Corto #4: Babilonia.
El nacimiento de un Imperio Sanguinario.
¡Oh! Que hermosas sonatas se escuchan en su habitación, tendida en los brazos de Sumeria y siendo observada por su progenitor Mesopotamia, la primogénita de aquel matrimonio siendo una frenta para Mesopotamia a su virilidad, por haber creado una niña y no así a un fuerte y saludable niño...lo único que le quedaba ahora era el hecho de formarla tal cual lo hubiese hecho con un hijo.
No hay mucho que relatar, más solo el misero amor entre pizcas que le daba su padre, un arduo entrenamiento dejando de lado las labores de una mujer; empuñando una espada de acero entre sus frágiles manos suaves a la corta edad de 10 años de existencia era demasiado. Sumeria la abandono en manos de su padre, no le importo marcharse y desaparecer ante sus ojos, perdiéndose en el confín de sus emociones, en el horizonte donde la tormenta árida borra rastros de sus pisadas mandándola al olvido de su subconsciente.
Mesopotamia siempre dejo en claro que no la amaba, el claro hecho fue ver que antes de la huida de su madre, antes de que aquella mujer la abandonara, el intruso acaparaba todo el amor de su progenitor, todo y ya no había migajas que recoger del suelo para sentirse amada, el rencor inundo su corazón dejándolo frío, congelado como un pedazo de hielo, sintió el proceso mientras sus lágrimas resbalaban por su pálido rostro de hermosos ojos grandes de iris verde pradera y labios carnosos pequeños que formaban al simple hecho de sellarse un corazón. Sintió un punzante dolor, sintió un frío indescriptible recorrer su infante cuerpo femenino, sintió aquella extraña sensación embriagarla hasta el punto de odiar a quienes la dejaron de lado. Odiar a Mesopotamia...
Apenas tenia identidad, apenas era un pequeño y minúsculo pueblo irrelevante viviendo en los llanos ampliados del terreno de Mesopotamia, pero lucharía cada día para dejar a aquel invasor pequeño de piel extrañamente roja como un despojo de personalidad, como si fuese la basura misma, un perdedor y dejar en claro a su "padre" que ella era mejor que aquel pequeño bastardo al cual llama con fervoroso amor "hijo".
Le repugnaba el simple hecho de escucharlo decir aquellas ya inhirientes palabras, ella siendo ya una mujer hecha y derecha y con una convicción muy fuerte de ser la mejor fue puliendo su alma entre el dolor retenido en su corazón de piedra, el rencor y la ira, deseando con un anhelo inconmensurable la muerte de su así llamado "hermano" pero para ella, aunque se le obligara a reconocerlo de ese modo siempre lo vería y diría con orgullo, sin arrepentimiento alguno diría en su idioma natal, el acadio lo siguiente:
❝Te saludo hoy, misero bastardo oportunista ❞.
La belleza que la adornaba era sublime, sus enormes ojos le daban aquel toque salvaje mostrando al mundo su falta de miedo ante lo que el destino podría manifestarle, sus hermosos iris verde pradera llamaban la atención de jóvenes Reinos añorando ser Imperios contemporáneos al Gran Mesopotamia. El Reino Amorreo, un hermoso joven, hecho y derecho y con el poder en la lengua, sus palabras resultaban ser tan convincentes que ninguna doncella se resistiría, sus cabellos negros le llamaban la atención y al amorrita fueron sus ojos lo más exótico además de su lacia cabellera castaña con algunas hebras verdes en el lado derecho.
Su rostro tomaba un color distinto al blanco inmaculado que poseía desde que existía, ningún hombre llegaba a su corazón, ninguno era digno ni capaz de romper y sobrepasar las barreras que llegaban a su acorazado corazón de piedra.
Siempre consternada por no ser tomada enserio, todos sus hermanos se hacían llamar y eran llamados Reinos y ciudades de suma Importancia, más ella permaneció marginada y aquella marginación avivaría la llama de su odio, de su rencor, ira y sed de venganza. Ningún hombre llego a acercarse a ella, todos temían a su extraño carácter siempre buscando sangre, siempre pidiendo que alguien fuera molido a golpes ante su presencia o simplemente degollarlo con su espada que siempre llevaba cual prenda infaltable en su vestimenta de hermosos vestidos blancos mostrando su castidad, mostrando su pureza.
Tan joven, tan llena de vida y hermosa pero corrompida y podrida por dentro, con un alma que solo busca cobrar venganza, luchó mucho con fervor y valor contra varios bárbaros que osaron atacar a sus hermanos y a su padre, peligraba su estadía y debía luchar siendo temeraria e incrédula ante la existencia de la muerte. La rivalidad surge ante el alzamiento de la ciudad de Assur, aquel hombre dedicado al pastoreo que traía consigo una niña joven de cabellos negros y alborotados, su rival. Solo una mujer en toda las áridas tierras del lugar y espacio que habitaba podía ser líder, la reina del mundo y esa mujer seria ella y no aquella niña hija de un supuesto "dios".
Encarcelada y tomada por Hitita, aguardaba el momento exacto en que mostrarse como la fiera sangrienta que era, lo destruiría por haberse osado a tocarla, por haber osado arrebatarle aquello que siempre fue un tesoro para ella...lo haría pagar por semejante osadía y sacrilegio cometido a su cuerpo.
Solo debía esperar, sentía la llegada de la libertad tan cercana, sentía que el poderoso Marduk vendria a rescatarla o mandaría a un mortal a hacerlo, plasmaría su historia con la sangre de aquellos bastardos que osaron violarla. Los Casitas también pagarían con creces su ultraje, de haberla tomado y haberla convertido en sirvienta, ella nació para tener entre sus manos a el mundo y no así un simple trapo con el cual limpiar los ventanales y los pisos del palacio.
El momento para su surgimiento se veía cercano, aun siendo transformada en amante y sierva particular de Casita ella se vengaría. El nacimiento de un sanguinario Imperio se daba desde aquel instante. Ella se presentaría con las manos manchadas de sangre demostrando su poderío sobre los débiles como El mejor y más Grande Imperio que jamás el mundo vio con semejante Esplendor y el nombre, su nombre resonaría como el llamado de la muerte:.
"El Gran Imperio Babilónico".
Babilonia...
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