Siempre fuiste tu

Dedicado a @__MFPANDORA

La ventana de sus habitaciones daba una gran vista de la gran ciudad de Asgard. La ciudad, rodeada por las murallas que habían resistido innumerables ataques, no había cambiado apenas en todos los milenios que había existido. Los edificios habían sido reconstruidos en algunas ocasiones, como en aquella en la que los gigantes atacaron, pero siempre se había conservado el estilo que Odin había ideado para ella, perfectamente ordenado además de hermoso. El señor del panteon nórdico miró con gesto impasible su ciudad, una de sus grandes obras, con las manos cruzadas tras la espalda. Siempre había recibido elogios por ella, siempre habían dicho que era algo que casi ningún dios podría haber logrado, y sin embargo Odin solo veía ladrillos y tejas, losas de piedra y vigas de madera, materiales. Había sido un trabajo, y lo había hecho bien, pero un trabajo al fin y al cabo.

Apartó la vista de la ventana y se dirigió hacia su escritorio. Tenía asuntos que atender, más ahora que aquella valquiria irritante había conseguido que los dioses aceptaran la estupidez de organizar el Ragnarok. La selección de los dioses que deberían representar al panteón nórdico era algo fácil de hacer, teniendo en cuenta que ya varios de los otros dioses habían puestos en la lista, por lo que Odin redactó el documento que lo colocaría a él, a Loki y Thor como los representantes del panteón nórdico en la lista. Su ojo sano repasó los nombres del resto de los demás participantes, esperando ver un nombre y a la vez deseando que no estuviera. Por suerte, no estaba allí, por lo que Odin suspiró y mandó llamar a sus cuervos.

— Envía este mensaje a Zeus y dile que los dioses nórdicos estarán listos para luchar. Y tu...— Se giró hacia el otro cuervo.— Haz llamar a Thor.

Ambos cuervos se marcharon volando. Unos minutos después, el alto dios pelirrojo entró por la puerta y se sentó en la silla frente al escritorio de su padre. Permanecieron en silencio durante unos segundos, manteniendo la mirada fría tan característica de ambos.

— Tu serás la vanguardia de los dioses. Se que no debo decírtelo, pero es tu deber ganar. Cuento contigo, hijo.

— Lo haré, padre.

Odin lo miró a los ojos otra vez, asintió y le  hizo un gesto para permitirle marchar. No necesitaban intercambiar más palabras que aquellas para entenderse. Unas pocas frases y una mirada transmitían todo lo que querían decirse y expresarse. Odin se quedó solo nuevamente en su habitación, revisando documentos y esperando que Munin volviera de su tarea, lo cual tardó algo más de lo que esperaba. Cuando el cuervo volvió aleteando apresuradamente, el señor de Asgard le lanzó una mirada fría e inquisitiva que hizo que se le erizaran las plumas de la cola al pico. No necesitó formular palabra alguna para que el pájaro entendiera lo que quería saber.

— Lamento mi tardanza, mi señor. Me he encontrado con... alguien, y he perdido la noción del tiempo— Munin parecía reticente a decir el nombre.

Odin frunció el ceño y Munin empezó a temblar. No era buena idea hacer enfadar al señor de los Aesir.

— ¡E-e-era el señor Hades! Me preguntó como me iba, si usted estaba bien y si podrían volver a hablar.

La habitación se quedó en silencio tras aquellas palabras. El rostro de Odin parecía haberse congelado en aquella mueca. Hugin y Munin se quedaron quietos, expectantes, esperando alguna palabra, un asentir de cabeza, un gruñido o algo, pero no pasó nada. Tras unos segundos, Odin dirigió su vista al escritorio y pareció que su rostro se ensombreciera. Su boca siguió en silencio, inmutable, como siempre solía mostrar, pero en esa ocasión había algo extraño, algo que no era correcto. Mandó marcharse a los dos cuervos con gesto de mano y volvió a quedarse solo. El señor de Asgard se recostó en su silla y se masajeó el puente de la nariz. Sabía que tarde o temprano tendría que volver a verlo, por mucho que le doliera, pero no esperaba que fuera en esas circunstancias. Giró en su silla y encaró la ventana nuevamente, dejando que su mente viajara hacia el pasado.

