🌙 ❝Navidad ━ O1❞🌙

Genya rebusca entre toda su ropa acumulada con la desesperación plasmada en su rostro. Sus manos tiemblan y aparta la ropa con torpeza, llegando incluso a dejar caer algunas al suelo.

Pese a todo el follón que arma; teme hacer mucho ruido pues Sanemi, su hermano mayor, dormía con él desde que eran pequeños y no quiere despertarlo.

Cuando sus manos al fin hacen contacto con la superficie de aquel objeto, retiene un fuerte sonido de victoria y lo saca suavemente, ya que, bajo este, había uno más.

Una vez que termina, el pequeño corre fuera de la habitación y va a la habitación donde descansa Shinobu, en busca de un poco de su ayuda. Sabe que es un poco feo hacer eso a esas horas de la noche, pero es que horas antes se le había pasado hacerlo y ya le queda poco tiempo.

— ¡Shinobu-san!— La llama en un susurro mientras sacude su hombro con suavidad. La chica abre los ojos y observa a Genya, quien la mira con sus ojos centelleantes. No sabe si es por la emoción o porque va a llorar, así que se atreve a preguntar.

— ¿Qué sucede, Genya? ¿Por qué vienes a estas horas de la noche?— Pregunta suavemente mientras se sienta con mucho cuidado. La chica de cabello bicolor dirige una mano al cabello de Genya y acaricia.— Veo que tienes los regalos de tu hermano ahí. ¿Los habías olvidado?— Comenta mientras ríe suavemente. Genya asiente algo sonrojado por su acto tan despistado, pero luego vuelve a la normalidad y alza los regalos que puede sostener con ambas manos.

— Pienso esconderlos. ¿Dónde debería hacerlo?— Pregunta el menor. Shinobu le dedica una suave sonrisa antes de levantarse.— ¡Espera, Shinobu, no es nec-

— Shhh.— La chica lleva un dedo índice a sus labios para indicar a Genya que guarde silencio ya que ha alzado su tono de voz. Genya aprieta sus labios con algo de miedo, esperando no haber despertado a nadie.— Solo sígueme. Quieres que sea una buena sorpresa, ¿no?— Comienza a decir mientras anda en dirección al estudio. Entonces, observa a su acompañante por encima de su hombro, quien asiente tímidamente mientras mantiene la cabeza baja, lo que provoca que una suave risa escape de sus labios.— Está bien, entonces te ayudaré lo que quieras. Además, estoy segura de que a Sanemi le encantará que hayas preparado esto para él.— Dice con un tono de voz perfecto; ni bajo ni alto y su hijo puede oírla claramente. Los pasos de la chica son silenciosos y sofisticados, lo que fascina a quien va tras ella.

Al llegar a la puerta del estudio, Shinobu abre la puerta y deja pasar a Genya, quien se adentra en absoluto silencio al lugar, abrazando fuertemente los regalos que sujeta con sus brazos.

Una vez que el pequeño está dentro, ella también entra mientras cierra suavemente la puerta, sin emitir ruido alguno al hacer tal acto.

— Y, ¿ahora qué?— Pregunta Genya mientras mira inocentemente a Shinobu. La chica sonríe suavemente mientras toma asiento en el suelo.

— Escucha;— dice mientras se acomoda en el lugar.— ¿qué te parece si se la liamos un poco? Él todos los años te esconde los regalos y no te dice nada, pero nosotros no seremos igual. ¿Y si le damos direcciones erróneas? Para hacer el juego más divertido.— A Genya se le escapa una risa al pensar en lo ridículo que podría llegar a verse Sanemi así. Asiente con la cabeza varias veces mientras Shinobu se vuelve a poner en pie, sacudiendo suavemente su pijama.— Bueno, vamos entonces.— Dice mientras coge varios papeles y comienza a escribir en ellos con un grueso rotulador negro una letra grande y clara.

Después de casi media hora preparando y colocando todo, ambos vuelven a la cama, no sin que antes Genya agradezca la ayuda de la chica.

