Decadencia
El fin de un Imperio.
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En un sofocante verano, en los aposentos de su más respetable líder, solloza en silencio su partida. Un hombre que llevo enaltecido su nombre haciendo que él sea reconocido y temido por los demás imperios que lo rodean, enfermo y apenas cuerdo observa los últimos momentos de aquel magnifico ser que le brindo años de gloria hacia ya varios años. Sus manos sostenienen con fuerza aquella mano febril cuyo dueño delira hasta sucumbir en el oscuro pasaje de la muerte, ¿qué hacer ahora? es su mayor incertidumbre, sin un buen líder sus días estarían contados.
No hay tiempo para lamentos ni oportunidad siquiera para llantos, su estadía corre peligro, lo intuye con tal terror que sus ojos manifiestan el mismo en una astuta mirada horrorizada. Recuerda que su vida es tan frágil como la de aquel que yace reposando en su cama sumido en un sueño eterno. Sus manos forman puños de impotencia mientras sus labios dibujan una linea recta símbolo de su seriedad. Manos que alguna vez se llenaron de la sangre de alguien similar, alguien a quien siempre admiro muy a lo lejos y en secreto...alguien que en cuya ultima mirada mientras soltaba el último de sus alientos lo maldijo y dictamino su destino...un destino fatídico como el suyo.
¿Quien suplantaría al sabio rey para mantener los años dorados y gloriosos de su imperio? Esa era su duda, nadie estaba capacitado para hacerlo, muchos incompetentes disputan su lugar, una estirpe que fue eliminada en una guerra que duro cuatro extensas décadas, muerte tras muerte, traición contra traición, un sin fin de problemas que llevaron a esta conclusión. El declive de un imperio, su declive.
Rodeado de muchos descontentos quedo silenciado por las decisiones que ellos habían impuestos sobre las suyas, quizá para ellos solo era una entidad muy por lo menos importante, simplemente arrojaron a una fatídica decisión que comprometía a su linaje y a su vida misma. Una rebelión que inicio en el seno de sus progenies.
¿Como verlos a la cara? Cada uno distintos al otro, cada uno apoyando el interés de aquellos hombres que pretendían desmoronar el imperio al independizarse en estados con nuevos nombres deslindados del suyo. No existirá más el imperio, ya no existiria.
—¿Qué es lo que pretendes?.—cuestionó con cierto enfado a aquel que había optado por la "independencia".—este sera el fin de todo un imperio, el fin de todo aquello que ustedes conocen.
—Estas equivocado.—le respondió aquel que posteriormente seria reconocido como el imperio seleucida.—nosotros somos esclavos de vuestra monarquía, incapaces de emitir cualquier opinión siempre bajo vuestra sombra pero llego el momento de ponerle un alto a este tormento.—argumentó con seriedad, confrontando a aquel débil imperio que yacía frente a sus ojos.
—Hijos de esclavas, hijos de reinos que sometiste, en nuestras venas corre parte de vuestra escabrosa y denigrante sangre macedónica, estamos cansados de todos estos aconteceres tan denigrantes.—argumento como complemento del argumento de su compañera, su voz se oía firme y la forma en que sus ojos demuestran aquella firmeza es alucinante.
—No seremos más parte de tu sombra, esta vez los libros de historia hablaran de nuestras proezas y opacaran las vuestras, querido padre,de una vez por todas dejaremos de ser vuestra vil sombra.—sentenció el último de aquellos que estaban dispuestos a la revuelta y la división del imperio, sus ultimas palabras no están llenas de respeto y cariño, más al contrario, están llenas de odio y desprecio.
Aquellos tres muchachos salieron de su aposento con rumbos distintos, si bien comparten un ideal, los bandos que escogieron impusieron otros, ideales que difieren entre si solo por una cosa. Ser su propio gran imperio, ser uno de los más grandes del mundo.
El ultimo de sus hijos, el menor de todos quizá aun lo apoyaba y se mantenía firme en su decisión, no lo abandonaría, no como lo hicieron los otros.
—Descuida, haré de nosotros el mayor imperio de todos los tiempos, volveremos a la era dorada del apogeo de tus glorias. —enfatizo alegre, con una mirada esperanzadora.
Su progenitor depósitos sus manos en sus hombros y lo arrastro a su pecho, le dio un fuerte abrazo casi como si se tratarse del último, no sabia que esa muestra de afecto seria la última que le daría a su joven progenie.
Halla por el 301a.C recibió la más fatídica noticia de toda su vida, en la batalla de Ipso había caído aquel general que defendía sus ideales de mantener aun su monarquía, su joven e inexperto hijo había caído en la batalla y con ello la esperanza de algún día volver a los tiempos dorados de su apogeo, su decadencia ya había empezado y terminaría con su muerte...algo que realmente le aterraba.
