Hey! ¡Huitzilopochtli!

El Dios ignoro las palabras de su hermano, y se adentró en el bosque lo más pronto posible. Cuahuitlícac se quedó mudo.

- ¿Qué carajos?

- Lo vi... - comentó Coatlicue levemente - Huitzilopochtli tiene una mirada muy particular de que... necesita saber o hacer algo demasiado importante para esperar... como si lo estuvieran llamando de algún lado incluso en medio de una situación crucial. Siempre lo ha hecho, ignorando incluso mis órdenes. Y... se acaba de ir con esa mirada especial...

- ¿Y siempre lo has dejado?

- Es como... Un sexto sentido que posee. Ni yo sé cómo explicártelo, pero... es algo importante que debe atender...

El silencio se formó brevemente en el ambiente, el cual destruyó Cuahuitlícac.

- ¿A él si lo dejas llamarte "mamá"?

...

Coyolxauhqui estaba sentada en una roca, mientras afilada con una piedra el arma en sus manos. Miraba con fastidio el suelo, y la espera se volvía eterna con cada segundo que iba transcurriendo. Suspiró enfadada.

- Han tardado demasiado... - comentó para si misma, al tiempo que dejaba el arma a un costado y lanzaba la piedra de sus manos - Me preguntó si esos 3 Dioses están poniendo resistencia... No, es imposible. Hace poco escuche los gritos en el bosque; probablemente los estén masacrando...

- Tú sabes de quien se trata...

La voz de su Coatlicue mental nuevamente le atormentó. Volteó con frialdad, siguiendo la dirección de las palabras, y se encontró con otro espejismo de Coatlicue, pero en esta ocasión vestía un llamativo vestido imperial de colores oscuros.

- Mi hijo está haciendo todo esto.

- Es imposible que sea él... - habló Coyolxauhqui mientras reía sarcásticamente - Incluso si sigue vivo, solo es un animal que se crío en el bosque con una puta... ¿Qué de bueno puede tener? ¿Qué de poderoso puede tener?

- Recuerda que tu también viviste algo parecido...

Coyolxauhqui se calló al escuchar esas palabras.

Ella también habia nacido en condiciones difíciles y complicadas; sin reino ni ciudad donde cuidarse ni vivir, ella junto a su padres y los primeros Dioses en Azltan andaban y vagaban en el espacio infinito, guiados por los Primigenios para hallar su sitio. Hasta que, cuando lo encontraron, tuvieron que entrar en guerra por él; había tenido que crecer demasiado rápido para la edad que tenía tanto mental y psicológica como físicamente, pero fue gracias a eso que consiguio grandes logros: desde establecer los primeros cimientos del reino de su padre, hasta ser la Diosa más fuerte en Aztlan y muchos milenios después reina soberana de la tierra por la cual luchó. Negó con la cabeza, y dirigió nuevamente la vista hacia el espejismo.

- Es imposible que hayas tenido algún otro hijo así... - habló Coyolxauhqui - Nacimos en circunstancias distintas... crecimos con sociedades distintas... ¡Yo conseguí y luche lo suficiente para ser poderosa! ¡Ese bastardo no debe tener nada!

- ... - Coatlicue miro con ojos pensarivos a la Diosa, y finalmente sonrio com sarcasmo - Bueno... Suponiendo que tienes razón, y que has hecho lo suficiente para ser poderosa... ¿Por qué él no?... Nació de una Diosa temida por muchos y de un Dios poderoso y que participó en el nacimiento de Aztlan... ¿Por qué no puede ser poderoso como tu?

- ... No lo entenderías. A fin de cuentas, solo eres una imagen dentro de mi cabeza...

- Hmmm - Coatlicue habló con sarcasmo y alegría en sus palabras, con un sentimiento de superioridad - Ya lo veremos, querida hija...

- ¡¡YO NO SOY TU HIJA, MALDITA SEA!!

- Jajaja... Ya lo veremos...

Coyolxauhqui cerró los ojos con enojo y respiró varias veces profundamente. Nuevamente abrió los ojos, y se encontró a un par de metros de ella a un Dios nuevo para ella.

Tenía una apariencia de muchacho, pero los músculos en su cuerpo parecían ser los de un adulto. Vestido con pieles de venado, en su cuerpo había salpicado una sustancia que parecía brea por la oscuridad de la noche, pero su olor demostraba ser sangre.

Sus ojos, negros como la noche, pero con las pupilas doradas, emanaban una mirada llena de enojo y rencor, sentimientos que eran acompañados con su respiración pesada. En su cuerpo también cargaba la armadura y armas de un Centzon Huitznahua, lo cual le dejaba saber que había matado a por lo menos a uno de sus hermanos.