Había sido hacía ya milenios, mucho antes de que siquiera se creara a la humanidad, mucho antes de que sus cabellos azabaches se volvieran largos y se poblaran de ceniza. Odin caminaba solo por las galerías de su palacio en Asgard, en los mismos pasillos que estaban frente a su despacho. La reunión con los dioses del panteón hindú había sido larga y agotadora, por lo que en ese momento había buscado la tranquilidad y soledad de su despacho privado. Fue en ese momento que vio la figura de un hombre alto, de cabello plateado peinado hacia atrás, vestido con un traje blanco y morado, esperando frente a la puerta de sus estancias para una reunión inesperada que Zeus le había encargado. Odin había conocido a los dioses griegos en el pasado, pero nunca al ocupado señor del inframundo, quien le pareció tan distinto a sus hermanos que la idea de que fueran familia parecía más una broma. Zeus era un idiota con mentalidad de crio, mientras Poseidón era un memo arrogante que miraba a todo el mundo por encima del hombro, pero Hades era humilde, servicial y amable, además de increiblemente inteligente. Eso era lo que lo atrajo de él la primera vez.

Tras aquella primera reunión se habían visto en diferentes reuniones, algunas formales y otras no tanto, donde se pasaban horas y horas charlando sobre libros, historias o decisiones administrativas. Siendo ambos dioses ocupados en organizar sus propios reinos, se entendían perfectamente cuando se quejaban de problemas de abastecimiento para las obras, retrasos en los planes y dioses poco cooperativos con sus direcciones. Además, sobre todo gracias a su cercanía con su sobrino Apolo, Hades tenía acceso a un gran número de mitos, profecías e historias que el siempre ávido de conocimiento señor de Asgard disfrutaba añadir a su colección de conocimientos. Parecía que el señor del Inframundo era uno de los pocos que podía entender al rey cuervo, y gracias a eso, un sentimiento empezó a crecer en el interior de Odin.

Por desgracia para el dios nórdico, ni todas las profecías del mundo le habrían podido avisar de lo que vendría después. El dios que había llegado a ganarse un sitio especial en su corazón encontró una compañera, Perséfone, hermosa y buena, y se unió a ella en matrimonio. Cuando aquellas noticias llegaron a los oidos de Odin, sintió como toda la calidez de su alma abandonaba su cuerpo, y como su corazón se apagó. Durante varios años, vivió su vida en su despacho, encerrado en el trabajo y la rutina, tratando de mantener su mente ocupada.

— Si sigues así, vas a acabar volviéndote loco.— Le había dicho Loki un día, con un aire mucho más serio de lo que habituaba.

— Tengo trabajo que hacer.

— Has reforzado las murallas, mejorado la burocracia, afianzado una vigilancia perfecta en los Nueve Reinos y sometido un ataque de los Jottun incluso antes de que se lanzara ¿Qué más trabajo te queda por hacer?— El peliverde se sentó en el borde del escritorio.— No has salido de esta habitación desde que te enteresaste de lo de Hades. Sal, que te de un poco el aire, y tal vez así puedas despejar esa cabeza tuya tan dura.

Odin no quiso admitirlo, pero las palabras que le había dicho Loki tenían sentido. Decidió dar viajar al reino Jottun, donde tal vez podría asegurar que esos idiotas no volvieran a causar problemas. Incluso él sabía que era estupido pensar que podría hacerlo, pero al menos se mantendría ocupado y se quitaría de encima los pesados e inquisitivos ojos de su corte. El viaje fue tranquilo y aburrido, como a Odin le gustaba, permitiéndole distraer su mente con los paisajes verdes y más tarde blancos que se extendían a su alrededor.

Y de repente, una bandera de rojo escarlata voló en el blanco lienzo.

