Tu me salvaste

Dedicado a CristopherLucero

Es curioso como pueden cambiar las cosas de un momento a otro. En un momento dado puedes estar en la cima y al siguiente estar en el abismo más profundo. Pasar de ser el mejor día de tu vida a desear que todo fuera una pesadilla.

El segundo combate del ragnarok había llegado a su punto álgido, sus últimos compases. Agarrándose por la cabeza, lanzando puñetazos sin cesar, dejándose la vida en ello, el padre de la humanidad y el padre del cosmos desataban toda su energía en una lluvia de golpes. El rugido de ambos y el sonido los impactos de sus puños sobre el otro se mezcló con los ánimos de ambos bandos.

Más arriba de las gradas, en un pasillo aparte, las dos valquirias observaban el combate con nerviosismo. Brunhilde, la mayor, observaba a aquel hombre luchar por sus hijos, por su familia, por toda la humanidad. Un sentimiento familiar la hizo recordar el momento en que lo conoció, cuando ella era un poco más joven e ingenua, pero que seguía atesorando como uno de los recuerdos más hermosos de todos.

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- ¿Humanos?- Brunhilde preguntó ladeando la cabeza. Era la primera vez que oía ese nombre.

- Sí, es un nuevo proyecto que los dioses hemos decidido iniciar. Hemos creado por ahora a un hombre, llamado Adán, y tu serás la encargada de supervisarlo. Si sale bien, tu y tus hermanas seréis las encargadas de velar por su correcto desarrollo como especie.- Odín explicó con su habitual cara inexpresiva desde la silla de su despacho.

Brunhilde observó el documento. Supuestamente se había creado a este nuevo ente a imagen y semejanza de los dioses, con algunas características especiales. Eso automáticamente la hizo sentir algo de aversión. Si se parecía a los dioses no podía ser bueno, daba igual en que aspecto fuera. Intentó sin embargo mantener una cara seria.

- Si se me permite preguntar, ¿Por qué yo? Estoy segura que habrá otros dioses más capaces.-

- Hemos creado a este ser basándonos en nosotros mismos, pero hemos usado los mismos componentes con los que os creamos a vosotras. Será más fácil que no te perciban como un elemento hostil. Además, eres la más responsable de todas, seguro que lo harás al menos decente. Ahora vete, tengo más trabajo que hacer.- Odín dijo sin levantar la vista de sus papeles.

Brunhilde se marchó de la habitación con paso presto, dirigiéndose a su destino de misión. Menudo engorro. Por lo menos simplemente tendría que observar y anotar, trabajo fácil. Sin embargo, algo que le pareció curioso era que no habían puesto ningún tipo de descripción física, solo psicológica, ni tampoco ninguna foto. Era curioso, ya que casi siempre lo hacían. ¿Y si les había salido feo? Eso si sería gracioso. Creado a imagen y semejanza de los dioses, efectivamente.

Caminó hasta el espacio preparado para su estudio, el llamado "Jardín del Edén". Voló por todo el perímetro para encontrar al espécimen, pero solo encontró animales y árboles. Empezó a esperar que una de esas "habilidades especiales" no fuera hacerse invisible, cuando finalmente lo vio, recostado sobre la panza de un oso dormido, y agradeció que no fuera invisible. Era un hombre no muy alto, pero tampoco pequeño, delgado, con un cuerpo atlético, un pelo dorado y unos hermosos ojos verdes. Los dioses no le llegaban ni a la suela.

De repente, Adán levantó la cabeza violentamente. Ella pensó que la había visto, pero notó como dirigía su mirada hacia otro punto, solo para salir disparado en dirección a un árbol. Agarró al vuelo una rama, sobre la cual había un pequeño nido con unos huevos aún por nacer. Adán sonrió aliviado y colocó el nido de vuelta con cuidado en otra rama más gruesa, solo para darse cuenta que se había raspado las rodillas y la palma de la mano. Se acercó hacia el rio para lavarse, mientras se volvía a ver como un pájaro que supuso era su madre se acurrucaba con los huevos. esto lo hizo sonreír.

Brunhilde observó conmovida. No esperaba ver ese tipo de comportamiento, menos aún de algo que había salido de los dioses. Era un acto de bondad desinteresado, ¿cuando se había visto algo desinteresado salir de esos cabrones? Lo observó intrigada y fascinada, atraída por aquella curiosa criatura. Así pasaron los días, los meses y los años. Dentro de ella había crecido una admiración increíble y un gran respeto y aprecio por aquella criatura, gracias a su forma de ser tan despreocupada por si mismo y dispuesto siempre a ayudar. Algo que le llenaba el pecho de alegría y de atracción que la hacía pensar en él muy a menudo.  ¿Podía ser eso lo que llamaban amor? No estaba segura, pero quería estar con él de forma más cercana.

Desafortunadamente, eso sería imposible. Los dioses habían creado una compañera femenina, llamada Eva, increíblemente hermosa, incluso más que ella, con un carácter agradable y mucha energía. No podía competir con ella, y lo más importante, Adán se había enamorado de ella y ella de él. Eran felices, y por mucho que le doliera debía dejarlos serlo, incluso cuando ese sentimiento no fuera correspondido.

~0~

En el presente, en la arena de combate, el intercambio de golpes continuaba. Eva, Cain y Abel animaban a Adán desde las gradas, y este no se rendía. Poco a poco, golpe a golpe, Zeus empezó a recular, hasta que el intercambio pasó a ser una paliza unilateral. Adán golpeaba con todo, incluso con sus ojos dañados, con su cuerpo machacado, siguió dando golpes, uno tras otro, sin parar. Sin embargo, notó un tacto diferente cuando lanzó el último puñetazo y se detuvo. El contacto con la piedra del suelo. Se paró e irguió, sintiendo la sangre gotear de su puño y por sus ojos. No pudo ver lo que había pasado, pero el sonido de la multitud animando y de su querida Eva llorando de alegría lo convenció.

