Capítulo 14: Chica de campo
Los segundos de aquel acontecimiento pasaron ante los ojos de Jingu en cámara lenta; el movimiento de sus armas, la emoción en las gradas, e incluso el agua cayendo alrededor de ambos.
Las garras de Sobek viajaron con terrible ferocidad hacia su cuerpo con tal de herir gravemente la zona del cuello y pecho de la mujer. Ella, de forma instintiva, hizo un movimiento con su brazo izquierdo que sostenía la espada para defenderse del ataque.
Las garras golpearon el metal del arma, pero sin poner resistencia alguna, el metal se desgarró y partió al paso de las armas de Sobek, movimiento que fue acompañado de una onda de choque que viajo rápidamente por el estadio. Dicha onda hizo notar más ante la mirada de Jingu el estado de su espada.
El pedazo mas grande anduvo por los aires unos instantes, en los cuales Jingu trato de captar y procesar todo lo que acababa de ocurrir. Mientras su mente se destruía a si misma para entender como había llegado hasta ese momento, el pedazo del arma seguía su camino al suelo con lentitud pero seguridad.
Y, finalmente, cuando el metal chocó con el suelo, produjo el típico sonido de choque que expulsó a Jingu de su cabeza para traerla de vuelta a la realidad.
- ... ¿?...
La mujer estaba en completo shock físico y mental, que apenas podía mascullar algún sonido. Debido al frenesí e impulso de ataque, Sobek tampoco fue capaz de ver todo lo que había hecho, por lo que dio un par de pasos atrás para ver su trabajo.
Jingū con notable temblor en sus manos fijo sus extremidades al mango que aún sostenía. Su mente, completamente blanco y al mismo tiempo completamente confundida, no podía entender lo que estaba pasando.
Entre todo su desorden mental, solo pudo emanar un pensamiento lleno de preocupación.
« ... ¿S-Señorita Hrist?... »
- ¡¡Sobek ha destruido el arma de Jingū!! - exclamó Heimdall asustado - ¡Así como Poseidón partió el arma de Sasaki Kojiro, Sobek sigue el legado de su antecesor!... ¡Y así como Jingu le quitó su arma, Sobek cobra venganza por ello!... ¿¡Jingū Kougou podrá contraatacar!?
- ¿Eh? ¿Qué pasó?
Geir corrió entre los pasillos, escuchando como se filtraba el bullicio de las gradas entre las paredes.
Finalmente apareció frente a ella un marco que daba a las gradas, donde pudo asomarse para saber lo que ocurría. Entonces pudo ver a Jingū con el mango de su arma, parada y asustada frente asomrmasusta Sobek.
De forma involuntaria, Geir se llevó las manos a la boca.
- ¡J-Jingu!
Ella y Sasaki pudieron recordar en sus mentes la misma escena: el momento en que Poseidón hizo lo mismo con Sasaki, destruyendo la espada con el tridente.
A pesar de saber cómo había terminado ese asunto, Geir no pudo evitar soltar lágrimas de sorpresa mientras esperaba saber que más ocurriría.
Líf y Lífthrasir estaban muy asustadas. Líf estaba parada y quieta sobre la silla de Geir, mientras que Lífthrasir se movía de un lado a otro tratando de encontrar consuelo en ese momento.
- ¡Ahhhh! - gritó Lífthrasir con miedo me entras daba otra vuelta en el palco - ¡Jingu perdió la espada! ¡Sobek la partió en 2!
- ¡Ya lo vi! - exclamó Líf en la silla - ¡Perdió su arma! ¡Ya no tiene forma de contraatacar!
- Pero, no hay que preocuparse... - habló emocionada Lífthrasir, mientras cerraba los puños con confianza.
- ¿Hmmm? ¿De qué hablas?
- ¡De lo que viene a continuación! - sonrió confiada la menor - Del mismo modo que lo hizo la hermana Hrist con Sasaki Kojiro contra Poseidón... ¡¡Jingu conseguirá un re-volund y podrá seguir luchando contra Sobek hasta vencerlo!!
Líf se quedó en silencio total, pensando las palabras de su hermana. Después de un rato, le exclamó mientras bajaba de la silla.
- Hermana... ¡No seas tonta!
- ¿¡Eh!?
- Onee-sama dijo que Brökk y Eitri son quienes están haciendo las armas de los humanos, por lo que... la hermana Hrist no hizo volund con Jingū... - Líf se sujetó la cabeza con ambas manos - ¡¡Jingu está jodida!! ¡¡Solo tenía un arma divina cualquiera, y ahora mismo acaba de ser destruida!!
- ... ¡¡¡Ahhhhhhhh!!! - Lífthrasir también gritó, esta vez más asustada, preocupada y con mayor volumen en su voz - ¡¡Estamos jodidos!! ¡¡Jingū ya no tiene arma para pelear!!
En el palco de los Dioses griegos, los 3 hijos de Zeus estaban completamente sorprendidos y asombrados por la hazaña del cocodrilo egipcio, mientras que el DPDC miraba con diversión la escena.
- Parece que... todo está terminado... - comentó Zeus por lo bajo - Jingū Kougou ha perdido el arma divina.
- Y... sabiendo que ahora no cuentan con la ayuda de las valkirias - prosiguió Hermes - Esto significa la derrota de Jingū.
- ... - Atenea se mordió los dedos, mostrando cierta preocupación.
- Pero... no puedo evitar sentirme mal... - habló Ares a su lado - Ahora tendrá que pelear sin arma ni nada contra el furioso Poseidón de Egipto.
- Si lo dices en voz alta, si se siente mal. - le acompañó Hermes - Es lamentable que Jingū tenga que terminar contra Sobek sin arma... Y es obvio que no podrá.
- Lo interesante de ahora en adelante... - finalizó Zeus - Será saber cuanto tiempo podrá aguantar Jingu con sus bendiciones antes de morir.
Atenea seguía mirando con un rostro preocupado, pero mientras pensaba un poco más las cosas, terminó mostrando una sonrisa. Busco entre sus bolsillos y encontró un caramelo que comenzó a masticar.
- Bien... ya viene la mejor parte del combate.
- ¿Hmmm?
- Si - aseguró Atenea - Esa mujer ya tiene chance de mostrar... que es la bendecida de los Dioses...
En las gradas de la humanidad todos se hallaban en completo silencio, mostrando también angustia y preocupación.
Sasaki, combinando lo que había vivido en su entrenamiento con Jingū con sus recuerdos del primer Ragnarok, solo podía permanecer boquiabierto, asustado por lo que sus ojos veían en acción. El miedo que sintió durante su pelea contra Poseidón se reavivó en su corazón al instante.
El emperador Oujin se levantó de su asiento y miró con miedo la arena de pelea, tratando de hablar ante la conmoción.
- ... ¿M-Madre...?
- ¡! - Sasaki se sorprendió de que el emperador dijera aquellas palabra. Pero recordó una de todas las cosas que había hablado con Jingū antes de su pelea y pudo entender su charla viendo al joven.
Oujin se llevó las manos a la boca sorprendido y asustado, mientras sus lágrimas comenzaron a correr por los ojos. El miedo se apoderó de él rápidamente, que se pudo ver de manera inmediata en su mirada.
- M-Mamá... tu arma...