Coyolxauhqui y Huitzilopochtli cruzaron miradas, las cuales permanecieron fijas en el otro durante largos instantes. Huitzilopochtli la mirada con una gran combinación de sentimientos: enojo, ira y odio por todo lo que le había contado Coatlicue sobre su nacimiento, y en su mirada también había un inusual cansancio que él nunca antes había sentido, pero especialmente en su mirada había un sentimiento que hacía mucho contraste con lo que expresaba.

Pero ella, Coyolxauhqui, sentía otras cosas por el Dios recién llegado. Primeramente, ella con un sentimiento de superioridad mientras analizaba al Dios tratando de entender como fue capaz de matar a uno de sus hermanos sin salir herido, pero también tenía un nuevo sentimiento encontrado: interés romántico. La forma en que Huitzilopochtli estaba de pie con la armadura de Centzon Huitznahua, además de la constitución detallada y pareja de su cuerpo captaron su interés de forma bastante curiosa para ella.

De inmediato recordó tantas burlas y consejos que le habían hecho en el pasado, ya fuera entre los miembros de su propia familia o con algún Dios con quien había cruzado palabras durante las conferencias del Valhalla, y una sonrisa pícara se asomó en su interior: ese Dios podría ser un buen rey de Aztlan.

Coyolxauhqui suspiró con aires de grandeza y habló con un tono sarcástico.

- Así que... tu eres el bastardo de Coatlicue...

- ... - Huitzilopochtli respiró más hondo y se aferró a sus armas - ¿Tú eres Coyolxauhqui?

- ¿Y qué si lo soy? - tomó el mango de su arma, pero de forma juguetona sin intenciones de usarla - ¿Qué vas a hacer al respecto?

- ¿Acaso no es obvio? Te mataré.

- Matarme... - habló juguetonamente - Dime, Dios bastardo... ¿A cuántos de mis hermanos ya mataste?

- ¿Acaso importa? Para el amanecer, todos ustedes estarán muertos.

- Probablemente... - admitió la Diosa. Y continuó la plática - Yo diría que mataste... a unos 2. Puedo sentir a los demás moverse.

- ¿Ya lo he dicho. Te mataré a ti, y a los 400 Dioses malditos que participaron para desterrar a mi madre.

- Lo dixes... como si fuéramos los malos. Pero, creo que no te sabes toda la historia... - Coyolxauhqui comenzó a hablar - La madre que tanto proteges y quieres... no es más que una sinvergüenza. Rompió las costumbres de nuestro pueblo, tu pueblo, e hizo actos vergonzosos a nuestras espaldas|

- No me importa - Huitzilopochtli le interrumpió con arrogancia y enojo - Ella es mi madre. Ella me dio la vida. Ella me ha cuidado...

- Deberías dejarme terminar. La historia es lo... suficientemente curiosa para entretenerte.

Huitzilopochtli, quien desde hace tiempo sentía el abrumador poder de su hermana mayor, se quedó en silencio para escuchar lo que diría mientras pensaba en un plan.

Mientras, Coyolxauhqui le contó con lujo de detalle, desde su punto de vista, todo acerca del romance y amorío secreto entre Coatlicue y Mixcóatl. Le contó la forma descarada de la Diosa de proclamar amor y afecto hacia sus hijos mientras se revolcaba con el Dios a sus espaldas. Le contó acerca de la noche en que se unieron en un acto fuera de la ley, noche en que ella y sus hermanos celebraban un buen festín el cual a Coatlicue poco le importó. Sobre la búsqueda de los responsables, el juicio con base a sus pecados, hasta llegar a ese preciso momento.

Huitzilopochtli, quien accidentalmente prestó más atención de la que quería y quedó impactado por todo. Coatlicue nunca le había contado acerca de sus actos vergonzosos, que le acababa de caer como balde de agua fría. Coyolxauhqui aprovechó la apertura e hizo una oferta.

- Parece ser que te quebraste, "hermanito" - incluso su tonalidad de voz había cambiado - Te entiendo. Yo también sufrí lo mismo que tu. La mujer a quien tanto idolatraba... convertida en un corazón roto por la verdad. Pero es la verdad que debemos saber.

Ella descendió de la roca donde se sentaba, y comenzó a caminar hacia el Dios con movimientos lentos y sensuales.

- Por eso hago lo que hago, "hermanito": ella hizo algo malvado, y debe ser castigada por ello. Y... personalmente yo creí que serías igual a ella, pero... veo que eres mas como yo. Así que te haré una oferta de... amor y paz como tu hermana mayor. - llegó hasta el Dios y acarició sus cabellos de manera amorosa - Te ofrezco refugio. Un hogar para que vivas dignamente... Aztlan. Tu hogar. Pero, a cambio de 2 pequeñas condiciones...

Huitzilopochtli tenía la mirada baja, con ojos llenos de seriedad.