Había ganado.

Con cuidado, trató de andar, pero el cansancio combinado con la ceguera lo hicieron tropezar con lo que intuyó eran los restos de Zeus. Por suerte, notó como la pequeña valquiria que era su compañera lo recogía y lo ayudaba a andar, entre vítores y agradecimientos. Caminó por un pasillo largo hasta que escuchó la voz de un hombre.

- ¡Oh! Tu debes ser nuestro padre. Soy Nostradamus. No te preocupes, conseguiré que puedas ver a tu familia pronto.- Sonó amablemente el hombre.

Adán se tumbó en algo que era muy suave y blando y casi no pudo mantenerse despierto. Soñó con su Eva, en como iba a abrazar a sus hijos, y como iba a animar a sus otros hijos cuando salieran a combatir, desde el primero hasta el último.

~0~

Horas más tarde. Brunhilde caminó por los pasillos, con calma por la primera victoria de la humanidad y el hecho de que Adán estuviera a salvo. Sin embargo, había un mal presentimiento que la acechaba. Los dioses habían sido derrotados, perdiendo al más importante de todos ellos, y a manos del más odiado de todos los humanos. Incluso aunque las reglas lo impidieran, no creía que los dioses no tomaran represalias. Conocía demasiado bien a esos bastardos egocéntricos y tramposos.

Por el momento decidió comprobar si Adán estaba bien. Tenía algo de tiempo antes del próximo combate, además de que había quedado muy dañado, sobre todo en los ojos. Cuando llegó a la habitación, sin embargo, sintió una tristeza increíble emanando de ella. Llamó a la puerta con cuidado para ver si estaba todo bien.

- ¿Adán?¿Estas ahí?- No obtuvo respuesta alguna.

Giró el pomo de la puerta lentamente y se asomó dentro, y el espectáculo que encontró la hizo poner unos ojos como platos. Adán estaba de rodillas en el suelo, rodeado de tres pequeñas montañas de ceniza, mientras de su cara en shock caían lágrimas sin cesar. En dos de las montañas había restos de ropas antiguas, mientras que en la de en medio había unas hojas verdes y algunas flores. En las manos de Adán había una nota con un mensaje: "Este es el premio por salvar a muchos".

Brunhilde entendió entonces lo que había pasado y una furia incontrolable la llenó por completo. Los dioses solían ser ruines y mezquinos, pero aquello era una villanía más allá de lo que acostumbraban. Inmediatamente la idea de aquel dios tuerto dando la orden llegó a su mente.

- Los dejé solos.- Adán dijo con voz débil.- Debieron pasar mucho miedo, seguro que lloraron mucho, y yo no estaba allí.-

Brunhilde observó como aquel hombre que hasta entonces pareció invencible e inquebrantable se derrumbaba en un llanto desconsolado, mientras tomaba partes de la ceniza entre sus manos. No soportaba verlo así, no a él. Terminó arrodillándose a su lado, envolviendo sus brazos a su alrededor para intentar calmarlo.

- No fue tu culpa. Estabas destrozado después del combate, no podrías haber hecho nada.-

- Es extraño. Ni siquiera cuando fui creado, me había sentido tan solo, tan desamparado. ¿Con que así se siente perder a alguien?-

Se quedaron allí durante lo que parecieron horas, tratando de superar aquel momento. Tras el tercer combate, Brunhilde ayudó a Adán a viajar a la tierra, al lugar donde Eva y él habían construido su hogar tras salir del Edén. Una pequeña cabaña en una montaña boscosa. Adán enterró allí tres urnas con las cenizas de su esposa y sus hijos, y se despidió de ellos, jurando que no dejaría que sus muertes fueran en vano. Definitivamente, defendería al resto de sus hijos.

Tras esto, los combates se sucedieron, con alegrías y pérdidas, pero después de cada uno Brunhilde visitaba a Adán para ver como le iba. Le ayudó a recuperarse, a sanar sus heridas, a la vez que él la apoyó cuando un perdían un combate. Solo con él podía mostrar sus emociones, y ambos se sirvieron como apoyo el uno al otro. Sabían que en el otro tenían alguien en quien confiar.

Finalmente, el ragnarok terminó. En contra de todas las expectativas, la humanidad venció a sus creadores. Ahora era el momento de devolver a los guerreros a su lugar. Salvo uno.

- Hola. Parece que el torneo se ha acabado ¿Hemos ganado?- Adán preguntó al ver a Brunhilde aparecer por la puerta.

- Si. Hemos ganado, ahora todos volverán a su hogar.- Brunhilde dijo mientras se sentaba a su lado.

- Me alegro por ellos. Al menos pude proteger a mis hijos.-

Se quedaron en silencio por unos segundos, ambos sin saber que decir.

- ¿Y tu que harás?- Brunhilde finalmente preguntó.

- Ellos estarán bien. Ya no me necesitan, al menos no por ahora, y tampoco tengo a nadie con quien volver, así que no sé donde iré.-

- Siempre puedes quedarte aquí. Creo que le has caído bien a mis hermanas.- Brunhilde trató de ocultar sus verdaderas motivaciones.

Pero Adán ya se había dado cuenta, y compartía ese deseo. Quería empezar de cero, con ella. Apoyó su cabeza en su hombro, cerrando los ojos.

Juntos podrían ser felices.


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