❄️ ❝Invierno ━ O5❞ ❄️

— ¡Por el amor de... Agh!— La queja del mayor de los Shinazugawa hizo eco en la desolada calle por la cual iba caminando a paso rápido. El frío viento lo azotaba con violencia, sacudiendo su revoltoso cabello y sus prendas. Para colmo, la nieve que cubría la zona estaba entorpeciendo sus pasos, lo que comenzaba a sacarle de quicio.

Acababa de abandonar el inhóspito hospital en el que su padre se hallaba ingresado. Si era sincero, detestaba ir allí, el ambiente le desagradaba y no le gustaba ir solo para escuchar las constantes quejas de su padre acerca de su propia condición; además, si era sincero, no le hacía ilusión escucharlo gritar, menospreciando a su persona y al resto de su familia. Mucha menos felicidad le provocaba cuando lo escuchaba hablar mal de Giyuu, ¿realmente era necesario incluirlo en sus quejas y supuestas charlas sobre la vida? ¡Por favor!

Ese día había abandonado el lugar antes de lo normal justamente por eso. Durante la primera media hora, en la cual estuvo Genya, el hombre se notaba más tranquilo. Alguna que otra vez soltaba un comentario despectivo hacia su hermano menor (los cuales no pasaban desapercibidos para el albino), pero no llegaba a expresar su molestia en voz alta. Únicamente eran indirectas.

Sin embargo, Genya tuvo que abandonar el sitio antes de tiempo porque había quedado con Tokito. Justo entonces, a su padre le había dado la picada de hablar mal, no solo de su familia, sino también de Giyuu y Muichiro.

“— Papá, si te sigo visitando es porque así lo quieren Genya y mamá. Y aunque no me gusta hacerlo, lo hago para no decepcionarlos.— Hizo una corta pausa y se dio la vuelta para encarar al hombre, cerrando la ventana tras él con tal violencia que provocó un sobresalto en el enfermo.— No obstante, como vuelvas a hacer comentarios así otra vez o te atrevas a insultar a mi hermano menor, a Giyuu o a Muichiro otra vez, ten por seguro que no volverás a verme la cara otra vez en tu puta vida. ¿Está claro?— Preguntó, sin esperar por una respuesta. ¿Por qué tenía él que aguantar eso?

Y esperaba que Genya no tuviera que escuchar lo mismo que él cuando no podía acompañarlo.

Sin pensarlo dos veces, se dirigió a la puerta de la habitación, sin dignarse a mirar a su padre nuevamente.— Y por cierto, el único enfermo aquí eres tú, por si ya te habías olvidado. En vez de preocuparte tanto por la orientación sexual de tus hijos, que ni siquiera te concierne, preocúpate un poco por tu estado actual, que estás a nada de estirar la pata y solo te veo preocupado por el género de las parejas de tus hijos.— Y tras decir eso, se fue de ahí sin volver a dirigir la mirada atrás.”

Ahora se dirigía nuevamente a su hogar, y aunque seguía extremadamente molesto e irritado por la situación, un suave sentimiento de satisfacción invadió su pecho. Le había plantado cara a su padre y le había dicho la verdad. Merecía la pena, después de todo.

Especialmente porque al estar postrado a la cama del hospital él no podía ir a plantarle cara de vuelta. Y probablemente la próxima vez que lo visitara se haría el loco, como si eso jamás hubiera sucedido. Porque al estar en ese estado, él era vulnerable. Ya no podría dañarlos de nuevo.

— ¡Ya estoy en casa!— Anunció tras abrir la puerta de su hogar.

— ¡Ah, Sanemi!— Su madre lo recibió con un cálido abrazo, el cual agradeció mentalmente, pero no puedo evitar quejarse de algo.

— Mamá, vengo helado. Puedo tener frío, pero no quiero que tú también lo pases solo por abrazarme.— Dijo, a lo que la mujer se separó de él, manteniendo sus manos sobre los hombros ajenos.

— ¿Cómo es que hoy volviste tan temprano?— Preguntó, ignorando deliberadamente el anterior comentario. Sanemi desvió la mirada, dejando escapar un suspiro.

— Como bien sabes, papá adora decir cosas inapropiadas sobre nuestra familia. Y hoy simplemente dejó caer la gota que derramó el vaso. Me enfadé tanto que me fui de allí de golpe.— Le contó, a la vez que se deshacía de su abrigo (una vez su madre hubo retirado sus manos) y lo colgaba en una percha cercana a la entrada.

