Capítulo 27.1: La perfección divina. Amor
Hasta el momento, Nut ha sido para nosotros un gran misterio sin resolver.
Estuvo a punto de concluir el tercer combate sin saber nada de ella. Tuvimos unos pocos indicios de su historia gracias a los comentarios de los espectadores en la arena.
Sabemos de su gran poder; Ra-sama le comunicó de esto a la Trinidad principal de Egipto; hubo un matrimonio romántico con Geb, Dios de la tierra; la Trinidad principal de Egipto son sus hijos.
Todo parece estar bien, pero al final hay algo que no cuadra del todo...
Se dijo que ansiaba mucho tener a sus hijos, pero... ¿Por qué después de darlos a luz, tanto a ellos como a su esposo los considera basura ante sus ojos? ¿Por qué desapareció de la historia, y cuando reaparece ha cometido esta traición al cielo que tanto lo ha llamado perfecto?
Hay muchos motivos, y muchos creerían muchas cosas: unos pensarían que ella solo quería satisfacción y placer, y después decidió dejar sus responsabilidades. Otros pensarían que sus expectativas con respecto a sus hijos no alcanzaron la norma de perfección, y prefirió dejarlos.
Sin la verdad, hay y habrá muchas versiones que dejan al Nut en el mismo sitio: una villana, mala y sin corazón, y demasiado poderosa como para tratar de hacerla entrar en razón.
Pero... ¿Cuál es la verdad? ¿Cuál es la verdadera historia de Nut?
Para saber esa verdad, echaremos un vistazo al pasado del pasado. Veremos una pequeña escena que ocurrió antes del tiempo, con ese dichoso grupo de Dioses Primigenios, y que comienza con la historia de Nut...
...
- ¡Wahhhhhhhhhhhhh!
Al comienzo de la existencia, el universo entero no era nadas más que un lago. Un lago infinito, con una orilla de "playa" a sus alrededores. Sin vida ni luz, solo había una gran oscuridad en ese génesis.
Y en medio de tanta oscuridad, el llanto desconsolado de un bebé era muy audible.
En la playa que rodeaba al lado, un par de pies pasaron de un lado a otro corriendo. Avanzaban con mucha rapidez; al parecer estaba siguiendo el llanto del bebé.
Quién se movía era un hombre; de apariencia joven, buena figura, y vestido con ropa de pésima calidad, como si fuera un aventurero de bajos ingresos. Corría a toda velocidad, recorriendo rápidamente la orilla del lago y cada vez más y mejor escuchaba el llanto del bebé; sabía que estaba cerca de su objetivo, mientras su mirada se asomaba al lago constantemente debajo de la capucha de su ropa.
Después de un largo tiempo, sus ojos encontraron algo inusual en el lago; a unos cuantos metros de la orilla, flotando como una pétalo de flor, había una especie de pequeña bola de tela inerte en el agua.
El hombre se detuvo frente a esa pequeña bola de tela, y por los ruidos que generaba, sabía que ese era el bebé que estaba buscando.
- ¿¡Eh!? ¿¡Qué hace allí!?
Y los problemas llegaron de inmediato.
No pasaron ni 2 minutos que se había detenido el hombre cuando escuchó el movimiento del agua de forma inusual. Ligeramente volteó, y vio que a unos metros del bebé flotante se asomó una aleta; la dirección en que iba decía claramente que el bebé era su objetivo.
El hombre se asustó en gran manera.
- Mierda, mierda. Necesito más tiempo para pensar, maldito animal.
Los segundos pasaron, y la aleta se asomaba cada vez más cerca del bebé flotante. El hombre lo quiso pensar un poco más, pero evidentemente no había tempo para eso. Así que, dudando un poco, se dirigió al lago.
- ¡Hagámoslo, mierda!
Entró en el agua y comenzó a caminar a roda velocidad conforme sentía el suelo debajo de sus pies; cuando el fondo ya estaba muy lejos, comenzó a nadar a la bebé. Entre más se acercaba la aleta, el hombre se acercó el doble.
Llegó hasta la bola de tela; la tomó con una mano; se aferró al bebé a su pecho y rápidamente se dio la vuelta para nadar con su otro brazo. El dueño de la aleta lo detectó, pues cambió su dirección para ir hacia el hombre que con todas sus fuerzas nadaba hacia la orilla.
El hombre nadó hasta casi llegar a la orilla; se incorporó de golpe, y en cuanto sus pies estuvieron asegurados en el suelo, se puso en posición defensiva hacia la aleta se que acercaba a la orilla.
La aleta se detuvo a unos metros, y entonces surgió el animal completo: una gigantesca y hambrienta criatura carnívora, reptil con características de pez, que físicamente era más grande que el hombre; de hecho, su tamaño le permitiría comérselo de un solo bocado.
El bebé que rescató el hombre lloró fuertemente, el animal rugió con toda su fuerza y sin pensarlo más se lanzó hacia ambos para devorarlos.
El hombre levantó su mano libre y de este surgió fuego que le envolvió el puño y el brazo hasta el codo, y entonces comenzó a atacar al gigante reptil. Por tamaños se podría decir que la ventaja era obvia, pero no: la criatura era algo torpe en sus movimientos, rápidos y mortales pero no pensados; mientras que el hombre era ágil para esquivar y poderoso para asestar un golpe en el animal.
La pelea podría haberse alargado, puesto que la criatura no estaba dispuesta a dejar a sus presas; pero, el hombre no estaba dispuesto a ser el desayuno.
Cerró su puño, que recolectó toda la energía de fuego que había acumulado, y le atinó un golpe certero debajo de la mandíbula. Un par de dientes y una mancha de sangre volaron en el aire; un rugido de dolor se emitió desde su garganta, y finalmente el animal, resignado y derrotado, se dio media vuelta para sumergirse al agua y perderse en el lago.
- ¡Muy bien! ¡Y ni se te ocurra volver en unos milenios!
Tras ese grito de victoria, el hombre salió del agua y caminó un tramo en la playa hasta llegar a una roca seca, donde se sentó mientras respiraba agitado. Sin embargo, algo le llamó la atención y le asustó: el tumulto de tela en su brazo ya no lloraba.
- ¡Mierda! ¡No me digas que arriesgue mi vida para perderte!
El hombre levantó la orilla de la tela para asegurarse que había salido todo bien, y se llevó una gran sorpresa.
En sí brazo, sostenía a una hermosa bebé; su cabello era negro con puntas moradas, su piel azul oscura pero sumamente cristalina, y sus ojos de iris dorados con escleróticas negras eran realmente enormes, tanto como un melón comparado con una sandía. Con dichos ojos enormes bañados en curiosidad miraba al hombre en silencio.
