Capítulo 17.5: Orgullo y lágrimas (Final alternativo)
- ¡Mano del faraón!
Lanzó el ataque a Jingū, quien estando en el suelo solo pudo rodar por la plataforma para esquivar las garras llenas de fuego del cocodrilo.
Sobek-Ra chocó el ataque con la plataforma, y generó una gran explosión que mandó a ambos oponentes a volar en direcciones opuestas. Una luz potente surgió de la plataforma y con un sonido estremecedor estalló la arena, mandando piedras y metales a todos lados como si fueran balas.
- ¡Ahhhh! ¡La arena se destruye!
- ¡Sobek! - exclamó Hathor muy preocupada y asustada.
- ¡Amor! - Nakahiko quería ver, pero el inmenso brillo le cegaba.
Unos segundos después la luz desapareció, y dejó ver que toda la superficie de la plataforma ya estaba destruida, y lo poco que estaba intacto ahora se hallada sumergido en el agua. Pero en ningún lado no había señal de los peleadores.
- ¡La arena revela el pésimo estado en que ha terminado! ¡Pero... ningún peleador está presente! ¡Como si se hubieran esfumado!
Todos se quedaron asombrados y perplejos, mientras esperaban alguna señal.
E, instantes después, las aguas de la arena se agitaron y surgiendo de ellas apareció Jingū, nadando para mantenerse a flote.
- ¡Ah! ¡L-La primera en aparecer es Jingū Kougou!
- ¡Mamá! ¡Estás viva!
- ¡Eso es Jingū! - sonrió Sasaki.
- ¡Hija! - Hime y Nosukune se abrazaron con alegría.
La mujer nadó hasta la orilla de la plataforma, que se podía alcanzar a vislumbrar debajo de la superficie del agua dulce. Y mientras nadaba, las gradas de la humanidad celebraban y gritaban con gran júbilo y emoción.
- ¡Muchas gracias Jingū!
- ¡Gracias por pelear tanto!
- ¡Arriba Jingū Kougou!
- ¡Ha ganado!
Jingū llegó hasta la orilla y caminó un par de pasos sobre la plataforma destrozada.
En cuanto salió del agua, se pudo ver el estado en que había terminado tras el último ataque de Sobek-Ra: la armadura en su costado izquierdo estaba prácticamente desaparecida, mientras que ese brazo estaba lleno de tanta sangre que era irreconocible. Su cabello completamente despeinado, y también tenía sangre en parte de su cabeza; heridas menores en el otro costado de su cuerpo, y aún con todo esto apretaba si mano derecha con la espada.
- ¡Parece que se ha dictado el final de la segunda pelea!
Por su parte, los Dioses temblaron llenos de miedo, mientras veían estupefactos dicha escena.
- ¿Sobek perdió?
- ¡¿Se ha matado a si mismo!?
- ¡No puede ser!
- ¡Ahora si que hemos perdido!
- ¡Este Ragnarok fue una pésima idea!
La Trinidad principal de Egipto miraban con silencio y quietud total, reflejando en sus miradas el gran enojo que sentían por ese final. Apretando sus puños, los 3 esperaron al mismo tiempo que Heimdall terminara de una vez.
- ¡Con esto, Jingū Kougou es la ganadora del-!
Una especie de bala surgió del agua con infinita rapidez, y tras estar unos instantes en el aire, se estrelló con gran fuerza en la orilla contrario de la plataforma.
Se trataba de Sobek-Ra.
De inmediato, los Dioses cambiaron su semblante y después de sorprenderse por ese acto tan inmediato comenzaron a festejar y celebrar, llenando esta vez ellos el sonido en el estadio.
- ¡Sobek! - sonrió Hathor, muy emocionada y feliz nuevamente, llorando con sus manos entrelazadas.
- ¡Así se hace, maldito fetichista! - sonrió Khonsu con orgullo.
Sobek también estaba en un mal estado que se pudo notar de inmediato.