La mujer en la arena no podía cambiar en lo absoluto sus sentimientos y su quietud física, manteniendo aún su vista en el mango roto en sus manos. Sobek volvió a verla y lanzó un suspiro de orgullo e hipocresía.
- Debo pedir que no se lo tome personal, Majestad. - habló el cocodrilo, llamando de inmediato la atención de Jingū - Tan solo estaba ajustando cuentas.
- ... ¿?
- Ya sabe. Ojo por ojo, diente por diente; mano por mano, pie por pie... - Sobek tomó su tridente con firmeza - Usted me hizo perder mi tridente, y lo recuperé. Ahora yo le he hecho perder su espada... y espero que pueda recuperarla...
Sobek apretó en su mano el tridente y de manera inmediata se lanzó hacia Jingū. Ella seguía en shock, siendo únicamente capaz de mover sus ojos para apreciar como Sobek se acercaba contra ella.
- ¡¡Sobek sin dudar se lanza contra Jingū!!
Los instintos de Jingu otra vez fueron mejores que la misma mujer, los cuales le obligaron a dar un salto a la derecha para esquivar la estocada del cocodrilo.
Cayó en el mismo costado donde Sobek le había herido con su látigo de agua, lo cual le provocó un grito de dolor que la impuso nuevamente dentro de la arena. Jingū volvió a incorporarse y sujetó con sus 2 manos el mango en sus manos, esperando que algo pasara.
Geir se asustó mucho ante esa situación, pero cruzó sus dedos con movimientos de esperanza.
- No debo desconfiar de ella... - dijo para si misma, apretando sus manos - No debo hacerlo. Sé que podrá...
Sasaki se decidió por tomar asiento junto al emperador para ver el combate que aún seguía. El joven Oujin se dio cuenta de ello y de inmediato hizo una reverencia.
- ¡¡Sasaki Kojiro, el primer ganador del primer Ragnarok!! ¡Es un placer que esté a mi lado en este momento!
- No hay necesidad de que haga tanta ceremonia - sonrió Kojiro ante las expresiones del chico - Vine aquí para apoyar a su madre... y callar la boca de todos los que dicen que no puede.
- ¡Le agradezco que decida tomarse su tiempo para hacer esto!
- Ya se lo he dicho - volvió a sonreír Kojiro - No hay necesidad de tanta ceremonia. Como espadachín que soy, es mi deber.
Oujin se irguió y preguntó con curiosidad.
- ¿Usted... conoció a mi madre? - Antes de que Sasaki respondiera, Oujin pensó un par de veces su pregunta y se corrigió de inmediato - Bueno... No creo que la haya conocido en persona. Creo que usted y yo tenemos mucha diferencia de años... - volvió a pensar y se volvió a corregir, mientras se podía más nervioso - Bueno, tampoco sé mucho la historia de mi país, pero... eh... quiero decir... E-Eh...
- Jaja - sonrió Kojiro - Como bien dices, usted y yo vivimos en años muy distintas, por lo que nunca nos topamos en vida. Pero... yo estuve a cargo de su entrenamiento antes de que comenzará el Ragnarok.
- ¿En serio? - Oujin sonrió emocionado.
- Si. Le di mi experiencia y le enseñe mis habilidades para que pudiera pelear en la arena.
- ¡¡Se lo agradezco mucho, Sasaki Kojiro!! - Oujin volvió antes hacer una reverencia - Gracias a sus enseñanzas, estoy seguro que mi madre saldrá victoriosa... - Oujin pensó en sus palabras y se corrigió - Bueno... O sea, ella sabe muy bien manejar las armas, y n-no quise decir que ella sin usted no podría... - nuevamente entró en crisis nerviosa - ¡Ahhh! ¡P-Pero tampoco quiero decir que lo que le enseñó, aunque no sé que fue, no le servirá! ¡Por su puesto que lo hará!... E-Eh... ¡N-Ni siquiera se que le enseñó! ¡E-Este... eh...
Sasaki rió por lo bajo, y recordó partes de las charlas que tuvo con Jingū la noche anterior. Muchas de ellas se referían explícitamente sobre el muchacho que ahora estaba a su lado.
- Si, ella tiene razón... - comentó a Oujin - Me dijo que usted, su hijo, es un buen muchacho. Y ahora puedo verlo y comprobarlo con mis ojos.
- ¿Si? - Oujin se irguió mientras mostraba una sonrisa de orgullo.
- Por supuesto. Ama a su madre con un aprecio incomparable... Con alguien como usted en las gradas apoyándola, ella tiene el mejor apoyo...
Oujin sonrió nuevamente y luego dirigió sus voces a la arena.
- ¡¡Tu puedes, madre!!
Sasaki sonrió por lo bajo, recordando su entrenamiento con Jingū.
« Jingū Kougou es muy impresionante... Crió a un buen muchacho que se convirtió en un emperadorm y ademas es una guerrera con un potencial increíble... Y con la ayuda que le di, la Defensa de mil imágenes y lo que quiso hacer la joven Hrist por su cuenta sobre el volund... Jingu debe ser incontrolable, incluso para el segundo Poseidón... »
Pensó con más serenidad y calma, al tiempo que analizaba la situación que se estaba desarrollando.
« Seguramente Geir se haya dado cuenta, pero... Creo que por ahora eso no importa. » miró con determinación la arena « Lo que importa es que Jingū tiene todo lo necesario... ¡Sé que ella podrá ganar! ¡Debe seguir peleando para ganar! »
Jingu se quedó quieta en su sitio, tomando el mango con sus manos temblorosas mientras su mente trataba de organizar y captar todo lo que ocurría a su alrededor.
Sobek jugó con su tridente dándole un par de giros mientras esperaba alguna respuesta de Jingū. Detrás suyo, las voces de los Dioses de todos los Reinos, especialmente de Egipto, le motivaban y apoyaban.
- ¡Vamos, Sobek-sama! ¡Usted puede!
- ¡Usted es el nuevo Poseidón!
- ¡Carga con el nombre del Tirano de los mares!
- ¡Usted es el gran Dios de Dioses!
- ¡D-O-D! ¡D-O-D! ¡D-O-D!
El par de Dioses egipcios en las sombras sonreían con gran fervor y entusiasmo, gritando sus mejores palabras de apoyo para el cocodrilo.
- ¡Vamos Sobek! - la Diosa vaca parecía estar a punto de llorar por la emoción - ¡Tú puedes, tu puedes! ¡Tú puedes, tu puedes!
- ¡Sigue, cocodrilo! - le acompañó el Dios halcón - ¡Muéstranos esos estúpidos fetiches tuyos! ¡Y gana este combate!
Sobek alcanzó a escuchar las voces de ambos Dioses y sonrió para si mismo sintiendo gran alivio.
« Hathor y Khonsu... Ustedes 2... Si que vinieron a verme... ¡En ese caso, no voy a defraudarlos! ¡Nunca me lo perdonaría! »
Sobek se lanzó hacia Jingū con un segundo salto, mientras preparaba su Mano del faraón. Ella volvió a responder con sus instintos, dando un segundo salto hacia la izquierda. Sin embargo, el impulso con que salto fue mayor que antes, tanto que rodó por la plataforma destrozada hasta llegar a la orilla.
