01. Poguelandia
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Volví a clavar la lanza en el agua una y otra vez, intentando conseguir algún pez. JJ a mi lado hacia lo mismo sin éxito alguno.
— Eres malo en esto — me burle de el con una sonrisa.
— No lo creo — volvió a clavar la lanza y finalmente atrapo un pequeño pez. Lo alzo frente a mi rostro y soltó una carcajada —. ¿Que decías?
— Que idiota — murmure.
JJ me observo ofendido.
— Para haber vivido la mitad de tu vida en esta isla sabes muchas cosas. Insultos sobre todo.
— Si, bueno mi hermana solía usar ciertas palabras y con el tiempo se volvieron parte de mi vocabulario — reí mientras tomaba el pez de su lanza y lo lanzaba a la cesta hecha de plantas. Ahí dejábamos todos los peces que serían nuestra comida ese día.
— ¿Tu hermana vivió una vida normal antes de llegar aquí? — cuestionó, de pronto curioso por mi historia.
— Esta es la vida normal para mi, JJ — le aclaré viéndolo a los ojos, el desvío la mirada pensando en algo que desconocía —. Mi hermana tenía diecisiete cuando llegamos aquí, yo apenas tenía cinco. Yo... prácticamente me crié aquí.
— ¿Como llegaron aquí? — finalmente dijo lo que rondaba por su mente.
Ya había pasado un mes desde que los chicos llegaron a mi isla, pero todavía no les había contado nada sobre mi.
Aunque en el poco tiempo que pase con el rubio el se encargo de explicarme como llegaron hasta aquí, y ciertamente era una historia muy larga. JJ nunca se cansaba de hablar.
Según lo que entendí todo comenzó con la desaparición del padre de John B. Ellos intentaron encontrar el tesoro que el padre investigaba y cuando lo hicieron les fue arrebatado, comenzando así con una rueda de problemas. Hasta que acabaron aquí, huyendo del hermano y padre de Sarah, los cuales intentaron matarlos en reiteradas ocasiones.
Cuando JJ hablaba, yo no podía hacer mas que escucharlo atentamente. Pase tanto tiempo sola en la isla que disfrutaba completamente su compañía. Con los chicos en la isla ya no me sentía tan sola.
Me integraba a ellos de a poco. En un principio me aísle en mi zona y los observaba de lejos, pero ahora les enseñaba algo sobre supervivencia, ayudaba con los almuerzos y las cenas, comía con ellos y luego volvía a mi zona. Aun no sabia como convivir con las personas, pero estaba segura que de a poco me acostumbraría.
— Mama intento huir de algo, no se de que, pero debió ser algo sumamente peligroso como para querer irse tan lejos. Eramos mama, mi hermana mayor y yo en un pequeño bote cuando una tormenta se desato sobre nuestras cabezas — tome asiento sobre una roca cercana, JJ se mantuvo de pie frente a mi, escuchándome atentamente—. Mama cayo del bote quedando inconsciente cuando una gran ola nos choco, pronto la marea se la llevo. No pudimos hacer nada. Mi hermana y yo terminamos varadas en esta isla. Aunque yo no recuerdo lo que sucedió ese día, todo lo que se me lo contó mi hermana y yo elegí creerle. Ella era lo suficientemente mayor e ingeniosa para mantenernos con vida aquí, y así fue — mire el mar con repentina nostalgia y me aclare la garganta antes de continuar con mi historia —. Hasta que un día se harto de todo esto, ella quería vivir la vida, entonces cuando tuve una edad en la que ya podía cuidarme sola se fue, asegurándome que si encontraba algo volvería a buscarme.
— ¿Ella volvió? — pregunto inocentemente. Reí sin gracia.
— No, JJ, yo sigo aquí — intente bromear pero aquello no le robo ninguna sonrisa al chico —. Creo que tenemos la comida suficiente, ¿vamos con los demás? Pronto va anochecer.
El rubio inspeccionó un poco más la orilla del mar y de un momento a otro alzó su lanza y apuntó a la arena de nuevo.
— ¡Una raya! ¡Leah, una raya! — exclamó y señaló sus pies insistentemente.
— ¡JJ, atrápala!