El brazo que había usado para Mano del faraón ya no era dorado sino que era negro y apenas reconocible a primera vista, aunque parecia aun ser capaz de ser usable. Las escamas en su cuerpo se agrietaron aún más, y la sangre escarlata lo teñía de pies a cabeza de forma escalofriante. Con su otra a mano apretaba con toda su fuerza el tridente, que seguía intacto a pesar de tanta guerra que había ocurrido.
Las gradas en ambos lados gritaban de emoción, y Heimdall hablaba con su Gjallarhorn a todo volumen, pero Jingū ni Sobek-Ra pusieron atención a todo eso. El mundo alrededor desapareció para los 2 guerreros, quienes se miraron frente a frente.
- Sigues viva, Himiko... - sonrió Sobek-Ra con sarcasmo - Es impresionante.
Jingū sonrió de orgullo, y dejándose llevar por el momento habló con arrogancia.
- ¿Qué no es obvio? Después de todo, soy tu reina favorita.
- ¡Jaja! A fin lo aceptas, Himiko...
Ambos sonrieron el uno al otro, y entonces Jingu tomó su espada con firmeza y lo levantó.
- ¡Muchas gracias por seguir con vida! - sonrió la mujer con ojos brillantes de la emoción - ¡Por favor, quiero pelear más contigo! ¡Aun si peleamos de aquí hasta el siguiente Ragnarok, quiero seguir luchando contigo, Sobek!
Sobek se sorprendió ligeramente, consiguiendo ver en Jingū no sólo a la niña pequeña que jugaba en los días de su infancia, sino tambien a si mismo en sus dias de adolescencia en el Nilo. Después de eso, sonrió ampliamente y susurró para si mismo.
- Si... Ojalá nos hubiéramos conocido antes. Así todo sería mejor... - tras ello, levantó su tridente y lo apuntó a Jingū - ¡En ese caso, no te lo negaré Himiko! ¡Apostemos todo a nuestro final!
- ¡Si, por favor! ¡Este es... El mejor momento de mi vida! - exclamó Jingū muy emocionada.
- ¡También es el mío!
- ¡Esto es... emocionante para todos! ¡Ambos aún tienen fuerzas para continuar el combate! ¡Parece que esto nunca tendrá un final!
- ¡Vamos Sobek! ¡Por favor, gana y ven conmigo! - exclamó Hathor con amargura.
- ¡Gana de una vez, maldito fetichista! - gritó Khonsu con gran orgullo.
- ¡Tú puedes Himiko! ¡Derrota a ese Dios! - toda la familia de Jingū se puso de pie.
- ¡Vamos Jingū! ¡Derrota a este segundo Poseidón! - Sasaki a un lado del emperador Oujin dio un saldo de emoción.
Jingū y Sobek-Ra apretaron sus armas, y se arrojaron el uno contra el otro; Jingu tiro lágrimas al suelo al sentir el éxtasis recorrer cada célula de su cuerpo, mientras que Sobek-Ra las derramaba porque era más consciente de lo siguiente que sucedería.
- ¡Sobek, cargas con el peso de Egipto en tus hombros! ¡No pierdas! - Isis desde su asiento gritó con todas sus fuerzas, y de inmediato la Trinidad le apoyó.
- ¡Vamos, Jingū! ¡Jingū! ¡Jingū! ¡Jingū! - Líf y Lífthrasir movían sus manos de la misma forma que antes.
Anubis seguía mirando en silencio, contemplando cómo avanzaba esa pelea. Sin emociones de empatía por el orgullo del cocodrilo, permanecía de pie sin moverse.
- ¡Gana Jingū! ¡Para salvar a la humanidad y a mi hermana! - exclamó Geir desde los palcos donde estaba.
Sobek-Ra y Jingū cambiaron las posiciones de sus armas, preparándose ambos para usar sus ataques contra el otro.
- ¡Jingū! ¡Jingū! ¡Jingū! ¡Jingū! - la humanidad se había unido, y al igual que con Sasaki en el primer Ragnarok, todos movían sus brazos de atrás hacia el frente.