Odin recordaba bien como fue que conoció a aquella gigante, vestida con pieles y piezas dispersas de armadura, dejando sus brazos descubiertos y exhibiendo tatuajes fieros. Lo había atacado en mitad de su viaje, en las tierras heladas de los gigantes y con las manos vacías, más por diversión que por malicia o intención asesina. La pelea había sido corta e intensa, un simple juego que hizo reir a la giganta y soltar un gruñido al dios. Cuando la situación se calmó, ambos se quedaron esperando el próximo movimiento del contrario.

— ¿Qué gran acontecimiento ha traido al rey cuervo a nuestro humilde hogar?— La pelirroja sonreía de forma burlona.

— Nada que te incumba. Tengo que hablar con los líderes de los gigantes.

— Eso es imposible— La giganta se sentó en una roca y se cruzó de piernas mientras mantenía una sonrisa insolente que hacía a Odin rechinar la los dientes—. Esos animales idiotas están demasiado ocupados dándose de garrotazos entre ellos como para escucharte. Al parecer, alguien acabó con el último lider que pudo unirlos y todos quieren ser el siguiente.

Odin soltó un gruñido, pero siguió andando. Por muy problable que aquella información podía ser, tenía que comprobarlo por sí mismo antes de volver.

Para su sorpresa, la mujer empezó a seguirlo. Según la giganta, que se llamaba Fjordhyng o simplemente Jord, no tenía mucho que hacer y quería ver como el "Gran señor de Asgard" hacía las cosas. El camino se convirtió en una constante pugna de chascarrillos, pullas y vueltas entre ambos, una competición larga y dura, pero no por ello menos entretenida. Sus palabras probaron ser ciertas nada llegar a las cercanías del primero de los poblados, donde dos gigantes especialmente grandes luchaban ferozmente con hachas y escudos. Lo mismo se repitió con el siguiente, y el siguiente, y todos los que visitaron; en todos había dos líderes luchando o un montón de restos humeantes y edificios derruidos. Al menos eso le aseguraría que durante un tiempo los gigantes no tocarían las narices, pero también significaba que tendría que volver antes de lo esperado, algo que tampoco le apetecía especialmente.

Odin bebió, llenó su pichel nuevamente de hidromiel y lo vació hasta la mitad de un trago. La taberna estaba casi vacía salvo por él, Jord y un pobre tabernero demasiado asustado del dios y la giganta como para salir de su habitación a decirles que no podían servirse las bebidas que quisieran. La giganta debía haberse bebido la mitad del alcohol en la taberna y aún así seguía contando entre risas historias sobre como un gigante había intentado hacerse un casco de piedra que creía que lo haría invencible solo para que otro gigante lo destrozara junto a su cráneo de un mazazo. Odin no prestaba demasiada atención, demasiado concentrado en sus propios pensamientos y en su reflexión sobre que podría hacer cuando volviera a su hogar. Podría viajar a otro de los Nueve Reinos a eliminar alguna posible amenaza, o tal vez podría reunirse con algunos dioses de otros panteones para asegurar que todo estuviera en orden, o cualquier otra cosa que quedarse en ese despacho otra vez.

— Eh, Rey Cuervo.— La voz de Jord lo sacó de sus pensamientos— ¿Por qué estás aquí?

Odin la miró de lado y bebió otra vez.

— Ya te lo dije. Quería hablar con los líderes.

— No, no por qué has venido ¿Por qué sigues aquí?— La giganta pelirroja llenó su pichel nuevamente, esta vez con una oscura cerveza, y lo vació de un trago.— Por lo que se, a los asgardianos les gusta tanto estar aquí como a nosotros estar en Muspelheim, así que me pregunto por qué su rey no se fue volando cuando se enteró de que no había problemas aquí.

Odin no respondió, pero se sirvió otra copa. No sabía cuantas llevaba ya, y la cabeza empezaba a darle vueltas.