- ¡Ufff! Sigues viva. - sonrió y le levantó la mano al bebé - Holaaa~
Pero, parece que fue mala idea. De inmediato, su curiosidad cambió por incomodidad, y comenzó a llorar soltando grandes gritos.
- ¿¡Ehhh!? ¡Calma, calma! ¡No llores, no llores!
Volteó a todos lados mientras le daba a la bebé palmadas en la espalda, pero en ningún lugar a sus alrededores había algo con que distraerla. Por ello, le tapó la cara con la tela en que estaba envuelta, y se levantó para irse de allí.
- Espero que de aquí hasta llegar con ellos te quedes dormida.
Aquel joven hombre era Ra, el Dios egipcio del sol y mucho antes de fundar el reino de Egipto. La bebé en sus brazos, encontrada pérdida en ese lago, no era nada más que Nut, la bóveda celeste.
Ra caminó durante un largo tiempo por la playa, hasta que divisó a lo lejos un grupo numeroso, compuesto por personas, seres antropomórficos y otros animales. El alivio se vio reflejado en su rostro y corrió hacia ellos.
- ¡Oigan! ¡Ya volví!
Todos voltearon a una y las sonrisas se dibujaron en sus rostros mientras los comentarios fluían entre ellos.
- ¡Ra! Finalmente te apareces.
- Creíamos que Cipactli lo había devorado.
- ¡Jaja! Te dije que iba a regresar a salvo.
- Cállate. Que bueno que en este lugar no hay nada que apostar.
Ra llegó hasta todos, quienes le recibieron en una cálida bienvenida. Todos eran completamente distintos entre si: adolescentes y niños con vestimentas formales, unos, y otros con ropas antiguas como de guerrero; algunas criaturas antropomórficas que vestían con su propia piel y pelaje, y animales que, aunque parecieran solo eso, entendían y conversaban a la perfección con los demás.
- ¡Estás de vuelta, Ra!
- ¡Te extrañamos!
- ¿Encontraste lo que tanto conflicto te causaba?
- Si, claro que si - habló Ra con firmeza, mientras levantaba el tumulto de tela con sus brazos - ¡Aquí está!
Todos se sorprendieron a una.
- ¿¡Un pedazo de tela!? ¿¡Para esto nos detuviste!?
- ¿¡En serio!?
- ¡Cállense! Dejen que termine de hablar.
- Gracias, Ometecutli... - Ra comenzó a hablar de nuevo - No es un pedazo de tela. Es una pequeña bebé. Estaba flotando sobre Nun.
- ¿Eh?
- ¿Una bebé flotando sobre Nun?
- Suena muy extraño.
Una pequeña niña, vestida de forma decorosa y extravagante, se asomó en la multitud.
- ¿Y no tuviste problemas con ese estúpido lagarto gigante?
- Por supuesto. Cuando hay un Dios cerca, siempre está atento... - levantó su otro brazo de forma presumida - Tuve que soltarle unos golpes para que me dejara en paz.
- ¡Jaja! Todo un alarde de sus obras.
- ¡No seas presumido!
- Bien, basta de juegos. Ahora hay que ver al bebé que traes, que parece que ni siquiera respira. - todos se preocuparon de dicho comentario, pero Ra los tranquilizó.
- ¡No! ¡No es eso! Siempre se queda callada hasta que alguien la ve.
Ra levantó la orilla de la tela y los ojos de Nut se volvieron gigantes nuevamente, con los cuales miró a todos los presentes en el lugar; uno a uno, ella estudiaba a cada uno de los que tenía frente, mientras que los espectadores disfrutaban la vista.
- ¡Es hermosa ♡! - Esa misma niña extravagante soltó un grito de emoción - ¡Debiste decirnos que es una bebé muy hermosa!
- ¿Para qué? De cualquier formas la hubieran visto.
Todos se acercaron para verla mejor, y ella se fijo en cada uno a su debido orden. Pero, tras finalizar de ver la lista de espectadores completa, Nut volvió a poner un rostro disgustado como antes.
- Oh, no. Aquí vamos de nuevo.
En cuanto terminó de hablar, la bebé estalló en llanto atronador y sonoro, lo cual en primer lugar asustó a los presentes en gran manera, y tras ello se preocuparon en gran manera.
- ¡Está llorando!
- Incluso así se ve tan linda.
- ¡Hace mucho ruido!
La niña pequeña y extravagante la tomó en sus brazos.
- ¡Ella quiere ser acurrucada! ¡Lo haré con mi danza! - y sin dudar empezó a mover los pies - ♪ Ta Ki Ta Tatin Gi Na Tomu ♫
- ¡No hagas tus bailes raros Devi! ¡La asustarás!
- ¡Debe estar en los brazos de una madre!
- ¿¡Y yo qué soy!? ¡No porque sea niña, no seré una madre!
- ¡Tal vez tenga hambre! ¡O a lo mejor está sucia!
- ¡No se queden de pie! ¡Hagamos algo!
Todos los presentes tuvieron a Nut bebé en sus brazos, y todos llevaron a cabo diferentes ideas para tratar de calmar a la pequeña. Así estuvieron por un largo e incalculable tiempo...
¿Y quiénes eran ese grupo? Ellos son los tan mencionados y misteriosos seres divinos que sobrepasan el entendimiento de los Dioses: los Primigenios.
Y para comenzar en ese cosmos, completamente vacío y listo para ser creado y modificado a su voluntad, la primera tarea que tuvo el equipo fue criar a Nut, considerada la última miembro de la primera generación de Primigenios.
...
- ... Pero no recuerdas nada de eso... ¡No eras más que un bebé!
- Hmmm...
En algún momento, los Primigenios parecieron aburrirse de estar solos en un lago infinito, así que crearon el universo para tener más lugares donde divertirse. Primero, crearon el Cielo; después, el Cosmos (el Big Bang), y finalmente, lo que no les gustaba, lo dejaron en una zona de oscuridad, o sea el Inframundo.
Para evitar tener problemas, aunque eso era poco probable, se dividieron el Cielo para que cada Dios tuviera un dominio propio.
Ra, junto a un par de Dioses que él mismo había creado (Shu y Tefnut) y con la pequeña Nut a quien había "adoptado" como parte de su panteón, tomaron una zona que bautizaron como la Tierra de Egipto. Las 4 deidades trabajaron por varios eones hasta formar un imperio divino egipcio.
El Dios del sol se nombró a si mismo el Primer Dios faraón, tomando el control absoluto de ese reino con sus 2 hijos creados como administradores, quienes más adelante crearían una nueva generación de Dioses.
Nut desde muy pequeña había formado su carácter fuerte, temible y respetable: la perfección de los Dioses. Su belleza superaba la de Tefnut y de otras Primigenias; cada año que cumplía una nueva estrella nacía en su vestido y, por lo tanto, su poder aumentaba; con su inteligencia, aunque poco destacable, ella sola decidió crear el cielo estrellado nocturno para que las noches tuvieran luz.