El suelo agrietado, junto con las piedras que se asomaban en todo el círculo de la arena, le provocó con gran dolor que casa parte de su cuerpo, acompañado con las muchas heridas que ya tenía en todos lados por estar peleando contra Sobek.
En cuanto terminó de rodar, se levantó del suelo con lentitud y dolor en todos lados, forzando a su brazo derecho para usarlo como apoyo y apretando el mango de su espada con la mano izquierda.
Respiró profundo y repetidas veces con su boca, al grado de que incluso respirar era doloroso. Su mano izquierda parecía ser una con el mango del arma, pues en ningún momento soltó el pedazo de arma en sus manos.
Sobek volvió a mirarla, y negó con la cabeza como si estuviera jugando.
- No, no, no. Majestad, muy mal, muy mal... - suspiró el cocodrilo al tiempo que bostezaba - Está perdiendo muchos puntos para su trono... A este paso tendré que convocar elecciones.
Jingū respiró con cansancio, y volvió a dirigir su mirada a la espada rota en su mano, con pensamientos llenos de desesperación.
« Señorita Hrist... Señorita Hrist... ¿Aún está ahí?... ¡Por favor responda! ¡Señorita Hrist! ¡Señorita Hrist! »
- ... - Geir miraba con mucha impaciencia, mientras su cabeza le daba vueltas una y otra y otra vez - No se porque sigo dudando... ¡Ella ha llegado tan lejos! ¡Puede continuar y terminar!
Apretó sus manos, y la idea que tanto tenía plantada en su cabeza finalmente salió a relucir por medio de sus labios.
- ¡Tiene a la hermana Hrist como volund! No lo acepto, pero lo hizo de todos modos. - sonrió con confianza - Solo... solo requiere el re-volund. Es todo lo que necesita. - dirigió sus manos entrelazadas hacia su pecho - Vamos Jingū. Haz el re-volund, haz el re-volund...
Sobek permaneció quieto en su sitio mientras mientras Jingū trataba de comunicarse con su valkiria, cada vez con más y más desesperación que se empezaba a visualizar en el rostro y la expresión de la mujer.
- ... - Jingu apretó la espada, sin respuesta alguna, y por lo cual tuvo que usar también su otra mano, a pesar de que aún estaba en terrible estado.
- ¡La peleadora Jingū Kougou ha perdido su espada! Y después de esquivar los ataques de Sobek... ¡Ha llegado un momento de silencio! ¿Qué es lo que hará Jingū?
- ¿? ¿Qué le pasa? - Lífthrasir no entendía nada lo que veía en las expresiones y movimientos de Jingu - ¿Por qué sigue con su espada en mano? ¡Ya no le sirve de nada!
Mientras la menor hablaba y hablaba, la cabeza de Líf daba vueltas y vueltas tratando de encontrar sentido.
- Puede que esté dependiendo mucho de su arma, pero ya no debe. Ya la perdió.
- ¿Entonces?
- No se que debería hacer... ¡P-Pero debe hacer algo! ¡Solo se la pasa quieta como una estatua!
- ¡Si, si! ¡Jingu debe hacer algo!
El par de hermanas pensaron en varias cosas, y cada vez que le daban otro tiempo a meditar la situación, sus semblantes se ponían más tristes.
- Parece que no puede hacer nada más... - concluyó Líf con tristeza - La humanidad... ya tiene su segunda derrota...
- ... - Lífthrasir volvió a mirar hacia la arena, con tristeza.
Jingu sacudió su espada con desesperación visible, mientras trataba de halar con la hermana valkiria desde su mente. Y después de un largo rato en silencio, Jingū finalmente habló en voz alta.
- S-Señorita... Hrist... Responda...
- ¿? - las 2 hermanas escucharon aquello y se quedaron en blanco - ¿Eh?
Líf y Lífthrasir se miraron la una a la otra.
- ¿Hrist?
- ¿D-Dijo Hrist?
- ¿Estás segura?
Jingu volvió a hablar con miedo y desesperación.
- Señorita Hrist... dígame algo...
Las 2 hermanas volvieron a escuchar y se sorprendieron.
- ¡Dijo Hrist! ¡La hermana Hrist! Acaso...
Ambas hablaron a coro y abrazaron un tanto asustadas y emocionadas.
- ¡¡La hermana Hrist hizo volund con Jingū Kougou!! ¡¡La hermana Hrist está con Jingu peleando contra Sobek!!
Sobek se mantenía mirando los intentos de Jingu por comunicarse con la valkiria, y después de un largo rato de estar en silencio suspiró con molestia.
- Majestad, eso no debe hacerse - se rascó la cabeza con su mano libre - Los reyes siempre van un paso adelante, pero veo que usted perdió 2 escalones o más. No está lo suficientemente preparada... pero yo si...
Sobek dio un salto con tridente en mano, listo para embestir nuevamente a Jingū.
Geir cruzó sus dedos con desesperación, mientras Sasaki se asombraba de la situación. Ambos tenían el mismo pensamiento dentro de sus cabezas al ver dicho movimiento de Sobek, y fijaron sus miradas en Jingū como si por algún método pudieran comunicarse con telepatía.
« ¡Vamos Jingū! ¡Haz el re-volund! »
Por su parte, Jingū estaba paralizada frente a Sobek que se acercaba con gran velocidad, y con tantos sentimientos que cargaba agitó la espada con más desesperación que antes.
- ¡Señorita Hrist! ¡Por favor, hábleme! ¡Señorita Hrist!
El Dios cocodrilo llegó hasta la mujer y preparó una estocada que iba en dirección a la cabeza de la mujer.
- ¡Majestad! - exclamó Sobek mientras movía el tridente - ¡El pueblo la espera!
Jingu se asustó mucho tanto por sus palabras como por su acercamiento.
Temblando de miedo y muy asustada, solo pudo aferrar su mano izquierda al mango que aún sostenía y con un movimiento veloz y cargado con toda su fuerza movió el pedazo de espada y bloqueó el tridente de Sobek.
Los dientes del tridente chocaron con el fragmento de arma, que emitió un sonido seco por toda la arena. Debido a sus heridas y a la gran fuerza del cocodrilo, la mujer puso todo su esfuerzo en detener el movimiento.
Geir y Sasaki vieron la escena, y ambos quedaron boquiabiertos y confundidos mientras lo analizaban.
- ... ¿Eh?... E-El re-volund...
- ¡Jingū ha detenido el golpe de Sobek! ¡Aun cuando ya no tenga arma con que pelear, esta mujer no se ha dado por vencido aún!
Jingū trataba la espada con mucho cuidado, tratando de no hacerle más daño del que ya tenía, al mismo tiempo que también se concentraba en no salir más herida.
- ... ¿Es cierto... Majestad...? - Sobek dirigió sus ojos a la mujer, y tras unos segundos ambos cruzaron miradas, en donde ella pudo ver al cocodrilo sonreír como si fuera algún extraño pervertido - ¿Usted... aun no se da por vencido?...
La mujer miró con horror y cierto asco al cocodrilo, mientras seguía y seguía imponiendo toda su fuerza para bloquear el paso del tridente.
Sobek soltó una risa de diversión y decidió separarse de Jingū, dando un par de pasos hacia atrás. Tras ello, la mujer fue al frente por su impulso y casi cayó de cara en la arena.