Estaba deseando que fuera ya el día siguiente.

🌙

Shinobu era consciente del hermoso detalle que tenían ambos hermanos por el otro.

Sanemi había estado muy ocupado con sus estudios, pero pese a ello él había estado trabajando de más para darle regalos a Genya, quien también se había encargado de preparar un regalo para su hermano mayor.

Genya tan solo tiene trece años, así que no puede regalarle mucho, por lo que hizo todo lo posible. Por otro lado, Sanemi ya tiene dieciocho años, así que pudo trabajar mucho para satisfacer los deseos de su hermano menor con los regalos que deseara, tal y como su madre hacía como era posible antes de fallecer.

— Buenos días...— Sanemi hace su aparición en el salón tras Genya, quien lo observa asustado ante su repentina aparición.

Bajo los ojos del albino se pueden apreciar las ojeras provocadas por la falta de sueño. Genya se entristece un poco ya que es consciente de que su hermano trabajó duro por él, así que al momento de decirle lo que quería no pidió mucho solo para que su hermano no debiera trabajar más de la cuenta. Sin embargo, él lo hizo, y Genya no sabe por qué.

Y es que, él debe contribuir con su parte para pagar todo lo necesario para mantener a los diez que viven juntos, pagando también por Genya.

Al entrar, Sanemi se encuentra con todos reunidos, tirados en el suelo mientras se dan regalos entre ellos, excepto Tomioka, quien está a un lado sin decir nada. Luego dirige su mirada a su hermano menor, quien lo observa en silencio.

— ¿Sucede algo, Genya?— Inquiere algo extrañado ante la atenta mirada de su hermano menor. Este niega y va lentamente hacia la pared, donde da un suave golpe.

— Ven.— Le dice.— Lee esto.— El contrario se acerca algo extrañado, entrecerrando sus ojos para poder ver mejor.

Al estar más cerca, arranca la hoja de la pared (con cuidado, claro está) y comienza a leer. En esta hay un corto texto en el que pone que da comienzo a un pequeño juego y que debe seguir un rastro de mariposas que había en el pasillo que da a la zona alejada de la entrada. Ahí se da cuenta de que la que lo ha hecho es Shinobu, pero la atenta y emocionada mirada de Genya le hace dudar.

Sin darle muchas vueltas al tema, el chaval se encamina hacia el lugar indicado, siendo seguido por su hermanito menor, como un perrito que va tras su dueño en busca de su atención.

En las paredes habían pegadas mariposas de variados colores, de moradas a negras, de negras a azules e incluso había una rosa al final de la larga procesión que le llevaba hasta el baño.

Una vez que termina el camino, se adentra en el lugar algo extrañado y allí encuentra otra nota. Esta le da más indicaciones, diciendo que vaya a la cocina, así que hace lo que la hoja dice.

Al llegar a la cocina, ve en la encimera un pequeño peluche de osito en el que hay una nota pegada, extrañamente, en el culo. Genya retiene una carcajada; ya había olvidado aquel pequeño detalle.

En la nota decía, con letra pequeña, que fuera al cesto de la ropa y que ahí hallaría al final su regalo. Algo extrañado, arruga su nariz. Aquello no le da buena espina.

Con algo de miedo se acerca al cesto y lo abre. Un fuerte olor inunda sus fosas nasales y siente la necesidad de cerrarlo de golpe, pero nuevamente ve una nota pegada a... Los calcetines de Uzui...

Entonces, agradece que fuera en sus calcetines y no en otra prenda, aunque aprestan a muerto, así que agarrarlos para él es un reto, el cual al final acepta. Con su pulgar y su dedo índice, toma el calcetín y lo mantiene a una distancia considerable de él. Genya se encuentra en la puerta de la cocina, la cual está a la otra punta del lugar, aguantando su risa.

— ¡Agh, qué asco!— Exclama Sanemi mientras arranca la nota y deja el calcetín caer.— ¡Está sudado!— Genya estalla en risas y su hermano lo observa molesto. La noche anterior Genya estuvo un buen rato lavándose las manos después de hacer aquello, pero había merecido la pena.— Uh, bueno...— Suelta mientras abre la nota con cuidado, encontrando otro texto.