— ¿Es por temas del corazón? Lo tienes escrito en la cara.— La giganta ya empezaba a arrastrar las palabras por culpa del alcohol.

Odin soltó una risa amarga.

— Y se supone que yo soy el dios de la sabiduria. Incluso una giganta normal puede leerme como un libro abierto.— El rey volvió a beber de su pichel por enesima vez esa noche.— Así es. Hace un tiempo me enteré que la persona que amaba se había casado con otra, así que no tengo muchas ganas de volver y pensar ello.

— Entiendo... debe ser duro.

Odin se giró a verla. La giganta miraba su vaso, absorta en sus pensamientos como él mismo había estado hasta hace unos segundos. Su rostro había abandonado la sonrisa burlona que lo había adornado hasta ese momento, sustituida por en gesto serio y un rubor a causa del alcohol que combinaba perfectamente con su melena escarlata. La mirada del dios repasó todos los contornos de su rostro, notando que era más hermoso de lo que había pensado. Una idea empezó a formarse en su cabeza, tal vez potenciada por el alcohol, tal vez por la frustración o tal vez por ambos.

— Pero no quiero pensar en eso ahora ¿Tu quieres que me vaya?

Jord le devolvió la mirada, al principio sorprendida pero luego igualmente interesada. La sonrisa burlona volvió a asomar en sus labios tras beber un poco. Se recostó de espaldas sobre la barra y colocó los codos hacia atrás, acentuando casi a proposito su escote.

— No especialmente. Te encuentro bastante más interesante a la hora de hablar que la mayoría de los habitantes de esta tundra, además de mucho más guapo.

Odin sentía su cabeza dar vueltas y podía ver que a Jord le pasaba lo mismo. Acercó su mano a la de Jord, acariciando su dorso. Jord no se retiró, solo le miró y le regaló una sonrisa, una distinta a todas las que le había dado hasta ese momento.

Nunca supo como continuó la situación, como fue que llegaron a ello. Solo sabía que de un momento a otro, él y ella estaban en la cama, disfrutando del cuerpo del otro y desatando toda la pasión en su interior. En ese momento, Odin no pensaba en nada salvo en la mujer con la que estaba. No pensaba en su frustración, no pensaba en sus responsabilidades, no pensaba en Hades. Hoy solo quería disfrutar esa calidez que llevaba tanto sin sentir, de la cercanía de alguien que le interesaba, de un cariño que esta vez sí podría tener.

La noche fue increible, pero solo duró hasta la salida del sol. Cuando Odin despertó en el lecho vacio, la única cosa que Jord dejó atrás fue una carta. Ella sabía que jamás sería el objetivo de su amor, y tampoco deseaba serlo, por lo que pensó que era mejor dejarlo así, dejando a Odin nuevamente solo. El rey cuervo no sintió rabia, frustración ni tristeza sin embargo. Dentro de sí sabía que aquello era lo mejor, y esa misma tarde volvió a Asgard, intentando olvidar aquel desliz que tan imprudentemente se había permitido.

Sin embargo, el destino no quiso que se olvidara. Apenas unos años después, un niño pequeño apareció en la puerta de Asgard. Odin lo reconoció en cuanto lo trajeron a su presencia, con aquel pelo largo y rojo como la sangre, aquellas facciones finas y su piel casi de porcelana, tan similar a la que él había recorrido aquella noche. Sus ojos, en contraste, eran sin duda los del dios, oscuros y dorados, con una mirada seria y apagada, fría como el hielo. Cuando vio aquellos rasgos, Odin no pudo evitar apretar los dientes y estuvo a punto de mandar expulsar al niño hasta este le tendió una carta. "Las cosas se están poniendo peligrosas en Jottunheim. Los gigantes expresan cada día deseos de conquista y venganza contra Asgard." decía el mensaje, "Si descubren cual es su sangre, no tendrán piedad. Por favor, cuidalo". Incluso Odin no tenía corazón para mandar a un fruto de su cuerpo a ese infierno, Pero eso no significaba que le agradara. El niño, al cual su madre había llamado Thor, era el recuerdo constante de que se había dejado llevar en su debilidad, y de que ahora debía cargar con hijo que jamás pidió y que había tenido con alguien a quien no había amado.

