Capítulo 22: El trabajo de los enanos

La sangre quemada cayó a gotas sobre el destruido suelo de la arena. Nut trataba de mirar la terrible herida que tenía en su lado derecho, pero era tanto el daño que no podía girar la cabeza un poco; a duras penas el ojo que aún le quedaba podía moverlo.
Cleopatra desenterró el arco del suelo con dificultad casi imperceptible; a simple vista parecía que la armadura había cobrado vida por ese ataque devastador, pero el cuerpo de la humana notaba estar seriamente herido en todas partes.

Después de chupar su dedo, tiró toda la sangre de su mano al suelo y sonrió coquetamente.

- Gracias por eso, Diosa... Ahora puedo destruirte ♡

- ¿¡E-E-E-E-E-E-E-E-Eh!? Hace unos instantes, Nut había destruido el coliseo para matar a Cleopatra... ¡Pero ahora la situación es completamente distinta! ¡Cleopatra sigue viva, y ha usado un arma nueva para despedazar el cuerpo de Nut, la bóveda celeste!

- ¿¡Qué mierda!? - Isis se levantó con tal ferocidad que tiro al suelo su silla - ¿¡Nut está... está...!?

- ¡¡Debe ser una broma!! - Osiris estaba temblando, con sus manos sujetas a la silla - No puede ser... ¡¡No puede ser!!

- ¡No lo creo! ¡Esto...! - Horus quería excusar la escena; sin embargo, la sorpresa apenas le permitía tartamudear.

Todos los Dioses estaban asustados y sorprendidos, murmurando y susurrando con dicha escena tan grafica en el estadio. Tampoco la humanidad la podía creer que ese poderoso golpe no le hubiera afectado a Cleopatra además de que esa flecha hubiera destruido la mitad de Nut.

- ¿¡Qué pasó!?

- ¡No lo sé!

- ¡Estoy asustada!

- ¡Ese golpe... debió matarla!

- ¡¿Qué ocurre!?

Entre los Dioses, uno de ellos que sobresalía sobre los demás veía con silencio y terror en sus ojos, pero especialmente había un sentimiento de amargura al ver a Nut despedazada. Y, entre los humanos, los únicos que celebraban lo que había hecho la humana eran sus hijos y amantes.

- ¡Eso es! - Marco Antonio, sonrojado de la alegría desbordante que sentía, levantó sus puños cerrados - ¡Ella es Cleopatra, la gran esposa con quien me case! ¡La poderosa y hermosa mujer que será capaz de devorar a un Dios! ¡Me siento tan orgulloso de ti, Cleopatra!

- ¡Eso es madre! - gritaron Alejandro Helios y Cleopatra Selene II - ¡Vamos! ¡Tú puedes derrotar a esa Diosa!

Julio César también gritó con orgullo, mientras todo el ejército romano que le acompañaba exclamaban a la par. Cesarión no pudo evitar soltar lágrimas de emoción.

- Creí que te había pasado algo malo, madre... ¡Pero estás bien, y mejor que nunca!

Cleopatra escuchó tanto las voces de apoyo como de asombro en las gradas, y levantó una de sus manos cubierta de sangre suya y energía de la armadura; sonrió de mejilla a mejill, y sin dudarlo soltó una risa arrogante.

- Genial... Me gusta esto...

Zeus y Hermes estaban sorprendidos y boquiabiertos sin separar la mirada del centro de la arena.

- ¿Hermes?

- ¿Si, padre?

- ¿Lo que estoy viendo es correcto? ¿Acaso Nut está partida al medio y esa humana sigue viva?

- Si, así es.

- Oh... diablos...

Ambos se quedaron callados y mirando, hasta que escucharon un chillido femenino detrás suyo.

- ¿¡Pero qué carajos está pasando!?

El par volteó para confirmar la dueña de la voz chillona: Atenea, acompañada de Ares. El mayor estaba sorprendió y boquiabierto con al vista fija en el estadio, mientras la menor entraba dando golpes al suelo, con sus pies, llenos de enojo.

- ¿¡Qué carajos está pasando!? - repitió la Diosa, respirando muy enfadada - Tuve que ir a buscar al idiota de mi hermano mayor... ¿¡Y cuando regreso, Nut está partida al medio, el estadio destruido y el combate ha avanzado demasiado!? ¿¡Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeé!?

- Oh, hola princesa - sonrió, sin vergüenza alguna, Zeus - ¿Cómo está tu hermano?

- ¡¡Qué él te responda!! - exclamó eufórica Atenea, caminando hasta las orillas de las gradas - ¡¡¡¡Explíquenme que mierda ha pasado desde que me fui!!! ¡¡Me dejaron a mi puta suerte para buscar a Ares, y me he perdido todo este maravilloso combate por su culpa!!

- Yo me encargaré de explicarte todo... - habló Hermes calmado y con la guardia alta ante el enojo de su hermana, acercándosele para comenzar su explicación.

Sin embargo, Ares más que atento al estadio, estaba confundido y pensativo sobre su reciente charla con la penúltima hermana valkiria: Líf.

...

Ares y Líf se miraron fijamente, cara a cara, ambos con sentimientos diferentes: Ares sorprendido y confundido por lo que dijo la valkiria, y Líf todas sus emociones volando con gran frenesí.

« ¿¡Qué diablos ocurre con esta niña!?... Espera un segundo, ¿¡Acaso escuchó todo lo que dije!? »

Ambos siguieron así, mirándose uno al otro. Ares estaba seriamente pensativo tratando de averiguar sobre esa niña.

« No. No es nada más que nada... ¡Tan solo es una pequeña niña! Es obvio que es una broma. Como Dios de la guerra, no debería caer en una tontería tan infantil. »

- Jaja, eres una linda niña... - habló mientras extendía su mano hacia la valkiria - Seguramente estás perdida, ¿no?

- ¡Quién está perdido es el Dios de la guerra!

Líf, sin dudarlo, extendió su cabeza y mordió uno de los dedos del Dios. El dolor recorrió rápidamente al griego y se separó de la niña de un salto.

- ¡Ah!... ¿¡Qué...!? ¡Niña tonta!

- Usted solamente hace recalcar mi punto de vista... - habló Líf, volviendo a cruzarse de brazos - Siente dolor por una niña como yo, y es inferior a una niña como Atenea... ¡Definitivamente algo anda mal con usted!

Ares se acarició el dedo para aliviar el dolor, muy enojado con Líf.