Pero, tras estabilizarse, tomó su espada con las 2 manos y miró a Sobek de frente.
- ¡¡Jingū Kougou aún no se rinde!! ¡¡Está dispuesta a seguir peleando!!
En las gradas de la humanidad, el silencio y la quiten permanecieron mientras analizaban a la mujer que estaba dispuesta a pelear aún sin arma. Solamente un alma entre todas ellas emitió sonido alguno.
- ¡¡Vamos mamá!! - Oujin levantó sus manos con gran coraje y orgullo.
Por su parte, Sasaki en su lugar estaba confundido por la decisión de Jingū para no usar el re-volund, pero sacudió su cabeza como señal de que se despegaba de esos pensamientos.
« Seguramente tiene otro plan entre manos... No debo dudar de ella... pero... » Sin poder evitarlo volvió a pensar en ello « ¿Por qué no usa el re-volund? »
- ¡Furia del Nilo!
Las estocadas volaron en el aire, inundando todo espacio disponible para escapar como lo había hecho anteriormente.
Jingū se aferró a su arma y procedió a lanzar golpes por doquier, esquivando y desviando los golpes con poca eficacia debido al mal estado de su arma. Mientras, su mente explotaba en impaciencia y desesperación tratando de comunicarse con la valkiria.
« ¡Señorita Hrist! ¡Señorita Hrist! ¡Por favor, ayúdeme! »
- ¿¡L-La hermana H-Hrist está con Jingū!? ¿¡Acaso hizo el volund!? - Lífthrasir agitó los hombros de su hermana mayor.
- ¡Ya te oí! ¡Y también escuche lo que dijo Jingū! - exclamó Líf mientras se separaba de su hermana y trataba de calmar su cabeza después de haber sido tan agitada.
- ¿Y entonces? ¿¡Es cierto!?
- ¡Hermana, hemos estado juntas todo el día! ¡Lo que tu no sabes yo tampoco lo sé! ¡No sé si realmente lo haya hecho o no!
- Pero entonces... - Lífthrasir regresó la vista a la arena y sonrió ampliamente - ¡Aún hay esperanza! ¡Jingu tiene la posibilidad de hacer re-volund y recuperar su arma! ¡Si puede ganar!
- En ese caso... - Líf también se acercó y lanzó un grito al aire - ¡Vamos Jingū! ¡¡Haz el re-volund!!
- ¡Vamos! - ambas hermanas sonrieron a la par.
Usando aleatoriedad total en sus movimientos, Jingū agitaba la espada de un lado a otro. Y para la sorpresa de Sobek, conforme más pasaba el tiempo, el arma de la mujer emanaba un curioso resplandor púrpura que le permitía desviar todos los ataques del tridente.
« ¿Oh? ¡Eso de nuevo! » sonrió el cocodrilo « Eso mismo que uso cuando cortó mis escamas en 2... ¡Debo investigar que es exactamente! »
- ¡Eso no será suficiente, Majestad! - exclamó el cocodrilo, tratando de cmabiar el enfoque en Jingū.
Sobek dejó de atacar de frente y volvió a saltar en los aires hasta quedar sobre la mujer. Ella solo miró terror, al tiempo que apretaba la espada que gracias a la insistencia de Sobek ahora estaba en sus 2 manos. La mujer miró la espada con miedo.
- ¡¡S-Señorita Hrist!!
- ¡Quione-Tiro-Demeter!
Los golpes del tridente de Sobek se dirigieron en línea recta de arriba hacia abajo, justo en medio de la arena que era donde estaba Jingū.
Ella solo pudo aterrarse nuevamente al ver el movimiento del tridente, pero salvándola nuevamente su instinto actuó primero para defenderse. Y al momento en que las estocadas golpearon hacia ella, no pudo evitar soltar un grito de miedo.
- ¡¡Ahhhh!!
Los golpes perforaron en la plataforma hasta el grado de que las piedras que se surgían como escombros se levantaban y volaban en todas direcciones como meteoritos pequeño, mientras que el agua de la arena se agitaba a su alrededor con movimientos parecidos a maremotos ligeros.
El pedazo de metal que correspondía al arma de Jingu volaba de un lado a otro de la arena mientras que Jingu usaba toda su fuerza y voluntad en sus 2 brazos para aferrarse al mango de su arma y continuar bloqueando las estocadas del cocodrilo.
El continuo uso del Quione-Tiro-Demeter, junto a la gran fuerza que usaba Sobek, terminaron partiendo la plataforma en 2 partes, con lo cual el agua se filtró con mucha rapidez y fuerza e inundó toda la arena.
Jingū no lo había notado, hasta que las olas del agua le golpearon las piernas con tanta fuerza que la tiraron al suelo boca arriba, justamente cuando Sobek terminaba de usar su combo de ataques.
Aprovechando el impulso quenllevaba el cocodrilo, se lanzó directamente hacia las aguas de la arena, entrando con impunidad total con o si fuerza un clavadista profesional.
- ¡¡Después de su largo y mortal combo de ataques, Sobek ha decidido entrar al agua otra vez!!
- ¡Jingū! - gritó nuevamente Geir desde su sitio, combinando en sus palabras su esperanza y su impaciencia - ¡El re-volund! ¡Haz el re-volund!
Conforme pasaba el tiempo, Sasaki comenzaba a impacientarse, aunque se obligaba constantemente para que su cuerpo estuviera calmado. Por otra parte, su mente trabajaba con toda velocidad, especialmente en su Defensa de mil imágenes, buscando un solución viable para Jingū.
Y, sobresaliendo todas sus opciones, había una solución más fuerte que las otras.
« Vamos, Jingū, hazlo... Solo necesitas el re-volund... Haz el re-volund... »
Jingu giró su cabeza hacia todo su alrededor con mucha desesperación, tratando de encontrar al cocodrilo Sobek, pero el turbulento y violento movimiento de las aguas junto con la luz que constantemente reflejaba le nublaba toda la vista.
Entonces regresó la vista hacia la espada en sus manos, a la cual por enésima ocasión agitó con mucha impaciencia, a tal grado que las lágrimas comenzaron a asomarse en sus ojos.
« ¡Señorita Hrist! ¡Usted dijo que tenía todo bajo control! ¡¡Por favor, dígame algo!!... »
- ¡¡Jingū!! - en las gradas, Líf y Lífthrasir gritaban con todas sus fuerzas, usando sus manos como amplificadores - ¡Re-volund! ¡Re-volund! ¡Re-volund!
« Jingū... » las palabras cálidas y acogedoras de la valkiria Hrist rodearon su mente, y sin querer evitarlo la mujer sonrió llena de emoción y esperanza.
« ¡Señorita Hrist! ¡¿E-Está bien?! »
« S-Si... algo herida. Pero sigo bien... »
« ¿Q-Qué vamos a hacer? »
Repentinamente Sobek saltó del agua, trayendo detrás de él una enorme cantidad del agua que voló en el cielo a la par. Todos en las gradas se fijaron en aquello, y Jingu dejó de prestar atención a todos su espada para verlo.
- ¡¡Y Sobek salta una vez más, listo para usar el agua de la arena!!
La mujer se asustó y volvió la mirada a su espada.