— Ya veo...— Dirigió la mirada al suelo, sin saber qué más decir.— Cierto, Genya dijo que vendrá a comer con Tokito-kun.— Buscando cambiar el tema de conversación, la mujer comentó aquello que acababa de recordar.— ¿Podrías echarme una mano ahora con la comida? Es más rápido cuando nos encargamos los dos juntos.— Sanemi asintió y miró la hora en su reloj. Apenas eran las ocho.

— Me doy una ducha y bajo a ayudarte.— Avisó mientras comenzaba a subir las escaleras. La mujer asintió, agradeciendo a su hijo por adelantado.

En cuanto llegó a su habitación, tomó su móvil y revisó los mensajes que había recibido, al mismo tiempo que tomaba la ropa limpia que usaría una vez se hubiera aseado.

Una carcajada amenazó con escapar cuando entró al chat de Tomioka. Este le había mandado una foto junto a un posible borracho Kyojuro, quien parecía planificar alguna locura junto a botellas vacías.

“Dice que va a nadar en la nieve.” Vio el mensaje de después.

“Necesito saber la continuación de esa historia. Luego te llamo y me cuentas todo, ¿vale?
20:05 ✓✓”

“Claro. Aquí estaré.
20:05”

Tras ese corto intercambio de mensajes, puso el móvil a cargar y se dirigió a la ducha.

No era un día especial. En absoluto. Era un simple tres de enero, un día que no destacaba por nada en especial. O al menos, no en la vida de ninguna de sus personas preciadas.

Sin embargo, habían estado aprovechando esos últimos días de descanso para salir todo lo posible y pasarlo bien. Giyuu y él no eran muy fans de ese tipo de cosas, sin embargo, últimamente habían estado siendo forzados por sus amigos a salir, lo que los había animado a quedar juntos más que de costumbre.

En cuanto terminó de ducharse, fue a tomar su móvil y se dirigió a la cocina, en la planta de abajo. Mientras se dirigía allí, aprovechó para echar un vistazo a sus hermanos, a los cuales encontró juntos jugando a pelear entre ellos. Qué recuerdos le trajo.

❄️


— ¡Muchas gracias por su visita!— Agradeció la joven dependienta a la vez que hacía una pequeña reverencia. Genya se despidió de ella mientras Muichiro abría la puerta, haciendo resonar la campana que había colgada arriba de la misma, y salía del lugar, sin dejar de sujetar la puerta para que así Genya no tuviera que abrirla nuevamente.

— El sitio era realmente acogedor.— Comentó el joven Shinazugawa una vez estuvieron fuera.

— Y olía bien.— Añadió Muichiro, lo que hizo reír suavemente al contrario.

— Obviamente. Es una cafetería.— Dijo mientras acariciaba su cabeza.

— Eso es vergonzoso.— Comentó el de cabello bicolor mientras bajaba la cabeza, un rubor apoderándose de sus mejillas.

— Oh, ¿te molesta?— Preguntó, deteniéndose por un momento. Por culpa de eso, su rostro también se había teñido de carmesí.

— En absoluto.— Negó, por lo que el contrario sonrió y comenzó a juguetear nuevamente.— Ahora iremos directamente a tu casa, ¿no?— Quiso asegurarse.

— Sí. No creo que te haga ilusión ir al parque a estas horas con este frío, ¿verdad?— Muichiro asintió.

— Estás en lo cierto.— Hizo una corta pausa.— Por cierto, ¿podría quedarme hoy a dormir con vosotros? No tengo muchas ganas de volver a casa, sinceramente.

— Oh. Entonces, avisa a tu familia. Yo estoy seguro de que mamá aceptará encantada. A ella realmente le agradas.— Comentó felizmente, felicidad que animó al de menor altura.

— Está bien.

El resto del camino fue cómodo. Ambos caminaban en silencio, uno al lado del otro, mientras iban dados de la mano.

Una vez ambos estuvieron frente a la puerta del hogar de los Shinazugawa, el agarre en sus manos se desvaneció. Genya empezó a rebuscar en el bolsillo de su abrigo, tanteando en busca de la llave de la puerta, hasta que por fin dio con ella.