« ¿¡Qué diablos ocurre con esta niña!? Me ha mordido, y sigue diciendo todo eso de Atenea y no sé que tanto... Definitivamente escuchó todo lo que dije, pero... ¿Quién se cree para meterse en los asuntos de un Dios? »

Líf se quedó de pie, con los brazos cruzados, esperando alguna palabra de parte del griego y moviendo uno de sus pequeños pies.

Ares se quedó en silencio un largo rato, y depie lejos de la niña, antes de hablar de nuevo.

- ¿Y, bien? ¿Qué quieres?

- Bueno, yo quiero muchas cosas. Pero por el momento no hablemos de mi, sino de usted... - Líf caminó dando pequeñas vueltas en la fuente - Atenea, la Diosa de la sabiduría... ¿Es mayor que usted?

- ¿Eh? Por supuesto que no - respondió de inmediato Ares - Yo soy mucho mayor que ella.

- Así es. Usted dijo que, junto con Hermes, acompañaron al DPDC durante la guerra contra Cronos. Y en contraste, su hermana es la más consentida por su padre.

- Si... es cierto... - concordó el Dios - Pero sigo sin entender... ¿Qué es lo que quieres?

Líf se quedó en silencio, pensando detalladamente sus propias palabras.

« ¿Qué más debería decirle a Ares, el Dios de la guerra? Le estoy dando vueltas al asunto… Y ya no se me ocurre otra cosa que decir. »

- ¿Por qué...? - Ares también quería soltar sus dudas, pero no sabía exactamente que decir. - Eh... ¿¡Qué haces escuchando conversaciones ajenas!?

- Digamos que... - Líf empezó a maquinar su plan - Soy una mensajera.

- ¿Mensajera?

- ¡Así es, Dios de la guerra! Soy una mensajera del Valhalla... Mi deber es conseguir información para mis hermanas mayores, las valkirias...

- ¿Información?

Ares estaba a punto de discutir, pero entonces llegó un pensamiento a su cabeza; un pensamiento muy importante.

« Información… ¡¡Espera un segundo!! »

- Tú... ¡¡Tu eres quien se comunica con tus hermanas para dar el orden de los peleadores del segundo Ragnarok!!

- Más o menos... - soltó una risita Líf con travesura.

- ¿Más o menos?

- Mejor dicho... 50% cierto...

- ¿50% cierto?

- ¡50% fe!

- ¿¡Qué!?

- Digamos que si.

- ¿¡Qué rayos!? - Ares se desesperó y decidió acercarse a la menor - ¡Te llevaré con mi padre de una vez, para que le digas sobre tus crímenes!

Ares extendió su mano, pero el pequeño tamaño de Líf le permitió escapar con mucha facilidad. El Dios intentó nuevamente, y su presa volvió a escabullirse.

- ¡Ahh! ¡Pequeña niña!

- No creo que sea muy conveniente llevarme ante Zeus-sama... - sonrió Líf con maldad - Después de todo, sería un desperdicio.

- ¿¡De qué hablas!? ¡Eres más que-!

- Según recuerdo lo que dijo usted... Su hermana menor es un prodigio ¿verdad?

- ¿Eso que tiene que ver-?

- La consentida del DPDC, Diosa de la estrategia y sabiduría, y creo que mencionó que había entrenado a un semidiós...

- ¿? - Ares se confundió, pero le siguió la corriente - De hecho fueron 2, pero-

- ¡Exacto! Ella tiene tantos créditos, tantos títulos, y tanto respaldo en sus hombros... ¿Usted, señor Ares, cómo cree que lucirá si llega con su padre y, para tratar de conseguir lo mismo que su hermana menor, le muestra que raptó a una pequeña niña en base a una confesión que claramente podría ser una travesura infantil?

Ares que estaba seriamente enojado y frustrado de repente se quedó quieto y pensativo. Esas palabras fueron demasiado directas, y demasiado verdaderas.

- ¿Eh? ¿De qué-?

- En efecto, es un riesgo. Si me lleva y su padre le cree, será recordado como Ares el Dios, aquel que descubrió la traición en el cielo antes de que hubiera más pérdidas de Dioses. Sin embargo... Si su padre enojo le cree, o si usted se equivoca con respecto a lo que dice de mi, solamente quedará en ridículo y será bocadillo para su hermana menor.

- ¿Hmmm? - Ares se fijo más en las últimas palabras - ¿Por qué dices que seré bocadillo-?

- Yo también tengo una hermana menor. Sé como se siente usted con respecto a su querida hermana menor: es imposible no envidiar ni una sola vez a aquella persona que recibe más atención... - Al momento que dijo eso, una oleada de recuerdos con su hermana Lífthrasir golpeó su cabeza.

- Parece que has estado hablando con experiencia propia - Ares se calmo mucho más, de forma que se sentó junto a Líf - Pero... ¿Todo lo que has estado diciendo ha sido una travesura tonta?

- Bueno... Mas bien una petición mal hecha...

- ¿Hm?

- Verá, señor Ares... Como bien le dije, soy una mensajera. Una mensajera de las valkirias protectoras del Valhalla. Aunque, mi labor como mensajera no está definida; no tengo destino, destinatario, ni nada.

- ¿Eh? Pero dijiste hace unos segundos que-

- Mejor dicho; mi mensaje está incompleto. Sé cuál es mi intención, sé cuáles son mis palabras, pero de todas formas mi mensaje está incompleto.

- ¿?

- Y mi mensaje es... - Líf se llevó una mano a la boca para soltar su risita traviesa, antes de continuar - "El traidor del lado de los Dioses es..."

- ¿Qué? ¿De qué estás hablando?

- Este es mi propósito, señor Ares: estoy detrás del traidor que tienen ustedes entre sus filas... - con un dedo extendido señaló a Ares - ¡Debería sentir vergüenza! ¡Hay un traidor entre ustedes y nadie lo ha notado!

- Entonces... ¿Qué estabas haciendo aquí, espiándome?

- Recuerdo perfectamente que el traidor dejó un mensaje del lado de las valkirias. Una reunión secreta en este jardín - se pasó una de sus manos en su cabello largo - Vine aquí para reunirme con el traidor, pero... es muy curioso que usted haya llegado en su lugar, además de que tardó lo que había prometido el traidor...

Ares se quedó en shock total.

- ¿De qué estás hablando...? ¡¡Yo no soy el traidor de los Dioses!! ¡¡Eso es una tontería!!