Pero no era momento para flaquear, sino al contrario, defender aun con mayor esfuerzo sus tierras, defenderse y evitar la muerte...tan solo esperaba tener la oportunidad de vengar a su joven hijo. Una promesa que hizo cuando los restos de aquel muchacho llegaron a su poder para ser despedido en una digna ceremonia para un noble.
229 a.C.
Veía con asombro como era apartado de su lugar por la aparición de un imperio hacia el norte, uno que conocía muy a la perfección, uno al que tenia tantas ganas de derrotar a como de lugar, el Imperio Romano.
Su ostentosa e imponente presencia significaba un grave problema, si bien ya tenia suficientes este era de esos con los cuales no estaba dispuesto a lidiar ni mucho menos tolerar. El romano imponía una presión económica mercantil, rutas que ellos usaban para el comercio estaban siendo usurpadas por los romanos a causa de los piratas lo que suponía que pronto la cercanía del romano seria aún mas cercana, el imperio estaba siendo amenazado, su seguridad estaba siendo amenazada.
Los serios descontentos que traía consigo que más que políticos eran meramente personales lo indujeron a la confrontación, misma que fue de la mano del romano y en cuya guerra el general Antigono y su joven hijo murieron alcanzo la gloria para el Imperio, un golpe que incentivo su odio y recelo hacia su mayor enemigo, una situación que lo debilito bastante y puso en jaque su racionalidad dándole paso a la locura.
Una breve ceremonia en su honor basto para sepultar los restos de ambas personalidades, inexperto y con grandes sueños acabo en los campos de batalla herido de muerte, manchado de sangre, con la mirada perdida que anteriormente habrían confrontado al verdugo con su miedo y coraje.
—Juro que he de vengarte, juro que he de hacerlo!.—exclavo fervorosamente entre dientes, sus manos hechas puños reposaban sobre el cuerpo álgido de su descendiente, guardaría su dolor y lo convertiría en algo más.
Algo que lo llevaría a la tumba.
Ocho años más tarde un nuevo rey subió al trono, Filipo V, un hombre despreciable a su perspectiva, uno al cual aborrecía y por el cual la mayor parte de su historia yace manchada por reiteradas traiciones internas y la poligamia desenfrenada. Pero lo bueno era la estabilidad en la que sometió a su persona con sus hijos, cada uno convivían de manera armoniosa con su personalidad pese a las diferencias, descendientes macedónicos que acabarían en las manos del romano para su fatídico final.
Todo este conflicto que se iba cerniendo con el pasar de los años acabaría por desatar tres extensas guerras, tres que definirían su destino.
214 - 205 a.C. Primera guerra macedónica.
Las alianzas suscitadas en Iliria suponían un gran peligro a su estado, la cercanía del romano era preocupante aun cuando este no estaba del todo presente. Una guerra en donde dos imponentes personalidades no se verían la cara, al menos no en esta ocasión. A finales de un caluroso verano sobre las olas del bastó mar la tripulación de sus navíos estaba preparada para embarcarse en una de las sanguinarias batallas de tantas en las que han participado. Una batalla en donde el comandante del navío debió escapar como un cobarde de manera "estratégica" puesto que alguien más lucido los atrapo infraganti. Varias flotas marítimas fueron incineradas y muchos hombres asesinados o convertidos en esclavos y/o prisioneros. No estaba contento, estaba furioso pero el constante malestar que le generan los recuerdos del persa hacen que preste menos atención en la problemática y lo centra más en los suyos personales.
No hubo de otra mas que optar a la persuasión del sentido bélico u expansionista del sometido griego, amaría cada maldito segundo de su vida si tan solo pudiese verlo una vez más, quizá hasta incluso atreverse a algo más que solo un simple apretón de manos y un par de firmas sobre tratados de alianza puestas en la mesa. Aliados de la Liga Aquea estaban frente a sus ojos, la presencia de una aguerrida y poco femenina mujer captaba toda su atención, además de toda aquella masa muscular que es posible observar le cautivaba aquella astuta mirada aguerrida y sanguinaria como también de excelente estratega eran enigmáticas más cuando sus bellos ojos azules se posan sobre los suyos mirándolo fijamente con soberbia.
No obstante, había cosas más importantes que un romance entre manos, la presencia del reino de Pergamo suponía un apoyo sustancialmente importante, aunque con el paso de las estaciones y por ende los días no hubo existía dignos de ser recordados como tales, la primavera del 209 fue intensa y llena de conflictos que bien terminaban en las por un lado y se reanudaban las hostilidades por el otro, sin duda esta no era su mejor época.
Todo culmino con la firma de la Paz de Fénice en el 205 a.C. pero su sed expansionista no había cesado, fuera de sus cabales decidió tonar una absurda y codiciosa decisión. Anexar parte de las ciudades circundantes al reino ptelomeo egipcio para presionar al romano, cosa que no salio como esperaba.