- La primera es que traigas a Coatlicue y a Cuahuitlícac hasta aquí. Sé que sabes donde están, y saber que debo impartir justicia y honor en este reino y, principalmente, en mi propia familia. Y, la segunda condición... - tomó de la barbilla al Dios para levantar su mirada y cruzar ojos. - Conviértete en mi rey. Veo en ti eso que necesitaba... lo que tanto he buscado y ahnelado por milenios: una figura de autoridad y firmeza. Un hombre poderoso. Y, contigo a mi lado, podremos ser imparables: los Dioses más poderosos del Universo...

Y sin pensarlo 2 veces, la Diosa le plantó un beso en los labios a Huitzilopochtli, beso que a él le tomó por sorpresa pero ella disfruto más de lo que planeó. Un par se segundos después, ella se separó y miró con lascivia a su hermano.

- ¿Qué dices? ¿Te gustaría ser el rey de todo el Reino de|

- Te mataré.

- ¿Eh?

- Eres... ¿Acaso eres tan estúpida como... para creer que una palabrería tan simple como esa y actos con movimientos lascivos van a hacer que te entregue a la mujer que mas me ha amado y confiado, y a quien mas amo? - apuntó la punta de su arma al cuello de la Diosa - Eres tan idiota que más ganas dan de matarte.

- Mala decisión, niño... - negó con enojo la Diosa, al tiempo que chasqueaba sus dedos. - Vere si puedes salir del infierno...

De los árboles que comenzaron a moverse salieron varios Dioses que compartían una sencilla cosa: el uniforme de los Centzon Huitznahua. Coyolxauhqui nuevamente habló.

- Los llame para felicitarte por si habías decidido el lado correcto, pero... ahora están aquí para contemplar como acabo contigo...

- ¡No lo creo! - Huitzilopochtli se separó de Coyolxauhqui al sentir como uno de pos Dioses se acercaba amenazante a él. Y, con un simple movimiento de su arma, le arrancó la cabeza. Y con la sangre que brotaba a millares, los Dioses retrocedieron por ese movimiento sorpresivo. Incluso Coyolxauhqui se sorprendió.

Pero lo siguiente les tomó por sorpresa: después de que el Dios fue asesinado, Huitzilopochtli se agachó al cuerpo para contemplar la sangre que salia a chorros. Los Dioses estaban estupefactos por la mirada de Huitzilopochtli.

- ... No lo entendía al principio - comenzó a hablar Huitzilopochtli, con mucha serenidad en sus palabras. - Mi sexto sentido lo gritaba... después de una buena cacería, o cuando mataba por diversión... Mi sexto sentido lo sabía, y ahora lo confirmo...

Tomando un puñado de la sangre chorreada, la colocó en sus manos y se bañó con ella. Y hasta entonces, soltó una sonrisa llena de maldad y oscuridad.

- ¡¡Amo la sangre!! - gritó con pasión - Me encanta quitar una vida... ¡Y ahora que me doy cuenta, puedo quitarles la vida a todos ustedes con más placer!

- ¡! ¡Un Demonio! - exclamó Coyolxauhqui, con algo de temor en su mirada maligna - ¡Mátenlo!

Todos los Dioses se arrojaron a él para matarlo, sin saber que debía el primero de muchos festines para la vida de Huitzilopochtli.

...

Huitzilopochtli miraba con emoción a Aquiles, mientras sujetaba su arma en sus manos y un aura muy extraña crecía a su alrededor. Todos en las gradas estaban emocionados por el silencio que se había formado momentáneamente, después e que Aquiles se hubiera "burlado" del Dios de la guerra.

El panteón Mexica no paraba de lanzar sus porras y apoyo, Coatlicue no separaba sus manos, y Cuahuitlícac no dejaba caer su esperanza. Los demás Dioses miraban con expectación, a la espera de los siguientes movimientos considerando la rapidez con que se desarrollaba el combate.

- Esta pelea ha dado mucho que esperar... - comentó Hermes, mirando con atención - Creí que estaría desbalanceada por Aquiles, pero parece que Huitzilopochtli es más de lo que hemos visto y oído...

- Por cierto, ¿Dónde está nuestro padre? - Ares alcanzó al ver que Zeus no estaba presente en el palco.

- Dijo que quería un café - habló tranquilamente Hermes - Creo que se fue al preparar uno.

- ¿Eh? ¿En serio?

- Así es. No me puedo quejar...

Aquiles respiraba profundo, mientras la sangre de su herida corría en el suelo lenta y dolorosamente. Huitzilopochtli seguía con su actitud, emitiendo una sonrisa bastante macabra

- Maté a todos aquellos que se atrevieron a levantar una sola mano en contra de mi madre... - habló Huitzilopochtli, con una voz seria pero sangrienta - Mis hermanos... todos ellos fueron cegados, y los maté a todos...

- ¡! - Aquiles se sorprendió bastante al oír aquello.

