La Conflagración de la Corona Helénica.

El inicio de una Guerra Imperial.
❝Guerras Macedónicas❞
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Durante la decadencia del verano del 214a.C se preparaba para la guerra, sometiéndose bajo lo que se denominaba "Guerras Púnicas".

El empezó siendo joven, el aire de la juventud era muy notorio en el a pesar de haberse convertido en un hombre seguía siendo aquel niño que fue obligado a crecer.

Una guerra sobre el mar, una frenta a sus  deseos de expansión era la respuesta que el romano le había mencionado. No permitiría que siguiese creciendo, que su ejercito y su cultura se expandiera, no cuando él desea hacerlo. Tener a todas las doncellas del mundo a sus pies, tener una basta descendencia que lo recordara por siempre.

Iliria seria su objetivo y el objetivo del romano, era la forma en que pondría resistencia ante su expansión. Sus navíos se adentraron a la ciudad, el veía con aires de grandeza la gloria cera de sus manos. Con su espada señalando el horizonte de la gran ciudad, asimilando su victoria temprana. Aquella noche de es tras fulgurantes y la tranquilidad de las aguas se vino su derrota, aquella dama no estaba sola, no mientras el romano siguiese con vida.

Alimentando el odio en su ser diviso con ira como sus flotas caían bajo una emboscada romana. Sus barcos quedaron en llamas mientras sus soldados luchaban y perdían la vida, más los " afortunados" eran tomado por prisioneros. Escapo como un cobarde, no tuvo otra salida ni elección. Pero aquel odio alimentaria las ansias de encontrar una forma de vengarse. Una ciudad adyacente después de un álgido invierno era su objetivo, una ciudad considerada inexpugnable fue tomada por sus soldados haciendo que las demás que lo rodeaban se rindieran con facilidad.

Pero, estaba casi devastado, poco de sus flotas estaban con el y una en especial se había perdido entre las llamas y fue devorada por las aguas del mar. El sueño de conquistar el corazón del Imperio que osó retarlo, no en una manera romántica, le desagradaba aquel sujeto.

Lissus reavivo las esperanzas de conquistar Roma, capital del Imperio con quien lucha sobre mar y tierra. Pero aquellas esperanzas se convertían en sueños, sueños que parecían ser casi inalcanzables.

Oh que día! Vaya año en donde debía defenderse a como de lugar, el romano buscaba aliados estratégicos cercanos a su estado. Grecia era de quien debía protegerse y temer. Aquel hombre tenia estados guerreros que podrían estropearle sus planes de conseguir la plenitud de la grandeza.

Pero, ante cualquier cosa, el griego dejaba de ser un enemigo a ser intimo de él. La noches en donde la pasión los conlleva a la lujuria son muestras de aquel extraño y enfermo amor que solo se beneficia de la carne y el dinero. Intereses en soldados, armamento como escudos y espadas, flotas y con ella hombres capaces de diezmar un ejercito completo por su diestra y disciplina.

Por 211 a.C. Las alianzas entre Grecia y Roma eran muy fuertes, temía perderlo todo, temía quedarse a tan poco cuando había conseguido mucho en su trayecto, sacrificando cosas que jamas volverán a pertenecerle.

Durante la primavera del 210 a.C. todo parecía dar a conocer un obvio ganador, siendo él el que llevase la corona de triunfador sobre el cadáver de quien lo reta. Pero, en demasiada exageración y precipitación observa como es que su ejercito vuelve a ser diezmado. Va perdiendo cada flota que lo acompaña, va perdiendo parte de su gran y temido ejercito de fieros combatientes. Una lluvia de flechas sobre caballos, lanzas que van en contra de sus escudos conforme van avanzando y resistiendo sus estocadas. El choque de los aceros que intentan forzajear a desistir en la defensa con escudos.

Impotente se queda observando como su ejercito pierde mientras que del otro lado del lugar yace el romano observándolo, con un arco entre sus manos mientras la copa roja de su casco se mueve con la brisa y su capa ondea con majestuosidad en el viento y es ahí donde un fuerte y punzante dolor en el hombro se hace presente. Observó como aquella flecha llego hasta él a gran velocidad, siendo certera. Apenas se movió por el impacto y se la sacó sin pensarlo dos veces con rapidez, sin importar que al hacerlo se estuviese lastimando. La lanzo al suelo con asco, aun con la herida abierta y sangrante siguió observándolo con detenimiento.

Pasaron cerca muchos años, una guerra que en su totalidad tomo 9 años. Años de conflicto en los cuales el Imperio Romano había intentando a toda costa evitar que lograse expandirse y convertirse en una amenaza de la cual protegerse a toda costa. Pero, pese a que todo terminaba en un aparente empate, él le había dado un golpe certero al romano. Uno del cual jamas se enteraría siempre y cuando su amante griego no abriera la boca.

Una tratado de paz pone fin a su guerra, uno que resultaba ser denigrante para sus magníficos ideales magnánimos.  Firmado en Fénice durante el 205 a.C. fue capaz de estar lado a lado con el romano sin siquiera intentar vengarse por la ofensa que le había hecho. Lo firmo con resignación pero aguardando las ansias de ver que algún día pronto se desmoronaría.

Más adelante vería que entre muchos imperios tan deplorables uno seria digno de su admiración, diferente como cualquiera, idéntico a el y con una sola debilidad al igual que la suya. Un amante que al cual es incapaz de amar.

La guerra termina, pero uno de los beligerantes seguiría en batalla. Roma seguiría luchando a pesar de haber combatido contra él, dándole a conocer que la sola batalla que tuvieron no fue siquiera importante contra quien en un principio la libraba.

Era el comienzo de una rivalidad entre Imperios. Una rivalidad enfermiza que terminaría con un solo destino.

Uno de ellos tarde o temprano caería, uno mucho mas antes que el otro.

Era el comienzo de su reinado por todo el mundo, buscando la grandeza, llevando su nombre en alto y el de su cultura. Macedonia, un Reino helénico mucho más grande que el Imperio Romano. El más temido, el mas admirado.

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