« ¡¡Señorita Hrist!! ¿¡Qué hago!? »
Estando en el aire, Sobek movió el tridente en círculos una y otra vez, atrayendo el agua y formando un gran torbellino sobre si mismo. Miró un par de veces a Jingū, como si estuviera apuntando, y sonrió.
- ¡¡Ejército de lluvia!!
Tomando forma de pequeñas balas, el agua del torbellino voló por los aires en dirección a la plataforma, al igual que lo habían hecho las miles estocadas del tridente de Sobek.
Era igual que una lluvia mortal: cada una de esas gotas, tanto por el tamaño como por la velocidad, eran capaces de perforar y destruir de forma inmediata la plataforma sobre la que estaba Jingū. Y ella con mucho miedo y cerrando sus ojos, movió su espada infinitas veces para esquivar los golpes.
Pero, gracias a su creciente torbellino de emociones, el pedazo de espada que sostenía la mujer brillaba con el mismo resplandor anterior, lo cual provocaba que los golpes del pedazo de antemano fuera incluso capaces de repeler el agua; de hecho, también el movimiento fino aunque desesperado con que ella movía su arma eran ideales para "cortar" el agua.
- ¡Jingū está... cortando el agua! - Heimdall pudo notar aquello y quedó bastante sorprendido - ¡Puede cortar el agua aún con su arma destruida!
- ¿¡Eh!? ¿¡Eso es posible!? - preguntó Ares muy sobresaltado.
- ¡Por supuesto que si! - sonrió Atenea con emoción - ¡Ese es el verdadero poder de la bendecida de los Dioses!
Jingū movía su arma una y otra y otra vez; su determinación y desesperación estaban fijas físicamente, pero sus emociones hervían de manera descontrolada dentro de ella, junto con su conciencia poseída por el miedo y la desesperación. Todo aquello provocaban que la espada emitiera un brillo más claro y luminoso, lo cual deshacía con mucha más facilidad el ataque de Sobek.
« Jingū... ¡Hagamos el re-volund! » exclamó Hrist en el interior de Jingū « Así podremos terminar con Sobek de una vez! ¡Tenemos que hacerlo para recuperar la espada! »
« Pero yo... » Jingū trató de pensar, pero terminó por desesperarse aún más al grado de que perdió un poco el ritmo de sus movimientos y algunas balas de agua le hirieron.
Después de notar que su ataque ya casi no estaba surtiendo efecto, Sobek dejó de mover el tridente con que comandaba el agua, lo cual provocó que todo el torbellino cayera pesadamente sobre la arena, salpicando en todos lados. Después, aterrizó en lo poco que quedaba de la plataforma, y se dirigió hacia Jingu en un instante.
Ella trató de respirar para recuperar el aliento, pero ver a Sobek acercarse se lo impidió.
« Yo... ¡No lo sé! ¡No sé hacerlo! » la mente de Jingu se quedó paralizada.
- ¡¡Sobek nuevamente va cara a cara contra la samurai!!
Entonces Jingū miró a su espada.
- ¡Señorita Hrist! ¡N-No sé hacerlo! ¡No sé hacerlo!
Aunque dentro de Sobek le sorprendía que Jingū hablara a la espada, decidió ignorar eso y seguir de frente.
- ¡Jingū! ¡Re-volund! - Geir, Líf y Lífthrasir con palabras en boca mientras Sasaki con todo su corazón le rogaban y pedían a Jingu que usara el re-volund de una vez, para continuar el combate.
Para cuando Jingu dejó de hablar a Hrist y volvió a la realidad, Sobek ya estaba sobre ella, a punto de golpearla con su tridente.
- Majestad... - Sobek sonrió con emocion y diversión mientras hablaba - ¡Vamos Majestad!
Pero, entre tanta colección de palabras y acciones que esperaba el cocodrilo, lo que ocurrió fue completamente inesperado para el Dios.
De hecho, nadie esperaba esas palabras.
- ¡¡¡ME RINDO!!!
Jingu cerró sus ojos totalmente, al tiempo que levantaba sus manos extendidas, movimiento que a su vez arrojó el mango del arma a sus pies.
Ella se quedó completamente quieta y en total silencio que se podía escuchar el latir de su corazón y su respiración agitada y cansada, mientras todas sus emociones viajaban en su cuerpo infinitas veces.
Sobek había detenido su tridente justo a tiempo, dejando las puntas de su arma a escasos centímetros del rostro femenino de la peleadora. Su mirada, que anteriormente estaba llena de diversión, ahora estaba con un gesto de confusión e incredulidad.
Sus emociones de duda apenas le permitieron soltar una pregunta.
- ¿? ¿Qué... usted qué?
- ¿¡Ehhhh!? - Heimdall estaba boquiabierto, pero a pesar de sus emociones pudo continuar - ¡Jingū Kougou se ha... rendido! ¡Tira su espada al suelo y se rinde!
Geir estaba sin aliento, pudiendo únicamente llevarse las manos a la cabeza.
- ¿Qué?
- ¿¡Queeeeeeeeeeee!? - Por su parte, Lífthrasir y Líf gritaron de miedo y se miraron la una a la otra - ¿¡Qué diablos!? ¿¡Jingū Kougou se ha rendido!?
En las gradas de la humanidad, el shock era total. Oujin apenas podía creer lo que estaba viendo, y fue tanta su confusión que cayó de espaldas de su asiento.
- ¡Oujin-sama! - sus siervos lo atendieron de inmediato.
Sasaki de pie también estaba muy conmocionado y confundido por esa reacción tan rápida y frenética. Aunque su mente sufrió un dejavu, su shock no disminuía en lo absoluto.
- Ella... - Apenas susurró para si mismo - No... no puede ser... no puede ser...
La mujer seguía con sus ojos muy apretados y las manos en alto, mientras el silencio en la arena se disipaba con las primeras murmuraciones. Después de unos segundos, abrió levemente sus ojos, para llevarse la sorpresa de que Sobek también estaba quieto en su sitio, y de que el tridente seguía apuntando a centímetros de su rostro.
- ¿Qué...? - volvió a preguntar el Dios cocodrilo, asombrado e incrédulo - ¿Qué... qué dijo...?
- ... Yo... - susurró Jingū, con miedo en sus palabras. Después volvió a cerrar sus ojos y gritó con más fuerza - ¡¡Me rindo!! ¡¡Me rindo!!
Después de volver a ir oír dicha declaración, Sobek solo pudo sorprenderse aún más.
- ¿Qué? ¿S-Se rinde?
Los labios de la mujer comenzaron a temblar visiblemente, mientras ella mantenía su postura de rendición.
Sin recibir respuesta alguna, Sobek retiró su tridente y con un único movimiento logró clavó en el suelo. En cuanto sintió aquel alivio, Jingu respiró profundo y cayó al suelo de rodillas, con apenas fuerzas para que sus manos la mantuvieran firme.
- Yo... no puedo... - tartamudeó Jingū en voz baja, mirando al suelo - No puedo... hacer esto... No puedo... ¡Me rindo! ¡Me doy por vencida!
- E-Eh... - Heimdall miró hacia las gradas de los Dioses principales para obtener respuesta, pero ellos estaban igual de confundidos, por lo que prosiguió - ¡J-Jingu Kougou se rinde por tercera vez...! Esto es... eh...