- ¡En ese caso, debe ayudarme a demostrar su inocencia! - exclamó Líf - Es para esto que quiero hacerle mi petición.

- ¿Tú petición?

- Como mensajera que soy, recibí el mensaje de un traidor. Pero, no sé quién es... Sería tonto para ese ente darme su identidad, porque podría manipularle como quisiera. Así que necesito de su ayuda; con su presencia activa entre los Dioses, como uno de ellos, usted debe estar alerta en todo momento. Podría ser que el traidor este más cerca de lo que cree.

- Si, es cierto... - concordó rapidamente Ares - Buda Gautama siempre estuvo cerca, para mantener ocultas sus verdaderas intenciones.

- De hecho, yo pensaba en una candidata que hemos mencionado en común... ¿Sabe a quién me refiero?

Ares lo pensó un par de veces en silencio, hasta que sus ojos se abrieron de par en par.

- ¡A-Atenea!

- ¡Exacto!

- No... ella no podría serlo. Es la hija favorita de Zeus-sama; no creo que ella sea-

- ¿Acaso no lo dijimos hace poco? "Podría ser que el traidor este más cerca de lo que cree".

- No. No lo creo. No creo que sea ella - negó rotundamente Ares - Será mimada y caprichosa, pero... ¿Tener desconfianza de mi propia hermana?

- Usted mencionó que su apoyo incondicional al lado humano durante el Ragnarok le hacía... confiar poco.

- ¡Sé lo que dije! - Ares se llevo una mano a la cabeza - Pero... No, no puede ser.

- Incluso si no es... Debería echarle un vistazo, ¿No? Solamente para quitarnos de dudas...

Ares se quedó callado un segundo, antes de hablar directamente a la pequeña.

- ¿Quieres que encuentre al traidor de los Dioses y te lo diga? ¿Eso quieres?

- Más bien... me gustaría quitar a Atenea de mi lista de sospechosos. Esa es la ayuda que le pido: deme las pruebas necesarias para tachar a Atenea de mi lista.

- ¿Y una vez que... no encuentres nada?

- Pues, como le digo soy solo una mensajera. Una vez que el mensaje con los griegos se haya terminado, avanzaremos a mi siguiente candidato. Así hasta encontrar al culpable.

- ¿Es por eso que has estado jugando conmigo? - Ares se indignó levemente - Y si te ayudara en tu misión extraña, ¿Qué ganaré a cambio?

- Lo que su hermana menor tiene: la atención de papá.

- ¿Eh?

- Piénselo bien. Su hermana probablemente no esté interesada en encontrar al traidor, sea o no la traidora. Si usted llega con las pruebas necesarias para definir quien es el traidor, recibirá como le dije el título del Dios que encontró al traidor. Solo usted, y no su hermana; así, encenderá la envidia de su menor y usted estará satisfecho de su buena obra...

De inmediato, Líf sintió otros tantos recuerdos de ella y su propia hermana menor; dichos recuerdos le bajaron mucho lo ánimos por dentro, pero por fuera siguió firme.

- Suena tentador... - sonrió Ares, frotándose la barbilla.

- Muy bien... - Líf se sacudió mentalmente todo lo que tenía y le extendió una mano a Ares - Creo que un tenemos un acuerdo. Usted me ayudará a investigar a Atenea, mientras que yo seguiré con mi búsqueda... Y así, ayudaremos así ambos bandos durante su este Ragnarok, y especialmente... usted ya no será el Dios de la guerra de quien se burlan, sino que será Ares, el poderoso Dios de la guerra que descubre y castiga a los traidores... ¿Qué le parece?

Ares miró a Líf, y una gran ola de dudas le golpearon sin cesar. Al cabo de un rato, extendió uno de sus dedos de sus gigantescas manos hacia Líf.

- ¿No me morderás de nuevo, verdad?

- ¡No, claro que no! - rió tiernamente Líf.

Estando a punto de juntar sus extremidades, una voz chillona femenina comenzó a gritar entre los jardines. Ares se sorprendió bastante al escuchar la voz y distinguirla.

- ¿Esa es... Atenea? ¿Mi hermana?

- Al parecer nuestra investigación ha comenzado de una vez. - Líf retiró su mano, y de un salto bajó de la fuente.

- ¿Te irás?

- No hay tiempo que perder... ¡Pronto estaré esperando sus resultados sobre si es verdad o es mentira sobre su hermana! - Líf se echó a correr hacia la salida del jardín; la misma por donde iba a irse hace varios minutos. Pero...

- ¡Hey! - Ares se levantó de la fuente - ¿Cuál es tu nombre?

Líf volteó y le guiñó un ojo mientras le sacaba la lengua.

- No necesita saber mi nombre... ¡Nos volveremos a ver!

Y como si fuera un correcaminos, la pequeña niña salió corriendo a toda velocidad y, antes de que el Dios quiera seguirla, desapareció detrás de la puerta del jardín. Y Ares se quedó solo y seriamente confundido, de pie junto a la fuente.

...

Ares respiró con calma.

« Si, esa niña es muy rara… Pero, no sé si sería gracias a ella y a toda esa palabrería que soltó, ahora estaré más atento a mi hermana... Pero, ahora mismo me pregunto… ¿¡Qué diablos está pasando en el estadio!? ¿¡Quienes están peleando y por qué todos están tan alterados!? »

- ¿¡Qué!? - exclamó Atenea, después que Hermes le hubiera explicado - ¿¡Cómo mierda pudo pasar!?

- Nosotros tampoco lo sabemos - admitió el mensajero - Solo pudimos mirar como la mitad del cuerpo de Nut desaparecía.

- ¡¡Maldita sea, papá!! - se quejó la Diosa de la sabiduría ante el padre del Cosmos - ¡¡Me quitaste la oportunidad de saber que mierda iba a ocurrir!! ¡¡Pude haber predicho la mitad del combate!!

Zeus solo pudo cubrirse el rostro con vergüenza fingida.

Todos los Dioses hablaban sorprendidos y asustados.

Shiva con sus 4 ojos y sus 3 esposas miraban asustados totalmente; Lakshmi tomada del brazo de Rudra abría sus ojos todo lo que podía y aún más. Syf y Forseti permanecían detrás de Thor, el Dios abrazado a la pierna del Berserker y la Diosa al brazo; dentro de sí, la confusión invadía a Thor, y apenas se pudo visualizar en la mirada que tenía.