- ¡D-O-D! ¡D-O-D! ¡D-O-D! ¡D-O-D! - los Dioses gritaban las 3 letras constantemente, elevando más y más el volumen de sus voces.
- ¡Furia del Nilo!
- ¡Lluvia de golondrinas!
Los golpes comenzaron a chocar entre sí, emanando brillos y destellos púrpuras y dorados que empezaron a iluminar todo el estadio y que resonaron entre todas las aguas del estadio.
Al comienzo era un intercambio intenso que resonaron con un eco infinito, pero conforme avanzaban los segundos se volvían golpes lentos y cansados por parte de ambos, pero a pesar de ello no desistieron. Las heridas en sus cuerpos crecían en número y severidad, pero tampoco desistieron.
Lo único que ambos pensaron en ese momento fue entregar sus cuerpos y espíritus en ese combate. El mejor momento en la vida de ambos.
Pero, todo lo bueno es perecedero.
Sobek-Ra consiguió golpear hacia arriba y de forma muy violenta la espada de Jingū, de forma que los brazos de la mujer por mero impulso se dirigieron hacia arriba. Con esa apertura de defensa recién creada, juntando toda sus fuerzas en la mano que sostenía el tridente, el cocodrilo dirigió una poderosa estocada horizontal directamente al abdomen de Jingū.
- ¡Muerte del Rey!
Jingu se asustó, mucho más al ver que la velocidad del golpe y la distancia de separación hacían imposibles que pudiera esquivarlo sin salir herida, y peor aún: con ambas manos sujetando la espada, era imposible que incluso soltando el arma pudiera defenderse.
Y, sin pena ni gloria, llegó el momento.
La sangre salió volando como si fuera un chorro de presión, manchando todo el agua del estadio de una forma más violenta que antes, y especialmente el cuerpo del cocodrilo.
Las puntas del tridente atravesaron de forma limpia el abdomen de la mujer, entrando por un lado y sacando sus puntas al otro lado. La mujer, sintiendo el gran dolor recorrer su cuerpo, solo pudo escupir una incontrolable cantidad de sangre mientras las fuerzas le abandonaban completamente.
Sus manos se volvieron débiles al instante, y sin poder evitarlo soltó la espada, dejándola hundirse en el agua del estadio. La gradas miraron aquel momento, y todos a una guardaron silencio estando completamente impactados.
- ¡No...! ¡No puede ser! - Heimdall se atragantaba con su propia sorpresa - ¡Sobek ha atinado de forma directa un golpe mortal! ¡Ha atravesado el abdomen de la mujer!
- ¡Mamaaaaaá! - los ojos de Oujin se llenaron de lágrimas, al tiempo que perdía las fuerzas para permanecer de pie. Sin mas, callo de rodillas al suelo, completamente agotado y sin más esperanzas.
- ¡Señor Oujin!
Hime y Nosukune observaron con horror como su hija sufría terriblemente con ese tridente incrustado en su estómago, y ambos se taparon los rostros mientras gritaban de dolor. Hibiko, sin despegar la mirada, no podía creer lo que estaba viendo.
Nakahiko también miraba la arena, mientras las lágrimas salían sin cesar de sus ojos. Sintió de repente un terrible dolor en su pecho, como si hubiera recibido el golpe más fuerte de su vida. Y de hecho lo era, mientras veía a su tan amada Himiko a pocos segundos de morir. Sasaki tampoco podía creer lo que pasaba: aunque su Defensa de mil imágenes de alguna forma le advirtió, prefirió pensar en que todo podría tener un desenlace distinto. Pero, lamentablemente, no fue así.
Jingū seguía escupiendo sangre, mientras el dolor se apoderaba de todo su cuerpo. Sobek-Ra, viendo con sorpresa que su golpe había dado resultado, retiró de un solo movimiento el tridente del cuerpo del Jingū, lo cual casi la parte a la mitad. La mujer, por su parte, sintió un nuevo dolor recorrer todas las células de su cuerpo, y cayó de rodillas al frente mientras el agua se pintaba de un terrible color rojo.