- ¿¡Queee!? - Atenea se levantó de su lugar muy confundida, y también expresando molestia - ¿¡Jingū se ha rendido!?
Ares tampoco entendía nada de lo que pasaba, pero al ver que su hermana menor con debilidad, decidió fingir seguridad y orgullo para hablar con altanería.
- Cómo era de esperarse. Ella no es rival para Sobek.
- ¡! - Atenea solo mostró un puchero de enojo ante su hermano mayor, antes de volver la vista a la arena - ¡No lo entiendo! ¡Ella es muy poderosa! ¡Es una emperatriz con el favor de los Dioses! ¡Incluso pudo cortar el agua hace unos momentos!
- Si, tienes razón - respondió Hermes - Le estaba dando un buen ritmo a la pelea. ¿P-Por qué se rinde?
- Solo hay una explicación - volvió a refutar Ares con orgullo - ¡Los Dioses somos superiores a la humanidad! ¡Y este combate lo demuestra!
Atenea simplemente se quedó en silencio, mirando una y otra vez a la arena.
Y antes de lo previsto, las gradas de la humanidad nuevamente cayeron en quejas y abucheos.
- ¿En serio? Esto debe ser una broma.
- ¿Para esto mandaron a una mujer?
- ¡Sabía que era una mala opción!
- ¡Manden a un verdadero peleador!
- ¡Gracias a ella, tenemos nuestra segunda derrota!
- ¡Ella nos ha traído a nuestra extinción!
Jingū escuchó lo que decían detrás suyo, y solo pudo apretar los puños con rabia e impotencia mientras sus ojos lloraban. Sobek estaba en silencio y de pie, con la mirada pérdida.
Nadie podía decir nada positivo a la mujer. Solamente estaban quienes la criticaron con todo el peso de su enojo, y quienes se callaron aún bajo el efecto de la conmoción, como Geir, Sasaki y Oujin.
Líf y Lífthrasir eran las excepciones en las gradas, quienes corrían de un lado a otro en el palco tratando de entender lo que ocurría.
- ¿¡Qué pasa!? ¿¡Por qué se rindió!?
- ¡¡No lo entiendo yo tampoco hermana!!
- ¡Esto... está fuera de nuestros planes!
- ¡Ahhhhhhhhhh!
Heimdall tomó su teléfono y llamó a Thor para encontrar un respuesta. Respondió más rápido de lo que esperaba.
- ¿Si? ¿Thor-sama?
- Soy la Diosa Syf. Mi cariño... está indispuesto en este preciso momento por esto.
- ¡Oh señora Syf!... ¿Qué hacemos? Nunca había ocurrido esto. No sé qué hacer.
- ¿Acaso no es obvio? La victoria es de Sobek. Declárala de una vez.
- ¿Si? ¿Segura?
- Es mucho más fácil. De lo contrario, tendríamos que hacer mucho papeleo.
- Si, tiene razón. De acuerdo, muchas gracias... - Heimdall terminó su llamada al momento que su tableta vibró y le asustó - ¡Kyaaa! Oh, eso es de la administración... - comentó en voz baja mientras leía el mensaje - ¿Eh?
Sobek vs Jingū Kougou
Duración del combate: 10 min. 47 seg
Rendición de Jingū Kougou
Ganador: Sobek
2 - 0
- ¿Oh? La administración y la señora Syf aceptan esto, así que... - levantó su Gjallarhorn y habló en voz alta para todos - Bien, tras este evento, los anfitriones del segundo Ragnarok han dado su respuesta. - levantó su mano hacia Sobek - La victoria de la segunda ronda del Ragnarok es punto a favor de-
- No.
La voz de Sobek sonó mucho más arrogante y terrorífica que antes, tanto que Heimdall dejó de hablar de inmediato, aunque no fue el único.
En ambas partes de las gradas, también se guardo silencio total ante esas 2 letras pronunciadas por Sobek. Únicamente Hathor y Khonsu miraron con atención y curiosidad sin sentirse inferiores.
Sobek dobló sus piernas y pesadamente se sentó en el sueño frente a Jingu haciendo que la mujer se asustaran levemente por el movimiento brusco. El cocodrilo miró a Jingu, pero sin mostrar confusión ni enojo sino un interés genuino.
- ¿Señor Sobek? - preguntó tímidamente Heimdall.
- No, Heimdall - respondió de inmediato el cocodrilo - No acepto esta victoria.
- ¿¡Ehhhh!? - Osiris, Isis y Horus se sorprendieron mucho por su declaración.
- Mejor dicho, no la acepto así. - Dicho esto, se dirigió a la mujer con mucha calma y cortesía - Majestad, míreme.
- ¿? - sorprendida por el tono y las palabras del cocodrilo, Jingū levantó su vista llorosa - ¿Eh?
- Majestad, no acepto su rendición.
- Eh... Pero yo...
- No la acepto. Ahora mismo explíqueme... ¿Por qué se ha rendido?
Todos en las gradas se quedaron callados, mientras prestaban atención. Todos los presentes pudieron concordar, mediante miradas y murmullos, que querían conocer esa respuesta.
Jingū se quedó callada, mientras bajaba nuevamente el rostro para mirar sus manos en el suelo, como si tratara de calmarse.
- Es que... yo... - suspiró profundo, sin tener mucho éxito para relajarse - No puedo... No puedo hacer esto...
- ¿Hacer qué? - le interrogó el cocodrilo.
- ¡Salvar a la humanidad! - exclamó al instante que se llevaba las manos a la cara para cubrir su vergüenza - ¡No puedo hacerlo! ¡Es imposible para mi!
Jingu sollozó en voz baja, mientras el cocodrilo permanecía en silencio, esperando más de la respuesta de Jingu.
- .... Yo no debería estar aquí... - habló nuevamente - Yo no soy la gran emperatriz que todos han visto... solo soy... una chica de campo...
...
Año 191 d.C.
Un dojo muy pequeño y escaso para espadachines. En este, se encontraban 10 jóvenes adolescentes entrenando, y entre ellos había un personaje muy particular. Se trataba de la única mujer en el dojo; Okinaga Himiko, de 22 años de edad en aquel entonces. Con el pasar de los siglos, sería mejor conocida como Jingū Kougou.
- ¡Okinaga, al frente!
La joven pasó al frente de los demás, para quedar cara a cara con el maestro que le daba clases de espadachín. Ambos sostuvieron sus armas, palos de madera, listos para comenzar su duelo de entrenamiento; Himiko respiró hondo, recordando todas sus lecciones, y entonces comenzó el ataque.
Ambos golpearon sus armas repetidas ocasiones. El maestro del dojo atacaba constantemente, mientras Himiko se enfocaba en defenderse en todo momento.
Pero, la diferencia de experiencia y habilidad con la espada entre ambos era enorme. Tras casi un minuto de combate, Himiko fue derrotada.
- Okinaga, debes seguir entrenando - Habló su maestro con cierta decepción en sus palabras - A pesar de que has mejorado, nunca aguantas más de 2 minutos en combate.
- ... Si, maestro... - respondió Himiko, respirando con agitación por el entrenamiento.
Detrás de ellas, los otros jóvenes de dojo se rieron en voz baja, además de que también pudo escuchar algunos comentarios con respecto a su habilidad por ser mujer. Internamente se desanimó, pero por fuera seguía mostrándose firme.