"¡Já, has caído! A ver si para la próxima hay suerte..." Pone al principio. Cuando baja, encuentra algo más. "Ve a las escaleras que dan a la azotea."

El chaval sigue el recorrido mientras mantiene el oso entre sus brazos, siendo también seguido por Genya.

— ¿Es esto muy largo, Genya?— Pregunta mientras observa la pared que hay en la zona que ponía en la anterior nota, hallando una nueva, la cual toma con cuidado. Había supuesto que el autor de todo aquello era su hermano menor, por algo lo perseguía.

— Un poco.— Ríe.— Pero, no te preocupes, acabará antes de que te des cuenta.— Le avisa. Su hermano asiente en silencio, y, tal y como indica en la nota, comienza a subir por las escaleras.

Al llegar al lugar donde se encuentra la puerta, ve una hoja pegada a esta en la que le pide salir. Ahí siente miedo de verdad pues debe hacer mucho frío, pero aun así lo hace.

Al salir, siente todo si cuerpo helarse por el frío viento. Genya lo mira preocupado; vale, debieron eliminar esa parte.

Aún así, Sanemi busca por el lugar hasta que halla otra hoja grande en el cesto de la ropa que está fuera, vacío y lleno de nieve. Una vez que la toma corre hacia dentro y cierra la puerta de golpe, sentándose cerca de ella y apoyando ahí su espalda. Genya se sienta junto a él y lo abraza, apoyando su mejilla en su hombro.

— E-Está congelado...— Susurra el menor de ambos, pero no se separa de su hermano en ningún instante.

Una vez que Sanemi termina de leer la hoja, se queda ahí un poco más mientras es abrazado por su hermano menor. Apoya su cabeza en la del contrario y comienza a acariciar sus brazos suavemente, como su madre solía hacer con él.

Una vez que halla el calor, se levanta junto a su hermano, más calmado, y ambos comienzan a bajar.

El próximo destino es la habitación de Shinobu y Mitsuri, las únicas chicas del lugar y que comparten habitación para no tener que hacerlo con los otros; cabe aclarar que excepto Genya y Sanemi y ellas dos, todos duermen en una misma habitación e incluso algunos llegan a compartir cama.

— ¿Cuántos destinos más quedan, Genya?— Pregunta Sanemi mientras se adentra algo nervioso en la habitación de las chicas, esperando que no haya ninguna dentro.

— No te puedo decir cuántos, pero no te preocupes, son pocos.— Informa mientras observa a su hermano buscar una nueva nota, hasta que al fin da con ella. La lee y va al cajón en el que las chicas guardan sus materiales del instituto, viendo por encima de estos un peluche de una gran rana.

Sanemi lo toma enternecido, reconociéndola al instante.

— ¿Este no fue el peluche que mamá te regaló a los seis años...?— Pregunta suavemente mientras la acaricia. Genya sonríe y asiente con la cabeza.

— Siempre dormía con él... Pero dejé de usarlo. Al final acabó lleno de polvo y Muichiro tuvo que lavarlo. Entonces me dijo que tal vez a ti te gustaría tenerlo, ya que te gustan las ranas. Y, después de pensarlo, lo vi adecuado.— Le informa mientras retrocede lentamente, con un leve rubor en sus mejillas. Está algo avergonzado por aquello, pero a Sanemi le parece algo muy lindo.

— Me encanta.— Susurra abrazándola, sintiendo entonces algo en su espalda. El chaval le da la vuelta y ve otra hoja, diciéndole que vaya a su habitación y la de Genya, la cual es la misma.

Con él montón de cartas en su mano izquierda, el osito en la derecha y la rana siendo sujetada por su brazo y pecho al mismo tiempo, se dirige hacia su nuevo destino.