Los 7 Dioses de la fortuna, quienes habían estado atentos entre las gradas, estaban perplejos y asustados; Bishamonten, como de costumbre, tenía sus brazos cruzados, sin embargo su mente divagaba en otro tema. Afrodita, acostada en su habitación privada, se sonrojó en gran manera de la gran emoción que sintió al ver ese cambio de situación tan drástico.

- ¡Nut está de rodillas, mientras que milagrosamente Cleopatra se mantiene de pie frente a su oponente!

Las alas de la armadura  divina se extendieron y le permitieron a Cleopatra volar hasta llegar frente a la Diosa egipcia, quien no podía hacer nada más que respirar sin cambiar su expresión. La humana sonrió de oreja a oreja, mirando a su oponente desde una vista superior.

- ¿¡Onee-sama!? - Lífthrasir miró, impactada y al parecer traumada la arena, tratando de usar las neuronas que no estaban en shock - ¡¡sto es... De lo que... me dijiste... ¿verdad?!

Geir miró en silencio un rato en la arena, hasta que asintió.

- Si, así es.

Lífthrasir soltó un chillido de emoción minúsculo y casi imperceptible, mientras que Geir pensó con seriedad en su ojos.

« Si... Brökk y Eitri me habían dicho que pasaría esto. No como acaba de pasar, pero gracias a ese ataque descabellado de Nut... la armadura de Cleopatra puede usar todo su potencial... »

...

Brökk y Eitri sacaron del horno la armadura que le iban a dar a Cleopatra originalmente. La misma estaba al rojo vivo y sujeta con pinzas largas y enormes, y segundos después dejaron en la primera mesa de trabajar a su alcance. Ambos hermanos tomaron martillo y con sus fuerzas comenzaban a golpear el metal para darle forma.

- ¡Hermano, más de ese lado!

- ¡Si, por supuesto!

En la forja el sonido del metal golpeado resonó enteramente en todas las paredes; y en medio de ese silencio, los hermanos tuvieron un momento para platicar entre ellos.

- Esta armadura si que estaba mal... Si un podría resistir golpes como los de Poseidón y Sobek, pero...

- Exacto. Nunca hubiera podido ser capaz de igualar su velocidad. Que bueno que Jingū le quitó el puesto.

- Mejor dicho. Que bueno que no le dimos esta armadura... ¡Mira el estadio! ¡Está cosa que tenemos no hubiera podido soportar ese golpe!

- Muy cierto - Brökk dirigió su mirada momentáneamente a la pantalla del estadio - Esa armadura que le dimos si que es una monstruosidad, aun cuando solo sea un prototipo...

- Por supuesto. Le pusimos todo nuestro empeño y esfuerzo, incluso más que cuando hicimos el Mjölnir - sonrió Eitri - Podría apostar que es capaz de soportar más de un Thor's Hammer.

- ¿Un Thor's Hammer? - Brökk rió sarcásticamente - ¡Esa armadura podría recibir un Geirrod, y si lo recibe de forma correcta hasta podría devolverlo!

- ¡Lo mismo que acaba de hacer esa humana con el hacha de Nut-sama!

- Y con todas esas cosas que le pusimos para resistir y pelear así... - y, usando los dedos de su mano libre, comenzó a enumerar - Primero, el material. La mayor parte del metal que le pusimos fue el mismo con el que construimos y reforzamos el Mjölnir: el arrabio.

- Me sorprende que exista el suficiente arrabio en el mundo de los Dioses como para reforzar el martillo del Berserker del Trueno y, además, construir una armadura completa.

- Que bueno que tenemos el suficiente en nuestra forja, incluso para darle una o 2 armaduras más a Geir-sama.

- Esperemos que las use con sabiduría.

- Por supuesto que lo hará... - Brökk levantó su siguiente dedo - La base de datos de armas.

- Con muchas armas que pudo haber usado, y otras que quisimos incluir por diversión - sonrió Eitri emocionado - Únicamente ha usado su martillo y el escudo... Además del arco y la flecha, ¡No puedo esperar a ver cuando use sus demás armas!

- Todas las que pueda convocar de acuerdo a lo que necesite al momento... Gracias al suero que le dimos.

- Bueno, el suero era más con o una ambrosía artificial para que pueda pelear por más tiempo y soporte el uso de la armadura; pero, que bueno que ese suero también le permite usar sus armas.

- ¡Hora de regresar esto al horno!

Ambos tomaron con pinzas la pieza de armadura que ya estaba fría y oscura, y la introdujeron cuidadosamente al horno. Cerraron la puerta del mismo, y en cuanto lo hicieron Brökk levantó su tercer dedo.

- Y la cosa más aterradora si pudiéramos decirle así... - sonrió el enano - Las células solares. La capacidad para recolectar la energía de una estrella, y mediante el conocimiento de Nikola Tesla convertirla en energía eléctrica que alimenta el núcleo de la armadura...

- El despertar de la armadura de Cleopatra - concluyó Eitri - Convertir a esa humana en una rayo de la muerte viviente... Definitivamente la habilidad más poderosa que se nos haya ocurrido, y justamente la más adecuada para pelear contra Nut-sama.

- Ella usa el poder celestial, especialmente el poder de las estrellas, para atacar. Con las células solares de la armadura, puede absorber la energía estelar que use Nut para convertirla en electricidad, especialmente, y atacar a Nut con potencia de fuego equivalente a un Dios...

- ¡Diablos, hermano! Estamos locos.

- Esa armadura es el peor oponente que les hemos puesto a los Dioses.

- Todo lo que tien: las alas para que se mueva mejor, la resistencia del arrabio, células solares par a alimentar el núcleo, la ambrosía artificial...

- Eso último era lo más importante. Tan poderosa armadura no podría ser usada por ningún ser humano; e incluso creo que la mayoría de los Dioses tendrían problemas si quisieran usarla.

- Y con todo eso... vemos que le está yendo muy bien a Cleopatra. Incluso diría que ya ganó la pelea, pero...

Ambos enanos se quedaron en silencio, y al mismo tiempo asintieron con su cabeza.

- Si, a pesar de lo que tiene la armadura, no hay que olvidar lo más importante de todo. Su oponente es Nut-sama.

- La Diosa madre de Egipto que ni sus hijos conocen, la bóveda celeste, y una Primigenia. Ni siquiera podemos imaginarnos que tan poderosa es, y lo más fuerte que hemos visto ha sido la destrucción de casi todo el estadio. Debemos estar  preparados para lo peor.

