Capítulo 6: Dos Reyes
1
- La- La ganadora de la primera ronda del Ragnarok... -Anuncio temeroso Heimdall- ¡ES LA REPRESENTANTE DE LOS HUMANOS, HUA MULÁN!
La Humanidad gritó en forma de alabanza.
- ¡BIEN HECHO, MULÁN! -gritó con todas sus fuerzas Yao, saltando de alegría junto con sus amigos.
El general Ping la miraba sintiendo un gran honor.
- Sabía que podías vencerla -dijo.
Sus padres suspiraron de alivio y lloraron de alegría al ver que su hija había sobrevivido.
- ¡Ganó! -gritó saltando Fleck.
- ¡Sí! -contestó Geir saltando con su hermana- Pero... Fleck, necesito que bajes a auxiliarla por favor y llévala a la enfermería.
- ¡De acuerdo! -contestó y se fue.
Mulán seguía de rodillas jadeando sin dejar de ver el lugar donde murió su oponente, asegurándose de que no volvería para matarla, ya no podía más y si regresaba, estaría totalmente a su merced. Después del grito de victoria logró calmarse y suspiró.
Heimdall anunció su victoria y levantó la mirada, sonrió, quiso levantar su puño al cielo en señal de victoria, sin embargo, el dolor de su hombro izquierdo no se lo permitió. Miró al público humano, sabía que entre la multitud estaban sus amigos y sus padres, no pudo divisarlos, pero aun así les dedicó una gran sonrisa con lágrimas con el ojo bueno que le quedaba.
Mulán quería levantarse pero no podía, ya no le quedaban fuerzas, empezaba a nublarse su vista, su cabeza le daba vueltas y se balanceaba de un lado a otro; estuvo a punto de caer de bruces pero Fleck -que había volado hacia ella- logró sostenerla.
- Hiciste un buen trabajo -Aunque Fleck la cargó con delicadeza, Mulán sintió un gran dolor.
En el podio de los dioses principales, Enlil veía cómo se llevaban volando a Mulán. Estaba iracundo, apretó sus puños con fuerza y rechinaba los dientes.
- ¡Esos malditos humanos! -gritó Enlil; recordaba cómo fue que su hija se ofrecía a participar en el Ragnarok asegurando que estaría bien- Me quitaron a mi hija...
Zeus pudo escuchar a Enlil, podía comprenderlo: él había perdido a dos de sus hermanos y un valioso amigo en la misma arena donde Ishtar murió.
- ¡Ese maldito Hefesto traidor! -se quejó Enlil- ¡De no ser porque intervino, mi hija estaría viva!
- Tranquilízate Enlil... -dijo casi susurrando Ereshkigal con la cabeza baja- Debes... Guardar tu compostura...
- Para ti es fácil decirlo... No perdiste a una hija.
Aunque lo que dijo Enlil era verdad, Ereshkigal sentía una gran tristeza en su corazón. Solo ella sabía todo lo que sufrió Ishtar a lujo de detalles. No le respondió nada a Enlil.
- ¡Pero esto no se va a quedar así! ¡Envíen a Gilgamesh!
2
Geir caminaba estoica a su sala personal para decidir quién sería el siguiente combatiente. En el camino se encontró con Hefesto, que estaba procurando evitar a los dioses a toda costa.
- Señor Hefesto... -Geir se inclinó mostrando respeto- Sus creaciones han sido de gran ayuda, gracias.
- Es todo un placer, -dijo halagado- sobre todo el hecho de dañar a los dioses... -sonrió- Es lo que más me satisface.
Ambos entraron a la sala y se llevaron una gran sorpresa. Un hombre encapuchado estaba dentro de espaldas viendo la lista.
- ¡¿Quién eres tú?! -Hefesto estaba por embestir al hombre, Geir lo detuvo.
El hombre tosió bruscamente y volteó.
- Señorita Geir... -empezó a hablar el hombre quien tenía un rostro desfigurado, lleno de llagas- Le pido por favor... -se arrodilló rostro a tierra con dificultad ante Geir y Hefesto- Que yo sea el siguiente en combatir... Ya que siento la muerte cerca...
El hombre hablaba entre suspiros.
Geir miró con compasión al hombre y se arrodilló junto a él.
- Levántese por favor, señor Balduino... -Geir tomó su mano que tenía un guante blanco puesto- Los reyes no deben arrodillarse ante nadie.
Ya en pie Geir tomó su teléfono e hizo una llamada mientras que Balduino se presentaba con Hefesto. Al poco tiempo llegó una valquiria.
- Querida hermana Geir, he llegado.
- Gracias por venir Hilda.