Una vez que llega a su cuarto deja todo sobre su cama, incluidas las notas. Entonces, ve una en el armario, se acerca y la arranca con cuidado, algo cansado ya del recorrido. Esta le indica que vaya al baúl inutilizado que ambos tienen en el cuarto, cosa que hace casi al instante.

Entonces, el corazón de Genya late desbocado. Este era el final.

Cuando Sanemi se acerca y lo abre, dentro de la tapa ve que pone "House Of Memories" junto a fotos de ellos de pequeños, especialmente en las que salían juntos.

Sanemi aprecia las fotos enternecido antes de bajar la cabeza y encontrarse con un regalo envuelto dentro, con otro algo más pequeño encima. Con cuidado, dirige sus manos al más grande y lo toma, sacando ambos de ahí.

Genya siente su corazón latir más rápido que de costumbre, lo que es provocado por el nerviosismo y la vergüenza. En el fondo tiene algo de miedo por cómo vaya a reaccionar Sanemi, miedo que no se calma nada al ver a este abrir con cuidado los dos regalos.

Al abrirlo del todo, Sanemi deja la envoltura al lado y aprecia ambas cosas. Una es un cuaderno y la otra lo que parece ser un álbum de fotos, ambos de un tamaño algo grande.

Genya se pone de rodillas junto a él y observa en silencio como Sanemi deja el cuaderno sobre el baúl recién cerrado y comienza a ver el álbum.

En el principio hay una foto de ambos cuando eran pequeños junto a su madre. Mientras avanza, más fotos halla, todas de su familia y ellos. Sanemi siente sus ojos escocer, pero sigue mirando cada página.

Cuando ya va por las últimas, ve que su familia desaparece y se reduce a fotos de él y Genya, todas de salidas que realizaron juntos o algunas que Genya sacaba cuando quería mientras estaban en casa, muchas veces, tomándolo desprevenido.

Su corazón late con fuerza por la emoción. ¿Su hermano había preparado eso para él?

Al llegar la última página, puede apreciar un corto texto, uno que consta solo de cuatro palabras, pero que es muy significativo para él.

"Te quiero mucho, Nemi." Ponía. Su corazón late con fuerza al ver aquel mote que su hermano le había dado cuando apenas empezaba a hablar.

Las lágrimas comienzan a bajar por su rostro, unas provocadas por la felicidad. Genya lo observa preocupado y con algo de miedo, va a hablar pero al ver al contrario soltar el álbum mientras toma el cuaderno, se queda en silencio.

Al abrirlo lo primero que encuentra es un texto con fotos pegadas en algunas zonas de este. Sanemi reconoce la letra de su hermano, pero se da cuenta de que recibió la ayuda de Muichiro por el orden que hay en el lugar.

En esa página simplemente dice que pese a que el resto de su familia no está, ambos siguen juntos y le dice que jamás pensaba separarse de él. Su corazón es invadido por esa calidez que su hermano menor siempre lograba otorgarle.

Entonces, sigue avanzando. Ve algún que otro dibujo, otras páginas con más textos, unas que mientras las lee siente que está hurgando en el diario de su hermanito menor, unas en las que cuenta sus experiencias con él y otras en las que afirma quererlo muchísimo y dice que no quiere separarse de él. Sanemi puede percibir ese sentimiento que su hermano tiene por él; uno que un hermano pequeño puede lograr a tener por su hermano mayor. Uno puro, que te hace sentir mejor en cualquier momento. Y aquello le alegra; el saber que pese a todo su hermano menor no tiene ningún rencor ni odio hacia él por lo que había sucedido hace poco tiempo.

El albino sigue avanzando lentamente, evitando que las lágrimas que descendían por su rostro llegaran a caer y manchar el cuaderno que Genya había hecho con tanto amor.

Aprecia cada página, las fotos que lleva incluidas, la letra bien trabajada y el orden que hay en cada una; los dibujos igualmente trabajados todo lo posible, hasta que llega a la última página.

Allí hay una foto de ellos diez, los que actualmente viven juntos. Aquello le hace sonreír suavemente.