- Puede que incluso Nut-sama no esté derrotada, aún con el daño que tiene... - el enano se corrigió rápidamente - De hecho, creo firmemente que el combate no ha terminado.

...

Geir suspiró con miedo.

« Si que es de miedo los trabajos de Brökk y Eitri... Cuando hacen cosas que hasta hacen temblar a los Dioses de esta forma... »

Lífthrasir seguía mirando impresionada, hasta que solo pudo emanar unas cuantas palabras.

- Este combate... ¡Fue el mejor que pudiste permitir, Onee-sama! ¡Qué bueno que dejaste a Cleopatra pelear contra Nut y que bueno que le permitiste usar la armadura de Brökk y Eitri! ¡Parece que tendremos rápidamente la segunda victoria de la humanidad!

Geir se quedó callada un solo segundos, hasta sonreír para la menor.

- Puede que sea así, o puede... que esta pelea se haga más larga para que la disfrutemos mejor.

- ¡Siiii!

Cleopatra miró a Nut repetidas veces, y en su mente llegó un lejano recuerdo que le hizo reír burlonamente.

...

Año 57 a.C.

- No lo entiendo padre.

- ¿Qué no entiendes, hija?

- Tú eres el rey de Egipto. Sin embargo... no vivimos en casa. No lo entiendo.

Villa del Triunviro Pompeyo, cerca de las colinas de Albanos. A su vez, cerca de la capital del Imperio Romano.

Tras una serie de hechos políticos que pusieron a Ptolomeo XII, padre de Cleopatra, entre la espada y la pared, el gobernante decidió irse de su patria para conseguir apoyo de parte de Roma y recuperar su reino.

En ese tiempo Cleopatra no era más que una niña de 12 años. A pesar de su comodidad y seguridad en el Museion junto a Filóstrato, la pequeña niña siempre quería estar cerca de su padre aún en medio del exilio.

Y, a pesar de ser tan inteligente, lamentablemente era inocente en muchas cosas, como por ejemplo los problemas de política que incursionaba su padre.

- Digamos que he tenido unos problemas para resolver. Cosas de papá - le respondió Ptolomeo, quien escribía algunas cartas para mandarlas a sus partidarios romanos.

- ¡Ya estoy harta de esto! - exclamó enojada la niña - ¿Por qué rayos todos crees que soy una niña?

- Porque lo eres. Eres una pequeña niña.

- ¡Ya no quiero serlo! - bufó molesta - Quiero ser como tu padre. Quiero ser grande, y conocer de esos problemas para resolverlos contigo.

Ptolomeo se sorprendió la preocupación de su hija y dejó de inmediato de escribir esas cartas para levantarse de la mesa y dirigirse a su princesa.

- Eso es muy lindo y noble de tu parte - le respondió Ptolomeo, mostrando una sonrisa sincera - Puedo ver que Filóstrato te ha educado muy bien para que tengas esos bellos ideales.

- Por supuesto que si... ¡Ya no quiero ser una niña! - exclamó la pequeña, soltando unas pequeñas lágrimas como de berrinche - Desde que me ha educado Filóstrato, siempre me ha dicho que tienes problemas en Egipto, nuestra casa. Siempre has tenido problemas, con gente que son reyes al igual que tu... que nuestro pueblo debe pagar dinero a gente extranjera... que tienes deudas con gente que no conozco, y nunca puedes estar en paz. Y aquí estamos; te sacaron de casa por problemas que esto segura no tenían nada que ver contigo, papá... ¡Ya no quiero esta vida! ¡Quiero tener una vida en paz, con nuestro imperio que merecemos!

Ptolomeo se sintió conmovido con la honestidad de Cleopatra, a lo cual solo pudo agacharse para abrazarla firmemente.

- Hija mía, te prometo que algún día tendremos nuestro reino en paz. Solo... necesito un poco de tiempo para resolver todos nuestro problemas.

- Si... ¡Lo sé! ¡Tu eres mi padre, y sé que lo harás! - sonrió Cleopatra, al mismo tiempo que apuntaba al cielo - ¡He clamado a los Dioses para que me concedan mi deseo: que tengas tu reino de vuelta!

Ptolomeo borró su sonrisa en cuanto escuchó esa oración de su hija, por lo cual se separó de ella y le miró con seriedad.

- ¿Quién te hablo de esos "Dioses"?

- Filóstrato. En mis clases de religión y cultura me ha enseñado muchas historias sobre los Dioses y como adorarlos y levantar plegarias. Desde entonces, he rezado a Ra el Sol de Egipto y a Nut las estrellas de la noche para que te devuelvan el trono que mereces. Sé que ellos deben estar enojados con toda esta situación que estas pasando, y sé que por eso ellos nos responderán con su favor.

Ptolomeo se quedó en silencio un momento, antes de volver a levantarse para ir a su mesa y seguir escribiendo sus cartas, con una mirada molesta dibujada en su cara.

- Hija, ya no levantes tus plegarias a ellos. Ya no los hagas.

- ¿Eh? - Cleopatra se confundió bastante - ¿De qué hablas padre?

- Ya no quiero que hagas plegarias ni que reces a los Dioses. Hablaré con Filóstrato al respecto después, pero aquí ya no harás esas cosas de ahora en adelante.

- ¿Qué? ¡Pero padre...! - Cleopatra se acercó a Ptolomeo XII con inocencia - Si no levantamos nuestras plegarias a los Dioses, ellos se enojarán no mucho por esas faltas que cometeremos contra ellos, y en vez de ayudarnos nos enviarán un castigo divino para que-

- ¡Ya lo he dicho, Cleopatra! - exclamó enfadado Ptolomeo, dando un golpe en la mesa asustando mucho a la niña - ¡Ya no quiero oír de ti plegarias a los Dioses! ¡Mientras viva, no harás nada de esas cosas, ¿Me oíste?!

La niña cayó de espaldas al suelo, asustada por el cambio tan drástico de emociones de Ptolomeo. Él, sin despegar la vista de sus cartas, respiró lentamente para calmarse y comenzó a hablar, aunque aún mantenía un gran enojo en cada una de sus pronunciaciones.

- Esos Dioses... ¡Esos malditos Dioses! Se supone que cuidan de mi reino, y sin embargo todos ellos nos han abandonado, ¡Se creen superiores en sus tronos,  si es que existen, y nosotros los humanos somos sus juguetes! ¡Gracias a ellos, estoy derrotado, humillado y exiliado! ¡Gracias a ellos, mi reino está en las manos de la hija que más me odia y ahora está buscando mi muerte!... ¡Gracias a esos malditos que se hacen llamar Dioses, tengo que mendigar cuando soy el faraón del poderoso Egipto!