Desde muy pequeña, Nut se había vuelto en una norma a seguir para ser un verdadero Dios. Y ella misma lo sabía y creía: ante sus ojos, muy pocas cosas eran dignas de su atención divina.
Gracias a la cercanía que desarrolló Ra en Nut después de salvarla y criarla, aquella Diosa era la única permitida en estar en la sala del trono de Egipto. La mayor parte del tiempo Ra, ya crecido en apariencia y edad, estaba en su trono administrando diversas cosas, mientras Nut se la pasaba sentada debajo de un sicomoro; a veces aburrida, acostada de lado, pensando en cosas que los demás Dioses no comprenderán, y otras veces leyendo libros escritos por sus compañeros los Dioses Primigenios.
Tanto tiempo sin casi hacer nada, provocaba que el Dios sol recordara los tiempos de antaño, cuando eran jóvenes que exploraban el inicio del tiempo.
- Ese día que te encontré flotando en Nun fue especial... ¡Solo pude pensar... "¿Qué hace un bebé sobre Nun? ¡No lo entiendo!"!
- Si, yo tampoco...
La Diosa parecía no dar importancia a las palabras de Ra; simplemente, sentada bajo su sicomoro, leía otro libro que le regalaron. Ni siquiera se dignó en voltear la mirada.
- Decidí entrar al agua para sacarte... ¡Y por eso, tuve que pelear contra Cipactli! ¡El monstruo gigante del caos, con tal de protegerte!
- Mmhm...
- No quiero presumir, pero solo use un par de golpes para tirarle casi su mandíbula, y así nos dejó en paz... ¡Si me lo encontrara hoy, lo podría matar yo solo!
- No me digas.
- Después te lleve con los Primigenios, los poderosos y primeros Dioses del Cosmos. Todos te cargaron en sus brazos, y todos te trataron como la mayor princesa. Era obvio, puesto que desde muy pequeña siempre fuiste una hermosa presencia que admirar.
- Me halagas.
- Entre toda tu belleza, recuerdo tus ojos. Dorados y enormes, tanto como mis manos, a pesar de que ahora se han hecho más pequeños. Con tus ojos enormes, veías todo con mucha curiosidad.
- Si, si, curiosa...
- No entiendo porque te has vuelto así ahora. Antes eras más curiosa; casi nunca fuiste traviesa, pero siempre mirabas todo con atención y curiosidad.
Nut se quedó en silencio, leyendo el libro. A simple vista parecía que la Diosa solo lo ignoró, pero fue todo lo contrario: unos segundos después, habló con franqueza.
- Supongo que no encontré nada bueno que mirar. Solo había basura ante mis ojos...
- ¡Ah! Que respuesta tan dolorosa - Ra se llevó una mano al pecho - ¡Le rompes el corazón a este hombre que te salvó y crió!
- Terrible... - Nut respondió con sarcasmo, mientras daba vuelta a una página y seguía leyendo. Ra solamente soltó una risa; la conocía lo suficiente para saber que ese tono sarcástico sería lo más cercano a un gesto de amistad.
La tranquilidad case estaba por instalar cuando Shu y Tefnut entraron a la habitación, con una postura respetuosa ante su creador y padre. Sin embargo, Nut ni siquiera se dignó a separar su mirada del libro para recibirlos.
Rápidamente Ra hizo su voz más grave y habló hacia ellos.
- ¿Qué ocurre?
- Nos gustaría su permiso, Ra-sama, para realizar unas expediciones en estas tierras... - Shu se acercó y le mostró un mapa de la jurisdicción de Egipto; aunque habían hecho un imperio, aún no abarcaban toda su tierra y mucha parte de ella era terreno desconocido incluso para esos Dioses.
Ra meditó un poco y aceptó con su cabeza.
- Muy bien. Pueden seguir con esta tarea.
- Muchas gracias, Ra-sama...
- ¡Por cierto! - Tefnut se atrevió a hablar en voz alta antes de salir - Una cosa más.
- ¿Qué cosa?
Detrás de ambos Dioses, apareció corriendo un pequeño niño; vestido de un verde infantil y moviéndose con travesura, atravesando a gran velocidad la habitación del Dios sol.
Dicho Dios era Geb, el primer Dios concebido de manera "natural", hijo de Shu y Tefnut.
- Aún no queremos que Geb esté en estas misiones, ¿Podríamos dejarlo a su cuidado Ra-sama?
Ra sonrió con satisfacción y emoción.
- Por supuesto. Un nieto siempre es recibido en este lugar.
- ¡Muchas gracias! - Tefnut se agachó y le dio un beso en la frente al pequeño Dios - Recuerdas las reglas, ¿Verdad?
- Si mamá - Geb levantó tres dedos - Obedecer a Ra-sama, no provocar ningún desastre... Y... ¡Y no acercarme para nada a Nut-sama!
- ¡Muy bien! Regresaremos en un largo tiempo. Te extrañaré mi Geb.
- ¡Y yo a ti mamá!
Geb abrazó a Tefnut con ternura; dicho acto provocó que Nut desviara sus ojos por un momento para verlos, pero al confirmar que no era nada especial volvió a su libro.
Shu y Tefnut salieron por las puertas del palacio, y minutos después de su salida Geb corrió para abrazar a su abuelo Ra.
- ¡Abuelo, abuelo!
- ¡Pequeño niño! ¡Si que has crecido mucho!
- ¿Qué haremos abuelo?
Ra se llevó una mano a la barbilla.
- ¡Esas es una buena pregunta! ¿Hay algo que te gustaría hacer?
Geb lo pensó un momento, antes de contestar afirmativamente. El pequeño Dios se acercó y como pudo le susurró una petición a Ra, quien al escucharla se sorprendió bastante.
- Pero eso es contra las reglas.
- ¡Por favor, por favor abuelo!
El Dios insistió tanto que al final Ra no tuvo más que darle su permiso. Geb sonrió y entonces procedió a actuar:
Como si fuera un gato a mitad de cacería, comenzó a caminar con lentitud y silencio para acercarse a su objetivo; un objetivo hermoso pero peligroso: Nut.
La Diosa no despegó la mirada de su libro, ni siquiera cuando sintió al Dios acercarse. Su suposición le llevó a concluir que Geb estaba tramando algo. Con los ojos fijos a las letras, la Diosa hizo una única pregunta.
- ¿Qué quieres?
Geb se asustó un poco, pero no desistió. Al contrario, a un metro de distancia por respeto y miedo, trató de asomarse al libro que leía.
- ¿Q-Qué está leyendo, N-Nut-sama?