- No... - alcanzó a murmurar, en medio de sus palabras llenas de sangre - No lo logré...
Geir miraba con miedo, dejando salir sus lágrimas sin control y sin querer evitarlas. Trató de limpiarse la mirada en vano, y sin pensarlo salió corriendo, pero esta vez en la dirección contraria a la que iba a ir.
Subió algunas escaleras, caminó por los pasillos, y finalmente llegó a donde quería: el palco que le habían dejado. Caminó hasta encontrar a Líf y Lífthrasir, quienes estando sentadas en la silla miraban horrorizadas la arena. Ambas, con rostros que mostraban el gran trauma que se habían creado, negaban con movimientos de su cabeza.
- No... N-No puede ser cierto...
- Onee-sama... - Líf volteó a ver a Geir, mientras las lágrimas salían de sus ojos - Esa armadura... fue creada por Brökk y Eitri, ¿Verdad? Era una habilidad mágica que le pusieron. Porque... es imposible que se trate de la hermana Hrist...
Lífthrasir se cubrió el rostro, mientras lloraba con muchas fuerzas, como si fuera un bebé recién nacido. Líf, por su parte, trataba de contenerse aunque no lo lograba con mucho éxito.
Geir lloró mientras veía a sus 2 hermanas con tanta inocencia tratando de digerir lo que tanto quería evitar: la muerte de las valkirias. Sin pensarlo más de 2 veces, Geir fue hacia ambas y las abrazó contra su pecho, una en cada brazo, y las levantó sobre sus brazos mientras salía del palco a toda rapidez.
- No tienen que ver esto. - habló seriamente mientras ella también lloraba con gran pesar.
- ¡Onee-sama! ¡La hermana Hrist está allí! - exclamó Lífthrasir, tratando en vano, de librarse de sus hermana mayor - ¡Nos necesita! ¡Tenemos que ir allí y ayudarla a salir de la arena!
- Onee-sama... - Líf había perdido el brillo de sus ojos, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
Geir, mientras caminaba, su miraba se nublaba terriblemente con sus propias lágrimas, al tiempo que también recordaba todo lo que había vivido con su hermana mayor.
Toda su vida, lo relacionado a la tercera ronda del primer Ragnarok, el miedo que había sentido en su estómago cuando la espada de Sasaki fue partida al medio por Poseidón, la alegría cuando salió viva y sacó a Sasaki de la arena, haberla visto por primera vez en varias horas tras el inicio del segundo Ragnarok, y la calidez y fuerza en sus brazos cuando le consoló poco antes de la segunda pelea.
- Hrist... - Geir susurró con dolor, mientras seguía caminando con ambas hermanas en sus brazos - ¡Adiós, onee-sama! ¡Lo siento, pero no puedo volver a ver una partida de una de ustedes...!
- ¡¡Onee-sama!! - Lífthrasir lloró con más fuerza, aferrándose a la ropa de Geir y dejando caer mocos y lágrimas - ¡¡Hay que ayudar a Hrist!! ¡¡Nos necesita!! ¡¡Hay que sacarla de allí, por favor Onee-sama!!
Jingū soltó lágrimas, tanto de humillación como de dolor, mientras seguía escupiendo sangre sin parar.
- No lo logré... no pude ganar... Soy una verdadera fracasada...
« Jingū, yo... » Hrist trató de articular alguna frase, pero el dolor que sentía la Einherjer también lo podía sentir la valkiria.
- Lo siento, señoritas Hrist. Yo... no fui suficiente. Terminé perdiendo...
« Ha sido un gran honor pelear contigo... » habló de forma apagada la valkiria « Lamento que no tengamos la victoria, pero... Realmente ha sido un gran honor compartir esta arena con usted. »
- Gracias... - sonrió inocentemente Jingū, mientras también sentía como se apagaba su propia vista - Supongo que... todo termina aquí...
- Himiko. No puedes morir aquí.