Aquella tarde primaveral observó el cielo despejado con un cruento pensamiento clavado en la mente. Una carta en sus manos denotaba un Ultimátum escrito por romano, una amenaza que tomo como broma y a la cual no dio importancia al igual que su actual rey. Su mayor error fue no darle la debida importancia a aquel manuscrito, ya no habría hechos intermediarios que interfieran en la participación del Romano, ahora estaba libre y disponía de todo su tiempo y de cuantas estrategias para derrotarlo. El comienzo de su fin iniciaba con su negación. El comienzo de otra guerra.
200 - 197a.C. Segunda Guerra Macedónica.
Durante los primeros años de la contienda llevo la delantera frente al romano, su orgullo estaba por las nubes pero cuando entro otra personalidad a imponerse en el campo de batalla su prepotente semblante cayo a los suelos, su contingente se vio obligado a retroceder hasta Tesalia, los miembros de la Liga Aquea estaban mas que entretenidos con Esparta como para participar en la contienda bélica. Haya por 198 se encontraron cara a cara frente a un candente diálogo.
—Abandona Grecia, retira tu contingente y solo así tendré en cuenta tu propuesta de Paz.—solicito el romano, su mano yacía extendida frente a la compareciente presencia del macedónico.
Enfermo, agotado, sintiendo cada día como si fuese el ultimo intuía que aun había la esperanza de revertir la balanza, de ser ellos quienes lleven la ventaja. No estaba dispuesto a abandonar Grecia, pero si estaba dispuesto a dejar otras zonas por estrategia.
—Que tal Tracia y Asia menor, te parece bien.—cambio la negociación algo que provoco una burda risa en el romano.
El romano alejo su mano y de marcho dándole la espalda, pero soltando un par de palabras que lo perturbaron.
—Tarde o tempranos aceptaras mis cláusulas, no tendrás escapatoria. Esta guerra esta más que perdida para ti Macedonia.
Y no eran simples plantas amenazantes, esas palabras se hicieron realidad un año mas tarde cuando su ejercito fue vencido en dos ocasiones siendo la definitiva en la batalla de Cinoscefalas en 197 cuando las legiones romanas vencieron a las falanges macedónicas concluyendo en un Tratado de Paz el cual firmo y fue obligado por el romano a entregar territorios como los de Tracia y Asia menor y especialmente Grecia, destituir a su rey, expropiación de su flota además de proporcionar 50 talentos y un tributo anual. Una derrota que alimentaba más su odio y sed de venganza.
Cuando aquel romano se marchaba con una sonrisa triunfante en el rostro lo retuvo, tomo su brazo y lo retuvo, lo obligó a verlo y soltó un par de palabras que darían rienda a una nueva guerra.
—Te arrepentirás por esta insolencia y denigración.—amenazó soltando bruscamente su brazo y marchandose.
171 - 168 a.C. Tercera Guerra Macedónica.
Tras la derrota en Cinoscefalas y el poder en manos de un nuevo rey su destino estaba sellado por el rencor cernido por la derrota. Aliado con el Imperio Seleucida pretendía recuperar aquellos territorios a los que tuvo que renunciar y de así lograr destruir al Imperio Romano y volver a los tiempos dorados de su magnífico apogeo imperialista.
—No puede rebajarse a semejante nivel, esto es inadmisible, indigno de un rey.—reclamo enfadado a su superior quien hacia oídos sordos a sus reclamos.
Las reiteradas y constantes apelaciones para evitar una guerra con el romano eran vagas, intentaba resistir a la codicia del romano de expropiarse de su reino, tenia miedo y un atroz presentimiento relacionado con el peligro y la muerte.
El romano no dio importancia a aquella apelaciones, tenia un claro objetivo en mente. El reino no era mas que una ciudad satélite, apropiarse de ella en su totalidad solo seria posible si el macedonio caía y eso haría. El Reino de Macedonia debía morir.
Las negociaciones de alianzas con reinos u otros imperios vecinos fue fatal, ninguno de sus vecinos se presto para aliarse con el en una batalla contra el Romano que surgía como una gran potencia del norte. Solo en la batalla, nadie mas lo acompañaba, su ultima guerra la perdería en la batalla de Pidna, el ejercito que alguna vez estuvo bajo las ordenes del gran Alejandro ya no existía, simples cuerpos que sucumbieron en las llanuras a manos de los guerreros romanos.
Su rey escapo como un cobarde y el tuvo que dar la cara por su reino, toda su osadía la pago con su vida.
En la gran sala del palacio se encontró con la presencia del romano, sentado en el trono con una mirada triunfante.
—Convertire este reino parte de mi Imperio, la monarquía llego a su fin y con ella...—se paro del trono, dio un par de pasos y con una daga acabo con su existencia.—tu fin.
Un frío beso sobre su pecho, doloroso sin duda alguna, con una mirada aterrorizada y a la vez iracunda se clavo en la presencia del romano. Cayendo de sus brazos al suelo abruptamente, agonizando sobre el charco de su propia sangre en la sala de su palacio.
Una vez muerto no habría nadie quien le impidiese convertir al reino en una ciudad más de su Imperio.
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