Nut terminó una página y avanzó a la siguiente; sin ignorar al Dios, le habló sin darle atención.
- Astronomía y formación de constelaciones. Uno de los Primigenios hizo una teoría sobre las estrellas y escribió este libro para mi, para saber si quiero hacer algo así.
Geb no tenía ni la menor idea de qué era eso, pero no desistió.
- ¿Es... Un libro interesante?
- ... Si. Me gusta.
Geb se quedó de pie a la misma distancia, con ambas manos en la espalda, y temblando de nervios. Nut sintió que el niño aún no se iba, cosa que le molestó internamente.
- ¿Qué quieres, niño?
- ¿¡Eh!? ¡N-Nada, nada, nada! ¡Lamento mucho importunarla! - Geb se dio medio vuelta y corrió detrás del Dios sol, quien soltó una risa divertida.
- No te asustes Geb. Con el tiempo te acostumbrarás a su mal humor.
Ra empujó ligeramente al pequeño Dios por la espalda para impulsarlo a ir otra vez hacia Nut. Geb trago saliva un par de veces, y repitió el proceso.
Con las 2 manos ocultas en su espalda, Geb caminó lentamente hasta llegar a medio metro de distancia de Nut; se sentía a punto de morir, pero su voluntad no le permitió retroceder.
Nut otra vez sintió a Geb, esta vez más cerca; aprovechando que terminaba de leer un capítulo, cerró el libro, usando un mechón de cabello como separador, y giró la cabeza para mirar al niño cara a cara.
- ¿Y bien? ¿Qué quieres, niño?
La mirada de Nut era intimidante y aterradora, tanto para hacer que Geb quisiera apartar los ojos. Pero, la gran belleza de la Diosa: su piel azul, limpia y al parecer suave, cabello cayendo de su frente, ojos dorados y redondos, labios sencillos y poco carnosos; todo eso era algo que no se podía perder ni por un instante. Valía la pena morirse de miedo para admirar el rostro de Nut a medio metro.
Un terrible sonrojo invadió las mejillas de Geb y habló con sumisión.
- U-Usted es... es... muy hermosa... N-Nut-sama...
Sin embargo, Nut ni se inmutó. Estaba muy acostumbraba a escuchar eso como para que el niño pudiera mover algo dentro de ella.
El Dios sacó sus manos desde su espalda y extendió las palmas para mostrar lo que estaba guardando: una pequeña semilla.
- Y-Ya que usted e-es muy... muy hermosa... Y-Yo... pensé en traerle... u-un regalo para que... s-su belleza se... resalte...
Nut movió lentamente los ojos para mirar la semilla del Dios; no tenía mucho interés pero decidió esperar a ver que haría Geb. Casi nunca lo expresaba, pero a Nut si que le gustaban las sorpresas.
El niño respiró hondo, y usando su débil poder como Dios de la Tierra, le infundió magia a la semilla para que rápidamente diera a luz una flor: circular, con pétalos largos y puntiagudos de un azul marino a la par de su piel y vestido. El pequeño Dios terminó y extendió el regalo a Nut.
- E-Este es... Un lirio sagrado del Nilo... En cuanto lo vi, supe que... es la flor que... su belleza merece llevar... Espero que... le guste...
Nut se quedó mirando a la flor por largos segundos, y algo ciertamente inesperado ocurrió: por primera vez en mucho tiempo, sus ojos se abrieron con curiosidad, cosa que solo notó Ra.
Usó una de sus manos para tomar la flor de su tallo y respondió, sinceramente pero con una voz muy seca e indiferente.
- Gracias.
En cuanto la flor dejó a su anterior dueño, Geb salió corriendo de nuevo y llegó hasta el abuelo Ra para ocultarse detrás de él.
- Jaja - Ra rió con diversión y tomó a Geb de sus hombros - Ven, vayamos a ver el palacio. Sé que te gusta jugar en las habitaciones más altas.
- ¡Si, vamos! - lo que sintió el niño anteriormente desapareció al instante. Y ambos Dioses salieron de la habitación.
Nut se quedó sola allí, mirando esa flor en su mano. Pequeña, delicada, azul que le recordaba a la noche estrellada; no era el primer regalo que le deban, pero por algún motivo dentro de ella podía afirmar que ese sería su favorito.
Dejó el libro a un lado de donde estaba y se paró para estirarse un poco; con ambas manos fijó el tallo del lirio para que estuviera quieto en su cabeza, sosteniendo unos mechones de su larga cabellera. Caminó hasta el espejo más cercano y vio el resultado en el reflejo.
Aunque su expresión era tan fría como siempre, un sonrojo curioso iluminó sus suaves mejillas.
- Me gusta.
Volvió sobre si para tomar de nuevo su libro y, aprovechando que Ra se había ido, fue hasta el trono de Ra y se sentó cómodamente para continuar con su lectura.
Poco después, Nut y Ra asistieron a una reunión de los Primigenios, y entonces todos lo notaron...
- ¡Nut-chan! - Devi, que ahora era como una adolescente, se acercó a la Diosa al ver el lirio en su cabello - ¿Y esa flor?
- Mi nieto Geb le dio ese regalo - asintió Ra con seguridad - Después de tantos años, finalmente tuvo el valor de actuar.
Inmediatamente los Primigenios estallaron en caos y confusión.
- ¿Un regalo para Nut?
- ¡No puede ser!
- ¡Me costó 3 milenios que aceptará mi libro!
- ¡El mundo ha llegado a su fin, y ni siquiera lo hemos comenzado!
- ¡Estamos perdidos!
- Ja... ja... - Nut sabía que los comentarios de esos Dioses eran burlas; lo cual estaba en su larga lista de cosas que no tolera.
- ¡Parece que tienes un nuevo miembro para tu club de admiradores! - sonrió Devi, tomando a Nut del hombro - ¿Cómo se siente que un niño ahora está detrás de la perfección del cielo?
Nut se quedó en silencio un momento. Negó con la cabeza y se separó de Devi para seguir caminando.
- Me gusta esta flor. Eso es todo...
...
Milenios pasaron y todo fue cambiando.
Geb creció, en apariencia, intelecto y habilidades, hasta ser nombrado próximo tercer Dios faraón de Egipto; su padre Shu ocupada el trono, y pronto se lo daría a él. Otra cosa que creció en Geb fueron sus sentimientos, tanto que antes de darse cuenta había cometido un pecado: estaba enamorado de la preciosa e inalcanzable Nut.
Cortejar a una Diosa tan perfecta no es un tarea sencilla; "imposible" sería una palabra imposible de usar para ese caso, "impensable" y "suicida" tal vez quedan mejor en la descripción. Pero, a pesar de las probabilidades nulas, nunca se rindió.