Hilda era la hermana mayor de Geir, la sexta en nacer. Era de complexión delgada y cabello ondulado, rubio; al igual que todas las valquirias vestía ropajes blancos con detalles de color azul marino.
- No es nada, hermana -contestó Hilda abrazando a su hermana tiernamente.
- Querida hermana, lamento mucho pedir que pelees de nuevo... Pero, ¿puedes dar tu vida a favor de la humanidad una vez más?
- Por supuesto hermana, con mucho gusto.
Hilda volteó a ver a Balduino quien las miraba en silencio, estaba maravillado por la belleza de Hilda. Hilda reconoció al instante al rey y se le acercó.
- Será todo un honor pelear junto a su majestad -Hilda tendió su mano.
- El honor es todo mío -contestó y estrechó su mano haciendo el volund*¹.
3
Un sol abrazador pegaba con fuerza el campo de batalla, era el medio día y después de un descanso de diez minutos la arena estaba lista para volver a ser utilizada. Heimndall habló.
- ¡Seguimos con el segundo combate del Ragnarok! ¡Representando a los humanos tenemos a un hombre nacido en el año 1161, durante la tercera gran cruzada! ¡Este hombre lideró al ejército de Jerusalén con una gran valentía ante el ejército musulmán! ¡El rey más respetado de Jerusalén! ¡ÉL ES BALDUINO IV!
En la entrada de los humanos una tropa de soldados cruzados formó una fila y cada uno se posó sobre una rodilla al recibir a su rey que montado en su caballo negro con armadura se acercaba al centro de la arena.
Balduino tenía una máscara plateada en el rostro, poseía una armadura de acero reluciente cubierta por una sobrevesta*² azul con bordes dorados, en el centro de esta había un escudo con el diseño de una gran cruz dorada dentro; llevaba una capa blanca que alcanzaba a cubrir su cabeza.
Balduino bajó de su caballo difícilmente a unos metros de donde se encontraba Heimdall, acarició la cabeza del caballo y le indicó que volviera, el caballo y los soldados también se retiraron.
La humanidad lo miraba en silencio, los desconcertó el cómo fue que Balduino bajaba de su corcel.
"¿Ese hombre peleará en esta ronda?, No parece ser muy hábil..." Susurraron algunos humanos.
Al verlo, Ereshkigal emitió una pequeña risa.
Balduino caminó lentamente al frente, le temblaban ligeramente las piernas y al estar en el centro emitió un grotesco tosido.
Heimdall lo miró un poco confundido.
Hefesto y Geir miraban a lo lejos.
- ¿Estás segura de que ese humano puede pelear, Geir?
- Absolutamente -contestó con firmeza.
- Eh... -continuó Heimdall- En fin. ¡Ahora en representación de los dioses...! ¡UN HUMANO!
"¡¿Cómo que un humano?!" "¡¿Nos han traicionado?!" Gritaron asustados los espectadores, mientras que los dioses reían de la confusión de los humanos.
- ¡Así es damas y caballeros, un humano, pero no cualquier humano! ¡Hijo de Lugalbanda y la diosa Ninsun*³! ¡Llegó a gobernar con tiranía el reino de Uruk! ¡El ser humano con 2/3 de dios! ¡El semi dios más fuerte y que está dispuesto a vengar la muerte de la diosa Ishtar! ¡El QUINTO REY DE LOS SUMERIOS! ¡EL REY GILGAMESH!
Al igual que con Balduino, había una fila de personas a las puertas de la entrada de los dioses, no eran soldados, eran hombres y mujeres que tenían un aspecto deplorable, estaban desnutridos, tenían marcas de azotes en la espalda y estaban arrodillados rostro a tierra. De la oscuridad salió un enorme hombre moreno: vestía una armadura dorada que solo cubría su pecho izquierdo, el hombro derecho, tenía puesta una falda con un fondo de tela morado que le llegaba a los muslos, también traía rodilleras y espinilleras, tenía una corta capa morada y traía consigo un enorme sable de empuñadura dorada en la mano. Sus pisadas hacían cimbrar el piso.
Nadie lo ovacionó.
Antes de llegar al centro de la arena lanzó una mirada fulminante al podio de los dioses, especialmente dirigida a Enlil y Ereshigal, Enlil respondió con una mirada arrogante.
Todos miraban en silencio.
Cuando finalmente llegó al centro de la arena, uno de sus súbditos se acercó con miedo del lado derecho ofreciendo en una bandeja, un jarrón de vino, Gilgamesh lo tomó con violencia provocando que el súbdito se estremeciera. Después de haberse tomado el vino, Gilgamesh exhaló, se limpió la boca y lanzó el jarrón al suelo haciendo que este se rompiera.