La mujer escuchó la cálida y al mismo tiempo autoritaria voz de Sobek-Ra sobre ella, lo cual de alguna forma le trajo un gran consuelo a su cuerpo tan agotado y destrozado.
De forma inmediata y repentina, el cocodrilo soltó el tridente de sus manos, dejándolo hundirse en la superficie de la arena, y se agachó hasta quedar a la altura de la reina, quien apenas fue capaz de mirarle.
- Vamos, Majestad. Un rey no puede morir de esta forma.
El cocodrilo se estiró, y de forma muy cuidadosa tomó las piernas de la mujer con una mano y su abdomen destruido con la otra, y con mucho más cuidado aún la levantó entre sus brazos, mientras ella levantaba su brazo de forma involuntaria para sostenerse de cuello de Sobek-Ra.
- ¿Sobek ha levantado a su rival entre sus brazos? ¡Esto es... sorprendente!
Las gradas comenzaron a murmurar. La humanidad, quien antes había sentido un terrible pesar por ver a la mujer perder, ahora se sentía conmovida por ese acto del Dios. Las demás deidades, que estaban. Punto de celebrar su triunfo, ahora miraban atentos y confundidos a la arena.
El Dios sostuvo a Jingū entre sus brazos, y le dedicó una sonrisa.
- Si... Okinaga Himiko no merece morir en el suelo. Mereces dar tu último aliento en los brazos de un Dios, y que mejor que en los brazos del Dios de Dioses.
- Sobek... - Jingū se sorprendió - ¿Pero... Poseidón no aprobaría esto?
- A quien mierda le importa la opinión de ese bastardo - rió el cocodrilo - Ahora yo soy Poseidón, y para mi esta es la manera correcta en que debes estar.
- Jeje... - Jingū, con sus pocos fuerzas, recostó sus cabeza sobre el pecho del cocodrilo - Te sientes muy frío... Seguramente porque... eres de oro, o algo así...
Sobek-Ra respiró profundamente, y pronunció en voz baja.
- Carruaje de Ra.
- ¡!
De inmediato, el cuerpo de Sobek-Ra se llenó del calor del sol, y lentamente la mujer volvió a recuperar sus sentidos mientras sentía el amable calor del cuerpo del Dios.
- Pero, Sobek... tu cuerpo, se dañará... muy mal...
- No me importa - habló Sobek-Ra, aún cuando sentía su cuerpo romperse por esa habilidad - Con tal de cumplir la orden de la reina Himiko.
- Pero... yo no lo... ordené...
- Himiko, eres my mala como reina en ese ámbito - bromeó el cocodrilo - No te dejas consentir, aún cuando tienes todo el derecho de exigirlo.
- Te lo dije... Soy una pésima reina...
- Y aún cuando sigas creyendo esa mierda... tu eres y serás mi reina favorita.
Jingū solo pudo sonreír de gratitud, aferrándose al pecho del Dios cocodrilo y cerrando sus ojos mientras sentía el cansancio invadir todo su cuerpo.
- ¿¡Sobek!? ¿¡Qué diablos haces!?
La Trinidad egipcia definitivamente no aceptaban lo que estaban viendo, por lo cual no dudaron en gritarle al cocodrilo.
- ¡Baja a esa humana ahora mismo!
- ¡Deja de hacer esas cosas tan vergonzosas!
- ¡Tú eres el Poseidón de Egipto! ¡No puedes rebajar te al nivel de esa simple humana!
El cocodrilo, en la arena, se enfureció completamente mientras escuchaba a la Trinidad gritar, por lo cual sin dudar los volteó a ver lleno de rabia y les gritó.
- ¡Cierren sus hocicos, pedazos de mierda! ¡No la dejan dormir!
Los 3 Dioses de Egipto se sorprendieron bastante, más aún alrededor ver el gran odio con que había dicho esas palabras. Por ello, decidieron quedarse callados, pero seguían con su inconformidad. Anubis, mirando desde su sitio aparte, solo pudo emitir una sonrisa de satisfacción.
- Por fin los pones en su lugar.