Introdujo el artefacto en la cerradura, y tras cometer un pequeño fallo al girar al lado contrario del que debía, abrió, echándose a un lado para así dejar pasar al menor de ambos, quien agradeció con una suave reverencia.

Una vez dentro, un cálido ambiente los recibió amablemente, devolviendo lentamente el calor a sus cuerpos. El interior del lugar olía a incienso, aquel que Sanemi estaba tan acostumbrado a poner diariamente.— ¡Ya estamos en casa!— Anunció Genya mientras se deshacía de su abrigo y lo colgaba al lado del de Sanemi. Tras eso, dejó que Muichiro le dejara el suyo para colocarlo justo al lado del que él acababa de soltar.

— Bienvenidos.— Los recibió amablemente Shizu cuando los vio pasar frente al salón.— No hagáis mucho ruido, por favor. Los chicos están dormidos.

— ¿Todos? ¿Incluso Teiko?— Genya parecía sorprendido, algo normal, pues sus hermanos eran excesivamente energéticos y no estaba acostumbrado a eso de que se acostaran antes de las doce de la noche.

— Todos pasaron la tarde con Iguro-kun y Mitsuri-chan y regresaron agotados. Tuvieron la energía para una pequeña batalla y luego cayeron rendidos.— Contó ella, dejado su rostro descansar sobre su mano libre, mientras que con la otra sujetaba una taza que desprendía vaho.— Aunque bueno, gracias a eso podremos cenar tranquilamente y hablar sin miedo de cualquier tema.

— ¿Y Sanemi?— Genya se adentró en el salón junto a Muichiro, quien pese a la confianza aún se avergonzaba ligeramente al encontrarse en hogar de los Shinazugawa.

— Se está encargando de la cena. En un principio iba a ayudarme, pero al final dijo que no me preocupara, que lo haría él solo.

— Tan cabezón como siempre.— Murmuró Muichiro, tomando asiento frente a la mujer, quien le dedicó una suave sonrisa.— Me recuerda mucho a alguien.— Y miró de reojo al de mayor altura, quien desvió la mirada, ignorando deliberadamente el comentario hecho por Tokito, y fue a la cocina en busca de su hermano mayor.— Buenas noches, Sanemi.

— ¡Ah, Genya! ¡Llegas justo a tiempo!— El menor se sobresaltó y buscó huir, mas no pudo.— Prepara la mesa, por favor. La comida ya casi está hecha.— El menor asintió e hizo lo que su hermano le había pedido.

Dio alguna que otra vuelta de la cocina al salón hasta que la mesa por fin estuvo preparada, y finalmente se sentó en el asiento libre junto a Muichiro, quien se levantó un par de minutos después para ayudar a Sanemi a llevar la comida como agradecimiento.

— Qué raro que no salieras hoy con Tomioka.— Genya llevó su vaso, ya casi vacío, a su boca.— ¿Ha estado ocupado?

— Salió con los chicos a cenar.— Respondió sin más el de cabello como la nieve.— Hubiera ido, pero estos días salí demasiado. Al menos una noche quería pasarla aquí.— Aquello le sacó una suave sonrisa a Shizu, quien entonces pareció pensar algo.

— ¿Y por qué no lo invitaste?

— Supongo que querría estar con los chicos. Son sus amigos, después de todo.— Se encogió de hombros, llevando un trozo de comida a su boca.— Aunque bueno, le dije que si quiere luego puede pasarse y quedarse a dormir. Están cerca de aquí, después de todo.

— Si estás a tiempo, aún podrías pasarte.— Intervino Muichiro.— Tal vez lo pases bien.

— Qué va. Por hoy prefiero quedarme aquí. — Confesó, desviando ligeramente su mirada para evitar verlos a la cara.

— Se ha puesto rojo.— Se mofó su cuñado, inclinándose ligeramente hacia adelante para darle un pequeño toque a la nariz ajena.— ¿Tanto te avergüenza admitir que lo pasas bien con nosotros?

— Muichiro, déjalo. El pobre está dando lo mejor de él.— Esta vez fue Genya el que habló, tomando a su pareja por los hombros y haciéndolo volver a sentarse correctamente en su sitio.— No vayas a presionarlo.

— Y yo que te hago la comida. ¿Así me agradeces, maldito?— El menor sonrió, sacándole la lengua a modo de burla, antes de seguir comiendo tranquilamente.— Siempre aprovechas toda oportunidad para burlarte de mí. ¿Te parece bonito?