— ¡No la veo! ¡La perdí! — grito, clavando la lanza una y otra vez en la arena.
— ¡Por dios, está frente a ti!
El chico seguía sin poder atraparla así que avance dos pasos y sin mucho esfuerzo atravesé la raya con mi lanza, luego la alce justo frente al rostro del rubio.
— No es justo — comenzó a negar con la cabeza —. ¡Tu haces esto desde que tienes conciencia!
Simplemente reí y dándole un pequeño empujón en el hombro lo obligué a caminar de regreso.
JJ asintió resignado y tomando los peces que conseguimos empezamos a caminar en dirección al hogar que habíamos construido para ellos.
— ¿Donde duermes? Quiero decir, por aquí nunca vi otra casucha ademas de la nuestra — quiso saber.
— Antes de que llegaran hubo una fuerte tormenta, arraso con mi casa. Digamos que esta en reconstrucción ahora mismo — sonreí soltando una risita —. Tener que hacer todo de cero de hecho es estresante.
— Si no estuviéramos en medio de una isla desierta, te daría un poco de marihuana. Eso sin dudas lograría hacerte sentir mejor, es el jodido cielo — hizo señas con sus manos haciéndome soltar una carcajada.
— No se de que estas hablando, pero suena bien — murmure.
— No sabe lo que dice, no lo escuches — me pidió Pope apareciendo en nuestro campo de visión junto a Cleo.
— ¡Callate, hermano! — JJ le exigió irritado.
Algo de lo que me había dado cuenta en estos días, era que Pope y JJ se llevaban como perro y gato la mayoría del tiempo. A un nivel en el que ya comenzaba a aburrir escucharlos pelear a toda hora.
Nos separamos de los demás y comenzamos a preparar todo para el almuerzo. Mientras JJ colocaba los peces sobre la fogata nos mantuvimos en silencio.
— Espero que alguien venga a rescatarlos — fui la primera en romper el silencio y hablé con total sinceridad —. Merecen continuar con sus vidas junto a sus familias y...
— ¿Rescatarnos? — JJ soltó una risa y fruncí el ceño —. ¿De que? ¿Del paraíso? Yo no voy a volver. Nunca. Mira esto — señaló los alrededores —. Tenemos todo lo que necesitamos. Justo aquí. Y estás tú, quiero decir... Eres buena compañía y ademas sabes todo lo qué hay que saber sobre supervivencia. ¿Que nos podría pasar?
Sonreí en grande y asentí. Probablemente el era el único que pensaba igual que yo sobre mi hogar.
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Terminando de comer los chicos empezaron a jugar algún tipo de juego que desconocía. Así que no le di mucha importancia y me distraje observando la bandera que hondeaba amarrada a una palmera con el escrito "Poguelandia" y el dibujo de un gallo recostado. Claramente fue idea de JJ.
— ¡Leah! — casi gritaron mi nombre tratando de llamar mi atención. Dirigí mi mirada a Sarah y le sonreí sin saber que más hacer —. ¿Verdad o reto?
— ¿Que? — musité sin comprender.
Esta era la razón por la cual pasaba poco tiempo con el grupo. Muchas más veces de las que puedo contar con los dedos de mis manos no entiendo de qué hablan. No entiendo sus referencias, sus chistes, sus juegos... Por más que lo intento, no logro entenderlos completamente. Ellos tuvieron una vida muy diferente a la mía y yo solo puedo decir que se algunas cosas porque mi hermana me las enseñó.
JJ tenía razón, mi hermana si había podido vivir la vida normal. Pero yo no, y comenzaba a darme cuenta en estas situaciones.
Sacudí la cabeza, eliminando así aquellas ideas en mi mente y dirigí mi atención a Pope, quien intentaba explicarme el juego.
— Eliges verdad y te hacemos una pregunta, tú debes responder con la verdad. En cambio si eliges reto, nosotros te retamos a hacer algo. Así de simple — concluyó el moreno.
— Entonces, ¿verdad o reto? — volvió a preguntarme Sarah.
— Verdad.
— Tengo una — hizo saber Kie y todos aceptaron que ella lo diga —. Si pudieras irte de aquí, ¿lo harías?
Lo pensé durante unos segundos. Velozmente los pensamientos de hace rato volvieron a surgir.