Atenea miraba con mucha seriedad, mostrando un gran contraste a como estaba actuando hace unos instantes. Ares lo notó, y sin importar lo que dijera su hermana, dio su opinión respecto a esa conclusión.
- ¡Lo sabía! Sobek, como el gran Poseidón de Egipto que es, ha ganado su combate... ¡Definitivamente la humanidad no tiene oportunidad de ganar en este segundo Ragnarok!
Atenea volteó a ver a su hermano, sin mostrar odio, enojo, tristeza ni nada: solo una mirada silenciosa de indiferencia. Tras unos segundos, se levantó de su sitio, y sin decir ni una palabra salió del palco caminando. Zeus se dirigió a Ares.
- Es tu culpa~
- ¿¡Eh!? ¿¡Yo qué hice!?
- Sobek... te castigarán... por esto - suspiró Jingu con lentitud en sus palabras, echando una mirada a la Trinidad.
- Ya te dije que no importa - volvió a hablar Sobek-Ra - No me importa lo que digan esas basuras. Lo que importa ahora eres tu, Okinaga Himiko... la reina que la humanidad tiene pero nunca se ha merecido...
- No somos tan malos... - sonrió Jingū - Es solo que... no los conoces a todos... No todos son malos...
- Si, me imagino que no es así.
- A pesar de eso... no pude ganar por ellos... - habló con tristeza - Estamos en desventaja... en el Ragnarok...
Sobek-Ra sonrió de forma orgullosa.
- Ya pudieron contra nosotros una vez. Si realmente valen la pena para que tu pelees por ellos... podrán volver a derrotarnos. No te preocupes... Ellos seguramente lo lograrán.
- Me hubiera gustado verlo... con mis ojos...
La mujer segura llevó una de las manos al cuello, y se quitó el collar de las piedras, y con mucha dificultad, se lo puso al cuello del cocodrilo.
- Me gustaría... que te lo quedes... Así, sabrás que la humanidad siempre vale la pena.
- ... Por supuesto... - concordó el cocodrilo, dejando caer la punta de su hocico delicadamente sobre la frente de Jingū - Te puedes ir en paz, sabiendo que te llevarás el orgullo flameante del Poseidón de Egipto y el Dios de los reyes. Guardaré este collar como tu recuerdo eterno... sin importar donde vayas, tu nunca morirás para mi. Por siempre serás... mi reina favorita.
Jingū sonrió con sarcasmo.
- ¿Siempre te... gusta hacer todo más... ceremonioso?
- Ya me conoces, Himiko. No puedo contenerme, especialmente cuando se trata de ti. Mi favorita. - sonrió el cocodrilo.
« Este Poseidón es mucho mejor que el anterior... ¡Me gusta! » comentó Hrist con diversión « Dale mis respetos... »
- L-La señorita Hrist... mi valkiria... te da sus respetos... por ser un Poseidón mucho mejor que el anterior...
- Ella también tiene mis respetos... por haber peleado con 2 Poseidones... - concluyó el cocodrilo - Y a ti... te doy las gracias, Himiko.
- ¿Por qué...?
- Por haberme dado el mejor combate de toda mi vida... Gracias por ser la reina que tuvo conmigo la mejor batalla de mi vida.
- Si... para mi también fue la mejor... pelea de mi vida... - la mujer sonrió, mientras abrazaba al cocodrilo y pegaba su cabeza a su pecho y cuello - Muchas gracias Sobek... por todo...
Y, sin poner las resistencia, tras tanto sufrimiento y espera finalmente la mujer soltó su último suspiro.
La humanidad lloró a grandes gritos de dolor, especialmente la familia de Himiko. Nakahiko cayó también de rodillas, mientras golpeaba el suelo con furia.
- ¡Amor! No pudimos... volver a encontrarnos...
Sasaki suspiró con mucho desánimo, sin atreverse a mirar hacia la arena.
- Lo siento Himiko. No pude entrenarte lo suficientemente bien...