— Bonito no es, divertido sí. Quién me hubiera dicho que algún día podría hacerle esto al chaval que un día fue el más temido de todo el instituto.— Genya y Shizu simplemente escuchaban en silencio aquella pequeña discusión, conscientes de que realmente ambos sólo bromeaban.

La verdad es que la relación entre el mayor de los Shinazugawa y Tokito era así desde que ambos tomaron confianza, no había día en el que no discutieran o se burlaran el uno del otro. Aunque era algo bueno, al fin y al cabo, eran entretenidos de escuchar y en el fondo todos sabían que ellos se llevaban realmente bien.

Eso especialmente alegraba a Genya. Él, que en un principio estaba tan asustado de decirle lo de Muichiro a su hermano mayor, ahora convivía felizmente con ambos, sin temor a nada.

— Está bien, hágase la paz.— Intervino la mujer tras varios minutos de una discusión estúpida.— Esto no nos llevará a ningún lado. Continuemos con la velada tranquilamente.

— Sí, sí.— Respondieron ambos al unísono, motivo por el cual intercambiaron miradas, como si estuvieran dispuestos a sacar otra estupidez sobre la que discutir. Sin embargo, controlaron un poco sus impulsos y no dijeron nada más.

El tiempo pasaba. Terminaron de cenar, pero decidieron quedarse sentados en sus sitios durante un rato para así no cortar la conversación. Poco a poco, empezaron a recoger las cosas y a llevarlas a la cocina, donde Sanemi se encargaba de lavar los utensilios utilizados.

— Sí, sí. Ella lo permite, no será una molestia.— Hablaba Tokito por llamada, mientras Genya esperaba en el baño a que terminara, lavando sus dientes.— Está bien. Hasta mañana. Yo también te quiero.— Y finalizó la llamada, antes de volverse con una sonrisa al segundo mayor de los Shinazugawa, quien comprendió al instante la situación.— Puedo quedarme.— Aclaró el menor.

— Entonces,— escupió en el lavabo para que la espuma no le molestara mucho al hablar.— lo único que queda es planear qué haremos por el resto de la noche.

Tokito asintió, apoyándose sobre la puerta.— Hay una conversación que nunca terminamos que aún me sigue pareciendo curiosa.— Desvió su mirada a un punto cualquiera del pasillo.— Aún me agrada la idea de pensar cómo eras cuando aún eras un niño. Nunca alcanzaste a contarme tus sueños.— Genya asintió en silencio, secando su boca con su toalla antes de dirigirse al de cabello largo mientras hablaba.

— Y sin embargo tú sí. Querías estudiar y poder viajar a las nubes... Te mantenías fiel a la idea de que allí arriba había vida.— Algo avergonzado y arrepentido por haber contado aquel estúpido sueño, el menor cruzó sus brazos, un suave tono bermellón coloreando su pálida piel y su ceño ligeramente fruncido buscando hacer notar su molestia.— No te pongas así. Era un sueño bastante bonito. Es una lástima que no pudiera ser cumplido.— El de mayor estatura puso una mano sobre la cabeza contraria, despeinándolo ligeramente.

— Sí... Bueno, volvamos con tu madre y tu hermano. Depende de lo que decidan hacer ahora, podemos seguir la conversación o aplazarla un poco.— Sugirió Muichiro, sin dar tiempo al contrario de poder decir nada.

Bajaron con cuidado de no hacer mucho ruido a la planta baja y se dirigieron nuevamente a lo que era el salón, encontrando a Shizu y Sanemi sentados en el sofá, hablando en un casi inaudible (para ellos) susurro.

— ¡Ah, Muichiro-kun! Ven, ven, quiero enseñarte una cosa.— El semblante de la mujer cambió de repente, pasando de una tristeza sosegada a la felicidad. Los más jóvenes intercambiaron miradas antes de entrar.— Hace unos días, buscando, encontré algunas cosas de Genya cuando era niño. Recuerdo que lo hice porque me dijo que estuvisteis hablando de eso y quise mostrarte cosas suyas. Justo acabo de acordarme.— Tokito sonrió, ignorando lo aterradoras que resultaban a veces las coincidencias. ¿Qué importaba que le dijera eso justo después de haber estado hablando de ello con Genya? Sólo le importaba ver cosas suyas de cuando era niño.