Un par de horas, el entrenamiento finalizó. Los jóvenes salieron del dojo y se fueron a sus casa, y el maestro detuvo de último momento a la joven.
- Okinaga, quiero hablar contigo.
- ¿Eh?
- Ven.
Ambos fueron a un extremo del dojo, y en cuanto uno de los ayudantes cerró el dojo, el maestro tomó asiento en el suelo, y Himiko le imitó.
- ¿Qué ocurre?
- Debo informarte que estás fuera del dojo.
- ¿Eh? - Himiko no reaccionó al momento, pero tras pasar esas palabras de nuevo en su cabeza, se asustó y levantó de inmediato - ¿¡Queeee!? ¿¡Por qué!?
- No estás mejorando en lo más mínimo. Llevas en este dojo casi 16 años, y sigues usando tu espada como si tuvieras 6 años. No puedo mantenerte aquí con esos resultados.
- ¡Por favor, no me eche! - Himiko de inmediato inclinó el rostro al suelo - ¡No me saque de aquí! ¡Se lo ruego!
- ¿Y cómo quieres que te crea si no mejoras? ¡Tienes mucho potencial, pero tus dudas son mayores!
- ... - Himiko reflexionó a ello - Si. Soy demasiado cobarde.
- ¿Por qué?
- Porque temo fracasar, maestro. Mi padre... era un buen espadachín. Quiero que su orgullo se pose en mi, pero... no soy fuerte como él, y siempre dejo que las opiniones de otras personas me perjudiquen. No soy como él...
- Y no necesitas ser igual a tu padre para que él se sienta orgulloso de ti. Puedes hacer cualquier otra cosa para-
- ¿Qué cosa puedo hacer? ¿Una joven tan débil y cobarde como yo que puede hacer para que mi padre se sienta orgulloso de su hija?
El silencio reinó en ambos. Y rápidamente Himiko volvió a levantar su rostro, mostrando alguna lágrimas en sus mejillas.
- Por favor, no me eche. Trabajo muy duro con mis padres para tener el dinero suficiente y pagar sus clases. Yo... quiero seguir haciendo esto. Por favor, no me dé la espalda.
El maestro se quedó pensando un poco en ello. Se rascó la cabeza antes de hablar.
- Está bien. Puedes quedarte...
La sonrisa en los labios de Himiko se dibujaron de inmediato.
- ¡Gracias, maestr-!
- Con la única condición de que... - el maestro aclaro rápidamente - En un mes quiero verte como la espadachín que ha estado aquí 16 años. De lo contrario, incluso frente a los demás alumnos, te sacaré, ¿De acuerdo?
- ¡Si! ¡No le decepcionaré!
La joven se levantó y quiso darle un abrazo a su maestro, pero rápidamente él se lo impidió.
- Dejemos eso cuando hayas pasado mi prueba dentro de un mes. Puedes retirarte.
- ¡Si maestro!
Después de ello, la joven se despidió y regresó a su casa con una sonrisa radiante en el rostro. Aunque, las palabras de su maestro le hicieron eco.
- No necesito... ser igual a mi padre... - frunció su rostro mientras pensaba - Pero, entonces... ¿Cómo lo haría sentir orgulloso de mi?
La chica viajó por el pueblo hasta los campos de sembrado que estaban en las afueras. Divagó un poco en el lugar hasta llegar a un campo fangoso, en donde se encontraban un par de adultos casi ancianos sembrando en el suelo.
- ¡Ya llegué!
- ¡! ¡Himiko!
Su madre, Kazura Hime, salió del campo y se limpió manos y cuerpo con cosas toallas que tenía.
- Ya volviste del dojo, ¿Cómo fue tu entrenamiento?
- Estuvo... bien - sonrió la chica con sinceridad - Cómo siempre: desafiante y agotador.
- Me encantaría darte un abrazo hija... - habló su madre, mientras seguia manchando de fango en su cuerpo - Pero... estoy muy sucia.
- ¡No importa! Yo también estoy sucia por entrenar.
- ¡Claro que importa, jovencita!
Intervino el padre de la chica, Okinaga Nosukune, quien estaba sembrando unas pequeñas hierbas en el suelo fangoso.
- ¡No deberías estar aquí! - exclamó con cierta molestia - Deberías estar en la casa, alistándote para Ameno-sama.
- ¡Es cierto, hija! Ameno-sama vendrá hoy - concordó Hime.
Ante ello, Himiko solo suspiró con cierto fastidio.
Ameno-sama, de nombre completo Ameno Hibiko, era un muchacho más conocido por ser parte de la familia real del reino de Silla.
Hace un par de años, Ameno instaló una residencia temporal en Japón para discutir asuntos diplomáticos con el emperador, y en su estancia conoció a Himiko, de quien se enamoró obsesivamente.
Desde entonces, Ameno se ha dedicado a tratar de enamorar a Himiko para casarse, pero ella comenzó a conocerlo y se dio cuenta que no era el tipo de chico que le gustaba.
Y aunque en esos 2 años trató de convertirse en una chica imposible de conquistar, la aceptación de su padre ante esta situación hacían que las cosas estuvieran muy complicadas para ella.
Himiko pensó un poco, y sonrió con una idea.
- ¿Puedo ayudarlos con el negocio?
- Ya nos ayudaste toda la semana. Hoy es tu día libre para ir con Ameno-sama - exclamó Nosukune.
- Pero... De verdad quiero ayudarlos.
- Hijas, ya debes estar muy cansada por tu entrenamiento en el dojo...
- ¡Pero no estaría cansada si se quedara en casa todo el tiempo! - exclamó enfadado Nosukune - ¡Allí es donde debería estar una joven como tu!
Himiko quedó en silencio por las palabras de su padre; dentro de sí, un sentimiento de desilusión creció en gran manera. Bajo la mirada y aceptó en voz baja.
- Si, padre. Iré a casa para alistarme.
Hime notó la tristeza en Himiko y habló en voz alta.
- Te acompaño, hija. Para ayudarte con tus vestidos.
- De acuerdo, vayan las 2 - concluyó Nosukune, sin desviar la mirada.
Hime terminó de limpiarse el fango en sus manos y de inmediato acompañó a su hija el viaje de vuelta al pueblo y a su casa.
- ... - Himiko estuvo en silencio, y se pues de un rato habló en voz alta - ¿Papá me odia?
- ¿Qué? ¡No, claro que no! - exclamó Hime - No es eso. Es solo que... está frustrado de que no tengamos un hijo varón. Siempre ha querido tener uno.
La chica ya conocía de antemano es respuesta, puesto que tampoco era la primer vez que hacia es pregunta. Pero, recibir las mismas palabras aun eran dolorosas para la chica.
- A pesar de todo, nunca dudes de su amor - sonrió Hime, abrazando a Himiko por un costado - Él siempre te amará, puesto que eres su hija, al igual que yo te amo. Ambos te amamos con todo nuestro corazón. Puede que lo mostremos de muy distintas formas, pero eso es lo que sentimos por ti.
Himiko sonrió con calidez al escuchar eso.
- Gracias, mamá.
- ¿Himo-chan?
La voz varonil surgió tan de repente en su momento madre-hija. La joven volteó al frente, mientras que en su interior deseaba que la tierra se abriera para llevársela de allí.