E, igual que en el álbum, aquellas palabras que derriten su corazón están ahí escritas, bajo el texto:
"Todos los que viven con nosotros, nuestros amigos que no viven aquí pero nos visitan tanto, todas aquellas personas que apreciamos, ellos son ahora nuestra familia."
"Te quiero mucho, Nemi. Jamás te vayas de mi lado." Fue la frase nueva que añadió tras decir que lo quiere.

Sanemi cierra el cuaderno y lo deja junto al álbum. Las lágrimas que ahora descienden por sus mejillas no cesan, lo que hace que Genya lo observe preocupado, con los ojos cristalizados también por ver todo lo que había hecho de reojo. Aún recuerda todo lo que lloró mientras hacía algunas partes.

— ¿Q-Qué te pa-parece?— Pregunta el chaval algo nervioso. Su hermano mayo se gira y lo envuelve en un abrazo.

— ¿Que qué me parece? J-joder, Genya, lo amo... ¿Realmente hiciste todo eso por mí?— Inquiere mientras se sienta y deja a su hermano de rodillas, este parece que comienza a llorar también. Antes de seguir hablando, carraspea su garganta y se asegura de que su voz saldrá clara.— No sabes lo que significa todo esto para mí... Todo esto que has hecho solo por mí, aquello a lo que le has dedicado tanto tiempo, cariño y amor, lo aprecio desde lo más profundo de mi corazón. Estoy muy agradecido por estos bellos regalos; has logrado tocar mi fibra sensible... Y te juro que todo lo que digo no es suficiente. No tengo las palabras necesarias para explicar todo lo que esto es para mí, Genya. Muchas gracias, de verdad.— Dice de forma sincera, separándose un poco de su hermano para poder plantarle un beso en su frente. Tras eso se separa un poco para mirarlo a los ojos, los cuales están rojos por el llanto.— Te quiero mucho, Genya.— Le dice suavemente mientras vuelve a atraerlo a él y lo abraza fuertemente.

— Y-yo también te quiero mucho, N-Nemi...— Susurra el chaval con la voz quebrada, correspondiendo el abrazo que su hermano le ofrece.

Ambos se quedan allí en el suelo abrazados por un buen rato, hasta que al fin se separan.

— O-oye... Sé que últimamente has trabajado mucho solo para poder ofrecerme algo esta Navidad, y te estoy realmente agradecido, pero... No hace falta que te esfuerces así, Nemi, estaré bien con lo que sea. Me basta con tenerte a ti.— Confiesa el menor mientras acaricia el cabello de Sanemi, quien sonríe suavemente.

— Ya, es solo... Lo veo necesario. Es que, eres tú Genya. No está mal darte algún que otro regalo material. Y los caprichos no vienen mal a veces.— Comenta antes de levantarse, entonces, le extiende una mano a su hermano menor.— Por cierto, este año va a haber otra búsqueda. Si quieres, puedo ayudarte.— Avisa una vez que se levanta. Tras eso, va hacia el baúl y toma los regalos de su hermano.— Aunque, te digo que nada se va a comparar a esto. Genya, sin duda, es lo mejor que has podido darme.

El contrario sonríe suavemente antes de abrazarlo por la espalda.

— Es porque hablamos de mi Nemi. Él merece lo mejor.— Sanemi ríe suavemente.

— Vas a hacer que se me derrita el corazón.— Advierte y se agacha con cuidado, acomodando ambas cosas en el baúl, pero, sin embargo, no cierra este.— Lo veré de nuevo luego, si quieres lo puedo ver contigo.— Avisa. Genya se separa de él y asiente energéticamente.

— ¿En la cama de alguno de los dos, con el señor rana y oso?— Inquiere con los ojos brillantes. El albino ríe y asiente.

— Claro, como desees.— Dice suavemente.— Ahora, ¡que comience la búsqueda!

💕 Dato.

Ambos casi siempre miran el cuaderno y el álbum antes de ir a dormir y Sanemi suele verlo solo cuando está triste o enfadado, especialmente lo segundo ya que siempre logra calmarlo.

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