Al ver a Gilgamesh Hefesto voletó a ver a Geir, esta vez se veía un poco preocupada.
Al estar frente a frente, Balduino pudo verlo mejor: Medía más de tres metros y medio, era increíblemente fornido, en la cabeza tenía una corona con un rubí en el centro, su cabello era negro y estaba formado en varias rastas gruesas que le llegaban a los hombros, tenía una barba grande y en ella había pequeñas gotas rojas del vino que tomó; la hebilla del cinturón de Gilgamesh tenía la forma de una cornamenta.
Gilgamesh le lanzó una estocada a Balduino y aunque Balduino logró girar a un lado, Gilgamesh logró cortarle el costado derecho.
Los humanos reaccionaron asustados y molestos.
- ¡Todavía no he dicho que inicien! -gritó Heimdall.
Balduino desenfundó su larga espada y la sostuvo con ambas manos frente a él. Estaba agitado, el ataque fue inesperado.
- Apártate... -Gilgamesh empujó a Heimdall- Tengo que acabar con esto pronto.
A lo lejos Enlil sonreía.
4
Un día antes del Ragnarok, los dioses convocaron a una junta en los Campos Elíseos a la cual asistieron todas las deidades de todas las culturas.
Amaterasu fue quien habló.
- Estamos aquí reunidos para elegir a los dioses que participarán en el Ragnarok... ¿Quiénes quieren participar?
Nadie habló, sabían que había un verdadero riesgo de morir a manos humanas. Ishtar rompió el silencio y fue la primera en ofrecerse.
- ¡Yo traeré la victoria a los dioses!
- Espera hija... -su padre Enlil (el más importante dios de la cultura sumeria) le tomó el brazo- ¿Estás segura de querer hacerlo?
- ¡Por supuesto! -volteó hacia Amaterasu- Yo, la diosa del amor, triunfaré en la batalla contra los humanos.
Enlil la vio orgulloso.
Artemisa, Sekhmet y Atenea también se ofrecieron a participar. Amaterasu escribía sus nombres en un pergamino.
- Yo también iré a la pelea -anunció una gruesa voz entre la multitud de dioses.
Todos voltearon, era Ares el dios griego de la guerra que tenía un semblante serio y totalmente comprometido, no había duda en su mirada. Zeus lo observó detenidamente, sabía que estaba deseoso de vengar a su viejo amigo Heracles y a sus tíos Hades y Poseidón. No objetó ni lo detuvo.
Amaterasu anotó su nombre junto con el de Seth y Tyr quienes también se ofrecieron.
De los líderes decidieron participar Amón, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli y Buda, sin embargo, cuando él se ofreció se armó un gran escándalo.
- ¡¿Cómo podemos confiar en ti si en el Ragnarok pasado te rebelaste?! -dijo furiosa Sekhmet.
- ¡Es verdad! -dijo Shiva señalándolo- ¿Qué garantía tenemos de que no nos volverás a traicionar?
- Todos merecen segundas oportunidades, y depende de cada quien decidir si las da o no. El que esté en esta junta aquí indica que me dieron una segunda oportunidad -Buda contestó ofreciéndole una bolsa de frituras a Zeus- Además... Presiento que algo terrible está por venir y solo yo puedo enfrentarlo...
Los dioses estaban intrigados, y acordaron confiar en Buda. Amaterasu escribió su nombre en la lista.
- ¿Alguien más? -Amaterasu veía a su alrededor para ver si se ofrecían más dioses pero no fue así, Ningún otro estaba dispuesto a correr el riesgo de morir- Solo faltan dos... Necesitamos a dos representantes más.
Nadie se ofreció.
Enlil reflexionó en lo que dijo Buda "Algo terrible está por venir", necesitaban a dioses que fueran lo suficientemente poderosos como para detener hasta el humano más fuerte, sin embargo Thor se negaba a participar una vez más por el respeto que le tenía a Lu Bu, Shiva está indispuesto y él ni de broma se metería. Se le ocurrió una solución.
Amaterasu estaba por sortear dos nombres cuando Enlil finalmente habló.
- Escuchen todos, sé que hay una probabilidad de ser asesinados y lo entiendo perfectamente... ¡Somos dioses!, ¡Nosotros no debemos morir! ¡Las demás criaturas son las que deben hacerlo por nosotros!... Así que propongo que utilicemos a los dos prisioneros más letales con los que contamos... ¡Gilgamesh y Sun Wukong!