- Después de eso, me volví el rey y protector de mi reino, matando a los seres que nos atacaban, castigando a todos los que se le rebelaban, y reclamando los sacrificios de los seres humanos... Y en medio de tanta actividad, me di cuenta que he nacido para derramar sangre... - sonrió aun más que antes - Me bañe en la sangre de mis hermanos, de mis enemigos, y de mis sacrificios... ¡Así que conóceme, semidiós! ¡Soy Huitzilopochtli, el demonio de la sangre!

- ...

- Así que, querido semidiós... temo decirte que no serás la excepción - sujetó su arma con más fuerza aun - Te vaciaré completamente, y me llevaré la victoria con tu sangre como mi trofeo personal...

Aquiles solo permaneció con su mirada seria, y después de un largo tiempo lanzó un suspiro.

- Si que estás loco, viejo... - bromeó ligeramente. Entonces, afirmó su armamento en sus manos, y comenzó a tomar vuelo - Ahora que sé que me enfrentó a un demente... tendré que ir con todo...

De un salto se arrojó a Huitzilopochtli, quien lanzó una risa divertida de sus labios.

- ¡Eso es! ¡Continuemos luchando hasta masacrarte!

- ¡Ya lo veremos!

Aquiles comenzó a golpear con gran fuerza y rapidez a Huitzilopochtli, usando su espada en todo momento y acompañando sus ataques con el filo de su escudo. Pero, Huitzilopochtli inmerso en la emoción que sentía, se enfrascó en la pelea usando más de su poder, logrando seguir el ritmo de Aquiles.

La fuerza entre el intercambio de armas generaba pequeñas ondas de choque que golpeaban y agrietaban el suelo, emocionando más aún a la audiencia presente.

- ¡Increíble, espectadores! ¡Ambos aun tienen mucho que dar! 2 cortes en el pecho, armas destruidas, un estómago perforado. ¡¡NADA DE ESO SERÁ SIPUFICIENTE PARA DETENER ESTA EMOCIONANTE PELEA!!

- ¡Esto es increíble! - Forseti se ajustaba los lentes mientras observaba la pelea - Ambos están muy heridos, pero siguen dando mucha pelea.

- ... - una leve sonrisa se asomaba en los labios del Dios Thor mientras contemplaba la lucha.

- ¿Acaso Aquiles dijo que "iría con todo"? - preguntó incrédulamente Télefo.

- ¿Significa que en vida solamente lo vimos reprimido? - ante dicha declaración Cicno se molestó - ¡Maldito Aquiles!

- ... - Héctor miraba con cuidado - Si que está usando mucho de lo que es Aquiles. Aunque... usando luche contra él, si que dio mas se lo que está dando en esa arena...

- ¿O sea...?

- Aquiles tiene más... y, si es que sigue vivo al final del combate, seremos capaces de ver todos los trucos que tiene...

Ares y Hermes miraban con atención la pelea, pero Ares estaba un poco estupefacto cada vez que dirigía sus ojos arena Huitzilopochtli.

- ¿Y esa mirada, hermano? - preguntó Hermes.

- ¿Cómo es posible que ese Dios... haya sido capaz de matar a sus hermanos...?

- Es lo mismo que cuando Poseidón-sama derrotó y mató a Adamas...

- Pero... después dijo que se bañó en su sangre...

- ¿Qué se te hace raro?

La voz femenina en el palco sacó de sus pensamientos a los 2 hermanos, quienes miraron a todos lados para tratar de identificar a la persona que lo había dicho. Entonces, un par de mangas largas de color violeta con tonalidad clara, además de estar hechas con un material bastante esponjoso, cubrieron los ojos y parte de todo el rostro de Ares, logrando que el Dios no lograra mirar nada.

- Adivina quien soy... HER-MA-NO-TE...

- ¿¡!? ¿¡Qué carajos, Atenea!?

Las mangas dejaron el rostro de Ares, quien se volteó para encontrarse con otra de sus hermanas: la Diosa de la sabiduría y la estrategia, Atenea.

Aquella Diosa estaba vistiendo de forma muy... poco acorde con sus títulos divinos. Contaba con una gran y holgada sudadera de color violeta, que le llegaba más abajo de la cintura, las mangas eran más largas que sus brazos; contaba con un ligero sport de mezclilla, un par de tenis blancos y muy limpios, y a pesar de la forma de vestir poco formal tanto su cara como su cabello estaban en perfectas condiciones.

Fijo sus ojos violeta en el Dios de la guerra y hermano mayor, Ares, mientras con una de sus manos buscaba algo entre los bolsillos de su sudadera.

- Hola hermanote...

- ¿Atenea? ¿Qué haces aquí Atenea?

- ... y hola, Ares... - ignorando al Dios, Atenea se abalanzó a dar un abrazo cálido a Hermes.

- Hola querida hermana... como siempre, de buen humor...

- ¡Si que si! Y eso que apenas me acabo de despertar... - rió levemente la Diosa, al tiempo que sacaba el artículo que buscaba en sus bolsillos: un paleta de dulce.

- ¡No me ignores, Atenea!