Aun con sus tareas y responsabilidades que cada día eran mayores, nunca perdió la oportunidad de invertir tiempo para estar en la presencia de Nut; incluso si solo estaba un par de minutos observándola en silencio, eso satisfacía su "hambre de Nut".
Después, las visitas silenciosas ya no lo eran. Geb comenzó a formar charlas y conversaciones para hablar con Nut y conocerla mejor; eso no dio el resultado esperado. A veces Geb hablaba con una pared, lo cual le avergonzaba mucho, y otras veces Nut solo daba respuestas secas y cortas, que era un progreso casi nulo. Pero, aún así, Geb no se rindió.
Tanto que hacía Geb pero, ¿Qué hizo Nut? ¿Alguna vez castigó al Dios por su impertinencia? ¿Le negó el acceso a su presencia después de hablar de un tema poco perfecto para un Dios?
Para la sorpresa de todos, la respuesta es "No". Nunca se negó, nunca le castigó; nunca dijo nada y nunca hizo nada. Al principio lo ignoraba; no le importaba su presencia o contestaba por inercia; no despertó el interés en ella en lo absoluto. Para ella, Geb era solo un punto en el mapa o tal vez otro saco de basura más.
¡Pero! Después de tantas visitas que le daba Geb, después de mucho tiempo Nut sintió una "dependencia presencial" de él: ella se comenzó a sentir cómoda con el Dios cerca de ella, y eso despertó su curiosidad.
Geb paso a ser un punto más brillante en el mapa; un saco de basura pintado para hacerse notar. Antes de darse cuenta, Nut comenzó a importarle el Dios.
Y un día, todo cambio de manera drástica.
En la sala del trono de Ra, Geb estaba de pie caminando de un lado a otro hablando con Nut; ella estaba sentada en un sofá que le hizo Geb para estar cómoda debajo de su sicomoro, leyendo otro libro.
De hecho, Geb más bien estaba balbuceando mientras admiraba a Nut reposando su bello cuerpo en ese sofá, aprovechando que Nut casi no le respondía a sus palabras.
Despues de un largo rato de hablar sin sentido, formó palabras coherentes con un propósito.
- ¿Puedo preguntarle algo, Nut-sama?
Nut ignoró la pregunta, hasta que terminó de leer un capítulo y puso su atención al Dios para contestarle.
- ¿Qué quieres?
- ¿Le gustaría tener un paseo conmigo?
Nut se sorprendió de inmediato. Cerró el libro, dejando un mechón de cabello como separador y dirigió la mirada al Dios, con sus ojos llenos de sorpresa.
- ¿Qué?
- Y-Yo... - Geb se sintió intimidado al tener la mirada de Nut sobre él - Quiero ir de paseo con usted. Podemos tomar la barca de Ra-sama... que me prestó aunque no sabe para qué... y podríamos pasar un rato en el río Nilo, ¿Le gustaría?
Nut se sintió muy sorprendida por la petición del Dios, y por primera vez no respondió no porque no quisiera, sino porque no sabía que responder. Por primera vez en su vida, alguien le hizo una petición de ese tipo.
Pensó unos segundos y después habló con un tartamudeo imperceptible.
- Si... Si, creo que... me gustaría ir.
- ¡M-Muy bien! - Geb se incorporó y abrió las puertas de la sala del trono, para después mirar a Nut - ¿V-Vamos?
Nut se molestó un poco de que Geb le diera "una orden", pero su curiosidad al pensar que podría haber una sopresa en ese paseo le hicieron pasar por alto esa falta.
En su mente considero más de 3 veces llevárselo, pero decidió dejar su libro en el sofá y caminó hasta atravesar la puerta de la sala. Por detrás el Dios de la Tierra le acompañó, manteniendo una distancia prudente para respetarla; ambos caminaron en la tarde-noche en Egipto hasta llegar a la barca de Ra, que ya esperaba por ambos.
- El cierto está hermoso... A-Aunque no tanto como usted... ¿No lo cree?
Nut levantó la vista y vio el cielo anaranjado que cada vez se volvió más oscuro, indicando que la noche se acercaba. Dentro de ella, se sintió emocionada al saber eso último.
- La combinación de colores en el cielo es armónica y perfecta... El prólogo que antecede a la noche, el descanso de los Dioses. Un momento digno de admirar.
- Si... tiene mucha razón.
Nut subió a la barca y tomó asiento en lo que sería la silla de Ra. Geb subió detrás de ella y usó el rol de barquero, tomando los remos para moverse hacia la suave corriente del río; dicha corriente los atrapó y entonces el Dios dejó que el agua hiciera su trabajo mientras tomaba asiento.
- ¿Sabe? Este río siempre me ha gustado... - habló Geb tranquilamente - Es calmado, cómodo, con su agua dulce y poco profundo para poder caminar en él... ¿No lo cree, Nut-sama?
La Diosa se quedó en silencio, mirando el reflejo del cielo mediante la superficie del agua, para ver cómo el brillo de las estrellas comenzaba a asomarse en el cielo. Después de un rato, respondió con un suspiro.
- Digamos que el agua ha sido una extraña amiga mía. Según Ra, yo nací sobre un lago. O al menos, me encontró sobre un lago cuando era una bebé.
- Es cierto. Ra-sama me ha contado muchas cosas sobre usted de cuando era pequeña - Geb señaló sus propios ojos - Por ejemplo, suele decir que sus ojos eran muy grandes.
- Es lo mismo de siempre - la Diosa recargó su barbilla sobre su mano, claramente aburrida - Todos esos Dioses dicen lo mismo: que mis ojos eran más grandes y veía todo con curiosidad. Yo solo recuerdo que buscaba algo digno que mirar, pero al final... No había nada que fuera perfecto ante mi.
Geb se quedó en silencio unos instantes, con un nerviosismo que recorría dentro de su cuerpo en todo momento. Una idea loca llegó a su mente, y con un claro tartamudeo habló a Nut.
- ¿Y-Y usted... que v-ve en mi?
Por fuera, Nut ignoró esas palabras para seguir viendo el reflejo del río con aburrimiento. Por dentro, esa petición la sorprendió mucho; la belleza aterradora y fría de Nut era una contradicción, por lo cual normalmente ningún Dios se atrevería a mirarla y mucho menos a pedirle que le mire, pero ese Dios se lo estaba pidiendo... ¿Por qué?
A pesar de su inteligencia, ella no era consciente de los sentimientos de Geb, hasta ese momento. La Diosa se quedó mirando el río en silencio, y después de soltar un suspiro habló calmada.
- Está bien...
- ¿Eh?
Por primera vez en su vida, accedió a complacer la petición de otro Dios. Giró su cabeza, con sus dedos finos y delicados acomodó su cabello, y sus ojos dorados se movieron hasta quedar fijos en Geb, quien estaba tembloroso y asustado de que Nut accediera.