5
Gilgamesh nuevamente atacó a Balduino, esta vez pudo protegerse con su espada, sin embargo los ataques de Gilgamesh eran tan potentes que Baldiino perdía el equilibrio ligeramente.
Todos los espectadores veían sorprendidos el combate, no obstante había algo extraño.
- Hmm... -Ereshkigal observaba con detenimiento.
- ¿Qué sucede? -Enlil preguntó sin apartar la mirada del combate.
- Es el humano... -contestó una voz gruesa por detrás de ellos.
Enlil volteó, detrás de ellos se encontraba parada una criatura con complexión humana pero demasiado delgada, era un esqueleto con piel roja y tatuajes azules, su rostro era el de un esqueleto, poseía un enorme penacho de plumas negras y por ojos tenía dos esferas doradas.
- Mictlantecuhtli... ¿Qué haces aquí?
- Vine a confirmar algo con Ereshkigal...
- ¿Qué cosa?
- Como sabrás, los dioses poseemos dones... Algunos pueden ver el futuro... Otros pueden cambiar de forma... Muchos otros pueden crear o destruir lo que quieran a su antojo... Ereshkigal puede leer las mentes y yo puedo quitar y brindar a otros de vida eterna... Sin embargo, los dioses de la muerte poseemos una mismo don aparte... Nosotros podemos ver la salud y la línea de vida de los demás..., así es cuando sabemos cuando va a morir alguien... Y ese humano estaba al borde de la muerte cuando llegó en su caballo...
- ¿Qué?
- El humano tiene lepra, -dijo al fin Ereshkigal- una enfermedad que poco a poco te consume y hace que no sientas dolor externo... Era obvio que la estocada de Gilgamesh no le afectara en lo más mínimo al humano, no obstante... Ahora que lo veo bien... Ya no está sangrando y poco a poco se mueve con más facilidad...
- Justamente por eso vine... Al principio pensé que mis ojos estaban engañándome... Quería saber si Ereshkigal también lo veía... Pero ahora está claro... Ese hombre le está tomando el pelo a la muerte.
Ereshkigal desvió su vista a Geir.
6
- Ah... ¿Qué sucede? -preguntó Hefesto- ¿Cómo es que el humano puede moverse así? Si cuando lo vimos moverse le era agotador.
- Es por Hilda -contestó Geir.
- ¿A qué te refieres?
- Cada una de las valquirias es especial. Hilda posee la habilidad de sanar a otros. A cada participante de los humanos les otorgué una Valquiria en específico para aprovechar el cien porciento de sus capacidades. Cuando conocimos al rey Balduino él estaba demasiado afectado por la lepra a tal grado que estaba a punto de morir... Y por eso Hilda era la indicada para acompañarlo en el combate.
- Ya entiendo. ¿Eso quiere decir que Hilda incluso está curando al humano de la lepra?
- Solo hasta cierto grado. Estamos aprovechando su enfermedad para que no sienta dolor de los ataques de Gilgamesh. Desde que Hilda y Balduino se unieron, Hilda se ha encargado de ir sanando poco a poco al rey hasta que llegar a la fase inicial de la lepra, dónde únicamente no sienta dolor exterior y no le afecte la lepra en su interior y no solo eso, sino que puede brindarle toda la energía que necesite el rey.
- Impresionante. Eso quiere decir que ahora el humano es invulnerable al dolor, con energía ilimitada y aparte con poderes de sanación.
- Prácticamente así es, sin embargo, también es un arma de doble filo... Mientras más energía y sanación le brinde Hilda al rey, se debilitará cada vez más. Por lo que Balduino tiene que acabar el combate pronto.
Gilgamesh acometió a Balduino con fuerza, Balduino detuvo el ataque, se mantenía firme y aplicaba toda su fuerza para no romper su guardia.
"¡Dalo todo Balduino!" Gritaban los humanos mientras que los dioses gritaban "¡Más te vale ganar Gilgamesh!".
Balduino al escucharlos se apartó de su contrincante.
- No cabe duda de que eres muy fuerte... -comenzó a decir el rey de Jerusalén- Pero, ¿Puedo saber por qué un rey humano le dió la espalda a los suyos y se puso del lado de los dioses?
- No estoy peleando porque apoye realmente a los dioses... ¡Yo los odio con todo mi corazón!, sin embargo... Ellos tienen algo que me arrebataron hace miles de años y prometieron devolverme si participaba...
Glosario
Volund: unión de almas entre una valquiria y un humano para crear un arma capaz de matar a los dioses.
Sobrevesta: Prenda de vestir parecida a una túnica que usaban los cruzados sobre sus armaduras.
Ninsun: Diosa Sumeria de las vacas.
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