- Que pesado, Ares... - suspiró aburrida la Diosa, mientras le quitaba el envoltorio a su dulce y comenzaba a comerlo - Deberías ser más alegre de vez en cuando. Ser más... ¡Como Hermes!

- Muchas gracias por el cumplido - rió divertido el Dios.

- Bueno, respóndeme, ¿Qué haces aquí?

- Pues... vivo aquí - respondió con obviedad - ¿Acaso necesito una razón para vivir aquí?

- Me refiero a aquí, físicamente.

Atenea miró con seriedad a Ares.

- Por 3 razones... Uno, porque quiero, puedo y porque estoy aquí...

- ¡!

- Dos. Porque este es el torneo más importante en la historia de Dioses y humanos. Es más que obvio que yo, la Diosa de la estrategia, tengo que presencia este evento aunque sea en la segunda ocasión, ya que no sé porqué nuestro padre creyó que era mejor idea llevarte a ti en vez de a mi en el Ragnarok pasado...

- Hey, no seas agresiva - habló Ares.

- Y tres... porque los gritos de todos ellos... - habló mientras dirigía su mano a los espectadores - Me despertaron...

- Bueno, yo solo hubiera necesitado una de esas razones para estar aquí - comentó Hermes.

- Bien... ¡Oh! - Athena se emocionó en cuanto vio a los peleadores y rápidamente tomó asiento en la silla que había dejado disponible su padre - Mi lindo Aquiles está peleando contra Huitzilopochtli...

- ¿Lindo Aquiles?

- Si. La primera pelea de este segundo Ragnarok.

- Que bueno que llegue a tiempo - habló alegremente Atenea - Desde que supe que usaron a papi para barrer el suelo y que fue el único griego que quedo vivo, he estado interesada en ver a un humano pelear...

- No creo que cuente mucho Aquiles. Es un semidiós.

- ¿Y que importa? ¡Se trata de un humano rompiéndole la madre a un Dios! ¡Eso si que es emocionante!

« ... ¿Cómo es posible que esta Diosa tan mimada y maleducada sea conocida como la Diosa de la sabiduría y la estrategia? Es algo bastante... inaudito... » pensó Ares, mientras observaba como Atenea subía los pies a las braceros del sillón para acomodarse mejor.

- Y bien, ¿Quién va ganando?

- Parece que estar al mismo nivel - le informo Hermes - Aquiles perdió su lanza y fue casi atravesado. Pero ha logrado cortar 2 veces el pecho de Huitzilopochtli y lo puso tras las cuerdas más de una vez.

- ¡Ese es mi muchacho! - exclamó la Diosa - Así es. Si Huitzilopochtli muere, tendrán que agradecérmelo; yo entrene personalmente a ese papucho de Semidios.

- ¿Acaso estás a favor de los humanos? - preguntó indignado Ares.

- ¿Qué? No. Solamente si el humano es alguien bueno... sino, no vale la pena. Aunque, tengo... mis dudas con respecto a mi lindo Aquiles...

- ¿? ¿Dudas?

- ¡¡Aquiles no retrocede ni un solo momento!! ¡Solamente se concentra en lanzar y lanzar ataques frontales al Dios de la guerra!

Huitzilopochtli aprovechó una apertura y nuevamente hizo el movimiento con que había perforado al semidiós. Pero, en esta ocasión, Aquiles uso su escudo para desviar el ataque y logrando que solamente le hiriera en el brazo izquierdo. Con la nueva apertura, Aquiles lanzó su espada hacia la cabeza de Huitzilopochtli con una gran rapidez.

- Bueno... mis dudas son por el hecho de que está peleando contra un Dios Mexica...

Huitzilopochtli apenas pestañeó por el movimiento, y con alegría y fervor uso su propia boca para detener la punta de la espada, mordiéndola firmemente. Aquiles quedó estupefacto, y Huitzilopochtli uso su pierna para lanzar una patada al héroe griego.

Aquiles cayó un par de metros atrás, y Huitzilopochtli con una sonrisa en su boca apretó los dientes logrando destruir la espada de una mordida. Escupió los pedazos de metal que quedaron en su boca junto con la sangre que surgió por las heridas que se provocó por dicho movimiento.

- ¿Eso... es todo lo que tienes... Semidiós?

- ¡Ha ocurrido algo completamente espectacular! - Heimdall estaba bastante sorprendido, sentimiento que compartía con todos en las gradas, tanto de humanos como Dioses - ¡Huitzilopochtli uso su boca para destruir la espada de Aquiles!

- ¡Esto es...! - los troyanos estaban asustados.

- No... puede ser...

- ¡Ese es Huitzilopochtli, malditos humanos!

- ¿Sabrías que haría eso? - preguntó Ares a su hermana, conmocionado por el acto.