Tenía ganas de saber como era la vida de ellos, que era lo que ellos consideraban normal.
— Si, lo haría — admití. Más de uno se vio sorprendido, sobre todo JJ —. Pero no es posible, así que...
Me lamenté rápidamente de aquellas palabras al ver las muecas decaídas de los chicos. Mire la arena a mis pies sin ser capaz de retractarme.
El juego siguió hasta que Kiara le reto a JJ tirarse del acantilado. El sin dudarlo acepto y en pocos minutos lo vimos en la cima, preparándose para saltar. Me sorprendió que se viera tan decidido, yo tarde varios años en animarme a hacer ese salto.
— ¿Enserio lo hará? — pregunté en general con una sonrisa en mi rostro.
— No va a saltar — negó Kiara divertida.
— Es muy peligroso. No va a ganar nada — Pope no tuvo que pensar demasiado para responder —. Si, lo hará.
Y así fue. JJ tomó carrera y cayó con éxito en el mar. Todos corrieron a su encuentro y yo permanecí en mi lugar, observándolos de lejos.
Sonreí hacia ellos y me despedí con un movimiento de mano antes de dirigirme a mi zona en la isla.
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Subi la colina y camine sin rumbo por unos cuantos minutos, con intención de matar el tiempo.
Desde que los Pogues llegaron a la isla, se me hizo cada vez más difícil pasar demasiado tiempo en soledad.
Después de convivir durante un rato con ellos me di cuenta de que estar sola todo el tiempo es realmente triste. En su momento no lo sentía, pero ahora deseaba conocer personas, formar una familia de corazón, y buenos amigos.
Cuando lo planteaba de esa forma esa idea parecía ser el paraíso. Pero luego miro mis alrededores y me cuesta demasiado dejar atrás mi isla.
Continué caminando hasta que la colina acabó en un acantilado y tuve que detenerme. A lo lejos podía ver a los chicos, sentados en la arena mientras charlaban de quien sabe qué cosa.
A mi lado se encontraba una fogata enorme. Un invento de Pope. Era algo que el encendería cuando avistáramos un barco o un avión, eso me habían dicho.
— ¿Aburrida? — cuestionaron a mis espaldas.
Mire sobre mi hombro y note a Pope ahí. Pronto se acercó a mi lado y ambos miramos el horizonte con tranquilidad.
— Esto es una gran idea, Pope. Es genial — señale la gran fogata.
— Si, espero que funcione — suspiro frustrado —. ¿Tu que crees?
— Vivo aquí desde que tengo memoria y nunca vi un avión o un barco cerca de aquí. Tampoco estoy segura de que sean, solo tengo las descripciones y un vago dibujo que JJ hizo en la arena para explicarme — hablé con sinceridad, sin necesidad de mentirle o darle falsas esperanzas.
Pope se sentó en el suelo y lo imité. Coloque una mano en su hombro para darle fuerzas. Sabía que el moreno era uno de los Pogues que más sufrían por la necesidad de volver a sus hogares.
— Sin embargo, podría funcionar, ¿no crees? — insistió.
— Claro — le di una mirada cargada de tristeza y el supo entender mi posición. No quería matar sus ilusiones, pero Pope sabía que yo le decía la verdad y que me dolía hacerlo.
— Es extraño que tu no conozcas ni siquiera lo que es un avión. Quiero decir, lo que para nosotros es normal para ti debe ser increíble — murmuro con una mueca.
— La mayoría de cosas las se gracias a mi hermana, pero hay otras que, o ella no llego a contármelas, o ella tampoco las sabia — le expliqué y Pope asintió dándome pie a continuar hablando —. Se sobre los autos, la tecnología, y esas cosas. Pero nunca pude verlas, entonces sigue sonando extraño para mi.
Nos quedamos en silencio por un largo rato. El chico parecía procesar lo que le había dicho. Y yo no hacía más que mirar a los demás Pogues en la playa.
— Aún puedes vivir la vida — susurro con una sonrisa. Le sonreí de vuelta.
Sin darnos cuenta había anochecido, así que ambos nos levantamos y comenzamos el camino de regreso a la playa para cenar todos juntos.
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