Los segundos que siguieron fueron largos e infinitos para ambos; se sumergieron a una eternidad de sostener la mirada, insoportablemente deseada para Geb y cuidadosamente detallada para Nut.
La Diosa miró y contempló a Geb en todo sentido. Su rostro, las facciones de su cara algo cuadrada, el cabello que crecía en su cabeza y descendía por los costados de la misma, su nariz, boca, labios y sus ojos: 2 perlas esmeraldas brillantes a pesar de la oscuridad de la noche.
Sus ojos dorados bajaron levemente y comenzó a contemplar el cuerpo del Dios; la ropa que usaba como segundo al mando, los músculos tonificados que se podían vislumbrar detrás de la ropa, los adornos y joyas que cargaba en su vestimenta; miró y examinó sus manos, brazos, piernas, pies, abdomen, pecho, estómago. No hubo detalle físico que la Diosa no inspeccionara con cuidado.
- ... ¿Y bien? - Geb susurró tembloroso al sentir la mirada de la Diosa en todo su ser.
Nut no contestó; en esta ocasión no porque no quisiera ni porque no tuviera respuesta. No contestó porque quería seguir viendo al Dios.
Esa fue la primera vez que veía completamente bien al Dios; siempre lo miraba por encima de las páginas de su libro, pero nunca lo había mirado fijamente como en ese momento.
Todos los detalles de Geb salieron a relucir con ese "examen". No sólo los detalles físicos, sino que mantener esa mirada le permitió a Nut ver más allá en Geb. Pudo encontrar todo de Geb: emociones, sentimientos, e incluso su alma.
Los sentimientos por su madre, como aquel abrazo que vio hace muchos milenios atrás; las horas largas o minutos escasos que pasaba junto a ella; las plantaciones que realizó para conversar con ella. Pudo ver al pequeño Geb, el niño que alguna vez fue una molestia para ella, caminar por el río Nilo para encontrar las semillas de los lirios sagrados del Nilo y de ella note todas hallar la que más le gustaría a Nut recibir.
Pudo ver el amor que Geb sentía por ella; ese impensable y poderoso amor que lo volvía un demente por Nut. Por primera vez, la Diosa se sintió conmovida. Halagada y cautivada por los sentimientos de un Dios.
Geb se sintió intimidado más y más por la mirada fija de Nut, y por error dejó salir un chiste para calmar sus nervios.
- ¿Podría dejar de acosarme con su mirada?
Ahora que Nut tenía toda su atención en él, la sonrisa con que habló y esas palabras, iluminados por sus ojos esmeraldas con la luz de la luna apenas visible, las estrellas en el cielo nocturno...
Ese paisaje fue extremadamente hermoso y cautivador para Nut; tanto así que la Diosa, por primera vez en su vida, se sonrojó con una completa vergüenza, como una pequeña niña tonta por sus actos. Por primera vez se sintió muy nerviosa, tomó todo su cabello y se cubrió el rostro con este con vergüenza.
- ¡¡L-Lo siento!!
- ¿¡Ehhh!? - Geb se asustó de ver a Nut, la perfección del cielo, como una doncella en apuros.
La Diosa cerró los ojos detrás de su cabello, sintiendo la vergüenza arder en ella como el fuego.
« ¿¡Cómo diablos pude... mirarlo de esa forma!? » Nut por primera vez, se sentía pequeña e indefensa, cosa que le molestó en gran manera inmediatamente « ¡Yo soy la perfección de los Dioses! ¿¡Por qué me siento así!? ¿¡Por qué este Dios me hizo sentir así!? »
- L-Lamento importunarla. Pero... ya llegamos...
- ¿Qué? ¿Llegamos?
Nut asomó sus ojos entre su cabello y pudo ver en la orilla del río un espacio... especial.
El suelo sobre la costa que tocaba el río estaba lleno de lirios sagrados del Nilo, coloreando el suelo de azul; para poder ver en la noche, había muchas velas de color naranja, y en medio de aquel espacio una canasta con una manta.
El primer picnic en la historia de los Dioses de Egipto.
Geb se puso de pie y tomó un remo para mover la barca hasta la orilla. Nut aprovechó ese momento para calmar sus emociones, respirando hondo varias veces seguidas.
- ¿Me permite? - Geb extendió su mano hacia la Diosa para ayudarla a bajar, en cuanto tocaron la costa.
Ella asintió con toque de indiferencia, pero sus propias emociones saltaban de un lado a otro como resortes. Con delicadeza tomó la mano del Dios y auxiliado por él bajó de la barca para tocar la costa. Geb bajó detrás de ella, y habló de forma educada.
- ¿Le gusta? Recuerdo que una vez, hace mucho tiempo, le regalé uno de estos. Creo que le gustó en esa ocasión y pensé en decorar este lugar para que le gustara... ¿Acerté en mi suposición?
Nut nunca acostumbró a usar calzado, por lo que sus pies descalzos entraron en contacto directo con los lirios; esa suavidad fue una sensación agradable que por dentro le hizo revolotear como una niña, y por fuera solo se limitó a mover sus dedos con cierta travesura para sentirlos mejor.
Aunque habló con palabras secas como siempre, su respuesta tuvo un toque de tonalidad que demostró sus emociones.
- Si. Me gustan.
- ¡Si! - Geb se felicitó a si mismo con un susurro, y después habló a Nut en voz alta - ¿Me permitiría guiarla?
- Puedo andar sola - esa fue la siguiente respuesta de Nut.
Había sido tan seria como sus primeras palabras, pero tenían un propósito adicional detrás de si. Caminó ella sola hasta la manta, con la oportunidad de sentir en sus pies por más tiempo la suavidad y textura de esos lirios. Geb la siguió y ambos se sentaron en el centro de los lirios; así, entonces el Dios tomó la pequeña canasta y la extendió para Nut.
- Tome. Puede agarrar lo que más le guste.
La Diosa la tomó y abrió la tapa para ver su contenido, sorprendida por cómo habló Geb: dentro había frutas egipcias antiguas que solo los Dioses conocían. Su mirada rebusca un poco hasta encontrar algo que no esperaba: un tipo de fruta que solo los Primigenios poseían y que solían comer en sus reuniones personales. Nut tomó una de ellas y miró a Geb con sorpresa.
- ¿Qué es esto? ¿Por qué está aquí?
Geb se puso nervioso de nuevo y comenzó a explicar.
- H-Hablé con Ra-sama. Él me ayudó a escogerlas, y me dijo... que usted suele comer esas en sus reuniones con los Primigenios. Así que... le pedí que me trajera esas. Yo probé una antes, pero no me gustaron, así que son solo para usted...