Su trato hacia Thor casi podía compararse con las nieves de Helheim en sus primeros años. Se podían contar con los dedos de una mano los momentos que ambos habían pasado juntos, y ninguno había sido especialmente cálido. Para colmo, Hades volvió a Asgard por una visita de diplomacia, y Odin tuvo que hacer acopio su auto control y devolverle la sonrisa incómoda cuando este le felicitó por el nacimiento de su hijo, informándole que él también había criado a una familia. Aquél día estuvo encerrado en su despacho, diciendo que tenía trabajo, para que nadie le viera llorar, y cuando Thor trató de acercarse a él al día siguiente, lo despachó con duras palabras.

Nuevamente, sería Loki el que trataría de arreglar la situación.

— ¿Te parece que a esto es lo que esa giganta tuya se refería con "cuidarlo"?— Le espetó el dios de las burlas en un momento que tuvieron a solas. En el patio bajo el balcón en el que estaban, Thor entrenaba sus habilidades de combates

— No me vengas con moralidades, Loki. No estoy de humor.

— ¡No me toques los huevos! No estas de humor para nada desde que el dios del inframundo se casó. Lo único que haces es encerrarte en tu miseria y escupir bilis a todo el que se te acerca, y ese niño no tiene culpa de ello.

— Nunca pedí que estuviera aquí, nunca quise que tuviera que venir a Asgard para estar seguro. Él fue un . . . — Odin no fue capaz de continuar.

— Si terminas esa frase, entonces sí que estarás perdido. Se que no es lo que querías, ni con quien querías, pero es lo que hay. Lo mejor que puedes hacer es afrontarlo y sacar la mejor situación que puedas.

Odin suspiró y apoyó los antebrazos en el antepecho del balcón, observando al niño golpear un maniquí de madera con una espada de torneo, bajo la atenta mirada del dios de la guerra Tyr. "La mejor situación que puedas " pensó, antes de alejarse. Unos segundos después, Loki lo vio salir al patio y acercarse al pequeño, y aunque no podía escuchar lo que decían, vio como Odin le extendía una mano, invitándolo a pasear.

Habían pasado milenios desde aquél momento, y su relación había mejorado mucho. No eran exactamente cariñosos, pero ninguno de ellos lo necesitaba, solo necesitaban saber que estaban allí el uno para el otro. Odin agradecía en su interior a Loki por haberle hecho ver lo necesario de aquél cambio, pero también sabía que ni siquiera su hijo podría llenar el vacio que aún tenía dentro de su corazón. Sin embargo, apartó de su mente aquellas preocupaciones, centrándose en el evento que tendría lugar en unos pocos días.

Odin caminaba por los pasillos de la arena. El torneo iba viento en popa, con dos grandes victorias por parte de los dioses que habían eliminado a dos de los más poderosos elementos de la humanidad. Su hijo, Thor, había traido el honor y la gloria al panteón nórdico siendo el primero de los dioses en conseguir la victoria, lo que había traido orgullo al corazón del rey cuervo, tanto como para que esbozara una pequeña sonrisa.

— Parece que estás contento. Me alegra ver que estás bien.— Una voz sonó a su espalda.

La sonrisa se le fue volando de la cara y sus pies parecieron fundírsele al suelo. Reconocía perfectamente esa voz, era una que no había esperado oir en aquella situación, pero que allí estaba. Al girarse vio al dios de pelo plateado y traje del color de la porcelana, ergido, con las manos cruzadas tras la espalda y una sonrisa amable. Hades estaba igual que cuando se habían visto la última vez, y Odin sintió como su aliento se le encerraba en los pulmones y sus tripas se ataban fuertemente. Respiró hondo y mantuvo su máscara de seriedad.