Notó que el contrario se había sonrojado levemente, aunque decidió hacerse el ciego y hablar con la mujer como si nada. Esta le enseñó algunas fotos, Genya se veía realmente gracioso. En algunas sonreía, en otras estaba enfadado y en algunas no podía ocultar su vergüenza y nerviosismo. En algunas páginas encontraban dibujos torpes y escrituras llena de faltas de ortografía, donde contaba las cosas que anhelaba conseguir en su vida. Muichiro incluso rio, al ver cómo en aquellos tiempos él decía que cuando creciera quería casarse con Kanao y formar una familia. El sueño de un inocente infante.

Mientras tanto, Genya hablaba con Sanemi, buscando mantenerse ajeno a la conversación que se desarrollaba junto a ellos, haciéndose el sordo ante los comentarios entre risas que su pareja hacía.

— ¿Cómo estuvo papá después de que me fuera?

— Especialmente quejica.— Sanemi subió sus pies a la mesita frente a ellos, importándole poco lo feo que fuera.— Me tuve que ir antes de lo normal porque se puso insufrible.

La expresión de Genya cambió de repente, sacándole un suspiro a su hermano mayor, quien lo acercó a él para envolverlo entre sus brazos.

— No me gusta estar mal con él. ¿Por qué las cosas tuvieron que cambiar?— Se quejó, apoyando su cabeza en el cuello de Sanemi, quien soltó un suspiro.

— Son cosas que pasan. Deberás acostumbrarte, porque ya nada volverá a ser como antes.— Aquello entristeció al contrario, quién apretó sus labios y se mantuvo en silencio.

Ambos lo sabían bien. Ya nada volvería a ser igual con su padre y no podían hacer nada. Simplemente dejarlo pasar y ver lentamente qué iba sucediendo.

Unas suaves risas calmaron el ambiente, llamando la atención de ambos. Entonces, Shizu habló.

— Ah, a Genya realmente le gustaba Kanao. Recuerdo que fuimos a un festival y no se separó de ella en ningún momento... Estuvo en ese plan hasta primaria, donde descubrió que a ella le gustaba otra persona. Se puso realmente triste y fue difícil animarlo.— Contó la mujer con un tono divertido, sin ser consciente de que aquello acababa de suponer un completo cambio en el humor de su hijo.

— ¡Mamá, no era necesario contar eso!— Se quejó, separándose de golpe del contrario y yendo al lugar en el que su madre y su pareja estaban.

— ¿Qué importa?— Sanemi imitó la acción de su hermano menor.— Ya leyó la carta en la que contabas las ganas que tenías de crecer y casarte con ella. No había vuelta atrás.— Y Genya se quejó, sacándole una risa a su hermano mayor.

Entre risas y vergüenza, frutos de la felicidad, marcaron las doce de la noche. No mucho tiempo después, Giyuu se unió a ellos tras haber acompañado a Shinobu a su casa, la cual quedaba por ahí cerca.

Y la noche lentamente fue pasando, convirtiéndose en un hermoso recuerdo que con el tiempo sería olvidado, pero que seguiría viviendo en el corazón de todos los presentes, quienes acabaron durmiendo juntos, tirados en unos futones que pusieron en algunas zonas libres del salón. Libres de tensión, simplemente disfrutando de su tiempo juntos.

Una estrella fugaz cruzó, marcando el final de aquella cálida velada, llena de amor y la efímera felicidad que aparecía cuando estaban reunidos.











Piedad.

Sé que hace mucho que no actualizo, y lo lamento, pero realmente he tenido muchos problemas para escribir. No saben lo feliz que me ha hecho haber escrito por fin esta parte, pues cada vez que intentaba continuar me quedaba bloqueada.

Otro de los motivos por el que me tomó más de lo normal, es porque últimamente me he centrado sólo en una historia que quiero poder publicar una vez esté acabada y, sinceramente, quería terminarla en cuanto antes, pero como me descuidé un poco y ahora debo leer un poco por encima todos los capítulos para recordar, decidí terminar esto antes para poder publicarlo y darle algo de vida a este lugar mientras esa está en desarrollo. Así que, intentaré traer algunas partes más a esta historia.

Ah, y sí. Lamento también que en esta hubiera tan poca interacción entre Genya y Sanemi, prometo que en la próxima parte me centraré algo más en ellos dos.

¡Hasta pronto!

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