Los Dioses también se sentían con pocos ánimos tras haber visto ese apego que desarrolló Sobek. Los únicos 2 a los que no les importaron la opinión pública en ese momento fueron los mismísimos Khonsu y Hathor.
- ¡¡Siii!!
- ¡Lo hiciste, maldito fetichista! ¡Te juro que voy a besarte!
Los demás Dioses fueron agarrando confianza, y uno a uno comenzaron agachó celebrar la victoria de Sobek, gritando su nombre en alto, especialmente su título como D-O-D.
El cocodrilo, aún con el cadáver de Jingu en sus brazos, habló hacia el nórdico comentarista con autoridad y rudeza.
- Heimdall. Termina esto.
- ¡Oh, si! - Heimdall levantó el Gjallarhorn y comenzó a hablar - ¡Tras este desenlace largo, el segundo combate ha terminado! ¡Y en esta ocasión las cosas han cambiado...!
Al tiempo que seguía hablando Heimdall, el cuerpo de Jingū se fragmentó completamente, y estando aun en sus brazos la mujer, la armadura que traía puesta, y su espada sumergida en la arena se desvanecieron hacia el Nilfheim. Como muestra de respeto, Sobek-Ra agachó la cabeza mientras las cenizas volaban en el aire hasta desaparecer.
- ¡Esta segunda batalla termina con la victoria del Poseidón de Egipto! ¡¡Sobek es el ganador!!
...
Jingū Kougou vs Sobek
Duración del combate: 22 min. 15 seg
Técnica decisiva: Muerte del Rey
Ganador: Sobek
0 - 2
...
El cocodrilo, muy desanimado, se miró a los brazos, encontrándose bañado completamente en la sangre de Jingū. Con gran pesar, bajó sus extremidades junto con su cabeza.
- Creo que ahora... podré entender ese rumor de Thor-sama y Lu Bu Housen...
Tras estar un rato en silencio, el cuerpo del Dios se terminó de romper, dejando caer todas las escamas de su transformación para volver al cocodrilo normal y típico que era. A pesar de ello, la sangre de la mujer seguía en sus brazos y el os collar de las piedras aun descansaba en su cuello.
Sollozo un poco en voz baja, pero tras ello levantó su mirada, llena de lágrimas, y con una sonrisa de orgullo.
- No es momento de lágrimas. Es momento de una gran celebración... - y cerrando su puño, lo levantó al cielo - ¡Gracias, Himiko, por esta gran victoria!
- ¡Si, amor! - exclamó Hathor muy feliz - ¡Ganaste, ganaste, ganaste!
- Jaja, Ahora si tendremos la boda que más he esperado - sonrió el Dios halcón.
- Por fin tendremos... a nuestra familia... - sonrió Hathor con mucha ilusión, apretando su pecho con esperanza y amor.
Sobek espero pacientemente hasta que se apareciera el camino de piedra por donde iba a retirarse, y manteniendo su puño en alto, salió de la arena del estadio.
ASFD
...
Nota de autor: aquí está el final alternativo que les prometí. Mas pronto de lo que esperaba, pero ya está hecho.
Debo decir que empaticé demasiado con ambos personajes, y hasta sentí como mi corazón crujía cuando tuve que matar a uno de ambos. Pero, así tiene que ser :"v
Con respecto al tercer encuentro: ya encontré una buena idea que desarrollar, la cual estoy muy seguro que les sorprenderá a todos cuando lo vean a su debido tiempo, pero aún con eso he tenido buenas ideas para unas cosas pero pésimas ideas para otras, por lo cual puede que aún fluctue el desarrollo del tercer combate. Aun así, la fecha de continuación, 29 de julio, se mantiene intacta hasta que les avise lo contrario en mi perfil.
¿Y otra cosa que decirles? Ah, si. Una muy importante.
Dentro de poco (en un mes y medio, más o menos), tendré preparada una sorpresa, pero aún no les diré de que se trata. Solo les diré que habrá algo que muy probablemente les gustará a todos :3
Y ahora si, sin más que decir, ¡Los leo en el siguiente capítulo!
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