— Yo también me alegro de que estés bien. Hace tiempo que no hemos tenido un rato para hablar como antaño.

— Sí, como antaño. . .— Dijo el dios del inframundo en voz baja.

Odin bajó los ojos y tensó los labios, notando la incomodidad que se sentía en el aire. Se aclaró la garganta e invitó a Hades a pasear junto a él. Ambos recorrieron los pasillos, hablando de los temas que siempre los habían fascinado y entrentenido, recuperando el tiempo que no habían podido disfrutar durante tantos años y sintiendo una calidez que no se podía conseguir de otra manera. Sin embargo, aquél dulce momento se disipó cuando el tema de la familia salió a flote.

— Ahora que lo pienso, tu hijo ha sido el primer dios en ganar. Debes sentirte orgulloso.

— Así es, mi hijo lo hizo increiblemente bien, como siempre. Es un gran muchacho.

— ¿Quién es su madre, por cierto? Ninguno a los que he preguntado lo sabe.

Odin apretó los labios, reacio a responder. Aquél asunto seguía siendo espinoso a la hora de revelarlo a otros.

— No tiene importancia, lo nuestro no llegó a funcionar.

— Aun así, me gustaría saber de ella.

— Fue una giganta.— Dijo Odin, empezando a molestarse.— La conocí cuando viajé a Jottunheim por una misión.

 —Vaya, eso es sorprendente. Tendría que ser una gran mujer para decidieras tener un hijo con ella.

La sonrisa amable que le regaló retorció el puñal que sus palabras habían clavado en su corazón. Odin se detuvo en seco, causando confusión en Hades, y apretó los puños hasta hacer que gotas de sangre salieran de sus nudillos. Sin embargo, su mente racional le convenció de que Hades no se merecía aquello, y ya había hecho mucho daño a su hijo en sus primeros años, por lo que respiró hondo y dejó caer sus hombros.

— No lo decidí. Thor fue un resultado que no preví, un niño que engendré porque decidí dejarme llevar una vez.

El rostro de Hades no mutó su expresión de confusión, pero ahora también se veía la compasión.

— Prever es uno de tus rasgos más claros, y nunca te habías dejado llevar antes ¿Qué razón te llevó a hacerlo ahora?

— Tu, siempre fuiste tu.— Odin le dedicó una sonrisa triste. Tras eso, le relató todo lo ocurrido, desde que se enteró de su matrimonio hasta su complicada relación con su hijo.— No es algo de lo que me sienta orgulloso.

Hades, sentado junto a él en el banco, lo escuchaba atentamente. La revelación lo había dejado sorprendido, algo que Odin podía ver claramente. Por unos segundos no dijo nada, pero luego esbozó una sonrisa y se pasó una mano por la nuca.

— Vaya, y yo que pensé que lo mio había sido difícil.

Odin alzó la mirada confundido. Hades sonreía un poco apenado.

— La verdad es que mi matrimonio fue político, para asegurar una conexión entre los tres grandes dioses del panteón. Perséfone es una gran mujer, y amo a los hijos que he tenido con ella, pero ni ella ni yo sentimos amor por el otro.

— Yo . . . no sabía eso.

— Nadie lo sabe.— Dijo Hades, levantándose con decisión.— Pero creo que tal vez deberían.

El final del Ragnarok trajo grandes sorpresas. La derrota de los dioses permitiría a los humanos vivir otros mil años, muchos descubrieron la fuerza de las criaturas que siempre habían considerado inferiores y que el status quo se rompía. Sin embargo, la mayor sorpresa fue la noticia de la anulación, con el beneplácito de ambas partes, del matrimonio de los reyes del inframundo griego, y el matrimonio del rey con el señor de Asgard. Muchos se sorprendieron, otros se llevaron las manos a la cabeza y algunos más se alegraron por la pareja, pero no importaba. Para Odin, lo único que le importaba es que por fin tenía la familia que deseaba.


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Aquí está el siguiente one shot.

Dedicado a  __MFPANDORA



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