- ¿Qué estupideces dices? Obviamente no lo sabía. Soy la Diosa de la estrategia y la sabiduría, no del futuro - habló con molestia - Pero, no es un movimiento que deba sorprendernos. Huitzilopochtli, el colibrí del sur, es un completo demente por lo poco que he escuchado de papá. Aquiles es demasiado recto desde que bebió la ambrosía como para ser capaz de enfrentar a un Dios demasiado sanguinario. En toda su vida, mi lindo Aquiles nunca tuvo enfrente a alguien tan loco por la sangre...

- ¡Pero es Aquiles! El héroe de derrotó a los troyanos más fuertes.

- Troyanos civilizados. Huitzilopochtli está fuera del concepto civilizado en muchos aspectos. Es una verdadera arma de guerra.

- ¿Entonces, crees que la victoria será de Huitzilopochtli? - preguntó Hermes con curiosidad.

- Bueno... no le podemos quitar puntos a Aquiles tan fácil - argumentó la Diosa - Yo lo entrené personalmente, por lo que no se dará por vencido aun cuando sólo le queden sus puños...

- Mierda... - habló Aquiles en susurros, sujetando el pedazo de tela sobre la herida con su mano libre - Solo me queda... una de las 2 espadas... que me dio Geir...

Dirigió momentáneamente la mirada a hacia las gradas, en especial hacia el sitio en donde Geir estaba sentada mirando la pelea. La chica emitía una sensación de nervios muy reconocible, pero su rostro emanaba confianza y firmeza.

- Bueno... esta espada será para una ocasión más crítica... - Aquiles cerró su puño con decisión y puso su escudo en posición defensiva - Ahora... iré con los puños...

- ¡Espectadores! ¡Aquiles ahora está dispuesto a usar sus puños contra el colibrí del sur! ¡La batalla segundo a segundo se vuelve más interesante!

- Jaja... - rió con alegría Huitzilopochtli, mientras tomaba el mango de su arma con firmeza - Esto será... divertido...

Ambos de inmediato corrieron uno al otro, y comenzó su intercambio de golpes uno contra otro. Aquiles defendiéndose de los golpes del arma de Huitzilopochtli con su escudo muy malgastado, al tiempo que lanzaba golpes con su brazo derecho. Por su parte, Huitzilopochtli usaba su arma con todas sus fuerzas, que chocaba con el escudo del guerrero, su puño o el suelo mismo, sin preocuparse por lo mínimo por los golpes que le llegara a soltar el héroe griego.

Todos en las gradas miraban con mucha atención, tratando de seguir el ritmo entre golpes de ambos rivales.

- ¡Esto si que es emocionante! - exclamó Atenea, con su dulce en su mano - Hace mucho tiempo que no disfrutaba de ver una buena pelea.

- Este Ragnarok si que nos traerá grandes peleas - comentó a sus espaldas Hermes, mientras en su dispositivo sacaba la lista de peleadores - Ellos estarán presentes en la pelea.

- Es cierto, no he visto la lista completa desde ayer en la noche. Déjame verla... - la chica extendió sus manos y tomó el dispositivo. Observó cada uno de los 26 nombres con mucho detenimiento, soltando una sonrisa traviesa - ¡Si! ¡Fui seleccionada!

- ¿No lo sabías? - preguntó Ares con incredulidad.

- No, no lo sabía. Pero, lo que si sabía... - habló burlonamente - Es que Ares no está en la lista...

- ... - el Dios de la guerra le miró con mucha molestia - No me lo recuerdes...

- Pero, bueno. Si mi nombre está en esa lista... - habló con orgullo y alegría - Significa que habrá una victoria asegurada para los Dioses...

- No hables fuera de tiempo. Apenas vamos en la primera ronda.

- No importa... - mostró una sonrisa maliciosa - Aplastaré a cualquier humano en mi camino, del mismo modo que le gane al tío Poseidón hace mucho tiempo~

- Atenea, eso nunca pasó - habló Ares con seguridad.

- Ups - sususpiró Atenea con palabras divertidas - Olvidé guardar el secreto.

- ¡!

Huitzilopochtli y Aquiles seguían golpeándose, cada vez con mayor fuerza en sus ataques pero con menos velocidad en sus respuestas al oponente. Esto con tal de que alguno de los 2 termine con el combate lo más pronto posible.

- ¡Puños y choques! ¡Cortes y heridas! La batalla ha alcanzado un clímax bastante esperado al parecer por ambos... ¡Ambos quieren darle un punto final a su encuentro!

- ¡Ahhhh!

- ¡Jajajaja!

Golpe tras golpe, los ataques que se daban no hacían más que continuar el combate entre ambos. Aquiles acertaba continuamente golpes dirigidos hacia la cabeza del guerrero mexica, pero gracias al casco real que portaba el Dios el efecto no era muy profundo, además de que gracias a los golpes es que Huitzilopochtli seguía de pie en el combate.