Nuevamente Nut se sintió cautivada por ese gesto, y por primera vez habló y asimtio con la cabeza antes de pensar.
- Gracias.
- Todo sea por usted, Nut-sama.
Nut se sonrojó por esas palabras; después de ese escaneo que le hizo a Geb ya no podía verlo de la misma manera. Sin pensarlo más empezó a comer a pequeñas y tímidas mordidas su fruta, sin cruzar mirada con el Dios.
Geb se recostó sobre la manta con delicadeza para poder mirar el cielo estrellado. Y sin dudarlo empezó a hablar.
- ¿Le gusta el cielo nocturno?
- ¿Hm?
- ¡Digo...! - Geb se sintio intimidado nuevamente, especialmente por lo que iba a dcir. Pero, por sus nervios siguió hablando - He investigado sobre las cosas que usted lee... y antes de dormir la he visto apoyarse sobre la ventana para admirar las noches estrelladas... me pregunté si usted la veía porque le recordaba algo de su pasado o si solo le gusta la noche...
Nut se quedó en silencio; había visto eso en Geb hace unos momentos, pero aún así le sorprendía escuchar de sus labios ese nivel de acoso. Miró tímidamente hacia el cielo, y Geb de repente sintió una gran culpa dentro de él. Así que para retractarse, trató de dar una disculpa con tartamudeos.
- ¡Disculpe, Nut-sama! ¡Creo que hice algo impensable y acosador hacia usted! ¡Fui muy impertinente! ¡Por favor perdone mi-!
- Es porque es perfecto.
Nut no prestó atención a los tartamudeos de Geb. Su mente se fijo en la noche estrellada, y la calma llegó a ella, como si de repente hubiera sido poseída por el cielo mismo. Y siguió hablando, sin dudar ni pensar.
- Si, me gusta mucho el cielo nocturno. Y me gusta porque es perfecto.
- ¿Es perfecto... para usted? - preguntó Geb con curiosidad.
Nut dio otra mordida antes de continuar.
- Todo lo que he visto no ha sido más que basura. Cosas imperfectas que degradan el concepto de un Dios: somos perfectos y superiores a esta creación, y nuestra creación no dio el fruto de elevar nuestra majestad... a excepción de una única cosa...
» El cielo nocturno es... parte de mi. Desde que era pequeña, este vestido me ha acompañado cuando era un bebé en Nun, y después crecí con él hasta ser la Diosa que soy... Una combinación química, astronómica e inorgánica de materia de distintas clases, para dar a luz todas estas estrellas... Mis años de vida se reflejan de forma maravillosa en un pedazo de tela negro...
» Por eso decidí... crear darle luz a la noche. Por eso existe el cielo estrellado durante las noches. Este vestido me dio esta belleza que yo nunca pude imaginar, y quise impregnar en la creación esta perfección que es mía y únicamente mía...
» Ese negro profundo que muestra el vacío infinito expansivo de la creación... esos diminutos puntos blancos que se sumergen en el manto sobre nuestras cabezas; esas combinaciones en el cielo que dibujan y decoran. Todo eso... no entiendo cómo o por qué nací así, pero lo que sé es... que todo eso es mío.
» Es pura divagación, creo. Pero... por esto me gusta el cielo nocturno. Es mi firma sobre la creación... mi firma que la ha perfeccionado. En algún futuro, tal vez muy lejano, las criaturas mirarán el cielo nocturno y entonces sabrán quienes somos nosotros, los Dioses. Mi firma será tal vez... una lámpara de esperanza; quizá cuando tengan dificultades y problemas, podrán levantar sus plegarias a los Dioses y nosotros responderemos para darles la perfección que necesitan.
» Es por eso que me gusta. Es una parte de mi y... La única cosa perfecta que mis ojos quieren ver.
Terminó su discurso, y en silencio sentada dio otra mordida a su fruta. Hubiera podido permanecer de esa forma, pero no fue así: inmediatamente dentro de su ser, su cuerpo se sintió impuro y mortal. Algo dentro de ella no se sintió nada bien, y por primera vez sintió culpa: su propio cuerpo la llamó "mentirosa".
Geb no lo había notado, y siguió hablando como si nada.
- Si que usted ama el cielo. Lo mismo puedo decir de la tierra... me gusta estar aquí y siento que soy parte de ella. Me siento conectado con ella...
Nut dejo de prestar atención al Dios para atender su propio problema de culpa irracional y sin sentido.
« ¿Qué es esto? ¿Por qué...? ¿Por qué me siento como una mentirosa? » Nut se miró a sí misma de pies a cabeza repetidas veces, girando su cabeza y estirando sus extremidades para verse mejor.
La culpa se arraigo a ella de forma enfermiza, y sin evitarlo se levantó rápidamente del suelo; a Geb le dio un gran susto ver ese movimiento repentino.
- ¿Nut-sama?
Se levantó del suelo y con calma trató de acercarse a ella, quien revoloteó su cabello mientras se examinaba a si misma.
« ¿Qué hice? ¿Por qué me siento como una mentirosa? » se miraba a si misma una y otra vez tratando de encontrar algo físico, como una hierba venenosa o algo así.
Geb se asustó más y aunque dentro de si sintió que estaba a punto de cometer un pecado, fue hasta la Diosa y la tomó con fuerza de sus hombros para mantenerla quieta.
- ¡Nut-sama! ¿¡Está bien!?
Nut se sorprendió en gran manera y giró su cabeza, y lo que se encontró fue el cuerpo del Dios a pocos centímetros de ella. Sus ojos se dilataron al sentir una gran curiosidad inconsciente, para después levantar la vista y hallarse con sus esmeraldas oculares.
- ¿Nut-sama? ¿¡Está mareada o algo!? ¡Tal vez la fruta le haya caído mal, aunque...!
Geb comenzó a hablar preocupado sin cesar, pero Nut no sentía eso en lo absoluto. Todo lo contrario; sentir las manos del Dios tomando sus hombros, estar a centímetros de él, y encontrarse con sus ojos esmeraldas, hicieron que todo su cuerpo se liberara: la culpa desapareció, y encontró la respuesta a su pregunta.
« Ya... Ya sé porque soy una mentirosa... » Nut no creía lo que su mente concluía, aún cuando sabía que era cierto « El cielo nocturno... no es la única cosa perfecta que he encontrado... y que quiero seguir viendo... »
La Diosa abrió sus brazos y sin pensar más se aferró al Dios, teniendo sus mejillas estrelladas en el abdomen de Geb y su par de brazos, pequeños pero sobrenaturalmente fuertes, aferrados a su cadera. Geb se asustó mucho.
- ¿¡Nut-sama!?