Suspiró con gran pesadez y molestia.

- Los malditos Dioses nos han abandonado. Tienes que saber eso Cleopatra: es tiempo de que nosotros, los humanos, tomemos lo que nos pertenece. Nosotros somos nuestros propios Dioses.

La pequeña niña quedo impactada por las palabras de su padre. Con un gesto que mostraba su perplejidad, la niña veía como sus pequeñas esperanzas en aquellos seres omnipotentes era aplastada por su propio padre.

Las lágrimas salieron descontroladamente de sus ojos, y sin pensarlo se levantó y salió corriendo para encerrarse en su propio cuarto para llorar en sus almohadas.

- ¡Wahhhh! - exclamó la pequeña, apretando la cara contra la almohada - ¿¡Por qué dijo eso papá!? ¡No es cierto! ¡Solo está enojado porque mi hermana mayor hace tonterías!

Tras el exilio de Ptolomeo, su hija mayor Berenice IV consiguió quedar al mando de Egipto; en ese puesto, estuvo haciendo tratos con otros reyes para que Ptolomeo perteneciera en exilio,o mejor aún muerto, y ella se quedara como gobernante.

Mientras más poder y alianzas obtenía Berenice, especialmente con un reciente matrimonio real, menos probabilidades había que Ptolomeo regresara. Y menos probabilidades había de que Ptolomeo les dedicará siquiera una sonrisa a los Dioses que veneraba Cleopatra.

La pequeña Cleopatra siguió llorando un largo rato en su cuarto, hasta que finalmente se quedó dormida. Para cuando despertó, la noche ya había caído en su casa.

Se restregó los ojos, hinchados y rojos, y salió de su habitación en silencio y disimuladamente. Su padre estaba dormido sobre la mesa con todas sus cartas ya terminadas, y una pequeña lámpara a punto de apagarse. La niña aprovechó y volvió a entrar a su cuarto, abrir su ventana que daba hacia las estrellas del cielo, y cruzó sus pequeñas manos.

- Nut-sama... - la pequeñas niña comenzó a hablar en susurros - Por favor... Sé que los Dioses pueden devolver el reino y la felicidad a mi padre. Escúchame, y dale a mi padre el reino. Si lo haces, yo... yo... - la pequeña pensó un par de veces, inquieta en su mente.

Finalmente llegó una idea en su mente, y sin dudar la dijo en voz alta.

- Si lo haces, yo nunca me casaré, ni tendré hijos, ni seré una princesa ni reina. Seré una servidora en tu templo, Nut-sama... Respóndeme, Nut-sama.

Al instante en que terminó de hablar, la puerta de la casa sonó repetidas veces.  Alguien estaba tocando la puerta.

Rápidamente Ptolomeo se despertó, y sin estar del todo consciente de que ya era de noche, se dirigió hacia la puerta para ver de quien se trataba. Cleopatra también escuchó, y se asomó ligeramente por la puerta de su cuarto donde podía ver lo suficiente sin que se dieran cuenta de que estaba ahí.

Gracias a sus estudios con Filóstrato, la niña entendía el latín con que hablaba normalmente su padre y con quienes se reunía. Asomó su oreja por la puerta además de uno de sus pequeños ojos para entrever a su padre y a un hombre joven que estaba fuera de su casa.

- ¿Qué ocurre? ¿A qué se debe esta visita tan... nocturna?

- Unos espías nos han informado que su hija Berenice ha mandado una embajada a Roma para destituirlo de su puesto.

- ¿¡Qué!? ¿¡En serio!?

- Nos han informado que dentro de los siguientes 5 días habrán llegado a su destino.

- ¡Diablos! Esa maldita... Puede que sea mi hija, pero se está volviendo un dolor de cabeza terrible.

- Tenemos caballos listos para partir de inmediato. Un pelotón que hemos encargado nos espera para perseguir a los embajadores y matarlos antes de que lleguen a Roma.

- ¿Tan rápido lo han preparado?

- Y una cosa extra, que me mandaron a decirle. Para que nuestros tratos se mantengan, usted tendrá que venir con nosotros ahora mismo.

Ptolomeo se quedó callado un momento.

- ¿Y tras esto me permitirán usar ese pelotón para que me escolten de vuelta a Egipto?

- Lamentablemente yo no poseo esa información. Usted tendrá que preguntarle a mis superiores.

Ptolomeo resopló con molestia, llevándose una mano al hombro.

- De acuerdo. Iré con ustedes, y espero que de verdad esa embajada de parte de mi hija sea-

- Nuestros espías nunca han fallado a la hora de darnos información. Si dicen que hay una embajada que va hacia Roma, entonces estamos seguros que encontraremos una embajada que va hacia Roma.

- De acuerdo. Iré en un momento, primero tengo que despedirme de mi hija.

Ptolomeo dejó la puerta abierta, permitiendo que aquel hombre joven estuviera un poco a la vista de Cleopatra. Ptolomeo se dirigió a la habitación de la niña, quien rápidamente entró en el cuarto y se metió en las sábanas de su cama para fingir estar dormida.

Su padre entró a su habitación, y se sorprendió ver la ventana abierta y a su hija dormida.

- Que descuidada... - comentó mientras cerraba la ventana. Después, se agachó para estar a la altura de la cama y darle un beso a la cabeza de la niña. - No te preocupes. Me iré un tiempo y te dejaré con las criadas, pero volveré contigo. Te lo prometo pequeña.

Tras ello, se dio la vuelta y cerró la puerta de su habitación. Una vez que la niña escuchó como la puerta exterior de la casa se cerraba, salió de sus cobijas y se tocó la cabeza levemente.

- Te estaré esperando, papá... - sonrió cálidamente la niña - Los Dioses han respondido mi plegaria, y ellos te devolverán la felicidad...

Los años pasaron con tanta rapidez que todos los eventos que sucedieron fueron casi como un parpadeo para Cleopatra.

La misión de eliminar a los embajadores de Berenice fue un éxito total; sin embargo, la escolta que había pedido Ptolomeo fue negada rotundamente, lo que le obligó a trasladarse, él junto a su hija, a vivir durante un tiempo en el templo de Artemisa, en la ciudad de Éfeso.