Por su parte, el Dios se esforzaba por clavar la punta de su Xiauhcóatl en algún otro punto del héroe griego, de forma que disminuyera su ritmo de combate; pero, a causa del escudo que el Semidios portaba con extrema cautela, agilidad y mucha precisión es que la defensa de Aquiles era prácticamente impenetrable. Solamente podía atacarlo al momento que Aquiles soltaba sus puñetazos, pero la fuerza de dichos golpes y la forma de sus movimientos tampoco dejaban muchas aperturas que aprovechar.

Geir estaba muy asombrada con tantos movimientos que había en el campo de combate. Inconscientemente apretó sus manos una contra la otra, mientras observaba la manera en que Aquiles trataba de concluir rápido con el combate.

- Vamos, Aquiles. Tu puedes... - susurró la valkiria sentada en su asiento, aunque por la emoción y los nervios que sentía estaba a escasos centímetros de levantarse de su silla - Confío en ti. Gana este combate, por favor...

- ... - Afrodita con mucha seriedad observaba, pero ocultando una emoción que había olvidado desde hace un milenio. Tomó un poco de la copa situaba en la mesa de noche junto a su cama, y suspiró lentamente.

Thor admiraba el combate con una sonrisa poco disimulada, mientras las emociones y los recuerdos de un milenio atrás le saturaban la cabeza. Los golpes que había intercambiado con Lu Bu Housen, el humano declarado más fuerte de los 3 Reinos; el corte en su pecho que recordó el dolor del momento, su hombro cortado, sus manos que ahora poseían nuevos guantes. Todo en ese momento le recordó a su combate con Lu Bu durante el pasado Ragnarok, y su corazón solo podía latir con mucha rapidez al recordar la emoción y diversión que había gozado.

Coatlicue estaba muy preocupada, con las rodillas pegadas al suelo, sus manos apretadas firmes y las cabeza gacha, mientras esperaba desde lo más recóndito de su corazón la victoria de su hijo. Cuahuitlícac por su parte, admiraba con mucha emoción la pelea, siendo capaz de observar como su hermano menor peleaba dando todo lo que tenía guardado desde que ascendió como rey de Aztlan.

Hermes y Ares estaban impactados por los movimientos que soltaban ambos guerreros, sin ceder ninguno de ellos. Atenea mostraba más de esas emociones, pero a diferencia de sus hermanos mayores ella analizaba más el combate con sus ojos, siguiendo perfectamente cada uno de los movimientos que soltaban los guerreros. En un momento, soltó una frase que llamó la atención de sus hermanos.

- Se acabó.

- ¿Qué? - ambos dejaron de lado la arena para mirarla.

- Se acabó. Los siguientes 5 movimientos darán lugar al inicio del final...

- ¿De qué hablas?

En la arena, Huitzilopochtli tomó el arma con ambas manos y dirigió la punta hacia el escudo de Aquiles, con firmes intenciones de atravesar dicha defensa. El Semidios, dándose cuenta del movimiento, giró el escudo de forma que el arma del Dios pasó como si fuera agua cortada por una roca. Esto permitió que Huitzilopochtli entrará en el campo de ataque de Aquiles, al tiempo que Atenea observó con mucha atención y habló con voz firme y alta.

- Uno...

Aquiles, aprovechando la apertura que le ofreció el movimiento de Huitzilopochtli, cargo con todas sus fuerzas su puño derecho, y soltó un potente puñetazo en el lado izquierdo de la cara de su adversario. El golpe fue capaz de mandar a volar tanto al Dios, que cayó un par de metros lejos del héroe, como su casco que se despegó de su cabeza y cayó en el suelo, con la marca del golpe entre su plumaje.

Todos en las gradas se sorprendieron bastante, y alzaron un grito de sorpresa.

- ¿¡Pero qué ha ocurrido!? ¡Damas y caballeros! ¡El golpe de Aquiles le ha tirado el casco al Dios de la guerra! ¡Ahora, Huitzilopochtli ya no cuenta con ninguna defensa!

Coatlicue se preocupó al ver la escena, al grado de sacar una lágrima de uno de sus ojos, la cual limpió rápidamente Cuahuitlícac. Aquiles, en la arena, afirmó su escudo y comenzó a caminar hacia el Dios, con un tono amenazante.

- Levántate... aun no he terminado contigo...

Por su parte, Atenea mostraba una sonrisa de satisfacción en sus labios, mientras seguía hablando.

- Dos...

- Buen... movimiento... semidiós... - le felicitó Huitzilopochtli, tomando su arma y con toda su cabellera cubriendo su rostro, junto con aquella mirada sádica que el héroe nunca había apreciado - Ahora... me toca...

Huitzilopochtli se levantó de un salto, y usando su pie derecho como pivote, sujeto su arma y dio un giro completo. Aquiles, viendo que el Dios dirigía su arma hacia él, puso su escudo como defensa, pero el movimiento del arma del Dios fue aun mayor a lo que esperaba.