- Cállate. - ordenó de una sola vez Nut, mientras acomodaba su cabeza con cierta ternura - Arruinas la perfección.
Geb no sabía si estar asustado por la actitud repentina de la Diosa, o avergonzado por ser abrazado por el amor de su vida; tal confusión lo paralizó. Con su mejilla y oído pegados al Dios, Nut en silencio percibió las sensaciones de Geb, como los latidos rápidos y acelerados de su corazón.
La Diosa miró a Geb, y sus ojos se deleitaron nuevamente en ver todo de Geb: su físico, sus emociones, sus almas, y en especial ese bello y romántico amor que ella nunca había sentido. Y por primera vez, Nut aceptó lo que nunca hubiera aceptado.
- Tú eres perfecto Geb.
- ¿¡E-Eh!?
- Dije que te calles. - cerró sus ojos y juntó su oído al Dios para seguir escuchando esos latidos que la cautivaban - Tú eres perfecto.
Geb se sorprendió pero decidió quedarse ahí para seguir disfrutando de ese momento, extraño pero le gustaba. Nut pudo sentir eso en Geb, y sabiendo que él no la estaba mirando, por primera vez en su vida, su rostro dibujó una sonrisa de amor.
- Si. Tú eres el perfecto que quiero...
...
Esa fue su primera cita, y muy lejos de ser la última.
Tras de esa ocasión, todas las noches Geb y Nut tuvieron sus citas románticas.
Geb la recogía de su sicomoro, y se la pasaban la noche comiendo, jugando, hablando, paseando, nadando; recostados en el suelo, sentados en la barca, en silencio lado a lado, y pocas veces haciendo una pequeña travesura. Después, Geb regresaba a Nut a su sicomoro, cual doncella al cuidado de su padre, y aunque se volvían a ver durante el día, ambos estaban a la espera de la siguiente cita.
Aunque la primera cita fue un empujón inesperado, el corazón de Nut tuvo un cambio drástico y lentamente la Diosa ya no volvía a ser la misma de antes.
Ya no era la misma Diosa perfecta, mala cara y de mal humor; el cambio que tuvo era tan drástico que podría parecer una gemela desaparecida: más alegre, comenzó a comunicarse con más de 3 palabras, expresaba todo lo que sentía, se hizo paciente y más calmada que antes.
Su perfil de la perfección de los Dioses nunca cedió, pero ya no era su toque especial: ahora lo era su sonrisa junto al cabello recogido y peinado tras el lirio que le regaló el Dios. Su belleza tentadora estaba al alcance de todo Egipto, e incluso de los Primigenios, pero ella mantuvo un juramento de que ella sería únicamente para los brazos de Geb.
En efecto, Nut por un tiempo era alguien muy diferente a la Nut que nos acostumbramos a conocer.
Y una noche fue cuando ocurrió un evento sobresaliente.
Después volver de su cita, Geb como siempre llevo a Nut a su sicomoro, pero cuando entraron a la habitación del trono de Ra, ambos Dios se encontraron con Shu, Tefnut habalndo con Ra de algo importante; pero, en cuanto entraron, terminsron de hablar y miraorn al apr con mucha atencion. Nut se sorprendió bastante.
- ¿Hmmm? ¿De qué hablaban? - los ojos de Nut se llenaron de curiosidad.
todos se quedaron callados, pero Geb sin soportarlo más tuvo de hablar en voz alta.
- Es algo que estaba preparando, querida.
- ¿Eh? ¿Dijiste sorpresa? - fiel a su afición, se emocionó por saber que había una sorpresa, sea lo que fuera. Y en esta ocasión, los ojos de Nut brillaron junto a una sonrisa; muy diferente a lo que solia hacer.
- Un pedido que me ha hecho Geb, y que he discutido largamente con Shu y Tefnut - comentó Ra, dando un par de pasos hacia atrás - A lo cual... te doy mi permiso, Geb.
- ¿Permiso? ¿Para qué?
Geb, con nervios por lo aue iba a hacer, se separó de Nut casi medio metro, tras lo cual le tomó la mano derecha y apretándola suavemente se arrodilló frente suyo.
- Permiso para tomar tu mano.
Nut se confundió al momento, pero su mente trabajó mucho más rápido que ella para procesar esas palabras. Un sonrojo se apoderó de sus mejillas como resultado de sumente sacando conclusiones, y sus labios empezaron a balbucear.
- Me-Me estás... me estás preguntándose si...
- Exacto, ¿Q-Quieres casarte conmigo, Nut-sama?
Las lágrimas salieron de sus ojos al tiempo que sonreía ampliamente y se llevaba las manos a su boca.
- E-Esta sorpresa... Es... es...
- ¿Es?
Una risa nerviosa salió de los labios de la mujer, y asintió repetidas veces al tiempo que se abalanzó al cuello de Geb para abrazarlo y besarlo.
- ¿Qué si quiero! ¡Si, por supuesto que quiero! ¡Quiero casarme contigo!
Shu, Tefnut y Ra celebraron de inmediato.
- ¡Enhorabuena!
- ¡La primera boda que tendremos en Egipto! ¡Que felicidad!
Nut de separó del cuello de Geb y terminó aquella declaración de matrimonio con un beso robado en los labios del Dios. El primer beso que Nut robaba en su vida.
La noticia fue como balde de agua fría para los Primigenios; ninguno creía que la perfección del cielo hubiera cambiado tan rápido, y mucho menos que estaba a punto de casarse. Pero, la buena noticia es que cuando consiguieron todas las pruebas necesarias los Primigenios aceptaron y apoyaron en todo lo que podían.
A Nut no le importó en lo más mínimo las dudas de los demás Dioses: ella solo sabía que sería muy feliz porque estando casada con aquella perfección que tanto había buscado.
Por primera vez en su vida, Nut cambió su ropa por un vestido de novia; de hecho, era su propia ropa solo que fue modificada para que tuviera una mejor vista y apariencia a vestido de novia.
Por primera vez, Nut caminó acompañado del brazo de Ra, su fiel compañero, ahora ser entregada en el altar y comenzar aquella ceremonia.
Y por primera vez, Nut asintió con gran felicidad segundos antes de conectar con Geb mediante un beso; el primer beso que ambos se dieron por voluntad desde que se conocieron.
Y así nació la pareja de Egipto más mágica.
Pero, ¿Qué ha pasado? ¿Por qué ahora Nut es como es? Esta historia aun no termina...
ASFD
...
Lamento la tardanza, pero tuve muchos problemas técnicos UnU. Finalmente lo solucioné y aquí está el capítulo.
Recordatorio: La publicación de capítulos es cada 21 días.
Nota de autor: Recuerden ir a "Noticias Ragnarok", para las votaciones. Una de ellas cerrará pronto, así que si no lo han hecho, voten de una vez.
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