Durante su estancia allí, los estudios de Cleopatra siguieron, irregulares pero constantes, además de que su padre comenzó a enseñarle allí usar las armas para defensa propia, y por primera vez entraba en los asuntos políticos de su padre.

En una segunda misión encabezada por romanos aliados a Ptolomeo, Berenice fue asesinada y Ptolomeo regresó a casa para tomar posesión de su reino. Cleopatra sabía perfectamente lo que eso significaba: la felicidad de su padre que tanto había pedido, y cumplir su voto de castidad ante los Dioses.

Pero, algo ocurrió unos días antes de que ella fuera al templo de los Dioses...

- ¿¡Segunda en el reino!? ¿¡Junto a mi hermano!?

Ptolomeo había escrito un decreto en donde Cleopatra VII y Ptolomeo XIII eran designados herederos del reino, en caso de que hubieran otra situación como la ocurrida con Berenice.

- Tu eres la única que ha visto ese decreto. Después del mediodía lo haré oficial.

- P-Pero padre... - Cleopatra estaba sin palabras. Una parte de ella sentía mucha emoción por la consideración de su padre, pero otra parte no. - Y-Yo...

- Por fin cumplirás lo que me habías dicho, ¿Lo recuerdas?

- ¿Eh?

- Habías dicho que querías ayudarme en el reino. Crecer y conocer los problemas por los que pasaba, para resolverlos conmigo... ¡El día de hoy, siendo tu mi heredera junto a tu hermano, podrás ayudarme!

Cleopatra, muy por dentro, se sentía muy halagada y emocionada por esa noticia. Quería llorar de emoción, si podía, y abrazar a su padre, pero... su razonamiento no le permitió.

- No, padre. No puedo aceptar esto.

- ¿Eh? ¿Qué estás diciendo?

Cleopatra le devolvió la carta a Ptolomeo, con la cabeza agachada.

- Lo lamento, pero... te desobedecí.

- ¿De qué hablas? ¿Qué tiene que ver con-?

- Hice un juramento sagrado a los Dioses. Les hice un voto de castidad y despojado de títulos para servir a ellos, si tu... tenías el reino de vuelta. Ellos te han devuelto el reino y yo... debo servir a los Dioses...

Ptolomeo se quedó en silencio, sentado en su silla. Cleopatra sintió una ligera oleada de miedo en su interior, cruzando sus dedos, y con la carta doblada sobre la mesa.

Al cabo de un largo rato de silencio, Ptolomeo se puso de pie hasta caminar a Cleopatra. Ella estaba esperando algún golpe, regañó o castigó de parte de su padre; ya había experimentado algo parecido cada vez que hablaba de los Dioses, pero...

En vez de eso, Ptolomeo le puso ambas manos a los hombros para mirarla fijamente.

- Yo podría castigarme de cualquier forma por haber hecho eso. Pero... creo que no lo haré... - Cleopatra se sintió confundida con esas palabras, se pero no fueron todas las que dijo - Solo te diré una cosa, que es algo que debes tener grabado en tu memoria toda tu vida, de preferencia...

- ¿Qué cosa, padre?

- Cuando sea tu final... El día que mueras. Ya sea que llegues a edad muy avanzada, espero que mayor a la mía... Ya sea que estés en ese templo de esos Dioses... Ya sea que estés en el campo de batalla, lo cual espero que nunca pase... Ya sea que estés sentada en un trono rodeada de tus enemigos... Sea cuál sea tu entorno, el día en que mueras. El día que sepas que será tu último día... ¿Por quien quieres morir?

- ¿Por quien quiero morir?

- ¿Quieres morir en nombre de los Dioses... De esos seres tan poderosos que nunca bajarán de sus nubes para felicitarte por tu trabajo, sino que se quedarán arriba y cuando llegues a ellos, probablemente no sepan quien eres...? ¿O quieres morir en nombre de la humanidad; de todos aquellos a quienes alimentarás, cuidarás y gobernarás siendo heredera de Egipto; de todos los que te servirán lealmente hasta la muerte y pelearán por ti y contigo tus batallas? - Ptolomeo respiró profundamente antes de concluir - ¿Te gustaría morir en nombre de los Dioses, o en nombre de la humanidad?

Tras esas palabras, Ptolomeo se volvió a su asiento, mientras que Cleopatra parecía estar en shock. Su padre tomó la carta de la mesa, y abrió un cajón en donde la guardó.

- Piensa en eso, y cuando sepas tu respuesta, ven a hablar conmigo. La necesitaré para saber si dejaré el trono a tu hermano... o a ti...

Cleopatra asintió levemente y se dio media vuelta hacia su propia habitación. Cerró la puerta, se sentó sobre su cama y sopesó esa pregunta una y otra y otra vez; pensó en sus propios sentimientos, sus deseos, las promesas que había hecho a su padre, las cosas que quería realizar, así como también los votos que hizo a los Dioses, sus plegarias, las noches en vela, todo lo que sabía de ellos y la devoción que sentía profundamente hacia ellos.

3 días pasaron.

Cleopatra salió nuevamente de su habitación, y caminó delicadamente hacia el salón donde podría estar su padre. Afortunadamente para ella, estaba ahí mismo, en la misma silla de antes; aún lado de su padre estaba Ptolomeo XIII. su hermano, y en la mesa había un pedazo de papel y tinta.

- ¿Hija? - Ptolomeo XII se sorprendió - Que bueno verte aquí. Iba a redactar la herencia para tu hermano-

- Ya lo he decidido. - habló de una vez Cleopatra, respirando con firmeza.

- ¿Y bien?

Cleopatra movió los dedos ligeramente con nervios. Sopló uno de sus cabellos, y finalmente dictó su sentencia.

- Serviré a mi pueblo, como tu segunda. Quiero ser heredera del trono, y quiero cumplir lo que te dije cuando era pequeña: conocer tus problemas para solucionarlos contigo. Quiero servir en nombre de la humanidad.

Ptolomeo sonrió rápidamente, y dejó la pluma a otro lado.

- Me parece... muy bien. No gastaré tinta en una carta que ya tengo escrita.

Abrió el cajón, y sacó del misma la carta que había guardado, y se la entregó a uno de los funcionarios.

- Copias para los demás reinos, y sellados en nombre de faraón. Hablaremos con los demás oficiales de la mesa directiva en seguida.

- A sus órdenes.

En cuanto se fue el funcionario, Ptolomeo XII se levantó de la silla y abrazó a Cleopatra paternalmente.

- Me alegra que hayas tomado esta decisión.