- Ese movimiento... - comentó en voz baja Cuahuitlícac, sorprendido de ver ese ataque de nuevo.

La escena, en cuanto el arena de Huitzilopochtli tocó el escudo, se convirtió en un silencio absoluto mientras las gradas miraban lo que estaba ocurriendo en aquel mismo segundo: el filo del Xiauhcóatl rebanó, con la misma limpieza de un cuchillo en papel, el escudo de Aquiles en 2 partes.

Aquiles, en medio de aquel pequeño instante en que ocurrió todo, solamente pudo emitir una mirada de incredulidad, mientras Huitzilopochtli preparaba un segundo ataque: siguiendo con el giro, continuó el movimiento circulatorio, pero a punto de concluir la segunda vuelta, Huitzilopochtli alzó el arma con ambas manos y empujó el filo de esta hacia abajo, como si fuera un poderoso martillo a punto de enterrar un clavo.

El Semidios, por mero instinto, levantó su brazo con el recién cortado escudo a modo de protección. El arma chocó potentemente con el escudo, y una explosión de polvo sacudió la arena. Todos en las gradas estaban atónitos ante lo que acababa de ocurrir, incluso los Dioses. Pero, Atenea no cambia su expresión sin importar qué.

- Tres y cuatro...

- ¡Damas y caballeros! ¡Huitzilopochtli ha asestado un par de golpes tan rápidos que apenas pude seguir su ritmo! - Heimdall trataba de procesar toda la información mientras el ambiente se liberaba de polvo - 2 giros dio el Dios Huitzilopochtli, y la arena ha quedado impactada por dicho movimiento... ¡Debemos saber que más ha ocurrido!

El polvo se esfumó tras unos cuantos segundos, y entonces la escena quedo tan limpia que todos emitieron un grito de sorpresa: el brazo de Aquiles, donde portaba su escudo, estaba en posición defensiva frente el arma de Huitzilopochtli, que tenía casi todo su filo enterrado en el brazo adversario. La sangre comenzó a caer en el suelo, mientras Aquiles trataba de digerir lo que acababa de ocurrir y Huitzilopochtli lo miraba con una sonrisa entre sus cabellos sueltos.

- ¡Damas y caballeros! - habló Heimdall con toda su voz - ¡¡La batalla se está terminando!! ¡¡Huitzilopochtli ha usado su Xiauhcóatl con todas sus fuerzas, logrando cortar el escudo de Aquiles en 2 partes, y además ha enterrado el filo de sus arma en el brazo del Semidios!! ¡¡Increíble: Aquiles ahora cuenta con el estómago perforado y su brazo casi rebanado!!

- ¡Diablos! - Cicno estaba muy sorprendido - ¡Huitzilopochtli casi le corta el brazo a Aquiles!

- ¡Esto si que me tomó por sorpresa! - confesó Télefo, pero por su parte Héctor miraba con atención, tratando de no sacar a flote sus emociones. Su hermano París solamente expresaba su emoción y nervios por estar en ese torneo.

Aquiles y Huitzilopochtli solo se mantenían miradas uno contra el otro, como si Squiles aprendiera a odiar a su enemigo, y Huitzilopochtli más o menos todo lo contrario. Pero, el silencio que se había formado entre ambos rivales fue roto de inmediato por Aquiles.

- Hasta aquí llegó...

Aquiles levantó su brazo derecho y preparó un golpe. Apenas Heimdall terminaba de narrar lo anterior cuando se percató del movimiento del semidiós.

- ¡! ¡Aquiles está a punto de atacar!

- ¡¡Toma esto!!

Huitzilopochtli quedó sorprendido bastante al ver que Aquiles se ponía más serio en ese golpe que en los anteriores. Aunque, lo que más le sorprendió fue ver que el puño de Aquiles no iba dirigido hacia él; se encaminaba hacia el arma Xiauhcóatl, aún clavada en su brazo.

El puñetazo golpeó firmemente el arma, y lo siguiente que ocurrió dejó a todos atónitos nuevamente, quienes aún no digerían los movimientos anteriores: el golpe de Aquiles con mano desnuda destruyó el Xiauhcóatl. Los fragmentos volaron por el cielo con nada mas que el sonido del metal explotando, y por su parte Atenea solo seguía sonriendo abiertamente mientras decía sus últimas palabras pensadas.

- Y... cinco...

ASFD

...

Nota de autor: Pido disculpas por publicar más tarde de lo planeado. Tuve problemas con un proyecto personal que estoy llevando a cabo, que también me consumió más tiempo del que pensé, y por efecto dominó no pude terminar de editar este capítulo en tiempo y forma. Lo siento UnU

Sin embargo, estaré organizando mis tiempos para que esto pase la menor cantidad de veces posible.

PD: Por el momento aún se tiene establecido la publicación cada 21 días, por lo que no se preocupen por otro cambio de fecha. Los amo UwU

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