A un par de metros, estaba Ameno Hibiko, príncipe del reino de Silla, luciendo vestimentas típicas de la realeza y acompañado de un pequeño grupo de criados.
- ¡Ameno-sama! - Hime inclinó la cabeza de inmediato, y Himiko se vio obligada a hacer lo mismo.
- H-Hola... Ameno-sama...
- ¡Himo-chan, ya te he dicho que no es necesaria la formalidad conmigo! Puedes llamarme Hibiko-sama.
- S-Si...
- ¡En fin! - el príncipe se acercó indistintamente - ¿Qué haces en estos sembrados? ¿Por qué estás tan sucia?
- ¡Discúlpela, Ameno-sama! - se excusó Hime rápidamente - Ella acaba de regresar de actuación lecciones como espadachin-
- ¿Espadachín? - Hibiko sin dudar se burló de ello - ¿Himo-chan está entrenando para ser una espadachín?
Hime iba a hablar, pero Himiko interrumpió mientras forzaba una sonrisa de amabilidad.
- ¡No, para nada! Es... la forma en que le decimos... en mi familia... ¡Para ayudar a los sembrados! Es una costumbre familiar.
- ¡Ya veo! - rió divertido.
Después de ello, Hime intervino.
- Permitanos unos minutos, y ella estará listo para que esté con usted en su cita.
- ¡No hay apuros! - habló Ameno - Mis criados pueden encargarse de Himo-chan ahora mismo.
- ¡N-No! - rápidamente negó la chica, y antes de que hubiera algún malentendido se corrigió - Quiero decir... Me gustaría tener un momento con mi madre, si me lo permite, Majestad.
Ameno se quedó un momento serio, y al cabo de un rato aceptó hablando con soberbia.
- De acuerdo... ¡Pero recuerdo que no soy muy paciente!
Dicho esto, ambas siguieron su camino hasta llegar a su hogar, y de inmediato Hime comenzó a desvestir a su hija.
- ¡Vamos, hija! El príncipe de Silla no nos esperará por mucho.
- Si, mamá.
- Hija... - De momento recordó lo que paso hace unos segundos y se acercó a preguntarle a su hija - ¿Por qué no aceptaste que Ameno-sama cuidara de ti?
- ... - « ¿Es esta? ¿Está será mi oportunidad para confesar que todo esto yo... no lo quiero? ¡P-Puedo liberarme de esto! » - Es que... yo...
- ¿Qué pasa hija? Cuéntame.
Himiko comenzó a reunir fuerzas dentro de sí para hablar y sacar toda la verdad con respecto a Ameno Hibiko. Incluso comenzó a sentirse impulsada a decir que la espada que tanto entrenaba era únicamente para que su padre se estuviera orgulloso, pero que no había mejorado y que incluso casi la sacaban del dojo.
Pero, un pensamiento momentáneo golpeó su cabeza y la hizo cambiar de opinión totalmente. Tras ello, solo sonrió con felicidad fingida.
- Nada, no es nada. Solo que... me sentí nerviosa con esa petición. Y preferí estar contigo...
- Querida... - Hime sonrió y abrazó a su hija - ¡Cuan rápido creces, mi pequeña Okinaga Himiko! Aún recuerdo cuando eras una pequeña bebé en mis brazos... ¿Te he contado la historia de tu nacimiento?
- Si, mamá. Siempre que tienes oportunidad, me la cuentas.
- Porque fue... El mejor momento en esta familia - sonrió Hime - Por 6 años esperamos el nacimiento de nuestro primer hijo. Y entonces tu naciste.
Himiko se sintió acogida con el sentimiento amoroso que destilaba su nadie, por lo cual correspondió al abrazo. Ambas estuvieron así un rato, hasta que Hime se separó de Himiko y siguió arreglando a su hija.
- No hay tiempo que perder. Ameno-sama nos sigue esperando.
- Si, madre... - respondió Himiko.
La chica terminó de ser bañada y vestida por su madre, cargando joyas y ropas en que sus padres habían gastado casi todo su dinero para esas ocasiones en que el príncipe las visitaba.
En especial, la madre se encargó de darle un collar muy peculiar que tenía bien guardado: un collar con 2 piedras blancas, pequeñas y lisas.
- ¡Toma este también! - su madre lo puso decorativa para sostener el cabello de Himiko - Este es el más especial de todos.
- ... - Himiko veía en el espejo como su madre ponía dichas piedras en su cabello, y no pudo evitar soltar una pregunta - Madre, si son tan importantes... ¿Por qué dejas que yo las use tan a la ligera?
- No son a la ligera; son para que Ameno-sama pueda verte mejor. Además, es la bendición de los Dioses sobre ti.
- ¿Eh?
- Es una historia que nunca antes te había contado - sonrió Hime - Aprovecharé estos momentos para contártela.
» Durante nuestros 6 años esperando que tu nacieras, visite un tempo sintoísta. Allí, hice muchas plegarias a los Dioses, esperando su respuesta para que me concedieran la bendición de un hijo. Estuve en ese templo por casi un día, y después comencé a visitarlo todos los días por un año.
» Entonces, un sacerdote de ese templo me dio como obsequio estas piedras. Al principio pensé que sería... Un regalo, por tanto insistir en ir allí, pero me explicó lo que en verdad eran.
» Estás piedras son la bendición de los Dioses. Según un mito de hace unos cuantos siglos, existía un antiguo Dios que ayudaba a la gente, sanando sus dolencias y curando las de enfermedades, trayendo alegría y prosperidad a los pueblos y naciones. En sus propias palabras... "repartía la fortuna"...
» Según dice, estas piedras fueron sacadas de un lago donde él derramó sus lágrimas después de haber cumplido su trabajo. Estas piedras tienen en su esencia la última fortuna que derramó ese Dios sobre la humanidad, y han pasado de manos en manos por 700 años, hasta llegar a ese templo que se dedicaba a las ofrendas en honor al Dios de la fortuna...
» El dijo que, después de ver tanta devoción y esperanza en mi sobre mis plegarias, esperando que fueran respondidas, decidió darme aquellas 2 piedras con la creencia de que recibiría la fortuna de los Dioses, su bendición, para que se me concedieran mi deseo...
» Y casi un año después de ese acontecimiento, fue tu nacimiento. Al parecer, estas piedras de la fortuna de los Dioses realmente funcionaron, y... cuando seas mayor, este casada, con hijos y comiences tu nueva vida... Esas piedras serán para tu familia, para que seas... la bendecida de los Dioses...
Himiko se quedó en silencio, escuchando y prestando atención a toda la historia. Aunque le parecía algo extraño y, hasta cierto punto absurdo, escuchar a su madre hablar con tanta felicidad y esperanza era aquello que le permitía soportar sus momentos más difíciles.
Sabiendo el significado de aquella piedras que le trajeron consuelo a su madre, decidió aceptar recibir ese collar para recoger su cabello.
Mientras terminaba de arreglarse, Himiko recordó el mismo pensamiento que detuvo su boca de decir la verdad que guardaba:
« Si hago esto, aunque no quiera, mis padres estarán felices y orgullosos. Es lo único que importa... »
ASFD
...
Recordatorio: La publicación de capítulos es cada 21 días.
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