Cleopatra asintió y correspondió al abrazo, en silencio. Pero, su mente trabajaba rápidamente; siempre su mente era más rápida que sus propias palabras.

« He... roto un voto a los Dioses... pero creo que este nuevo voto que hago será mucho mejor: gobernar Egipto. Podré cumplir la visión que mi padre ha tenido por mucho tiempo... e incluso podré cumplir mi propia visión: será la tierra que sirve a los Dioses adecuadamente, tal como ellos quieren... »

A partir de entonces, ese se volvería el típico pensamiento que la joven tendría todos los amaneceres y los anocheceres, mientras se desarrollaba en su papel político que más adelante le llevaría a su puesto como faraona.

Y después de eso, siempre añadía un elemento diminuto pero muy vital para ella.

« Sin duda alguna, necesitaré de la ayuda de los Dioses. Espero tener mejor suerte que la que ha tenido mi padre... para que ellos me ayuden en mi reinado. »

...

Cleopatra pasó sus dedos ensangrentados por su mejilla, sonriendo con sarcasmo  y decepción.

- Durante muchos años crecí creyendo que los Dioses eran todopoderosos, sabios infinitamente e inmortales. Que ustedes eran quienes escribían el destino en largos pergaminos, quienes decidían el futuro de las guerras, y quienes quitaban y daban la vida a diestra y siniestra... Aquellos a quienes tanto fui devota, pensando que podrían crear milagros con tan solo pensarlos... - sonrió de forma arrogante - Pero veo que están muy lejos de ser distintos a la humanidad.

Nut se sorprendió bastante con esas palabras. Pero, quienes más se vieron afectados fueron todos los Dioses de todos los Reinos.

- ¿Cómo se atreve?

- ¡Maldita mortal!

- Esa blasfema...

- ¡Maldita humana! ¡Bajaré a matarla ahora mismo!

La humana escuchó todo eso, y aún así mantuvo su semblante en alto. Líf en brazos de Geir sonrió emocionada, pero su mayor sintió cierta incomodidad por la altanería de la humana.

La Diosa Nut permaneció con su mirada de impresión combinada con ese terrible dolor. Y tras un eterno momento de silencio, la divinidad hizo lo que menos se podía esperar en sus condiciones:

Frunció su rostro en una expresión de molestia, y le habló a la humana.

- No te confundas, simple mortal...

El vestido ensangrentado y destrozado de Nut brilló momentáneamente; para ser más específicos, una de las pequeñas luces que decoraban el vestido brilló con fuerza, e inmediatamente después se apagó hasta desaparecer tras la tela oscura y la sangre escarlata.

Tras ello, una aura oscura salió en el cuerpo de Nut y comenzó a cubrir sus heridas, volviéndose una masa oscura y líquida para tocar directamente el cuerpo de Nut. Todas las heridas que había recibido en todo lo que llevaba la batalla, desde el corte de cabello hasta la mitad destrozada por la flecha se cubrió completamente con la masa.

En cuanto terminó de cubrir todo, la masa se extendió y comenzó a tomar forma detallada del cuerpo de Nut, como si fuera un molde de lo que había perdido hasta el momento. Esto se notó mejor cuando, en el lado derecho de su pecho, la masa se estiró y comenzó a formar un largo y grueso espagueti.

La masa siguió estirándose al mismo tiempo que los detalles sobre su superficie se habían mejor visibles: el antebrazo, el codo, la muñeca, la palma y los dedos. En su cabeza, la masa dio forma al ojo derecho, la oreja, el párpado con cejas, el cabello infinitamente largo que le varacterixaba, y lo que le faltaba de labio.

La masa terminó su trabajo y fue absorbido por su cuerpo nuevamente, revelando lo que había hecho; una regeneración casi instantánea y perfecta.

Todo su costado derecho que anteriormente estaba quemado y desaparecido ahpra estaba completo; brazo, cabeza, pecho, estómago y parte de su pierna. Su cabello, antes cortado hasta la barbilla, nuevamente estaba largo hasta llegar casi a sus pies. Nuevamente, los 2 ojos dorados de Nut miraban directamente a Cleopatra; su largo cabello cubría todo su rostro, mientras que su pequeño y definido cuerpo volvía a presentarse entero. Estaba físicamente de la misma, o incluso mejor, forma que cuando había entrado al estadio.

- ¿¡Queeeeeeeeeeee!? - Heimdall se asustó en gran manera - ¿¡Nut se ha... curado de sus heridas!? ¡Ha ū su rostro, ha crecido su cabello, e incluso regeneró por completo el brazo que había sido destruido!

- ¿¡Qué!? - Lífthrasir gritó con los ojos fuera de órbita, saltando de los brazos de Geir.

La mayor también estaba bastante sorprendida y muy asustada, pero por fuera trató de mantener la compostura frente frente a su hermana menor.

Los Dioses se difieren en opiniones; aquellos que levantaron un clamor de alegría contra los que se asustaron y confundieron mucho por ese poder.

Shiva volvió a abrir sus 4 ojos y se pasó una mano por la barbilla.

- Vaya... si que los Primigenios están locos de remate...

Afrodita se sintió bastante emocionada en su sofá, y se llevó una mano a su mejilla sonrojada.

- Ara ara... ¡Qué excitante poder!

Con su cuerpo original de vuelta, Nut se puso de pie en un par de movimientos lentos, seductores y seriamente asesinos. Miró cara a cara a Cleopatra, aunque la diferencia de alturas no le permitía tenerla en frente literalmente.

- Yo no soy como esos Dioses de los que hablas... Yo soy una existencia perfecta.

Bañada en su propia sangre, los ojos de Cleopatra se dilataron y sonrió con emoción.

- Maravilloso. Coincidimos en algo tu y yo... Somos la perfección en nuestras razas.

Nut bufó con molestia, al momento que extendía su respuesta mano derecha hasta atrás, tras lo cual su hacha obedeció de inmediato para acudir a ella. La armadura de Cleopatra escupió energía eléctrica en forma de minúsculos rayos que rodearon su cuerpo en un vistazo lento y seguro.

El tercer combate aún no ha terminado, y está muy lejos de terminar.

ASFD

...

Recordatorio: La publicación de capítulos es cada 21 días.

Nota de autor: Recuerden ir a "Noticias Ragnarok" y participar en la sorpresa que les anuncien no querrán perderse la oportunidad que les escribí allí :3, ¡Los leo en el siguiente capítulo!

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